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Prólogo
Cueva
...
Dolor.
Lo primero que Linka Puota sintió apenas despertó fue dolor. Sentía un dolor agudo y constante en su espalda, sentía un dolor punzante y abrasador en su cuello, el tipo de dolor qué no le dejaba respirar. Luego sintió el frío. Brisas heladas, tan heladas que sentía como si carámbanos de hielo perforan su piel a través de su ropa. Empezó a temblar por el frío. Luego, para su consternación, sintió la sensación de piel contra la roca. Abrió sus ojos verdes para ver un techo irregular de piedra oscura. Parpadeó. ¿Ahora dónde carajo estaba? Gimió. Se sentó y se paralizó en el acto. Ya entendía porque sentía tanto frío. Bajo su mirada hacia su cuerpo. Vio la piel clara de sus delgadas piernas, su estómago, sus pechos, sus caderas. Oh, mierda.
¿Ahora con quién carajo se acostó? Con razón le dolía tanto el cuerpo. Al parecer se la habían follado con ganas. ¿Quizás una orgía? O quizás su favorita, una Orgía al Estilo Linka, osea, tres o más hombres se la follan, en orden o varios a la vez, y eso le encantaba. Pero, no sabía porque, sentía que esa vez no era un típico día después de una buena orgía. No sentía ningún dolor de cabeza por la resaca; tampoco sentía los dolores habituales después de una orgía, como el trasero, la boca o las caderas. Tampoco sentía semen en ninguna parte de su cuerpo, en su espalda, en su cara, en sus pechos, en su estómago o en sus piernas. De hecho, en ese momento se sentía bastante bien. No sentía ningún dolor por sexo. Tampoco sentía ningún líquido blanco en su cuerpo.
Volvió a temblar por el frío y se abrazó a sí misma. Por un momento había olvidado el terrible frío que hacía. Las brisas de aire que perforaban su piel como si fueran carámbanos de hielo. Eso le hizo recordar el dolor que sintió al despertar que, por alguna razón que no entendía, había desaparecido por completo. Volteó en la dirección de donde venía ese frío y lo que vio le dejó aún más confundida. Era un hueco en un muro que dejaba ver un cielo gris opaco. Empezó a mirar a su alrededor, y lo que miraba la dejaba más confundida y un poco temerosa. A su alrededor había rocas oscuras de diferentes formas y tamaños, juntas para dar la forma de un túnel semicircular bastante largo.
Una cueva. Estaba en una maldita cueva. ¿Cómo carajos había llegado a una cueva? No, mejor. ¿Por qué carajos estaba en una puta cueva? ¿Acaso se acostó con alguien que la drogó, la violó y la abandonó en una cueva después de limpiar sus rastros? Se agarró su cabello blanco que le llegaba hasta la espalda y empezó a jalarlo con fuerza, mientras respiraba rápido y de forma frenética. ¿Dónde estaba? ¿Por qué estaba en una cueva? ¿Por qué estaba desnuda? ¿Por qué desnuda en una cueva?
—Tranquila.
Una voz tranquila atravesó el caos de las preguntas que había en su mente, haciendo que regresara su enfoque y atención a la realidad. Vio en la dirección de donde creyó escuchar la voz, hacia el otro lado de la cueva, y notó ligeros pasos que se acercaban a ella. Retrocedió por inercia, raspándose ligeramente el trasero con las rocas, pero eso a ella no le importó. El sonido de pies descalzos chocando contra la roca siguió por unos segundos, hasta que por fin logró ver al dueño de la voz. Era un niño, de entre once y doce si tuviera que darle una edad, llevaba una camisa gris demasiado larga para él, pantalones desgastados negros e iba descalzo. Aunque eso no fue lo que llamó más la atención de Linka del niño, sino que fue su cabello blanco como el de ella, sus ojos azules y su piel demasiado pálida. Los pies pálidos del niño siguieron chocando contra la fría roca, mientras se acercaba a ella. Por fin, el niño se detuvo a un metro frente a ella y miró su cuerpo desnudo con ojos aburridos.
Linka tuvo el extraño impulso de cubrir su cuerpo para que el niño no lo viera. Había superado la etapa en la que le daba vergüenza mostrar su cuerpo desnudo hace mucho tiempo, en la actualidad podía caminar desnuda por su casa mientras tenía invitados. Pero en ese momento tenía el impulso de cubrir su cuerpo y evitar que cualquiera vea su desnudez. Agitó ese impulso de su mente y siguió viendo al niño, el cual seguía viendo su cuerpo con aburrimiento y ligera curiosidad.
