Una gélida noche de estación, siempre será el lugar más calificado para cometer un trabajo de asesinato. Por sus ángulos lóbregos y el silencio de sus callejuelas, que facilitan la huida. La fachada se pinta perfecta, frente a un viejo muelle abandonado. Mi destreza es implacable. Pulida con los años, en el arte y perfeccionamiento de matar a sangre fría. Con la maestría y precisión que me caracterizaban, eliminar un par de tipejos que llevasen tiempo sembrando el caos en Berlint no era problema alguno. Soy conocida en el submundo. Pero no precisamente por mi nombre. Si no más bien, por el cuidado e higiene de mi trabajo. Siempre evito salpicar la mayor cantidad de sangre posible. Aunque la purgación me lleve a teñirme de ellos, en el proceso.
Ser pulcro y a la vez indulgente con mis enemigos son dos conceptos que no trabajan entre sí. Por supuesto que les doy a elegir llegada la ocasión o de mi humor. Si morir de una forma cruenta y feroz o que sea tan rápido que ni lo vean venir. En cualquiera de los dos casos, el resultado es el mismo. La única que agradece es la tela de mi vestido. El pobre pasa mas en la lavandería que otra cosa.
—El trabajo está listo, señor —afirma Thorn Princess, al teléfono—. Esta vez iré directo a casa. Me he doblado un dedito y necesito asistencia — Me duele mucho…ouch.
Es casi como un ritual genérico. Obviando mi aspecto ensangrentado, sumergirme en la normalidad de una vida cotidiana como mujer casada lo practico sagradamente. Una vez que cruzo por esa puerta, no hay rastro alguno de mis acciones. Para mí, no existe el remordimiento o la culpa. Mi lealtad hacia quienes juré con mi vida proteger, es inamovible. Y es eso mismo lo que me da coraje y arrojo a la hora de llegar a nuestra morada. El apartamento que comparto con Loid Forger, mi marido. Ambos hemos tenido una noche agitada, al parecer. Nos topamos en el pasillo de la entrada. El, trae el rostro medio hinchado, con el labio magullado y una pistola en la mano. Yo por mi parte, embetunada hasta la mejilla, sin soltar ni un segundo mis armas.
Me observa por el rabillo del ojo, flagelado por el agotamiento de una batalla campal. Mas desalineado que otra cosa, se aproxima a mí. De igual forma que yo a él. En medio de la penumbra, se quita el sombrereo y unimos nuestros labios en un beso cariñoso de bienvenida. Una respuesta natural, serena, apacible; frente a lo que serían dos soldados de guerra regresando de la primera línea.
—Buenas noches, cariño —esboza Yor, acariciando el mentón de su compañero—. Te ves fatal.
—Tu, sin embargo, te ves tan radiante como siempre —sisea el rubio, complacido con su toque sincero—. Estoy muy agotado ¿Entramos?
En el interior del apartamento, Loid se deshace de sus zapatos, al igual que yo. Y corre directo hacia el sofá hasta dejarse caer como peso muerto. Siendo mas que solo una compañera de vida, también colaboro con él, respecto de su verdadera profesión. Ambos sabemos quienes somos y a que nos dedicamos. El Agente Twilight y yo llevamos, 1 año de casados. Un tiempo prolongado como para que ya no haya secretos entre ambos. Es lo que finalmente ratifica el amor que le tengo.
—Voy a preparar la cena y luego nos daremos un baño ¿Sí? —propone Yor, dejando caer sus armas frente a un fregadero con agua caliente. La sangre se diluye en el interior—. ¿Qué fue esta vez?
—Ahh…la diplomacia está cada vez más difícil de sobrellevar —farfulle un extenuado señor Forger, cubriéndose con el antebrazo—. No debió haber salido así, pero se volvieron engreídos y tuve que defenderme. Al menos, recuperé los documentos que me pidió Sylvia. Por cierto, podríamos cenar algo de carne asada —añade, despojándose de la corbata—. Esta mañana compré un buen trozo de res.
—Sin problemas —responde Briar, jocosa. Se suelta el cabello en el proceso—. Voy a limpiar un poco esto y la saco.
—Déjame, te ayudo —se levanta.
Todo es…sincero para nosotros. Congeniamos de manera natural, regulando nuestros rubros para que no haya dificultades a la hora de llevar una vida marital. Luego de una abundante cena y lavar trastes, nos metemos al baño. Una ducha cariñosa en conjunto, luego de una jornada de violencia desmedida, suena irrisorio para muchos. Para nosotros no lo es. Gozamos de la complacencia lasciva de tocarnos al desnudo, sin importar cual sea el resultado de la velada. Hay cosas que solemos tocar de forma sensitiva, como el devenir las compras del mes, las salidas a cenar a fuera, los viajes de vacaciones, cosas triviales. Y también hay otro tema en particular, que con apremio…nos convoca desde un tiempo a esta parte. Una idea, que se ha transformado en una necesidad para mí.
—Esta tarde llamó el doctor Ferguson —manifiesta Loid, cogiendo una navaja de afeitar y espuma—. Los resultados del examen estarán listos para mañana. Me preguntó si no teníamos problemas en asistir y le dije que sí.
—Eso suena bien, amor —responde la pelinegra, cerrando el paso de la ducha para tomar una toalla—. Estoy algo ansiosa por ver los resultados.
—¿Te ha sentado bien el tratamiento?
—Mejor de lo que imaginé. Aunque las nuevas píldoras hacen que me dé muchísima más sed —manifiesta, secando su cabello.
—¿Crees que sea bueno informarle sobre un cambio en la dosis? —examina el varón, afeitando el lado izquierdo de su mejilla—. Recuerda que nos advirtió, que, si notabas cualquier síntoma adverso, le notificáramos.
—Me da algo de miedo que quiera abortar el procedimiento y me haga tomarlo todo de cero, pero…si —exhala la fémina, envolviéndose en una toalla de cabello y torso—. Estoy de acuerdo en que le contemos.
—¿Quieres intentarlo esta noche? —propone, templado. Y con el rostro enjuagado—. Tal vez logremos algún avance.
—¿Aún si estás algo herido? —musita, preocupada. Ha examinado heridas por toda su anatomía—. Tienes cortes en los brazos.
—Nada que mi esposa no pueda solucionar ¿No? —bufa el rubio, divertido—. Tu también te ves algo magullada. Será mejor que nos curemos ambos antes de cualquier cosa —adiciona, entregándole un botiquín.
—No te preocupes, si lo hacemos suavecito no pasará nada —asiente Briar, con júbilo—. Siéntate aquí, te ayudaré.
Es verdad.
Loid y yo llevamos un par de meses ya, intentando ser…
[…]
—Señora Forger —expresa el médico— ¿Cómo se ha sentido últimamente con el método aplicado? ¿Ha notado algún cambio negativo en su cuerpo?
—Todo ha estado de maravillas —miente la muchacha—. Ninguno, doctor. Mi cuerpo es fuerte y resiste mucho.
—Pero, Yor…—Twilight hace amago de duda— ¿En que quedamos con decirle la verdad?
Hospital de Berlint. Área de obstetricia y ginecología. Martes. 10:02AM.
—A pesar de estar consciente del tratamiento asistido que le estamos brindando, es imperativo que no deje de intentarlo con su esposo —relata el especialista—. Las veces que sean posibles y sin estrés de por medio, claro está.
—Descuide, con mi marido nos mantenemos muy vigorosos aún —revela la asesina, esbozando una sonrisa febril—. Anoche…lo intentamos de nuevo. Esperando que todo sea para mejor. Y hemos sido muy cuidadosos, de verdad.
—Correcto. Voy a necesitar de su máximo esfuerzo en este momento, dado que ya llegaron los resultados de la pre-inseminación in bitro que queremos lograr y…—el ginecólogo hace una pausa, malogrado—. Me temo que no les tengo buenas noticias.
—¿Eh…?
—Como le comenté en su momento, el procedimiento consta de varias etapas. Está primero la estimulación ovárica mediante inyecciones, inducir a la ovulación a través de control hormonal, capacitar el semen de su pareja, píldoras para el apoyo de la fase lútea y luego se injerta el folículo ya fecundado —relata el médico, con ambas manos sobre la mesa—. Nos encontramos en la penúltima etapa de ello. Si tan solo fuese exitoso poder introducirlo en su interior. Pero…por alguna razón que desconocemos, el núcleo del folículo no logra unirse del todo y rechaza los gametos epidídimos de su compañero.
—Ya había leído sobre esto en algunos libros de anatomía. Pero no creí que nos llegara a pasar a nosotros. No, siendo tan…jóvenes —piensa Loid, presionando con brío la mano de su cónyuge bajo la mesa— Yor…tranquila…
—En palabras simples —reprocha la muchacha— ¿Eso que significa realmente?
—Que…no podemos terminar el proceso, si no fecunda. Es imperativo que eso pase. Por lo que tendremos que continuar con esto, hasta lograr extraerle un ovulo que si lo tome —sentencia el varón—. Descuide, es largo y tedioso, lo sé. Pero no todos sus óvulos están malos. Tengo fe en que encontraremos uno que sí. Por lo mismo, le aumentaré la dosis de estimulante para que genere más folículos al mes. Lo mas seguro es que ninguno baje, así que no se asuste si no le llega el periodo durante ese transcurso.
—…
Estaba esperanzada en que tendría buenas noticias sobre este tema. Pero al parecer, ya nada evita que quiera aceptar mi destino. Ser madre para mí, es imposible. Jamás lo voy a lograr. Estoy consciente de que el trabajo de los doctores es siempre alentar a sus pacientes con expectativas, aunque sean del 1%. Pero acá no veo atisbo ni si quiera del 0,01%. Es…ridículo. Llevo meses caminando por estos pasillos, como un fantasma. Deambulando por sus recovecos, pasando delante de mujeres con sus bebés o pequeños niños. En un comienzo me aterraba la idea de que fuese Loid el del problema. No estaba dispuesta a dejar al hombre que amo solo porque no podía concebir. Sin embargo, los análisis preliminares apuntaban a todas luces, a un fallo en mi interior. Producto de una de las tantas pateaduras que posiblemente me dieron a lo largo de mi carrera como asesina. Tenía lógica. Inventé una excusa burda de haberme caído de un árbol de mas joven. No obstante, venir a estas alturas de mi vida a negar que mi rubro es sanguinariamente violento, ya no tiene mucho caso.
—Mi amor. ¿Estás bien…?
—¿Podemos pasar la noche en un cuarto de hotel? —musita una derrotada Yor, cabizbaja—. No quiero llegar a casa hoy…
—Si, claro. Lo que tu quieras —asevera el señor Forger, decidido—. Haremos lo que tu desees. Con tal de que te sientas mejor.
Gracias, Twilight. Pero ya nada de lo que haga…me hará sentir mejor que esto. La angustia de no haber concretado lo que deseaba en su momento, me condujo a una depresión fulminante que me pasó la cuenta al cabo de un par de meses. No es que haya dejado de intimar con mi marido. Simplemente dejé de hacerlo con el afán de querer embarazarme. Los días pasaban lánguidos frente a mí y con el olvido de un sentimiento maternal, vino mi desamor por el asunto. Abandoné el tratamiento. Y me volqué únicamente a mis asesinatos y a mi matrimonio.
Fue así, como pasaron 5 años. Con una vida que seguiría adelante, sin importar si era madre o no.
[…]
—¿De verdad estás comiendo bien? Te noto mucho mas delgado —le reprocha Yor—. El cinturón de tu uniforme no te quedaba tan holgado el mes pasado. Lo he medido, eh.
