—Hoy es mi cumpleaños —brinca la menor, entusiasmada— ¡Madre! ¡¿Me trajiste un regalo?!

—Como todos los años, sin duda —determina Fiona, entregándole una calculadora científica con un listón rosa, en la punta—. Feliz cumpleaños, Anya.

Centro de rehabilitación Bertfoll. Hace 1 año atrás.

—Ah…huh… ¿Esto que es y para que lo quiero? —lo examina, confundida—. Tiene muchos botones.

—Aprenderás a sacar cálculos matemáticos con la maestría de una soldado. Como debe de ser —sentencia Nightfall—. No olvides que eres hija del gran agente Twilight. Tu misión en esta vida, es preocuparte de que todo salga a la perfección con sus misiones. Al menos, hasta que tengas edad suficiente para enlistarte en nuestra organización.

—¿Pero es necesario…?

—Todo, es necesario. Seguirás sus pasos sin chistar —refuta, con voz hosca—. No olvides tu entrenamiento. Y el por qué estas aquí.

—Pero apenas tengo 5 años…—exhala, frustrada.

—No es excusa. Yo a tu edad ya mataba osos con una mano —miente— ¿Y bien? ¿Cómo vas con el libro de historia? ¿Te aprendiste la lección?

Que infancia tan rara tuvo mamá. Seguro fue criada por monos en la selva —piensa la pelirosa, liada— ¡Ah! ¡Sip! ¡Ya sé como se originó la guerra!

—¿Lo memorizaste? ¿Qué hay del repaso de política exterior? —Frost coge el cuaderno y relee sus anotaciones— ¿Por qué hay preguntas en blanco?

—Es que…hay cosas que un no entiendo —confiesa la menor.

—Tonterías. Tu eres un genio. Una super dotada —berrea, frunciendo el ceño—. Lo comprenderás si lo practicas. No me moveré de aquí hasta que completes el cuestionario.

—Llevo todo el día estudiando…—profesa la ojiverde, exhausta— ¿No podemos tomar un descanso?

—No hay descanso para la maldad, Anya. Mientras tu holgazaneas, muchos están dando su vida por salvar a la nación. Así que ahora te sientas y terminas esto —demanda la peliblanca, tomando una silla—. Traje material nuevo que recopilé de las instalaciones de Wise. Un almanaque de armas y estrategias de combate.

—Tengo sueño…—sisea, pegando un bostezo largo y tendido.

—Dormirás en tu tumba —espeta la mayor, dando un golpe certero sobre la mesa— ¡A trabajar, he dicho!

—¡S-si! —se espanta, obedeciendo. Retoma lápiz y papel—. Este…así está bien ¿No?

—Está perfecto —asiente la agente, pasando la página— ¿Y acá? Mas te vale que no te equivoques. No tolero los errores.

Mamá es muy estricta y dura conmigo. Y siempre tiene la misma cara inexpresiva. A veces siento que no me quiere…—piensa Anya, malograda—. Ya terminé esta.

Lo siento mucho, Anya. Pero esto lo hago por tu bien. Necesito que comprendas la importancia de tu existencia para el mundo. Solo de esa manera, podré presentarte correctamente a Twilight y que él, se sienta orgulloso de lo que juntos, hicimos. Tú sabes que te amo, tanto como a el —suspira Fiona, recapitulando—. De acuerdo. Pagina 27 sobre defensa personal. "Un hombre de horrible te ofrece a comer un dulce. ¿Cómo actúas al respecto? A: Aceptas el dulce. B: Huyes y pides ayuda a la policía. C: Le rebanas los huevos con una navaja" ¿Cuál eliges?

—La C —admite, certera— ¿Puedo solo hacer eso o también cortarle el cuello?

—Muy bien. Ambas están correctas, sin duda. Solo hazlo limpiamente y que nadie te vea —avanza a la siguiente— "Una mujer se le insinúa a Twilight, mostrándole los pechos. A: La denuncias a las autoridades. B: La secuestras y le quemas la casa"

Que preguntas mas raras…—Anya agita la cabeza, de un lado a otro— ¡La secuestro para luego amenazarla de muerte a ella y a toda su familia!

—Si se resiste, también incluyes a la mascota del hogar.

—Comprendo.

—¿Ya tomaste tus medicamentos? Debemos asegurarnos que tus habilidades telepáticas aumenten —añade Fiona, observándola fijamente a los ojos— ¿Qué estoy pensando ahora mismo? — Twilight, Twilight, Twilight, Twilight, Twilight.

—Este…—Anya finge hacer un sobre esfuerzo mayor, ante su planteamiento—. En que papá es el hombre más maravilloso del mundo. Un ser divino, angelical, hecho por los mismos dioses.

—Eso es correcto —acepta, bosquejando una mueca serena en satisfacción—. Recuerda siempre esto: Twilight es el hombre más perfecto del universo. Nadie se le compara.

—¿Me dejas ver una foto de el? —murmura, timidamente—. Es que…se que lo hiciste una vez, pero a veces se me olvida.

—Jamás puedes olvidar su cara. Ten —Frost le enseña una fotografía—. Memorízala, tanto como yo. Cada facción de su esculpido y hegemónicamente bello rostro.

—Papá es muy guapo —comenta Anya, examinando el retrato con prestancia—. Ahora entiendo por qué te gusta tanto.

—No caigas en banalidades, por favor —advierte la espía, furibunda—. Mi cariño por Twilight es mucho más que solo algo físico. Su inteligencia, capacidad analítica y determinación a la hora de resolver conflictos es lo más atractivo que tiene.

—¿En verdad crees que pueda llegar a ser como él? La vara está alta…

—Eres su hija. Sangre de su sangre —veredicta su madre, sin atisbos de vacilación—. No vuelvas a verte como alguien inferior. Tu eres por lejos, la niña más astuta de todo el planeta. Tal vez ahora no lo veas. Pero algún día entenderás de lo que hablo.

—Quisiera que se sintiera orgulloso de mi.

—Lo estará —asiente—. Y cuando eso pase, tendrás el honor de unírtele por una causa justa. Juntos, los tres…vamos a solucionar los conflictos que amenazan la paz.

—¿Cómo una familia?

—Bueno…eso…—Frost desvía la mirada, abochornada—. Eso está algo difícil de lograr, la verdad. Twilight no tiene cabeza ahora mismo para asumir tal responsabilidad — En realidad, ya está casado con otra mujer. Tengo claro que no me corresponde. Pero eso no me importa. Seguiré firme a mis convicciones. Si puedo serle de utilidad a través de nuestra hija, sé que me notará. Y quizás algún día…se enamore de mí también —carraspea, regresando a la concentración—. Basta de distracciones.

Mamá…está muy enamorada de papá. Pero papá…al parecer no siente lo mismo. Ni si quiera sabe si estoy viva o muerte. No conoce mi nombre. Yo me pregunto… —Anya ha visto sus mas íntimos pensamientos, con la actitud que un adulto tendría. La displicencia—. Madre…si papá nunca me ha visto en la vida. Cuando lo haga ¿Cómo sabrá que soy su hija?

—Lo sabrá. Conozco a Twilight como la palma de mi mano —asegura Nightfall—. Estoy segura de que en cuanto te vea…podrá sentirlo.

—¿Cómo estás tan segura? —cuestiona con desazón, la pequeña—. Ni si quiera se si me quiere…

—Twilight te quiere mucho, Anya —redunda, templada—. Te amó…incluso desde mucho antes de que nacieras. Cuando aún…—sisea, cabizbaja—. Eras tan solo un feto pequeñito en mi vientre — Lo hubieran visto. En su rostro, esa noche.

«¡Por favor, déjame hacerme cargo de ella! Porque es…mi hija. Es de ambos. La hicimos juntos y yo quiero estar con ella»

Mamá está triste. No quiero que lo esté —Anya toma su manito, sensitiva—. Yo también lo amo mucho. Aun si no lo he visto…

Tal vez no me ame a mí. Pero si la ama a ella…con eso me conformo —Fiona divisa el gesto de su hija, correspondiendo con un apretón sincero— Sentir su amor a través de Anya…es todo lo que tendré —recula, sacudiendo la cabeza—. Bueno, suficiente de sentimentalismos por hoy. Hora de continuar. Lección de armas.

La ayudaré. En todo lo que pueda. Para que algún día, puedan estar juntos —asiente— Solo espero que nada malo le pase, hasta entonces…

[…]

—La muerte de Nightfall nos afectó a todos, Twilight. No solo a ti. Su deceso no estaba dentro de nuestros planes. Fue una baja considerable para la organización —comenta Sylvia, con voz metálica—. Pero te pediré, que ya no te escapes a visitarla sin que yo lo sepa. Cuando pierdo tus huellas, me obligas a rastrearte en los lugares menos impensados.

Cementerio. Westalis. Tiempo después.

—¿Te parezco sentimental solo por querer mostrarle honor a una fiel compañera de trabajo? —frunce el ceño, molesto—. No hui. Solo vine a dejarle unas flores.

—Ya. Pero ahora mismo deberías estar concentrado en la misión que te encargué. En Ostania. Cruzar la frontera cuando se te da la gana, es descuidado —refuta Sherwood— ¿Era importante?

—En realidad, no vine por mi solamente —aclara Loid, acomodándose el sombrero sobre la nuca—. Un buen amigo de ella me pidió que le depositara este presente. Volveré ahora mismo a lo de siempre.

—No sabía que Nightfall tuviera amigos —murmura, suspicaz.