Sin decir nada, el niño se quitó la camisa para sorpresa de Linka. ¿Acaso el niño quería tener sexo con ella? Era de esperarse. Linka estaba tan buena que todo el que la veía quería follársela de una u otra forma. De hecho, una vez, insitó y convenció a un chico de su edad para que tuviera sexo con ella. No fue el mejor sexo que tuvo (ese se lo ganaba el trío que tuvo con su padre y hermano, después de drogarlos y embriagarlos), ya que el niño no era tan grande para causarle gran placer físico, pero el placer mental de que se la estuviera follando un niño lo compensaba. Sin embargo, en vez de arrojar la camisa a un lado, empezar a quitarse los pantalones y los boxers como ella ya estaba tan acostumbrada, el niño le arrojó la camisa a la cabeza, desviando la mirada fija que tenía en su entrepierna.
—Vístete, hace frío. —Fue lo único que dijo, dándole otra rápida mirada a su cuerpo, antes de acercarse a una pared y recargarse en ella.
Linka vio eso con un poco de confusión. Normalmente, cuando alguien se quitaba alguna prenda frente a ella, era porque iban a tener sexo. Pero, un poco agradecida por tener algo que la cubriera del frío, alejó esos pensamientos, se levantó y se puso la camisa. Incluso para ella era un poco grande, llegando hasta la mitad de los muslos, las mangas hasta casi los codos y, como en principio era de un niño, le quedaba un poco apretada. No pudo evitar pensar que parecía un vestido, aunque los de ella eran un poco más ajustados y más cortos. Suspiró un poco aliviada de ya no sentir el aire frío chocar con su abdomen, aunque el aire aún le daba en sus piernas, brazos y cara, por lo menos ya no le daba en los lugares más sensibles de su cuerpo, como en sus pechos, que se sentía raro, pero un poco placentero; y en su entrepierna, que se sentía súper incómodo que el aire le diera ahí.
Mientras estaba de pie, notó algo extraño en su cuerpo. Se sentía más ligera, delgada, un poco más baja y, sin duda, faltaba un considerable peso en su pecho y trasero. Cuando estuvo a punto de preguntarse por eso, el niño, recargado en el muro (y aún viéndola) carraspeó.
—Bueno, esto será rápido. Hola, soy Lincoln, estás muerta y soy tu guía por el infierno.
—¿Qué? —Fue lo primero que dijo después de unos segundos de incómodo silencio. Incluso su voz era diferente. Ahora era suave, un poco más aguda y menos ronca por gritar tanto. Su voz le recordaba a las épocas más aburridas de su adolescencia.
Linka regresó su atención al niño llamado Lincoln frente a ella. El niño debía estar jugando o estaba haciendo una broma o decía eso para impresionarla. Ella no podía estar muerta, se sentía demasiado viva para estar muerta. ¿Y qué era eso de su guía por el infierno? El infierno no podía ser una cueva, ¿verdad? Faltaban gritos de sufrimiento, lagos de lava, columnas de fuego y almas sufriendo, mientras se ven obligadas a arrastrar cadenas gruesas y pesadas.
Negó con la cabeza mientras miraba a Lincoln que, ahora que lo miraba sin la camisa, parecía tener algo en el pecho. Parecía una cuerda, de color rojo sangre, que recorría el cuerpo de Lincoln en un patrón raro. Comenzaba rodeando su muñeca, luego ascendía rodeando el brazo en espiral hasta terminar en el hombro, le daba una vuelta y luego bajaba en diagonal por el pecho y rodeaba la espalda hasta terminar en el mismo hombro, rodeaba el cuello y luego terminaba en el otro hombro, le daba una vuelta a ese hombro y hacía lo mismo que en el hombro anterior, rodeaba el pecho y espalda en diagonal y terminaba en el mismo hombro, descendía por el brazo en espiral y finalmente terminaba dando una vuelta en la muñeca.
En conjunto se ve una imagen un poco extraña. Un niño con una X en el pecho (y lo más seguro que también en la espalda), una de esas pulseras de metal, pero muy gruesas, en el cuello; una en cada hombro; un espiral en cada brazo y otra pulsera en cada muñeca. Sí, una imagen bastante extraña.
