Forma del Corazón – Trébol de Cuatro Hojas

Por Fox McCloude

Disclaimer: Go Toubun no Hanayome y todos sus personajes son propiedad de Haruba Negi. Todos los derechos reservados.


Capítulo 10: Campamento escolar – Día final.


Sitio del campamento escolar…

Amaneció el último día. Pese a haberse divertido bastante durante la prueba de valentía (y como esperaba, tuvo éxito en asustar prácticamente a todos los de su clase, logrando su venganza), los brazos todavía le dolían por haber cargado los troncos para la fogata. Aquel día quería volver a hacer algo que minimizara su esfuerzo físico para compensar y descansar un poco.

Y habría sido así, de no ser porque su primo lo despertó temprano y lo arrastró a hacer escalada con él. Según Kintarou, no tenía sentido repetir la actividad de ayer, sin mencionar que al parecer tenía otras razones para querer hacerlo, pero fueran cuales fuesen, se negó a decirlas, diciendo que lo averiguarían cuando llegaran a su destino.

- ¡Date prisa, primo! ¡A este paso nos lo vamos a perder!

- ¿Perdernos… qué? – dijo Fuutarou, jadeando mientras llevaba la pesada mochila a cuestas.

- ¡Lo sabrás cuando lleguemos! – insistió el rubio. – ¡Vamos, un último esfuerzo que ya falta poco!

Fuutarou suspiró, pero habiendo llegado ya hasta ese punto, no tenía sentido detenerse allí, así que se obligó a continuar. Por un momento echó un vistazo por encima del hombro, sorprendiéndose al ver lo alto que estaban. Apenas podía creer que hubiera podido hacer todo ese trayecto sin colapsar, aunque ya parecía estar al borde.

No obstante, se fijó también en otra cosa. El sol comenzaba a asomarse detrás de las montañas nevadas. Al paso que iban pronto empezaría a iluminar, y cuando lo hiciera… seguramente sería un gran espectáculo de admirar.

¿Era eso lo que Kintarou estaba tan insistente en que viera?

- ¡Deprisa, Fuutarou, muévete o llegaré a la cima sin ti!

Sacado de su estupor, Fuutarou siguió caminando detrás de Kintarou. Aunque llamaban a esto "escalada", era poco más que subir una escalera gigante, y no era tan difícil salvo quizás por la altura y por toda la distancia lo que habían tenido que caminar hasta ese punto.

Los primos Uesugi (o por lo menos Fuutarou) se llevaron una sorpresa al ver que no eran los primeros en llegar a la cima: tres de las hermanas Nakano les habían ganado de mano, y éstas al verlos de inmediato los saludaron llamando su atención:

- ¡Ah, Uesugi-san, hola!

- ¡Kintarou-kun, al fin llegaste!

- ¡Buenos días, Fuutarou-kun!

Kintarou les respondió alegremente, mientras que Fuutarou se limitó a simplemente saludarlas de mano y tratar de sonreír (forzándolo un poco en el caso de Nino). El rubio inmediatamente se fue con Nino, mientras que Yotsuba e Ichika se aproximaron al peliazul, ambas con su sonrisa de tonta y de coqueta respectivamente.

- Qué bueno que también viniste. ¿Dormiste bien anoche? – preguntó la mayor.

- No del todo, con los ronquidos de ese idiota. – Señaló a su primo. – Pero supongo que no fue una mala noche. ¿Qué hacen ustedes aquí tan temprano?

- Quería invitarlas a todas a ver el amanecer juntas desde aquí. – dijo Yotsuba. – Pero Itsuki todavía sigue dormida, y Miku dijo que no quería venir tan alto, así que solo vinimos nosotras tres.

- Y habríamos sido solo nosotras dos, si no fuera porque Nino se enteró que tu primo también quería hacer la ruta. – agregó Ichika. – Aceptó venir con nosotras solo para poder esperarlo.

- Típico. – dijo Fuutarou, mirando a su primo junto con la segunda hermana.

Estaba totalmente diferente que como lo tenía acostumbrado: en vez de una expresión arisca y desconfiada, se le notaba alegre y risueña, riéndose de los chistes que hacía el rubio. Casi parecía una Yotsuba de pelo largo.

- Pero bueno, lo que importa es que ya estás aquí. – prosiguió Ichika. – Yotsuba tiene algo importante que necesita hablar contigo.

- ¿Hablar? – preguntó Fuutarou confundido.

- Sabes, Ichika, habría preferido que fuese un poco más en privado. – dijo Yotsuba.

- Si es por ellos dos – dijo Ichika – no tienen de qué preocuparse. Presiento que estarán muy metidos en sus propios asuntos como para fijarse en ustedes dos. Pero si les hace falta, hay un mirador de aquel lado donde podrán hablar tranquilamente. Mientras tanto, yo me retiro por un rato, ¿está bien?

La hermana mayor les guiñó el ojo de una forma intrigante, y Fuutarou se quedó más confundido que antes. No obstante, entre eso y quedarse viendo el idilio que se iba gestando (y ya se tornaba algo empalagoso para su gusto), supuso que no haría daño irse con Yotsuba solo por un rato, y accedió.

Una vez que estuvieron en el mirador, Fuutarou contempló la vista. La verdad, por lo agotadora de la caminata, observar el amanecer desde allí hizo que valiera la pena. Era un espectáculo digno de ver para iniciar el día.

- Un bonito amanecer. No es una mala recompensa por subir hasta aquí. – comentó Fuutarou, apoyado sobre el barandal.

- Jeje, sabía que te gustaría. – dijo Yotsuba. – Por eso le pedí a Kintarou-san que te trajera. Quería que pudiéramos verlo todos juntos.

Fuutarou le echó una mirada de reojo a la chica del lazo. Así que por eso le había dado a Kintarou por despertarlo tan temprano para subir la colina. Ya le parecía bastante raro.

A pesar de eso, notó que la chica estaba algo… diferente de lo usual. Pese a que estaba sonriendo, Fuutarou se percató su sonrisa estaba más apagada de lo usual, y eso se notaba también en su tono de voz al hablar.

- Qué lástima que Miku e Itsuki no vinieron. Sería genial poder tomarnos una selfie aquí todas juntas. – prosiguió.

- Se lo pierden. – dijo Fuutarou volviendo la mirada a lo alto que estaban. – Oye, por cierto… no había tenido oportunidad de agradecerte.

- ¿Agradecerme? ¿Por qué?

- Por ayudarme con lo de la prueba de valentía. – dijo el peliazul. – Después de todo, fuiste tú la que convenció a los miembros del club de teatro de prestarnos los disfraces y todo eso.

Él normalmente no era bueno con las palabras, pero realmente sentía que debía decirle algo a Yotsuba. Si por él fuera, le gustaría hacer algo por ella para saldar su deuda y que con eso quedaran a mano, aunque conociéndola, ella no lo aceptaría.

De momento, se paró de frente a unos pasos de ella, e hizo una profunda reverencia.

- Así que… muchas gracias. Estoy en deuda contigo.

- No hace falta que me agradezcas. Lo hice con gusto. – dijo la chica del lazo alegremente. – Yo también me divertí mucho, y si tú estás feliz, entonces yo también lo estoy.

Eso decía la chica, pero a él, el orgullo le estaba ganando. Las deudas eran un asunto delicado para él, por pequeñas que fuesen. Podría haber esperado a que terminara el campamento y ofrecerle algo después, pero algo en él le decía que mejor se lo diera ahora mismo.

Especialmente ahora que se veía algo desanimada. Tal vez podía hacer algo para elevarle un poco el espíritu.

- Si hay algo que pueda hacer por ti, lo que sea, solo dímelo. – insistió él. – De verdad no quiero sentir que te debo algo.

- Oye, no exageres, Uesugi-san. Ya bastante haces con ayudarme a estudiar, y todos los apuros que eso te causa.

De nuevo, la respuesta de la chica sonó bastante más apagada de lo usual. No estaba seguro de por qué, pero algo en él le estaba afectando. Cuando Yotsuba no actuaba siendo alegre e infantil, era que algo podía estarle pasando.

- Yotsuba, ¿te sucedió algo ayer? ¿Algo te está molestando? – le preguntó.

