—Detective Ramson —una mujer de cabellos grisáceos y mirada templada se presenta en la escena. Desde el interior de su chaqueta, extrae una identificación; con un emblema remarcado en la esquina—. Me llamo Fiona Frost. Vengo del departamento de asistencia social de Luwen.
—Ah…un agente de Wise —chasquea el varón, malogrado—. Buen disfraz, sin duda.
6 años atrás. Provincia de Luwen. Westalis. 22:19PM.
—Veo que su nombre le precede —profiere la fémina, con actitud hosca. Guarda el documento, ya que no parece necesitarlo del todo—. Dejando de lado el hecho de que me ha reconocido, quisiera más detalles de lo que pasó.
—Un incendio. Eso fue lo que pasó —espeta el hombre—. Los bomberos están intentando apagarlo. Las llamas han consumido la mayoría del edificio. No ha sido fácil. Nos falta personal.
—¿Cómo se originó?
—No sabemos, aún —exhala, frustrado—. Las pesquisas preliminares apuntan a un fallo en las calderas. Posiblemente un cable que se soltó e hizo contacto con el fusil de alimentación.
—¿Indicios de participación de terceros?
—Ninguno —niega—. No que hayamos notado. Este lugar es muy viejo. Durante la guerra se usó como fábrica de metalurgia para la construcción de tanques y armas. Desde entonces, fue desmantelado, pero nunca contó con el financiamiento suficiente como para remodelarlo del todo.
—Entonces ¿Insinúa que fue fortuito y no provocado?
—¿Quién podría querer quemar un centro de acogida? —berrea el detective—. Es ridículo. Ahí dentro solo había niños y cuidadoras leales a la nación.
—Por lo mismo. Esos niños…no eran del todo normales —espeta Fiona—. Muchos de ellos fueron sacados de campos de concentración en Ostania y llevados a un proceso de acondicionamiento.
—No me haga quedar como un tonto, agente. Se muy bien qué clase de lugar era este —protesta, mosqueado—. Usted es parte de esto ¿No?
—¿Por qué lo dice? —pestañea la fémina, absorta.
—¿No acaba de decir que mi nombre me precede? —retoza, dando media vuelta—. Puedo verlo en sus ojos. No está en condiciones de reclamar nada, si estaba dispuesta a aportar con este enfermizo plan del gobierno.
—N-no se…de que habla —desvía la mirada, fingiendo hacerse la desentendida del tema—. No vine aquí como una agente. Solo estoy investigando por mi cuenta.
—¿Cómo una civil? —arquea una ceja.
—Como una…servidora pública preocupada. Es todo.
—Imagino que el padre ya lo sabe ¿Verdad?
Silencio sepulcral en el ambiente. Fiona se cubre el vientre, apretando la chaqueta contra el cuerpo. Tras no recibir respuesta alguna, el detective la observa por sobre el hombro.
—Su silencio otorga —descuece el policía—. Yo que usted, me replanteo la situación. Si estaba pensando entregar a ese bebé al proyecto, decline. Es siniestro y no tiene cabida alguna.
—Se está extralimitando, Ramson —gruñe Frost, afrentada—. No sé de dónde saca tanta imaginación. Pero tenga cuidado a la hora de emitir juicios sesgados. Muy inteligente será. Sin embargo, eso le podría costar el puesto.
—Jm…sí, claro —asiente, derrotado—. Sea una buena espía, Fiona. Y muera con la mentira. Si me permite, tengo una investigación en curso con la cual lidiar. Hasta luego —se retira.
—…
[…]
—¿Cómo te fue, Nightfall? —consulta Twilight, encendiendo un cigarrillo— ¿Averiguaste que sucedió en las instalaciones de Prost?
En algún vehículo de algún callejón desconocido. 22:50PM.
—Es tal y como dijiste —relata la muchacha, cerrando la puerta del carro—. Ramson es muy suspicaz. Demasiado…para ser cierto. Posiblemente nuestras sospechas tengan asidero y esté trabajando para Ostania como infiltrado. No dio detalles de nada.
—Es un imbécil —sisea el rubio—. No sabe con quién se está metiendo. Al menos no descubrió que venias de parte de Wise —agrega, ofreciéndole un cigarro desde la caja— ¿Te lo enciendo?
—No, gracias ¡Cof! —tose, esbozando una mueca nauseabunda en respuesta— ¡Cof! Por hoy…no fumaré.
—¿Tienes dolor de estómago? Te ves algo pálida.
—N-no…nada de eso. Es alergia…—desvía la mirada, apabullada— ¿Nos vamos ya? Ha bajado la temperatura.
—Si. Otra noche en vela —el ojiazul enciende el motor, dando marcha hacia la avenida principal de la urbe—. Debemos esperar nuevas órdenes de la central. ¿Te dejo en tu residencia?
—No puedo llegar a casa hoy —falsea, la peliblanca—. Me están siguiendo.
—Será mi apartamento entonces —exhala, bajando el ventanal para fumar a gusto—. Compraré un vino y algo para comer. ¿Qué se te antoja?
—Algo…que lleve verduras, si es posible —musita, tímidamente.
—¿Cambiaste de dieta? —consulta Twilight, jocoso—. Que bien. Al menos dejarás así los embutidos por un rato.
—No te burles —balbucea, abochornada.
—No lo hago. Al contrario, me alegra mucho —ríe, jovial—. Pasaré por la quinta y te compraré una ensalada.
—Me parece…
23:42PM. Apartamento de Twilight.
—Ahh…hoy estuvo algo duro —exclama el varón, saliendo de la ducha con una toalla alrededor de la cintura y secando su cabello— ¿Te sirvo una copa también? —sugiere, descorchando la botella.
—Por hoy, no beberé nada —manifiesta Frost, satisfecha con su comida—. Tal vez un té, si es posible.
—¿Dejas el cigarro, el alcohol y las frituras? Vaya —exclama, sorprendido—. Sin duda que estás haciéndome más caso ahora. Es parte de tu entrenamiento. Llevas poco tiempo saliendo del cuartel —añade, hirviendo agua—. Te prepararé lo que gustes. ¿Me traes ropa limpia por favor?
—Twilight…—murmura Nightfall, rodeándole con ambos brazos por detrás en un abrazo sincero— ¿Alguna vez has pensado en formar una familia?
—¿Una familia? ¿En tiempos como estos? —contesta, divertido—. Ni de locos. Eso suena muy irresponsable de mi parte. Primero debemos alcanzar la paz entre ambas naciones. Quizás luego, me lo piense. ¿Por qué lo preguntas?
—Nada…—sisea, escondiendo el semblante tras su espalda—. Solo decía. Ten, te traje ropa.
—Nightfall —examina el muchacho, volteándose con suavidad. Tan solo para conectar una mirada sensible con su compañera— ¿Te sientes bien?
—Me siento bien. De verdad —revela la agente, ruborizada— ¿Por qué no lo estaría?
—Es que…estás temblando.
—Tengo frio, es todo. Está nevando ahora mismo —inquiere, observando el ventanal que da hacia la calle— ¿Cómo puedes andar semi desnudo por la casa? ¿No te entumeces?
—Estoy bebiendo vino —le señala el chico, en una copa repleta de dicho brebaje—. Me da calor. Pero no sé si un té sea suficiente para ti, como para que lo apañes. ¿No quieres que mejor te haga un café o u-…?
—No quiero nada…—susurra Fiona, contra la comisura de sus labios— No necesito nada. Mas que tu calor…—sentencia, llevando una de sus manos por el interior de su toalla— En realidad, quiero esto, de aquí…—aprieta, masajeando delicadamente. Sintiendo, como crece vigoroso— Vamos a la cama. No tomes más. Acompáñame…
—Fiona, tu…
[…]
—Mmh..
Twilight se arrima contra Nightfall, en un drástico beso que le invita a fulminar el acto, con una estocada certera en su interior. Se deja caer sobre la anémica anatomía de su amante, despojado del brío jadeante de un suspiro y el sudor que esferita su rostro. Ambos jóvenes espías se envuelven en un tórrido abrazo, entre mimos y agasajos pueriles; como lo haría una pareja de enamorados. Aunque no fuese el caso, del chico. Ya que el, sabe muy bien su papel al no involucrar sentimientos de por medio que lo lleven a caer en la demencia, de un enamoramiento fútil que le hagan perder la razón. La manera en la que ejerce potestad en la cama, confundiría a más de alguna. Sin duda lo sabe. Pero no se hará cargo de una culpa que no es suya, al ser tan diestro a la hora de intimar con alguien. Twilight Se acomoda a su lado, de cara al techo. Su pecho sube y baja brioso, en busca de aliento.
—Eso…ha estado distinto, Nightfall. Lo he sentido diferente —jadea el rubio, sereno— ¿Por qué tan cariñosa de pronto?
—¿Tanto te sorprende que sea tierna contigo? —espeta la muchacha, preocupada.
—No mucho. Es solo que…—explica, en una sonrisa sincera—. Por lo regular nuestros encuentros son más…mhm… ¿Cómo decirlo? Ansiosos…
—Agresivo, querrás decir —murmura Fiona, recostando su rostro contra su pecho.
—Jamás te he notado agresiva conmigo. Solo que mucho más entusiasta —revela el varón, acariciando su nuca en el proceso— ¿Es parte del cambio de dieta y vida que estás haciendo? ¿O hay algo de lo que no me entero?
—N-no…nada nuevo, realmente —miente, descalabrada—. Es solo sexo, Twilight. No significa nada más.
—Yo sé. Y de verdad que lo disfruto mucho. Pero…no sé —insiste el rubio, preocupado—. La manera en la que me mirabas hoy…ah…—despabila, negando con la cabeza—. Discúlpame. Que tonto. Se me olvida que somos espías. Somos muy buenos para disimular y mostrar algo que no es. Perdona. Siempre estoy sobre pensando de más. Sacando conclusiones de más. Leyendo el rostro de otros, de más. Tienes razón. Es sexo. Muy bueno, por lo demás.
—¿Qué pensabas? ¿Qué estoy enamorada de ti o algo así?
