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Lágrimas nocturnas


—No, Goku… Yo no tengo nada de qué perdonarte…—la mujer difícilmente podía hablar, toda aquella emoción del momento le provocaba un asfixiante nudo en la garganta, sobre todo ver a su bebé en aquel estado tan lamentable—. Al contrario, perdóname tú, por no darme cuenta de lo que estabas pasando, por no haber sido buena madre y que me tuvieras la confianza para acercarte y decirme cómo te sentías. Perdóname, hijo…

Gine lo abrazó protectoramente, la calidez de ese tacto ayudó a que el menor se tranquilizara un poco y comenzara a regular su respiración. Le besó la cabeza y acarició su espalda a modo de consuelo. Luego de unos eternos minutos, el menor ya calmo se separó un poco de ella para verla a los ojos.

—Mamá, tú no tienes que pedirme perdón, has sido la mejor mamá del mundo. Y yo sólo fui un… desviado…—apretó sus puños y de nuevo mostró aquella mueca de dolor.

—Pequeño, no digas eso… Tú eres mi mayor orgullo—le sonrió cálidamente y se puso de pie, tomó su brazo para que también lo hiciera y lo abrazó por sus hombros para comenzar a subir las escaleras juntos—. Ven, necesitas descansar…

—Mamá… quiero hablar contigo…—mencionó tan sólo se adentraron a la habitación del de cabellera alborotada.

—Está bien—respondió mientras el más pequeño, a pesar de estar empapado, se metía debajo de las cobijas y se acurrucaba. Tomó una silla cercana y la colocó al lado de la cama, para poder acariciar su cabellera y calmarlo, incluso considerando que ella tampoco estaba en su mejor estado.

—A mí nunca me han gustado las chicas—la expresión de tristeza no abandonaba el rostro del menor—. Me gustan los chicos.

—Eso no tiene nada de malo, cariño. Tú eres libre para amar a quien tú quieras—respondió serenamente—. ¿Y has tenido un novio lindo que no me has querido presentar?—intentó relajar la situación con aquel comentario algo pícaro, consiguió que el menor sonriera de medio lado, aliviando así un poco su alma.

—No… nadie lo supo nunca. Mamá, no les dije nada porque sabía que papá iba a reaccionar así, no sé cuál es el problema en que me gusten los hombres—miró confundido a su madre.

—Bardock vivió en una familia machista, un padre veterano de guerra, un abuelo enlistado en el ejército, una abuela criada para complacer al hombre. Su familia, no es que sea tradicional, pero sí algo estricta en ese aspecto. Por ello creció malamente con esa ideología—sacó del bolsillo de su bata dos caramelos y le entregó uno—. Están mal.

—Mamá, sé que quieres saber qué pasó en esa conversación—metió el dulce a su boca y calló unos segundos—. No lo conozco en persona, a Broly lo conocí por internet en una página de adultos que me mostró un amigo—susurró.

—¿Página para adultos? Pero, cariño, ¿cómo pudiste ingresar si eres menor de edad?—preguntó serenamente, para que no sintiera que es un regaño, sabía de sobra que lo que menos necesitaba era un reclamo.

—Mentí sobre mi edad, y tampoco coloqué foto de perfil. Empezamos a mensajearnos a diario y, de verdad, sentí que lo conocía… Y que a él tampoco le gustaran las chicas me interesó más. Es decir, era apuesto, amable, de dieciséis años, y se portaba dulce conmigo. Además me hacía reír—sonrió con nostalgia—. Habíamos intercambiado fotos para "conocernos", yo le envié una de las vacaciones en la playa, y él una estando en su casa.

—¿Y qué pasó después?

—Me pidió una foto sexy y yo…—sus ojos se pusieron vidriosos a causa de las lágrimas que imploraban por salir—… yo se la envié, creí que así avanzaría mejor nuestra relación y que en el futuro podríamos ser pareja, no pensé bien las cosas. Los días siguientes dejó de hablarme—miró hacia la ventana—. Cuando fui a la feria con Raditz me olvidé por completo de ello, incluso conocí a un chico—sus mejillas se sonrojaron mientras sonreía inconscientemente.

—A mí no me engañas Goku, te flecharon—guiñó su ojo y el menor soltó una risilla—. Háblame de él, ¿era guapo?