En una cafetería de Berlint. Dia X. Horario X.
—Que sí, hermana. Si estoy comiendo —se defiende Yuri, mosqueado—. Tu siempre tratándome como si fuera tu hijo en vez de tu hermano. Ya te digo, que soy grande.
—Si ¿Verdad? Que estúpida soy a veces —bufa irónicamente ofendida—. Discúlpame. Posiblemente sea por mi trauma que me proyecto más de la cuenta.
—¡N-no quise decirlo para que te sintieras mal, hermana! —el militar se espanta, tratando de recomponer cuanto antes la plática— ¡Lo que quiero decir es que…! ¡Arg! ¡Todo es culpa del bueno para nada de Lotty! ¡¿Cómo se atreve a no tener buenos los huev-…?!
—Yuri, por favor no empieces —exhala Yor, hastiada. Interrumpiéndole de sopetón— ¿Cuántas veces te lo he tenido que repetir? Loid no es el del problema, entiéndelo.
—¡Es que me cuesta mucho trabajo asimilar algo como esto! —berrea, descalabrado el pelinegro— ¡Tú eres tan joven, tan linda, hermosa, inteligente, audaz! He visto chicas consumidas por las drogas siendo madres y dejando huérfanos por doquier y tu no…—aprieta los labios, finalmente guardando silencio. Su familiar no parece mostrarse para nada contenta con todo lo que dice—. Discúlpame…fui torpe. Si a mi me pone de mal humor esto, no me imagino lo que te hará sentir a ti.
—Pues ya no siento nada, la verdad —se encoge de hombros, serena.
—Oye…y… ¿No has pensado en adoptar?
—Si. Lo he hecho —explica Foger—. Lo hemos hablado también con mi marido. El dice que no tiene problema alguno, que no le molesta la idea. Pero ya vimos lo engorroso que es el tramite y la verdad…me da mucha pena tener que hacer de madre sustituta de un pobre niñito. Se que nunca seré su madre real.
—¿Pero que cosas dices? —protesta el subteniente—. Si tú eres muy capaz, hermana. Mírame a mí. Me criaste sola como una madre casi. Si yo sobreviví, todos pueden.
—Lo sé, Yuri. Pero eso es porque tu eres un niño muy fuerte —Yor le agasaja la cabecita, en un toque jovial—. Es de familia la cosa.
—Se me ocurre una cosa. No sé. Es media loca, pero…podría ayudar ¿No? —propone el menor— ¿Qué tal si yo tengo un hijo y te lo doy a ti?
—¿Qué? ¡Jajaja! —carcajea en respuesta, divertida con semejante escaparate—. Por favor, no bromees así.
—¡No es ninguna broma, hermana! ¡Piénsalo! —la insta—. Dijiste que es de familia. Los Briar somos poderosos. Si yo tengo uno, lo mantenemos en una cuestión sanguínea. Y luego pode-…
—¿Estarías dispuesto a embarazar a una chiquilla solo por complacerme? —inquiere Yor, preocupada.
—B-bueno…—desvía la mirada, ofuscado—. N-no lo sé. No puedo saberlo si no lo intento ¿O sí?
—Jamás te privaría a ti, del goce de ser padre —niega la pelinegra, bebiendo un sorbo de su té—. No hagas tales sacrificios por mí, en serio. No es necesario.
—Pe-pero…
—Buenas tardes —interrumpe Loid, quitándose el sombrero—. Yuri, cuanto tiempo sin verte.
—Ho-Hola…Loidi —sisea el policía, rehuyendo timorato de su saludo— Tsk… ¿De qué me puedo quejar? Este idiota se ha portado bien con ella después de todo. No cualquier hombre está dispuesto a salir con una chica que no puede tener hijos. Odiarlo…me es imposible —exhala, frustrado— ¿Viniste por mi hermana?
—Como de costumbre. A donde vaya Yor, yo iré.
—Hola, cariño —su esposa le regala un beso sereno en la mejilla—. Ya casi terminamos las bebidas. ¿Nos acompañas?
—Si no les molesta, claro. Pero, Yor…—murmura, contra su oído— Tengo una misión que cumplir ahora en la tarde. Es necesario que me acompañes.
—Comprendo —la señora Forger pide la cuenta, a mano alzada—. Deja pago y nos vamos ¿Sí?
—Sin problema. Yo invito —Twilight le ataja el antebrazo, con suavidad. Saca la billetera del interior de su chaqueta—. Me encargo. Ya vengo.
Silencio en el ambiente.
—Veo por tu cara que no vas a sugerirme como de costumbre que me divorcie de el —ríe la fémina, entretenida.
—Imposible. Ni si quiera me da chances de odiarlo…—refuta un malogrado Yuri—. Se ve que te quiere de verdad.
—Loid me ama muchísimo, Yuri. Jamás lo pongas en duda —sentencia Thorn Princess—. Imagina los años que llevamos juntos y en ningún momento, ha fallado a su palabra ni mucho menos a sus votos. Es un buen hombre. Fiel, por lo demás. ¿Dónde vas a encontrar gente así?
—En…ninguna parte, supongo —admite, cabizbajo. Aunque bastante irritado por lo demás—. Hermana, de igual forma…no deberías confiar tanto en los hombres. Algunos de verdad son muy buenos fingiendo. ¿Y que tal si de pronto Lotty se cansa y se va con otra que si pueda darle hijos?
—Es cierto. Mas que mal, salgo con el agente Twilight. Pero de cara al trabajo, que es solo una menudencia, nada me invita a desconfiar de su fidelidad —niega templada, la pelinegra—. Jamás se me pasaría semejante locura por la cabeza ¿Sabes? Podría esperarlo de cualquier otro. Menos de él. Pondría las manos al fuego por mi marido.
—¿Tan así…?
—Tan así…—asiente, cariñosa—. Ahora cambia la cara que viene de vuelta y sonríe bonito. El no merece tales injurias.
—Listo. ¿Nos vamos? —Forger toma el abrigo de su pareja, acomodándolo con gallardía en sus hombros—. Un gusto verte, Yuri. Pásate un día de estos por la casa a ver si hacemos una cena en la noche.
—Gracias, Loidi —farfulle el subteniente Briar, estrechando su mano a regañadientes—. Me lo pensaré y ahí estaré.
—Cuídate mucho, Yuri. Estaremos en contacto cualquier cosa.
Me despido de mi hermanito, con el cariño de antaño que no se altera con el paso de los años. Se que hay muchas cosas que no comprende sobre mi relación con Loid. Y es que tampoco sabe que el es un espía ni yo una asesina. Pero es imperioso que nuestra realidad se mantenga oculta del escrutinio público. Hay algunas misiones en las que trabajamos juntos, codo a codo. Y esa noche, era una de ellas.
Cae la lluvia en la urbe. El reloj marca las 23:01PM. Agazapados en el interior de un vehículo, repasamos una y otra vez las coordenadas de escape, al igual que la estrategia de combate que usaremos. Desde que nos enteramos que yo no podría ser madre, Twilight tomó la drástica decisión de intentar involucrarme también en sus trabajos. Era su manera de buscar un escaparate a mi depresión. Por supuesto que yo muy feliz la tomé. Poder concentrarme y enfocar mi atención en otras cosas que no fuesen mi infertilidad, me ayudaba muchísimo. Era parte de mi terapia. Ya habíamos concretado un par de proyectos juntos y esta no era la excepción. El objetivo de hoy era desbaratar una red de tráfico de mujeres, que se daba en la frontera de Ostania con Westalis. Los blancos eran simplones, a mi parecer. Un par de matones que debía exterminar, mientras el se hacía con la evidencia suficiente para llevarlos a la justicia. Lugar del encuentro, un galpón abandonado que por un tiempo sirvió como surtidor de estupefacientes y guardería de ganado.
Señalada la hora, nos adentramos al interior sigilosos como dos gatos furtivos en plena cacería. Asesinar a mis hitos fue pan comido. En un abrir y cerrar de ojos, dejaron de respirar. Como era habitual, las complicaciones no faltaban. En una de las habitaciones de aquella planta, alguien había accionado una alarma que alertaría incluso a control fronterizo. Tuvimos que huir, cogiendo el carro a máxima velocidad por la carretera. Nos seguían de cerca unas camionetas de aspecto macabro, que no dejaban de tirar balazos indiscriminados hacia la techumbre. Loid iba ala volante y yo, de copiloto. Un par de vidrios explotaron en la parte trasera. De cabeza inclinada, repelíamos el ataque entre que yo lanzaba mis cuchillas y ellos los perdigones. Uno de ellos, me dio de lleno en el antebrazo izquierdo y de paso, la esquirla de una granada rebotó en el neumático derecho delantero.
La explosión nos sacó de eje, mas no lograron derribarnos. Twilight era hábil con las armas. Contratacando de revés, jaló del gatillo en innumerables ocasiones provocándole la muerte a uno de los conductores. Con la frente pegada al volante, la camioneta volcó hacia un costado de la calzada, elevándose por el aire y cayendo justo en frente de nosotros. La tensión, nos hizo presas fáciles por unos segundos. Logró esquivarlo, pero el costo fue fatal.
—¡N-no puedo mantener por mucho tiempo la dirección! —vociferó Forger, batallando con el manubrio— ¡Me va a tirar!
—¡Si nos vamos a volcar, que sea en esas arboledas! —apuntó Yor, hacia un sector oscuro— ¡No pares! ¡Yo me encargo!
—¡Espera, Yor!
Con la mitad del cuerpo contra la ventana, mi calculo preciso, agudizado con la destreza de una vista de águila perfecta me concedió el afanoso gusto de atravesarles la garganta a ambos pasajeros que continuaban en la persecución. Perdieron el control. Nuevamente brincando de ruedas hacia nosotros. Todo pasó en una milésima de segundos. De cara a la intersección sur, una barricada de matones nos esperaba. Una lluvia de metrallazos nos recibió, sin discriminar el paso. Loid y yo tuvimos que resguardarnos escondiendo la cabeza bajo el panel del vehículo. Pero sin visión real, era imposible pasar por sobre ellos. Tuve que actuar. Era eso o morir en el intento. Le quité el cinturón a mi compañero y abrí la puerta, empujándolo hacia el exterior. Sentí que debía salvarlo. Iba a salvarlo. Pero el…creo que me leyó la mente o quizás solo antepuso mi vida por sobre la suya, en un acto casi instintivo. Me eyectó hacia afuera. Lo ultimo que recuerdo que me dijo, fue…
—Lo harás increíble…
Loid se estrelló de frente contra los malhechores. El estallido fue tal, que mi cuerpo rodó sin control y más de la cuenta hacía unos matorrales. Me azoté la cabeza contra una señalética y desde ahí en más…perdí la consciencia. Todo se vino a negro.
Ya no sé… ¿Qué demonios pudo haber salido mal…?
[…]
—¡Mami, mira esto! ¡Jajaja! —chilla un niño pequeño— ¡Ya puedo escalar el árbol!
—¡¿Qué estás haciendo, Yuri?! ¡Eso es mi peligroso! —retoza Yor, pasmada— ¡Baja de inmediato de ese árbol!
—Vaya, vaya…que hijo tan travieso tiene usted, señora Briar —comenta una ancianita—. Se ve que lo lleva en la sangre. Tan altivo.
—¿Hijo? N-no, que dice, señora. Yuri no es mi hijo. Él es mi her-…
—¡Mami! —brinca frente a ella, extendiéndole un ramo enorme de flores blancas— ¡Son para ti! Para la madre más linda de todas.