—Jajaja, por favor, no te burles así de mi —carcajea Twilight, depositando un beso casto sobre su frente—. No, nada de eso…— Si. Lo pensé. Bueno, al menos…así lo sentí. Fiona no lo entiende porque es chica. Pero estar dentro de una mujer es…como conectar con ella. Llega un punto en donde casi no solo escuchas el latir de su corazón. Si no que también oigo pensamientos. No sé, quizás yo esté loco. ¿Será un trastorno? Solo me pasa a mí, seguramente —niega con la cabeza—. Ha estado muy distinto y te lo agradezco. Gracias por regalarme tu calor y se-…
—Estoy embarazada.
—¿Qué…?
—Lo que escuchaste —Fiona se sienta sobre la cama, cubriéndose tímidamente con las sábanas—. Estoy…esperando un bebé.
—Fiona, tu no…—Twilight también se sienta, sobresaltado y al mismo tiempo, pasmado—. Tu no estás hablando en serio ¿O sí?
—¿Te parece que esté fingiendo ahora, Twilight? —profesa, ofendida—. Mas con algo tan serio como… ¿Esto?
—N-no…por favor. No te lo tomes así. Es solo que…—Mierda… ¿En qué momento? Creí cuidarme…quiero decir. Vamos, usé preservativos. ¿Cómo pasó? —traga saliva— ¿Estás muy segura?
—Muy segura.
—Tiene sentido. Ahora que me dijo que no bebe ni fuma y dejó ciertos alimentos…pero… ¿En serio? —se retrae, confundido—. Vale…no te voy a preguntar de quien es porque es una estupidez. Disculpa, no quiero ofenderte. Es claro que es mío. ¿Verdad?
—¿De quién más? Por favor…—sisea, malograda—. Tu eres el único en mi vida con el que…
—Es-espera…no digas nada —la acalla, posicionando un dedo contra sus labios—. Ya no digas nada más. Es muy claro que si es mío. No pienses mal de mí. Jamás pondría en duda tu valía como mujer. Eres una amante increíble y llevamos tanto tiempo teniendo relaciones, que…bueno. Supongo que podría pasar.
—¿No te sorprende?
—Me sorprende, sí. Pero no por ti. Es solo que…—escudriña, buscando las palabras mas adecuadas para el momento—. Me cuidé ¿Sabes? Tomé resguardos. Estoy 100% seguro de que usé profilácticos contigo. Entonces comprenderás…
—Creo que fui yo —admite Nightfall, ofuscada consigo misma—. Estas malditas pastillas, no sé realmente cómo funcionan. Hubo días en las que olvidé tomarlas, lo admito. Pero nunca llegué a dimensionar que algo así pasara. Quiero decir ¿Qué probabilidades teníamos? Pensé —explica, molesta— ¿Cómo podemos ser tan fértiles?
—Al parecer, lo somos —ya no sabe que más decir al respecto.
—Twilight, escucha —sentencia Nightfall, decidida—. No te conté esto para que obligadamente te hicieras cargo de algo en particular. Lo hice porque…mereces saberlo. Es todo. Eres un buen hombre. De esos, que ya no quedan. No solo eres diestro como agente, lo eres casi en todos los ámbitos. Y es por eso, que te lo confieso.
—Un momento. Detente ahí —masculle el rubio, afrentado—. ¿Me estás diciendo que seré padre, pero, aun así, no podré ejercerlo en calidad de uno? Con todo respeto, me parece muy injusto lo que haces.
—Lo siento, pero es mi cuerpo.
—Si, lo entiendo —refuta—. Pero es mi bebé, igual. Lo hicimos juntos, no estás sola en esto. No te embarazaste por obra del espíritu santo. Tengo derecho a decir algo al respecto ¿No?
—Tu no lo buscaste. Ni yo tampoco.
—De acuerdo. Ninguno lo buscó. Pero se dio. Y viene en camino —aclara el ojiazul, hastiado—. No me hagas esto, por favor…de verdad, quiero hacerme cargo.
—¿Hacerte qué?
—Ya se lo que quieres hacer con el —la increpa—. Pretendías donarlo al centro que se quemó hoy ¿Verdad?
—Estas…imaginando cosas —desvía la mirada, con obviedad.
—Nightfall…te lo ruego…—masculle el rubio, con lágrimas en los ojos—. Por favor. No es por orgullo ni ego ni mucho menos por "cumplir un sueño". Si engendramos una vida, déjame hacerme cargo de ella. Permíteme cuidar de ella. Te prometo que no le faltará nada.
—Twilight, tú mismo lo dijiste en la cocina —rezonga Fiona, abrazándose así misma—. Es una locura. Es una desfachatez. No podemos formar una familia. No en estos tiempos.
—No he hablado de una familia realmente. Solo quiero responsabilizarme de lo que pasó —expresa el ojiazul, apremiado—. Es mi bebé también. Sea como sea que lo hicimos, viene al mundo. Necesitamos fortalecer las-…
—La decisión está tomada —reniega la peliblanca, levantándose de la cama—. La verdad es que…te amo. Estoy enamorada de ti. Pero no estoy dispuesta a hacerme cargo de esto. Entorpecerá nuestras misiones. Me hará débil. Ya tengo suficiente con amarte…que muy pesado es para mí.
—No lo estas diciendo en serio…—murmura, estupefacto.
—Muy en serio lo digo —lo fulmina con la mirada—. Tú me enseñaste a ser así. Debo poner paños fríos. No mezclar cosas. Debo, hacer algo al respecto. Lo solucionare.
—Fiona…—vocifera, sobre la cama. Sin alcanzarla realmente— ¡Fiona! ¡Fiona, por favor! ¡NO! ¡FIONA!
[…]
—Fiona…
—¡Es un pico de actividad cerebral! —anuncia la enfermera, descompaginada— ¡Doctor! ¡Venga ya!
Volvemos al presente. Hospital de Berlint.
—¿Qué ha pasado? —consulta el cirujano—. Reporte, por favor.
—El paciente reacciona de a ratos —advierte la muchacha—. Pero es escueto. La morfina ya no le hace efecto. Tiene pulsaciones de 145. La máquina se ha disparado.
—¿Un infarto? —gruñe el especialista—. Traigan el desfibrilador. ¡Carga de 120!
—¡Espere! —enuncia la mujer—. Se estabiliza…
—¿Qué ha pasado? ¿Qué fue? ¿Por qué de pronto reaccionó así?
—Ni idea —niega la asistente—. Estoy intentando cuadrar el análisis con el axioma cardiaco. Pero no me dan los cálculos. Ningún estimulo externo. Lo único que sé, es que está reaccionando.
—Es hora de quitarle el coma. Tráiganme la epinefrina de 600mg —demanda el varón—. Que despierte por su cuenta. Está luchando por hacerlo. Démosle el chance de lograrlo.
—De acuerdo —asiente obediente la menor.
—Avísenle a la esposa —solicita el doctor—. Que venga.
—La llamaré.
Esa noche, recuerdo haber estado pernoctando con Anya en la cama matrimonial que compartía de antaño con Loid. Nos quedamos dormida, luego de ver una película de niños y monos animados en la TV. El teléfono sonó incesante a eso de las 3:20AM. Mas somnolienta que otra cosa, me levanté para atender. Era del hospital. Me informaron, que mi marido había abierto los ojos. La presión de una algarabía tan grande me invadía, que casi rompo el teléfono en el proceso. Lo apreté muy fuerte. Antes de salir hacia el hospital, me aseguré de que Anya siguiera reposando en el quinto sueño. Tomé mi abrigo y pedí un taxi, de camino hacia el centro clínico. En cuanto llegué, un par de enfermeras me escoltaron briosas hacia el cuarto de mi esposo. Aun rondaban policías estatales por fuera. Pero registrar las caras de un par de agentes encubiertos al nombre de WISE en la puerta, me dio confort y seguridad para ingresar con autoridad. En el interior, reparé que Loid había abierto definitivamente los ojos. No estaba habido para conversar. Solo podía echar un vistazo. Pero para mí, era asaz. Me arrojé a él, lloriqueando como una pobre magdalena. Hurte sus manitas y di gracias al cielo de que por fin notara mi figura. Me daba atisbos de una expresión medio extraviada, desatendida de la situación. Como perdido en el tiempo y espacio. Seguramente estaba confundido. No sabía a ciencia cierta que pasaba por su mente. Solo podía dar fe de que seguía con vida y con eso me condescendía.
—Loid, mi amor… ¿Me escuchas?
No lograba platicar. Dialogar con él, era en vano. Mas no para mí, que pretendía con demanda conseguir que me respondiera. Aún tenía esos tubos de mierda conectados a su nariz. Seguido del respirador mecánico que le daba suficiente oxígeno a sus pulmones y cerebro como para vislumbrar mi cara.
—Estoy aquí, mi amor. ¿Me ves? —exclama Yor, esperanzada—. Parpadea una vez para sí. Y dos, para no.
Parpadeó una vez. Si. Me notaba. Ese es mi chico. Tan obediente y lindo.
—Loid… ¿Te sientes bien?
Pestañó dos veces. Vale, no muy bien que digamos.
—No te preocupes. Ya pronto podrás salir de aquí. Lo importante es que ahora podamos comunicarnos de alguna forma —trazó Briar, contenta— ¿Te duele algo? —negó, con un NO—. De acuerdo. Escucha, mientras no estabas, me hice cargo de la casa y los quehaceres ¿Sí? Y por, sobre todo, me ocupo de Anya. ¿Estás de acuerdo?
Loid no…meneó los ojos. Por el contrario, abrió los parpados como platos, como si quisiera reclamarme algo. Sus manos tentaban a rechazarme en el proceso, dejando entrever un temor oculto que no llegué a vislumbrar. Ya sé lo que debe de estar pensando. Claro, no nací para ser madre y nunca pude. Y, además, conozco su secreto ahora. Es padre infiel. Pero padre, finalmente. No deseo indagar más sobre su pasado, solo quiero que sepa que intento hacer lo mejor de mí.
—Tu tranquilo, cariño. Lo tengo todo bajo control —confiesa Yor, satisfecha—. Me hago cargo de tu hija Anya. Es una buena niña. Dulce, amable y sincera. En cuanto puedas salir de aquí, la haremos parte de la familia. ¿Te parece?
