Hola a todos mis lectores!
Estoy de vuelta!
Primero que nada, quiero agradecerles por haberle dado una gran oportunidad a mi FanFic anterior "Un encuentro que cambió mi destino", la verdad que nunca imaginé el recibimiento que tendría, y estoy muy orgullosa por haber conseguido una muy buena respuesta.
Debo admitir que cuando la finalicé me sentí vacía, estaba tan acostumbrada a subir un capítulo cada domingo, que me perdí en el aburrimiento, pero ahora regresé con una nueva historia la cual espero que les agrade. La idea ya la tenía en mente desde hace meses y surgió a raíz de una canción, que ya les platicaré después. Por ahora, espero que disfrute de este primer capítulo, que a mi parecer, estará... INTENSO! Iniciamos con contenido lemonoso. Además, debo comentarles que se tratarán temas que son moralmente incorrectos ante la sociedad, así que, si no les agrada, entenderé si deciden dejar de leer; aún así, debo dejar una que otra advertencia.
ADVERTENCIA: La siguiente historia presenta temas de lo moralmente incorrecto, desde infidelidades, drogadicciones, traiciones, etc. Es importante destacar que los eventos y personajes descritos son completamente ficticios y no reflejan la realidad. Además, contiene contenido sexual explícito.
Los personajes de esta historia pertenecen a Rumiko Takahashi
PASION DESCONTROLADA
KAGOME
-¿Qué pensará la gran diseñadora de moda, Kagome Higurashi? -Preguntó con curiosidad la conductora de aquél programa de chismes.
-No lo sé Mayu. -respondió su compañera-. ¿Acaso perdonará a su esposo? Esta no es la primera vez que lo captamos con otra chica.
-Pero recuerda, querida Enju que, la vez anterior, su esposo se justificó diciendo que la persona que lo acompañaba era su "hermana".
-Tienes razón, aquella ocasión que nuestras cámaras lo captaron, no pudimos ver el rostro de la chica, por eso pudo librarse fácilmente. Sin embargo, ahora tenemos identificada a la chica en cuestión: Juliette Laurent, famosa modelo en todo Francia. Y no sólo eso, sino que los captamos besándose…
Apagué el televisor y me dejé caer en la cama; me llevé una mano a la frente, tratando de contener la maraña de pensamientos y emociones que me invadían. Era agotador ver mi vida privada convertida en un espectáculo para la diversión ajena.
Sabía que debía hacer algo, tomar una decisión firme, pero todo parecía tan complicado. Las imágenes de mi esposo con Juliette Laurent eran claras y contundentes, difícilmente podrá justificarlas esta vez. ¿Cuánto tiempo más podría seguir soportando las mentiras y las infidelidades?
El sonido del teléfono me sacó de mis pensamientos. Era mi amiga Sango, mi confidente de toda la vida, mi hermana por elección. Decidí no contestar, no me sentía con ganas de entrar en detalles sobre lo que estaba pasando, no quería confirmarle que el imbécil de mi esposo estaba follándose a una modelo en Francia. Minutos después de la llamada de Sango, unos mensajes comenzaron a llegar a mi celular; esta vez eran de Kikyo, mi hermana.
-¡Kag! Se que no vas a responder, pero ya es momento de que pienses en tu felicidad. Es lo único que diré por ahora. Espero que cuando regrese, hayas mandado a la mierda a ese maldito de Bankotsu
Suspiré y dejé el teléfono a un lado, sintiendo una mezcla de tristeza y rabia. Sabía que mi hermana tenía razón, pero dar ese paso se sentía como saltar al vacío. Quizás, ya era el momento de encontrar el coraje que siempre había admirado en otros y que, hasta ahora, había creído ausente en mí misma.
