Forma del Corazón – Trébol de Cuatro Hojas

Por Fox McCloude

Disclaimer: Go Toubun no Hanayome y todos sus personajes son propiedad de Haruba Negi. Todos los derechos reservados.


Capítulo 13: Adiós al pasado.


Edificio Pentagon…

Fuutarou no supo cuánto tiempo estuvo en shock tras la desaparición de Rena. De hecho, estaba tan distraído que por poco no se le pasó detenerse frente a su destino. Si no fuese porque ya conocía el camino de memoria, y por seguir con la pierna enyesada, quizás simplemente habría vagado sin rumbo por toda la ciudad en ese autobús.

Miró hacia arriba, hasta la azotea del edificio. Por alguna razón lo sentía más grande de lo usual hoy. ¿Se debía a que de pronto sentía que había perdido su valor, que se sentía más pequeño e insignificante tras ese encuentro con Rena?

- "Ella dijo que yo ya no la necesitaba. Pero quizás, lo que quiso decir fue que soy yo a quien ella no necesita." – pensó.

Sí, seguramente eso era. Simplemente cambió las palabras para ser amable y evitar que él se sintiera peor, porque sabía que le rompería el corazón. Al menos apreciaba que lo hubiese hecho así, porque ya se sentía devastado.

Caminó con cuidado hacia la entrada, y pulsó los botones del apartamento Nakano sin muchas ganas. Un minuto después, contestó la voz de Nino:

- ¿Sí?

- Soy yo. – dijo sin muchas ganas. – Vine para esperar a Yotsuba, ¿puedo subir?

- Aguarda. – Un segundo después el seguro de la puerta se desactivó, abriéndose para él. – Listo, ya puedes entrar.

- Gracias.

No supo si ella logró escuchar o no, pero se dirigió hacia el ascensor, y pulsó el botón para subir al piso 30. Pese a haberlo hecho muchas veces, hoy el viaje se le hizo mucho más lento de lo usual, como si ver más grande el edificio no hubiera sido una ilusión óptica.

No podía dejar de pensar en las palabras de Rena. ¿En serio había venido solo para verlo y decirle adiós, rompiéndole el corazón? ¿Acaso la promesa que hicieron ya no significaba nada para ella?

Ya arriba, el avance por el pasillo se le hizo bastante más pesado que de costumbre, incluso con la pierna enyesada. También, el brazo se le sintió más pesado que de costumbre al momento de tocar el timbre. Por fortuna, la puerta le fue abierta casi de inmediato; Nino lo debía haber estado esperando mientras llegaba.

- Con permiso. – dijo mientras ingresaba.

- Bien puedas. – respondió la segunda hermana cerrando la puerta tras de él. – Oye, ¿estás bien? Tienes un aspecto fatal.

- No tiene importancia. – dijo mientras se dejaba caer en el sofá, dejando sus muletas de lado.

Aparte de Nino, la única otra quintilliza que parecía estar en el apartamento era Miku, que como de costumbre se encontraba ocupada jugando con su Tablet, aunque se fijó en él y la dejó de lado cuando lo vio entrar. Igual que con Nino, su expresión desanimada tampoco le pasó desapercibida a la hermana intermedia.

- No te ves muy bien. – le dijo. – ¿Te sucedió algo?

- Nada de lo que deban preocuparse. – replicó él secamente. – Es asunto mío.

- Oye. – dijo Nino con tono mandón. – Estamos tratando de ser amables, ¿bien? Eso de estar deprimido no va contigo, así que anda, escúpelo.

Fuutarou alzó la mirada, viendo como Nino lo veía algo enfurruñada con los brazos cruzado, aunque sí se notaba algo de preocupación en su rostro. Miku por su parte pareció tomar otro enfoque diferente.

- Tal vez un poco de té ayude. – sugirió. – Prepararé un poco.

- ¿Sabes qué? No es mala idea. – dijo Nino. – Irá bien con los pastelillos que estaba haciendo.

Fuutarou se quedó viendo como las dos hermanas se iban hacia la cocina. Sinceramente no entendía por qué se mostraban tan atentas con él, pero ya que estaban ofreciéndoselo, no se molestó en negárselo. Y de todos modos, no era como que tuviera alguna otra cosa que hacer para matar el tiempo mientras esperaba a Yotsuba para poder hablar con ella.

Habiendo terminado los preparativos, las hermanas trajeron a la mesa una bandeja de pastelillos y una jarra de té verde con algunas tazas, Miku le ofreció una y le sirvió. Estaba un poco amargo la verdad, pero eso de alguna manera sirvió para sacudirse un poco la sensación que lo aquejaba. Y los pastelillos, como todo lo que preparaba Nino, estaban deliciosos. A veces solo bastaba un buen bocadillo para aliviar un poco las penas.