—¿Terminaste de ver mis cadenas? —La voz de Lincoln la sacó de sus observaciones de golpe.
¿Cómo qué cadenas? Se enfocó más en la cuerda que rodeaba su cuerpo y... Oh mierda. Logró distinguir los eslabones de una cadena en lo que antes pensaba que era una cuerda. ¿Pero por qué alguien le pondría una cadena a un niño? Osea, ella también hizo eso, una vez y por curiosidad, amarró a un niño a una cama con cadenas para tener sexo, pero lo soltó después de unas cuantas rondas.
—¿Por qué tienes cadenas? —Volvió a hablar con esa voz más aguda, suave y menos ronca por tanto gritar.
—Parte de mi castigo. —Fue lo único que dijo, mientras la seguía mirando.
Linka empezaba a sentirse un poco incómoda por la mirada constante de Lincoln, otro sentimiento extraño, ya que a ella le encantaba que la miraran desnuda.
—¿Qué hago aquí? —Por fin hizo la pregunta que tanto le había preocupado desde que se despertó.
—Ya te lo dije.
—¿En serio quieres que me crea que estoy muerta, que estoy en el infierno y que tú eres mi guía? —preguntó, empezando a enojarse un poco—. Por favor niño. —Era un poco raro llamar niño a Lincoln, cuando su propia voz parecía la de una niña, una adolescente, siendo más específica.
Al parecer eso le pareció gracioso a Lincoln, ya que soltó una leve risa.
—Aunque no lo creas, linda, estás muerta. Tu cuerpo más joven lo demuestra. —Levantó una pálida mano y apuntó con un delgado dedo a su cuerpo.
Linka, un poco confundida, bajó la mirada hacia su cuerpo y recordó la sensación extraña que tuvo al estar de pie. Se sentía más ligera, más delgada y faltaban dos considerables pesos en su pecho y trasero. Se revisó con más atención y de inmediato notó las diferencias. Para empezar, sus pechos habían disminuido de tamaño, antes siendo unos buenos y firmes copa D, pero ahora eran unos, igual firmes, copa B. Luego estaban sus caderas, que antes eran bastante anchas, habían disminuido a al menos tres cuartos de lo que eran antes. Y por último trasero. Oh no, su trasero, su mayor orgullo, grande, amplio, redondo y firme, era de lo que más le enorgullece a Linka, se había encogido a al menos la mitad. Por suerte, aún era grande y firme, ni de cerca tan grande como lo era antes, pero era decente.
Se llevó las manos al rostro e incluso se sentía más joven. Su rostro se sentía un poco más redondo que antes, sus mejillas aún tenían un poco de grasa de bebé, no tenía la pequeña cicatriz sobre su ceja derecha que se hizo a los diecisiete años. Se revisó todo el cuerpo y era correcto. Por alguna razón su cuerpo había rejuvenecido hasta su adolescencia. Lo que significaba que... No. Ella no podía estar muerta.
—¿Terminaste de tocarte? —La voz de Lincoln, con un pequeño deje de humor, le llegó a través de su confusión y leve pánico. Regresó su atención al chico frente a ella—. Ahora que tengo tu atención, linda, permíteme comenzar con las explicaciones. —Se enderezó de su posición inclinado en la pared y empezó a girar a su alrededor—. ¿Por dónde comienzo…? Ya sé. Comencemos por cómo moriste. Lincoln soltó una pequeña risa—. Tu muerte fue bastante… interesante. —Se detuvo detrás de ella y colocó un dedo en su nuca. Empezó a bajar el dedo por su columna, hasta llegar a su espalda baja, justo arriba de su trasero. Eso hizo que a Linka le diera un leve estremecimiento. Quitó el dedo de su espalda y siguió su caminata alrededor de ella—. Fue en una de tus orgías. Estabas en cuatro y te estaban usando a fondo. —Se volvió a detener, esta vez frente a ella y Linka notó que era más alta que él por uno que otro centímetro—. Uno estaba atrás tuyo dándote por el culo. Otro estaba debajo tuyo usando tu vagina mientras te chupaba las tetas. El tercero estaba frente tuyo follándose tu linda cara. —Puso uno de sus fríos y pálidos dedos en sus pálidos labios—. Dos estaban a cada lado de tu cara masturbándose y corriéndose en ella. Otros dos usaban tus manos para