Me levanté a prisa, tomé un ducha y busqué entre mi ropa un vestido coqueto. Basta de seguir sufriendo por alguien que no me valora. Me miré al espejo y me gustó la imagen que veía. El vestido era muy corto, sin dejar mucho a la imaginación. Era color plata con brillos, de tirantes delgados que caían sobre mis hombros, dejando mis brazos y cuello al descubierto. El escote delantero era pronunciado, en forma de V, resaltando delicadamente mi busto. La espalda estaba casi completamente desnuda, con solo un par de finas tiras cruzándose para mantener el vestido en su lugar. La tela brillante se ceñía a mi cuerpo, realzando mis curvas y dándome un aire de confianza y sensualidad que hacía tiempo no sentía. Mi cabello caía en ondas suaves hasta la mitad de mi espalda. Su color oscuro contrastaba perfectamente con el vestido plateado, y los mechones brillaban bajo la luz, como si también estuvieran cubiertos de sutiles destellos. Definitivamente estaba satisfecha con mi apariencia.
Tomé las llaves de mi auto y salí de casa con determinación. Necesitaba un cambio de ambiente, un lugar donde pudiera olvidar mis problemas por un rato. Acelere el auto y me dirigí hacia un antro popular en el centro de la ciudad, conocido por su ambiente vibrante y su música que hacía vibrar el suelo. Al llegar, el sonido de la música y las luces parpadeantes me envolvieron. Dejé el auto en el estacionamiento y me dirigí hacia la entrada, sintiendo el murmullo de la multitud y la energía del lugar. Entré y me dirigí directamente a la barra, decidida a empezar la noche con una bebida.
El lugar estaba lleno de gente animada y a pesar del bullicio, encontré un asiento libre en la barra y me deslicé en él con alivio. Pedí un whisky, sintiendo el reconfortante calor del licor al deslizarse por mi garganta. Mientras saboreaba mi bebida, observé a mi alrededor; la pista de baile estaba llena de personas moviéndose al ritmo de la música, las risas y conversaciones se mezclaban con el sonido de la música electrónica que resonaba en el aire. Era reconfortante estar rodeada de tanta energía positiva, incluso si solo era por una noche.
A pesar de estar sola, por primera vez en mucho tiempo, me sentía conectada conmigo misma, libre de preocupaciones. Estaba en mi propio espacio, disfrutando de mi propia compañía y encontrando felicidad en el simple acto de estar presente. Me tomé otro sorbo de mi whisky, dejando que su calor se extendiera por mi cuerpo, hasta que, a lo lejos, bajando por las escaleras, lo vi. Su cabello blanco como la nieve, destacándose en la penumbra del lugar. Vestía una camisa negra abierta hasta el tercer botón, revelando de manera sutil su pecho, mientras que sus pantalones de mezclilla ajustados destacaban su figura atlética. Extremadamente sexy. Caminaba con una confianza innata, su mirada intensa recorría la multitud buscando a alguien mientras descendía con paso seguro.
Nuestras miradas se encontraron y me perdí en el dorado de sus ojos; sonrió de lado, y ahí supe que estaba totalmente rendida ante él. Desvié la mirada y recordé lo que hace unas horas habían comentado en la televisión: "¿Qué pensará la gran diseñadora de moda, Kagome Higurashi? ¿Acaso perdonará a su esposo?". Solté un resoplido frustrado y decidí alejarme, pero antes de dar un paso, él estaba frente a mí.
-¿Estás bien? -me preguntó con genuina preocupación.
Estaba a punto de responder, cuando el bartender se acercó y lo saludó con total amabilidad.
-¡Inuyasha! Pensé que seguías en…
-Dos whiskies por favor, Otto -lo interrumpió sin quitar su mirada de la mía.
-De acuerdo.
-¿Cliente frecuente? -pregunté mientras Otto sacaba dos vasos y servía las bebidas.
-Relájate, preciosa. -me guiñó un ojo, haciendo que mi corazón latiera más rápido-. Disfrutemos de la noche.
-¿Qué te hace pensar que quiero pasar la noche contigo? -respondí molesta.
La cercanía de Inuyasha me hizo sentir una extraña combinación de nerviosismo y excitación. Intenté mantener la compostura, pero su presencia imponente era difícil de ignorar.