- Y bien, ¿nos vas a decir qué te pasa? – insistió Nino. – Debió ser algo muy malo para que estés con esa cara.

- Oigan, no es que quiera parecer ingrato, y aprecio que quieran animarme. Pero no veo por qué quieren importunarse con mis problemas personales.

- Eres amigo de Yotsuba e Ichika. – dijo Miku. – Así que también eres nuestro amigo. Puedes confiar en nosotras.

- Bueno, "amigo" es estirarse un poco. – dijo Nino, enroscándose un mechón de pelo alrededor del dedo. – Pero digo, tampoco soy tan cruel como para echarle sal a una herida.

- De verdad, a veces no las entiendo. – dijo Fuutarou. – Bueno, si no hay más remedio. Es una historia larga, y puede que les resulte aburrida.

- Cuéntanos y seremos las jueces de eso. – declaró Nino.

El chico Uesugi suspiró. Eran unas testarudas; hasta que no conseguían lo que querían no se iban a detener. Probablemente fuese cosa de familia, pero al ver que no había escape, terminó cediendo. Así, empezó relatándoles de nuevo todo el asunto de la chica que conoció hacía cinco años, y cómo después de todo este tiempo de pronto ella volvió a reaparecer en su vida. Cómo ella lo invitó a dar un paseo en el bote, hablaron un poco para ponerse al día, y cómo le dijo que había venido a despedirse.

Al llegar a esta parte, el chico se cortó antes de continuar. Todavía recordaba la sonrisa triste de Rena al momento de decirle que no había podido cumplir la promesa que hicieron, y que él ya no necesitaba de ella. Las expresiones de ambas hermanas Nakano cambiaron de interés a una ligera sorpresa, pues los ojos de ambas se abrieron por un instante (los de Nino más notablemente que los de Miku), y el chico les contó que, por lo que pudo deducir, ella había encontrado su propio sueño en la vida y había decidido perseguirlo.

- Y me dijo que atesoraría los recuerdos que compartimos, antes de irse huyendo. Después de eso… no pude hacer otra cosa que quedarme allí, llorando como un bebé. Adelante, ya pueden reírse de mí si lo desean.

Al decirles que se rieran no estaba bromeando; de hecho, esperaba que lo hicieran en cualquier momento. Pero para su sorpresa, ninguna de las dos hermanas estaba riéndose. Miku, aunque permanecía estoica, tenía la mirada aún más cabizbaja que de costumbre, evidenciando que realmente sentía pena por él, pero Nino, más sorprendentemente aún, estaba llorando a mares.

- ¡Eso es tan triste! – gimió la segunda hermana. – ¡No puedo creer que tu primer amor te haya roto el corazón de esa forma!

- ¡Oye, no exageres! – dijo él. – Eso de decir que era mi primer amor es mucho. Yo solo… la admiraba y ya.

- ¡¿A quién tratas de engañar?! – exclamó Nino. – Es obvio que ella es mucho más especial para ti que solo eso. Especialmente luego de que nos contaste la historia de cómo se conocieron.

- Pero si es verdad lo que dice… quizás sea mejor olvidarte de ella. – sugirió Miku.

- ¿Olvidarse? ¡¿Cómo puedes sugerirle eso, Miku?! – exclamó Nino, sonando indignada. – ¡Esto no puede quedarse así! ¡Antes debería ir a buscarla y decirle cómo se siente!

- Pero le dijo que no volverían a verse.

- ¡Pues con más razón! Aunque claro, se aprovechó de que no la podías perseguir con esa pierna rota para poder escaparse.

- Aunque pudiera buscarla, ¿para qué? Verla solo lo lastimaría todavía más.

- Pues no puede irse y dejarlo así. – declaró Nino, poniéndose de pie. – ¡Ya está, yo misma iré a buscarla! ¡Dime dónde la viste por última vez!

- A estas alturas quizás abandonado la ciudad. – señaló Miku.

- ¡No podemos estar seguras de eso!

- Oigan… – dijo Fuutarou, tratando de llamar la atención de las hermanas, sin mucho éxito mientras la discusión parecía escalarse.

- ¡Hay que encontrarla, para que puedan hablar las cosas!

- ¿Y cómo piensas hacerlo? La ciudad es enorme, podría estar en cualquier parte.

- Oigan…

- ¡Si no lo hace pronto perderá su única oportunidad!

- Sé realista, ya debe haberla perdido.