—Yuri… ¿Qué cosas dices? —despabila la mayor, estupefacta—. Yo no soy tu madre.
—¿Ya no me quieres, mami…? —Yuri le endosa un puchero, tentado a llorar—. Que mala eres conmigo. Me buscaré otra entonces…
—¿Pero que mierda es todo esto?
¡Si yo no soy madre, carajo! ¡YO NO…!
[…]
—¡Ghn! ¡ARGGG! ¡SUELTENME! ¡YA! —berrea Yor, completamente enajenada sobre la camilla— ¡¿Quién mierda son ustedes?! ¡Quítenme esto!
—¡Se-señora Forger le pido que se controle por favor! —advierte una de las enfermeras— ¡Tiene heridas graves!
—¡No me toques! —la muerde.
—¡KYAGH! —chilla la muchacha, lanzándose hacia atrás— ¡Ayuda!
—¡La paciente 618 acaba de despertar! —advierte otra de las enfermeras, aterrada— ¡Traigan refuerzos! ¡Repito! ¡Refuerzos! ¡Acaba de morder a Fatima!
—¡Está furiosa! ¡¿Qué clase de animal es este?!
Que mierda. ¿En donde mierda estoy? ¡No puedo estar en un hospital! ¡TENGO QUE SALIR DE AQUÍ!
—¡Arg! ¡Déjenme ir! ¡¿En donde está mi esposo?! —Briar se quita las agujas y las ventosas, completamente fuera de si— ¡Largo de mi vista! ¡¿Twilight?!
—¡¿Qué está pasando?! —ingresa el médico.
—¡La paciente está sufriendo un cuadro postraumático! —señala una de las muchachas— ¡Le dimos morfina!
—¡¿Le inyectaron morfina?! ¡¿Están dementes?! —berrea el doctor, ofuscado— ¡Denme la inyección azul! ¡Rápido!
—¡No me toques, con un demonio! —aúlla Yor, furibunda.
No sé qué tanta fuerza habré ejercido en el proceso, que tuvieron que llamar a los de seguridad. En un abrir y cerrar de ojos, estaba rodeada de 10 personas. Entre el personal de salud y la orden pública. Entre todos, me amordazaron y a regañadientes, me inyectaron algo que me dejó mas drogada que un pastero callejero adicto al fentanilo. Todo me daba vueltas. Las pocas ganas de luchar que me quedaban, me abandonaron. Y nuevamente…caí inconsciente.
Al rato después, desperté. Me costaba un trabajo sobre humano separar los parpados. Los sentía tan pesados y aletargados. Percibí mis pies entumecidos. Mis manos, dedos y brazos, tan suaves como algodón de azúcar. En cuanto logré divisar a una de las enfermeras sentadas cerca mío, esta se sobresaltó espantada y corrió a avisarle a quien sabe qué. Al diablo, quizás. Mierda…esto no es bueno. Nadie debe enterarse de mi verdadera identidad. Si no me levanto de aquí puede que noten la sangre en mi vestido y mi…
Un momento. No llevo la misma vestimenta de antes. ¿En donde quedó? ¿Dónde están mis armas? ¿Y mi atuendo? ¿Qué hay de Loid? Dios, yo no…
—Señora Forger —atañe el doctor—. Me alegra que por fin podamos dialogar como humanos civilizados.
—¿Qué insinúa? —farfulle Yor, colérica. Aunque totalmente inmovilizada— ¿Usted quien es y en donde estoy?
Tenía la boca tan amarga, que a duras penas lograba emitir palabra alguna. Mis labios se sentían pegajosos, agrietados los de arriba con los de abajo.
—Lo siento, pero tuvimos que doparla. No nos dejó más opción —expone el mayor, exhalando con dócil actitud—. Me disculpo y me presento. Soy el cirujano de cuidados intensivos, Gilbert Beauford. Y se encuentra en estos momentos en el hospital general de Berlint. Sufrió un accidente, señora Forger. Automovilístico.
—¿Un accidente? — Que imbéciles. No fue ningún accidente. Nos venían persiguiendo esos tipos que…—hace una pausa, agraviada—. Ok. Lo entiendo. ¿En dónde está mi marido?
—Si se refiere al señor Forger, en estos momentos está con pronostico reservado —explica sereno, el especialista—. Sufrió una gran contusión cérvico craneal y hace poco salió de una cirugía muy compleja. Actualmente se encuentra en coma inducido.
¿Cómo que…coma inducido? ¿Qué me están contando? ¿Loid…se va a morir? Quiero, irme. ¡Quiero irme, ya! Estoy luchando para que mis manos se muevan, pero no lo consigo. Necesito…
—Necesito…verlo.
—Lo sé. Y créame que en cuanto esté en optimas condiciones le daremos el permiso para que lo haga. Pero ahora mismo…—sisea el médico, preocupado—. Necesitamos que nos diga que hacemos con la menor.
—¿"La menor"? —redunda Yor, más confundida y derrotada que nunca—. Disculpe, no entiendo de que me habla. ¿Qué menor?
—Como que ¿Qué menor? —cuestiona el hombre, confundido—. Su hija, señora.
—¿Cómo dice? — Ay, bueno. Ya se pusieron chistosos con las bromas. Esto no es gracioso—. Disculpe…—carraspea Briar, sarcástica—. Esto tiene que ser un error. Yo no tengo ninguna hija.
—Este…—se calla de golpe.
Vale. A ver. ¿De que me estoy enterando? Esto tiene que ser una broma. Una confusión. Algo sacado de un cuento tétrico para burlarse de mi condición. No hay otra explicación. ¿De que hija hablan? Si yo no puedo tener hijos, joder.
—Mire, no sé que clase de broma me estén gastando ahora mismo —confiesa la asesina, descalabrada—. Pero necesito ver a mi esposo. Es lo único que me importa ahora.
—Señora Forger, su hija-…
—¡Que no tengo ninguna hija, joder! —chilla colérica, en respuesta— ¡Ya déjese de burlas, por favor! ¡Es imposible de que yo tenga una hija!
—Entiendo que el golpe haya sido demasiado fuerte para usted. Sufrió una contusión cebera en la cabeza. Aunque un poco menos grave que la de su esposo —explica el doctor—. Si está pasando por un cuadro de amnesia, le ruego sea indulgente con nosotros y nos ayude a aportar ciertos aspectos que-…
—Escuche, escuche, escuche —retoza Briar, ya entregada al abismo de la locura—. Usted no me está entendiendo, doctor. Yo no tengo ninguna hija. No puedo tener hijos ¿Sí? Yo soy…—traga saliva—. Yo soy infértil ¿Ok? Si no me va a ayudar, no entorpezca a confundirme más. Porque no me-…
—Por favor, díganos entonces que hacer con ella —reitera el médico, inquieto— ¿Hay algún familiar al cual llamar mientras tanto, para su cuidado? Comprenderá que no podemos dejarla sola. Servicios de menores está aquí y no sabemos cómo actuar.
—Con un demonio, como se lo explico de nuevo —protesta la pelinegra, destruida—. Hágame caso, yo no puedo tener hi-…
La puerta del cuarto se abre de derecha a izquierda. Una de las enfermeras, trae consigo a una pequeña de cabellera rosa y ojos verdosos, saltones. ¿Pero esta niña…quien es…? No entiendo…nada. Para mi sorpresa, la mujer me acerca una cedula de identidad que jamás en mi soberana vida, vi antes. ¿Pero esto de que va? La examino y por mas que le busco espacios a la duda, no logro cavilar como es que esta extraña es… ¿Mi hija?
—Anya Forger. 6 años…
—¿Ya lo ve? —reanuda el cirujano, impávido—. Tiene el apellido de su familia. Su nombre es Anya Forger. Y es hija del matrimonio Forger.
—N-no…no…esperen…no, yo no…no…no…no….
Ya no sé que mas decir. El "no" se apoderó de mis labios, pero en el fondo, sepa el diablo lo que intento expresar. Esto es imposible. No tiene sentido. ¿En que momento? Si esta niña no es mi hija. Eso quiere decir, que entonces… ¿Es hija de Loid? ¿Cómo es posible? Ay, no. Ay no, por todos los cielos, Loid. No, amor. Tu no. Cariño…tu. Twilight, por favor… ¿Por qué me hiciste esto? Eso quiere decir…que tu… ¿Tuviste una hija fuera de nuestro matrimonio? ¿Realmente serias capaz de serme infiel? ¿Qué mierda es esto? ¿6 años de mentiras? ¿Por 6 años la ocultaste sin que me diera cuenta? Yo…no…puedo. Disculpen, no me da la cabeza. No puedo. No…
—Yo…no…
La veo y no lo creo. No pude soportarlo. Me desmayé. Si. Otra vez. De la manera más estúpida posible. No di crédito a nada de lo que me contaban. De paso, la cabeza me dolía tanto que la sentí explotar en unas pulsaciones enajenadas que apenas me dieron un respiro. Me quiero morir. Es la peor noticia que me pudieron dar en años, después de mi infertilidad, claro. Mi esposo, tuvo una hija. Algo con lo que siempre soñamos, de tantos años. De miles de noches y días de ensueño. Lo que queríamos para ser felices. ¿Y ahora me salen con esto? Yo no…
—Lo harás increíble…
Fue lo que me dijo. ¿Ese era tu plan, Twilight? ¿Morirte para que yo me hiciera cargo de tu infidelidad? ¿De tu desliz? ¿Es una broma? ¡¿Es una puta broma?! Yuri tenía razón. Era demasiado perfecto para ser cierto. Si tan solo no hubiera sido tan ciega, yo…
—Mami… ¿Acaso no me quieres?
[…]
—¡AH!
Despierto, sobresaltada de otra denigrante pesadilla que me acomete por la madrugada. ¿En donde estoy? ¿Sigo en este hospital? Carajo. Aun conectada a esa infame máquina que no deja de sonar. ¿En que momento mi vida se fue al caño? Aun conservo entre mis dedos, la cedula de identidad de aquella niña a la que ahora llaman, mi hija. Anya Forger. Dentro de mi terquedad, me arrojo a la vil idea de que es un error. Me cuesta mucho trabajo imaginar que Loid me haya sido infiel con otra mujer solo para tener una hija. El no es esa clase de hombre. No. No lo es. Podrá tener muchos defectos. Pero desleal y traidor no es. Es lo ultimo que sopesaría imaginar. El efecto de la morfina se ha disipado en mis venas. No hay nadie que vele por mi sueño. Sumariada, me levanto de la camilla, quitándome las ventosas de encima. Necesito…saber de él.
El reloj del cuarto marcaba las 4:02AM. La mayoría del personal hospitalario o dormía o hacía rondas alejados de mí. Por lo que me escabullí sin problemas hacia la habitación de mi esposo. Le vi ahí dentro, atado a un respirador mecánico. Con la mitad del rostro y la cabeza cubierta en vendas, un par de agujas a sus manos y el semblante dormido, de un placido comatoso. Me arrodillé frente a él, rogando por su pronta recuperación y de paso su salud…para que despertara y pudiera escuchar de sus hermosos labios, que significaba todo esto. Si no era el en persona quien me daba un argumento válido, jamás creería en una especie de traición enajenada como esa. El me ama. Como nunca nadie lo hizo. Me rehúso a cavilar algo que no sea…la verdad misma. No me mentiría. No me engañaría nunca… ¿Verdad?