—Fiona hizo muchos contactos en el hospital. Que no te extrañe mucho y ya no le des más vueltas —sentencia Forger, agraviado—. Me retiro ya. ¿Quieres que tomemos el auto juntos? Yo conduzco.

—Bueno…—exhala, calmada—. Ya que me tomé la molestia de venir por ti personalmente, es lo mínimo que podrías hacer.

—Jajaja —ríe, fingiendo compostura—. Te invitaré un café para que se te pase el enojo. Ya no me mires así. Vamos…

De vuelta en Berlint. Ostania. Martes. 16:20PM.

—Anya. La casera me ha dicho que no has querido comer desde anoche —protesta el varón— ¿Qué está pasando? ¿Acaso estás enferma?

—Estoy…molesta.

—Molesta. Ya…—el rubio hace un paneo rápido de la escena. Que parece más bien, un homicidio calificado mas que otra cosa— ¿Y es por eso que le abriste la panza a todos tus peluches y desparramaste la felpa por el suelo?

—Necesitaba desahogarme con algo —gruñe, con ambas mejillas coloradas.

—Mientras no sean personas de verdad, todo bien.

—A veces…si quisiera hacerlo con personas —refuta Anya, descontenta—. Sobre todo con los traidores y desertores.

Esta niña…—Forger hace una pausa, reflexivo— Hace apenas cuatro meses ya desde que la encontré y ha dado indicios de sadismo incontrolable que no sé de que manera poder lidiar con ello. Fiona se encargó de enseñarle cosas que no debería saber, siendo tan pequeña. Todo lo que me ha contado que pasó en ese centro, es macabro. Y según los informes que leí de ella, experimentaron con su cabeza al punto de revolvérsela. Me pregunto… ¿En qué demonios pensaba? —añade—. Hay algunos aspectos de tu comportamiento que sabes, no me gustan. Ya lo hemos hablado. Esa agresividad y esa rebeldía, no son buenas. Si realmente quieres que nos llevemos bien, no deb-…

—¡Papi! ¡Yo quiero que te sientas orgulloso de mi! ¡Quiero ayudarte en todo! —chilla la pequeña, aferrada a sus piernas con desazón— ¡Por favor, no me odies! ¡Anya será una gran espía de grande!

—Anya, no hace falta que sigas mis pasos. Ya te lo he repetido hasta el cansancio.

—¡Pero quero hacerlo! —revela, compungida—. ¡Fui entrenada para esto y ser una niña fuerte es mi deber!

—Bueno, ahora mismo tendrás que olvidar todo eso —advierte el ojiazul, preocupado. Acaricia su cabeza, con suavidad—. Si realmente quieres ayudarme…

—Lo quiero.

—Entonces a partir de ahora, tendrás que hacerme caso en todo lo que te diga ¿De acuerdo? —relata Loid, sonriente—. Fiona ya no está con nosotros. Y le debemos honor.

—¿Le dejaste las flores que te pedí?

—Si. Lirios, como me comentaste que le gustaba —asiente— Que estúpido. Ni si quiera yo sabía que clase de flores le gustaban. ¿Tan mierda fui con ella?

—No sientas culpa —le endosa la ojiverde, captando sus pensamientos tan claros como el agua—. Eres bueno. Un gran hombre.

—No leas mi mente, por favor —le reprocha, frustrado—. Ya lo hemos hablado. Tienes estrictamente prohibido usar tus habilidades conmigo.

—Shi…

—¿Sabes por qué no debes?

—No debo…—repite, como una lección aprendida. Se retrae en su lugar, pavorosa—. Porque Twilight debe mantener su cabeza fría y concentrada en sus misiones, para salvar al mundo. Anya no debe intervenir ni molestarlo.

—No. Nada de eso —su progenitor se arrodilla frente a ella, tomando su carita con dulzura—. Es porque no debes leer la mente de tu papá y ya. Debes respetar su intimidad y su voluntad.

—Papi…—Anya balbucea, ahogada en lágrimas—. Yo te amo mucho. No me vas a abandonar ¿O sí?

—Jamás lo haré. Yo también te amo mucho —aclara Loid, removiendo un par de lagrimones de sus rosadas mejillas—. Ya no llores. Ven aquí —la abraza—. Desde que me enteré de que Fiona estaba embarazada y venias en camino al mundo, hice lo que pude para no alejarme de tu crecimiento. Lamentablemente…fallé en mi cometido. Ella te ocultó muy bien de mí. Pero te prometo, que a partir de ahora todo eso cambiará. Deseo ser un padre presente y bueno contigo.

—¿Qué es lo que esperas de mí? —musita, aferrada a su cuello—. De tu hija…

—Que seas una niña. Una niña normal, común y corriente. Aunque se que no lo eres…—confiesa Twilight, apenado—. Se que podremos lograrlo. Juntos

—¿Podemos ser una familia? Mamá lo hubiera querido…—falsea.

Dudo mucho que Nightfall se haya replanteado eso. Conocía muy bien nuestra posición. Pero no soy quien para cuestionar sus deseos. Quiero…hacerla feliz. Dentro de mis posibilidades —el joven espía la mira a los ojos, esperanzado—. Escucha, Anya. Yo actualmente, ya tengo una familia. Estoy casado con Yor Briar. Es una mujer dulce, increíble. Muy fuerte y audaz. Quizás no lo entiendas, porque no la conoces. Pero sin duda, es la persona con la cual quiero estar. Al menos…por muchos años.

—¿Y no puedo quedarme contigo y Yor?

—Yo no…—sisea, timorato—. No sé si Yor lo permita.

—¿Por qué no?

—Ella ha pasado por un par de momentos duros en su vida. Llevaba un tiempo queriendo ser madre. Pero por causas que desconozco «Por su trabajo como asesina» no consiguió tener hijos —relata el joven, sereno—. Está pasando por un proceso delicado y no la hallo lista ni apta para afrontar esto. Puede que no se lo tome bien.

—¿Estás enamorado de Yor? —pregunta Anya— El amor que mamá no pudo tener…

—Es mi esposa. Por supuesto que si —asiente, brioso—. Le juré fidelidad. Aun así, como te digo, no la veo apta para confrontar el hecho de que yo si fui padre y ella no pudo ser madre. Te ruego me comprendas.

No entiendo a los adultos. Si la esposa de papá no pudo ser mamá. ¿No puedo ser su hija adoptiva? —añade, segura de si misma— ¿Yor no querrá adoptarme?

—Anya, necesito que me hagas un favor ¿Sí? Y te lo pido de un padre a una hija. No te acerques a Yor ¿De acuerdo? Déjala fuera —advierte el rubio, con voz metálica—. Debo velar por su sanidad mental y ahora mismo, procuro cuidarla mucho. Está en una situación delicada. Solo yo conozco la naturaleza de tus actos. Ella no lo entendería y puede que no sepa como lidiar ciertas cosas que traes. La confundiríamos. ¿Me harías ese favor?

—Yo por ti daría mi vida, papi.

—Vale. No hace falta que exageres. Si es por dar la vida, de eso me encargo yo. Soy el adulto aquí —bufa Loid, levantándose—. Si algo malo llegase a pasarme. Algo, similar a lo de Fiona. Ya sabes que hacer ¿No? ¿Lo recuerdas?

—Lo repasamos —asegura la pelirosa, mostrándole una pequeña libreta—. Llamar a aquí. Al chico de los ricitos florales. Si no, a la policía. Y en caso de "seguridad estatal" al hospital donde trabajas. Lo tengo anotado.

—Muy bien —bosqueja Loid, satisfecho— Dentro de todo, Fiona hizo un buen trabajo. Esta niña es muy inteligente y avanzada para su edad —se acomoda el sombrero—. Tengo que irme ya. Necesito terminar una misión y luego ir a casa.

—¡Papi! —Anya se aferra a él, insistente—. Por favor…ya no me dejes tantas horas sola.

—No estas sola, Anya. Te cuidan acá.

—N-no es lo mismo…—desvía la mirada, descalabrada—. Puede que esté acompañada, pero…no me siento igual.

Es verdad. Estar solo y sentirse solo, no es lo mismo —recula, jovial—. Vale ¿Qué te parece si la próxima semana vamos al parque de atracciones juntos?

—¡Si quiero! —brinca, animada— ¡Vamos!

—De acuerdo. Iremos, sin duda —promete.

Las siguientes semanas, Twilight pasa tiempo de calidad con su hija. La lleva al parque, se distrae con ella, le compra regalos. Pero dentro de su infinita bondad progenitora, aguarda un sentimiento de angustia que lleva sopesando durante semanas. Y es que está muy consciente de sus nocivos comportamientos con el prójimo. Algo que no es normal, en una pequeña de 6 años. Tienta a jugar con encerronas que le crea, para desvalijar conductas que casi rayan en lo delictivo. Anya suele abusar de su poder, leyendo la mente de personas para usarlas a su favor. Su extraordinaria y dadivosa sed de maldad, le acomete con angustia. Se ve así mismo, agobiado por no encontrar forma de apaciguarla. A donde quiera que van, ella insiste en concentrarse en una misión, que realmente no tiene. Es inexistente. Como una realidad paralela que ha creado para sí misma, ensimismada en el símbolo infantil de querer hacer el bien pero que finalmente hace el mal. Loid pasa parte de esos días, estudiando, analizando, conjeturando expresiones y talantes preocupantes en su hija. A regañadientes, se carcome la cabeza. Y divide su subsistencia periódica, entre ser un espía, un cónyuge indulgente y un padre caritativo en son de una sanidad mental que no consigue. Nadie lo nota. Ni si quiera su esposa, que con inocencia desecha su triple existir. La carga emocional lo supera, al punto de pasarle la cuenta en su desempeño marital. Declina y cae en desgracia, una noche en la que no consigue concentrarse de lleno en complacer a su mujer. Yor se muestra resuelta, determinada a darle un consuelo de placer sexual en el proceso, digno de un pasional encuentro. Pero hay momentos en los que no consigue satisfacción alguna. Tiene muchas cosas en la cabeza. Y receloso, incumple de sus labores.