- ¡Oigan! – les gritó, ya harto de verlas discutir. – Miren, aprecio que se preocupen, pero no creo que ustedes deban ponerse a pelear por esto. Ya después pensaré en lo que haré. De momento tengo otras cosas más importantes de qué preocuparme.

- ¿Por ejemplo? – preguntó Nino.

- La forma de sacar a Yotsuba del club de atletismo. – dijo Fuutarou. – Si quieren ayudarme ahora, tal vez alguna de ustedes podría llamar a su teléfono y ver si contesta. Lo haría yo mismo, pero con todo lo que está pasando, ahora no me siento de humor ni para eso.

Nino y Miku intercambiaron miradas entre ellas, y finalmente ambas tomaron sus teléfonos y trataron de llamar. Al ver que no contestaba, optaron por enviarle mensajes de texto, con la esperanza de que los leyera después.

Fuutarou por su parte, se recostó en el sofá, pensando profundamente. El encuentro con Rena le había dejado una herida muy profunda en el corazón que no iba a sanar fácilmente, pero no podía dejarse distraer por eso. Y lamentarse y llorar no haría que el dolor se fuera.


Al mismo tiempo, en la Preparatoria Asahiyama…

Tras el largo tour por toda la ciudad para familiarizarse con la ruta, el club de atletismo y Yotsuba finalmente volvieron a la escuela. El grupo había hecho paradas únicamente para almorzar y tomar agua de vez en cuando, y para cuando volvieron, estaban todas rendidas y jadeando.

Bueno, todas a excepción de la capitana Eba, y de la propia Yotsuba que era capaz de correr distancias similares sin agotarse tanto. No obstante, estaba feliz de que por fin había terminado.

- Buen trabajo a todas. – les dijo Eba. – Ahora que ya sabemos la ruta, solo tenemos que alistarnos para el campamento la próxima semana.

- Eba-san, ¿estás segura de que realmente deberíamos ir? – preguntó Yotsuba. – ¿No crees que sería mejor…?

- ¿Decías algo, Nakano-san?

Yotsuba por alguna razón tragó en seco, viendo la sonrisa y la mirada tétrica de la capitana. Dirigió una mirada furtiva a las otras miembros como buscando apoyo, pero ninguna parecía estar dispuesta a respaldarla. Cuando les lanzaba una de esas miradas, no había forma de hacerla cambiar de parecer.

- Bien, si no tienen nada que decir, ya terminamos por hoy. – dijo Eba. – Pueden ir al cuarto del club a buscar sus cosas y retirarse.

Hubo un suspiro colectivo de alivio entre las chicas. Parecía que estaban aliviadas de oír esas palabras. Yotsuba, por su parte, debería sentir dicho alivio, pero todavía estaba metida en un problema del cual necesitaba salir, y no estaba segura cómo.

Mientras entraban al cuarto para cambiarse, la cuarta hermana Nakano se quedó distraída pensando. La verdad, por dentro pensaba que había sido una jugada algo sucia de parte de Eba venir a reclutarla de ese modo. Si bien no era mentira que realmente necesitaban ayuda para el maratón (quedaban solo cuatro miembros activos en el club de atletismo y para participar hacían falta cinco), lo cierto era que Yotsuba quería volver a estudiar.

- "Uesugi-san…"

Sabía que estaba mal haber esperado que Fuutarou la escudase de tener que asumir ese deber, pero realmente no había tenido una buena oportunidad de decirle a Eba que realmente no podía ni quería quedarse a tiempo completo en el club. Fuera de la obsesión con las competencias, no era una mala persona, y el resto de las chicas eran bastante agradables.

No obstante, sabía que no podía quedarse allí mucho más. El trato era ayudarles con el maratón, que sería la semana anterior a los exámenes finales, pero ella quería usar ese tiempo para estudiar. De hecho, le preocupaba mucho que cada vez que trataba de explicarlo, Eba parecía desviar el tema, como si no fuese importante.

Mientras Yotsuba se desataba sus agujetas, de pronto notó algo en el piso: debajo de los casilleros había un papel doblado que no había notado antes. Curiosa, la chica del lazo lo tomó para desdoblarlo.

- ¿Hmm? ¿Qué es esto? – murmuró. – De la oficina del director, advertencia de…

Los ojos de la muchacha se ensancharon, y rápidamente leyó lo que decía. Era una citación firmada por el director en persona para la consejera a cargo del club de atletismo. Aparentemente, el informe de calificaciones de Eba no era nada alentador, y si la capitana no aprobaba en los exámenes de final del semestre, estaría a riesgo de ser destituida del club de atletismo. Lo peor de todo, también podrían retirársele sus logros actuales en competencias, lo cual además…

- ¿Ah? ¿Nakano-san? ¿Qué tienes allí? – preguntó Eba.

