CAPITULO 5

••

Tan pronto la hora del desayuno llegó, Terry se apareció en la mansión Ardley en busca de su Pecosa favorita. Quería invitarla a comer, y de paso pasar un tiempo a solas, ya que el día anterior habían estado rodeados por la familia.

La mucama entró a la habitación de Candy para avisarle sobre la visita, y esta, aún en pijamas, saltó para alistarse. No se esperaba que Terry fuera a verla tan temprano, por lo que corrió a la habitación de Annie para que la ayudara a vestirse. Su amiga, a diferencia de ella, ya estaba perfectamente arreglada.

—Apresúrate, Candy, no se ve bien que dejes a tu enamorado esperando —mofó Annie, sacando del closet un vestido color rosa pálido. La tela tenía flores blancas estampadas, luciendo sencillo y perfecto para una salida por la mañana.

—No sabía que vendría a verme tan temprano, sino me hubiera alistado antes. ¡Mira mi cabello! —Soltó una risilla al ver en el espejo como sus rizos rubios se esponjaban sobre su cabeza.

—Parece la melena de un león —dijo Annie, acercándose a ella para darle un poco de ayuda—. Te lo acomodaré con una hermosa cinta. Creo que es como único lograré dominar tus rizos en tan poco tiempo.

A lo que su amiga la peinaba, Candy miró los maquillajes que Annie tenía sobre su tocador, y decidió aplicarse un poco de él para verse más presentable. Se puso un poco de polvo en el rostro, rubor en las mejillas, y un tinte rosado en los labios. No solía usarlo más que en ocasiones importantes relacionadas a la familia, pero pensó que el ligero toque de maquillaje le quedaría muy bien para un desayuno casual.

Emocionada, y lista para dejarse ver frente a Terry, bajó las escaleras para encontrárselo. Él la estaba esperando en el jardín de rosas, con las manos hundidas en sus bolsillos. Por lo visto, había caminado por un buen rato entre los arbustos esperando por ella.

—¡Buenos días, Terry!

Ante el saludo, Terry se dio la vuelta para ver a Candy corriendo a su direccion. Verla inmediatamente le formo una sonrisa en los labios. Candy lucia hermosa en aquel vestido rosado, y con sus preciosos rizos atados en una cinta baja, pero algo de ella le parecia diferente.

—Buenos dias, Pecosa —saludó de vuelta, recibiéndola en sus brazos—. Te estuve esperando un buen rato. Dime la verdad, ¿te desperté? —preguntó mediante un susurro. Juntó su frente a la de Candy y aprisionó sus manos entre las de él para que no se le escapara.

—No...

—¿Estás mintiéndome? —inquirió, frotando la nariz achatada de ella contra la de él, tentándola.

—Bueno... Aun estaba en la cama cuando llegaste. Pero te juro que estaba despierta —respondió con aire entrecortado. Teniendo a Terry jugando con ella de ese modo siempre le arrancaba el aliento, pero se había prometido desde ayer que no le permitiría a Terry robarle otro beso, no hasta que le dijera de una buena vez qué pretendía con ella.

Terry bajó el rostro para alcanzar los labios de Candy, pero antes de tan siquiera rozarlos, ella desvió el rostro. Su beso cayó sobre la mejilla de ella, desconcertándolo por unos segundos.

—¿A donde iremos esta hermosa mañana? —preguntó la Pecosa, soltándose del agarre de Terry. Él la miró en confusión y se mordió los labios antes de pasar aquel gesto por alto, pues a pesar de que Candy lo había desviado, no quería pensar que fue a propósito.

—Cerca del hotel donde me hospedo vi un pequeño cafe. El aroma que emana del lugar me despertó el apetito, y quise venir por ti antes para compartirlo contigo... Amenos que tengas un lugar mejor en mente. —La miró de soslayo, en la espectativa de que ella se aferrara a su brazo como siempre lo hacía cuando caminaban juntos, pero ella seguia con los brazos a su costado y mirando hacia adelante. Decidió que sería él quien se acercara, y llevó su mano cerca de la de Candy, solo para que esta la apartara una vez sus dedos la tocaron.

—No, el café suena muy bien. Se me antoja un pan recien horneado con mantequilla y un cafe humeante... —Candy se relamió los labios, sintiendo como se le despertaba el apetito.