- ¿Qué? ¡No, no, cómo crees! ¿Por qué lo preguntas?

La risa de la chica se sentía forzada, igual que siempre que mentía o trataba de esconder algo. Se estaba delatando ella solita de nuevo, y él le dirigió una mirada severa para hacerla hablar.

- Yotsuba…

La mirada, y también el lazo de la chica inexplicablemente, se bajaron mientras adoptaba una expresión afligida. La muchacha se sentó en cuclillas y empezó a juguetear con el dedo en el suelo.

- Bueno, es que… es que había algo que tenía que hacer, y me acobardé de último minuto. – dijo la chica.

- ¿Y eso por qué? – preguntó él. – Déjame adivinar, ¿tiene algo que ver con eso que dijo Ichika, que querías hablar conmigo?

La chica alzó la mirada, y sin decir ni una palabra asintió. El chico Uesugi, por su parte, se cruzó de brazos, preguntándose qué podría ser. ¿Algo importante, algo grave? Si por él fuera, le gustaría que se dejara de rodeos y se lo dijera de una vez para dejar el misterio.

En eso, mirando por la esquina de su ojo, mirada se detuvo fugazmente en su muñeca, concretamente en el amuleto de buena suerte que Raiha había hecho para él. Algunos lo llamarían supersticioso, pero aunque no creía en historias como la leyenda de la fogata, él sí creía que un amuleto impregnado de buenos deseos realmente funcionaba.

Quizás, era justo lo que Yotsuba necesitaba en ese momento.

- Toma. – dijo quitándoselo. – Puedes usarlo por un rato.

- ¿Y esto? – preguntó la chica del lazo, ladeando la cabeza confusa.

- Es un amuleto que Raiha hizo para mí. Tal vez te ayude a darte un poco de valor y decir lo que quieres decir.

Dejó el amuleto en la mano de la muchacha. El rostro de la chica pasó de la confusión a una radiante alegría en solo unos segundos, y rápidamente se lo puso en su propia muñeca, volviendo a sonreír. Así estaba mejor; prefería a la Yotsuba risueña y molesta que a una decaída.

- ¡Jaja, creo que de verdad funciona! ¡Ya me siento con más confianza!

Fuutarou vio como Yotsuba empezaba a saltar y a dar golpes al aire como si estuviese haciendo ejercicio de boxear con la sombra. Se veía algo tonta, pero prefería que fuese así, verla enérgica y activa antes que verla deprimida por cualquier cosa. Después de todo, si le iba a enseñar necesitaba mantenerla motivada.

- ¿Ya estás mejor? – volvió a preguntar él.

- ¡Sí, ya estoy mejor! – aseguró la chica.

- Muy bien. ¿Ahora me vas a decir lo que sea que querías decirme?

- Ah, sí. Bueno, sucede que…

- ¡Hey! – llamó de pronto la voz de Nino. – ¿Alguno de ustedes nos puede tomar una foto para recuerdo?

Fuutarou vio que su primo y la segunda hermana Nakano estaban bien agarraditos de la mano, con la chica sosteniendo su teléfono que sobresalía por su carcasa con orejas de conejo. El chico miró alrededor.

- ¿No pueden pedírselo a Ichika? – preguntó el chico.

- Ichika se fue un poco más allá, dijo que volvía después. – dijo Kintarou. – Nino quiere tomársela en un buen lugar justo cuando amanezca.

- Está bien, préstame eso y yo la tomaré. – dijo Fuutarou, alargando la mano para que Nino (a regañadientes) le pasara su celular. Pero antes se volvió hacia Yotsuba. – ¿Podemos hablar de eso después?

- Claro, sin problemas. Y ya que estamos aquí, no estará mal tomarnos unas fotos también. Nino, ¿crees que puedas hacerlo por nosotros?

- Lo justo es justo, supongo. – dijo la de pelo largo. – ¡Pero nos la toman a nosotros primero!

Fuutarou les indicó que se pusieran junto al mirador mientras les encuadraba la foto. A insistencia de ambos, les tomó varias en diferentes poses, ya que parecía que Nino no veía ninguna de ellas "perfecta", pero él sospechaba que era una excusa para guardar muchas más. Una vez que terminó, se fue con Yotsuba para que les tomasen también las suyas a ellos, y la chica del lazo estaba igual de encantada que su hermana.

Aun así, mientras se tomaban la foto, se quedó mirando a Yotsuba. Por un momento le pareció que, cuando fueron interrumpidos, la chica se alegró de evadirse lo que le iba a decir. Qué oportunos resultaron, vaya.

¿Qué sería? La curiosidad empezaba a ganarle, aunque no lo suficiente como para preguntar de momento. Por ahora podía dejarle el amuleto y esperar a que el tema volviera a salir.


Un poco después…

Luego de bajar de la colina para desayunar, Yotsuba se había quedado pensativa y distraída. El telesquí todavía no abría sus puertas para que pudiesen rentar el equipamiento, y hasta entonces no sabía que más podían hacer.

La chica se daba golpes en la cabeza por no haber hablado con Fuutarou. Estaba a punto de decirle lo del baile de la fogata, pero la interrupción de Nino y Kintarou le hizo dejarlo de lado, ya que se estaban divirtiendo demasiado y con ellos dos cerca iba a ser difícil. Cuando se lo dijo a Ichika, la hermana mayor entendió, y aceptó que tal vez fue culpa suya por haberlos traído a ellos también. Así que tendrían que buscar otro lugar donde pudieran hablar sin que nadie los fuese a interrumpir.

- "Y él que amablemente me dio su amuleto. ¿Por qué no pude decirle nada?" – pensó, mientras observaba la pulsera en su muñeca.

Hasta que abrieran la colina de esquí por la tarde, Yotsuba seguía buscando algo que hacer, y ya que Kintarou se había llevado (a fuerza) a Fuutarou a pasar el rato, la cuarta de las hermanas Nakano seguía sin encontrar algo para matar su tiempo entretanto. En cuanto a las demás, seguramente seguirían comiendo en la cafetería.

- ¡Ah, Yotsuba, aquí estás!

La voz sacó a la Nakano de su ensimismamiento, y al darse vuelta, vio que se aproximaba Matsui, así que de inmediato puso su mejor cara sonriente.

- ¡Hola, Matsui! ¿Necesitas algo?

- Te he estado buscando toda la mañana. – dijo la castaña. – No había tenido oportunidad de darte las gracias por lo de anoche, en serio.

- Ah, es por lo de Maeda-san, ¿verdad? – dedujo la chica del lazo, para luego rascarse detrás de la cabeza. – Jeje, bueno, aquí entre nos no es a mí a quien debes darle las gracias. Le pedí a Uesugi-san que los pusiera juntos sin que nadie lo notara.

- ¿De verdad? Vaya, qué ingenioso. – dijo Matsui. – En ese caso, me aseguraré de darle las gracias a él también después. Se los debo a ambos.

- Bueno, pero cuéntame, ¿qué tal resultaron las cosas? – preguntó Yotsuba emocionándose.

Matsui se encogió de hombros y suspiró profundamente. Eso preocupó a Yotsuba por un momento, hasta que su amiga volvió a sonreír.

- Bueno, admito que no fue lo más romántico que pude esperar. – le dijo. – Aun así, cuando me tropecé y me lastimé el pie, él al menos tuvo la gentileza de vendármelo y ayudarme a caminar el resto de la prueba. Fue muy amable.

- Qué bueno, me alegro por ti. ¿No lo has invitado todavía a que baile contigo en la fogata?

- Quería hacerlo, pero… traté de insinuarle que me gustaría que me invitara él. – dijo Matsui. – Para lo que me sirvió; es demasiado despistado para darse cuenta.

- ¡Pues no esperes más! – exclamó Yotsuba. – ¡Tienes que invitarlo tú misma! ¡Y si te hace falta, arrástralo a la fuerza!

- Sí, no me queda de otra. – dijo Matsui, apretando los puños con determinación. – Ya lo decidí; cuando lo vea, lo invitaré yo misma.

- ¡Jajaja, ese es el espíritu! – exclamó Yotsuba, alzando la mano. – ¡Vengan esos cinco!