- Eba-san, esto es una nota del director para Makino-sensei. ¿Por qué está aquí?

- ¿Eh? ¡Ah, dame eso, yo se la entregaré!

Yotsuba tenía fama de ser una chica torpe e ingenua, y quizás activamente ella cultivaba esa imagen. Sin embargo, un presentimiento le dijo que algo muy raro estaba pasando allí, y por reflejo apartó la nota del alcance de Eba. La capitana trató de insistir, empezando a perseguirla, pero dos de las miembros del club inmediatamente buscaron retenerla sujetándola de los brazos mientras la tercera se acercaba a Yotsuba para leer el contenido de la carta.

Sobra decir que la chica del lazo se quedó pasmada: la nota decía que, por estar a riesgo de reprobar sus materias, Eba podría ser suspendida y su puesto como capitana del club de atletismo revocado. Según el reglamento escolar, todo club que se quedase sin su líder para administrarlo inevitablemente sería clausurado si no se designaba uno nuevo a tiempo. Más todavía: cualquier estudiante que fallara en los exámenes también perdía su derecho a las actividades extracurriculares.

- Eba-san, ¿estabas tratando de esconder esto? – preguntó Yotsuba. – Te está yendo mal en clases, ¿no es así? ¿Por qué no nos lo habías dicho?

- Lo que pasa en el salón se queda en el salón. – dijo la chica de coleta. Siendo la única estudiante de tercer año que era parte del club, ninguna de ellas estaba al tanto de cómo le iba en sus clases. – No es nada por lo que ustedes deban preocuparse.

- ¿Estás segura? – dijo Yotsuba. – Si te enviaron esta nota significa que debe ser muy serio.

- Te aseguro que no debes preocuparte por nada, Nakano-san. – dijo Eba, tratando de restarle importancia, aunque su sonrisa ahora era mucho más nerviosa y temblorosa que antes. Como una niña que había sido pillada en medio de una travesura.

- Creo que no es buena idea que vayamos de campamento, estando tan cerca de los exámenes. – dijo Yotsuba. – Deberías usar el tiempo para estudiar, ¿no?

- Eso puede esperar, el maratón es mucho más importante para nosotras. También para ti.

- ¿No querrás decir… para ti, capitana? – dijo la miembro que había leído junto a Yotsuba. – De hecho, habías dicho que este campamento también era para que pudiéramos reclutar a Nakano-san a tiempo completo.

- ¿Eh? ¿Eso es verdad, Eba-san? – preguntó Yotsuba. Eba comenzó a reírse nerviosa, y a sudar.

- Pero ahora que lo pienso, ¿no tendría doble propósito? – dijo una de las que la sujetaba. – ¿No estabas planeando usar este campamento para escapar de los estudios?

- ¡No! ¡Les aseguro que yo no…! ¡Lo que intento decir es que…!

Las miembros del club estaban mirando a su capitana con dagas en los ojos y parecía que en cualquier momento iban a querer destrozarla. Yotsuba, sin embargo, decidió apiadarse de ella para evitar que llegara a ese extremo, si bien tenía que poner algunos puntos muy claros.

- Eba-san… de verdad no creo que debas ir de campamento ahora. – le dijo. – De hecho… yo tampoco quiero, ni puedo ir. Yo también necesito estudiar, y eso deberías saberlo.

- Nakano-san, no hay ningún problema, y si algo pasa, siempre queda el extraordinario. – dijo la chica, buscando una manera de salvarse. – ¡Por lo que más quieras, no vayas a delatarme, te lo suplico! ¡No quiero que me suspendan como líder del club, es muy importante para mí!

- No, no te voy delatar. No me corresponde. – aseguró Yotsuba. – Pero… los profesores se van a enterar tarde o temprano, así que sería mejor ir y decírselo. Te podrías meter en problemas por haberlo ocultado. Y si te suspenden… todo el club se verá afectado.

No estaba hablando con tono amenazador ni mucho menos. Simplemente estaba diciendo las cosas tal cual eran. El resto del club pareció estar de acuerdo, ya que inmediatamente se colocaron detrás de Yotsuba y comenzaron a hablarle a su capitana. Era la primera vez que las oía desafiarla de ese modo.

- Capitana, Nakano-san tiene razón. – dijo una de ellas. – Es mejor que te pongas a estudiar mientras tienes tiempo. Ya de por sí estamos cortos en el club para que nuestra líder se meta en líos.