—Papi…
¿Quién habló? Me sobresaltó la voz inocente de una pequeña niña, al otro lado de la camilla. En el instante que mis rodillas se elevan, diviso a la "intrusa", adormilada en un costado. Sujetaba su manita, con dulzura. Pernoctaba a su lado. ¿Se había quedado en vela por él? Es una pesadilla…
—Oye…niña…
—Mhm…—Anya entreabre los parpados, semidormida— ¿Usted es mi nueva mami?
—Ay, no. Espera…—Yor aprieta los labios, compungida. Haciendo una pausa prolongada antes de hablar—. No…no soy tu madre. ¿Tú quién eres?
—Soy Anya Forger —expresa la niña, con naturalidad—. Hija de Loid Forger.
—No. Eso es imposible —niega Yor.
—¿Es imposible? —pregunta Anya.
—Si, es imposible —asegura Yor.
—Ok —se encoge de hombros.
—¿Qué mierda? Oigan…—Briar despabila, irritada—. Oye, este no es ningún juego. No puedes ir por la vida haciéndote pasar por la hija de cualquier hombre adulto que veas.
—Pero no me estoy haciendo pasar por la hija de cualquier hombre adulto que vea —redunda la pelirosa, confundida—. Soy hija de Loid Forger.
—Mientes.
—Entonces si miento ¿Para que me sigue hablando? —exhala frustrada, la menor—. Déjelo así.
—La mocosa sabe cosas…—Thorn Princess bosqueja una mueca solapada—. A ver, Anya. Si realmente eres hija de Loid. ¿Cuándo naciste?
—Hace 6 años.
—¿La fecha?
—No lo sé —aclara la ojiverde—. Pero como papi me visita todos los 9 de agosto con mayores regalos de lo habitual, supongo que ese día.
—¿No sabes si quiera cuando naciste? —parpadea Briar, anonadada.
—¿Cómo podría? —espeta la menor, arqueando una ceja—. Yo no me parí.
—Buen punto. Que inteligente —le hace sentido, aunque suene estúpido—. Vale…te creo. Pero hay algunas cosas que no me constan.
—¿En serio quiere preguntármelas? —le increpa Anya—. Porque no tengo problemas en responderlas.
—¿Su comida favorita? —discute Yor.
—Granitado de atún.
—¿Color favorito? —debate.
—Verde.
—¿Canción favorita? —insiste, Yor.
—"Traveling" de Thomas Bert —responde, sin más.
—Demonios…sabe casi todo lo de Loid. Definitivamente, si es su hija. Pero… ¿Quién cojones es su madre? —carraspea, de vuelta—. Bueno, suponiendo que te crea todo. ¿En donde está tu madre biológica?
—Tiesa.
—¿Qué?
—Murió. Hace años —explica, sin mayores miramientos—. Papá dijo que falleció en medio de un problema.
—¿Naciste en Ostania?
—No. En Westalis —determina.
—Vale. De cierta forma, todo lo que dice…tiene algo de sentido. Solo hace 6 años conocí a Loid. ¿Podría ser que…? —sacude la cabeza, despabilando—. Ok. Te lo concedo todo.
—¿Me va a cuidar o no? —demanda—. Porque si no es así, dígame a donde ir y me encargaré.
—¿Disculpa? —Briar parpadea, estupefacta.
—Papá ya me dijo todo lo que tenia que hacer en caso de que muriciera —advierte la ojiverde—. Dijo que, si Yor Briar no me cuida como una mamá, me regresara con mis abuelos. Pero si usted es Yor Briar y me quiere cuidar, me quedo.
—¿Loid te…dijo todo eso? —Yor se congela, en su lugar.
—¿Va a seguir? Es tedioso —exhala, frustrada—. No hace falta que me quiera. Solo dígame que hacer y-…
—Vale.
—¿Qué?
—Y-yo…me haré cargo de ti, Anya —acepta la señora Forger, briosa y al mismo tiempo confundida—. Si era el deseo de Loid en vida, lo haré valer.
—¿Es usted su esposa?
—Lo soy —determina la pelinegra.
—¿Y le tiene cariño?
—¿Cariño? —bufa la pelinegra, con potestad de lo obvio—. Yo a Loid lo amo. Muchísimo. Como no tienes idea.
—A él. Pero no a mí —sentencia Anya.
—En efecto. Pero eso no me limita a cuidarte hasta que al menos despierte y…—desvía la mirada, injuriada—. Me diga qué demonios está pasando con tu vida.
—Bueno, sí. Si es que se despierta —acota la pequeña, caminando hasta la mayor para estirarle su manito— ¿Nos vamos entonces? Tengo hambre.
Yo…ciertamente no sé que demonios estoy haciendo. ¿Realmente quiero hacerme cargo de una hija que no es mía? Pero… ¿Por qué mierda algo me tira en el interior de querer aceptar? ¿Es mi indulgente afán por no haber podido ser madre? ¿O porque se trata de la sangre legitima del hombre que amo? Uno que no tiene problemas para traer niños al mundo. Que denigrante soy a la hora de tomar decisiones. No hay manera de que alguien pueda entenderme, si profeso augurios tan deshonrosos. No busco por nada del mundo amancillar la honra de Loid. Pero tampoco quiero darle muchos créditos, producto de que me ocultó algo tan importante como esto. Tendré que poner maños fríos a la hora de cavilar que haré con esta niña. Si es realmente la hija de Twilight…no solo le debo mi lealtad a él. Si no también a WISE. Su organización. Y que torpe de mi especular que no me convocarían, si su mejor carta estaba en coma luego de un atraco.
A las pocas horas de salir del hospital, Sylvia Sherwood en persona me invitó a tomar el té a una cafetería cercana a la zona. Imaginé que ya tenían todo previsto para su partida.
—Voy a ser breve, Yor —masculló la bermeja—. Puede que Twilight no salga vivo de esta. Si te complace saberlo, que sepas que hemos apostado una serie de agentes a su cuidado. Nada ni nadie entra y sale en ese hospital sin que lo sepamos. Aun así, nos preocupa otros asuntos.
—Ustedes ya sabían de que Twilight tenía una hija —espeta la asesina— ¿No es así? La muchacha de cabello rosa —y apunta hacia un rincón de los juegos para niños—. Dice llamarse Anya Forger.
—¿Una hija? No sé de que me estás hablando —pestañea la administradora, absorta con su comentario—. Jamás la vi antes. Hasta donde yo tenía entendido, Twilight manifestó no poder concebir contigo y eso le imposibilitaba tener hijos. Por lo demás, el apellido de los Forger no es común. Fue utilizado una vez para una misión.
—No estoy…entendiendo nada, Handler —sisea Briar, azarosa—. Todo esto me ha tomado por sorpresa. Fue tan violento el proceso que ni si quiera aun logro asimilar que mi marido está en coma. De un momento a otro, todo está bien. Luego despierto en un hospital y me traen a esta niña de la nada…
—Escucha, si necesitas que te ayudemos en algo, cuentas con nuestra disponibilidad para ello —ratifica la bermeja—. Tu no eres solo la esposa de nuestro mejor agente, también has colaborado en el desempeño de sus misiones durante años. Tu silencio vale oro para nosotros.
—¿Por qué harías…tanto por mí? —cuestiona la asesina, derrotada.
—La situación es critica en estos momentos. Por falta de recursos y personal, tener a Twilight en este estado nos supone una baja considerable —manifiesta Sherwood—. Hasta que no despierte, nuestro trabajo se ha paralizado por completo. En vista y consideración de que te necesitamos para que sigas a su lado, es imperativo poder darte una mano. Si gustas…—sugiere, perspicaz—. Puedo averiguar sobre ella.
—N-no sé si sea una buena idea, la verdad —murmura Yor, embrollada—. Si Loid mantuvo en secreto la existencia de esta niña, incluso de ustedes…no encuentro justo que abusemos de su condición para indagar en su vida privada.
—¿De verdad es esa la clase de pensamientos que tienes? —arquea una ceja—. Yor, Twilight es tu marido. No es ningún desconocido.
—Pues ahora que me he enterado de que me mintió durante años…—desvía la mirada—. No sé si sea tan conocido…
—¿Estás dudando de el?
—¿Te parezco cruel al hacerlo?
—No. Al contrario, es una reacción saludable —acota Sylvia—. Si yo estuviera en tu lugar, le hubiera cortado las pelotas sin dudarlo. A mi no me vienen con invenciones por la cara.
—Ya. Pero espiar a una niña pequeña…—la señora Forger aprieta los labios y las piernas, compungida en su silla—. No es ético tampoco.
—No logro entender a esta mujer. Dice sentirse traicionada, no confiar ya en Twilight y, aun así, no quiere enterarse de la verdad. ¿De que va? —la mayor bosqueja una mueca sincera, dotada de cierta zozobra—. De acuerdo. Si tu no quieres, no haremos nada. Te dejaremos el tema a ti —se levanta—. Solo asegúrate de darle un techo hasta que al menos despierte y puedas preguntarle bien.
—Gracias. Hacen un excelente trabajo —asiente Yor, elevando el rostro en una sonrisa fingida—. Por cuidar de el y de mi familia, en momentos como estos.
—Es lo mínimo que podemos hacer por él, luego de años de fiel servicio —se despide.
Mercader es una excelente espía, sin duda. Y una jefa con los pantalones bien puestos, por lo demás. Si hubiese deseado averiguar quien era Anya, nada le costaría. Tiene las herramientas, los contactos y las fuentes de información para ello. Que haya aceptado postrarse a mi silencio, es admirable. Sin embargo, ya no puedo darme el lujo de atosigarla con contrariedades que no le atañen. De cierto modo, este problema es mío y de Loid. Ahora, mas mío que de Loid. Porque hasta que no despierte…deberé cuidar de ella, como si fuese una madre.
Pedí la cuenta y me levanté, cogiendo mi abrigo en el proceso. Tan ensimismada que me encontraba platicando con Sylvia, que no llegué a dimensionar que Anya me observaba por el rabillo del ojo, desde la caja de arenas. Tiene unos ojos, muy penetrantes. Y portaba un semblante receloso que dejaba muchísimo a la imaginación. Por unos instantes, percibí una sensación incómoda recaer sobre mí. Parecía estar analizándome, como lo haría un adulto experimentado. Dado que no pude tener hijos, no logré alcanzar el grado intuitivo que obtendría una madre, con un niño. Por lo que distinguir si era normal o no su manera de mirarme, no era algo que profesara con grácil satisfacción. Tal vez los pequeños…les prestan atención a los adultos de esa forma. ¿No? Digo, si quisiera llamar más mi curiosidad, mucho trabajo no le costaría. Yo, dentro de mi torpeza e ingenuidad de ningún modo me percaté de ello. Desde un comienzo, lo obvie. Pasando por alto los primeros indicios, de una historia macabra…sin retorno.
—Mami, tengo mucha hambre —exclama la pelirosa, afrentada.
—Anya, ya te lo dije —suspira exhausta, la mayor—. No soy tu madre.
—Bueno. Entonces ¿Cómo debo llamarla? —inquiere la menor— ¿Señora Forger?
—"Yor" por mí, está bien —explica Briar— Dios…realmente no sé si logre cumplir con las expectativas de Loid ni mucho menos pueda suplir las necesidades de esta niña. Se ve bastante resuelta…
—De acuerdo, señora Yor —asiente Anya, en una sonrisa pueril— ¿Me llevaría a comer?
—Escucha. Ni señora ni usted ¿Sí? —esclarece la pelinegra, hastiada—. Solo "Yor" a secas. ¿Puede ser? No hace falta tantas formalidades.
—Vale, Yor —musita la ojiverde, forzando un mohín intimidante.