Matsui chocó la mano con ella, y las dos comenzaron a reírse alegremente. El saber que había podido darle a su amiga el empujón para invitar a su chico le hizo olvidarse por un momento de su propio fracaso en hacerlo con el suyo.

¿Por qué le era tan fácil ayudar a otros y no hacerlo consigo misma?

- ¿Y qué hay de ti? ¿Por fin decidiste invitar a ese chico Uesugi?

- Ah, eso… jejeje, bueno, es que… las cosas se han complicado un poco y además…

Yotsuba empezó a juguetear con sus dedos, mientras se reía nerviosa. Matsui le dirigió una mirada inquisitiva mientras ponía los brazos en jarras, y tuvo la certeza de que si intentaba mentir terminaría delatándose, como siempre.

- Por favor no lo divulgues, pero es que otra de mis hermanas también quiere bailar con él. – dijo con honestidad. – Digamos que teníamos un acuerdo de quién lo invitaba primero y… pasaron muchas cosas.

- Ya veo. – dijo Matsui. – Bueno, no criticaré tus gustos, o los de tus hermanas. Si ustedes gustan de Uesugi, quizás tenga su encanto oculto bajo esa apariencia, igual que mi Maeda-kun.

Yotsuba se rio un poco. Matsui era bastante atrevida al llamarlo su Maeda-kun. Tal vez si fuese Ichika, o Nino, se atrevería también a marcar territorio con su propio chico, como lo hacían ellas.

Aunque ahora que salía el tema, quizás podía desviar un poco la conversación.

- ¿Hace cuánto que él te gusta? – preguntó Yotsuba.

- Lo conocí en secundaria. – dijo Matsui. – Todos decían que era un tipo malacara, y no podía culparlos ya que siempre andaba con esa expresión. Pero un día que estaba en la biblioteca, me resbalé y se me cayeron mis libros, y él fue el único que se acercó para ayudarme a recogerlos.

- Qué dulce de su parte.

- Él nunca ha sido muy popular debido a su apariencia. – dijo Matsui. – Pero yo sé que en el fondo es alguien muy amable, y eso me gusta de él. Si tan solo no fuera tan despistado…

Yotsuba asintió. Ella sabía muy bien que las apariencias podían engañar; después de todo, Fuutarou era el mejor ejemplo que conocía. Le costaba abrirse con la gente, pero ella sabía que en el fondo era alguien de buen corazón, y con un fuerte sentido hacia su familia. Y ella se esforzaba por tratar de hacerlo sonreír más.

- Y bien, ¿tienes planes para hoy? ¿Vas a esquiar? – preguntó Yotsuba.

- Quizás un poco más tarde. Nunca lo he hecho, así que iré a la pendiente de principiantes. – dijo Matsui. – Maeda-kun estará en la intermedia, así que tal vez no lo vea.

- Bueno, en ese caso puede que nos veamos más tarde. – dijo la chica del lazo. – También tengo que enseñarle a alguien cómo se hace.

- Suerte con ello.

Y con eso, la castaña se fue por su lado, dejando a la chica del lazo a solas con sus pensamientos. La verdad, hablar con ella le resultó bastante bien, de ese modo se pudo sacudir sus problemas sobre Fuutarou y la fogata.

No tenía sentido preocuparse tanto. Podían pasar un buen rato y después, con calma, le preguntaría sobre lo del baile. Nada podría salir mal.


Un poco más tarde…

Fuutarou no supo cómo terminó arriba de la colina nevada. Luego de bajar del mirador, quería quedarse sentado en el albergue tomando una buena taza de chocolate caliente, pero Yotsuba lo había arrastrado a esquiar con ella. La chica del lazo argumentó que solo porque fuese una actividad opcional no tenía derecho a escaparse, y además, dijo que sería divertido.

- ¿Estás segura de esto? – le preguntó. – Nunca antes he esquiado en mi vida.

- Jajaja, no te preocupes. – dijo ella, ajustándose su gorro de lana verde, con forma de orejas picudas. – Si tienes problemas con gusto te llevaré de la mano. ¡Ya verás que te gustará!

Otros podrían haber estado emocionados de que una chica como ella los llevase de la mano, pero para él, esa imagen se le antojaba muy vergonzosa. No le gustaba mucho depender de nadie, aunque si era algo importante se tragaba el orgullo y lo aceptaba.

De nuevo, la diversión nunca estaba muy alta en su lista de prioridades, pero ya estaba aquí y como el telesquí iba en ascenso, eso le dejaba solo una forma de volver abajo.

- Bueno, si no hay más remedio. – dijo el peliazul. – Por cierto, ¿dónde están los demás?

- Nino se fue a la colina intermedia. Dijo que Kintarou-san quería enseñarle snowboard.

- Espero que no se accidenten. – murmuró Fuutarou por lo bajo. Conocía bien a su primo y sabía que le encantaba lucirse, y aunque nunca había tenido accidentes de ese tipo, nunca se era demasiado cuidadoso.

- Ichika y Miku deben estar por llegar. ¡Ah, aquí vienen!

Otra de las quintillizas, a la cual no reconoció al instante debido a que llevaba su capucha puesta tapándole todo el pelo y las gafas de esquí, se les acercó, frenando de manera intencional para salpicarles algo de nieve en los pies. Al hablar, sí supo al instante por su tono coqueto quién era.

- ¡Hola! Perdón por la tardanza. – dijo sacándose la capucha para revelar su cabello corto. – Y bien, ¿ya estás listo, Fuutarou-kun?

- No realmente, pero ya qué. – dijo él, viendo que una segunda, que asumió que debía ser Miku por lo que dijo Yotsuba. – ¿Solo nosotros entonces?

- Itsuki no aguanta el frío. – replicó la quintilliza taciturna.

Para distinguirse, llevaba un gorro de lana blanco con cuadros azules, y tiras delgadas con borlas esponjadas en el extremo. Fuutarou agradecía que se identificaran de ese modo, viendo que el lugar de renta de esquís solo tenía trajes en dos colores: azul para los hombres, y rosa para las mujeres. De otro modo habría sido imposible reconocerlas a primera vista sin oírlas hablar.

- Bueno, si seremos solo nosotros, ¿qué tal si le muestras las riendas a Fuutarou-kun, Yotsuba? – dijo la hermana mayor. – Eres la mejor esquiando de todas nosotras, después de todo.

- ¡Yay! Muy bien, Uesugi-san, primero lo primero, a ponerte los esquís.

El chico suspiró ante lo obvio, pero hizo lo que le dijeron, colocando los esquís en el suelo y poniéndose sobre ellos para sujetarlos. No fue muy difícil; lo difícil fue que apenas se los puso se deslizaron hacia adelante y cayó sobre su retaguardia, y ahora tenía que ponerse de pie.

- Así no. – dijo Yotsuba. – Es más difícil pararse con los esquís cruzados. Ten, usa el bastón para apoyarte.

- Gracias. – dijo tomando el susodicho bastón y usándolo como soporte para incorporarse, mientras se ponía de pie.

Podía escuchar a Ichika y Miku riéndose por lo bajo mientras Yotsuba le enseñaba, era muy bochornoso, pero al menos no tardó mucho en entender cómo pararse con los esquís puestos. Bien, eso era bueno considerando que, muy probablemente, se estaría cayendo bastantes veces.

- Ahora, separa un poco las piernas, dobla los tobillos, las rodillas y la cadera. – La chica se colocó en dicha posición para ilustrar lo que decía, y él la imitó. – Apóyate en la nieve con los bastones y da un empujón para impulsarte hacia adelante. ¡Así!

La chica se impulsó y bajó por la pendiente mientras gritaba con entusiasmo. Fuutarou se quedó mirándola fijamente hasta que llegó abajo, y tuvo que admitir que no parecía muy difícil. La pendiente era poco empinada y no alcanzaría demasiada velocidad. No habría riesgo alguno.

- ¡Ahora hazlo tú! – exclamó Yotsuba desde abajo.

El chico Uesugi resopló, viendo su aliento frente a él al enfriarse, pero ya no había vuelta atrás. Cogiendo firmemente sus bastones, se impulsó hacia adelante para empezar a descender en línea recta. Luego del impulso inicial no hizo falta más, pues la gravedad hizo el resto y lo llevó hasta abajo.

- "Esto no es tan difícil." – pensó.