—¿Qué pasa? —Terry cuestionó, deteniendo sus pasos ante el segundo rechazo. Candy habia querido disimularlo, pero para él fue bastante directo.

—¿Qué pasa de qué, Terry?

—Hm, nada, olvidalo. —Agitó la cabeza y siguió con su caminata.

«¿Habré hecho algo malo?», se preguntó mentalmente, comenzando a preocuparse con la repentina distancia que Candy había puesto entre ambos.

Decidió no tocar el tema, suponiendo que estaba pensando demasiado en algo que realmente no tenia importancia, después de todo, Candy estaba hablando con él con mucha naturalidad. Eso queria decir que no estaba enojada.

Se sentaron cerca de una ventana en el cafe, y echaron vistazos al menu mientras hablaban casualmente. En un inicio, Candy quiso pedir el pan con cafe, pero tras ver la variedad en el menu, optó por pedir los waffles con jarabe. Terry se decidió por las tostadas francesas con fruta.

—Escuché que Karen saldrá en la próxima obra contigo —comentó Candy, mientras esperaba por su desayuno—. Ha de estar muy contenta, me dijo que extrañó mucho el teatro. ¿No se te hace raro tenerla de vuelta después de tanto tiempo?

—No —respondió, enfocando su mirada en el rostro de Candy. Aparte de su actitud, algo en ella aun le parecía fuera de lugar, pero no lograba señalarlo.

—Supongo que todos se adaptaron rápido. He leído en los periódicos que los fanáticos están emocionados de verlos juntos en el escenario otra vez... Aunque creo que piensan que ustedes son algo más que compañeros. Con su regreso se han olvidado de mi, bueno, de "la mujer misteriosa" —Candy hizo comillas con los dedos al pronunciar el nombre que los fanáticos le habían puesto.

—Son solo rumores ridículos... —comentó restándole importancia, y ladeó la cabeza aun usando esa expresión pérdida en el rostro. Estaba escudriñando a Candy con la mirada hasta el punto de que ella sintiera que tenía algo en la cara.

—¿Por qué me ves tanto? ¿Acaso dije algo raro?

—Es que hay algo en ti que no se me hace bien.

—¿Como?— Candy alzó la voz, indignada ante el comentario grosero de Terry.

—Quiero decir que no te ves igual que antes —se apuró a aclarar al ver que su Pecosa comenzaba a levantar la palma de su mano—. No lo sé, es algo muy leve, pero... —Terry achicó la mirada y se concentró en la nariz de Candy, dando con lo que tanto buscaba—. Oye, ¿puedo saber dónde están tus pecas?

La rubia agrandó los ojos al escuchar dicha pregunta, para luego soltar una leve risa. Terry había estado por perder la cabeza tratando de encontrar las manchitas de su nariz, y apenas había logrado prestar atención a la conversación por ello.

—Es el maquillaje. Aún siguen ahí, ¿ves? —Candy se acercó un poco a él, y él hizo lo mismo. Eran muy suaves, pero ahí estaban.

—¿Por qué te las tapaste? Sabes que me gustan mucho...

—¿Hm? Oh, es que quería verme más presentable, y Annie dice que una piel limpia es un símbolo de belleza... —Alzó los hombros, tratando de ocultar el hecho de que se sentía tonta por haber dicho eso en voz alta. Nunca le habia importado la moda, pero extrañamente, cuando se trataba de Terry, quería lucir lo mejor posible.

El castaño frunció el ceño con evidente enfado, y sin explicación, sacó de su bolsillo un pañuelo con el escudo de los Granchester bordado en la esquina.

—¿Qué sabe la Tímida de belleza? —protestó, frotando el pañuelo sobre la nariz de Candy, quitando el maquillaje que ocultaba las pecas que él tanto adoraba—. Dile a tu supuesta amiga que yo digo que eres hermosa, y mucho mas con tus pecas.

La sonrisa que se formó en los labios de Candy no pudo ser detenida, pues escuchar que Terry la había llamado hermosa, alegró su corazón grandemente. Era la primera vez que decía algo sobre su fisico sin compararlo al de un mono.

—Así está mejor... Esa es la Pecosa que conozco. —Terry sonrió de lado, reconociendo aquel rostro que tanto amaba. Ahora todo parecía tener sentido.