-Gracias, Otto -agradeció Inuyasha con un gesto de la cabeza cuando el bartender le entregó los vasos-. Déjanos la botella, por favor.
El aroma del whisky llenó el espacio entre nosotros mientras me miraba con intensidad. Era como si pudiera leer mis pensamientos, como si supiera exactamente lo que estaba pasando por mi mente en ese momento.
-Sé que las cosas no han sido fáciles últimamente... -comenzó a decir Inuyasha, pero lo interrumpí levantando una mano.
-No quiero hablar ahora -dije con determinación, tomando el vaso con whisky y bebiéndomelo de un solo sorbo.
-Y si no quieres hablar, -Inuyasha llenó mi vaso con más whisky-. ¿Qué prefieres hacer? - Algo me decía que esto no terminaría nada bien
-¡Sorpréndeme! -exclamé bebiendo nuevamente el whisky de un solo trago.
-Créeme preciosa - dijo mientras removía la bebida en el vaso-, no vas a aceptar lo que yo tengo en mente. -Al igual que yo, lo tomó de un solo golpe-. No mientras tú y yo…
-¡Calla y bebe! -ordené sirviendo nuevamente los vasos.
Sus hermosos ojos dorados hacían contraste con la oscuridad del lugar, brillando con una intensidad que reflejaba el deseo. Los trago nos acercaba más, y en esos momentos de silencio cargado de tensión, el mundo exterior se desvanecía, dejándonos a merced de nuestras emociones y la creciente conexión entre nosotros. La atmósfera era cómplice en ese instante, y nos sumergía más en un juego peligroso y embriagador.
-¡Quiero bailar! -exclamé tomando el último vaso de whisky. Sí, dejamos la botella vacía.
Sentía la necesidad de liberar tensiones, de dejarme llevar por el ritmo de la música y olvidarme definitivamente de todos los problemas que me acosaban, y que la botella no me había ayudado a borrar. Me levanté de mi asiento, sintiendo la mirada de Inuyasha sobre mí.
-¿Vienes? -pregunté, extendiéndole la mano con una sonrisa desafiante.
Inuyasha me devolvió la sonrisa, asintió con la cabeza y se puso de pie, aceptando mi invitación con entusiasmo.
Bajo el resplandor de las luces de neón, nos sumergimos en la pista de baile, nuestros cuerpos se movían en armonía con el ritmo de la música. Inuyasha me tomó de la cintura con firmeza, atrayéndome hacia él mientras nuestros cuerpos se fundían en un baile sensual y erótico. Nuestros movimientos eran fluidos y coordinados, cada roce de nuestros cuerpos, enviaban corrientes de excitación. Sus manos expertas exploraban mi cuerpo con confianza, mientras nuestras miradas se encontraban en un juego de complicidad y deseo.
El calor de su aliento rozaba mi piel, sus labios se encontraban apenas a centímetros de los míos, creando una tensión sexual inexplicable entre nosotros. Nos perdimos en el éxtasis del momento, dejando que la música nos guiará hacia un lugar donde solo existíamos él y yo, donde el mundo desaparecía y solo quedaba la intensidad de nuestro deseo compartido. Y justo cuando pensaba que no podía haber nada más excitante, Inuyasha me sorprendió con su propuesta.
-Hueles demasiado bien. -expresó metiendo su nariz entre mi cabello-. ¿Te parece bien si nos vamos a un lugar más… privado? -susurró en mi oído.
Sentir su aliento cálido en mi piel hizo que se me erizara el vello de la nuca. La idea de seguir la pasión hacia un lugar más íntimo me excitaba aún más. La poca cordura que me quedaba me decía que era una pésima idea, pero yo necesitaba sentirme libre de toda atadura y restricción. Así que, sin dejar que la duda se interpusiera en mi camino, seguí a Inuyasha con determinación.