—¿No te gusta, Loid? —pregunta Yor, asomando la cabeza por entre las sábanas de su entrepierna— ¿No lo hago bien?

—N-no es eso, cariño. Lo haces estupendo como siempre —sisea Loid, con el rostro perlado en sudor y lujuria—. Por favor, no te detengas.

—Te pregunto porque…—comenta, malograda—. Llevo un rato teniéndolo en mi boca y no…se vigoriza. ¿Quieres que haga algo más o…?

—Te pido mil disculpas, amor —espeta el rubio, avergonzado. La toma del mentón, inquieto—. No es que no me guste o no lo esté disfrutando. Es solo que…últimamente la carga de trabajo no me permite concentrarme del todo.

—¿Quieres que pare? —sugiere la pelinegra, dejándolo de lado y acostándose sobre su pecho al desnudo—. Oye… ¿Te sientes bien?

—¿Por qué has parado? —sugestiona el rubio, depositando un beso pueril en sus labios—. Ha estado muy bien…

—Si, pero…—no va a endulzarlo—. Ya no tiene sentido seguir ¿Qué quieres que haga?

—Nada…solo…abrázame ¿Sí?

—Claro que te abrazo —sisea Briar, envolviéndolo de brazos y piernas, casi como un koala a un árbol— Loid. Me preocupas ¿Qué sucede? ¿Quieres buscar otra clase de estimulaciones?

—Nada de eso, cariño. Te ruego no pienses mal —reniega, ofuscado. La comprime contra su pecho—. Te digo que he tenido mucho trabajo. Es todo. ¿Podemos intentarlo mañana?

—Pero tu tranquilo —espeta Yor, satisfecha. En el proceso, lo llena de besitos por todo el rostro—. Mañana será. Está ok.

—No…—berrea el varón, mosqueado—. No está bien. No tienes que fingir conmigo sentirte bien. Palpé con mis dedos. Estas dispuesta.

—Siempre estoy dispuesta, Loid —revela Yor, melancólica. En el acto, reparte besos por su pecho, templada—. Pero eso no significa nada.

—Al menos déjame… —sisea el varón, acomodándose sobre ella—. Déjame complacerte yo.

—¿Y estás concentrado en eso?

—¿Por qué no?

—Lo veo en tus ojos —reniega la mujer, pasmada—. No. No lo estás. Y no quiero hacerlo así. Por favor…bájate —lo aparta, ruborizada. Acto seguido, desvía la mirada—. Te ruego seas sincero conmigo y me digas que demonios pasa.

Vale. Puedo ¿Decírselo? No lo sé. No creo. Sospecho que incluso está muy molesta ahora mismo. Posiblemente cree que la llevé a esto sin darle lo que buscaba. No voy a permitir eso —rezonga, acomodándose nuevamente sobre su desnuda anatomía—. Ya no digas nada. Por favor. Mi trabajo, no lo vale tanto como tu amor. Déjalo de lado. Te amo mucho.

—Pero, Loid. Tu no-…

Shhh…—la acalla, apabullando su aliento en un beso candoroso—. Te amo mucho. Ya te lo dije. Déjame hacerlo. ¿Puedo?

—Ok…si…puedes —sisea la pelinegra, rojita como un tomate—. Pero ¿Puedo retomar lo mío?

—¿Tanto entusiasmo le pones? —cuestiona Forger, avergonzado.

—Me gusta…es todo —confiesa su esposa, masajeando sus cabellos despeinados— ¿Me dejas?

—Adelante. Hazlo…

Viernes. 23:20PM.

Anya no vislumbra rastros de su padre, como se supone que debería. Teme lo peor. A pesar de estar consciente de saber a quienes recurrir o que números marcar, solo coge el teléfono y contacta al hospital de Berlint de plano. Sus sospechas, tienen asidero. Su padre ha sufrido un fatídico accidente y está en coma. Antes de toda esta historia, Loid ha legalizado darle su apellido en el Ayuntamiento. Aunque no sea el real. Lo tiene claro. La casera la pilla llamando en medio de la noche y la reprende. Anya toma medidas drásticas. Ya no le sirve de mucho una mujer tan entrometida y preguntona. Así que decide quemar el lugar, a punta de cerillas y galones de gas. Todo se vuelve un caos, en su vida. Esa misma noche, se aparece en el recinto hospitalario. Escapa de la escena del crimen. La descripción que le ha entregado el inocente camillero, le brinda de conocimiento absurdo. Casi blindada. Su padre, fue víctima de un asalto indiscriminado por parte de traidores. La pequeña toma cartas en el asunto. Cavila la posibilidad clandestina de Twilight muerto. Y ante eso, ella no lo permitirá.

Recorriendo los pasillos del lugar, como si fuese un interno mas o parte del staff, se pasea en búsqueda del rubio. Muestra un carnet de identidad en recepción y es escoltada hasta la habitación en la que no descansa él. Si no…Yor Briar. A pesar de que aun no despierta, es el primer contacto que tiene con la supuesta "esposa" de su progenitor. Para Anya es solo una mujer ordinaria. Corriente. Sin ninguna habilidad o particularidad ni en belleza ni en cultura. Un hombre de traje militar llega a la escena, mas alterado de lo normal. Profesa a los vientos llamarse Yuri y con potestad, reclama ser su hermano. La pelirosa se agazapa, celada en la penumbra de una plantita. Analizando el panorama. Escuchando todo con atención y muy detenidamente. Puede leer sus pensamientos a la perfección. Es un libro abierto para ella. Su rostro revela muchas cosas. Sin embargo, tanto la mujer como su hermano, son traidores. Ostanianos, para ser exacta. ¿Cómo es posible que el gran Twilight se haya casado con alguien tan vulgar? Fiona era la indicada.

Actualmente, ya no hay quien le estorbe mas que Yor. Entorpece la creciente relación que con angustia intenta mantener con su padre. Pero sabe que no puede matarla. Eso le pondría muy triste y no pretende hacerle infeliz. Su objetivo, es acercarse a ella. Exigir su cuidado y manutención, manipulando la información que maneja sobre su vida. Tomando ventaja, de su débil y patético deseo frustrado de ser madre. ¿Una hija es lo que quiere? Una hija es lo que le dará. Vivir bajo el alero de una sonrisa sínica, le abrirá las puertas a su cometido.

La verdadera misión, comienza ahora.

[…]

—Tu mataste a la casera ¿No es así? —le increpa Loid, colérico—. E incendiaste la casa.

Regresamos al presente. Dentro de aquel cuarto de hospital.

—Lo siento, papi —sentencia la menor, con aspecto siniestro—. Era necesario.

—No puedes continuar con esto, Anya. Debes detenerte —le advierte—. Lo que hiciste es muy grave. Pasaste de ensañarte con peluches, a pequeños animales y ahora…a personas.

—No son personas realmente, papi. No te preocupes —sisea, paseándose por la baldosa de la habitación—. Son escoria.

No…esto es peor de lo que imaginé. El daño es demasiado grande como para poder repararlo. ¿Qué se supone que haga? No puedo denunciarla a las autoridades o incluso de mí, terminarán sospechando —frunce el ceño—. Necesito que te alejes de Yor. Ella ya nada tiene que ver en este asunto.

—Si me alejo de ella, nadie cuidará de mi —niega con la cabeza, altiva—. No puedo quedar a la deriva.

—Le he pedido a una amiga que se encargue de ti, mientras me dan el alta —confiesa el varón—. Y luego, tu y yo resolveremos esto.

—¿Tengo que aceptar?

—¿Cómo dices? —parpadea Forger, pasmado.

—¿Y que tal si no quiero? —sugiere Anya, hastiada—. Que tal si me niego.

—Óyeme, niña —farfulle el ojiazul, estrujando las sábanas con ambas manos, en un timorato semblante retraído— Mierda. ¿Qué demonios está pasando? ¿En que momento se desató toda esa…maldad? ¿Acaso Yor tuvo algo que ver en esto? No es bueno. No es…

—¿Acaso me tienes miedo? —consulta la pelirosa, trazando líneas de dibujo contra el empañado ventanal— ¿De tu querida hija?

—¿No puedo tenerlo? — ¿Está leyendo mi mente? No. Comienzo a sospechar que ahora…casi puede leer mis sentimientos. Serénate, Twilight. Control. Es solo una cría, por el amor de dios —la fulmina con la mirada—. Que sepas que no eres tu quien me asusta. Si no, la forma en la que estás actuando.

—Por favor, tu eres el agente Twilight —se encoge de hombros—. Él no le teme a nada.

—En eso te equivocas —recula, frustrado—. Soy humano, como todos. Por supuesto que siento miedo en ciertas ocasiones. Es por eso, que te irás con la persona que te estoy indicando.

—¿Piensas deshacerte de mí? —cuestiona, volteándose a verle con indiferencia—. Soy tu hija, papi. Tu única hija. Ya no hay nada que nos separe. Tu y yo debemos estar juntos, por siempre.

