A la mañana siguiente, Denahi y Chema continuaron con su camino a la casa de Chema. El bullicio de la ciudad de México los envolvió mientras caminaban por las transitadas calles. Denahi se maravillaba con cada rincón nuevo que descubrían: los coloridos mercados llenos de artesanías, los vendedores callejeros ofreciendo comida tradicional, y el constante fluir de la gente que parecía nunca detenerse.

Pasaron por el imponente Zócalo, donde Denahi no pudo resistirse a sacar su cámara y capturar imágenes del majestuoso Palacio Nacional

-¡Chema, mira esto!- exclamó Denahi emocionado, mostrando las fotos en la pantalla de su cámara.

Chema sonrió ampliamente, acostumbrado al entusiasmo de su amigo por cada detalle nuevo que descubrían.

-Tienes un ojo increíble para esto, Denahi. Estas fotos van a ser la envidia de todos en la universidad- dijo mientras revisaba las imágenes.

Después de un rato explorando el Zócalo, decidieron continuar su camino hacia la casa de Chema, así fue como Denahi se subió al metro por primera vez. Tomaron el metro desde la estación cercana al Zócalo, sumergiéndose en la bulliciosa red subterránea de la ciudad. Denahi se sorprendió por la eficiencia del metro y la cantidad de personas que usaban este medio de transporte.

-¿Te imaginas tener que lidiar con esto todos los días?- bromeó Chema mientras se acomodaban en el vagón abarrotado.

Denahi rió, asombrado por la rapidez con la que avanzaban por la ciudad.

-Es increíble cómo todo funciona tan bien aquí-comentó mientras miraba por la ventana y veía las estaciones pasar rápidamente.

Después de un par de transbordos y una breve caminata desde la estación de metro más cercana, llegaron a la parada donde tomarían un microbús hacia la casa de Chema. La calle estaba llena de pequeños vehículos coloridos que zigzagueaban entre el tráfico.

-Aquí es donde nos bajamos- anunció Chema, señalando el microbús que se acercaba.

Denahi observó con curiosidad cómo Chema, con naturalidad, negociaba el precio del pasaje con el conductor mientras subían al microbús. En el interior, encontraron un asiento cerca de la ventana y Denahi miró hacia afuera con interés, observando los diversos barrios y el paisaje urbano en constante cambio. Después de unas paradas, se subió un hombre que vendía botanas en una canasta.

-¿No quieres una botana para el camino?- preguntó Chema.

Denahi asintió y Chema compró una bolsa de chicharrones y papas con salsa y limón. Cuando Denahi las probó se quedó sin palabras.

-¿Qué tal?

-¡Chema esto es lo más delicioso que he probado en mi vida!

-Y espérate que esto apenas empieza.

Denahi y Chema siguieron conversando por un rato hasta que en un momento el microbús frenó abruptamente, haciendo que todos los pasajeros se sostuvieran de sus asientos.

-¡Órale si no traes vacas!- gritó Chema.

Pero el chofer no le hizo caso, en eso se subió un oficial de la Guardia Nacional anunciando que hubo un accidente en el camino y que esa ruta estaba bloqueada temporalmente. Después del anuncio del oficial de la Guardia Nacional, Denahi y Chema intercambiaron miradas preocupadas.

-¿Qué hacemos ahora?- preguntó Denahi, mirando por la ventana hacia el caos en la calle.

Chema se encogió de hombros.

-Supongo que tendremos que bajarnos y continuar a pie. Conozco un atajo desde aquí, solo que...

-¿Qué?

-...Nada, vámonos.

Los dos amigos se bajaron de la micro junto a los demás pasajeros. Chema comenzó a guiar a Denahi por la colonia, era una suerte que la maleta de Chema tuviera ruedas y la de Denahi estuviera encima de esta. Denahi seguía fascinado por el paisaje urbano, quiso sacar su cámara para tomar fotos pero Chema lo detuvo antes.

-No es una buena idea sacar la cámara aquí.

Fue en eso que Denahi comenzó a notar la preocupación en el rostro de Chema. Así que decidió escucharlo y alejó su mano de su bolsillo.

Después de unos minutos de caminata Chema presintió que los estaban siguiendo. Y para colmo de males, su instinto tenía razón. Una pandilla se les acercó, eran como cinco tipos que rápidamente los rodearon.

-Mira nada más. ¿Chema? ¿Eres tú, verdad?- preguntó el líder de la pandilla con una voz áspera, reconociendo a Chema de inmediato.

Chema apretó los puños, tratando de mantener la calma a pesar del nerviosismo que sentía.

-Hola, Pablo- respondió con voz firme pero cautelosa.

Denahi miró confundido de uno a otro, sin entender completamente la situación.

-¿Entonces...ustedes dos se conocen?

Pablo miró divertido a Denahi.