masturbarse. —Empezó a mover con suavidad su dedo en sus labios y Linka tuvo el impulso de sacar su lengua para lamerlo—. Estuviste en esa posición durante mucho tiempo. Gime… gime… y gime... Hasta que, después de otra corrida en tu boca, el tipo se emocionó de más y siguió follándose tu linda cara, no dejándote respirar. —Retiró el dedo de sus labios, para un poco de la decepción de Linka, y siguió caminando a su alrededor—. Lograste aguantar sin respirar durante un buen tiempo, pero al final te desmayaste por falta de oxígeno. Cómo te estabas apoyando en los hombres debajo y enfrente tuyo, no se dieron cuenta y no te caíste. El tipo frente tuyo siguió follándose tu linda cara, corriéndose en tu boca, haciendo que el semen vaya a los pulmones, ahogándote y finalmente muriendo por asfixia. Normalmente te hubieras quitado o lo hubieras quitado de alguna manera, pero en ese momento el placer no te dejaba pensar con claridad. —Se volvió a detener detrás de ella y acercó su boca a su oreja para susurrarle—. Te siguieron follando durante varias rondas, solo se detuvieron cuando se dieron cuenta que no estabas gimiendo y el que se estaba follando tu linda cara sintió que no te estabas tragando su semen. —Se separó, volvió a darle la vuelta y se detuvo frente a ella de nuevo—. Pero mira el lado bueno, moriste con tres pollas dentro de ti.
Linka no podía creer lo que estaba escuchando. ¿En serio estaba muerta? ¿Murió durante una orgía? ¿Se atragantó con semen mientras estaban follando su linda cara, como dijo Lincoln? No podía procesar ese hecho. Aún le faltaban cientos de cosas que hacer. Posiciones que quería probar. Comidas que quería comer. Cosas que quería hacer. Eso era falso. Si. Seguro ese niño se inventó eso para poder acostarse con ella. Sí. Eso pasó.
—Mientes —dijo, mientras negaba con la cabeza—. Yo no estoy muerta. —Se agarró sus pechos—. Seguro esto es solo mi mente jugando con… conmigo y… y en realidad no… no he rejuvenecido.
—Oh, la negación. —Escuchó a Lincoln hablar, pero eso no le importaba. De hecho, la hacía enojar que se atreviera a hablar después de engañarla.
—¡Cállate! —gritó con creciente enfado—. ¡Tú solo dices eso porque quieres acostarte conmigo! ¡No estoy muerta! ¡No puedo estar muerta!
—Luego sigue la ira. —Volvió a escuchar la voz de Lincoln e hizo que se enojara aún más. De repente, una idea cruzó su mente, haciendo que sonriera.
—Míra Lincoln, Yo sé lo que quieres, es obvio. —Se empezó a acercar a él, meneando las caderas con cada paso—. Si tanto quieres acostarte conmigo, solo tenías que decirlo. Sé que todos los hombres que me ven quieren hacerme suya en todas las posiciones. —Ya frente a él, Linka agarró sus pechos y los empezó a mover de forma seductora.
—Luego viene la negociación… o algo así. —Lincoln no dio ninguna señal de querer acercarse y tocarla, pero Linka logró ver que habría y cerraba las manos con leve ansiedad—. Lo siento linda, no se me permite divertirme con los nuevos pecadores. Ah, y por cierto, sigues muerta.
Linka sintió como si un vacío estuviera en su estómago. Ella no podía estar muerta, ¿verdad? Se alejó poco a poco de Lincoln, acercándose a la pared contraria del túnel.
—No puedo estar muerta —se dijo a sí misma, en voz baja, mientras se sentaba contra la pared—. No puedo… No. No. ¿Por qué? Yo no quiero estar muerta. ¿Por qué? ¿Por qué tengo que estar muerta?
—Depresión. —La voz calmada de Lincoln atravesó la tormenta de preguntas que había en su mente.
Linka sintió como si un puño de acero la golpeara en el estómago. Era cierto. Ella estaba muerta. Muerta. Muerta. Linka estaba muerta. Linka Puota estaba muerta. Estaba en el infierno.
—Supongo que es verdad. —Su voz salió en un susurro quebrado—. Estoy muerta. —Alzó su mirada un poco llorosa hacia Lincoln—. Estoy muerta.
Lincoln dio un leve asentimiento. Se acercó a ella a paso tranquilo y cuando estuvo frente a ella le extendió la mano.