—Ya no intentes tergiversar las cosas, jovencita. Sabes perfectamente que el papel de victima no te queda —le endosa Forger, en una sonrisa soberbia—. Y ya no te atrevas a manipularme. La decisión está tomada. Yo soy tu padre y harás lo que yo te diga.

—¡No quiero! —chilla Anya, aventando un jarrón de agua contra el suelo. Todo esto, a modo de un pernicioso y fulminante berrinche— ¡No me iré con nadie mas que no sea Yor! ¡No voy a-…!

—Buenas tardes, Twilight —interrumpe Sherwood—. O debería decir, buenas noches. Veo que he llegado en un mal momento. ¿Entorpezco esta hermosa terapia padre e hija?

—T-Tú quién eres, ¡¿Bruja?! —vocifera Anya, tentada a leerle los pensamientos. No logra captar nada— ¿Qué significa esto? ¿Por qué no escucho nada?

—Vaya…veo que entonces los rumores eran ciertos. O mas bien, el reporte —Sylvia suelta un bufido triunfal—. Así que la pequeña "rarita" si se las da de telépata.

—¿Tu, cómo me conoces…? —la ojiverde da un paso hacia atrás, liada.

—¿Qué te pasa? ¿Por qué pones esa cara de cordero degollado? —se mofa la agente, altanera— ¿Intentabas leerme la mente a mí? Ahí dentro no vas a encontrar nada, niña. Vine preparada para este encuentro. Pierdes tu tiempo, como una pobre patética.

—¡¿Cómo me llamaste, vieja fea?! —Anya infla las mejillas, enrojecida de la impotencia.

—Administradora, por favor…—Loid exhala, malogrado—. Ya no la provoques más. Ya le di las instrucciones a Anya y entendió. Se irá contigo.

—Excelente. Justo la semana pasada adopté a un perro y me hacía falta otro —carcajea—. Digo, para su compañía.

—Je… ¿Realmente quieres llevarme con tu mascota, vieja? —señala Anya, con talante despectivo—. Yo que tu no me confiaría mucho. Quizás algo malo le pueda pasar.

—O quizás algo malo te pueda pasar a ti, mocosa —mas cabreada que otra cosa, la peliroja la levanta por la espalda de la chaqueta, sentenciando—. No me intimidas. Así que ahora cierras la puta boca y te vienes conmigo. Andando.

—¡Ahh! ¡No! ¡No quiero! ¡Suéltame! —reclama, lloriquea y patalea en el proceso— ¡Papi!

—No te estoy dejando —suspira su padre—. Nos veremos en un par de días más. Ya no grites.

Maldita sea. No puedo con esto —Anya alza la voz, en un desesperado grito de auxilio—. ¡MAMI! ¡AYUDA! ¡ME SECUESTRAN! ¡SALVAME!

—Ay, dios…no puede ser —Loid se palmotea la cara.

—¡¿Qué está pasando aquí?! —Yor patea la puerta violentamente, haciendo un ingreso triunfal— ¡¿Anya?! ¡¿Sylvia?! ¡¿Qué le haces a mi hija?! ¡Bájala!

—Tsk…joder. Que fastidio. Como odio meterme en problemas maritales ajenos —Sherwood la deja caer— ¿Estás seguro de que es la hija de Nightfall? Yo diría que es más bien del diablo.

—¡Mamiiii! —aúlla la pequeña, aferrada a su pecho— ¡Gracias por venir!

—Ya, cariño. Todo está bien. Ya vine. Shh…—Briar la abraza, entre que los asesina a ambos con la mirada. Aunque ciertamente algo despistada, porque no entendió eso ultimo— ¿Nighftall? ¿Ella…quién es?

—Bien, Twilight. Ahora es tu turno —la bermeja camina hacia la salida, hastiada—. Yo iré por un café y volveré por la niña en un rato. Resuelve esto y ya levanta el culo de esa cama. Tu papel de prostático terminal me irrita —se larga.

Silencio sepulcral en el ambiente.

—Loid…—examina la pelinegra, confundida— ¿Qué está pasando?

Vale…supongo que ya no puedo seguir huyendo de la verdad. De cierto modo, Yor tarde o temprano debía enterarse. Aunque no era esta la forma mas adecuada, sin duda —asiente, acometido por la derrota de su propia historia de vida—. Te contaré todo, Yor. Ven, siéntate a mi lado. Lo único que te voy a pedir. Es que, escuches lo que escuches…no me cuestiones nada ¿Quieres? No es…un tema fácil, para mí.

—Hablas como si no confiara en ti —reclama la asesina, acercando una silla—. Es el colmo. Incluso después de que cuidé a Anya de tu infidelidad, que-…

—Ese es el tema, cariño —revela el rubio, cabizbajo—. Yo no…te he sido infiel. Nunca lo haría. Que lo estes pensando ahora, me entristece.

—¿Y qué querías que pensara? —protesta su esposa, con la niña entre sus brazos— ¿Qué pretendiera fingir demencia? Si de la nada vienen y me dicen que tienes una hija que no es nuestra. Yo no soy tan perfecta como piensas.

—Al contrario. Me pareces la mujer mas valiente y perfecta del planeta —profiere el señor Forger, regalándole una mueca grácil y amorosa—. A pesar de todo, te hiciste cargo de ella sin saber nada y eso…es impagable. Te debo la vida.

—¿Qué es…lo que me estás ocultando, Loid?

Por algunos momentos, quizás una milésima de segundo, se me había pasado por la mente la idea de que Twilight me falsificara la verdad. Que inventara una excusa convincente sobre la existencia de Anya. No lo sé. Algo que haría un hombre ¿No? La mayoría miente y engaña sin culpas de por medio. Pero fui una tonta, al discurrir aquello. Mi esposo…no es así. No conmigo al menos. Y apelaría al tiempo que llevamos juntos, para contarme toda la historia, con la autenticidad por delante. Con lujo y detalles. Cada paso que dio y no dio, en esos 6 años de ausencia. Me confesó quien era Nightfall. Sus días de agente en Westalis, con ella a su lado. El como Anya fue concebida, resultado de una relación mas carnal, que amorosa. Porque en todo momento me dejó muy en claro, que no pudo llegar a amarla como hubiese deseado. Mas si le tenia un cariño sincero y frágil, con la sensibilidad de un amante afectuoso. Fiona Frost, era su nombre de civil. Una muchacha increíblemente devota a el y a la nación. Al servicio de Wise. Caída en acción, hacía poco menos de un año. El no estaba ahí cuando eso pasó. Su partida le generó mucha incertidumbre, no solo por el como había acabado su intima amistad. Si no mas bien, por no saber el paradero de esa hija que ambos hicieron, de jóvenes. Nightfall no permitió que Loid se acercara a Anya, ni por un segundo. La mantuvo oculta de él, con un absurdo subterfugio de no desear distraerlo de sus labores. A pesar de que mi esposo le hubiese casi exigido, hacerse cargo de la criatura. Sin duda era una mujer tenaz, pensé. Que valeroso gesto de su parte, por lo demás. Aunque si a mi me lo preguntan, lo encontré medio egoísta de su parte.

Realmente no me importaba como hubieran pasado las cosas. So un chico desea cuidar y responsabilizarse por lo que hace, no veo correcto privarlo de eso. Se que se las hubieran arreglado. Loid no lo dijo abiertamente. Pero lo mas seguro, es que Fiona haya estado realmente enamorada de él. Y el hecho de anhelar proyectar una familia a su lado, se le dificultaba. No lo sé. Luego de tanta narrativa, el relato se me hizo amargo en la boca. Tantas porquerías de por medio, manchando algo que se pudo sobrellevar de otra manera. Una mas pacifica, repleta de bonitos recuerdos y el calor de dos padres. Esta niña…no tenía culpa alguna.

Nighftall la crio a su manera. A su modo de ver la vida. Era una guerrera, un soldado. Y fue esa doctrina la que impartió en Anya. No con el afán de hacerle daño, supongo. No obstante, el resultado de ello…era escalofriante. ¿Quién soy yo para juzgar? Si finalmente, nunca pude ser madre como quise. Al final del día y dejando de lado todos los pormenores hilarantes de lo que significa ser, una mamá, todo estereotipo perdió sentido para mí. Nadie nos prepara para eso. Nadie nos enseña. Solo la vida y el transcurso del proceso, nos da la sabiduría para entenderlo. Es lo que aprendí, con Anya a mi lado estos últimos meses.

Sus ultimas palabras me llegaron, tocando un nervio emotivo en mi pecho. Le vi tan acabado, entregado a llorar. Tenia los ojos humedecidos. Jamás llegué a dimensionar que mi marido pudiese ocultar tan bien, un padecimiento tan magnánimo. Como su muerte y el permanecer tantos años alejado de Anya. Es verdad. Yo no conseguí engendrar hijos, porque mi naturaleza no me lo permitió. Pero el también sobrellevaba el mismo dolo, en silencio. Porque si bien, tenia la capacidad de hacerlo, tampoco pudo disfrutarla en carne propia. Sumado a esa presión mas la mía. Dios santo…este hombre, se la ha pasado mas mal que yo. Como me hubiera encantado saber de esto antes.

Ya es tarde para lamentarse. Pasado, pisado. Ahora que se todo esto, quiero mirar hacia el futuro. Y tomar las riendas de esta situación, de una buena vez.

—Y es eso…finalmente lo que pasó, Yor —sentencia el rubio, con vos endeble—. En verdad te pido mil disculpas por habértelo ocultado. Como ya te mencioné, temía que no lo tomaras bien por todo lo que hemos pasado con el tema de tu fertilidad.