—Mucho…—susurró con pena, siendo esa la primera vez que hablaba de ese modo con su mamá—. Le parecí lindo, incluso me dijo que me enamoraría tan sólo cumpliera quince años, y mientras tanto seríamos amigos.

—¿Por qué a los quince años, Goku?—preguntó confundida.

—Él tiene dieciocho años—la mujer no pudo ocultar su sorpresa—. Pero era muy amable y educado… Aunque lo arruiné, no quise seguir porque yo pensaba en Broly…

—¿Y ya no lo volverás a ver?

—Supongo que no, no lo sé—miró vacíamente a su madre—. Esa noche Broly me amenazó con que, si no le enviaba un video mío, él revelaría mi foto. Borré la conversación, lo bloqueé y bloqueé también mi cuenta en esa página.

—Pero él ya había guardado evidencia de ella—dedujo su madre mientras el menor asentía decaídamente—. Goku, no te voy a regañar, ni nada de eso. Te equivocaste, sí, pero no por ello voy a despreciarte ni nada. Me preocupo por ti, eres mi hijo y te amo. Y por más errores que comentas, por más tropiezos que se te presenten en la vida, por más veces que caigas, siempre estaré ahí para ti—tomó sus manos y le sonrió sinceramente.

—Mamá, gracias—dio un pequeño bostezo y parpadeó varias veces, sintiendo su alma en paz después de liberar aquello que por tanto lo había atormentado.

—Ya duérmete, mi bello durmiente—besó su cabeza y empezó a tararear una canción, esa con la que solía dormirlo cuando era niño.

Tan sólo llegó a su habitación, cerró la puerta con seguro y se deslizó por ésta, al estar en el suelo cubrió su boca con su mano mientras empezaba a llorar amargamente. ¿Desde cuándo su pequeño sufría y ella no lo había notado?, ¿qué clase de madre era que no inspiraba la confianza en su propio hijo para que le hablara de sus problemas? Y peor aún, ¿cómo fue que no pudo notar el dolor que sentía Goku, si al parecer era más que obvio y casi se lo gritaba?

Un sentimiento de culpabilidad la invadió, ¿y si ella hubiera estado más al pendiente de él, ese incidente jamás habría ocurrido?, ¿y si hubiera sabido antes que Goku era gay, podría haber hecho entrar en razón a Bardock y evitar aquella agresión? Tomó aire y se tranquilizó, debía ser fuerte, no por ella, sino por su hijo.

Escuchó el sonido del timbre siendo tocado de forma frenética, por lo que bajó al primer piso. Limpió inútilmente sus lágrimas con el puño de su bata y abrió la puerta. Se topó con una mujer de cabellera azabache corta, que lucía sumamente preocupada.

—Fasha, ¿qué haces aquí?—se hizo a un lado para que su amiga pasara.

—Por favor, dime que Bardock no cometió una locura—miraba a la mujer abatida con un semblante lleno de angustia.

—¿Cómo te enteraste?—preguntó en voz baja.

—Bardock y yo estábamos almorzando, le llegó un correo y después salió muy enojado. Leí lo que le habían enviado para saber qué demonios le ocurrió, y después tomé nuestras cosas para venir lo más pronto posible—miró nuevamente a sus ojos—. Por favor, dime que todo está bien.

—Lo siento, Fasha, pero no es así… —se dejó caer de rodillas en el suelo, sintiendo ese líquido salado deslizarse por sus mejillas—. Negó a su hijo, le dijo que era un desviado e incluso lo golpeó. Se llevó a Raditz con él. No volverá jamás.

—Oh, no…—susurró—. Se irá de la ciudad.

—No lo sé—respondió con lejanía.

—No, te estoy diciendo. Saldrá de la ciudad. Hace tiempo le ofrecieron una oportunidad de trabajo, él no sabía si aceptarla o no.

—Pff—bufó molesta—. Por mí que se vaya al demonio.

—Gine, ¿cómo está Goku?—se sentó a su lado y la abrazó.

—Mal, por fin se durmió, pero… le dolió mucho lo que hizo Bardock.

—Lo siento tanto. Si hay algo que yo pueda hacer por ti…

—Por ahora todo está bien, gracias… Pero sí necesito que localices a ese hombre y lo convenzas de que me devuelva a mi hijo—pidió.

—Eso haré. ¿Necesitas que me quede?—la mujer negó—. Entonces te acompañaré a tu habitación, debes descansar.