Nos deslizamos entre la multitud, apenas perceptibles entre las sombras y la luz intermitente. Finalmente, encontramos un rincón apartado, un refugio temporal del bullicio y las miradas curiosas. Sin una palabra, nos lanzamos el uno hacia el otro; nuestros labios se encontraron en un beso apasionado y voraz, nuestros cuerpos se unieron en un abrazo ardiente, sin espacio para la duda o la incertidumbre.
-Si pudiera, te follaría ahora mismo -dijo entre jadeos.
El deseo ardía dentro de mí, clamando por liberarse de todas las restricciones. Sin pensarlo dos veces, respondí con una sola palabra, una invitación audaz que rompía todas las barreras:
-Sólo... hazlo. -fue mi respuesta, cargada de deseo y anhelo. Sin embargo, Inuyasha me detuvo con una caricia suave en la mejilla y unas palabras tranquilizadoras.
-Calma, preciosa -susurró con dulzura-. Iremos a otro lugar.
Tomó mi mano y me guió fuera del antro, lejos de las miradas indiscretas y las distracciones del ambiente. Le di las llaves de mi auto y nos adentramos en la oscuridad de la noche, dejando atrás el bullicio del antro y las luces parpadeantes. Cada vez que nuestras miradas se encontraban, un destello de pasión ardiente pasaba entre nosotros, alimentando la llama del deseo que nos consumía. Estábamos a punto de adentrarnos en un mundo de placer sin límites, y aunque sabía que nada de esto estaba bien, las copas de más ya habían nublado mi razón.
Llegamos a un edificio muy elegante y sofisticado. Dejó el auto en el estacionamiento y entré con él al elevador sin hacer ningún tipo de preguntas. Después de que se cerraron las puertas, me tomó por la cintura y me besó desesperadamente. Le correspondí de la misma manera, quería que me hiciera suya en ese mismo instante, pero si alguien entraba se volvería un escándalo. Sus labios continuaron explorando los míos con pasión, cada uno de sus besos sabían a gloria; nuestras lenguas danzaban un juego de fuego y deseo; mientras sus manos recorrían mi espalda y las mías se enredaban en su cabello platinado. La tensión sexual en el aire era palpable, y mi corazón latía con fuerza; me sentía como una jovencita escapando de la casa de sus padres para encontrarse con su novio en secreto.
El sonido inminente de las puertas a punto de abrirse nos hizo separarnos de inmediato. Sin perder tiempo, Inuyasha tomó mi mano y me condujo hacia la puerta del departamento, abriéndola con prisa. Nos sumergimos en un beso desesperado, entregándonos a un torbellino de lujuria, deseo y pasión. Avanzamos con cierta dificultad hasta tropezar con el sofá, donde nos dejamos caer sin soltarnos en ningún momento. Los besos se volvían más y más intensos; nuestras lenguas danzaban en un baile frenético de ansias y anhelos, mientras nuestras manos exploraban cada centímetro de piel con un deseo insaciable.
Sus labios comenzaron a recorrer mi cuello mientras mis manos temblorosas intentaban desabotonar su camisa. Él, por su parte, me atrajo por la cintura y metió una de sus manos bajo la falda de mi vestido, acariciando mi pierna hasta llegar a mi muslo. Sabía perfectamente que estaba cruzando los límites, pero en ese momento, la pasión y la atracción eran irresistibles.
Finalmente logré quitarle la camisa. La luz tenue del apartamento delineaba los contornos de sus músculos; su pecho, amplio y firme, emanaba una virilidad que me dejaba sin aliento, mientras sus abdominales marcados formaban una línea tentadora que invitaba a ser explorada con avidez. Sin poder apartar la mirada, me perdí en la visión de su torso desnudo, sintiendo el pulso acelerado de mi corazón mientras la pasión ardiente se apoderaba de nosotros.
De repente, el sonido de su teléfono interrumpió el momento mágico que estábamos compartiendo. Ambos nos miramos con sorpresa, como despertando de un sueño. Él alcanzó su teléfono, y por un momento creí que respondería; sin embargo, lo apagó y lo aventó lo más lejos posible.