—Loid —Yor toma su mano, con ternura—. Comprendo que lo hiciste, tomando resguardos porque te preocupabas por mí y mi salud mental. Pero créeme lo que te digo, yo hubiese estado dispuesta y encantada de criar a Anya junto a ti.

—¿No te da celos? —sisea, perturbado—. Digo…saber que tuve una hija que no fue contigo.

—Tal vez yo no sea la madre biológica de Anya. En efecto, no la parí ni la llevé en mi pancita. Pero es tuya…—confiesa Briar, jocosa—. Y es básicamente lo mismo, que sea mía. Porque mas que mal…te amo. Te amo mucho. Y todo lo que salga o venga de ti, para mi es un regalo. No hay bendición mas grande que tu cariño, Loid…

—Yor…—musita Forger, atragantado en palabras que no logra emitir—. Yo…

—Dentro de todo lo malo, tu historia es bonita también. Mira —la señora Forger le enseña a la menor, dormida entre sus brazos—. Escucharla hasta le dio sueño.

—Seguro le aburrió —bufa.

—Jajaja…es lo mas probable —ríe, con los pómulos febriles—. No es algo que los menores comprendan. Sin embargo, está claro de que Anya no es una niña "ordinaria".

—No lo es —traga saliva—. Es por eso que…me inquieta.

—Yo ya…me había dado cuenta de eso ¿Sabes? —revela la pelinegra, acariciando la nuca de la menor—. De un tiempo a esta parte, ha demostrado cosas…preocupantes. No te lo niego.

—¿Tienes miedo?

—No. Para nada —niega con la cabeza, templada—. Al contrario. De alguna manera, no sé por qué o como, logré congeniar con ella. Y es que por si no lo has notado, soy una asesina.

—Thorn Princess, al servicio de Garden —aclara Twilight, divertido—. Ya me hago una idea de a lo que te refieres sobre eso.

—Tal vez no se note del todo —balbucea—. Pero he estado trabajando esos impulsos de malevolencia con ella. No creo que Anya sea una niña mala. Solo…no sabe que es bueno o malo. No son conceptos que maneje.

—Es lo mismo que pienso yo. Pero, Yor…—advierte el varón, melancólico— ¿Realmente crees que podemos enderezarla? Es que la verdad, yo no creo que se pueda. Tiene como una especie de chip implantado en la cabeza. Sin duda Nightfall hizo un excelente trabajo, como se esperaría. ¿Sabes que es lo peor? Que yo le enseñé a ser así. De joven, la entrené. Al final…—desvía la mirada, fracasado—. Todo esto es mi culpa…

—Nada que ver. Tu no tienes culpa de nada, quítate eso de la cabeza —confiere Yor, acariciando su mejilla con dulzura—. Mi amor. Tu solo hacías tu trabajo. Para lo que fuiste curtido. Y le enseñaste bien, dentro de tus doctrinas como espía. Sin embargo, creo que no es demasiado tarde para rendirse con ella —adiciona, esperanzada—. Tiene 6 años, por el amor de dios. Es una cría. Aún le falta muchísimo por aprender y crecer.

—Si, lo sé. Pero…esa sonrisa que trae —murmura Twilight, descalabrado—. Es la personificación del mal.

—¿Qué es el mal, finalmente? —sugestiona Briar, ensimismada—. Yo mato personas. Tu también lo hiciste, durante la guerra. ¿Podemos replantearnos el tema y ser adultos responsables con eso? Anya necesita de nosotros.

Que tragedia. Yor realmente es una mujer fascinante. Le tiene tanta fe. Temo que su impulso natural de ser madre le esté cegando. Se que le juega en contra. Espera mucho de ella, sin darse cuenta. En el fondo lo hace porque se pone a prueba ella misma. Pero…yo no…—exhala, sumiso a su planteamiento— ¿Cómo explicarle a mi esposa, de que no creo que esto tenga solución? El bien y el mal, es cierto que son conceptos. Pero Anya…—carraspea, volviendo en si—. Tienes razón. Le daremos una oportunidad.

—¿A dónde pretendías llevarla?

—Con Sylvia —explica el varón—. Discúlpame. Pero creo que es lo mejor para todos. No es que esté poniendo en tela de juicio tus facultades. Sin embargo, dudo puedas sobrellevar todo lo que esto conlleva. Anya actúa impulsada por una mente que ha enredado la realidad de lo que percibe —frunce el ceño—. Ya no hablamos de solamente cosas banales como…no sé, matar animalitos. Ella ya ha…atacado personas.

—No me molesta…

—Yor, por favor. No estás dimensionándolo —insiste—. No lo entiendes. Anya ya ha matado. Asesinó a la casera del apartamento donde vivía y probablemente ya haya hecho algo más que-…

No puede ser. ¿Millie…? —repasa en su mente, pasmada—. Un momento. ¿Insinúas que quizás también…haya hecho más cosas?

—No lo insinúo. Lo sé —advierte—. Tengo certeza de ello. Y no va a parar, si no hacemos algo.

—¿Y que procurabas que hiciera Sylvia al respecto?

—Bueno…Wise cuenta con instalaciones de reacondicionamiento para delincuentes juveniles —franquea Loid—. Pensé que-…

—Por favor. No estás hablando en serio ¿O sí? —niega Yor, liada—. Anya no es ninguna malhechora.

—Pero puede llegar a serlo. No lo sé, Yor —manifiesta el espía, impaciente—. Hay que tomar resguardos y adelantarnos. Somos los adultos aquí. Esto ha ido en escala. No quiero que me tome más por sorpresa.

—Vale. Lo entiendo —Briar se levanta, con la niña en brazos aún. Declara—. No hace falta que se vaya a Wise. Yo me haré cargo.

—No, amor. Por ningún motivo —rechaza el chico—. Tu ya no tienes que hacer nada. Déjame hacerme participe de esto. Si Anya se va con-…

—Loid, por favor —demanda la señora Forger, mosqueada— ¿Serías tan amable de confiar en mí, por una sola vez?

—Cariño ¿Qué dices? —profesa, compungido—. Claro que confío en ti.

—No. No lo estás haciendo. No ahora —le reprocha su mujer—. Te estoy diciendo que yo puedo con esto e insistes en mandarla a quien sabe dónde, con personas extrañas. Solo vas a lograr volverla loca.

—¿Qué?

—Ya me hice cargo de mi hermanito antes. Puedo con esto —sentencia, caminando hacia la salida—. Gracias por la información. La tendré muy presente. Ahora se que Anya lee la mente de otros. Manipula y hace cosas como un adulto. Voy a hacer algo al respecto.

—¡Es-Espera, Yor! ¡No me-…!

—Ya vine —Sherwood abre la puerta, con un café en la mano— ¿Me llevo a la mocosa?

Atrás —protesta Yor, asesinándola con la mirada—. A mi hija no te la llevas a ningún lado. ¿Me oíste?

—Bueno…supongo que ya hablaron —chista Sylvia, bebiendo un sorbo de su bebida. Bastante tranquila—. Está duro esto del matrimonio y los hijos ¿No?

—Handler…—murmura Loid, indiscutiblemente derrotado—. Déjalas ir…ya…no te daré mas problemas. Lo prometo.

—Todo suena muy idílico, Twilight. Sin embargo, me temo que eso ya no será posible —niega Mercader, rodando los ojos hacia atrás—. Yo pretendía ir por un inocente café, cuando me topé de lleno con los de seguridad estatal. Esta mañana llegó una paciente muy peculiar al hospital. Supongo que conocen a Millie Myers ¿No?

Loid y yo cruzamos miradas furtivas. Yo, en mi calidad de cómplice. El, siendo testigo de un hecho que desconocía.

—La muchacha fue reportada como desaparecida por su madre, hace al menos dos días atrás. La policía la estuvo buscando y hoy, finalmente apareció —explica, cruzando ambos brazos contra su pecho—. Aunque comprenderán, no en muy buenas condiciones. Sufrió una fuerte contusión en la cabeza, producto de un peñascazo. Si bien, perdió parte de la memoria y tiene recuerdos nebulosos, la chica hace mucho énfasis en repetir que una pequeña niña "intentó matarla".

Mierda. Esto es…—Briar desvía la mirada.

—Tu sabías de esto ¿Yor? —le increpa el rubio.

—N-no…no sé de qué habla la administradora, la verdad…—Yor desaprueba, aparentando no enterarse de lo que dice—. Si estaba al tanto de que Millie desapareció. Pero la investigación apuntaba a que fuese una desertora o algo así…

Yor jamás hablaría así de una de sus colegas —Loid entrejunta los parpados, examinando el semblante apático de su mujer— Es obvio que está encubriendo a Anya. Desconozco que pasó, pero… ¿Intentó matarla? Dios santo. Esto echa por tierra nuestros planes.

—Mientes peor que mi ex marido —suspira Sylvia, ordenando que dos agentes mas ingresen a la habitación—. Lo lamento, Forgers. Pero Anya se vendrá con nosotros les guste o no. Agradezco la buena intención, sin embargo, el tema es mucho mas delicado de lo que creen. Hay una denuncia de por medio y créanme, a los de Ostania no les va a temblar la mano, aunque sea una mocosa. La juzgarán como un adulto —berrea—. Los de inteligencia son lobos con piel de oveja.

—¿Y a donde pretendes llevarla…? —la pelinegra se entrega finalmente derrotada, ante la pesquisa. Aunque no quiera, tendrá que aceptar.