- Y además, ¿qué pasaría si ganamos el maratón y luego repruebas por no estudiar? – agregó la segunda. – Nos revocarían el premio y eso se vería muy mal en nuestro expediente.

El apoyo de las otras miembros le dio más fuerza a Yotsuba para confrontar a Eba, que seguía riéndose nerviosamente y sudando, como buscando una manera de zafarse de ese atolladero. Yotsuba, por su parte, decidió que lo mejor era poner el último clavo en el ataúd y terminar con ese embrollo de una vez. Por su propio bien tanto como por el del club de atletismo.

- Eba-san, sé que prometí que les ayudaría con el maratón, y pienso cumplir mi palabra. – les dijo. – Pero realmente necesito estudiar, si no paso mis exámenes también tendré problemas, especialmente con mi papá. Y no me malentiendan, ustedes han sido muy buenas conmigo y lo aprecio. – Acto seguido, se hincó de rodillas y bajó la cabeza al suelo para suplicar. – ¡De verdad lo siento, no puedo quedarme a tiempo completo!

Ya estaba, por fin había podido decírselos. Sintió que al fin se quitaba un enorme peso oprimiéndole el pecho de encima. Aun así, tuvo un poco de miedo de levantar la mirada hasta después de unos segundos en los que nadie dijo una sola palabra. Una vez que lo hizo, se encontró con la cara en shock de Eba, que parecía querer renegarle, pero finalmente suspiró resignada.

- Qué remedio. De acuerdo, el campamento se cancela. Voy a tener que ponerme a estudiar si no quiero que todo el club se venga abajo.

- ¿Entonces ya me puedo ir a mi casa? – preguntó Yotsuba.

- Por supuesto.

- ¡Gracias, de verdad! ¡Y perdón por causarles tantas molestias!

Sin perder tiempo terminó de cambiarse de ropa y recogió sus cosas a la carrera. No podía esperar a volver para avisarle a Fuutarou que ahora sí tendrían toda la semana libre para estudiar a gusto antes de los exámenes.

Antes de irse, prendió su teléfono (lo había tenido apagado todo el día), y se percató que había un montón de mensajes sin leer, tanto de Fuutarou como de sus hermanas y uno de Matsui (que resultó ser para avisarle del problema de Eba con sus notas). Sin embargo, el más reciente, que había sido enviado por Miku más o menos una hora antes, fue el que más captó su atención.

- ¿"Mejor ven rápido, Fuutarou no está bien"? – leyó en voz alta. – ¡Oh, no! ¡¿Le habrá pasado algo?!

Frenéticamente se puso a guardar el teléfono y salió corriendo fuera del cuarto del club y del edificio anexo de la escuela. Sin embargo, al cabo de unos minutos mientras corría, se acordó de algo más.

- "No será que… ¿será por eso que…?"

Rápidamente sacudió su cabeza. Fuera lo que fuera lo que lo tuviese mal, lo importante era estar allí para él.


Apartamento Nakano, un poco después…

La espera por Yotsuba no resultó tan larga como él creía. De hecho, tras haber conversado con Nino y Miku, simplemente se quedó sentado en el sofá, inmerso en sus pensamientos, y de alguna manera eso hizo que el tiempo pasara volando sin que él se diera cuenta.

- ¡Ya llegué! – anunció la cuarta hermana apenas entró.

- Bienvenida. – la recibió Miku. Nino en aquel momento se encontraba en la cocina haciendo más bocadillos, mientras Fuutarou simplemente la saludaba con la mano mientras se ponía de pie para encararla.

- Qué bien, por fin llegaste. – le dijo en tono muy serio. – Necesitamos hablar muy seriamente, sobre el club de atletismo…

- Ah, sobre eso. – lo interrumpió ella, riéndose nerviosa. – Ya logré hablar con Eba-san. Quedamos en que las ayudaré con el maratón como prometí, pero no iré a su campamento.

Fuutarou alzó una ceja. ¿Así que Yotsuba pudo confrontarlas por su propia cuenta? ¿No hizo falta que él interviniera después de todo? Una lástima, porque tenía muchas ganas de soltarle un buen discurso sobre la responsabilidad como una forma de desahogarse por lo sucedido la tarde de hoy.

Por otra parte, esto ya le quitaba al menos una preocupación de encima.

- Bueno, eso quiere decir que podremos volver a estudiar para los exámenes finales, ¿no? – preguntó él. – Me parece bien; en ese caso, empezaremos mañana mismo después de clases.

- ¿Mañana? ¿No podemos hacerlo hoy? – preguntó Yotsuba. – No me importa, aunque sea un poco.