-Lo siento. -pronunció con la voz jadeante-. Ya no tendremos más interrupciones.
Asentí con determinación y me sumergí una vez más en el ámbar de sus cautivadores ojos. Alcancé sus labios con una intensidad renovada, como si la breve interrupción hubiera avivado la llama de la pasión entre nosotros. Sus besos, cálidos y apasionados, se fusionaron con los míos en un torrente que prometía desencadenar emociones aún más profundas. Sus manos, hábiles y delicadas, exploraban mi piel con una destreza que contrastaba con la urgencia palpable de nuestros besos. En un acto de desesperación, Inuyasha me quitó el vestido con urgencia, rompiendo uno de los tirantes en el proceso.
-Lo... lo siento -dijo entre risas y jadeos, su aliento cálido acariciando mi piel desnuda.
-Cállate y fóllame -respondí con un susurro cargado de deseo.
Nuestros cuerpos se fundieron en un abrazo apasionado, el roce de nuestra piel provocaba un torbellino de sensaciones inexplicables. Sus manos hábiles recorrían cada centímetro de mi cuerpo con una urgencia palpable, despertando un fuego ardiente en lo más profundo de mí ser. Su mirada descendió, capturando el vaivén de mi pecho agitado, mientras un gemido escapaba de mis labios entreabiertos.
-Eres perfecta -susurró.
Por primera vez en mucho tiempo, experimenté la sensación de ser amada, deseada y completa. Sus labios murmurando esas dos simples palabras lograron desvanecer la monotonía en la que había vivido los últimos dos años. En ese instante, el universo se redujo a él y a mí, y cualquier preocupación o duda se disipó en la calidez de sus elogios.
Acarició mi pecho sobre la tela del sostén que aún me cubría, el cual quitó con una gran habilidad, arrojándolo a un lado del sofá. El simple roce de sus manos sobre mi piel logró arrebatarme un gemido que se volvió más intenso cuando su lengua comenzó a juguetear con mis pezones, sin dejar de acariciar mi cuerpo. Me sentía en las nubes, como si estuviera explorando también cada rincón de mi alma. Fue bajando lentamente, dejando un rastro de besos hasta llegar a mi centro. Lo vi curvar sus labios en una lujuriosa sonrisa al ver mi humedad, hizo a un lado mis bragas y sin previo aviso, comenzó a lamer mi entrada, mientras con sus dedos, jugaba con mi botón de placer. La habitación se impregnaba de la electricidad de nuestra conexión, y el susurro de nuestras respiraciones entrecortadas creaba una sinfonía única.
-Eres deliciosa. -Susurró con la voz enronquecida. Una corriente de placer recorrió mi cuerpo, y mi piel se erizó ante la intensidad de sus palabras.
-No te detengas… por favor… -supliqué.
-No pienso hacerlo, preciosa.
En ese instante, introdujo dos de sus dedos en mi interior y un grito de placer se liberó de mi garganta al mismo tiempo que arqueaba la espalda y mi cuerpo se entregaba por completo al éxtasis. Los movimiento de sus dedos dentro de mí era una oleada de placer que me envolvía por completo, haciendo que mi respiración se volviera entrecortada y mis manos se aferraran con fuerza al sofá. Su lengua hábil exploraba mi clítoris con una destreza incomparable, provocando gemidos de éxtasis que escapaban de mis labios sin control.
Mis sentidos se agudizaban con cada roce; las caricias intensificaban el fuego que ardía en mi interior. El placer se elevaba a nuevas alturas, llevándome a un estado de éxtasis que nunca antes había experimentado. Era como si estuviera flotando en un mar de sensaciones, perdida en un mundo de puro deleite y éxtasis. Cada movimiento coordinado de sus dedos y su lengua era una sinfonía de placer que me llevaba al borde del abismo, y cuando finalmente llegué al clímax, fue como si una explosión de luz estallara dentro de mí, inundando cada rincón de mi ser con una intensidad abrumadora. Era una experiencia abrumadora, embriagadora, que me dejaba sin aliento y completamente rendida ante él, incapaz de pensar en algo más que en el puro deleite de aquel momento fugaz pero eterno.