—Tenemos un centro de rehabilitación en WISE para veteranos de guerra. Le hemos dado el alta a casi el 70% de ellos, sin premuras —comenta, templada—. Le ayudaremos y nos encargaremos de su salud mental distorsionada.

—Yo quiero ir. Quiero estar presente —exige la asesina, tajante—. Por favor, no me priven de eso.

—De acuerdo —asiente Sherwood—. Acompáñanos a la salida. Pero antes, Briar. Será mejor que hables con tu hermano. Creo que…es importante.

—¿Yuri está aquí?

Ambos hermanos, se encuentran de plano en el pasillo del hospital.

—¿Yuri? ¿Qué haces aquí?

—¿Disculpa? —se compunge, el menor— Tsk…y sigue aferrada a esa mocosa horrible. Qué situación más incomoda —. Discúlpame tu, hermana —carraspea, aclarando la voz—. Aunque te parezca extraño, estoy haciendo mi trabajo. Hoy apareció Millie Myers y debo hacerme cargo del caso.

Ya veo. Así que con eso se refería Sylvia —Yor lo intercepta, jalando de su brazo hacia un costado para hablarle mas tranquilizada—. Yuri…solo esta mañana me enteré de lo que pasó. Y quiero que sepas, que estoy dispuesta a colaborar. Sin embargo, te pediría discreción con esto.

—¿Discreción?

—Si. Sucede que…—miente—. Millie tenia ideas medio que amargas hacia Ostania. Producto del rencor que guarda por la muerte de su padre en la guerra. Entonces, apelaría a tu buen juicio. Dado que eres un excelente chico —determina, alegre—. Por favor, si vas a tomar su declaración no hagas tanto caso a muchas cosas. Ella…puede que desvaríe de la realidad —añade—. Pero es una buena chica, te lo juro. Aun confío en ella.

¿Qué me está contando? Si apenas conozco a la chica —despabila el subteniente, tragando saliva; pesaroso—. Y-Yo estoy consciente de todo, hermana. No te preocupes. Conozco el expediente de su familia. Se a lo que me ataño — Aunque…—se ruboriza, de pies a cabeza—. Hermana… ¿Acaso te preocupa lo que hago?

¿Qué? —asiente, falseando sus intenciones— ¡S-si! ¡Obvio que me preocupo! Es más…—adiciona—. Te pediría poder ser participase en tu investigación. Si gustas, claro. Te ayudaré a esclarecer su desaparición de estos días. Millie es mi mejor amiga en el ayuntamiento —adultera—. La ultima vez que la vi, cuidó de mi hija Anya en el apartamento. Aunque ella dice que la dejó en el paradero del autobús, comentó algunas cosas de ella…— Perdóname…Millie.

—Vale. Lo tendré en consideración —espeta el militar, altivo— ¿Tu que haces aquí? No, espera. No me lo aclares. Que tonto. Viniste a ver a Lotty ¿No?

—Si, Yuri —asiente, jocosa—. Visité a mi marido como de costumbre. Pero ahora habla por sí solo, respira por si solo y en dos días saldrá de aquí. Así que eso ya no me preocupa. Me importas tú, ahora.

¡¿Mi hermana se preocupa por mí?! ¡Bendito sean los dioses! —Briar hace una pausa, templado—. Bien. Te comentaré como me va. ¿Ya te vas?

—Si. A casa —Yor le enseña a su dormida hija, entre los brazos—. Está cansada. Te llamaré si me necesitas. Tu haz lo mismo, por favor.

—Lo haré —asiente, brioso—. Descansa, hermana…— ¿Realmente se va a casa? ¿Y entonces quienes son esos hombres que la acompañan? Esa mujer de cabello rojo. Jamás la vi antes. ¿Será amiga del inútil de Loidi? Esto…no me da buena espina.

Me he comprometido. En sangre. Conseguir que Anya deje esos malos hábitos de querer matar a todos. Tiene ya que diferenciar, que hay quienes merecen morir y otros no. Pero ¿Cómo lograrlo? Si yo misma me dedico a eso. Basta, Yor. Se lo prometiste a Loid. No caigas en el mismo juego que Nightfall, de adoctrinarla en algo que no es de ella. Solo denme un par de días y lo obtendré. Aunque…si me preocupa mucho lo que vaya a decir Millie al respecto. En verdad espero que mi hermano me de una manito con esa información.

[…]

—Quiero irme a casa. Por favor, se los ruego —implora Millie. Quien, a pesar de estar herida, vendada de manos y cabeza, se ve así misma esposada a la camilla—. Esto es inhumano. Tengo derechos.

—Te quedarás aquí hasta que venga el subteniente a cargo del caso, traidora —gruñe uno de los infirmados—. No pienses que vamos a creerte el cuento de que una niñita te atacó.

—Dios santo, si ya les dije todo lo que sabía o al menos recuerdo —chista la muchacha, temblorosa— ¡No soy ninguna traidora! ¿Para que querría dejar mi país? Nací y crecí aquí. ¡Ni si quiera tiene sentido!

—Al menos podría haber inventado una excusa mas creíble —murmura el otro militar, con ironía—. Parece que ha visto muchas películas.

Yuri hace ingreso al cuarto, bosquejando una mueca tosca en el proceso. Ser testigo del trato que le han dado y de como la mantienen apresada en una cama, no le parece correcto. Mas bien, porque es amiga de su hermana.

—¿Qué hacen? Suéltenla —ordena Yuri, molesto.

—¿Eh? Pe-Pero…subteniente, usted mismo nos ordenó que la-…

—Bueno, cambié de opinión. A todos nos pasa ¿No? —Briar se quita la gorra—. Déjenme a solas con la señorita Myers. Yo terminaré con el interrogatorio.

Ambos hombres se miran entre sí, un tanto descalabrados por el repentino cambio que toma el curso de la investigación. Les parece arbitrario. Pero no lo pondrán en duda. El coronel al mando confía en las habilidades del pelinegro, quien ha servido verazmente en la SSS sin fallar jamás. Una vez retiradas las esposas, los dos abandonan la escena.

—Te pido una disculpa, en nombre de la nación —murmura Yuri, esbozando una sonrisa afable—. Créeme, no solemos actuar así. No somos ningunos matones —miente.

—Yuri…tu eres el hermano menor de Yor ¿No? —balbucea la rubia, apabullada—. No entiendo que haces aquí…

—¿Por qué no podría estar aquí? —replica el menor, cogiendo una silla para sentarse a su lado—. Es verdad, ella es mi hermana. Pero sigo haciendo valer mis funciones como de costumbre. Eso no me limita ni me impide nada.

—Deberías pedir que releven del caso entonces —manifiesta la fémina, sobándose las muñecas con pesar—. Porque este asunto…concierne a Yor…

—¿De qué demonios, estás hablando? —Briar frunce el ceño, inquieto— ¿Qué tiene que ver Yor?

—Por favor, entiéndeme. Si no he hablado con la verdad, no ha sido porque sea una traidora. Mas bien, soy todo lo contrario —revela la funcionaria, liada—. Le debo mi lealtad a mis compañeras. Sobre todo, a Yor. Que ha sido una amiga muy buena conmigo.

—Es-espera un momento. Disculpa —espeta, confundido— ¿Podrías ser mas especifica? Es que no estoy entendiendo nada.

—La noche que desaparecí, estaba en casa de los Forgers —desvela la civil—. Me ofrecí a cuidar a Anya, la hija de Loid. Porque Yor tenia horas extras que cumplir. Y entonces…todo salió mal…

—¿Qué me estás contando, Millie? —Yuri se paraliza, espantado—. La niña que mencionaste antes, que te atacó… ¿Es…? —un flashback. Recuerda la voz de su hermana— "Te pediría discreción" —traga saliva, estupefacto—. Tiene que ser una broma. ¿Anya Forger te intentó asesinar…?

Centro de rehabilitación. Instalaciones de WISE. 20:10PM.

—¡Déjenme salir de aquí! ¡No quiero estar con estas personas! —aúlla Anya, golpeando la puerta de metal con violencia— ¡Debo volver con mi papi! ¡Y salvar al mundo!

Entre dos mujeres y un varón, intentan calmarla a duras penas. La pelirosa se resiste a tomar tratamiento, incluso si se le ha ofrecido mecanismos infantiles de manipulación. Como dibujar o componer música. Ha lanzado por los aires los crayones. Se rehúsa a comer. Lloriquea y de paso patalea, tirándose al suelo en un ataque irreverente de coraje. Entre tanto, Yor y Sylvia observan la escena detrás de un ventanal falso, siendo la primera de estas, la más afectada por lo que observa. Ambiciona no soltar lagrimas en el proceso, ocultando sus mejillas tras la manga de su chaqueta. Sherwood la examina por el rabillo del ojo, impávida. No por nada le dicen la mujer de hierro.

—No le sirves de nada si te pones a llorar —advierte la peliroja—. La mocosa ahora tendrá que aprender nuevas costumbres a la fuerza.

—Por favor, te ruego no la llames así —solicita la funcionaria, cabizbaja—. Se llama Anya.

—¿Qué importa? —se encoge de hombros, natural—. Parece más un experimento de laboratorio que otra cosa. El lavado de cerebro que le hicieron le distorsionó la cabeza.

—Debe de haber sido muy duro para ella…—musita.

—Y lo será aún más, ahora que estará con nosotros —sentencia, con voz metálica—. Nunca dije que nuestros métodos fueran suaves.