- Oye, oye, no lo presiones. – dijo Nino. – Después de lo de hoy no creo que debas obligarlo a estudiar. Déjalo reponerse primero.

- ¿Lo de hoy? – preguntó Yotsuba. Antes que Fuutarou le respondiera, Miku se le adelantó.

- Le rompieron el corazón.

Los ojos de la chica del lazo se ensancharon, y esta miró a su segunda hermana, que asintió, y luego al propio Fuutarou, que simplemente se encogió de hombros, sin negarlo ni confirmarlo, pero eso pareció bastarle como respuesta.

- No… ¿quién fue? ¿Quién te hizo algo tan cruel? – preguntó Yotsuba, apretando los puños. – ¡Cuéntame, cuéntamelo todo!

- No me siento con ganas de volver a repetir esa historia.

- No seas descortés. – dijo Nino. – Nos lo contaste a nosotras, es justo que Yotsuba también lo sepa.

Fuutarou quiso gruñir algo, pero la mirada fulminante de Nino le hizo retroceder. Miku, aunque permanecía inexpresiva, dejó claro que estaba de acuerdo, y la expresión de Yotsuba completó el tres a uno que le obligaban a contarlo.

Pensándolo bien, si consideraba a Yotsuba como su amiga más cercana entre las quintillizas, era a la que con mayor razón más debería contarle.

- *Suspiro*, de acuerdo. Mejor te sientas, esto irá para largo. – le dijo con resignación.

Así, de nuevo comenzó a contar su encuentro con Rena. Sin estar muy seguro del porqué, ahora que lo relataba por segunda vez no le resultó tan difícil como la primera. ¿Sería acaso por haberse desahogado? De hecho, pudo agregar detalles que se le escaparon durante la primera vuelta, lo que captó el interés de Miku y Nino tanto como el de Yotsuba. Ninguna de las hermanas le interrumpió en ningún momento, limitándose únicamente a escuchar con atención, y él lo apreció inmensamente.

Al terminar, y habiendo visto ya las reacciones de Nino y Miku, esta vez se concentró únicamente en la de Yotsuba. Si bien no se sorprendió en absoluto ver que la chica del lazo adoptaba una expresión solemne, seguía sin gustarle mucho verla de ese modo. Al menos agradeció que no rompiera en lágrimas como lo hizo Nino, eso lo habría hecho todavía peor.

- De verdad lo siento. – le dijo apenada. – Tanto que te esforzaste por cumplir esa promesa, y ella solo lo dejó sin más.

- Oye, no deberías juzgarla tan seriamente. – dijo él. – Es decir, no tienes forma de saber lo que pudo haberle pasado, por qué no pudo hacerlo…

- Las personas que no cumplen sus promesas son de lo peor. – dijo firmemente Yotsuba. – Si realmente era tan importante para ella como decía, jamás lo habría dejado. Y tú le ofreciste ayuda y te rechazó, eso fue muy cobarde de su parte.

La chica lo agarró de las manos con fuerza, apretándolo tanto que hasta le dolía un poco, pero tras el encuentro con Rena, eso no era nada. En ese momento, hasta sentía que podría aguantar uno de sus abrazos rompehuesos.

- Uesugi-san, me duele mucho que te hayan roto el corazón de esa manera. – le dijo. – Sé que no puedo hacer mucho, pero… siempre podrás contar conmigo, estaré allí si me necesitas pase lo que pase.

- Yotsuba…

- ¡Es cierto! – intervino Nino. – ¡Seguro debe haber alguien en el mundo que guste de un genio insufrible y sin tacto como tú, anímate! ¡No sufras por alguien que no aprecia lo que haces!

- Nino…

- Y si ella ya no te necesita, nosotras sí. – agregó Miku. – Después de todo, Yotsuba está en camino de volver con nosotras, y es gracias a ti.

- Miku… ah, cielos, ¿qué voy a hacer con ustedes?

El chico no pudo creer que las tres estuvieran intentando levantarle los ánimos. Cada una a su particular manera, incluso el comentario de Nino sobre ser "un genio insufrible y sin tacto" no le sonó tan insultante después de todo. Y si bien no quería juzgar a Rena sin saberlo todo, Yotsuba tal vez estaba molesta de que alguien le hubiera causado una pena, y se preocupaba por él como amiga.

Por último, el recordatorio de Miku le hizo acordarse de algo más. A veces, la mejor manera de lidiar con el dolor era enfocarse en otras cosas. Mirando el reloj en la pared, vio que todavía le quedaban un par de horas antes del anochecer, quizás podía hacer algo.