Aunque cuando llegó abajo, por poco se fue para atrás y Yotsuba tuvo que atraparlo.

- ¡Whoa, cuidado! – exclamó la chica del lazo. – No estuvo mal para la primera vez.

- Sí, hasta fue divertido. – dijo en un tono que, para sorpresa de sí mismo, no fue sarcástico.

Al poco rato, Miku e Ichika pasaron a toda velocidad junto a ellos, y la segunda les saludó alegremente. A Fuutarou le sorprendió un poco que Miku, supuestamente la menos atlética de las hermanas, esquiara tan bien, a lo cual Yotsuba le explicó que ya habían ido antes de vacaciones a los Alpes Suizos en una ocasión y allá aprendieron. Fuutarou se dio un golpe en la cabeza por recordarse que sin duda les sobraba el dinero para visitar esos lugares.

Lo siguiente que le enseñó Yotsuba fue como caminar usando los esquís, para ascender de vuelta sin necesidad de usar el telesilla. Aunque Fuutarou se sentía algo tonto caminando de ese modo, pudo ver la utilidad del método, si bien pronto se dio cuenta que solamente servía para ascender en pendientes poco empinadas. Ya otra vez arriba, la chica del lazo se preparó para darle otra lección de cómo esquiar bien.

- Muy bien, ahora te enseñaré cómo girar. – explicó. – Solo tienes que agacharte un poco, mover las rodillas y los esquís en la dirección a dónde quieres ir.

- No suena muy complicado. – dijo él, agachándose ligeramente para hacer la prueba. – A ver, ¿así está bien?

- ¡Piensa rápido, Fuutarou-kun!

- Ay, ay… ¡aaaaaaaaahhhh!

Apenas alcanzó a mirar por encima del hombro y vio a Ichika riéndose de él junto a Yotsuba. La muy bribona lo empujó por detrás y lo envió colina abajo, haciendo que se agitara hasta que logró estabilizarse un poco, tratando aplicar lo que Yotsuba le había dicho para moverse en un pequeño zigzag.

Por un momento le agarró el hilo, hasta que los pies se le enredaron y terminó cayéndose de narices en la nieve. Rápidamente varios de los que andaban por allí se acercaron para ver.

- Oye, ¿estás bien?

- ¿Te rompiste algo?

- Puaj… estoy bien, estoy bien. – aseguró él, tratando de recordar cómo le había dicho Yotsuba que debía pararse con los esquís. Pero al fallar, terminó rindiéndose y se los desabrochó para ponerse de pie a la antigua.

Un minuto después, Yotsuba e Ichika llegaron a verlo también.

- Oh, cielos, Fuutarou-kun. Ese fue un mal aterrizaje. – dijo la Nakano mayor.

- ¿Y quién es la responsable? – protestó él. – Esquiar no es divertido cuando te estrellas.

- Oh vamos, solo tienes que aprender a dar la vuelta. – insistió Yotsuba. – Subamos de nuevo y volvamos a intentarlo.

Fuutarou no estaba muy entusiasmado con volver a subir, pero ante la insistencia de las hermanas finalmente accedió, aunque estuvo bastante rato mirando por encima del hombro para asegurarse que no iban a empujarlo de nuevo. Ichika únicamente se rio divertida, pero por fortuna el resto de sus descensos ocurrieron sin problemas, y logró por fin aprender cómo dar la vuelta y evitar chocar con los obstáculos.

Después de un rato, Yotsuba se aburrió de estar solo subiendo y volviendo a bajar, y cuando juzgó que Fuutarou ya era capaz de esquiar por sí solo, sugirió que jugaran un pequeño juego: ella se ponía a contar para darles algunos segundos de ventaja y luego los perseguía cuesta abajo para ver si los atrapaba. Como era de imaginarse, terminó atrapándolo a él primero, y a los pocos minutos también a Ichika.

Pero inexplicablemente, Miku de alguna manera se le logró escapar, y no logró encontrarla. Tras varios minutos de estar buscándola infructuosamente, Fuutarou sugirió que dejaran la pendiente para principiantes y que fueran a la intermedia, pero no para deslizarse, sino para ver si la encontraban desde arriba con la vista del telesilla.

- Miku… ¿dónde te metiste? – preguntaba Yotsuba, mirando a todos lados. – Uesugi-san, viste bien el gorro que llevaba, ¿verdad?

- Claro que lo vi. – replicó el chico. – No debería ser tan difícil de ver desde aquí, a menos que haya decidido ponerse la capucha.

- Espero que no, eso sería hacer trampa. – dijo la chica del lazo.

Finalmente llegaron a la cima, pero no la vieron por ninguna parte. Fuutarou a modo de broma sugirió algo de que tal vez Miku había usado algún truco ninja para esfumarse y con eso escaparse de ellos, y tanto Yotsuba como Ichika se rieron de ello, pensando que quizás no estaría tan equivocado.

Ya estando arriba de la pendiente Fuutarou miró hacia el fondo, y de pronto empezó a darle vértigo. De por sí la de principiantes ya le daba sensación de ir demasiado rápido y aunque ya entendía un poco los fundamentos, no sabía si quería lanzarse desde allí.

- ¡Yajuuuuuuuuuu! ¡Oye, primo, ¿por qué no intentas el snowboard?! ¡Es más divertido!

- ¡A menos que seas un gallina!

Al voltear a ver rápidamente reconoció a Nino y Kintarou, que en vez de usar esquís estaban usando tablas. Su primo llegó hasta el fondo sin problemas, aunque Nino perdió el equilibrio al tratar de frenar y se fue de sentón, al parecer no se lastimó ni nada por el estilo. No pudo evitar sonreír mientras veía al rubio darle la mano para ayudarla a pararse.

- Parece que esos dos se divierten mucho. ¿Por qué no lo hacemos más interesante? – dijo Ichika.

- ¿Interesante cómo? – preguntó Fuutarou.

- ¿Qué tal si hacemos una pequeña carrera? Solo hay que ir en línea recta y el que llegue primero al fondo será el ganador.

- ¡Yay! ¡Eso suena bien! – exclamó Yotsuba.

- ¿Están seguras? – dijo Fuutarou. – No es por nada, pero calculo que sería una caída demasiado rápida desde aquí.

- ¿No tienes confianza, Fuutarou-kun? Yotsuba ya te enseñó lo básico, puedes hacerlo sin problemas.

El chico quería rebatir que no estaba tan seguro de eso, pero finalmente se resignó. Se puso en posición, preparado para empezar el descenso, y teniendo como consuelo al menos que no tendría que andar deslizándose entre banderines o algo por el estilo.

- ¿Preparados? En sus marcas… listos… ¡fuera!

Y con la señal de la cuarta hermana, los tres empezaron a deslizarse cuesta abajo. Al ser una pendiente en línea recta no había que preocuparse por los obstáculos, y tuvo que admitir que ir más rápido resultaba más divertido.

O al menos, lo fue hasta se dio cuenta de otra cosa: seguía acelerando a medida que bajaba, y empezaba a preguntarse cómo iba a detenerse.

- ¡Fuutarou-kun, vas demasiado rápido! – exclamó Ichika.

- ¡Frena, Uesugi-san! – gritó también Yotsuba. – ¡Hazlo como te enseñé!

- ¡Idiota, eso no me lo enseñaste! – protestó él. – ¡Whoaaaaaaahhh!

Al no saber cómo parar simplemente continuó bajando, y como iba a esa velocidad tardó un poco en darse cuenta que iba hacia una pequeña rampa levantada a mitad del camino, y un segundo después estaba volando.

- ¡YAAAAAAAAAA-HO-HO-HO-HOOOOEYYY!

No supo quién fue el gracioso que lanzó ese grito, pero tenía la ligera sospecha que debió haber sido su primo al verlo volar por los aires. Apenas sabía lo básico de esquiar, y si no tenía idea de cómo frenar cuando iba a tan alta velocidad (en la pendiente de principiantes, se detenía solo al llegar al terreno plano de abajo), menos iba a saber cómo aterrizar luego de un salto como ese.

Cerró los ojos esperando el impacto inminente, y sintió un dolor agudo en una de sus piernas cuando hizo contacto con el suelo antes de empezar a rodar. Su único alivio fue que, al cabo de un poco después, finalmente se detuvo quedando con los brazos desparramados sobre la nieve.