En ese momento, la mesera llegó con las dos órdenes. Colocó los platos frente a la persona correspondiente, y tras asegurarse de que todo estaba bien, se retiró.

Candy no tardó en tomar el primer bocado de su desayuno, inmediatamente llenando su boca de la textura esponjosa y sabor dulce.

—¡Está delicioso! —exclamó la rubia, relamiéndose los labios. Bajó la mirada, y observó cómo el plato de Terry tambien lucia muy apetitoso—. Terry, mira eso. —Señaló a espaldas de él, logrando que Terry antes de poderse llevar el cubierto a la boca, se volteara, para así aprovechar su distracción y robarle el bocado.

—¡Oye! —exclamó Terry al ver que su tenedor estaba limpio. Candy lo había agarrado de tonto, y comenzó a reirse de su despiste—. Pecosa traviesa, ¡me las vas a pagar! —amenazó con una sonrisa malvada. Hizo el intento por clavar su tenedor en el waffle de Candy, pero esta llegó rápidamente a defender su desayuno, contraatacando el tenedor de Terry con el suyo, formando algo que parecía una pelea de espadas.

Cuando ambos terminaron su comida, Terry pagó la cuenta y se llevó a Candy a un paseo. A pesar de que ella seguía manteniendo su distancia, él aún quería pasar un día agradable a su lado. Le gustaba poder estar a solas con ella, sin nadie que los interrumpiera, como cierto Elegante entrometido.

Lakewoood resultaba ser un lugar precioso. Estaba lleno de árboles frondosos y pasto fresco que le daba vida a la tierra. Las flores crecian abundantemente en los alrededores, y expulsaban un aroma muy agradable en el aire. Los rayos del sol eran acogedores al exponerse a ellos, y rebotaban su luz sobre las aguas, causando un destello brillante y llamativo.

—Este lugar me recuerda un poco a Escocia —dijo Terry, caminando a la par de Candy.

—Escocia... Si, es otro de los lugares mas hermosos que he conocido. Lakewood tambien me causa nostalgia. Me crié en el Hogar de Pony, pero fue hasta que tuve trece años que fui acogida por los Lagan.

—Ni los menciones. No se cómo no le guardas rencor al cobarde de Neil y a la víbora de Eliza después de todo lo que te hicieron.

—Es que a pesar de todo, fue gracias a ellos que conocí a los Ardlay. Pasé un tiempo maravilloso aquí junto a Anthony, Stair y Archie... Y también fue aquí que pude ver a Bert de nuevo. ¿Recuerdas que te dije que me salvó la vida?

—Si, lo recuerdo. Me lo contaste en el zoológico, aunque no me dijiste cómo.

—Es que me subí a un bote sin medir el peligro. La corriente del río me llevo hacia una cascada, y caí. Pude haberme ahogado, pero gracias a Dios, Bert se encontraba cerca. Me llevó a una cabaña, y allí cuidó de mi junto a Poupee. En ese entonces, Bert tenía barba, y cuando desperté, me espanté mucho porque pensé que veía a un oso.

Terry solto una carcajada limpia ante la imagen mental.

—No me puedo imaginar a Albert con barba... ¡Aunque en ese caso, el título de abuelo no le quedaría nada mal!

—Tienes razón, ¡pero no se lo digas! Lo hace sentir viejo.

Ambos comenzaron a reir tras haber hecho chistes sobre el pobre Albert y su complejo con el título que su padre le había pasado. Tuvo la mala suerte de ser llamado abuelo siendo un hombre tan joven y apuesto.

—Ya, haciendo de lado las bromas, estoy agradecido de que Albert te haya salvado la vida. Estoy en deuda con él... Otra vez —rió por lo bajo, recordando que también le debía su propia vida.

Candy detuvo abruptamente sus pasos y se giró a Terry, quien hizo provecho de su quietud para acercarse más a ella.

—Pecosa, no solo le debo mi vida, sino la tuya también. Si no hubiera sido por él, no te habría conocido. Me atrevo a decir que mi vida sería muy diferente en estos momentos si no fuera por eso.