La máquina dispara el ritmo cardiaco de mi esposo, dando pulsaciones por sobre lo normal. Alerta a los médicos y enfermeras, que no tardan en socorrerlo. Yo que pretendía darle calma, solo logré alterarlo. ¿Qué mierda significa eso? Loid había compungido el rostro, con el terror de haber visto un fantasma, un monstro. ¿Qué le pasa? Comenzó a temblar, descalabrado. Al punto de desequilibrarlo de la cordura.
—Será mejor que nos deje, señora Forger —advierte el médico—. El muchacho se descompensó. Vaya a casa y le avisaremos de algo más.
—De acuerdo…
¿Qué tanto le dije como para que haya reaccionado así? Estoy consciente de que abrió los ojos. Pero ¿Eso lo era todo? Al parecer, no. Espero de todo corazón, poder solucionar esto.
WISE. Centro de inteligencia de Westalis. A esa misma hora.
—¿Qué averiguaste, Franky?
—Antes de entregarle mi reporte, solo quisiera aclararle que esto sobrepasa mis aptitudes hacia Twilight —protesta el muchacho del afro, entregándole una carpeta sobre el escritorio—. Sepa que Loid es mi amigo. Y ahora que está en coma, no me parece justo indagar en su vida privada.
—De eso me encargo yo, moralista de mierda —Sylvia lo despacha, pateándolo—. Largo.
—¡Espere! —sugestiona Franklin—. Yo también…quiero saber de esto….
—El buen amigo de Twilight —bufa la peliroja— ¿Ahora de chismoso?
—Es información.
—Vale. Te lo concedo. Aunque no hay mucho más que averiguar sobre esto —sisea Sherwood, analizando el documento—. Buen trabajo, Franky. Te ganas el sueldo millonario que te pagamos.
—¿Disculpe?
—Así que…Twilight y Nightfall. En Westalis —comenta soberbia, la mujer—. Ya veo. Sabía que no debía darles misiones juntos a esos dos. La tensión sexual que se cargaban era inminente. Y es algo muy descuidado de su parte.
—No estoy entendiendo —farfulle Franky, mosqueado—. Ya le entregué el análisis de compatibilidad como pidió. El informe de paternidad, es irrefutable. Twilight es el progenitor biológico de Anya. Comparten el 99% del ADN.
—Sin duda, lo es. Pero eso no lo convierte en su padre —niega Sylvia—. Twilight era un maldito crio en esos días. 27 años. Hormonal. Hizo lo que quiso el muy tonto. Hasta que al fin dio en el clavo. Y Nightfall, que en paz descanse, nunca se hubiera hecho cargo de tal responsabilidad. Hizo bien al entregarla al servicio estatal de Westalis.
—¿Perdone? No me entero…—reclama el muchacho— ¿Está echándole la culpa de un embarazo a un chico en particular? Porque si es como lo plantea, no hubiese sido tan irresponsable como regar hijos por el mundo. No caeré en la actividad sexual de un jovencito. Culpándolo del todo —añade—. Estoy muy seguro de que Twilight hizo lo que hizo, siendo muy responsable.
—Es largo y tedioso, informante —masculle la administradora—. Pero nada que te quite el sueño.
—Resúmalo, por favor.
—Bueno, en pocas palabras —revela la peliroja—. Twilight embarazó a Nightfall. Producto de su relación nació esta niña.
—Con todo respeto —escrudiña el varón— ¿Por qué le echa toda la culpa a Twilight? Todos lo conocemos y sabemos lo abnegado y responsable que es. Dudo mucho que haya querido preñar a Nightfall a la mala.
—No lo creo.
—¿Entonces?
—¿Qué mierda quieres que te diga, Franky?
—La verdad, Mercader —la fulmina con la mirada—. Deseo que me mire a los ojos y sea por una vez, real.
—Bien. Te la diré —exhala Sherwood, esta vez tomando una actitud completamente subversiva del caso—. Pero te prohíbo que le digas a alguien sobre esto. Es confidencial. ¿Entiendes esa palabra? —el muchacho asiente—. Según esto que me acabas de entregar y con la cuadratura de datos que hicimos, pasó la mayoría de sus cortos años de vida, en un centro de investigación de Kielberg, al sur de Luwen.
—¿Cómo es que…pudo pasar algo así? No creo que la agente Nightfall haya sido tan cruel como para abandonarla —protesta el chico de anteojos— ¿O sí?
—No lo hizo. En el fondo, solo la mantuvo en secreto, aislada de todos. Incluso del mismo Twilight —explica—. Probablemente como parte de una estrategia para no distraerse de las misiones ni el trabajo. Fue bastante profesional, te lo digo. A tal punto, que ni yo sospeché en su momento. Mantuvo muy oculto su embarazo. Seguramente se fajaba el vientre o cosas así. Lamentablemente, luego de su deceso…la niña quedó a la deriva —analiza—. Sin embargo…no lo sé. Hay algo en su expediente que no me cuadra. Anya no parece ser una cría ordinaria, Franky. Si anduvo deambulando por aquí y por allá, no me imagino por qué clase de cosas…
—¿Qué insinúa? ¿Qué es peligrosa o algo así?
—No lo sabremos, hasta averiguarlo —sentencia Sylvia—. Te agradezco el trabajo, de lo demás me encargaré yo.
—Yor no sabe que está investigándola ¿O sí?
—Ni lo sabrá.
—Administradora —uno de los agentes, interrumpe en la oficina de sopetón—. Disculpe la intromisión. Nos acaban de llamar del hospital de Berlint. Twilight…ha despertado.
—Justo a tiempo —chasquea la lengua, con soberbia—. Será necesario tener una plática con él, a solas. Gracias, agente. Creo que le daremos una visita al agente, para darle la bienvenida al mundo real nuevamente.
[…]
Que días más extraños estoy teniendo. Con la última visita que le hice a Loid, he comenzado a experimentar cierta presunción de incomodidad. Esa descompensación que sufrió en el hospital, me deja un sabor amargo en la boca. Estoy consciente de que despertó. Pero ¿Estará bien que se mantenga tan inestable? Se que me dijo que no le dolía nada. Sin embargo, cuando le comenté lo de Anya…pude ver un atisbo de horror en sus ojos. ¿Tan mal lo estoy haciendo? Seguro no confía en mi o en mis habilidades. O tal vez, le haya asustado el hecho de que ya se toda la verdad de su engaño. Dios…como me encantaría que viera lo increíble que soy como madre. Y poder, en definitiva, hablar serenamente sobre el origen de esta criatura. ¿Estaría dispuesto a admitir su error? No pretendo sonar como una sumisa tonta, que puede perdonar cualquier injuria. Pero si mi esposo me pide perdón y…bueno, quien sabe que más. Pueda reconsiderar al menos no divorciarme de él. Mas que mal, logró que yo cumpliera mi sueño más anhelado. No de una manera muy "leal" que digamos, pero lo hizo, sin querer. Esta dualidad me está matando por dentro. Entre querer reprocharlo y al mismo tiempo agradecerle lo que hizo. ¿Qué hacer…?
Tengo los dedos petrificados sobre la máquina de escribir. Me siento algo extraviada en el rumbo que tomé.
—Yor, te traje la carpeta que me pediste —comenta Millie, sacándola de onda— ¿Te sientes bien?
—¿Huh? Ah —despabila—. Si, discúlpame. Solo estaba pensando en que haré de cenar esta noche —falsea—. Gracias, que amable de tu parte. Por favor déjalo junto al montículo de documentos que me quedan por redactar.
—¿Hoy tienes horas extras?
—Desafortunadamente si —exhala Briar, desahuciada—. Y eso también me tiene algo preocupada. Anya llega temprano de la escuela y no tendrá quien la reciba en casa.
—¿De verdad? —parpadea la rubia, pasmada— ¿Y si contratas a una cuidadora? Trabajas mucho últimamente.
—N-no…no lo sé —desvía la mirada, reacia a la idea—. Anya no tiene a nadie más y solo confía en mí. Me da miedo que pueda llevarse mal con gente desconocida.
—Es una buena niña. Se nota —sonríe Myers—. Y se ve que te quiere mucho. Si no te molesta, yo podría ayudarte con eso.
—¿De verdad harías eso por mí?
—Claro —asiente, jocosa—. No soy tan desconocida, despues de todo. Estuvimos juntas en el cumpleaños en casa de Sharon.
—Si…Sharon…—balbucea, timorata.
—¿Qué pasa? ¿Aun sigues sin hablarle? —consulta la compañera.
—No es personal ¿Sabes? —miente— Bueno, si lo es…en el fondo —agrega—. Pasa que aún no logro asimilar bien lo que pasó esa tarde.
—Fue solo una pelea de niños, Yor. No deberías comerte la cabeza con eso —expresa la funcionaria, preocupada—. Aunque al ser madre primeriza, empatizo mucho con lo que sientes. Es tu hija ahora…
—Es mi hija…ahora…—redunda la señora Forger, reflexiva— ¿Crees que debería perdonarla?
—¿Perdonarla? Lo dices como si te hubiera ofendi-…—se retracta, negando con la cabeza—. Si, claro que debes. Somos colegas. No es bueno que nos llevemos mal. Podría entorpecer el trabajo.
—Tienes razón. He sido algo torpe, discúlpame —acepta la pelinegra, bosquejando una sonrisa pueril en respuesta—. Hablaré con ella durante el almuerzo.
—¡Genial! —Millie junta las manitos, contenta—. Si no te molesta, podrías darme la dirección de tu casa y las llaves. La recogeré por ti.
—Gracias, Millie. Eres una chica increíble —profesa la asesina, briosa. Le facilita las llaves—. Ten, cuídalas por favor. Te escribo en un papel el número del aparamento —garabatea.
—Forger —berrea Matthew McMahon—. Tienes una llamada de uno de los clientes. Por favor, ven conmigo.
—Ay no…sabía que tarde o temprano, este día llegaría —Yor se levanta, compungida—. Ya voy, señor…
Gremio de asesinos. Garden. 17:20PM.