Rápidamente la gente empezó a aglomerarse, e incluso estando aturdido pudo reconocer algunas voces familiares, de las quintillizas y también de su primo.

- ¡Fuutarou-kun!

- ¡Uesugi-san, ¿estás bien?!

- ¡Apártense, es de mi familia! Hey, Fuutarou, si puedes oírme dame una señal, ¡di cualquier cosa! ¡No vayas hacia la luz!

Qué exagerado, no había quedado en coma o algo por el estilo. Intentó incorporarse, pero cuando trató de mover la pierna izquierda, el dolor que sintió al aterrizar le volvió a recorrer todo el miembro y le hizo sujetárselo por reflejo.

- ¡Ayayay! – exclamó. – Creo que esta vez sí me rompí algo más que el orgullo.

- Whoa, tranquilo, primo, no te muevas. – dijo Kintarou, poniéndose bajo su axila para ayudarlo a levantarse. – Yotsuba, ayúdame aquí, ¿quieres? ¿Alguien puede quitarle los esquís?

- Yo lo haré. – dijo Ichika, procediendo a remover el equipamiento, mientras Yotsuba se ponía del otro lado y entre los dos lo levantaban con mucho cuidado.

- Vamos, hay que llevarte a la enfermería, pero ya. – dijo Kintarou. – Andando.

En medio de las miradas atónitas de todos los presentes, entre los dos se lo llevaron. Afortunadamente no tenían que caminar mucho, pero ya él intuía que, como mínimo, habría una reprimenda de parte de los profesores, y que le iban a informar a sus padres de este pequeño accidente.

Solo podía rezar, en caso de haberse roto algo, fuese una fractura simple y que no tardase mucho en sanar.


Al anochecer…

Fuutarou normalmente apreciaría la paz y tranquilidad, sobre todo cuando necesitaba estudiar. Pero no era lo mismo tenerla de manera obligada, o que se la impusieran por estar enfermo, o en este caso, lesionado. Tendría que pasar la noche en la enfermería del albergue con la pierna enyesada y suspendida sobre la cama.

No pudo evitar preguntarse si tuvo algo que ver con haberle dado a Yotsuba el amuleto de Raiha temprano en la mañana. Quizás si lo hubiera llevado puesto no habría tenido ese accidente.

Tal como se lo imaginó, los profesores le echaron una buena regañina por su imprudencia, aunque Yotsuba intercedió, diciendo que fue culpa suya por haberlo arrastrado a la pendiente intermedia sin estar listo todavía, y asumió la responsabilidad por el accidente. Por mucho que lo apreciara, había algunas cosas que quería decirle, pero el dolor en la pierna le impidió articular bien las palabras, y para cuando la anestesia perdió su efecto, ya no se sentía con ganas de gritarle ni nada de eso.

- "¿Cómo pudo terminar de este modo un campamento escolar que iba tan bien?"

Así, a falta de una mejor manera de pasar el tiempo, el chico había agarrado su libreta y una pluma, y había empezado a escribir. Como le había prometido a Raiha que le contaría historias, supuso que podía pasar el resto de la noche escribiéndole algunos relatos allí para después leérselos, con todo lo que hizo durante el campamento. Quizás no le interesara mucho lo de la pesca, pero se reiría con lo de la prueba de valentía, y tal vez la escalada de la mañana para ver el amanecer. Aunque seguro lamentaría que él se hubiera perdido el baile de la fogata al final.

*¡KNOCK, KNOCK, KNOCK!*

Los toques en la puerta sacaron al chico de su ensimismamiento. Le habían dejado un botón de alarma para que lo pulsara en caso de necesitar algo, pero no lo había hecho todavía. La puerta estaba abierta, pero afuera había un letrero de tocar antes de entrar.

- ¿Quién es? – preguntó.

- ¿Fuutarou-kun? Soy Ichika. Yotsuba y yo te traemos algo de cenar, ¿podemos pasar?

Fuutarou se sorprendió un poco, pero al escuchar rápidamente reconoció la voz de la Nakano mayor. Viendo la hora en el reloj supuso que no era mal momento para comer, así que se acomodó lo mejor que pudo sobre la cama para recibirlas.

- Está bien, pueden entrar. – respondió.

Al instante, las dos hermanas Nakano ingresaron. Yotsuba llevaba una pequeña mesa cargada con varios platillos y tazones, mientras Ichika cerraba la puerta detrás de ellas y rodeaba la cama para ponerse del lado opuesto a Yotsuba. Era una sensación extraña: era la primera vez desde que tenía memoria que le traían su comida a la cama, y si no tuviese la pierna lastimada, hasta le resultaría agradable.

- Con permiso. – dijo la chica del lazo poniéndole encima la mesa. – No sabíamos qué querrías cenar, así que ordenamos varios platillos para que escojas.

Efectivamente, la mesa traía un tazón de ramen, otro de katsudon, una sopa de miso, un plato de empanadillas y otro con karaage. A decir verdad, todo se veía tan delicioso que al instante se le abrió el apetito.

- ¿Está bien un poco de todo? – les dijo. – A no ser que ya hayan cenado, entonces…

- Ah, por nosotras no te preocupes. – dijo Ichika, cogiendo con los palillos un trozo de karaage y acercándoselo. – Muy bien, di aaaaaahhhhh.

- Ichika, no empieces, puedo comer yo mismo. – se quejó, alargando la mano para quitarle los palillos, pero la pelirrosa los apartó.

- Ah-ah, aceptas mis términos o no comes. – declaró la Nakano mayor. – Vamos, sé bueno, ¿sí?

- Tranquilo, Uesugi-san. No se lo diremos a nadie. – agregó Yotsuba.

El muchacho rodó los ojos, pero como su estómago demandó alimento, le hizo caso y abriendo grande dejó que Ichika le pusiera el bocadillo en la boca. Lo vergonzoso de que lo alimentaran de ese modo se le borró de la mente, ya que la comida estaba realmente buena. Nada como lo de Raiha o su madre, pero aun así era buena.

Mientras Ichika le daba de comer, Yotsuba le echó un vistazo a la libreta que había dejado al lado abierta con curiosidad, empezando a hojearla con curiosidad.

- ¿Y esto, Uesugi-san? ¿Estás escribiendo lo que hiciste en el campamento?

- Ya que me voy a quedar encerrado aquí, no tengo nada mejor que hacer. Y Raiha quería que le contara historias, así que pensé que en escribir una especie de diario del viaje.

- Es una gran idea. – dijo Ichika. – Oye, ¿qué tal si te ayudamos un poco? Entre los tres podríamos escribir mucho más.

- ¡Sí! – exclamó Yotsuba excitada. – ¡Tendrás mucho más para contarle a Raiha-chan, si le cuentas lo que hicimos nosotras!

- Yotsuba, cambiemos de lugar, tú dale la comida. – declaró Ichika.

Y antes de que él pudiese protestar u oponerse, Ichika le dio los palillos a Yotsuba para que siguiera dándole de comer mientras cogía la libreta y se ponía a escribir en ella. Entre el cansancio y el hambre, y que realmente no tenía motivos para decir que no, simplemente oyó como Ichika recitaba en voz alta lo que iba escribiendo (que debía admitir que sonaba mucho mejor que lo que él tenía como para leerlo).

Con todo, no podía negar que apreciaba eso, tanto como que hubieran venido a hacerle compañía. Podían sacarlo de quicio a veces, Ichika con sus coqueteos y provocaciones, y Yotsuba con su actitud infantil y costumbre de arrastrarlo a hacer esfuerzo físico (que ahora acababa de tener consecuencias), pero no podía negar que se estaba encariñando con ellas.

Eso hacía que le fuera más difícil pensar en lo que sería una vez que terminara el año. ¿Podría despedirse de ellas una vez que cumpliera con su trabajo?

- Uesugi-san… ¡Uesugi-san!

- ¿Eh? – Al voltearse accidentalmente Yotsuba le puso mal el bocado que iba a darle, pegándoselo en la mejilla.

- ¡Ay, perdón! – dijo la chica apartándolo y volviéndoselo a dar. – Aquí tienes.