—Y si, te llevaré a comer algo. Ni modo que te deje aquí tirada —relata la asesina, malograda—. Pero primero debo ir por unos alimentos al supermercado. Ve por tus cosas, por favor.
—¡Ah! No te preocupes, Yor —le enseña la espalda—Esto es todo lo que traigo.
—¿Solo esa mochila? ¿No tienes mas ropa? —Anya le niega con la cabeza— ¿Y tus libros de estudio? —vuelve a negar— ¿Peluches, juguetes, o algo? —insiste—. Esto tiene que ser una broma…
—Lamento que te decepcione —expresa melancólica la niña—. Perdí todo en mi antigua casa. Luego del incendio.
—¿Incendio? ¿Qué incendio? —parpadea Forger, pasmada—. No me hablaste nada sobre eso.
—Fue un accidente. Nada grave —sonríe, jocosa— ¿Me llevarás a vivir a la casa que compartes con mi papi?
—Cada vez que menciona a Loid como su "papi", me enerva la sangre de sobremanera. No se por qué estoy agarrándola con esta niña, si ni culpa tiene —. Eh…si, claro…—carraspea, fingiendo sentirse placentera con la situación—. Te llevaré ahí. Aunque no tengo ni un cuarto armado para ti, tendremos que improvisar.
—¡Por mi no hay problema! ¡Yo me adapto! —brinca, hacia ella. Estira la mano, tentada a tomársela— ¿Vamos?
—Gnh… ¿Estará bien que la tome de la mano? Dios…ya no sé donde tengo la cabeza —asiente, correspondiendo el gesto. Ambas, entrelazan sus dedos—. Andando…
No sé lo que estoy haciendo. Ni si quiera me conozco tanto como para reafirmar una posición acertada sobre que es lo que debería sentir o dejar de sentir. Solo me estoy dejando llevar por el impulso mas arcano, de la naturaleza. El de una progenitora abnegada y sobreprotectora. Como lo haría una leona con su cachorro. Nos fuimos en dirección hacia el supermercado mas cercano y adquirí algunas cosas para la casa. Anya parecía ser una niña dentro de todo, callada y reservada. Mostraba atisbos de felicidad de a ratos, aunque yo comprendiera que buscaba pasar desapercibida en mi mundo. Probablemente, para no estorbar o hacerme disgustar y que yo terminara cabreada, dispuesta a abandonarla a su suerte. Vamos, estoy consciente de que soy nueva en esto de la maternidad, pero tampoco soy tan desnaturalizada. Hace poco me confesó que su casa se quemó. De seguro ha pasado por muchas cosas feas…
En cuanto llegamos al apartamento, se quedó parada en medio del pasillo sin emitir sonido alguno. Examinaba la zona, en un contemplativo mutismo que me erizó la piel. Es un lugar nuevo, para ella. ¿Estará asustada? Tal vez haya captado mas de la cuenta mi actitud, poco resiliente y renuente a ella. No quiero espantarla.
—Tranquila, no pasa nada. Puedes entrar con confianza—siseó Yor, con voz apacible—. Si gustas, te ayudaré a desempacar las cositas que traigas en tu mochila.
—No son muchas, descuida —espetó, templada—. Solo ropa de estación y un par de crayones.
—Ya veo —comentó la pelinegra, garbosa—. Así que te gusta dibujar.
—Mucho —confiesa la menor—. Es uno de mis pasatiempos favoritos. Me ayuda a distraerme.
—Quizás un día de estos puedas mostrarme tu arte —añadió Yor, sacando los productos del interior de una bolsa—. Dado que no tenías muchas cosas, adquirí algunos enceres que podrán serte de ayuda. Por ejemplo, este —le enseña—. Te compré un cepillo de dientes, un peine, un par de pantuflas y una cobija.
—¿Son para mí? —sus ojitos brillaban, de la alegría— ¡Muchas gracias, Yor! ¡Eres muy linda!
—Vale…no resulta ser tan malo, después de todo…—pensó, ligeramente ruborizada con su halago—. Ven conmigo. Te daré un breve tour por la casa.
La conduje con grata armonía por los sectores de la vivienda. Le mostré el baño, la cocina, el living, el comedor y también el que ahora sería su habitación improvisada. En realidad, era el cuarto del lavado. El lugar que usábamos para secar ropa, planchar y meter ciertos cachivaches. Me di la tarea de limpiar la pieza, despejando el camino de cajas y utensilios de aseo. De paso, le traje una pequeña cama que teníamos para invitados, con sabanas limpias y cojines cómodos. Aproveche la instancia para ponerle cortinas al ventanal y trapear el piso. Ya le había comentado antes a mi esposo que deseaba habilitar este cuartito para otras cosas, mas nunca nos di el tiempo. Era la ocasión perfecta. Al final del día, Anya rebozaba de júbilo y se deshizo en gratitudes dóciles hacia mi persona. Luego de cenar, hizo lo mismo. Degustaba mis platillos como solía hacerlo mi hermano, con tanta avidez de apetito. Aunque no supiera del todo sabrosa. Creo que la juzgué mal. Era una niña muy humilde y agradecida con las bondades de la vida.
Me pregunto si Loid realmente la habrá hecho pasar penurias a lo largo de su corta vida. Es algo que me cuesta trabajo imaginar. El no es un hombre descuidado o cruel. No más infiel y mentiroso…
—Anya de casualidad ¿Asistes a algún colegio en particular?
—Ah…eso…—murmura la menor, cabizbaja—. No. Solía estudiar en casa.
—¿Loid no te matriculó en ningún establecimiento educacional? —pestañea, absorta con la noticia— Que descuidado. Los niños deben asistir al colegio, sí o sí — Bueno, ahora que estarás un tiempo conmigo será mejor que lo hagamos.
—La verdad es que no me gusta mucho estudiar. No se me da bien.
—Comprendo. A casi nadie le gusta realmente —expresa Yor, jovial— Pero ¿Sabes? Yo cuidé de un hermanito menor de pequeña e incluso el, recibió la educación adecuada para salir a delante. Tal vez yo no sea muy inteligente en ciertas cosas…pero de que me preocupo mucho por otros, lo hago.
—¿Me mandarás a la escuela? —examina Anya, altiva.
—Sin duda que lo haré —veredicta la pelinegra—. No es correcto que solo te quedes en casa leyendo. Hay profesores muy capacitados ahí afuera.
—De acuerdo. Iré —acepta, resuelta—. Solo si me prometes ayudarme con las tareas.
—Bu-bueno…como te comenté hace un momento, no soy del todo diestra con algunas materias, pero…—despabila, asintiendo—. Me esforzaré en ello — Espero que a Loid no le moleste que lo contradiga con esta decisión. Esperen un momento. ¿Qué cosas digo? Ese ya no tiene derecho a reclamar nada, por traidor —frunce el ceño—. Te ayudaré. Serás la mejor de la clase.
—¡Wii! ¡Gracias, Yor!
Corre hacia mí y me abraza enérgica, envolviendo su diminuto cuerpecito entre mis piernas. Mi corazón da un ligero sobre salto, similar a una especie de taquicardia. No sé que fue realmente lo que concebí, pero…se sintió muy bien. Como si un calorcito me invadiera el pecho con impetuosa intencionalidad. Puede que ser la madre sustituta de esta niña…salga mejor de lo que esperé. Me impulsa a querer hacerlo mejor. A dar todo de mí, para brindarle un hogar. Aunque sea pasajero.
—Entonces ahora, irás a cepillarte los dientes. Porque ya es hora de ir a la cama.
—¿Me leerías un cuento antes de dormir? —masculle Anya, solapada—. Papi solía hacerlo…
—De acuerdo —asiente Briar, gallarda—. Te leeré uno. Seguro que puedo encontrar algún libro que sea de tu agrado en la biblioteca de Loid.
—¡Gracias!
¿Qué significa, ser madre? Pasé tantos años anhelando alcanzar aquel punto álgido en mi vida, que no llegué a escudriñar de fondo en el tema. Preocupada de quedar embarazada, sin saber lo que en el fondo eso conllevaba. Si tan solo mis interiores no hubieran estado tan dañados, como me habría encantado estudiar esto en profundidad. ¿Será que la vida me ha dado una segunda oportunidad para poder experimentarlo? ¿El destino quiere que viva la experiencia, aunque no sea de mi sangre? No es que la hubiese adoptado, por el conducto regular. Pero al ser la hija de mi marido, el hombre que amaba…de alguna manera no me molestaba empeñarme en el caso. Si logro demostrar mi valía en un acometedor papel maternal, puede que esto salga mucho mejor de lo que imaginé. Solo debo…darle tiempo al tiempo.
—Buenas noches, Anya. Que sueñes con los angelitos.
Me despedí esa noche, ya habiéndola arropado gentil entre las colchas. La vi tan calentita y cómoda, que una sonrisa estúpida me asaltó. Le apagué la luz y cerré la puerta. Aunque no del todo. Dejé un pedazo de esta semi abierta por si necesitaba salir del cuarto y recurrir a mi en algún momento. Soy neófita en el asunto. Ruego al universo, que me iluminen en sabiduría de ser posible. Al menos, hasta que Loid regrese a mi lado.
A la mañana siguiente. Y sin perder demasiado el tiempo que me apremiaba a moverme rauda, encontré un buen lugar para que estudiara. No era un colegio muy exigente y las pruebas de admisión eran relativamente sencillas. Anya ya tenia un terreno en el cual desenvolverse con otros niños. Ni opuso resistencia. No reclamó ni chilló. Nuevamente me agradecía casi entre lagrimas lo condescendiente que era con ella. Mi complacencia aumentaba, en desmedida proporción a sus sutiles gestos de cariño. Anya era muy tierna conmigo. En todo momento, receptiva a mis agasajos. No hubo un ápice de resquemor en su forma de ser, que me hiciera dudar de su inocencia. Arrojada a determinar convencerme de que todo lo que estaba haciendo por ella, estaba justificado; me introduje de lleno en el submundo de madres y padres solteros. Si tocaba hacerme cargo sola, sola lo haría.
Hospital de Berlint, área de cuidados intensivos. 15:20PM.
—¿Aun nada?
—Cuanto lo siento, señora Forger —niega el doctor, pesaroso—. En verdad me encantaría poder darle una noticia alegre, después de verla casi sagradamente aquí a diario. Creo que merece una respuesta de esperanza de nuestra parte. Pero…—añade—. Lo siento. No ha despertado aún.
—No pasa nada, yo puedo esperar —exclama Yor, haciendo un recambio de las rosas que trajo, sobre un florero—. Mi marido es un hombre afanoso. Despertará uno de estos días.
—Usted es muy fuerte, señora —confiesa el cirujano, obnubilado—. Nunca antes vi a una mujer tan dedicada, al cuidado de un hombre comatoso.
—Loid es el chico con el que me casé —admite Briar, con voz templada y mirada cándida—. Hice mis votos en el altar, al momento de prometerle mi amor. Usted comprenderá que cuando uno jura "en la salud y en la enfermedad", el paquete viene completo.
—Lo sé. Lo tengo presente. Pero…—añade, renuente— ¿Qué hay de la fidelidad? Tengo entendido que el juramento de ser fiel, es parte del discurso. ¿No?
—Eso…es debatible —sentencia Thorn Princess, con voz hosca—. Aun no estoy del todo clara sobre ese tema.
—¿Incluso ahora, que sabe que tiene una hija fuera del matrimonio?