A pisadas débiles y caminar lento, ambas mujeres llegaron a la habitación matrimonial de Gine. La azabache menor se recostó y perdió su mirada en el techo.

—Adiós, Gine…—dijo antes de irse y dejar a la mujer sola con su pena.

—Mgh, ¿dónde… dónde estoy?—se removió entre las cobijas, las cuales sintió húmedas—. ¿Eh?

Fue ahí donde recordó la tarde anterior, aquellos momentos regresaron a su mente de forma brusca, incluso pudo sentir el puño de su padre impactarse nuevamente contra su rostro. Tomó suficiente aire para evitar volver a llorar y miró la hora en su celular.

Se sentó en la orilla de la cama y miró sus zapatos un largo rato, meditando todo lo acontecido. Tomó valor y se adentró al baño, para ducharse y dejar que sus músculos se relajaran con el agua tibia, mientras aquellas gotas delicadamente acariciaban su blanca y aterciopelada piel. Por más peso emocional que cargara y por más dolor interno que sintiera, sabía que debía ser fuerte y salir adelante.

Cerró la llave de la regadera y tomó su toalla. Tal vez sólo necesitaba que su padre se relajara para poder hablar con él y explicarle sus razones, es decir, ¿en serio sería capaz de abandonarlos? Tragó grueso al pensar en la posibilidad de no volver a ver a su padre nunca más, o peor aún, a su hermano. Se vistió y salió de su habitación. Bajó por las escaleras mientras percibía un dulce aroma a mantequilla en el ambiente.

Vio a su madre cocinando, pero lucia inquieta, cometía levemente torpezas como golpear por accidente vasos llenos de líquido en un intento de tomar algo cercano o distraerse con algún pensamiento y que se le quemara uno que otro panqueque.

—Buenos días, mamá—saludó en voz baja a la vez que se acercaba a abrazarla.

—Buenos días, cariño—besó su cabeza mientras lo aferraba con fuerza, necesitaba sentir a su hijo, transmitirle todos sus sentimientos por medio de ese abrazo y hacerle ver su apoyo.

—¿Irás al trabajo?—preguntó sin soltar su abrazo.

—Sí, cariño… Tengo que ir a trabajar—lo tomó de los hombros y lo vio a los ojos—. Pero si necesitas que me quede contigo sólo dilo y me reporto enferma.

—No, está bien… Tus pacientes te necesitan… Toma asiento, yo termino—la mujer sintió un nudo en la garganta al verse incapaz de afrontar la situación y que su hijo tuviera que asumir sus responsabilidades a pesar de ser el más afectado.

Con dolor se sentó en la silla del comedor, mientras lo veía voltear los panqueques con aquella espátula de plástico. Maldijo hacia sus adentros el ser tan débil y sentimentalista, de tener que ver a su hijo guardándose todo y aparentar fortaleza mientras que ella casi se desmorona en pedazos.

—Mamá, iré a la escuela—avisó mientras colocaba un plato con varios panqueques delante de ella.

—Hijo, no es necesario que vayas. Tómate la semana, no me molestaré si lo haces—respondió con la voz entrecortada.

—Mamá, por favor. Es el segundo día, no puedo faltar… Además, necesito distraerme con algo… —acarició su mejilla mientras forzaba una sonrisa—. Estoy bien, me hace feliz saber que te tengo, aquí, conmigo, cuando lo necesite…

—Goku, te amo hijo. Por favor, nunca más me ocultes cosas, yo siempre te apoyaré sin importar que cometas errores—tomó sus manos mientras lo veía a los ojos.

—Mamá, te prometo que nunca más te ocultaré algo—respondió y besó su frente, intentando darle la confianza a su madre de continuar con su vida a pesar de lo acontecido.

No, ninguno estaba bien, ambos intentaban ser fuertes por el bien del contrario. Aunque la verdad era que necesitaban a alguien más, necesitaban que alguien llegara en ese momento a alegrarles el momento y poder sentirse seguros. Gine necesitaba a su familia unida, deseaba que Bardock regresara y se arrepintiera de lo hecho, que fuera el eslabón fuerte que lograra mantenerlos en pie y que los ayudara a salir adelante, necesitaba que regresara su hijo mayor a cuidar a Goku cuando ni él ni ella pudieran, que lo guiara y lo comprendiera mejor que ellos, y, por qué no, también ayudarlo a ser un rebelde y que aprendiera a divertirse como un adolescente normal, para que no sufriera por esto que estaba pasando.