- Hey, te quedó un poco de arroz en la cara. – dijo Ichika, alargando la mano para quitárselo. Y acto seguido comiéndose los granos de arroz de una manera bastante… sugestiva, por no decir más, antes de volver a escribir.

El chico alcanzó a ver que Yotsuba hacía un ligero puchero por el gesto de Ichika, pero rápidamente volvió a sonreír y siguió dándole de comer. De momento no le quedaba más que tratar de disfrutar del momento, y de la comida, con la compañía de estas dos.

Entretanto, afuera las otras quintillizas estaban ocupadas cada una en sus propios asuntos. Nino había sido la única de ellas que consiguió pareja para la fogata, y ahora se encontraba esperando a su cita.

- Vamos, Kintarou-kun.

Habían quedado de verse en cuanto se encendiera la torre de la fogata, pero había iniciado hacía cinco minutos y la chica empezaba a impacientarse. Especialmente porque tenía otra cosa para darle, en una cajita que llevaba en las manos.

- Quierrro beberrr tu sangrrrreee… – le susurraron al oído por detrás.

Esta vez no se asustó, simplemente se rio antes de darse la vuelta para encararlo y fingir estar enojada con él.

- Llegas tarde. – dijo cruzándose de brazos.

- Perdón. Es que fui a ver si mi primo necesitaba algo, pero ya Ichika y Yotsuba lo tienen cubierto. Aunque, no pude evitar quedarme un rato a escuchar detrás de la puerta.

- Hmm… ¿y qué estaban hablando? – inquirió la segunda hermana.

- Ah, nada de lo que debas preocuparte. – dijo él encogiéndose de hombros. – Solo fueron a llevarle la cena, y decidieron hacer un diario del viaje para contarle historias a Raiha.

Nino se quedó viéndolo fijamente, pensando en lo que le dijo. No tenía razones para creer que él iba a mentirle ni mucho menos, pero seguía algo preocupada por dejar a Ichika y Yotsuba a solas con Fuutarou. No obstante, buscando congraciarse un poco con Kintarou, decidió que le iba a dar el beneficio de la duda, solo por hoy.

- Bueno, en ese caso te perdono la tardanza. – dijo finalmente con una sonrisa, antes de entregarle la caja que llevaba. – Y por cierto, esto es para ti.

- ¿Para mí?

- Son dulces caseros. – replicó la chica. – Para agradecerte por haberme salvado anoche.

- Oye, no tenías que hacerlo. – dijo él, encogiéndose de hombros y tratando de apartarle la cajita.

- Me voy a enojar si no me los aceptas. – amenazó Nino haciendo un ligero puchero.

En realidad, no iba a enojarse, le gustaba esa actitud tan modesta luego de lo valiente que fue para salvarla anoche. Cada minuto que pasaba con Kintarou encontraba algo nuevo que le gustaba de él, y hoy no era la excepción. Y si el camino al corazón de un hombre era por su estómago, ella lo transitaría con todas las de la ley.

Finalmente, él por bien de paz decidió aceptar su pequeño regalo. Abriendo la caja probó el primero, y aunque tenía plena confianza de que le iban a gustar, ver su expresión de satisfacción en el rostro mientras lo degustaba hizo que el corazón volviera a acelerársele de la emoción.

- Están buenísimos, muchas gracias. – le dijo mientras se guardaba la caja ahora medio vacía en su mochila. – Guardaré unos pocos para mañana. Mientras tanto, creo que teníamos algo pendiente esta noche, ¿no?

- Bueno, el baile ya comenzó, y no tengo a más nadie en mente.

- En ese caso – el rubio extendió su mano e hizo una ligera reverencia hablando con una voz formal fingida – ¿me concedería esta pieza, milady?

Ella sonrió y decidió responderle de igual manera, tomándose los extremos de la falda e inclinándose también. – Será un placer para mí.

Al levantarse tomó a Kintarou de la mano, y los dos caminaron juntos hacia la fogata. Ya cuando comenzaba a sonar la música, Nino dejó que él la atrajese hacia sí, dejándose llevar.

Apenas iniciaron, alguien le dio con el codo en la espalda, otra pareja que también estaba bailando cerca. La Nakano inmediatamente se dio la vuelta para confrontar al responsable.

- ¡Hey, fíjate! – le dijo.

- Hay mucho espacio, vete para allá. – respondió una voz masculina gruñona.

- ¿Qué te pasa? ¡Nosotros llegamos primero! – exclamó la quintilliza, casi yéndosele encima.

- Nino, contrólate. – dijo Kintarou, antes de dirigirse al chico que la golpeó sin querer. – Maeda, veo que sí lograste conseguir pareja para el baile.

- Más bien, ella me obligó. – replicó el chico llamado Maeda con tono de resignación. – Pero supongo que es mejor estar acompañado que solo.

- ¿Qué insinúas con eso? – replicó la susodicha pareja, que era una chica de pelo castaño que Nino reconoció como una amiga de Yotsuba.

- Oye, oye, sé amable con la señorita, ¿quieres? – dijo Kintarou. – En la prueba de valentía no parecían llevarse tan mal, si hasta la protegiste de mí y todo.

- Si ya terminaron de hablar, hay más espacio por allá para ustedes. – dijo Nino, haciendo un ademán de "fuera de aquí" con la mano. – Este es el nuestro, así que si no les importa…

- Oye, ¿quién te da derecho de echarnos…?

Maeda estaba a punto de decir algo, pero Nino le echó una mirada fulminante que le dio un respingo, e inmediatamente agarró a su chica y le indicó que mejor se alejaran. Inmediatamente, apenas volteó a ver a Kintarou, su expresión volvió a suavizarse mostrándole su mejor sonrisa al rubio.

- Oye, no era necesario que los espantaras. – dijo este último riéndose ligeramente.

- Ya dije, reclamé este sitio para nosotros. – replicó la Nakano encogiéndose de hombros. – Bueno, ¿será que ya podemos continuar?

Tras un gesto afirmativo de Kintarou, los dos continuaron bailando al son de la música, ya afortunadamente sin más interrupciones. Aunque ella no se creía realmente eso de la leyenda, bailar con un chico guapo haría que esta noche valiera totalmente la pena.

Este campamento escolar iba a ser un recuerdo muy especial para ella.

Mientras Nino bailaba con Kintarou y las demás parejas, Miku se había sentado sola en una de las escaleras a observar. Ella no tenía ganas ni talento para bailar, así que por eso no se molestó en buscar pareja. Prefería pasar el resto del campamento con algo de paz y tranquilidad.

Al menos, hasta que alguien más se acercó a la misma escalera, pero ella ni siquiera volteó a ver.

- ¿Está ocupado aquí? – le preguntó. La voz se le hizo familiar, pero no le prestó mucha atención.

- No. – dijo ella simplemente. – ¿No vas a bailar?

- No tengo ganas. Sinceramente no estoy interesado en esa leyenda.

- Tampoco yo. – dijo la Nakano intermedia.

Eso de hecho era una mentira. Si Miku tuviese alguien que le gustaba, sin duda habría querido bailar con esa persona durante la fogata. Aunque no sabía si se habría atrevido a pedírselo de frente. Mejor dicho, no lo habría hecho; no tenía el valor.

Al cabo de un minuto o dos, volteó de nuevo y se percató de que era Takeda, y una extraña sensación la invadió. El recuerdo de que él había elogiado su estofado ayer todavía estaba fresco en su mente, y sumado a su pequeño encuentro en el iglú cuando la ayudó a escapar de Yotsuba, hacía que el niño bonito le resultara… intrigante.

- ¿De verdad te gustó?

- ¿Perdón?

- Mi estofado. – aclaró la chica. – Pregunto si de verdad te gustó.

El chico parecía genuinamente confundido por la pregunta, pero asintió rápidamente.

- Sé que todos decían que estaba horrible, pero… a mí no me pareció tan malo.

- Eres la excepción a la regla. – dijo Miku.

- Lástima que lo tiraron. Si no lo querían me lo hubiesen dado a mí, para que no se perdiera.

Miku no pudo evitar esbozar una sonrisa. Sabía perfectamente que era un desastre para cocinar, y que si lograba hacer algo remotamente comestible sería un milagro. Aun así, se sintió bien de haber sido elogiada, aunque fuese una sola persona.