—No contestas mis llamados. No te presentas a las reuniones. Ni si quiera has dado reporte de tus últimos encargos —le reprocha su jefe, ofuscado— ¿Qué ha pasado, Thorn Princess? ¿Ya no deseas seguir al servicio de tu nación?
—N-no es eso, jefe…—se defiende Yor, liada—. Pa-pasa que…últimamente he tenido que hacerme cargo de la hija de mi marido. Es todo…
—¿Ser madre te ha ablandado? —la fulmina con la mirada— ¿Acaso has perdido el amor por tu trabajo?
—Jamás —niega rotundamente con la cabeza—. Eso nunca. Como le digo, solo he estado más atareada de lo normal y-…
—Nada debería distraerte más, que tu trabajo —reniega el varón, furibundo—. Me parece que has perdido el rumbo. ¿Debería seguir confiando en ti o es mejor despacharte?
—¡Se-señor! ¡Le pido me disculpe! —Briar se lanza de rodillas al suelo, desmenuzándose en reverencias sumisas— ¡Por favor, deme otra oportunidad! ¡No volverá a pasar, lo juro!
—De pie, asesina —demanda, hosco, el hombre—. Jamás te arrodilles ante nadie. Yo no te enseñé eso.
—¡Nunca me arrodillo! —refuta, dándole la razón al instante. Se eleva— Bueno…si lo hice un par de veces con Loid. Pero…eso es algo meramente íntimo y no diré para que.
—No quiero cavilar nada, que no sea la veracidad de los hechos. Todo, salido de tus labios —retoza el hombre de sombrero—. Cortaste la línea por esta niña ¿No?
—Si, jefe…
—De acuerdo. Solo quiero recordarte, que nunca me opuse a tu matrimonio con Loid Forger por un tema meramente trascendental —añade—. Casarte fue estratégico. Sin embargo, quisiera aclarar que el hecho de que buscaras embarazarte, siempre me pareció una estupidez. No son momentos para formar familia. Mas aún, lo dejaré pasar. Solo si haces lo que te digo —litiga—. Tienes un nuevo encargo —le entrega un sobre—. Un cerdo traidor y sus ayudantes. Elimínalos de aquí al viernes.
—Lo haré —reverencia, consintiendo la misión como si fuese una ofrenda—. Y solo quiero que sepa, que mi línea telefónica está abierta a partir de ahora. Solo le ruego…llamar luego de las 00:00.
—Las condiciones no las pones tú, Thorn Princess —replica el mayor—. Si accedo a esto, es solamente porque no quiero distractores en nuestra organización. ¿Te queda claro?
—Muy en claro —admite Yor, desatendida—. Cumpliré con el encargo y no volveré a faltar a mi labor. Tiene mi palabra.
—Bien, ahora, retírate.
—A la orden —asiente.
¿En qué líos me he metido? Por poco y comprometo mi trabajo como justiciera nocturna. Y de paso, la estabilidad de Garden. No debo olvidar mis objetivos ni para quien, sirvo. Sigo al favor de Ostania y con la firme convicción de limpiar este bello país de los malhechores que solo buscan enlodar nuestra paz. ¿Me habré excedido con los beneplácitos que le entregué a Anya? Tal vez no debí permitirle tanto. No te nubles, Yor. Concéntrate. Esposa, madre y asesina, deben ir todos de la mano. Si una se desmorona, caen las otras. Mi vida es un dominó. La cuerda por la cual transito es muy delgada y floja. Solo de mi depende mantener el equilibrio, si no quiero mandar todo por el caño. Al menos, Loid despertó. Eso ya me da fuerzas para ser valiente, una vez más. Acabaré con estos imbéciles, tan rápido como pueda.
Solo espero que Anya esté bien…
Berlint. Distrito oeste. Avenida del parque #128.
—¿Y tú eres? —masculle Anya, recelosa.
—¡Hola! ¡Anya! —exclama optimista, Millie Myers—. Me llamo Millie. Soy una compañera de trabajo de tu mami. Hoy ella tenía más adeudo del habitual y como no podía venir por ti, me ofrecí para ayudarla. ¿Me recuerdas? Nos conocimos en el cumpleaños del hijo de Sharon —adiciona, subiendo las escaleras—. Me pasó las llaves del apartamento para que te cuidara mientras llega.
—Ah…—sisea la pelirosa, malograda—. El niño malo…—chista—. Si, ya me acordé. De las tres compañeras de mamá, tú eres la que mejor me cae — Intrusa.
—¿De verdad? ¡Me halaga que digas eso! —ríe, garbosa—. Adelante, es tu casa —se adentra, un tanto perdida—. Este… ¿Tienes hambre?
—Si. Lo tengo. Pero primero debo hacer tareas —explica la menor, suspicaz— ¿Sabes algo de matemáticas? Es para mañana.
—¿Eh? Cla-claro que se. Se me da muy bien los números —miente, nervuda—. Te ayudo y luego comemos. ¿Te parece?
—Si… — Y una mierda.
El reloj avanza sobre la pared. Anya y Millie cenan algo escueto, volcadas de lleno a resolver algunos problemas matemáticos sobre un cuadernillo mal dibujado. La rubia se esfuerza de sobre manera para entender, sin pretensión de quedar como una ignorante. No es madre y no tiene conocimientos sobre cómo tratar con una niña. Pero algo entiende, respecto a la crianza. Dado que tiene una sobrina que le apaña en el tema y apela a que Anya se comporte igual.
—Debes multiplicar este número —señala la chica, encerrando en un círculo rojo—. Por este otro. ¿Te sabes las tablas?
—Me las se. Gracias —espeta Anya, mosqueada— Que aburrido. Solo finge ser buena onda porque mamá no está. Pero en el fondo, es igual que las otras. Una envidiosa — Se me antoja un chocolate. ¿Puedes prepararme uno?
—¡Claro! —Myers se levanta, poniendo a hervir algo de agua en el proceso—. Tu casa es muy linda, Anya. Y está muy bien decorada.
—Gracias. Es papi quien la organizó así —comenta la menor, encendiendo la TV—. Ahora mismo hago una pausa y veo series.
—¿En verdad…? —no se entera.
—¿Quieres venir conmigo? Veámosla juntas.
—Por supuesto —expresa, jovial. Se sienta a su lado— Esta niña parece ser más inteligente de lo que pensé. Tiene sus horarios definidos y sabe lo que quiere. Tengo entendido que Loid es psiquiatra en el hospital de Berlint. Me pregunto…si será un genio, como su padre —. Vaya…esa escena, es algo violenta para tu edad ¿No crees?
—¿Violenta? —profesa la ojiverde, altiva—. Yo la veo muy necesaria. Para alcanzar la paz, se necesita a veces algo de fuerza bruta. ¿No crees?
—¿Puede…ser? —se comprime en su lugar. No muy clara—. Aun así, creo que sería mejor que no vieras algo como esto…
—¿Tienes novio, Millie?
—¿Eh? ¿Qué? —parpadea la fémina, descolocada con su pregunta—. N-no…no aún.
—¿Eres virgen?
—¿Disculpa? — ¿Qué me cuenta? —despabila—. O-Oye…
—El agua está hirviendo —advierte Anya—. Ten cuidado de quemarte.
—¡Ay! ¡Casi lo olvido! —Myers se levanta de un brinco, sirviendo dos tazas de chocolate caliente. Regresa, airosa—. Toma, aquí tienes.
—Gracias.
—Tal vez deberíamos…—sugiere— ¿Volver a los estudios?
—Mira. Al protagonista se le murió su papi en la guerra —apunta Anya, hacia el televisor— ¿Te pasó algo similar?
—¿Cómo…es que sabe algo como eso? No, esperen. Solo es una pregunta al aire —la funcionaria hace amago de incredulidad, falseando—. B-bueno…algo así. La guerra provocó que mucha gente muriera.
—Pero fue necesario. ¿No?
—¿Necesario? —espeta—. No creo que sea bueno que gente inocente muera por causas que no le competen.
—¿Eres una traidora de Ostania?
—¿Disculpa…?
—Nada. Solo veo la serie —ríe la pelirosa, tomando un sorbo inocente de su taza—. Mamá debe de estar por llegar. Tranquila.
—Estoy…tranquila, jeje —la mayor desvía la mirada, complicada— Mierda. Esta niña…es bien rara, la verdad. Hace preguntas extrañas y encima pareciera que casi sabe todo de mí. ¿Debería mandarla a dormir ya? —regresa en sí—. Oye, Anya. ¿Qué tal si dejamos el estudio para otro día y te vas a la cama ya? Como dijiste, Yor ya debe de haber salido del trabajo y seguro regresa ahora.
—De acuerdo. Pero antes —deja de lado su cocoa, girándose hacia la mayor— ¿Jugarías conmigo?
—¿Jugar? Claro —esboza, inocentemente— ¿A qué te gustaría jugar?
—¡Policías y ladrones! —exclama animada, la niña. Desde el interior de su cuarto, saca un osito de peluche— ¡El será el comisario! ¡En su tiempo libre es un espía secreto! Su nombre es Ludwig. Yo seré policía y tú, ladrón. ¿De acuerdo?
—Este… ¿No puedo elegir ser yo policía?
—Imposible —refuta con la cabeza—. Mi juego, mis reglas. ¿O acaso te da miedo jugar con una niña pequeña?
—¿Miedo? ¡Jajaja! —carcajea briosa, la muchacha— ¡Eso nunca! Es solo un juego. ¿Qué podría pasar?
—Nada malo —sisea Anya, dibujando un semblante morboso en los labios— Solo si te portas bien, Millie Myers…
Casa de los Forgers. 22:50PM.
Que día más ajetreado he tenido. Joder. Me dolían tanto los dedos, que apenas podía moverlos. Rellenar todos esos informes, redactarlos y pasarlos a un expediente más elaborado me tomó más de la cuenta. Mi único consuelo era llegar a casa y encontrarme con mi hija. Estaba muy ansiosa. Desde el ventanal las luces continuaban encendidas. Toqué el timbre. Un par de veces. Costó que alguien atendiera. ¿Acaso no hay nadie? Finalmente fue Anya quien me recibió. Se mostraba dulce como de costumbre, corriendo hacia mis piernas en un abrazo afectuoso. Nos abrazamos y le di un besito caluroso en su frente, de bienvenida. Aunque me llamó mucho la atención, no ver a Millie en el apartamento.