Mientras que Goku necesitaba que alguien más llegara a su vida, ya que, muy probablemente, sus amigos lo rechazarían cuando se enteraran de su orientación. Él necesitaba que llegara un salvador, quien lo ayudara a salir de ese hoyo depresivo en el que se encontraba, que le diera el apoyo que necesitaba; que si esa persona estaba a mitad de camino, fuera capaz de regresar con él para darle la mano y ambos llegar a su destino juntos. Sí, Goku necesitaba a ese alguien en su vida.

¿Y entonces dónde se encontraba?, ¿por qué la vida no se lo había presentado antes sabiendo lo que estaba por venir? ¿Por qué Kamisama lo torturaba de esa manera, acaso había sido malo en su otra vida o por qué ese castigo le tocó?

¿Dónde estaba ese alguien, que sería su felicidad?


—¡Yamcha! ¡Escúchame!—pedía al ver a su amigo evitarlo y alejarse. Caminaba alrededor del jardín de la secundaria aprovechando la hora del receso para haber visto a su amigo.

—Goku, por favor…—se detuvo y se giró a ver a quien fue alguna vez su amigo. En su rostro no había furia, enojo, o asco; nada despectivo, sino confusión—. No quiero saber tus razones, ni el porqué de tu orientación, ni las razones que tuviste para hacer aquello—no acortó su distancia, hablaba a pesar de los dos metros de jardín que los dividía—. No estoy enojado contigo, ni nada de eso, pero no me siento muy bien en estos momentos como para volver a hablar contigo, mucho menos acerca del tema.

Goku sólo bajó la mirada y dejó que se fuera. Por lo menos no lo había tratado mal, pero ¿acaso perdería a su mejor amigo por eso?

Prometimos ser amigos para siempre…—pensó al verlo irse, alejándose de él posiblemente para no volver nunca más.

Regresó con la mirada gacha a su salón de clases. Guardó sus manos en los bolsillos de su chaqueta y caminó por los corredores sin prestar atención a nadie en particular, sólo veía las líneas del suelo. Por dentro sólo pensó en cómo aquella hermosa amistad de años terminó de un día a otro por una mala decisión que tomó.

Llegó al aula y se sentó en su rincón, siendo ignorado por todos. Bueno, no del todo ignorado, obviamente notaban su presencia, pero preferían aparentar que no existía. Y claro que Goku lo sabía, y ese rechazo le dolía demasiado.

Fue el último en salir del salón de clases, incluso después del maestro. Se colocó el gorro y guardó sus manos en los bolsillos para salir. Al estar cruzando el portón pudo distinguir varios chicos y chicas que corrían hacia el autobús escolar y otros que lo hacían hacia los autos de sus padres. Con tristeza y sintiendo la torrencial lluvia caer sobre él, caminó hacia la parada del transporte público. Al estar ahí, se sentó en la pequeña banca a esperarlo, aquel techo de lámina evitaba un poco que la lluvia lo empapara más, pero aquel viento helado hacía de las suyas para que el agua fría llegara a él.

Muchas personas pasaban por esa cortina de agua, llevaban impermeables o paraguas, su caminar era rápido y preciso, no se detenían por nada. Excepto alguien que vestía con un abrigo y llevaba un paraguas negro también, se detuvo delante del menor. Esta persona había visto a Goku desde lejos, con aquel rostro decaído y lleno de dolor.

—Goku, ¿estás bien?—preguntó esa persona.

—¿Diecisiete?—preguntó al reconocerlo, levantó su mirada y el mayor pudo ver aquellas lágrimas correr por sus mejillas.

—Goku, ¿qué tienes?—preguntó serenamente mientras colocaba su mano en su cabellera mojada.

—Yo…—un nudo se formó en su garganta. De nuevo llegó a su mente la manera en cómo lo había rechazado y, además, había perdido toda oportunidad de salir con él por lo que hizo por "cariño" a Broly.

—¿Alguien te hizo daño?—se sentó a su lado y posó su mano en su hombro.

—No, sólo… vete…—desvió la mirada y una vez más lloraba inevitablemente.

—Goku, no me iré hasta que me digas qué tienes. Si algún maldito se atrevió a lastimarte sólo dímelo y yo iré a hacerlo pagar—pero el menor no contestaba, sólo le evitaba la mirada—. ¿Goku?