—Fuera o dentro del matrimonio. Sigue siendo su hija —profesa, observando el cuerpo inerte de su cónyuge. Aunque mas desalentada que otra cosa—. Si Loid tomó esa decisión, debe de haber sido por una muy buena razón.
—Eso…no tiene mucho sentido…
—Doctor —interrumpe una de las enfermeras—. Lo esperan en pabellón.
—Si me disculpa —se retira.
Soy el hazme reír de todo el hospital. Yo lo sé. Vi como esa muchacha asomaba el rostro por la puerta y me fulminaba con la mirada, como si fuese una deshonra con patas. No solo el medico a cargo de su cuidado, me lo hace saber. Lo he escuchado de refilón por los pasillos. Cada vez que vengo, voces maldicientes calumnian mis sentimientos. Denigrando nuestra relación sin pelos en la lengua. No tienen vergüenza alguna a la hora de apuntarme con el dedo. Y es que en Ostania, el adulterio por lo regular es un tema denunciable a las autoridades. No se permite, tales injurias. La única razón por la cual no se han llevado detenido a mi esposo, es porque está en coma. He visto pasar un par de policías por afuera de su cuarto. A la par de unos agentes encubiertos, al servicio de WISE. Quienes, por su parte, también resguardan la imagen de lo que representa Twilight para el mundo. Un tipo que, a todas luces, tiene mas que justificado lo que ha hecho. Seguramente deben de pensar que Anya es parte de alguna misión o algo así. No los culpo, de cara a lo veraz, Loid es un hombre intachable. Con una trayectoria impecable al favor de la inteligencia del Oeste.
Sin embargo, en la intimidad mas pueril de todas, la historia se escribe con otros tintes. Yo no sé, si me fue infiel o no. Ni si quiera se bien, como es que llegamos a este punto. No es que esté comportándome como una mujer tonta, absurda, abnegada y ciega que no quiera ver la realidad. Es que simplemente no puedo hacerme una idea tan fútil de que no haya algo más, detrás de todo esto. Es el precio que debo pagar por estar casada con un espía. Tantos años, deambulando por las sombras de lo ficticio, fingiendo cosas que no son, simulando no entender, lo que entiendo. Haciendo caso omiso a los prejuicios de ajenos, del "que dirán". Del "que pensarán de mi". Es un camino medio bizarro con tonalidades sombrías que no pretendo amancillar, solo porque de pronto me volví insegura.
Quiero…seguir confiando en ti. Te juro que lo deseo. Pero no me lo has puesto fácil esta vez, Twilight. ¿Es esta una de esas pruebas que me comentaste en el pasado, que llegaríamos a afrontar? Una en donde ¿Nos harían confrontarnos entre ambos, para desbaratar y desacreditar nuestro amor?
Tomo su mano derecha, con suavidad. Se siente tan fría, que por unos instantes el sentimiento del abandono me acomete. La imagen de verle muerto…me descoloca. Inerte, respirando solo a través de una infame máquina que no deja de pitar en mis oídos.
Me siento tan sola…Loid. Tan desamparada, sin ti. Por lo que mas quieras…abre los ojos. Despierta. Sonríeme una vez más. Dime que me encuentras linda hoy. Me puse este vestido, solo para ti. ¿Puedes verlo? Si no lo ves, fantasea con él en tu mente. Añoro escuchar de tus labios el dulce placer de tu voz masculina. Tus cursilerías de siempre. El despojo de un febril jadeo contra mis labios, en medio de un beso lascivo. Tus poemas, tus comentarios galanes hacia mí. Quiero que me mires como solías hacerlo. Y verme reflejada en tus pupilas azulejas. Con el amor que profesas, desde el primer día que me viste en esa sastrería. No sabes, no tienes idea, no dimensionas…cuanto te amo. Te amo tanto, que me duele el corazón. No te mueras…te lo ruego. Lucha, para que al menos podamos abrazarnos una ultima vez. Y que me asegures entre tus brazos, con el ímpetu de tu varonil fuerza…que todo estará bien. Todo saldrá bien. Somos felices juntos. ¿Verdad? ¿Yo…te hago feliz?
—Loid…
La maquina ha soltado un ruido extraño que no distingo. Noto que sus ojos, se remueven debajo de dos parpados entrecerrados. Está ahí. Se que me escucha, en el mundo de lo etéreo y astral. No llamaré a nadie, porque en el fondo estás reaccionado a mi toque sensitivo.
—Quiero que sepas, que me haré cargo de Anya hasta que despiertes —sentencia Yor, entre lágrimas—. Te prometo, seré una buena madre. Que lo haré bien, como me dijiste esa noche. Pase lo que pase, te estaré esperando aquí afuera. Siempre tuya, como te juré —añade, llevando su mano contra su frente, en rezo espiritual—. Hasta que la muerte nos separe…
No. Porque ahora mismo, ni la muerte nos separará. Te lo juro…
Ayuntamiento. Martes. 16:12PM.
—Es solo un cumpleaños —retoza Camilla, recogiendo un par de documentos—. Tampoco es una fiesta de año nuevo.
—Ya, pero es el hijo mayor de Sharon —expresa Millie, preocupada—. Es natural que quiera hacerle una conmemoración linda y llena de amigos. No todos los días cumple un año más de vida.
—Me preocupa mas el menor, la verdad —sisea la pelinegra—. Es demasiado tímido y torpe. No logra congeniar con muchos niños.
—Con gusto llevaré a mi sobrinita —propone Myers, sirviendo una taza de café—. Es muy adorable y le encanta hacer amigos nuevos.
—Claro, puedes traerla —determina Sharon—. Es una celebración de niños, finalmente.
—Este…—Yor hace una pausa temerosa, incursionando en el flujo de la conversación con desdén—. Si se trata de niños, me gustaría mucho poder participar.
—¿Tu? ¿Desde cuando tienes hijos? —bufa Camilla.
—N-no tengo…del todo —explica Briar, jugueteando con sus deditos—. En realidad, no es mía. Es hija de mi marido.
Mis compañeras se observan entre sí, cuál de las tres mas pálida que la otra. No hay que ser muy inteligente para imaginar que están pensando en esos momentos. Son chicas bastante expresivas a la hora de gesticular una mueca facial. Millie es la mas sorprendida, al punto de dejar caer su taza de infusión. Camilla carraspea abochornada, interceptando la conversación.
—Yor… ¿Qué nos estás contando? ¿Cómo es eso de que Loid tiene una hija? ¿Acaso…tuvo una fuera de tu matrimonio?
—Eso creo, je…jeje…—ya no sabe que mas responder en su defensa.
—¿Eso no es considerado infidelidad? —masculle Millie, preocupada— ¿O yo soy muy anticuada?
—¿Infidelidad? Yo diría que es adulterio —profesa Sharon, encendiendo un cigarrillo nuevo—. Están casados y tienen un compromiso de por medio.
—Chicas, escuchen. Por favor…—rezonga Yor, liada—. Les pido ya no hablemos de este tema ¿Quieren? Mi esposo se encuentra en un coma inducido ahora mismo y su situación no es de las mejores. Lo mínimo que puedo hacer, es velar por la vida de esta niña hasta que despierte —desvía la mirada, timorata—. Mi devoción hacia nuestra unión no es meramente en la enfermedad. En verdad me encantaría poder llevarla a conocer mas niños. La pobre la ha pasado muy mal, estando solita…
Silencio sepulcral en el ambiente. Para sus camaradas de trabajo, Yor les resulta una mujer absurda de comprender. Sus motivaciones son un total rompecabezas mal armado. Y las convicciones que la impulsan a hacer lo que hace, un enigma sin resolver. Sin embargo, para Sharon el poder reconocer valentía en un gesto tan noble, como cuidar a una niña que no es tuya, si no de la persona que amas; le produce un sentimiento gallardo que desea atesorar. No todos los días te topas con una persona así.
—Has de tener el corazón muy grande, Forger. ¿No te duele respirar a veces? —se mofa Sharon, exhalando humor a través de los labios de forma sagaz—. De acuerdo, puedes venir. No olvides traer un regalo acorde a la ocasión. El sábado, a las 15:10PM en mi casa.
—¡Ah! ¡Muchísimas gracias, Sharon! —reverencia Briar, jocosa— ¡Ahí estaremos!
—¡Forger! —aúlla un varón, desde los pasillos— ¿Qué demonios haces aquí?
—¿Disculpe? —Yor se levanta de su asiento, aturdida— ¿Hice algo malo, supervisor?
—¿Estás de broma? No puedes estar trabajando hoy —berrea el mayor, mosqueado—. Vete a tu casa. Tienes fuero.
—¿Fu-Fuero…? —Briar no se entera— ¿Fuero de que, señor?
—¿No te enteras o que pretendes? —protesta el varón, arrojándole un documento sobre el escritorio—. Fuero de viudez. Según la ley 20.103 del código del trabajador, una mujer no puede ejercer un cargo publico si acaba de enviudar. Tienes fuero de un mes.
—¡¿Un mes?! U-un momento, señor…—espeta la pelinegra, absorta con lo que le comenta—. Con todo respeto, yo no he enviudado…
—¿Cómo qué no? —el jefe se retrae.
—No, señor —explica, aturdida—. Mi marido no ha fallecido…
—Pues no es eso lo que indican los de seguridad estatal —le recalca el superior—. Lee el acta. Ahí dice claramente que estás con fuero y que el señor Forger ya no está entre nosotros. Si tienes alguna queja, preséntala frente a los de la SSS. Por el momento, debes irte a casa —le entrega su abrigo—. No quiero tener problemas con los estatales. Al menos, tomate un descanso de tus obligaciones por sanidad mental.
—¿Pero esto que mierda es? —Yor relee la misiva, entrejuntando las cejas, colérica— Yuri…
[…]
—¿Qué crees que haces, Yuri? —le reprocha Yor, furibunda— ¿Acabas de dar por muerto a mi esposo?
—Hermana, lo hice por tu bien —retoza el militar, ofuscado—. Estás demasiado ensimismada en la idea de que Lotty sigue con vida. Y te entiendo…
Apartamento de los Forger. 21:14PM.
—Yuri, debes parar con esto —le increpa la mayor, ofendida—. No me hagas pasar por una persona loca.
—¡Pero, hermana! —atañe el subteniente, liado—. En serio, no temas en contarme la verdad. Se que estás muy ciega con esto. Pero los hechos hablan por sí solos. Él está-…
—Yuri. Por favor. No intentes ni por un segundo hacerme ver como una chica que no quiere asumir algo. Yo en ningún momento me he adjudicado la condición de mi esposo —refuta Yor, malograda—. Y no estoy siendo terca ni mucho menos tonta. Loid no ha fallecido. Sigue con vida. No es una maldita fantasía.
—Hermana, yo-…
—Borra esto —demanda, afrentada—. No me importa que es lo que tengas que hacer al respecto, pero elimínalo. Loid no está muerto.
—Está en coma, hermana…—sisea, importunado.
—Inducido. Si no entiendes el termino, no lo uses en mi contra por favor.
—Inducido es lo mismo que muerto —expresa el pelinegro.
—No es lo mismo, joder —berrea, iracunda—. Loid se encuentra en cuidados intensivos ahora mismo. Su coma es provocado, justamente adrede para que se recupere. No es que su cuerpo esté en proceso de descomposición. Lo hacen para que sane el daño cerebral.
—Tu no lo entiendes, hermana. No te juzgo, porque eres una mujer linda, maravillosa y muy inocente —relata Briar, frustrado—. Pero la situación es distinta desde afuera. Loid Forger fue denunciado a las autoridades por adulterio. ¿Si sabes lo que es eso? Lo tachan de infiel. Su reporte nos llegó hace una semana y si bien intenté hacer caso omiso, los altos mandos me obligaron a llevármelo detenido. Era eso o…redactar este informe de mierda.