—Yo también estoy feliz de que haya sido asi... —murmuró, viendo como Terry se iba pegando más a ella. Su mejilla fue acariciada con ternura por las tibias manos de él, en una muestra evidente para atraerla a su rostro y poder besarla, pero aunque ella también lo deseaba, recordó su decisión—. Estamos cerca del portal de rosas, apresurémonos —interrumpió Candy, haciendo para atrás a Terry al empujarlo levemente del pecho—. ¿Qué esperas, Terry? —preguntó divertida al ver que se había quedado con los pies plantados en el suelo. Él la miró con irritación, pero no dió queja alguna.

Durante lo que quedó del camino, Terry no emitió palabra alguna, mientras Candy parlancheo sin parar. El mal humor se le había subido a la cabeza luego de aquel último rechazo por parte de la rubia, pues debía admitir que nunca reaccionaba bien ante el desprecio de algún ser amado.

—Estaba pensando que sería lindo almorzar mas tarde en el jardín... ¡Terry! ¿Que te parece un picnic? Puedo traer galletas, pastel, jugo... ¡Si! Suena mejor eso, ¿a que no? —La rubia juntó sus manos con entusiasmo. En la Villa de Escocia se habían prometido tener un picnic, y tal vez por fin sería el momento para cumplir dicha promesa.

—Ajá.

—¿Qué más te gustaría? Puedo ir a comprarlo.

—No lo sé —replicó lo más cortante posible. Su falta de emoción hizo que la sonrisa de Candy se desvaneciera de golpe. Creyó que Terry estaría mas contento.

—¿Quieres invitar a Bert, Annie y a Archie? ¡Dicen que cuantos más seamos mejor!

—Invita a quien quieras.

—Oh... —Candy bajó la cabeza, reconociendo que lo mejor era dejar el tema. Terry simplemente no estaba interesado, solo que no entendía por qué no podía ser un poco más gentil demostrándolo.

Abrió la puerta principal de la casa Ardley para entrar junto a Terry, pero cuando echó un vistazo al interior, se dio la gran sorpresa de ver la figura de un hombre parado en medio del lugar.

El hombre desconocido para Terence llevaba un porte formal, de buena estatura y fornido. Era apuesto en todo el sentido de la palabra, solo que la sonrisa que formó al ver a la rubia entrar, hizo que Terry sintiera una punzada en el corazón. Sin tan siquiera saber su nombre, algo de ese tipo no le pareció seguro.

—¡Candy! —el hombre pelirrojo exclamó el nombre de la Pecosa, recibiéndola con una sonrisa sincera y bondadosa.

—¿Michael? —El lenguaje corporal de Candy volvió a iluminarse una vez reconoció que era su amigo quien le regresaba la mirada—. ¡Michael! —La rubia corrió hacia él y lo estrechó en sus brazos, rebozando de alegría al verlo de nuevo. Debido al trabajo, casi nunca podían encontrarse a platicar, pero siempre había cuidado de su amistad con él—. Pero, ¿qué haces aqui?

—Me tomé una semana fuera del hospital, y decidí pasar a verte. Principalmente creí que estabas en el Hogar de Pony, pero la señorita Pony y la hermana Lane me dijeron que estabas visitando a tu familia —explicó Michael, sosteniendo el cuerpo de Candy cerca al suyo.

—Ejem...

El carraspeo de garganta de Terry le dio a conocer al pellirojo sobre su presencia. Al verlo parado en la entrada, con la mirada oscurecida y los puños apretados, se preguntó quién era él, y por qué venía con Candy.

—¡Oh! ¡Terry, él es mi amigo Michael! Michael, él es Terry. Es mi... mi amigo —dudó un poco al hablar. No sabía a ciencia cierta cómo debia presentar a Terry, asi que se fue por el término mas adecuado, sin saber que dicho nombre fue una gran puñalada en el corazón para Terry.

—Doctor Lenoir a su servicio, pero en confianza puede llamarme Michael —se presentó con un fuerte acento francés, y le extendió su mano ofreciendo su amistad.

Terry no hizo el mínimo esfuerzo para disimular su falta de intereses por conocer al hombre. Lo barrió con la mirada, y luego frunció el ceño para denotar su disgusto.

—Graham —respondió Terry, dándole un apretón en las manos, pero no fue un apretón casual, sino uno de advertencia.

—... Un gusto. —Michael dejó que su rostro mostrara seriedad, pues la actitud del amigo de Candy le dio a entender que no era de su agrado.

Terence se soltó del saludo de manos, y miró a Candy como esperando a que le dijera al tipo que podía irse por donde llegó, pero en vez de eso, Candy tocó el brazo de Michael para hacer que se volteara a ella.