Dos horas no parecían mucho tiempo para ponerse a estudiar, pero tal vez podía usar ese tiempo para revisar sus deberes y decidir el plan de estudios antes de los exámenes finales. Sería una forma de distraerse para evitar pensar en su corazón roto.


Aquella noche, residencia Uesugi…

Hablar con Yotsuba y las demás no hizo que el dolor se fuera, pero al menos le ayudó a mitigarlo un poco. Después de todo lo sucedido, estaba feliz de que el día terminase.

Teniendo tantas cosas dándole vuelta en la cabeza, cuando volvió a casa se fue a encerrar a su habitación y pidió no ser molestado. No se sentía del todo de humor para hablar con nadie, y supuso que preparar la tarea de mañana le serviría para mantener la mente ocupada.

- ¿Fuutarou, sigues despierto? – sonó de pronto la voz de su madre, junto con unos golpes en la puerta de su cuarto. – Sé que no querías que te molestaran, pero no quisiera que te fueras a ir a dormir sin cenar.

En retrospectiva, quizás saltarse la cena no había sido tan buena idea. Aunque había comido bocadillos en casa de las Nakano, su estómago pareció responder a la oferta de su madre y demandó que la aceptase.

- Hmm… ah, qué más da. – dijo mientras se daba la vuelta para ponerse de pie, y como las muletas estaban en la pared lejana fue hacia la puerta saltando de cojito para abrirle a su mamá.

- Con tu permiso. – dijo la mujer entrando con la bandeja en la mano. No era la gran cosa: solo un vaso de leche con un enorme sándwich.

El chico se sentó sobre su futón y su madre hizo lo propio antes de entregarle la bandeja, y él se lo agradeció. Sin embargo, tras darle un par de mordiscos a su sándwich, el chico se quedó simplemente mirándolo fijamente, tomándose muy con calma su tiempo de masticarlo y degustarlo, pese al hambre que tenía.

- ¿Ya te sientes de humor para hablar de lo de hoy? – preguntó su madre.

Fuutarou la miró. Ella y su padre eran despreocupados y alegres en la mayoría de las situaciones, pero hoy le estaba hablando con un tono inusualmente serio, que solo usaba cuando estaba molesta o preocupada por él.

- Tienes la cara de alguien a quien le rompieron el corazón. – le dijo al ver que no contestaba. El chico arqueó una ceja.

- ¿Cómo puedes saberlo?

- Soy tu madre, es mi trabajo conocerte mejor que tú mismo. – replicó ella con una sonrisa de orgullo, antes de agregar: – Eso y… me recuerdas un poco a mí, hace mucho tiempo.

Fuutarou se quedó viendo fijamente a su mamá. Nunca les había preguntado mucho a sus padres sobre sus vidas amorosas. Solo sabía que se conocían desde la secundaria, pero hasta allí; no tenía idea de cómo se enamoraron, cuándo empezaron a salir, ni ninguno de esos detalles.

- Este es uno de esos sermones de "cuando yo tenía tu edad", ¿no? – preguntó receloso.

- Cariño, no quiero sermonearte. Ninguna madre que se precie quiere ver a su hijo sufriendo penas. – aseguró la mujer. – Pero si no me cuentas lo que te pasa, no puedo saber cómo ayudarte.

Por un momento, Fuutarou parecía estar algo reacio a contarle. Sin embargo, tras habérselo contado a Miku y Nino, y posteriormente a Yotsuba, descubrió que la tercera vez resultaba mucho más sencilla. Al parecer, la primera vez era la peor de todas, y ya superada, hablar al respecto era una buena terapia. Y si era cierto lo que decía, tal vez su mamá tuviese algún consejo sobre cómo superar un corazón roto gracias a su experiencia.

- Hoy… volví a ver a esa chica. – dijo Fuutarou. – Ya sabes, la de mi foto de hace cinco años.

- Hmm, hablando de encuentros destinados. – dijo Kazane interesada. – ¿Y qué sucedió?

Fuutarou vaciló momentáneamente, pero una vez que comenzó el relato, se le hizo mucho más fácil continuarlo. Su madre en ningún momento lo interrumpió ni hizo preguntas, simplemente escuchó con atención. Por dentro el chico lo apreció enormemente, ser escuchado en lugar de sermoneado o juzgado. Eso era lo que necesitaba en aquel momento, aunque no se hubiera dado cuenta antes.

- La verdad es que no sé qué pensar. – dijo al concluir el relato. – A pesar de lo que me dijeron Yotsuba y las demás, no soy capaz de odiar a Rena. Parecía saber que dejaría destrozado no solo a mí, sino también a sí misma.