El de cabellera alborotada se puso de pie y salió corriendo, sin importarle la lluvia ni que el autobús que lo llevaría a casa venía a una cuadra, sólo pensó en huir de aquel interrogatorio que le hacía aquel chico de ojos azules. Se detuvo frente a una pastelería y se adentró en el callejón de al lado, se recargó en la pared y se abrazó a sí mismo, maldiciéndose por su error y por sus tonterías.

—Goku…—susurró el de cabellera lacia adentrándose al callejón. Su respiración era agitada, evidenciando que corrió para alcanzarlo—. Pequeño…

—Vete—pidió con su voz entrecortada.

—Tranquilízate un poco—lo tomó del rostro con ambas manos y besó su frente—. Pequeño, sólo quiero ayudarte, ¿alguien te hirió?

—Quiero estar solo, ¡por favor!—su cuerpo temblaba y no precisamente de frío, su tez era pálida pero no por la baja temperatura, su mirada estaba vacía y sin brillo y no por cansancio.

—Goku, cálmate un poco—lo abrazó, transmitiéndole su calor corporal—. No te lastimaré, sólo quiero que estés bien. ¿Existe algún modo en el que pueda ayudarte?

—No… nadie puede…—susurró, luego cayó en cuenta de algo—. ¿Entonces… no lo sabes?

—¿Saber qué, pequeño?—lo vio a los ojos mientras lo tomaba de los hombros.

—No, nada—bajó la mirada—. Me dolería que te enteraras y me odiaras.

—¿Por qué te odiaría?—cuestionó confundido.

—Lo harás, cuando lo sepas—susurró con dolor—. A pesar de todo, sí me gustaste mucho, Diecisiete, perdón por no haberte podido corresponder—apretó sus puños y cerró sus ojos con fuerza—. Prefiero recordarte como un buen amigo, que recordarte tratándome mal u odiándome… Perdón por lo que haré…

—Goku, jamás te odiaría, tú me gus…—pero no pudo terminar de hablar, el puño del menor se había impactado fuertemente en su abdomen, sacándole el aire y todas esas palabras que necesitaba decirle. Cayó de rodillas mientras se abrazaba a sí y cerraba sus ojos.

—Adiós—se despidió y salió corriendo, confiado en que ahora no podría seguirlo.

El mayor intentó ponerse de pie e ir tras él, pero aquella punzada en su abdomen le impedía hacerlo. Tan sólo dio el primer paso, cayó nuevamente al frío suelo del callejón.

Luego de caminar por varios minutos llegó a su hogar. Su ropa empapada le daba un peso extra, mas no le importaba, sólo quería llegar y ya, olvidarse de todo, beber chocolate caliente, ver una película o leer un buen libro, lo que sea que lograra alejarlo de la realidad. Entró a la casa y vio a su madre en la cocina, cosa extraña que no pasó desapercibida para el menor.

—Mamá, ¿qué haces aquí? Creí que hoy te tocaba trabajar de mañana—soltó su mochila en el suelo, la mujer sólo yacía sentada en la silla del comedor con una expresión vacía.

—Yo… no podía concentrarme, así que no quise arriesgar la vida de alguien más y pedí la semana—respondió serenamente sin voltear a verlo—. Fasha vino hace una hora, Bardock salió de la ciudad y se llevó a Raditz con él, tiene un nuevo puesto de empleo.

—Eso significa que… ¿ya no volveré a ver a mi hermano?—preguntó conteniendo las ganas de llorar al saber que su hermano mayor ya no estaría a su lado, apoyándolo como siempre lo había hecho.

—Así es, no quiere que regrese a casa y no sé exactamente dónde está para ir por él—bebió de aquella taza que tenía un cordoncillo colgando con una etiqueta de té—. Goku, tu padre me pidió el divorcio.

—¿Qué?—murmulló—. No…—de nuevo su respiración se agitó—. Perdóname, mamá. Yo no quería que nuestra familia se destruyera de este modo, yo no quería que esto pasara—la mujer sólo negó con calma la cabeza mientras le hacía una seña para que se sentara en su regazo. Así lo hizo, así que ella comenzó a arrullarlo como si fuera un bebé—. Perdón por hacer que se alejara de ti el amor de tu vida…

—Bardock no es el amor de mi vida, lo son ustedes—respondió tranquilamente—. Bardock fue un compañero de vida al que quise mucho, pero si tuviera que elegir, preferiría a mis hijos que a él—besó su cabeza y lo acunó entre sus brazos, sosteniendo sus piernas y su espalda—. No le daré el divorcio porque nos casamos por bienes separados, y como todo está a su nombre y él está enojado, no le dolería sacarnos a la calle… Pero te prometo, hijo, que tan sólo consiga un mejor puesto y ahorre algo de dinero, tú y yo nos iremos de aquí.