—Haremos un picnic para el almuerzo. ¿Quieres venir? Tenemos mucho que contarnos, y de seguro todos están interesados en escuchar todas tus historias.

Michael rió con fuerza, causando en Terry las ganas de estrellar su puño en sus perfectos dientes.

—Creo que la unica interesada en mis historias en el hospital eres tú, Candy. No creo que ellos le encuentren el chiste. Recuerda lo que siempre te he dicho, la medicina siempre nos mantendrá unidos. Nos entendemos mas que nadie.

«¿Acaso... Acaso está coqueteando con ella? ¿Frente a mí?», se preguntó Terry internamente, viendo de ida y vuelta cómo Michael había acaparado la atención de Candy en cuestión de segundos. Ella se rió con él, y él aprovechó para seguir hablando con su lenguaje de doctor mediocre. Y entonces, Terry experimentó algo que no sentía hace mucho tiempo... Era aquel sentimiento de pasar desapercibido. Se sentía ignorado... Invisible.

A Terry no le sentó bien aquello, y justo como hacía cuando no se sentía a gusto en un lugar, se marchó sin mediar palabra alguna, pero maldiciendo a aquel tipo en sus pensamientos.

—Todos podemos compartir diferentes historias. A Bert le gusta viajar, y Terry de seguro tiene muchas historias de su vida en el teatro, ¿verdad, Terry? —Candy se volteó al espacio dónde anteriormente Terence habia estado parado, pero ahora estaba vacio—. ¿Terry...?

—¿A dónde fue? —preguntó Michael, mirando a la misma direccion de Candice.

—Yo... No lo sé.

Terry escuchó un llamado a su puerta de hotel. Era tarde en la noche, por lo cual pensó que se trataba de otra inoportuna visita de Archibald. Ignoró los toques a su puerta, y siguió ensayando las líneas de su próxima obra, pero para su mala suerte, los llamados no dejaron de insistir. Cansado de tener que escuchar tanto golpe a su puerta, se levantó y se aproximó a la salida con grandes zancadas. Abrió la puerta de un fuerte jalón, pero no era el Elegante quien lo esperaba afuera, era Candy.

La expresión de fastidio que Terry usaba en el rostro se suavizó al verla, pero aun asi, se notaba que estaba furioso, pues en ningun momento le sonrió a la rubia.

—Buenas noches, Terry —saludó Candy, tratando de animar un poco al castaño, pero este no cambió de actitud.

—Buenas noches —respondió secamente—. ¿Se te ofrece algo? Es tarde para que estés aquí.

—¿Te molesta si entro?

—No creo que es adecuado.

—Quiero hablar contigo —insistió Candy, tomando una gran bocanada de aire. Se quedaría ahi parada toda la noche si era necesario, pero no se iría sin saber lo que le ocurriría.

—Entra —ordenó Terry, haciéndole espacio al separar mas la puerta. Candy entró con la cabeza agachada y las manos entrelazadas, pensando en cómo debía dar comienzo a la conversacion—. ¿Qué pasa?

—Quería saber cómo te encontrabas. Dejaste la mansión sin despedirte y... No fuiste al picnic, y tampoco viniste a cenar. ¿Te sientes bien?

—Me encuentro perfectamente, Candy. Gracias por preocuparte. —Hizo una mueca, suponiendo que era una sonrisa, pero esa no era la sonrisa dulce que Candy tanto adoraba. Algo definitivamente no estaba bien.

—¿Entonces porqué no volviste? Me quedé esperando por ti.

—No lo sé. Supuse que preferirías pasar un tiempo con tu otro amigo.

—¿Otro amigo?

—Si, el doctor no sé quien... ¿Michelle?

—¿Michael?

—Ah, si, él. —Alzó los hombros, y se separó del lado de Candy para agarrar el libreto que había dejado recostado en la pequeña mesa al lado del sillón—. Los dos estaban tan felices de verse, que no pude brindarme a mi mismo a estorbarlos. —Se hizo el considerado, pero por mas actor que fuera, esta vez no pudo ocultar lo que sentía. Sus palabras eran amargas, sus ojos eran fríos, y su postura era rígida. Candy ya lo conocía bien. Agrandó sus ojos verdes, y parpadeó en silencio—. Lamento no haberme aparecido.