—¡Mami! ¡Al fin regresas! ¡Te extrañe!
—Y yo a ti, pequeña —esboza Yor, ligeramente preocupada— ¿En dónde está Millie? ¿No vino por ti?
—Si vino —declaró la menor, resuelta—. Pero ya se fue. Dijo que venias en camino y entonces como se hizo tarde, la dejé ir. Mami ¿Te fue bien? Cuéntame de tu día.
—Estuvo increíble Anya. Sin duda te lo contaré —asintió— Que alivio. Al menos pudo cuidarla como me prometió— ¿Hiciste tus tareas? Que aplicadita. ¿Cenaste?
—Comimos rico —asiente, determinada—. Ven, siéntate conmigo. Hablemos un ratito.
—Gracias, Millie. Lo hiciste bien —exhala Briar, templada—. Este… ¿Por dónde empiezo?
Todo salió bien, como lo acordado. Me reconfortaba saber que mi hija estaba cómoda al llegar. De alguna forma, me sentí muy acompañada, dado que mi compañera fue de muchísima ayuda en este fútil proceso. Me preparé un té de hierbas y conversé con Anya largo y tendido en el salón. Luego de un par de horas, me metí al baño a darme una ducha y la dejé recostada en su cuarto. Ahora mismo, debo concentrarme en matar a esos malditos, de aquí al viernes. Así que mientras repasaba en mi mente los pormenores de mi atraco, caí presa del sueño y me dormí. Sin enterarme de ya más nada.
[…]
—Eres una ladrona experta, sin duda —berrea Anya, con el aura más oscura que el diablo. Ha abierto la puerta de un closet, examinando a su víctima en el interior—. Guarda silencio. Al agente Oso no le gusta que reclames.
Millie se ve a sí misma, amordazada en el interior, de pies, muñecas y boca. El pánico se ha apoderado de su fisionomía, gesticulando una mueca augura de angustia y desazón, mientras sus ojos expelen lágrimas de desconcierto. No se ha ido a ningún lado. Está literalmente secuestrada en el interior de aquel departamento. Batalla para liberarse, dando saltos y brincos horrorizados de cara a la maldad que una pequeña niña, que profesa en su calidad de captora, la maldad en sus ojos. Anya insiste en mostrar a un peluche, como el responsable de tal acción.
—No fui yo. Fue osito —amenaza, furtiva—. Él dice que eres una mala persona y te quedarás aquí. Hasta que seas juzgada por crímenes de guerra. ¿Tienes algo que decir al respecto?
—¡Mngnh!
—Esa no es respuesta valida —niega Anya, delineando una sonrisa macabra en los labios—. Sufre, traidora. Con algo de suerte…te salvarás. Buenas noches —cierra la puerta del armario.
—¡MMMH! ¡GNHNH!
—Shhh…—farfulle la menor. Se toma la cabeza, liada—. No hagas tanto ruido. O podrías acabar peor que otros…
—¡Ayuda! ¡Esta niña es…!
Ayuntamiento. A la mañana siguiente.
—¿Eh? ¿Qué pasó? —pegunta Camilla, confundida— ¿Cómo que Millie no llegó?
—No lo sé —declara Dominic, rascando su nuca—. Llamamos a su casa, pero nadie la vio volver. ¿Crees que deberíamos reportarla como presunta desgracia? Tal vez alguien la denunció…
—¿Qué estás insinuando, tonto? ¿Qué Millie es una traidora? —protesta la rubia—. No me hagas estas bromas.
—Cariño, no es ninguna broma —exclama el varón, embrollado—. Te juro que no entiendo que pasa. Pero en estas circunstancias…
Un poco más allá.
—Todo está bien entres nosotras ¿Verdad, Yor? —pregunta Sharon, melancólica—. No quiero que pienses que fue personal.
—Nada de eso, Sharon. Entendí todo —se disculpa, Briar—. Ha decir verdad, fue muy tonto de mi parte mezclar pera con manzanas. Soy nueva en esto. Soy yo quien te debe una disculpa.
—Descuida, es natural. Eres madre primeriza —exhala la chica de anteojos—. Los niños suelen discutir así. Pero eso no nos enemista como madres.
—Toda la razón. Fui torpe y descuidada —asume la señora Forger, cabizbaja—. Soy yo quien te debía una disculpa.
—Y yo a ti —atañe, tomando sus manitos— ¿Estamos bien?
—Muy bien, sin duda —asiente, briosa— ¿Volvemos al trabajo?
—Si, pero…—adiciona Sharon, intranquila por el ambiente—. Algo pasó. Al parecer Millie no llegó a su casa ayer.
—¿Cómo qué no? —parpadea la asesina, descalabrada—. Pero si estuvo con Anya anoche.
—¿De verdad?
—Si. Claro. Incluso se quedó cuidándola —manifiesta la administrativa, confundida—. Ella misma se ofreció. Estuvo un rato y luego se fue. Mi hija en persona me comentó que la despachó. Tomo un bus afuera del apartamento y se fue a su casa. ¿Crees que le haya pasado algo malo en el camino?
—Es lo más probable —insinúa la pelinegra—. No puedo conjeturar nada. Pero de seguro algo ocurrió en el camino.
—Yo no-…
De un momento a otro, somos invadidas por un sequito de militares. Todos ellos, parte de seguridad nacional. Entre ellos, diviso a mi hermano. Quien se muestra muy restado de mi existencia. Posiblemente por la desavenencia que tuvimos el otro día. ¿Qué otro día? Si fue hace dos meses. Me mira por el rabillo del ojo, pero intenta a regañadientes quitarme la mirada. ¿Qué demonios está pasando?
—Convócalos a todos en el salón —demanda su superior. Un policía con la cara semicerrada—. Y por favor, Yuri. No entres en condescendencias solo porque está tu hermana aquí.
—Soy muy profesional. Eso no es problema para mi —espeta el subteniente Yuri, mosqueado— Perdón, hermana…pero debo…interrogarte— ¡Formen una fila!
—¿Qué? —Yor no entiende nada.
Salón principal. Abierto al público. Todos formando una fila. 14:20PM.
—¿Qué sucede, Yuri? —interpela Yor, menoscabada.
—No es personal —carraspea el menor, con la mirada templada—. Alguien del ayuntamiento denuncio la desaparición de una de las funcionarias públicas.
—¿Millie Myers? —sugiere Forger, inquieta.
—¿Cómo sabes? —reconoce Yuri, desazonado.
—Lo escuché de Sharon, una de mis compañeras —confiesa la mayor, afrentada— ¿Ella se encuentra bien?
—Aún no lo sabemos, herma-…quiero decir, Yor —recula, el policía. A regañadientes—. Estamos en proceso. Dado que eres la última que la vio y su coartada te conecta a ella, te necesito ahora más que nunca.
—Tu descuida, te aportaré todo lo que gustes —sentencia la fémina.
—¿Qué tan cercana eras a Millie?
—No mucho. Pero lo suficiente como para que quisiera ayudarme con el cuidado de Anya —revela.
—¿Esa niña, otra vez? —gruñe.
—¿Qué te pasa con ella? —le reprocha.
—Que te pasa a ti ¿Con ella? —rezonga.
—¿Disculpa? —Yor frunce el ceño.
—Es la hija de Lotty. Y sigues sin querer verlo —reclama el subteniente.
—Nadie ha dicho que no lo vea, Yuri —revela Forger, malograda—. Pero también es mi hija ahora. Mientras él no pueda hacerse cargo de ella. Se lo debo. Es mi marido, después de todo.
—Hermana, Anya es…—sentencia Briar, encandilado—. Esa mocosa es una cosa extraña. No es natural. Mírate, como te tiene. Estás, tan ensimismada en un rol frustrado, que no logras distinguir más allá de la realidad. Entiéndelo de una vez. Si sigues protegiéndola, acabarás perdiéndote a ti misma.
—¿Por qué esos celos, Yuri? Yo jamás te he dejado de lado —aclara, la pelinegra. Hastiada—. Deja ya de proyectar inseguridades que no tienen fundamentos. Ni Anya ni Loid, podrán ocupar tu lugar.
—¿Eso es lo que ves en mí? ¿Celos? —reclama.
—Eres celoso, Yuri. No lo niegues ahora —exhala Yor, derrotada.
—Si, en efecto lo soy. Pero no sentiría celos de quien te hace bien —manifiesta el varón—. Y esa niña, no hace nada más que el mal. Lo que pasa es que no lo ves.
—¿Qué propones? ¿A ver? —ríe, sarcástica—. Dame tu coartada. ¿Dices que una niña de 6 años le hizo algo a Millie? ¿Una mujer de casi tu edad? Por favor, hasta pensarlo me parece irrisorio.
—Los niños son manipuladores, Yor —aclara el militar—. Si no logras verlo, en serio si estás ciega.
—Entonces sugieres que una niña de 6 años nos manipula a todos —berrea.
—No a todos. Solo a ti —dictamina.
—¿Por qué? —contradice.
—Porque no fuiste madre antes y tienes un dejo del deber frente a eso —expone Yuri—. Te pido dejes de lado esta inconsistencia y la veas como un adulto.
—Se acabó. No logro debatir contigo sobre esto —se levanta, encandilada—. Llámame para algo mejor la próxima vez.
—¡Yor! ¡Espe-…!
—¡Yor Forger! —interrumpe el supervisor, en medio del interrogatorio—. Tienes una llamada. Es urgente. Del colegio de tu hija, Anya. Debes tomarla.
—Voy —se levanta, briosa—. Ya ves ¿Yuri? Mi marido está vivo. Y mi hija también. Ambos me necesitan. Con el sanearé mis dudas, si es que las tengo en algún momento.
—Pero…
—Con permiso. Me retiro —se retira—. Ya no tengo nada más que confesar en este interrogatorio.
—Adelante, señora Forger —el policia que resguardaba la entrada, la deja salir—. Buena suerte.
—Hermana…aun no es demasiado tarde. Por favor…
Hospital general de Berlint. Área de cuidados intensivos. 17:16:PM.