—Por la mierda. Ya lo suponía. Por algo vi tantos agentes estatales afuera de su cuarto. Pero no es lo que piensan. El ni si quiera ha dado su versión de los hechos. Que infames…—la señora Forger aprieta ambos puños contra la mesa, carraspeando—. Basta de estupideces, Yuri. Da igual lo que te hayan mandado a hacer. No te puedes llevar preso a un hombre en coma. Es absurdo. Se que eres mas inteligente que esto, así que no juegues conmigo y dime por qué insistes en separarme de él.
—Te juro que no es personal…—añade, desviando la mirada un tanto abochornado—. Bueno…no del todo.
—¿Es eso? ¿Estás tomando una especie de venganza frente a mi esposo por la aparición de esta niña? —Yor lo asesina con los ojos—. Porque si es así, te juro que yo no tendré compasión. Si tanto querías darte el gusto de la razón frente al "no confíes en los hombres, son infieles y mentirosos" te lo concedo. Pero —gruñe, mostrando los dientes—. Si me vas a usar a mi como un modelo de lo que no se debe hacer, pierdes tu tiempo. No te permitiré que traspases dicha confianza que yo misma te he depositado.
—Yor, por favor. No me-…
—¡Ya hice mi tarea! —chilla Anya, interrumpiendo abruptamente la conversación—. Ups…disculpen. No sabía que la policía venía a casa. ¿Me van a llevar detenida por tardar demás?
—No, Anya —sentencia la asesina, determinada—. En realidad, este es mi hermano Yuri.
—¿Es mi tío?
—Pero esto ¿De que cojones va? — No, niña. No soy nada tuyo —rezonga el policía—. Guarda respeto.
—Que extraña familia que se habla tan feo —comenta la menor, apabullada.
—Anya, luego te atiendo ¿Sí? Déjame aclarar una cosa con mi hermano. Que al parecer…—dos chispas de fuego salpican desde sus ojos— No entiende un carajo.
—¡¿Qué?! —Yuri despabila, afrontado— ¡¿Cómo que no-…?!
—De acuerdo, Yor —sisea Anya, bosquejando una mueca maquiavélica en el proceso— Te lo encargo, por tu bien.
—¿Qué mierda fue eso? ¿Esa niña me acaba de…amenazar? —lo ve y no lo cree—. Oye, hermana. Espérate un momento. ¿Esta es la mocosa de Loid? Porque no me parece que sea tan inocente como se muestra.
—Te estas extralimitando con tu cargo, Yuri. De nuevo y por ultima vez te repito —sentencia—. Loid no es adultero. Anya es su hija y ahora es la mía. Si realmente quieres ayudarme y no estorbarme, hace lo que te digo y levanta el fuero. Seguiré trabajando como de costumbre. Mi esposo no murió y en cuanto despierte, te prometo que te dará todas las respuestas que a tu incertidumbre te acometen.
—Hermana…—exhala derrotado, el militar—. Como familia, estamos muy conscientes de que no puedes tener hijos ¿Vale? Pero eso no te limitar a tener que hacerte cargo de los críos de otro.
—¿Acaso me ves molesta con esto?
—N-no del todo. Es por eso que me preocupa. Te veo muy corriente y campante con el tema —confiesa el militar, burlado—. Esta situación no es normal. Es atípica y muy bizarra. Si tu no quieres-…
—Tengo sed —anuncia la menor, en medio del salón— ¿Podemos tomar una cocoa ahora?
—¿Y esta mocosa, que? ¿Acaso pretende confundir a Yor? —Yuri la enfrenta, con la mirada—. Oye, niña. No interrumpas cuando los adultos hablan. Si no-…
—Un momento, Yuri —berrea Yor, levantándose en dirección hacia la cocina—. Le daré su leche a Anya y luego continuaremos con esto.
—¡Pero! ¡¿Hermana?! —ya no entiende nada.
En la cocina.
—¿Quién es ese hombre tan grosero? —examina Anya, atormentada—. Me da mucho miedo…
—No es nadie malo, pequeña. Solo es mi hermano menor Yuri —explica la señora Forger, preparando una infusión dentro de un tazón—. Ya casi hierve el agua. Luego te irás a la cama ¿Sí?
—No puedo dormir tranquila si el está aquí —farfulle la pelirosa, decaída—. Te habla muy feo y me odia.
—Yuri solo está frustrado, es todo —esclarece la mayor, en una sonrisa amena—. No te odia ni tampoco desea usar esos términos conmigo.
—Eso no lo sé —chista la menor, preocupada—. Papá solía decir que las verdaderas intenciones de la gente solo se ven a través de gestos violentos. Yuri es uno de ellos.
—¿Yuri es…violento?
Válgame dios. Nunca antes me lo replantee así. Temí por unos segundos que solo fuese un método de dialogo aprendido. Algo que, con el paso de los años, llegué a normalizar. Pero si lo analizo fríamente ahora, en efecto lo es. Cada vez que mi hermano menor mostraba un ápice de descontento, se arrojaba a tal ideal con mucha ira. Una que jamás dimensioné fuese toxica. Anya es una niña pequeña. Los niños captan las emociones en adultos de una manera muy sincera. Adoptando tales métodos a futuro para absorber esos actos y repetirlos inconscientemente de grandes. Yuri no me resultaba un modelo a seguir, si quería que se llevara bien con Anya. Porque al final del día, ella terminaría reaccionando de igual forma. Y no creo sea la clase de sugestiones que Loid o yo busquemos para nuestros hijos. Despabilé. Tarde, pero lo hice.
—¿Qué sugieres?
—Creo que debería irse —sanea Anya, bosquejando una sonrisa endeble de medio labio—. No puede volver a esta casa con esa actitud. Me hace mal. No quiero aprender cosas feas, Yor. Papi no lo permitiría.
Vale. Ya entendí.
—Yuri —determina la fémina, regresando al salón—. Será mejor que te vayas.
—¿Me estas…echando, hermana?
—Si —aclara Anya.
—No —aclara Yor—. Pero…es tarde y esta conversación no irá a ningún lado. Has actuado y hablado de una forma muy errática conmigo. Ciertamente no lo vi antes. Ahora…lo veo. Eres muy agresivo para solicitar cosas.
—¿Co-Como que soy agresivo…? —Briar parpadea, estupefacto frente a su declaración— ¿Acaso insinúas que te estoy violentando?
—Si —masculle Anya.
—No —esclarece Yor—. Pero…puede que, si seguimos así, caigas en ello. Así que, por favor te pido…—coge su abrigo y se lo enseña, abriendo la puerta—. Retírate. Y no vuelvas más hasta que puedas hablar con respeto conmigo.
—Her-hermana…yo no…
—Ya escuchaste a Yor —corea Anya, delineando una astuta sonrisa maquiavélica—. Por favor, vete. No vuelvas más.
—…
Esa noche, Yuri se fue de casa con el amargo sabor de la derrota. Quizás buscaba imponer su propia incertidumbre en mí. Quien sabe. Sus miedos, sus inseguridades. Las que yo no profesaba en lo mas mínimo. Anya resultó ser una luz en mi camino. La esperanza de ambicionar instruirse cosas buenas de ella, a través de la comprensión y la tolerancia. A partir de ese momento, concebí muchas cosas. Uno no nace sabiendo ser madre. Son los hijos, quienes nos enseñan a como serlo de la mejor grafía posible. Pensé que estaba bien, seguir sus pasos. Ella me enseñaba a como lograr alcanzar la maestría de una madre perfecta. Una que diera el ejemplo. Que mitigara el dolo de otras personas, haciéndome respetar con honor frente a las injurias de otros. A no soportar faltas de respeto y a darme mi valía dentro de la sociedad.
Es lo que cavilé durante días. Al lado de Anya, todo parecía sencillo. Incluso hasta las famélicas viejas del quiosco de la esquina, comenzaron a respetarme. Las vecinas, sobre todo. Que solían inventar embustes frente a mi himeneo, se callaron. Obtuve apaciguar las malas lenguas, a punta de respuestas expertas, dotadas de un adiestramiento único que no les daba chance de razonar nada hacia mi persona. ¿Lo estoy haciendo bien, Loid? Quiero que te sientas orgulloso de mi.
Sábado. En el cumpleaños.
—Se las presento. Ella es Anya Forger —expresa Yor, optimista.
—Soy Anya Forger, hija de mi papi Loid Forger —saluda la menor, mostrando un aura impasible y dotado de ternura—. Mucho gusto en conocerlas a todas y gracias por invitarme a esta linda fiesta.
—¡Omg! ¡No puede ser! ¡Que niña tan educada y bonita! —Camilla lo ve y no lo cree. Se tuvo que cubrir la boca, para no quedar al descubierto—. Mu-mucho gusto, Anya. Soy Camilla, compañera de trabajo de tu ma-…quiero decir —despabila—. De Yor, jeje…
—Me gusta su cabello, señorita Camilla —halaga la pelirosa—. Que corte tan elegante.
—¿De-De verdad? Jajaja…—ríe, ruborizada—. Que cosas dices, jeje…
—Es muy mona, sin duda —ostenta Millie, divertida—. Y su vestidito le queda muy bien.
—He traído un regalo para el cumpleañero —extiende el paquete entre sus deditos—. Aunque…no lo conozco del todo, disculpen.
—No te preocupes, con el tiempo se conocerán —murmura Sharon, agasajada—. Se llama Dylan. Y está por allá jugando con otros niños. Si gustas puedes ir con él.
—¿Puedo? —consulta, inocente.
—Ve, Anya. Tienes permiso —Yor le da ánimos para que se atreva—. Cualquier cosa estaré por acá con las chicas.
—¡Está bien! —corre hacia el montón.
—¿En verdad es la hija de Loid? —cuestiona Camilla, al oído de Sharon—. Me cuesta trabajo creer que Yor esté cuidándola como si fuese suya. No me imagino que debe de opinar su hermano al respecto.
—Si tanto te preocupa, pregúntaselo a Dominic —le reprocha la madre de anteojos—. El es amigo de Yuri ¿No?
—S-si, pero…no quiero sonar entrometida.
—Ya lo estás haciendo —se encoge de hombros—. Será mejor que no hablemos del tema. Yor nos lo pidió. Hay que respetar su voluntad.
—Uhm…—profesa, confundida. Cambia radicalmente de tema— ¡De acuerdo! Yor ¿Bebemos algo? Vamos, te mostraré la sala.
Que alegría saber que tanto mis colegas como los otros asistentes e incluso los niños, se muestran tranquilos con nuestra presencia. Temía que el rechazo fuese la primera impresión que diera. No obstante, nadie aquí parece expresar malas caras o cuchicheos soslayados de malicia. Es increíble lo a gusto que puedo llegar a sentirme, platicando con otras madres. Ahora que llevo un tiempo ejerciendo dicho rol, desenvolverme con naturalidad sobre algunos argumentos me genera paz. Me exilie por tantos años de lo que significaba ser mamá, que ni por asomó llegué a dimensionar que terminaría intercambiando ideas, opiniones y sugerencias sobre el cuidado de los hijos. La mayoría de los asistentes me superan en edad. Soy la mas joven de todas. Eso me cataloga en el eslabón mas inexperto de todos. Pero aprendo rápido. Escuchándolas y tomando notas mentales de variados tópicos.