—Es solo una niña…

—¿Tu para que mierda querías estar presente? ¿Se puede saber? —Handler la increpa, mosqueada—. Si no te sacas esa idea absurda de la cabeza, no vas a ser ningún aporte aquí. No es una menor inocente. Es una guerrera, en el cuerpo de una mocosa. ¿Acaso nunca viste niños soldados?

—Te equivocas…—confiesa Yor, malograda—. Por supuesto que los he visto. Durante la guerra, muchos fueron adoctrinados para eso — Realmente no sé que estoy haciendo. Si yo misma fui uno, en carne propia. A la edad de 13 años ya mataba a destajo sin sentir culpa…

—Te recuerdo que las juventudes Ostanianas existieron en su momento —esclarece la administradora, hastiada—. Y eran mucho más letales que cualquier otro agente o asesino a sueldo. Lo bueno es que tenemos las herramientas suficientes para cambiar eso.

—Discúlpame. Estoy siendo demasiado ingenua, la verdad —recula Thorn Princess, retomando una compostura acorde a la ocasión. Una mas despejada—. Es solo que a veces esa sonrisa…

—Esa sonrisa, oculta maldad en el interior, Yor Briar —profiere—. Actúa como el adulto que eres y ya no dejes que te manipule más.

—Supongo que me encariñé de ella…—sisea, derrotada.

—Estoy muy al tanto de tu problema de fertilidad —comenta la supervisora—. Es todo un caso, el cómo te nubla la visión de la realidad. La única razón por la que acepté que fueras parte de esto, es por Twilight. El no me hubiera dejado hacer esto si no accedía. Lo conozco.

—¿Solo por Twilight?

—Bueno…si…—la mujer de sombrero desvía la mirada, azorada—. Y en parte también por Nightfall. Esa mujer era increíble, como no tienes idea. Su estoicismo hizo de nuestra organización una fuente confiable hacia la paz. No es que este justificándola como la madre del año. Pero sin duda…—regresa la visual hacia la habitación—. Como agente, hay que tener nervios de acero para involucrar a tu propia hija en el tema.

—Nunca conocí a Fiona. Pero no me parece bien lo que le hizo a Anya —rezonga Yor, incomoda.

—Nadie realmente conoció a Nightfall. Solo ella misma, se conocía —le endosa, en una sonrisa endeble—. Es por eso que era una de nuestras mejores espías. Aprendió en el campo de batalla, lo que era sobrevivir. Como dije, no la abalo ni la endioso como madre. Pero hizo lo que tenia que hacer. Para eso fue entrenada.

—No comparto la idea —insiste.

—No pretendo que lo hagas. ¿Qué vas a saber tu? Eres una funcionaria administrativa en el Ayuntamiento —bufa Sylvia, retirándose en una carcajada burlesca— ¡Cuando seas espía, hablamos!

Si, bueno. Tal vez no sea un super agente encubierto. Pero soy mucho mas letal que eso, si me lo propongo. Veo que Sylvia tiene sus propias ideas equivocadas de mí. ¿Pretendo cambiarle de parecer? Ni loca. Elijo que siga creyendo ingenuamente algo que no soy. Quizás en eso, nos parezcamos en algo con Fiona Frost. El que esté libre de pecado, que lance la primera piedra.

—¡Aléjense! —farfulle Anya, intimidando a los agentes con la punta de un crayón, como si fuese un arma— ¡Un paso en falso y les entierro esto en el trasero!

—Eso es absurdo, niña —se mofa uno de los muchachos—. Está hecho de cera. Se quebraría fácilmente al entrar.

—Claro que sí, Arthur —masculle la ojiverde, con una sonrisa maquiavélica en los labios—. De la misma forma que te gusta que te den, por las noches.

—¡¿Cómo?! —se espanta— ¡¿Cómo sabes que me gustan los hombres?! ¿Y quien te dijo mi nombre?!

—Arthur… ¿Eres gay? —consulta una de las funcionarias, divertida.

—¡Oye! ¡No es justo! ¡Ella lee la mente! —le reprocha, ruborizado.

—Tu tranquila, Ana —la menor la fulmina con la mirada, en son de un aura aciago—. No le contaré a nadie que luego de comer como cerda, vomitas.

—¡¿Qué dice?! —Ana se va a la chucha.

—Ana… ¿Eres bulímica? —le regresa Arthur, morboso.

—¡Eso solo pasó una vez! ¡¿Qué coño?! —corre hacia la salida— ¡Ya no quiero estar aquí! ¡Me largo!

—Jejeje…son todos unos debiluchos —carcajea Anya, victoria—. Y en cuanto a ti, Sophia —tentada a leer su mente. No capta nada. En blanco— ¿Eh…? ¿Qué?

—¿Huh? —Sophia, la otra agente, no se entera ni donde está—. Perdón. ¿De que hablábamos? ¡Ay! ¡Lo siento! ¡Jajaja! ¡Que distraída! Es que tengo TDA.

—Bueno…—Anya se deja caer al suelo, liada—. Que raros son todos ustedes…

—¿Qué comí esta mañana? —piensa la muchacha, compungida—. Ay…ya no me acuerdo.

Increíble…creo que, de cierta forma, podría dar resultado —ríe Yor, entregada al resultado—. Bueno, estará en buenas manos. Me iré a casa por hoy…

Mientras aguardaba en la estación de trenes, mi cabeza no dejaba de atosigarme de preguntas a interrogantes sin respuesta. A pesar de haber vivido varios meses junto a Anya, no recordaba ni una sola vez que haya leído mis pensamientos. ¿Puede que quizás haya logrado una especie de habilidad para bloquearla? Siendo una asesina al servicio de Ostania y con todos los secretos que ocultaba, en ningún momento ella usó esa información en mi contra. Continuaba dándole vueltas a las palabras de Sylvia en el centro. "La sonrisa del mal". ¿El mal, sonríe? Eso me recordó a un cuento de terror que le gustaba mucho a Yuri escuchar de pequeño. Del monstruo de las cavernas. Un ser deforme y sin amigos que cada día, olvidaba quien era al salir el sol. O lo que hacía la noche anterior.

¿Qué demonios estoy haciendo con mi vida? Ensimismada en mis abstracciones delirantes, noté que un hombre de bigote corpulento me observaba receloso detrás de una cabina de teléfonos. Le reconocí como uno de los informantes de Garden. Es verdad. Que distraída. Se supone que tengo una misión que cumplir. No debo ir a casa aún. Me presenté en el lugar de los hechos, vistiendo mi atuendo habitual para la ocasión. Fue pan comido. Al finalizar el día, la sangre de mis enemigos me había embetunado el rostro y parte de mi vestido. Le marqué a mi jefe, indicándole que la tarea estaba completada. Y de alguna forma, percibí un vestigio en su voz poco habitual. Como si algo mas le preocupara. Me dijo: "¿Cómo vas con esto de ser madre?". Conozco a mi superior. No era una pregunta al aire. Era mas bien un cuestionamiento. Seguramente se habrá enterado ya de la naturaleza de Anya. No sé como pero tampoco lo pondría en tela de juicio. El, tenía sus contactos y una red solida de información. Tragué saliva, nervuda. Debía tener mucho cuidado, en la forma como le respondería.

—Me va muy bien, señor —falsea Yor, sonriente—. Soy muy feliz con ella y se porta muy bien. Es indulgente como hija.

—Estamos ansiosos por conocer a la pequeña Anya —comenta, al otro lado de la línea—. Thorn Princess. Tienes buen ojo para escoger personas. No me falles.

—¿Qué…?

Quise decirle algo más, pero cortó antes de tiempo. Mierda. Eso…no está bien. No está nada de bien. ¿Garden se ha interesado en Anya? No…quiero…

Ciertamente Anya demostró poseer habilidades de una potencial asesina. Y no es algo que me enorgullezca mencionar, por el contrario. Concibo una repugnancia atroz hacia mi misma, por haber sido tan descuidada. Yo, indiscriminadamente la arrojé a esto. Fomenté su sed de sangre. Sopesando de lleno que mis conocimientos profesionales le harían un bien. Le hicieron peor. Tanto, que logró llamar la atención de mis superiores. Ahora mas que nunca, necesitaba que le quitaran el ojo de encima. Se a lo que me dedico. Pero bajo ningún punto de vista aprobé que mis hijos o los de Loid se metieran en el tema. Yo no seré como Nightfall. Mi pelea, es mía. Suficiente tengo con que mi marido sepa de ella.

Me fui a casa esa noche, con el resquemor agrio de un futuro incierto. Tantas lunas y soles queriendo ser madre. Y jamás dimensioné lo que eso podría conllevar en otros ámbitos. Si lo hubiera conseguido, las probabilidades de que Garden hubiese reclutado a mi prole eran altísimas. ¿Es esto parte de un plan universal? Deseaba cavilar que la verdadera razón por la cual me hicieron nacer infértil, era para no traerle mas problemas a mi familia. Si es que en algún punto deseaba tener una. Que tonta, ingenua y desprolija fui. Por supuesto que no podía ser mamá. Estúpida, Yor. Estúpida. Llevas un estilo de vida peligroso, no apto para menores. Con suerte me da para tener esposo. Daré gracias por eso y lo poco que tengo.

Llegando a casa, me encontré con Yuri en la puerta. Al parecer, llevaba un buen rato tocando. Estaba contenta de verle. Me acerqué a darle un abrazo y un beso a modo de saludo. Pero el me corrió la cara y decaído, me dijo.

—¿Entramos? Necesitamos hablar…

Ay, no. Me parece que sé…lo que quiere decirme.

23:10PM. Apartamento de los Forger.

—Yuri…—indica Yor, alegre—. Tu té se va a enfriar.