—Te ves fatal, Twilight —exclama Mercader, de brazos cruzados y actitud huraña— ¿Puedes hablar? —le patea la cama. Este no responde— ¿No puede hablar o está fingiendo? Mire que es experto en hacerlo.
—Este…tengo entendido que aun no logra emitir palabras, jefa —explica el médico, ligeramente intranquilo—. De a poco ha comenzado a volver del coma.
—¿Puede mover las manos al menos?
—Orina solo…—revela el doctor, observando la bacinica de un costado—. Por lo que imagino que sí.
—Bien. Con eso es suficiente. Déjenos a solas por favor —Sherwood saca lápiz y papel—. Soy experta en hacer cantar mudos.
—S-si…con permiso —se retira.
—Bien, Twilight —exhala la bermeja, empotrándose sobre una silla—. Me escribirás las respuestas de lo que te pregunte. Y espero sinceridad de tu parte. Suficiente ya has ocultado de mi y sabes que eso no me gusta.
—Ngnh…— Entonces ya lo sabe…
—¿Te das cuenta de la estupidez que hiciste? No solo te expusiste en esto. Sino que también metiste a Nightfall y comprometiste su rol como agente. Aunque bueno, ella ya no esté entre nosotros y no te culpo de "eso" en particular —retoza, torciendo los labios— ¿Mezclar sentimientos con este trabajo? ¿Siendo un espía? Pasar tanto tiempo en Westalis te hizo mal.
Twilight escribe, con aires de melancolía.
«No estaba enamorado de ella»
—Tal vez tu no —rezonga la muchacha—. Pero ella sí. Lo suficiente como para no abortar a la criatura que llevaba en su vientre. No pongas a prueba a las mujeres, Twilight. Siendo dos adultos responsables, no es bueno andar jugando con eso.
«Yo jamás jugué con Nighftall. Significaba mucho para mí. Te pido una disculpa»
—Bah…a mi no me debes disculpas. Solo explicaciones —redunda, frunciendo el ceño—. Veo que significaba tanto, que la embarazaste.
«No me arrepiento de nada»
—Tsk…tu soberbia nos está costando caro, Twilight —berrea Sylvia, mosqueada—. Ahora esa mocosa apareció y solo nos causará problemas. No es parte de ninguna misión. ¿Se puede saber como es que la encontraste?
«Yo no la encontré. Ella lo hizo»
—¿Te estaba buscando? —la administradora le entrega un documento, sin revelar del todo que quien lo obtuvo, fue Franky—. No sé como averiguó sobre ti, pero según este reporte, pasó por varios centros de acogida, buscando que la adoptaran.
Loid la fulmina con la mirada.
«¿La investigaste? Yo espero que mi mujer no sepa de esto»
—Por supuesto que lo hice. Y descuida, tu esposa no sabe de esto —farfulle—. Lo que me llama la atención es… ¿Por qué mierda tiene tu apellido?
«Yo se lo di»
—La reconociste y la mantuviste oculta de nosotros. Eso es traición ¿Sabias?
«Soy su padre. Debía hacerme cargo de ella»
—Ya. Pero esta niña…—inquiere, molesta—. No es una chiquilla cualquiera. ¿Estás consciente de eso? Vivió un tiempo en las instalaciones de un centro de investigaciones de Ostania. Probablemente, recibió adiestramiento y quizás que otras cosas pasó.
«Es por eso que debes apartarla de Yor»
—¿Cómo dices?
«Anya…es peligrosa»
—¿Y hasta ahora me lo vienes a decir, tarado? —gruñe, ofuscada.
«Necesito que me ayudes, por favor. Te contaré todo, en un informe que redactaré»
—Quiero esa historia cuanto antes, en mi despacho —demanda, levantándose—. Nos moveremos sigilosamente para ver de que forma, podemos hacernos cargo de ella por ti. Al menos, hasta que salgas de aquí.
«No lastimen a Yor»
—Un poco tarde para eso ¿Sabias? —bufa, irónica—. Tu esposa ya la trata como si fuese suya y se ha encariñado al punto de llamarla "su hija". Sin contar el hecho de que cree, que le fuiste infiel. El problema lo debes solucionar tú, con ella. Haré lo que esté a mi alcance, tienes mi palabra.
«Gracias»
—Solo espero…que no sea demasiado tarde ya…
[…]
—¿Expulsada? —parpadea Yor, estupefacta—. U-un momento… ¿Cómo que Anya está expulsada del colegio?
Escuela primaria Murnich. 18:30PM.
—Señora Forger, créame que, para nosotros, como establecimiento educacional no ha sido fácil tomar esta decisión —expresa el director, intranquilo—. Pero comprenderá que la situación es grave. Anya atacó a un compañero con una tijera. ¿Lo entiende? Al pobre muchacho tuvieron que ponerle 12 puntos en el brazo. Si hubiera clavado el arma un poco más arriba…
—Con todo respeto, director —espeta Briar, liada—. Anya no es ninguna asesina. Y considerar llamar "arma" a una tijera de cortar papel, me parece…
—¿Excesivo? ¿Insinúa que estamos dramatizando? —se levanta, invitándola a acercarse al ventanal—. Véalo por usted misma, por favor. Su hija, tiene ha demostrado serios problemas para socializar. Y sus comportamientos, dan rasgos característicos de una psicópata adolescente a futuro.
¿Qué está pasando? Me ha señalado el patio trasero del jardín, en donde la diviso jugueteando con naturalidad; con el osito de peluche que le regalé. ¿En donde está la maldad que tanto le inquieta?
—Yo la veo normal.
—Mire más de cerca —insiste.
¿Qué es eso que tiene en las manos? ¿Eso…es sangre? Sin haberme percatado del todo sobre la situación que le agravia, noto que un par de pajaritos yacen a un costado de su cuerpo. Todos ellos…sin cabeza. ¿Anya los…decapitó? ¿Por qué? Los latidos de mi corazón disminuyen a cero, dejándome sin aliento por unos segundos. Me congela, la escena. Es macabra. No para mí, que soy una asesina. Si no para una pequeña de 6 años. No recordaba que a su edad yo hubiera matado animales de esa forma, a menos que fuese para comer. Era el sustento de vida que le entregaba a Yuri de niño. Pero ella…no parece estar haciéndolo por un instintito de supervivencia. Si no mas bien, por gusto. Esa sonrisa solapada que dibuja en su semblante, me acomete con el sentimiento de la intriga a tope. Manifestar rasgos como esos, sin duda ha removido mis entrañas. Siento nauseas. Me cubro la boca, fingiendo estar bien. Aunque en el fondo, el pavor se haya apoderado de mi semblante.
—Lo lamento. Pero creo que su hija necesita ayuda psiquiátrica —determina el varón, entregándole la carta de expulsión—. Le recomendaría un buen centro de cuidados mentales. Y otro colegio, si fuese posible. Solo entonc-…
—Gracias, director —interrumpe la señora Forger, agradeciendo el gesto y cogiendo la misiva—. Yo me haré cargo de ella. Y por favor, disculpe las molestias ocasionadas. Si hay que pagar el tratamiento del niño, lo haremos. No dude en mandar la factura a casa.
—Tiene suerte, señora Forger. Los padres del jovencito no han querido levantar una denuncia al respecto —advierte el docente—. Pero sepa que, como escuela, estamos pensando en dar aviso de esto a las autoridades.
—Le ruego no haga eso —advierte Yor, fulminándolo con la mirada—. No me obligue a tomar medidas más drásticas — Como matarlo, por ejemplo.
—¿Me está amenazando? —se retrae, timorato.
—Tómelo como quiera —se retira—. Ya no seremos un problema. Con su permiso.
Esto es el colmo. Vale, quizás no sea la clase de niña ordinaria que todos esperan de ella. Pero desconozco por todo lo que ha tenido que pasar Anya, antes de conocerla. No se mucho de su pasado, por no decir nada. Estoy segura que su instinto de conservación mental la ha empujado a tener que dañar a otros, sin quererlo. Es una pequeña solamente, por todos los cielos. Nada que una buena corrección no la logre enderezar. Posiblemente ni sepa que está mal, hacer lo que hace. ¿Tratarla de delincuente juvenil? Me parece una falta de respeto sin nombre.
Esa tarde regresé a casa con ella, esperando una instancia para poder conversar del tema en la tranquilidad de nuestro hogar. Le preparé un baño y comida, como de costumbre. Y solo durante la entre mesa, conseguí encontrar un punto muerto para hablarle de lo ocurrido. Iba a explicarle que lo que pasó, estaba mal y que debía serenarse. Pero antes de emitir cualquier sonido, me dijo, cabizbaja.
—Se que estás molesta por lo que pasó —musita Anya, derrotada—. Discúlpame, mami. Es que ese niño me llamó "huérfana rara". No pude controlarme. Sentí mucha ira. Y ahora me expulsaron…
—¿Cómo sabía que la habían echado? Aun no le contaba al respecto. Es muy perspicaz, para ser tan pequeña. Sin duda su coeficiente intelectual es elevado —carraspea Yor, restándole importancia—. No te preocupes, Anya. Yo te entiendo. De mi no tienes que ocultar nada ¿Sí? Puedes confiar en mí. Entonces atacaste a ese niño en defensa propia. ¿No? —ella asiente—. De acuerdo. Pero debes comprender, que no está bien hacer eso. Debes aprender a medirte, con otros. Algunas personas, no tienen tacto para hablarle a otros. Nadie conoce realmente nuestras historias o vivencias y es de suma importancia que podamos trabajar en ello ¿De acuerdo?
—De acuerdo.
—Veo que te gustó mucho ese osito de peluche que te regalé. Lo llevas a todas partes —sonríe afable, la pelinegra—. Aunque ahora mismo, está manchado de sangre. Debemos lavarlo.
—A ti no te molesta que actúe así —sisea la pelirosa, altiva— ¿Por qué? ¿Crees que matar no está mal?
—Bu-bueno…yo…este…— ¿Cómo se lo digo? —ríe, jocosa—. Digamos que tengo un concepto distinto de lo que es arrebatarle la vida a otro ser. Asesinar no está mal, siempre y cuando no sea por gusto. Si hay algo que te motive a hacerlo de por medio, no es que lo justifique, pero…supongo que es parte de la naturaleza empírica del ser humano.