- Oye… gracias otra vez. – le dijo. Al ver que el chico la miró confundida, procedió a elaborar. – Por ayudarme a escapar de Yotsuba. De no ser por ti me habría atrapado.

- No fue nada. Solo estaba allí por casualidad.

De ser ese el caso, Miku pensaba que fue muy amable de su parte al haberla ocultado. Aunque solo fuera para no perder el juego, él no tenía razones para ayudarla y aun así lo hizo. Parecía alguien agradable.

La Nakano intermedia cogió una lata de té de matcha caliente y la abrió, bajándose un trago para entrar un poco en calor, y acto seguido se la ofreció al chico.

- ¿Quieres un poco?

- ¿Segura?

- Es bueno para el frío.

El niño bonito se encogió de hombros, pero la aceptó y tomó un sorbo. Por el gesto que hizo al parecer le supo un poco fuerte, pero aun así se lo agradeció antes de devolverle la lata. Los dos se quedaron sin decirse más nada, simplemente observando el crepitar de la hoguera.

Miku no era buena para expresarse con palabras, así que por eso le ofreció el trago. Era su forma de darle las gracias por ese pequeño halago a su estofado, y por esconderla cuando Yotsuba la estaba buscando.

Aunque una parte se puso a pensar, darle un trago de su misma lata, ¿eso no sería como un beso indirecto?

La chica se rio por dentro por la ridiculez de ese pensamiento. Mejor guardárselo para sí misma, ya que ese sería un buen recuerdo de este campamento.

Un poco más alejada, Itsuki hablaba por teléfono con su padre, reportándole todos los pormenores de lo que había sucedido durante el campamento escolar. Para su sorpresa, le preguntaron por Fuutarou, ya que el señor Nakano sabía perfectamente que irían al mismo campamento que él. Itsuki le informó que tuvo un accidente esquiando y que ahora mismo Ichika y Yotsuba se encontraban haciéndole compañía.

- Ya veo. – respondió el hombre del otro lado de la línea. – En ese caso, haré algunos arreglos para que lo traigan a mi hospital.

- ¿No es un poco exagerado, padre? – preguntó Itsuki. – Es decir, Uesugi-kun no parece haber sufrido una fractura grave ni mucho menos.

- Es mejor estar seguros. Nunca se es demasiado cuidadoso. Además, como su empleador, debo asegurarme de que esté en óptimas condiciones para hacer su trabajo.

- Si tú lo dices. – La pelirroja se encogió de hombros. – ¿Quieres que les avise a las otras?

- No, no es necesario. Ya me ocuparé yo de todo. Enviaré a Ebata por ustedes mañana.

- Entendido. Buenas noches, padre.

Acto seguido, Itsuki terminó la llamada y se guardó su teléfono, antes de mirar un poco alrededor. Descontando lo que fue el susto que pasó durante la prueba de valentía, el campamento había resultado bastante bien. Se había divertido mucho, y al parecer las demás también. Eso le alegraba.

Vio a Nino bailando felizmente con Kintarou junto a la fogata, y la segunda hermana empezó a reír a carcajadas cuando el rubio la levantó en brazos estilo matrimonial para darle vueltas. Miku estaba sentada tranquilamente junto a otro chico en las escaleras, y aunque ninguno de los dos se dirigía mucho la palabra, en cierto momento vio que Miku compartía un trago de su bebida con el chico. Y aunque no podía verlas, en este momento Ichika y Yotsuba debían estar pasando un buen rato haciéndole compañía a Fuutarou en la enfermería.

No pudo evitar sentir una mezcla de felicidad y soledad. Nino y Miku se veían bastante contentas, cada una a su particular manera, por estar compartiendo ese momento con otra persona. Pese a su promesa de estar siempre juntas y de compartirlo todo entre ellas, Itsuki había empezado a darse cuenta que eso no siempre iba a ser posible. Empezando cuando Yotsuba se negó a permitir que se transfirieran con ella (no queriendo ser un lastre, fue lo que les dijo), y ahora, cada una de sus otras hermanas parecía estar acercándose a un chico.

Siendo justos, ya estaban en edad de comenzar a interesarse por alguien, pero la verdad Itsuki no había pensado mucho en ello. Después de todo, una de las últimas lecciones que Rena les dejó antes de morir, fue que tuvieran mucho cuidado al momento de elegir a un hombre, posiblemente debido a lo que sucedió con su padre biológico. Quizás ella se la tomó demasiado a pecho.

- "Mamá… ¿qué harías tú en este momento?"

El campamento escolar sería un buen recuerdo, pero tal vez, lo habría sido mejor con la compañía de alguien más.

De vuelta en la enfermería, Fuutarou, Yotsuba e Ichika se pasaron horas escribiendo en el diario del viaje todo lo que hicieron. Ichika incluso agregó algunos "detallitos adicionales" (o más bien, cosas inventadas que le habría gustado hacer y que no pudo) para darle un poco más de sazón a las historias para Raiha.

Después de comer y de que le entrara el suelo, el chico Uesugi les pidió a las dos Nakano que salieran del cuarto para dejarlo dormir. Ellas accedieron, pero no quisieron marcharse de la puerta, pues todavía les quedaba algo más por hacer aquella noche. Así que esperaron hasta cerciorarse de que se había quedado dormido antes de volver a entrar.

Las dos hermanas se colocaron una a cada lado, y pasaron unos minutos antes de acostumbrarse a la oscuridad del cuarto lo suficiente para poder verlo con mayor claridad. El chico dormía plácidamente en su cama, con ambas manos extendidas sobre su manta.

- Es una pena que nos hayamos perdido el baile de la fogata. – murmuró Ichika. – Seguro que te habría gustado mucho.

- Debiste haberlo invitado primero. – dijo Yotsuba. – Si no me hubieras obligado él habría aceptado ir contigo.

- ¿Estás segura de eso? – dijo la mayor. – No es por nada, pero creo que las dos teníamos iguales posibilidades.

- No bromees. – Yotsuba hizo un puchero.

- Lo digo en serio. Yo diría que era 50/50 a que aceptara ir con cualquiera de nosotras. Aunque ahora que lo pienso… ¿podría haberle dicho que fuera contigo si me hubiera rechazado?

- Ichika… – La cuarta hermana le lanzó una mirada fulminante, tanto que aún en la oscuridad Ichika pudo verla.

- Era broma, era broma. Eso no habría sido necesario.

Las dos hermanas volvieron a quedarse mirando al chico que dormía. Lástima que no tenían sus teléfonos a mano para tomarle otra foto. Afuera todavía podía escucharse la música y el murmullo de los estudiantes que bailaban junto a la fogata, y era una pena que ninguna de las dos pudo bailar con él.

- Sabes… según la leyenda, no es necesario bailar alrededor de la fogata. – dijo Yotsuba. – Basta con tomarse de la mano.

- ¿De verdad? – preguntó Ichika. – Bueno… Fuutarou-kun tiene dos manos, ¿no?

- ¿Qué estás sugiriendo?

- No sé si sea cierta o no esa leyenda. Pero sí sé que tú quieres tomar su mano tanto como yo. Si tiene una para cada una de nosotras, ¿qué hay de malo?

- Pero…

- Yotsuba. – dijo Ichika. – Ya te dije que no quiero ser feliz a costa de que tú sufras en silencio. No soy la única que tiene derecho a expresar sus sentimientos.

La chica del lazo desvió la mirada. No era tanto cuestión de si quería o no hacerlo, era más de si lo merecía o no. Ichika insistía en que sí, pero luego de haber sido la que provocó que Fuutarou sufriera ese accidente con su torpeza, ya no estaba tan segura. Todo podría haberse evitado si simplemente ella hubiese sido más decidida.

Al ver que no respondía, Ichika le agarró la mano para ponérsela a fuerza encima de la de él. Yotsuba de inmediato la retiró. Ichika gruñó ligeramente y estuvo a punto de agarrarla esta vez por la muñeca, pero Yotsuba la detuvo.

- Ya basta. – dijo resignada. – Yo puedo sola, no tienes que obligarme.