Solté un suspiro satisfecho cuando se separó de mí; me ayudó a ponerme de pie y me cargó en forma nupcial llevándome hasta la habitación. Me recostó con delicadeza en la cama, y no pude quitar la mirada de su torso desnudo, maravillada por la perfección de sus músculos. Bajé la mirada instintivamente hasta el pronunciado bulto en sus pantalones, y solo de imaginarlo dentro de mí, un cosquilleo recorrió mi cuerpo y me mordí el labio inferior para contener un gemido. Inuyasha se dio cuenta y sonrió con picardía, disfrutando de la lujuria creciente entre nosotros. Con toda la calma del mundo, se quitó el pantalón junto con su ropa interior, torturándome con su deliberada lentitud. Sabía perfectamente mi urgencia por tenerlo, y cada segundo de espera solo aumentaba el deseo abrasador que ardía en mi interior.
Se subió a horcajadas sobre mí rozando la punta de su miembro en mi entrada. Enredé mis piernas en su cadera invitándolo a invadir mi ser, pero no lo hizo; comenzó a besarme apasionadamente mientras se restregaba en mi sexo. Inuyasha disfrutaba torturarme así. Volvió a darle atención a mis pechos, besando, lamiendo y succionando mis pezones endurecidos por el éxtasis para después acariciarlos nuevamente con sus manos. Los gemidos de ambos resonaban por toda la habitación, era un momento exquisito que, seguramente, recordaría todos los días de mi vida. Tomó su miembro entre sus manos y acomodó únicamente la punta en mi entrada; ya no podía más, y lo peor o lo mejor, era que yo lo estaba disfrutando.
-Hazlo ya -le exigí
-¿Qué cosa, preciosa? -preguntó con voz llena de deseo y pasión
-Penétrame de una buena vez. -respondí con desesperación- Te necesito dentro de mí.
Y de una sola estocada, invadió por completo mi ser. El ritmo de sus penetraciones, en un principio, fueron lentas, en lo que me acostumbraba a su tamaño; después, poco a poco fue acelerando sus movimientos. A medida que el deseo crecía, nuestros cuerpos se fundían en un torbellino de placer. Inuyasha, guiado por la pasión, aceleraba sus movimientos, y yo respondía con gemidos que se mezclaban con el ritmo apasionado de nuestro encuentro. Las sensaciones embriagadoras nos envolvían, y mis uñas arañaban su espalda, expresando la intensidad del momento.
El ambiente se llenaba con el sonido de nuestra respiración agitada y el susurro de nuestras palabras entrecortadas. Inesperadamente giró, dejándome encima de su cuerpo, lo que agradecí al tomar el control de nuestro encuentro. Comencé a moverme en círculos sobre su miembro, apoyándome con las manos en su pecho.
-Agh…, lo haces excelentemente bien -acarició mis piernas hasta llegar a mis pechos y los acarició con suavidad. Se sentía demasiado bien-. Sigue así, preciosa.
Me dejé caer sobre su cuerpo, aplastando ligeramente mis pechos contra su perfecto y esculpido torso; él me abrazó y aceleró sus embestidas. No pude resistir más y mis gemidos se volvieron gritos llenos de pasión. Sólo espero que los vecinos no nos estuvieran escuchando. Hábilmente y sin salir de mí, volvió a dejarme bajo su cuerpo; su mirada llena de lujuria me decía que no se detendría, pero sus acciones me decían otra cosa, porque fue disminuyendo la velocidad de sus penetraciones hasta que se estuvo.
-No te detengas, Inuyasha -dije con un dejo de frustración en mi voz
-Tranquila -dio un ligero mordisco en mi clavícula que envío una descarga eléctrica por todo mi cuerpo-. No pienso hacerlo -me dio un ligero beso en los labios-. No pienso dejarte dormir en toda la noche.