—¿Cómo una especie de instinto natural?
—Algo así. Desde tiempos remotos, hemos tenido que convivir con bestias y criaturas que nos impulsan a ello. A veces, es necesario por un bien común —explica—. Como, por ejemplo, alimentarse. Es por eso que los antiguos hombres cazaban animales. Y actualmente hay quienes crían ciertos especímenes de ellos, para traernos su carne a la mesa. ¿Me explico?
—¿Soy una cazadora? —expresa la ojiverde, animada.
—N-no se si en ese sentido…—profesa, algo confundida—. Pero sí. Algo así — Bueno, ya no sé ni lo que digo. No soy una madre experta. ¿Estará bien? A veces, siento como si Anya me leyera la mente y me pusiera a prueba en todo momento. Tengo que ser la mejor. Por Loid…—asiente, cambiando drásticamente de tema—. Ya no hablemos más de esto ¿Sí? Te buscaremos un nuevo colegio.
—Ya no quiero ir. Odio la escuela y odio a los niños —refuta.
—¿Eh? Pero entonces… ¿Qué sugieres?
—Seguir estudiando en casa, como lo hacía con papi —revela—. El me entendía muy bien y me mantuvo así por un tiempo.
—Es cierto…hablando de eso, Anya —bosqueja Yor, nervuda— ¿Me contarías mas sobre tu pasado? Es que…siento que no se mucho de ti y creo que nos ayudaría bastante para poder acercarnos y conectar mejor, sobre lo que sientes o piensas.
—Si te lo cuento, puede que me tires a la basura —desvía la mirada, pesarosa.
—¿Tirarte a la basura? —niega tajantemente, con manos y cabeza— ¡No! ¡Nada de eso! ¿Qué cosas dices? — Ay, pobrecita. Está muy traumada. No me imagino por la clase de cosas que pasó—. A la basura solo se van los desperdicios. Tu no eres nada de eso. Tienes talento y mucho potencial. Jamás te abandonaré.
—¿Lo prometes, mami? —inquiere, vencida.
—Lo prometo —acepta, decidida—. De mi no tienes que temer. Te protegeré.
—Bien. Entonces te lo contaré todo —admite, soltando un bostezo letárgico en el proceso—. Pero ahora mismo tengo algo de sueño. ¿Puede ser mañana?
—Mañana será, sin duda —Yor se levanta de la mesa, levantando platos para ir a lavarlos— Ah. Es cierto. Casi lo olvido —. Oye, Anya…pasa que…hay un tema que aun no me queda del todo claro. Si pudieras ayudarme, te lo agradecería.
—¿Qué es?
—Sucede que…Millie está desaparecida —revela Briar, preocupada—. Su madre la reportó como presunta desgracia, el día siguiente de que vino. Tu dijiste que la habías dejado en la parada del autobús, en frente. ¿No? —la menor asiente—. Bueno, pasa que la policía estatal la está buscando. Hoy interrogaron a varias personas en el ayuntamiento. Y han pegado carteles de ella por las calles. ¿De casualidad no notaste nada raro en ella, esa noche? Ya sabes. Como…indicios de que planeara algo más.
—Mmh…ahora que lo mencionas —relata Anya, pensativa—. Si, noté algunas cosas.
—¿Cómo cuáles?
—Bueno, creo que es una traidora —narra la menor, abrazando a su pequeño osito—. Esa vez que veíamos TV. Dijo que estaba cansada de vivir en este país. Yo le dije que no estaba bien decir esas cosas. Que es malo. Pero insistió mucho en querer irse.
—¿Crees que…Millie es una desertora? —se espanta.
—Quizás —se encoge de hombros—. Si aun no la encuentran, posiblemente se fue de Ostania y cruzó la frontera. Mencionó algo de tener un novio de Westalis. Y bueno, yo no le di mucha importancia.
—Ese dato es muy relevante, Anya —exclama la señora Forger, turbada— Aunque me sorprende un poco lo que me cuenta. Tenía, entendido que la familia Myers era muy patriota. Su padre incluso, fue a la guerra por Ostania y murió en el proceso. ¿Tal vez le guardaba rencor a la nación por eso? Es una probabilidad —recula, compungida—. Gracias, hija. Así podré darle ese dato a la policía estatal y puede que nos ayuden a resolver el caso.
—Cierto —asiente— Si la están buscando, eso no es bueno para mí. No podré hacer justicia como quisiera. Que mujer mas tonta. Se cree todo lo que le digo. Que desperdicio. Nunca seré una buena heroína entonces como me enseñaron. Papá estará decepcionado —esboza, en una sonrisa pueril—. Ya tengo sueño. Me voy a la cama.
—¡En un momento te alcanzo! —advierte, contenta—. Termino de lavar y voy.
00:12AM.
El apartamento de los Forgers reposa en completa calma y silencio. Yor duerme plácidamente en su cuarto, sin percatarse de que alguien la observaba a los pies de la cama. Anya, quien no suelta aquel oso de felpa la observa con actitud agria y poco agraciada. Con el aura siniestro que la acompaña, regresa a la habitación de invitados y abre el closet. Un olor a nauseabundo la acomete. Su víctima, aun yace amordazada. Pero se ha orinado en entre tanto. Está inconsciente. Anya le lanza una cubeta de agua fría en toda la cara. Se despierta, a sobresaltos. Le enseña un cuchillo carnicero, asesinándola con los ojos. Millie se paraliza de golpe. La pequeña finge emitir una voz hosca, detrás de un oso que inerte, mueve de un lado a otro.
—Muévete, traidora. Es hora de lanzarte al basural. Si dices algo o te mueves demás, te degollaré y le daré de comer tus tripas a las ratas del sumidero. ¿Te queda claro?
—Mmh…—asiente, aterrada.
La noche transcurre lánguida y siniestra. Anya escolta a su prisionera hacia un callejón sin salida, picoteando sus piernas con el filo de la cuchilla. La sangre escurre sin preámbulos, desde sus pantorrillas. La pobre funcionaria es arrojada a un costal de bolsas mal olientes y trozos de porquería. Inmunda, sucia y casi al borde de la inanición es despojada de sus objetos más valiosos. Su carnet de identidad, una billetera y un par de boletos de tren.
—Dormirás aquí, hasta que papá limpie la nación de mierdas como tu —advierte la menor.
—¡¿Mnh?!
—Cállate. Hago esto por el bien de todos —berrea. Anya toma un pedazo de concreto, más pesado que su propio cuerpo. A duras penas lo carga y lo alza sobre su anatomía, lista para dejarlo caer sobre su cabeza—. Tu no me has visto ni tampoco al agente oso. Olvidarás todo. Si es que tu cráneo no se parte en el proceso. Aunque…me encantaría ver tus sesos por el suelo, je…
Millie no alcanza a lloriquear más de la cuenta. Niega con la cabeza. Y el objeto se desploma sobre su rostro. Todo se va a negro. Fin, de la misión.
—Hora de dormir —masculle la inocente niña, abrazando al felpudo—. Mañana haré que esa estúpida mujer me lleve donde papá. Y si no lo hace, le contaré a todos…que es Thorn Princess…
[…]
—¿Qué pasa? —le reprocha Sylvia a uno de sus subordinados— ¿Una nueva misión?
—No, señora —comenta el varón—. Es el informe que el agente Twilight nos hizo llegar. Dijo que era de suma urgencia que lo leyera. Y si no puede, que le-…
—Largo —demanda, despachándolo—. Ya sé que es.
—¡Ya me fui! —se espanta y sale.
Centro de inteligencia de Wise. A la mañana siguiente. 8:20AM.
—A ver, Twilight —Sherwood toma el documento, iniciando la lectura—. Veamos que me cuentas —analiza. Acto seguido, se paraliza, respingada en una mueca horrorizada— ¿Pero esto…que mierda es?
—Racconto—
¿Recuerdas la misión que me diste hace 4 meses atrás, para investigar las instalaciones de la fábrica Bertfoll? Bueno. No salió del todo bien.
—Twilight —señala su compañero—. Estoy en posición. Tenemos 10 minutos para la extracción.
—Un momento —advierte el rubio, liado—. Son demasiados documentos. Estoy viendo la posibilidad de tomar solo lo necesario.
—¡No tenemos tiempo, Twilight! —chilla.
—Lo siento, pero soy sensible a los gritos —Twilight se quita el audífono, desconectando la comunicación—. Te silencio.
—¡Espe-…!
—¿Qué es esto? —examina, confundido— ¿Este no era un centro de rehabilitación para alcohólicos? Hay muchísimos expedientes de niños. Con demasiados nombres. ¿Acaso experimentaban con ellos? —añade, pasmado—. Si…sin duda. ¿Es un proyecto de Ostania o qué? Un segundo. ¿Donovan era parte de ellos? —relee— "Desmond es el sujeto 0. Se abrió la cabeza en una intervención quirúrgica, buscando intentar alcanzar máximo coeficiente al punto de leer los pensamientos de otros" —parpadea— Pero esto ¿De qué mierda va? ¿Donovan se tajeó la cabeza? Eso explica las cicatrices —reanuda—. Proyectos…más proyectos. No. No puedo con esto. Lo llevaré todo.
Esa noche, tomé toda la gaveta de archivos, dispuesto a entregártela. Salí por el pasillo hacia la escalera que me conducía hacia la azotea del laboratorio. Hubiera querido que eso terminara así, hasta que una pequeña niña…me vio.
—¡¿Tú quién eres?! —Loid saca un arma, espantado— Esperen…es solo una niña.
Llevaba un pijama de cuadros, con un color sobrio medio marrón. Lo que un prisionero vistiera. Sentí lastima por ella y bajé mi arma. Yo no lastimo niños, como bien sabes. Pero en cuanto quise acercarme a ella para obviarle el hecho de mi visita importunada, me dijo.
—Tu…eres mi papá.
—¿Cómo…? —se congela.
—Eres tú ¿Verdad? —confesó la menor, animada—. Por fin viniste por mí. ¡Te esperé tanto! ¡Soñé muchas noches contigo!