¿Por qué, hermana? —murmura.

—¿Eh…?

—¿Por qué, estás haciendo todo esto? —cuestiona el subteniente, cabizbajo—. Tú, sabias que la hija de Loid Forger era peligrosa. Tu, sabías lo que le hizo a Millie. Y cuantas otras cosas más de las que no me he enterado. ¿Por qué lo permitiste? ¿Por qué lo abalas?

Lo supuse. Millie le contó todo —suspira, templada—. Vale. Antes que nada. ¿Alguien más sabe de esto?

—Nadie —niega Briar con la cabeza—. Ella misma me pidió explícitamente, no contárselo a otros. Te ha jurado una fidelidad increíble, hermana. Esa chica, te quiere mucho y respeta tu familia. Pero…

—¿Estas enojado conmigo?

—Si…un poco —admite, tembloroso—. Yo mismo en persona te lo advertí antes. Te dije que la niña esa era peligrosa. Te manipuló. Hizo que me echaras de la casa la otra vez. Te separó de mucha gente. ¿Qué mierda pretend-…?

—No digas "mierda" delante de mí —le reprocha.

—Perdona —el menor se retrae en su asiento, instintivamente obediente—. Entiéndeme por favor. Es que esta situación, me saca de quicio. Hay muchas cosas que no comprendo de ti.

—Te debo una muy sincera disculpa, Yuri —consiente finalmente la pelinegra, jugueteando con sus dedos sobre el regazo de sus piernas—. Es verdad. Te mentí. Pero no lo hice porque no te ame o no confié en ti. Tu eres un buen niño y estaba segura que no lo entenderías.

—Por supuesto que lo entiendo —recela.

—¿Lo entiendes?

—Si, claro —sentencia el militar, brioso—. Esto de no poder ser madre te jugó en contra. Con lo mucho que querías tener hijos…de pronto llega esta niña y tu sueño se cumple de sopetón. Era natural que te ilusionaras. Sin embargo, creo que hay límites para la maldad…

—¿Tú también piensas que Anya es mala? —consulta la asesina, en una especie de pregunta retórica. Ya tiene la respuesta.

—Lo es, hermana —revela.

—Bueno…si —admite Yor, delineando una sonrisa pueril—. Me costó entenderlo, pero ya aprendí. Si. En efecto, lo es. Pero no es su culpa. Fue criada de esa manera. Mucho antes de que yo la adoptara y no me di cuenta, lo reconozco.

—¿Y ahora lo haces?

—Lo hago —asiente—. Es por eso que te pedí que fueras discreto con esto en el hospital. No soy ninguna mala persona o una traidora. Pero te ruego, si tanto dices comprender la situación…nos des una manito.

—Seguridad estatal necesita un culpable. Ya me lo dejaron muy en claro esta tarde —indica el militar—. Es eso o mi baja.

—De acuerdo. Entonces, me entregaré yo.

—¡De ninguna manera, hermana! —se levanta Yuri, acobardado— ¡¿Perdiste la cabeza?! ¡No!

—¿Y qué sugieres?

—¿Me entregarías a Lotty? —bufa, sarcástico—. No, bueno. Que pregunta tan imbécil.

—Si. Muy imbécil —carcajea Yor, divertida—. Obviamente que no. Pero…puedo entregarte a alguien más.

—¿A quién? —parpadea, embrollado.

Vale. Nunca creí que podría llegar a usar mis habilidades como asesina en casos tan triviales como estos. Pero… ¿Podría arrojarme al hecho de que le eche la culpa a un bastardo sin gloria? Alguien que nadie quiera. Alguien que nadie extrañe. Alguien… ¿Cómo el imbécil que maté esta noche? El de la mafia. De igual forma, está re tieso. ¿Qué cargos podrían imponer al respecto? ¿Qué un traidor de Ostania quiso matar a una Ostaniana? Increíble.

—Aquí tengo algo para ti —informa, entregándole una ficha envuelta en una carpeta—. No hagas preguntas. No cuestiones. Este hombre yace muerto. Pero encontrarás en tu base de datos muchas incongruencias. Tómalo y enjuícialo.

—Hermana…tu no-…

—Yuri —interrumpe la muchacha, regalándole una mueca jovial de cariño—. Ya es tarde. Debo descansar, porque mi marido y mi hija volverán pronto a casa. ¿Te acerco al paradero?

No me responde. Coge el expediente, la chaqueta y se retira en silencio. Sabe muy bien que hacer. No es que yo esté cuestionando a Nightfall pero…mi hermanito de alguna forma, también fue adiestrado por mí. A no hacer muchas preguntas. A obedecer órdenes. Y a ser un buen niño. Incluso en su calidad de adulto.

Pasó así una semana. Aquel hombre que asesiné, fue victima juiciosa de un crimen que no cometió. Sin embargo, culpa no sentía. Porque era un traidor. Alguien que merecía mesocráticamente ser diagnosticado bajo la ley y no ser abatido por mis cuchillas. Algo que sin duda le dio paz y calma a mi consciencia. Loid fue dado de alta del hospital. Regresó a casa. Un tanto magullado y medio cojo, pero era imperioso que se recuperara aljibe al son de una respuesta por parte de Wise. Al cabo de un mes, no se que tanto le habían hecho a Anya, dado que me mantuve consciente de casi todo su tratamiento. Pero visitamos el centro con mi marido una tarde de verano y ella, se mostraba muy resuelta de por fin vernos. Corrió a los brazos de mi esposo, jovial como de costumbre la recordaba. De paso, me abrazó a mi también y prometió portarse bien. ¿Acaso todo había salido conforme a lo planeado? Me dio un jubilo inexplicable saber que sí. Me mostré feliz y alegre, de la misma forma que mi cónyuge se profesaba así mismo. Tuvimos días maravillosos juntos, en compañía de Bond, un perrito que con el tiempo adoptamos para ser reunión de ella. Fue lo que nos recomendaron en Wise. Anya ya no sonreía de la misma forma. No había atisbo de maldad en su rostro. Nos había contagiado de su calor, demostrándonos que las personas podían cambiar, aunque de antaño yo haya determinado que eso no existía. Según mis experiencias, la gente no cambia. Solo empeora o mejora. Para mi fortuna, Anya despejó mis dudas, comportándose como una hija dócil y obediente.

Así…pasó un año. Una tarde de abril, visitamos un centro de atracciones que era nuevo en la ciudad. Había recorrido parte de la nación, pero por fin se presentaba en Berlint. Loid fue el primero en correr a buscar entradas, dado que eran escasas. Conseguimos un par y nos adentramos a los juegos. Anya se montó en la mayoría de ellos. Mi relación, iba de viento en popa con mi esposo. Ahora mas que nunca, nos demostrábamos afecto incluso abiertamente ante otros. Fue mi mejor época, podría confesar.

—¡Mami! ¡Quiero ese peluche! —apuntó la menor— ¡¿Lo consigues?!

—Por ti, claro que si —asintió la pelinegra—. Vamos, cariño.

Yo jalaba las manitos de Twilight de un lado a otro, sin medir consecuencias. Nos presentamos altivos a indagar en muchas persuasiones. Desde la noria hasta el carrusel. En cierto momento, Anya profesó querer montarse al corredor de los piratas. Era una barcaza, en medio de un rio que nos transportaba a las fauces de un túnel sombrío. Nada preocupante. Mas delante, otro buque nos acompañaba. De vez en cuando se mostraban criaturas espeluznantes. Calaveras, piratas falsos, música de fondo y un caudal agitado producto de la misma atracción. Anya insistía en aferrarse a las piernas de Loid y yo, festejaba eso, aplaudiendo como foca en festival. En algún punto sin desazón, las luces se apagaron. Por alto parlante dijeron que era parte del recorrido. Dado que entraríamos a la cueva de los indomables. Yo no comprendí del todo el concepto. Pero al salir y dar la luz, seguíamos los tres dentro del barquito. ¿Puede que esté medio sugestionada? Espero que no.

—¡Anya ahora quiere comer HotDog! —berreó la menor, apuntando a un carrito.

—Comeremos, sin duda —consintió Yor.

—No, espera, Yor —espetó Loid, ensimismado.

—¿Qué pasa?

—Acaban de cerrar…la atracción de los piratas —advierte el rubio, descalabrado.

—¿Qué?

Una voz por alto parlante, nos informa.

¡Atención a todo publico! ¡Laméntanos los inconvenientes ocasionados! ¡Pero el parque se cierra!

—¿Qué diablos? —Yor mira a su marido, compungida— ¿Cómo es que sabías que…?

Anya —Twilight fulmina con la mirada a su hija— ¿Qué hiciste ahora?

¿Qué es la sonrisa del mal? Nunca logré averiguarlo del todo. Puesto que jamás la vi de cara al abismo de lo que significaba ser, malo. Pero ¿Anya? ¿No se supone que se había curado de esto? Desearía poder poseer visto venir, tanto como mi esposo. Pero en cuanto noté que dos camilleros sacaban un par de cuerpos de la atracción, caí en cuenta de que nada de lo que creía, era verdad. Esta niña, jamás se mejoró. ¿Verdad? Solo habían acrecentado su malicia. O bien, apaciguado la forma en la que actuaba. Fue limpio, sin sangre, sin derramamiento de tripas. ¿Cuál es mi propósito en esto? ¿Qué más podía pedirle? Si al final del día…

—Soy hija única —esboza Anya, jubilosa— ¿Comemos ya?

Hija única…

Esta historia…se cuenta sola.


Fin