Inuyasha salió de mi interior, y con suavidad, me giró para poder besar y acariciar mi espalda, y por alguna extraña razón eso me hacía feliz. Volví a sentirme viva después de mucho tiempo viviendo un matrimonio perdido en la monotonía y en los engaños. Cada día era una repetición del anterior, una existencia vacía y sin sentido que me dejaba anhelando algo más, algo que ahora estaba disfrutando en sus brazos.
Sus besos llegaron hasta mi espalda baja y sus caricias se deslizaron con suavidad, como un susurro íntimo que despertaba cada rincón olvidado de mi ser. Sus manos recorriendo mi piel, era un recordatorio de que todavía había pasión y amor en el mundo, y estaba decidida a aferrarme a eso con todas mis fuerzas.
-Me encanta tu cuerpo -expresó mientras rozaba su miembro en mi trasero
-Y tú… eres un verdadero dios del sexo -afirmé entre jadeos.
Me tomó de la cadera y levantó un poco mi trasero, rozando la punta de su miembro por mi entrada.
-¿Lo deseas? -preguntó perdido en la lujuria
-Sí -musité entre jadeos
-Dime que lo deseas -ordenó con una voz ronca que me excitaba demasiado
-Lo deseo, Inuyasha. -respondí soltando un gemido por el deseo de lo que estaba por venir
-No te escucho, nena - insistió, buscando escuchar las palabras que ansiaba.
-Te necesito dentro de mí -supliqué, cegada por el placer, deseando sentirlo completamente unido a mí-. Hazme tuya de una maldita vez.
Sin decir más, me penetró con fuerza llevándome nuevamente a la cima del cielo. Mis uñas se clavaron en las sábanas mientras el placer me envolvía por completo. Sus embestidas se volvían cada vez más profundas, cada movimiento me llevaba hacia una cascada de sensaciones indescriptibles. El éxtasis aumentó cuando llevó sus manos a mi pecho, atrayéndome hacia su torso con un deseo incontrolable que nos consumía a ambos.
-Me fascina tu estrechez… -mordisqueó mi cuello- Joder, preciosa, no podré aguantar más.
-Mmmm…
No pude responder más. Mi cuerpo comenzó a sentir los espasmos, producto del éxtasis que estaba a punto de alcanzar. Dejé caer mi cabeza hacia atrás, apoyándome en su hombro al mismo tiempo que ambos gritamos sumergidos en la lujuria. El éxtasis nos envolvió en una ola de placer compartido, y nos abandonamos al goce mutuo, dejando que la intensidad del momento nos llevara a un lugar donde solo existíamos él y yo. Caímos rendidos en la cama, escuchando el sonido de nuestra agitada respiración y el palpitar acelerado de nuestros corazones. Permanecimos abrazados por largo tiempo, hasta que el sueño nos envolvió como un suave manto.
Esa noche, en sus brazos, experimenté una renovación de mi autoestima y un recordatorio palpable de mi propio valor. Sentí el amor y el deseo en cada gesto, como si fuera una danza armoniosa que se tejía entre nuestras almas. Por primera vez, el mundo exterior desapareció, dejándome inmersa en la calidez de sus brazos y la pasión compartida.
En ese momento, no éramos solo dos cuerpos entrelazados, sino dos almas que se encontraban en un espacio donde el tiempo y las preocupaciones quedaban suspendidos. Era como si la noche estuviera destinada a ser un bálsamo, cerrando las heridas emocionales y colmando los vacíos que habían persistido en mi corazón. En sus brazos, descubrí más que un amante apasionado; había encontrado un refugio donde la vulnerabilidad era acogida sin reservas.
Sin embargo, a pesar de la intensidad de esta conexión pasional, un 'pero' se asomaba en mi mente. ¿Qué sucederá al despertar? ¿Qué pasará si mi esposo descubre esta infidelidad? La sombra de esa incertidumbre arrojaba una nube sobre el éxtasis momentáneo, recordándome las posibles consecuencias de mis acciones.
Definitivamente, mi esposo va a matarme.
CONTINUARÁ...