—Mamá, en serio lamento tanto todo esto…

—Ya, no pasa nada… Igual, tarde o temprano pasaría, por una u otra razón. Tiene problemas y no lo quiere aceptar, esa es la razón por la cual discutimos mucho—tomó la taza y bebió otro poco—. Mejor ve a descansar, lo necesitas. Yo también iré a dormir, ¿te parece?—el menor asintió—. Entonces vamos—ambos se pusieron de pie y caminaron hacia las escaleras—. Pero primero cámbiate, para que no atrapes un resfriado.

—Sí, mamá—respondió antes de adentrarse en su habitación.

Gine miró la puerta por unos segundos. ¿Cómo se supone que saldría adelante ella sola? Tenía un buen empleo, pero no ganaba lo suficiente como para mantener una casa de ese tamaño con su salario, ¿y las colegiaturas?, ¿y los gastos de luz, agua y gas?, ¿y el transporte, ya sea el autobús para Goku o la gasolina, para su auto?, ¿y los alimentos de cada día?, ¿y los artículos de higiene personal y otras cosas?

Se adentró a la habitación que alguna vez compartió con su marido. ¿Qué se supone que haría?, ella no podía con todo eso sola, necesitaba apoyo, al menos hasta que tuviera lo suficiente para poder cuidar de Goku. Respiró hondamente, lo que menos quería era preocupar a su hijo o que se sintiera culpable, le haría ver que todo estaba bien aunque tuviera que quitarse el pan de la boca por darle qué comer.

Y es que… es lo que toda madre haría, ¿no? Darlo todo por sus hijos, incluso la vida…

¿Por qué, Kamisama?—lloraba abrazado a sus piernas, la cobija que lo cubría no lograba transmitirle ese calor que necesitaba, quería a alguien abrazándolo, pero no tenía quién—. ¿Por qué tuve que enviarle esa foto? Ahora por eso mamá está sufriendo… todo es mi culpa…—limpió sus lágrimas—. Maldito Broly, te detesto—tomó su teléfono y lo lanzó contra la pared, pero éste por el protector no sufrió daño—. Todo estaba tan bien, mi familia, mis estudios, mis amigos… ¿Por qué tenía que hacer esa estupidez?—tomó sus brazos y comenzó a arañarlos—. Perdí a papá, a Rad, a Yamcha y mamá sufre…

El menor lloraba con impotencia, se sentía tan abandonado y dolido, necesitaba a alguien apoyándolo, pero no había nadie. Lo que menos quería era preocupar a su mamá, por ello no le dijo acerca de sus sospechas sobre que sus compañeros de escuela sabían sobre la fotografía, prefirió callar.

Estaba haciendo lo que todo hijo hace, ocultar sus problemas para que su mamá, la mujer a quien más ama en la vida, no se preocupara por él o se pusiera triste. Estaba haciendo un pacto con la vida por ella, se destruiría lenta e internamente con tal de que ella no sufriera por sus errores.

Miró hacia la ventana, aquella lluvia incesante seguía presente a pesar de que el reloj marcara las dos de la madrugada, se sentía el ambiente tan helado que sólo aumentaba sus deseos por encontrar a esa persona que lo ayudara a salir de ese estado, quien fuera capaz de sacarlo de su abismo y de, además, aliviar esas heridas en su corazón, calentar su alma, darle amor…

Pero, ¿dónde estaba ese alguien?

Kamisama, por favor… Deseo que alguien aparezca en mi vida, y que sea como mi ángel… Yo… realmente quiero conocer a quien no me dé la espalda, que esté conmigo si lo necesito. Así como lo hacían mamá y Raditz… Kamisama, nunca te pido nada, y sé que no lo merezco luego de lo que hice, pero yo… quiero conocer a alguien que me haga feliz…—miró con tristeza las cobijas que lo cubrían—. Sólo quiero ser feliz…