—Terry... ¿acaso todo esto se trata de celos?

Terence alzó la ceja ante la acusación.

—¿Celos? —repitió, fingiendo estar tonto, pero tampoco era como si fuera a admitir que realmente los celos le devoraban el alma—. No sé de qué hablas. Despues de todo, no tengo razones para tenerlos. Soy solo tu amigo.

—¿Eso es lo que quieres? —murmuró Candy, dolida al ver que Terry no esperaba mas de ellos dos.

—Ah, ah, Pecosa, yo solo repito lo que tú dijiste —aclaró en un tono juguetón falso.

—¿Entonces fue eso lo que te molestó? ¿Por eso actuas de esta manera?

—Candice... —Terry se pasó los dedos por su cabello, buscando agarrarse de la calma, pero se le estaba haciendo muy difícil. Había querido dejar que el tiempo lo ayudara a calmarse, pero ya no podía retenerse todo el coraje cuando Candy le insistía con el tema.

—Necesito entender, Terry.

—Bien, Candice. Si tanto quieres saber, sí, estoy molesto. Llevas todo el maldito día alejándome sin ninguna razón, o al menos eso pensaba yo —murmuró esto último—. Te he querido agarrar de la mano, te he querido llevar de mi brazo, te he querido besar... Pero hoy solo has huido de mí como si te repelara. Un día estás bien conmigo, y al otro día no, ¡no sé qué demonios quieres! —gritó, frustrado ante la repentina indecisión de Candy—. Aunque ahora pienso que todo hace sentido. Terminaste de echarme a un lado por completo cuando ese fulano doctor francés también vino a verte. Encima le dijiste que soy tu simple amigo cuando él te coqueteaba justo en mi maldita cara.

—Terry, estás mal interpretando las cosas. Michael es solo mi amigo y...

—Sí, sí, es tu amigo, justo como yo soy el tuyo —interrumpió.

—Me referí a ti de ese modo porque eso es lo que somos, Terry, ¡amigos! No sé porqué te pones así...

—Candice, ¿qué tipo de amigo te agarra de la mano? ¿Qué tipo de amigo sale en citas contigo? ¿Qué tipo de amigo te besa? —preguntó, o mas bien interrogó. Necesitaba saber qué exactamente era lo que Candy consideraba una amistad.

—Tú no me has pedido que sea más que una amiga para ti...

—¿Pues qué acaso tengo que pedirte que seas mi novia?

—¡Sí! Precisamente por eso me alejé de ti, porque no está bien que me trates como tu pareja cuando no me has hablado de lo que somos. ¡Necesito que me digas qué quieres!

Terry soltó una risa, no dando crédito a lo que había escuchado.

—¿Pues a que has estado jugando todo este tiempo? —reprochó, su rostro comenzando a incendiarse de ira—. Si no me consideras tu novio, ¿qué demonios significó todo eso para ti? ¿O es que acaso para ti es normal andarte de enamorada con tus amigos? ¡Vaya, Candice, ese lado tuyo no lo conocía!

Candy dejó escapar un jadeó al escuchar cómo Terry la había insultado sin remordimiento alguno. Se había dirigido a ella como una fácil, y esto le estrujó el corazón, pero por mas que lo amara, tampoco le permitiría que la tratara de esa forma.

Antes de que Terry pudiera desbordar todo su coraje y celos sobre Candy, la mano de ella se estrelló contra su mejilla. El impacto lo sacudió hasta el punto de darse cuenta de lo que había hecho. Le había faltado el respeto.

—Candy... —comenzó para disculparse, pero la rubia se le adelantó, hablando con lágrimas desbordantes en los ojos.

—Vete al diablo, Terence —escupió antes de un sollozo, y escapó del hotel con un portazo.

Terry se mordió los labios con fuerza, soportando el tumulto de sentimientos que golpeaba su pecho. Una vez mas, Candy se iba sin dejarlo hablar. Todo se estaba repitiendo como si de un interminable ciclo se tratara.

«¡Si desea que me vaya, entonces no le veo el sentido en seguir aquí!», se dijo, comenzando a hacer las maletas para regresarse cuanto antes a Nueva York, y nunca más volver. Tal vez todo eso había sido un error, y tal vez nunca debió de enviar esa carta.

Continuara...

꧁𑁍꧂