-¿Y tu quien eres wey? ¿Su novio?- le preguntó con una sonrisa burlona.

-No lo metas en esto- dijo Chema poniéndose frente a Denahi protegiéndolo -No queremos problemas Pablo, déjanos ir.

-Uy Chemita, eso no se va a poder.

-¿Y porqué no?- preguntó Denahi mientras trataba de controlar su miedo.

-Porque Chema y yo tenemos asuntos pendientes.

-Por ultima vez Pablo, yo ya dejé eso atrás.

-Pero yo no cabrón, tú me debes mucho desde que te largaste pal otro lado. Ahora tu y tu novio aquí presente van a aprender una lección de vida.

Entonces uno de los pandilleros jaló a Denahi de la mochila y lo tumbó al suelo.

-¡Denahi!- gritó Chema -¡Déjenlo en paz!

Pero antes de que pudiera ayudar a su amigo, Chema recibió un puñetazo en la cara de la parte de Pablo. Denahi y Chema comenzaron a recibir una paliza, hasta que a ambos los inmovilizaron de los brazos.

Pablo sacó su navaja y se dirigió a Chema.

-Que esto te sirva de lección Chemita.

Pablo se acercó a Denahi, quien miraba la navaja con horror mientras trataba de liberarse en vano. Pero antes de que pudiera ponerle una mano encima, Chema emitió un chiflido que resonó por toda la zona. Seguido por un tenue silencio.

Pablo comenzó a reírse junto a su pandilla mientras Denahi y Chema se miraban con preocupación.

-¿Chema?

-Se paciente Denahi- le susurró Chema.

-Parece que siempre si te quedaste so-

Pero antes de que Pablo pudiera terminar su frase, fue atacado por un perro en el brazo donde tenía la navaja. En eso alguien más llegó al rescate de Denahi y Chema, era otra pandilla que superaba a la primera dos a uno. Entre el caos Chema tomó a Denahi de la camisa y lo sacó de la pelea, una vez ambos estaban seguros Chema logró reconocer a la pandilla que los había salvado. Eran Los Jaguares Urbanos, una pandilla que hacía de vigilante en esa parte de la ciudad. Eran conocidos por intervenir en asaltos, secuestros, violaciones, protegiendo así a los habitantes de la zona. Chema solía ser uno de ellos.

Denahi pudo observar cómo el pastor malinois seguía mordiendo el brazo de Pablo, pero enseguida la supuesta dueña del perro se lo quitó de encima. Era una chica idéntica a Chema, vestía pantalones negros, una camisa blanca de tirantes gruesos, tenis grises y una gorra azul marino al revez. La única diferencia era que ella usaba lentes.

La chica se acercó con paso decidido hacia Pablo, quien aún forcejeaba con el perro que le había atacado.

-¿Qué te dije sobre meterte con la gente equivocada, Pablo?- Su voz era firme, llena de autoridad -Y peor aún, te metiste con mi familia.

-Ya mejor lárgate de aquí Pablo- dijo el líder de Los Jaguares Urbanos, quien era más grande y corpulento que Pablo-Este es nuestro territorio y vamos a hacer lo que sea necesario para protegerlo de lacras como tú.

Pablo se puso de pie, sosteniendo su brazo ensangrentado, miró a su alrededor y vio que su pandilla lo había abandonado. No tuvo otra opción más que abandonar el lugar.

La chica entonces se dirijo a Chema y a Denahi con una cálida sonrisa en su rostro.

-Puedes alejarte de los problemas en el barrio pero no puedes alejarlos de tí, ¿verdad hermanito?

Chema rió un poco.

-También me da gusto verte de nuevo Chayo- dijo Chema abrazando a su hermana.

Chayo devolvió el abrazo con fuerza antes de apartarse al oír a Saya, la pastora Malinois, ladrar de emoción.

-Hola Saya, ¿me extrañaste nena?- dijo Chema mientras jugaba y acariciaba a la fiel compañera de su hermana.

Después Saya se acercó a Denahi y olfateó su mano con curiosidad. Denahi extendió la mano con cuidado y Saya aceptó la caricia con tranquilidad, solo para empezar a jugar y brincar alrededor de él.

-Y tú debes ser el famoso Denahi, ¿verdad?- le preguntó Chayo -Chema ha hablado mucho de ti.

Denahi asintió, sintiéndose aliviado por la calidez de la bienvenida de Chayo.

-Sí, soy Denahi. Es un placer conocerte, Chayo.

Ella asintió con una sonrisa amistosa.

-El placer es mío. Gracias por cuidar de mi hermano. Siempre ha sido el más tarugo de la familia.

-Taruga tú.

Chayo se rió ante las respuesta de su hermano. Después de agradecerle a la pandilla por ayudarla a salvar a su hermano, Chayo, Denahi y Chema se dirigieron a la casa de los gemelos donde toda la familia los estaba esperando.