—La mía ya no moja la cama —comenta una—. Pero no fue fácil conseguirlo. Nos tomó tiempo con mi marido.
—Mi pequeño August, hace poco dejó el biberón —expresa otra, entre risas—. Logramos quitárselo a tiempo, antes de que sus dientes se deformaran.
—Mis gemelas han iniciado clases de danza y arte contemporáneo —revela la tercera—. Deben tomarlo con calma, dado que los huesitos de sus rodillas están en formación aún.
Tantas ideas. Tantas experiencias. Conocí a Anya en una edad en donde prácticamente ya venia criada. No había mucho de lo que pudiera aportar, dado que todos esos procesos me los salté, lamentablemente. Pero con 6 años, seguro que encontraría un hueco para meter la cuchara. Era cuestión de minutos, para que…
—¡Buaaah!
¿Qué pasó? A las horas de llevar participando en la celebración, el hijo menor de Sharon corría despavorido ha sus brazos. Lloraba a moco tendido y temblaba como si hubiese visto un fantasma.
—¿Qué ha pasado, Julien? —consultó su progenitora, preocupada.
—¡Uwa! ¡Esa niña de cabello rosado es mala! ¡Muy mala! —berreó, apuntándola hacia una esquina— ¡Me ha puesto una lagartija en el pantalón! ¡Y yo odio los reptiles! ¡Les tengo pánico!
—¿Anya hizo eso? —cuestiona la pelinegra, observándola a lo lejos.
—Disculpen, no fue mi intención —se excusa Anya, cabizbaja y con semblante sumiso—. Solo estábamos jugando con animalitos…
—¡No era ningún juego! —protesta el pequeño, furibundo— ¡Me dijiste que me mataría y me comería por dentro!
—Este…Sharon, discúlpame…pero —incursiona Yor, liada—. Anya apenas conoce a tus hijos. No tenía la más mínima idea de que le daban miedo los reptiles. Es la primera vez que se ven. Y jamás le diría algo así a otro niño.
—Es cierto, Julien —le reprocha su madre—. No deberías estar acusando así a otros niños ni mucho menos inventar calumnias.
—¡No es verdad! ¡Ella lo sabía! —insiste el menor, garboso y con semblante compungido— ¡Ella…de alguna forma lo sabía! ¡No sé cómo!
—¿De que forma? —redunda Sharon— ¿Se lo dijiste tú, acaso?
—¡N-no…! ¡Pero…! —sisea, embrollado—. Me miró como si lo supiera…y entonces lo hizo. A propósito. Deseaba atormentarme. Se estaba riendo…de mí.
—De verdad. Es un mal entendido, solo jugábamos —Anya humedece los parpados, tentada a sollozar—. Es la primera vez que me tratan así en un lugar ajeno. No pensé que fuese una niña mala…yo…—y se larga a llorar— ¡Buaawh!
—¡Anya! —Yor corre hacia ella, completamente descalabrada. La abraza, con suavidad—. Ya, ya…shh…cariño, todo estará bien. Solo fue un error. No pasa nada. No eres mala niña.
—Julien, pide disculpas —demanda Sharon, molesta.
—¡Pero, mami!
—¡Ahora! —farfulle.
—Gnh…pero…yo…—el pequeño hace una pausa, de labios y puños agrietados en angustia—. Ella…
—Si, Julien. Pídeme perdón —Anya lo fulmina con la mirada, en una expresión macabra— De rodillas, mariquita.
—¡Ngn! —automáticamente se espanta de vuelta— ¡No lo haré! ¡Esa niña es un monstruo! —huye al cuarto.
—¡Julien! —Sharon sopesa la vergüenza de las miradas ajenas, recaer sobre sus hombros. Abochornada, se disculpa con los presentes. Nunca antes vio una actitud tan errática en sus hijos. Aunque del menor, que es mas introvertido…—. Les pido perdón. En especial a Anya y a Yor. Julien es un niño muy tímido y le cuesta hacer amigos. Si me permiten, iré a calmarlo.
—Vaya…que escandalo —sisea una de las madres presentes—. Que niño tan mal educado.
—¿Ya viste como le dijo? —niega con la cabeza, otra—. Terrible actitud. No quisiera que luego culpen a mi hija con algo así.
—¿Estás bien, Anya? —Briar remueve sus lágrimas, con un pañuelito—. Tranquila, no fue nada. No eres un monstruo.
—Yor…Sharon es mala —bosqueja la ojiverde, en un abrazo constreñido contra su pecho—. No deberías relacionarte con gente así. Imagina permite que su hijo me diga esas cosas. Quizás que otras, dice de ti en el trabajo.
—¿Sharon…? —redunda la señora Forger, confundida— Pero de algún modo, tiene razón. No solo he escuchado de su boca, hablar mal de mí. También lo vi de Camilla y Millie antes. Aunque de un tiempo a esta parte, no se comportan crueles conmigo —regresa en sí, hastiada—. Supongo que será mejor irnos a casa. Ya no tenemos que quedarnos aquí.
—¡Espera, Yor! —Millie la ataja en la puerta— ¡¿A dónde vas?!
—Nos vamos. Este ambiente venenoso no le hace bien a Anya.
—¿Venenoso? —farfulle, absorta con lo que comenta— ¿Qué cosas dices? Solo son cosas de niños. No deberías llevarlo a un ámbito.
—¿Crees que estoy sobre exagerando al respecto? —Briar la fulmina con la mirada—. Soy nueva en esto, lo admito. Pero si algo he aprendido al respecto, es que los niños son como esponjas. Absorben todo lo que sus padres les enseñan.
—N-no…pero…—calla.
—Como decía mi abuelita —exhala Camilla, restándose del asunto—. "Los ebrios y los niños, siempre dicen la verdad"
—No estás ayudando ¿Sabes? —Myers le reclama.
—Que quieres que haga —se encoge de hombros—. Menos mal no tengo hijos. Que lio.
—Nos vamos. Adiós, chicas —Yor coge la mano de Anya—. Gracias por todo. Muy linda fiesta, por lo demás.
—¡Yor! ¡No te vayas así! —Millie se paraliza tras una puerta, que se ha cerrado casi en sus narices. Baja la mirada, derrotada— ¿Qué está pasando…? Yor no suele comportarse así. Nunca antes la vi tan…molesta con nosotras.
Soy una buena madre. Una excelente madre. Nadie me quitará eso de la cabeza. Si Anya profesa incomodidad, mi misión es velar por su sanidad mental. Pasar por alto las señales que un niño te da, es lo mismo que dejarla en el abandono mismo. No lo permitiré. He de tomar en consideración todo lo que ella diga. Y llevarlo a cabo al pie de la letra. Aunque eso me cueste, la rivalidad con personas que no comprendan el significado de ser un adulto al servicio de su retoño.
[…]
—¡Señora Forger! ¡Al fin la vemos por acá! —espabila la modista, alegre— ¿Viene por un nuevo vestido?
—Yor ya no usa vestidos —espeta Anya, unánime—. Son un modelo primordial a la hora de consagrar el feminismo. Quiere un pantalón y una blusa.
—Un…pantalón y una blusa, será jovencita —ríe incomoda, la dueña—. Pase por acá…
[…]
—¡Yor! —berrea Camilla, optimista—. Luego del trabajo iremos a tomar unos tragos al bar. ¿Vienes?
—No puede —retoza Anya, tomando de su mano—. Yor debe ir a ver a papá al hospital.
—Ah…es cierto…—masculle la rubia, buscando consuelo en sus compañeras—. Mucha suerte entonces esta tarde, Forger.
—Gracias, chicas. Por entender —asiente Yor.
Anya…es mi mundo ahora. Todo lo que hago, no hago, digo o no digo, reclamo o simplemente callo, pasa por ella. Se ha apoderado de mi vida, con una elegancia hormonal que mi calidad de madre no permite apaciguar. Lo que he aprendido de ella, me saca de quicio. Aunque incluso, llegue a cuestionarme lo que busca. Ya no salgo con mis compañeras de trabajo. No hago nada, que no sea en torno a ella. Me limita en cuanto a las tareas del hogar. Me enseña costumbres del colegio. Le ayudo a estudiar, la aseo, la alimento, le pago todo. Mis misiones como asesina quedaron de lado. Garden no deja de llamar al teléfono. El otro día, Anya desconectó la línea. Me dolía tanto la cabeza, que me sugirió ir al cine. Luego nos pasamos al teatro. Soy feliz. Soy una madre al fin, caritativa y condescendiente con ella. Si yo digo: dale. Ella dice: No. No se hace y punto. Le he tomado un cariño ancestral que no provecho conjeturar a figurativas imágenes de lo que alguna vez fui. Aun sigo visitando sagradamente a Loid en el hospital. Ya nada me importa poco menos que un paquete de palomitas lo que digan o piensen de mí. Cuando estamos a solas, sin la pequeña, le canto canciones. Le recito poemas que el me escribió de puño y letra. Inspecciono sus signos vitales. Aun aguardo, esperanzada de que despierte. Pero no dejo de lado en ningún momento mi calidad como una progenitora. Casi como si la hubiese parido yo.
De un tiempo a esta parte, Anya me ha comenzado a llamar "mamá" o "mami". Me parece una ternura de su parte. No me molesta en lo absoluto. La he dejado ser, como guste. Nuestra relación avanzó a pasos agigantados, en los últimos meses. Creí que mi cariño por ella pasaría como un vendaval soberbio por el océano. Pero llegó el día, en que instintivamente…sentencié nuestro vinculo al responderle con el peyorativo noctívago de una "hija". Fue la noche mas linda de todas. Me abrazó fuerte y me dio un beso en la mejilla, atosigada de amor.
—No te preocupes, mami —clamó Anya, contenta—. Ahora que soy tu hija. Nada ni nadie nos va a separar. Ni si quiera papi.
—Loid jamás nos separaría, cariño —esbozó Yor, en un mohín risueño—. Desde que apareciste en mi vida, no me he sentido mas dichosa antes. Me regocija saber que tu sonrisa radiante, llena mi mundo por completo.
—Siempre quisiste ser madre ¿Verdad? —sisea la menor, con suspicacia.
—Lo busqué por tantos años…—sentencia Briar, festiva—. Era mi sueño.
—¿Y ahora? ¿Eres feliz siéndolo? —consulta la pequeña, insinuante—. Es que yo no logré salir de tu vientre. Y me conociste tarde…
—Nada de eso, Anya. No importa si no vienes de mis entrañas. Yo ahora mismo…—profesa la asesina, en un gesto ameno de cordialidad—. Me siento plena y completamente feliz de que estes a mi lado. Mas que mal, eres la hija del hombre que amo. Es como si hubieras sido parida por mí.
—Gracias, mami. Tu eres muy buena mujer —confiere Anya, removiéndole los cabellos; apacible—. Solo no olvides apagar la estufa. El agua está hirviendo hace un ratito.
—¡Ah! ¡Disculpa! ¡Casi se me olvida que iba a preparar chocolate! —Yor brinca, cortando el paso del gas en el proceso—. Gracias por recordármelo. Por poco y lo descuido.
—No te preocupes. Para eso estoy yo —ríe Anya, escondiendo el semblante bajo un velo de misterio— No querrás provocar un incendio ¿O si…?
Es tan linda. Y tan buena e inocente. Hasta se preocupa de la casa. ¿Cómo puedo odiarla? Cuidaré de ella, sin importar que. Despierta pronto, mi amor. Loid…te estamos esperando. Con Anya te recibiremos de brazos abiertos, a tu regreso. No te olvides de nosotras. Como yo no me olvido de ti…