—Tranquila, después de un tiempo lo aceptas por completo. —Le sonrío de forma tranquilizadora, aunque su sonrisa era un poco extraña. Era como si tratase de dar una sonrisa tranquilizadora, pero no supiese cómo hacerlo. Rechazó ese pensamiento y agarró su mano para que le ayudara a levantarse.
—¿Ahora qué? —preguntó, ya de pie.
—Ahora toca continuar con las explicaciones —dijo, mientras la guiaba al centro de la cueva—. Después de que hayas muerto de manera tan… peculiar. —Empezó a caminar a su alrededor, como lo había hecho en la explicación anterior—. Tu alma fue juzgada por la Santa Trinidad. Divines, Pecae y Purie, los tres jueces que deciden si alguien va al Paraíso o al Infierno y en qué Nivel del Infierno pertenece. —Se detuvo frente a ella y la miró directo a los ojos—. Tú fuiste clasificada como una Pecadora y te arrojaron al infierno. —Volvió a caminar a su alrededor—. Lo más seguro es que cuando despertaste sentiste un dolor en alguna parte del cuerpo. Seguro que te dolía el cuello, por cómo moriste, y te dolía la espalda o el pecho, depende de cómo hayas caído. —Hizo una pequeña pausa—. Cuando alguien cae al infierno, su alma retrocede a la edad en la que cometió su primer pecado o empezó a pecar. —Se detuvo a un lado de ella y la miró de arriba a abajo—. En este momento estás a mediados de los catorce, una semana después de que te enteraras de que eres infértil y un día después de hacer un trío con tu mejor amigo y tu primo. —Continuó caminando alrededor de ella—. Desde ese momento tuviste sexo con todos los que conocías. Te volviste en la prostituta gratuita de tu colonia. Se volvió a detener detrás de ella y puso sus manos en sus caderas—. ¿Sabes? Para tener catorce tienes un buen trasero. Movió sus manos y agarró cada mejilla de su trasero. Linka soltó un leve gemido por eso. Lincoln estuvo apretando y masajeando su trasero por un rato, luego le dio una nalgada y siguió caminando—. A los quince tuviste tu primera orgía con todo tu grupo de amigos. A los diecisiete tuviste un trío con tu padre y hermano. A los veintiuno incitaste a un niño de trece para que tuviera sexo contigo. A los veinticuatro tuviste tu última orgía en la que moriste. —Se detuvo frente a ella y agarró sus pechos con ambas manos, a través de la camisa. Eso le sacó otro gemido a Linka—. Estos son los eventos principales de tu vida. Lo demás son repeticiones del resto. Cientos de orgías. Cientos de tríos. Decenas de veces con menores. Miles de veces con una sola persona. Has tenido tanto sexo en tu vida que no se sabe si tu cabello es blanco natural o por los litros de semen que ha avido en el. —Le siguió apretando sus pechos, acariciando sus pezones a través de la camisa, mientras los gemidos de Linka aumentaban poco a poco—. Ahora tendrás que cruzar los Nueve Niveles del Infierno para poder entrar en el nivel que se te dio. —Le dio la vuelta, le levantó la camisa y Linka sintió algo duro presionar contra su trasero—. Incluso ahora, te está tocando alguien que parece un menor y lo único que sientes es placer.
—Sí, sí. Tócame más. —Fue lo único que dijo, mientras Lincoln seguía apretando sus pechos y frotaba la cosa dura entre las mejillas de su trasero. De forma instintiva, Linka bajó una de sus manos hacia su entrepierna y empezó a masturbarse.
Linka no podía sentir otra cosa que no fuera placer. No pensaba que eso fuera malo. Ella misma lo había hecho varias veces. Pero nunca un niño la había tocado tan placenteramente. Una parte de su mente no pudo evitar preguntarse si Lincoln era un niño en realidad. Rechazó ese pensamiento de inmediato. A ella no le importaba la edad de alguien, mientras esa persona le pueda dar placer, para ella es suficiente. antes de que se diera cuenta, ya había terminado, dando un chillido de placer, sus jugos cayeron al suelo rocoso debajo de ella. Lincoln la soltó y Linka cayó de rodillas y a cuatro patas, jadeando del cansancio y del placer. Tenía una pequeña sonrisa en su rostro, ese había sido de los mejores orgasmos que había tenido.