—Niña. No sé qué me dices —refuta el rubio, afrentado—. Pero olvida que estuve aquí. Por favor. No me hagas hacer algo que no quie-…
—Loid Forger…
Me llamó por mi nombre. Falso, pero lo hizo. Estaba listo y dispuesto para saltar por la cuerda hacia el estacionamiento. Pero ese solo hecho, me hizo temblar. Me paralicé. Lo admito. Me voltee a verla. Se veía muy indefensa, timorata y sugestionada al punto de sollozar en el proceso. Por unos instantes, me detuve a examinarla de lleno. No daba a entender ni un atisbo o rasgo familiar que conociera. Me tomó por sorpresa. Sin embargo, me descubrió. Sabía que era un espía encubierto y que había venido a robar información valiosa. ¿Acaso me conocía? No. Nadie me conoce realmente en esta nación. ¿Cómo era posible?
—¿Tu quien demonios eres? —espeta el varón.
—Soy tu hija.
—¿Qué dices? —refuta, iracundo—. Ya vuelve de donde viniste. No me-…
—¡Eres mi papá! —berreó, aferrada a sus piernas— ¡No me dejes sola! ¡Tengo miedo! ¡Necesito salir de aquí!
—¡¿Qué haces?! ¡Suéltame! —Loid pataleó, intentando sacarse una garrapata de la pierna— ¡Largo!
—¡Eres mi papi! —insistió la menor, descalabrada. Sin un ápice de querer aflojar— ¡Agente Twilight es mi papá! ¡Agente Nightfall es mi mamá! ¡Ella me lo contó todo!
—¡Gah! ¡¿Cómo sabe de nuestros nombres?! ¡¿Acaso…?! —el espía hace una pausa, completamente desconcertado frente a su revelación— ¡¿Quién demonios eres y como sabes mi nombre?!
—Te digo…—le suelta, derrotada—. Que soy tu hija… ¿No me reconoces?
—¿Co-Como es que…?
Me pareció casi de ensueño y al mismo tiempo, una jodida pesadilla. ¿Qué probabilidades habían de que, de verdad, fuera mi hija? Había pasado largos años de mi vida, buscando a la criatura que Nightfall parió. Nunca quiso decirme sobre su paradero. Se negó hasta el último aliento. Dijo que eso, entorpecería mis misiones. En algún punto, pensé que había tenido a un niño. Pero esa noche la vi a los ojos y comprendí…que había un mínimo chance de que lo fuera. ¿Qué hacer al respecto? Me entregué al abismo de la incertidumbre. Y me hice cargo de ella. Hasta que los resultados de ADN dieran la venia de nuestra sangre. En efecto, lo comprobé días después. Analizando los documentos que robé, entregando solo los que me convenian. Mentí. Esa niña…era la bebé que hice con Nightfall. Aunque ella ya no estuviera en vida y presente para corroborarlo. Sin mucha cabida, le di mi apellido, formalizando nuestro lazo y reforzando el vínculo mediante un documento oficial que no la dejara desamparada. Pero para ese entonces, yo ya estaba casado con Yor. Una mujer increíble, maravillosa, dulce y abnegada que añoraba con ser madre. Sin poder engendrar de su vientre. Me acobardé. No lo entendería. Lo mantuve en secreto.
Le di un hogar a Anya y la acogí, paralelamente de mi matrimonio. Una tercera vida, por así decirlo. No fue fácil. Durante ese periodo analicé y estudié los comportamientos de Anya, sin quitarle los ojos de encima. No era una chica ordinaria. Había desarrollado ciertos dotes y habilidades cuestionables. El mundo no estaba dispuesto a lidiar con ella. Lo que para mí era algo meramente carnal, sería crueldad para otros. Nadie mejor que yo, la entendía. Le dediqué parte de mi amor y mis conocimientos, velando y custodiando su crecimiento. Le conté sobre mi delicada profesión y le advertí que, si algo malo me llegase a pasar, debía recurrir a Franky. Pero creo que me extralimité. No medí consecuencias. Y sin querer la guie torpemente a que buscara a Yor. A pesar de haberle prohibido que se acercara a ella. Y es que Anya no es fácil de asemejar. No se compara con nadie. Su creciente habilidad neuronal es elevada, por sobre a mayoría. Ve el mundo a través de ojos adultos, asimilando actitudes despejadas y raciocinio que van más allá de lo legal. No dimensiona la maldad o el odio. Ni mucho menos la culpa de lo que hace. Habían construido de ella, un monstruo para cazar y hacer justicia. Como un soldado valiente y sumiso. Un robot, ordenado por mentes perversas. Sin determinar, si la malevolencia era exacerbada en el mundo.
Esto es mi culpa. De mi total responsabilidad. Por favor, Handler. Te pido, no la agarres con ella. Ayúdame a cuidarla y que no se sobrepase. Porque si esto escala a mayores, Anya…podría cometer crímenes impensables, sin estar al corriente de que está mal.
—Fin del Racconto—
—Mercader —advierte su secretaria—. Su café…se enfrió.
—¿Qué café? —masculle la Administradora, azotando el informe contra el escritorio—. Tráeme un whisky a las rocas. Lo más fuerte que tengas.
—¿A las…8 de la mañana? —titubea, la mujer.
—¿Te pagan para que me cuestiones o qué? —le reclama, ofuscada—. Cállate y tráelo. Ahora.
—¡S-sí, señora!
—Twilight —Sylvia se muerde las uñas, afrentada— ¿En dónde mierda te metiste…?
[…]
—¡Noticias de última hora! —anuncia la periodista, frente a la TV— ¡Esta mañana finalmente, policía estatal dio con el cuerpo de la funcionaria pública del ayuntamiento, Millie Myers! ¡Se les recuerda que fue reportada por presunta desgracia el pasado martes, se la semana anterior! Fue hallaba en un basural, a las afueras del distrito oriente de Berlint. ¡Mas detalles, a las 9:00!
—Qué horror —espeta Yor, apagando la televisión—. Millie…
—¿Todo bien, mami? —consulta Anya.
—Encontraron a Millie…—farfulle Briar, descalabrada—. Inconsciente. En un vertedero cerca de acá. Me parece macabro. Las noticias dicen que casi no sobrevive. Estaba amordazada de manos, tobillos y boca.
—Como —bosqueja la menor, apabullada. Se paraliza— ¿Está con vida?
—¿Te sorprende? —manifiesta la mayor—. Demos gracias al universo que sí. Solo que inconsciente. Al parecer, recibió un golpe en su cabeza. Pero ya fue trasladada al hospital a tiempo. Menos mal —exhala, aliviada— ¿Te gustaría ir a verla? Hoy pretendo ir a visitar a Loid.
—¿No murió? Misión fallida…—sonríe, con naturalidad—. Claro, mami. Vamos. Me muero de ganas por ver a papá — Me aseguraré de matarla en el hospital. No pueden quedar cabos sueltos. No es bueno…
Hospital general de Berlint. 10:51AM.
—¡Papiii! —chilla Anya, corriendo a los pies de su cama— ¡Te extrañé tanto! ¡No sabes las ganas que tenia de verte de nuevo! ¡Estás vivo!
—Yor —rechaza el rubio, con actitud benévola y mirada displicente—. Por favor ¿Serías tan amable de dejarme a solas con mi hija? Hay un asunto que quisiera resolver con ella. Luego…hablaremos tú y yo.
—¿Eh? S-si…claro, Loid…—asiente Briar, malograda—. En un rato vengo…
Una vez a solas.
—¿Qué mierda crees que haces, Anya? —berrea Forger, fulminándola con la mirada—. Te prohibí, específicamente que no te acercaras a Yor. ¿Acaso no te di los números de contacto necesarios, en caso de que me pasara algo?
—No pude…llamar a nadie, papi —sisea cabizbaja, la menor.
—¿Cómo dices? —pestañea, incrédulo.
—La casa…se quemó.
—¿Qué? — No. Y una mierda. Eso no es excusa. Tu lo tenias planeado. No me vengas con cuentos —. Oye, no es gracioso. ¿Por qué de pronto me desobedeces? —refuta—. Sabes muy bien que nadie mas que yo entiende tu proceso de crecimiento. Lo hemos hablado antes. Deja a Yor de lado.
—Lo siento, de verdad no tuve mas opciones. Es que…—la pelirosa le enseña su oso de peluche, sucio y embarrado en sangre—. El me obligó.
—¿Y esperas que te crea que un peluche hizo esto?
—Lo hizo, sin duda —asiente, muy segura—. Papi…Yor ahora es mi mami. Me ha adoptado. Y nos llevamos bien.
—Basta. Esto no tenía que pasar —berrea el mayor—. Detente. Esto escaló a planos mayores. No creas que no sé lo que has hecho.
—¿Y qué es lo que, hecho, papi?
—Anya. Tu…
Tensión en el ambiente. Loid se ve así mismo, como un juez en medio de un veredicto legislativo, al punto de dar una sentencia de muerte, mas que carcelaria. ¿Qué se supone que ha estado pasando en su ausencia? Y lo que es peor. ¿Qué demonios ha hecho Anya con la salud mental de su mujer? Si bien sabía, no debía contactarla. El aire se torna nauseabundo de respirar. Esto nunca debió pasar. Pero tampoco imagina otro escenario. Y es que conoce al pie de la letra la naturaleza de la niña. Hacerse el loco o fingir demencia, no es absoluto. Solo puede increparla, en su mínima calidad de padre.
—¿Qué mierda pasó con la casera? —advierte Forger, burlado— ¿Por qué no estás en casa? ¿Qué haces aquí?
—La casera…—confiesa Anya, dibujando una sonrisa maquiavélica en los labios—. Se murió.
Es un punto de inflexión. Twilight cae victima de un proceso de culpa y escenarios arcanos, que no concibe dimensionar del todo. No es cierto. Es consciente de su perversidad. Y lo esconde detrás de un oso de peluche hediondo. Anya…ha maquinado todo esto, con el afán de lograr un objetivo que, a pocas luces, vislumbra. La inquietud y el pánico se apoderan de él. Esta ya no es, la niña que conoció hace un par de meses. ¿En qué momento escaló a niveles ignominiosos?
Es hora…de acudir a la verdad.