Ichika sonrió y volvió a arrodillarse del otro lado de la cama. Cuando empezó a sonar la última canción, las dos hermanas tomaron una mano de él entre las dos suyas.

- Perdóname, Uesugi-san. Es mi culpa que te lastimaras hoy. – murmuró Yotsuba. – Te daré un hechizo para que sanes más rápido.

- Duerme bien, Fuutarou-kun. – dijo Ichika. – Sé que mi hermanita a veces es torpe, pero ella también te aprecia, y nunca te haría daño a propósito.

Inmersas en sus propios sentimientos, las hermanas terminaron por quedarse dormidas, ambas sujetando firme pero suavemente las manos del muchacho, sin intención alguna de soltarse.

Nadie podría decir si la leyenda sobre la fogata era cierta con exactitud. Pero a muchos a quienes les preguntasen, esa noche sí tomado de la mano a aquella persona especial.

En cuanto a Fuutarou Uesugi, de aquella noche él solo recordaba haber tenido un placentero sueño. Un sueño donde un par de ángeles descendían del cielo y tomándolo cada uno de la mano, se lo llevaban volando, para bailar lo que parecía un vals interminable. La luz les impedía ver sus rostros, pero sus manos jamás olvidarían esa cálida y hermosa sensación.

Una sensación que reviviría cinco años después, tomando las manos de la mujer que sería su esposa.

Esta historia continuará…


Notas del autor:

Uff, este capítulo me tuvo estancado bastante rato, pero al fin logré terminarlo. Otra vez, fue difícil llevarlo sin que fuese otro rehash del canon, y tomando en cuenta los cambios, iba a ser diferente la forma de hacer que se les truncasen los planes del baile en la fogata. Ya que hacía falta un pretexto para mandar a Fuutarou al hospital del padre Nakano (para que se encuentren cara a cara) lo único que se me ocurría era hacer que tuviese un accidente esquiando. Si alguien pregunta, para inspirarme un poco estuve viendo el corto animado de Goofy "El Arte de Esquiar", y no me pude resistir a incluir el grito de alguna manera, aunque desde luego, no podía hacer que fuese él quien lo diera. Plus por tener a Kintarou allí, supongo.

Pero bueno, espero que hayan disfrutado la conclusión de este arco. Ahora, les aviso que voy a pausar temporalmente la publicación de esta historia, en lo que doy tiempo a que avance la segunda temporada del anime. Así como está la cosa, el arco de las siete despedidas no puede suceder de la misma manera que en la historia original, ya que el detonante fue la pelea de Nino e Itsuki y las circunstancias que llevaron a ella no ocurren aquí. Así que voy a hacer más énfasis en el problema que tiene Yotsuba con el club de atletismo, pero necesito ver cómo organizar los eventos, y cuáles de los del canon pueden o deberían suceder (por ejemplo, en este punto ya Fuutarou debería empezar a buscar a "Rena" y prenderle las alarmas a Yotsuba para que no la descubra).

En fin, no me queda más que decir. Gracias a AaronVS3 por el review, y a Shadechu Nightray por su trabajo de beta y sugerencias. Y para que no se queden con las ganas, aquí un pequeño extra mostrando cómo se le escapó Miku a Yotsuba. Como solo fue una escena y salió muy corta, supuse que no ameritaba un capítulo extra como hice con Nino, pero espero que sea de su agrado. ¡Sayonara!


OMAKE (canon): El gran escape de Miku.

Miku Nakano no tenía mucho interés en muchas cosas. No era buena cocinera y víctima de la moda como Nino. No era atlética y buena en los deportes como Yotsuba. No tenía aspiraciones de ser actriz como Ichika. Ni siquiera tenía el estómago sin fondo de Itsuki, que en ocasiones le daba para ganar concursos de comida, si se podía considerar eso un talento.

Gracias a aquellas vacaciones en los Alpes Suizos había aprendido a esquiar decentemente, pero eso era algo que todas sus demás hermanas podían hacer sin problemas. Y aunque fuese buena en ello, no había forma que pudiese competir con Yotsuba.

- Ya me va a atrapar.

Había llegado detrás del edificio de renta de equipamiento tras bajar por la pendiente, y en vista de que estaban por alcanzarla, decidió quitarse los esquís y buscar un sitio donde ocultarse. Podría correr detrás del edificio y esperar que Yotsuba pasara de largo, pero y si no lo hacía…

- ¿Hmm?

Su mirada se fijó en un extraño bulto que sobresalía junto a la pared de madera. No se notaba a simple vista ya que estaba rodeado de esquís y tablas para nieve que los visitantes habían dejado a su alrededor, pero al verlo más detenidamente…

- ¿Un iglú?

Sin pensarlo mucho, dejó los esquís a un lado de la pared y fue a meterse en él, aunque se llevó una sorpresa al encontrarse con otra persona que ya estaba adentro.

O más bien, encontrarse de cara con la retaguardia de dicha persona, a quien por accidente empujó de narices, y al hacerlo ella misma se golpeó con la entrada por el sobresalto.

- Ay… – murmuró agarrándose la cabeza, sintiendo que se le formaba un chichón.

- ¿Oh, Nakano-san?

Al oír que la llamaban por su apellido abrió los ojos. La persona que estaba adentro era un chico al que apenas reconoció de cuando estaban cocinando ayer. El niño bonito que había halagado su estofado, pese a lo horrible que debía estar. ¿Cómo se llamaba, Takeda?

- Ah, perdón, no eres la Nakano-san que yo conozco. – le dijo. – Debes ser una de sus hermanas, ¿no?

- Eh… sí. – dijo ella. Entonces este chico debía conocer a Yotsuba, debía ser de la Preparatoria Asahiyama.

Y hablando de ella, en ese momento oyó su voz chillona gritándole. – ¡Miku! ¿Dónde andas? ¡Te voy a atrapar dondequiera que estés!

Se le agotaba el tiempo y necesitaba esconderse. Así que se volvió hacia Takeda para hablarle con voz algo seria.

- ¿Te importa? Mi hermana… Yotsuba me persigue. No le digas que me viste.

El joven Takeda levantó una ceja momentáneamente, pero sin hacer preguntas se apartó para dejarla entrar. Luego se salió del iglú, y ella vio cómo colocaba frente a la entrada algunos snowboards para ocultarla mejor. Un minuto más tarde, oyó la voz de Yotsuba llamándola, cada vez más cerca, y aguantó la respiración mientras se abrazaba las piernas.

- Oh, hola, Takeda-san. – la oyó saludar. – ¿No viste a una de mis hermanas pasando por aquí?

- Creo que vi a una de ellas irse por allá. – respondió él, en un tono bastante convincente.

- ¡Jaja, gracias!

Tuvo tiempo de sentir apenas un segundo de alivio al saber que Yotsuba se alejaba, aguantándose las ganas de espiar. Lamentablemente, en ese mismo instante la nariz empezó a picarle y un segundo después…

- ¡Achú! – se le escapó un estornudo.

- ¿Eh? ¿Qué fue eso? – oyó de nuevo la voz de Yotsuba. Ay no, si lo había oído…

- ¡Achú! Ah, lo siento, creo que será mejor que entre. Está helando.

Oyó que Takeda moqueaba. Sabía que estaba fingiendo, pero debió ser lo bastante convincente para Yotsuba, ya que oyó que se iba alejando mientras continuaba llamándola. Aun así, se abrazó fuertemente las piernas hasta que dejó de oírla, y tras un minuto que se le hizo eterno, las tablas frente a la entrada del iglú fueron quitadas.

- Ya se fue.

Por fin Miku pudo volver a respirar, exhalando un suspiro de alivio, aunque antes de salir del iglú, se asomó mirando a ambos lados para cerciorarse que Yotsuba no anduviera cerca.

- Muchas gracias. – le dijo con una leve reverencia antes de coger sus esquís de vuelta para marcharse.

A los pocos minutos oyó que Yotsuba pillaba a Ichika, así que se fue en la dirección opuesta. Mejor para ella; mientras estuviese ocupada, podría usar la oportunidad para escurrirse de la vista, cubriéndose la cabeza con la capucha.

- Irreconocible, como las sombras. – dijo mientras hacía un sello de mano, como un ninja.

Siempre fue buena para pasar desapercibida cuando quería, y ahora no sería la excepción.