Lincoln se quedó detrá suyo unos segundos, viendo su trasero aun al aire lo más seguro, pero luego escuchó pies ligeros chocando contra la roca que se detuvieron frente a ella. Alzó la mirada y se encontró frente a frente con Lincoln. De forma rápida y con un poco de desespero, Linka trató de quitarle los pantalones a Lincoln, para sacarle el pene y comenzar a chuparlo, pero Lincoln la detuvo sujetándo la de las manos. No dejó que eso la detuviera e inclinó la cabeza hacia su entrepierna, para tratar de quitarle los pantalones con los dientes. A eso, Lincoln solo se alejó un poco de ella.
Linka lo volteó a ver con desesperación, ansiedad, lujuria y un poco de enfado.
—¿Si no vamos a hacer nada, entonces que fue todo eso de antes? —preguntó, mientras se relamía los labios.
—No se me permite tener ninguno de los tres tipos de sexo —explicó, mientras se acercaba a ella—. Aunque encontré una laguna legal. No se me permite tener sexo, lo que implica en no meter mi pene dentro de ninguna mujer, pero nunca se mencionó que no puedo tocarlas. —Llegó frente a ella mientras sonreía con lascivia. La ayudó a levantarse y acomodarse la camisa, deliberadamente pasando una mano por su trasero.
—¿Así que no podemos tener sexo como se debe? —pidió confirmación.
—De hecho —asintió, colocándose a un lado de ella.
—¿Pero puedes tocarme todo lo que quieras? —volvió a preguntar.
—Exacto.
—Entonces esto de «atravesar el infierno», no será tan malo como creí en un principio. —Sonrió. Sujetó la mano junto a ella y la colocó en uno de sus pechos—. Entonces te doy permiso de tocarme todo lo que quieras. Mientras me toques y me dés placer, yo soy feliz.
Linka vio a Lincoln sonreír. Le apretó un poco el pecho.
—Esto será emocionante. —Le dio un último apretón a su pecho, antes de quitar su mano y ponerla en su trasero—. Vamos, la cueva es solo la Puerta al Infierno, en el fondo está la entrada al Primer Nivel. —Le dio una ligera bofetada a su trasero, en señal de que avanzara.
Linka avanzó hacia el fondo de la cueva, Lincoln al lado de ella, con su mano siempre presente en su trasero.
Linka Puota estaba a punto de comenzar su viaje a través de los Nueve Niveles del Infierno. Dónde le esperaba intriga, horror y angustia, pero por encima de todo, le esperaba mucho placer.
NA: Un nuevo proyecto. Aunque no lo crean, escribí esto en dos días. Creé el archivo en la tarde, comencé a escribirlo en la noche y lo termine en la siguiente noche. Tardé más en la parte de la corrección del capítulo. Hubiera tardado menos (un día o dos), pero me dió flojera. Escribí varios párrafos de El Instinto de un Ninja, seguí escribiendo otro proyecto que casi está listo y comencé a escribir un nuevo proyecto. Lo sé, son muchos (y eso sin contar los proyectos ya pendientes).
No voy a hablar mucho sobre el capítulo, me gustaría que ustedes dieran sus propias observaciones y opiniones de él.
De lo poco que diré es que esta historia será demasiado explícita. No solo del lado sexual, sino que también del lado del gore (espero) y la depravación en su máxima expresión.
Si mis cálculos no me fallan (y dudo que lo hagan) esto tendrá once capítulos, contando el prólogo y el epílogo. Y, de nuevo, si mis cálculos no me fallan (y de nuevo, dudo que lo hagan, aunque en esto quizás me pase o me falte), la historia tendrá alrededor de cuarenta y cuatro mil palabras. Esto es si sigo con la extensión de este capítulo, osea, alrededor de cuatro mil palabras.
Además, estoy teniendo un poco de problemas en la creación de la portada. Los dibujos que hago no me convencen del todo (sin contar que los hago a la carrera y no me tomo el tiempo para dibujarlos bien). Voy a poner una portada temporal, (uno de los dibujos que no me convencieron), trataré de crear la portada con paciencia y todo eso.
Contrataría a un artista digital o alguien más profesional o que sepa más del tema, pero soy pobre y no me puedo dar esa clase de lujos.
Supongo que esto es todo. No se me ocurre nada más que agregar.
Entonces nos veremos en el Primer Nivel del Infierno.
Adiós.