- Tienes un gran corazón, hijo. – aseguró Kazane con una voz muy empática. – Y es bueno que no la odies. Porque créeme, cuando te llenas de odio, no dejas espacio para el amor y solo te haces daño.

- Lo dices como si lo hubieras experimentado de primera mano.

Kazane sonrió de lado. – No quiero pretender que sé cómo te sientes ahora. Por lo que me cuentas, tu chica al menos tuvo el valor de confrontarte de frente antes de cortar lazos contigo. Yo… no tuve esa suerte.

»Estaba en segundo de secundaria, así que era más joven que tú ahora. Estaba este senpai por el que todas las chicas de mi escuela se volvían locas, incluyéndome. Me sentí en la luna cuando me invitó a salir, y quería que fuera su pareja en el baile de Navidad de la escuela.

- ¿Y qué pasó? – preguntó Fuutarou.

Kazane volvió a reírse, esta vez con algo de amargura. – Pues… que al parecer ya había hecho planes con alguien más y "se le había olvidado". Esperó hasta la noche anterior para decírmelo.

Auch, ese fue un golpe bajo. Aunque no lo dijo en voz alta para no interrumpir el relato, no pudo evitar hacer una mueca de disgusto. Él no le desearía eso a nadie de ninguna manera.

- Estaba furiosa y destrozada como no tienes idea. – prosiguió Kazane. – Quería enterrarme en un agujero para nunca más salir, y juré que nunca más confiaría en los hombres.

Fuutarou arqueó una ceja ligeramente. El hecho de que él y Raiha hubiesen nacido y que su madre siguiera casada con su padre eran una clara prueba que terminó por romper ese juramento; jamás se habría casado si no confiara en él.

- ¿Y cómo fue que terminaste con papá? – se atrevió a preguntar. – ¿Acaso tampoco quisiste confiar en él?

Kazane sonrió de nuevo, ya sin amargura en su rostro y se tomó unos segundos para darle una respuesta. Parecía estar meditando profundamente mientras ordenaba sus recuerdos.

- Tu padre… siempre fue un caso especial. Él y yo nos conocíamos desde el primer año de secundaria, pasábamos mucho tiempo juntos y éramos parte de un buen grupo de amigos. No estoy segura, pero creo que ya me gustaba un poco desde entonces. Es solo que estaba tan cegada con mi senpai que no me di cuenta sino hasta mucho después, y estaba muy dolida tras el rechazo para pensar en salir con alguien más de ese modo.

»El punto es, él estuvo allí para apoyarme cuando mi senpai me rompió el corazón. No me presionó a que saliera con alguien más, o a que me vengara, ni nada de eso. Simplemente estuvo allí para escucharme, y ofrecerme un hombro donde podía llorar y desahogarme. Era el mejor amigo que alguien pudiera desear.

De nuevo, Fuutarou tuvo que contener el impulso de comentar en voz alta. Para empezar, el hecho de que él y Raiha estuvieran aquí ahora eran la mayor prueba de que no se quedaron de solo amigos para siempre. Ahora seguramente venía la parte de cómo eso habría cambiado.

- Cuando entramos a la preparatoria, el hecho de que comenzó a ejercitarse con más frecuencia definitivamente lo volvió más atractivo. Pero lo que importaba era que siempre estaba allí conmigo, en las buenas y en las malas. Muchos vinieron y se fueron de nuestro círculo de amigos, pero él siempre estuvo allí todo ese tiempo. Y en nuestro último año fue que me di cuenta de que ese cariño que le tenía iba más allá de ser mi mejor amigo.

Para Fuutarou no era un secreto que sus padres estaban muy enamorados. De hecho, ocasionalmente los escuchaba poniéndose cariñosos a tal punto que casi parecían unos colegiales. Afortunadamente nunca lo hacían en público, ya le causaban suficientes bochornos como para tener que soportar algo así.

- Mamá… cuando saliste con papá por primera vez… pensaste que él sería esa persona con quien querrías pasar el resto de tu vida? – preguntó de nuevo el chico tras un momento de silencio.

- ¿Por qué lo preguntas? – replicó la mujer. – ¿Acaso tú estás pensando en eso ahora?

- ¡No, claro que no! Es solo que… bueno, es posible… tal vez…

Haberse ido de lengua con esa pregunta le hizo ponerse a pensar. ¿Era así como estaba viendo a Rena? ¿Como una futura esposa y madre de sus hijos, como la persona con quien querría estar el resto de su vida?

Pese a que no lo dijo de dientes para afuera, la expresión de Kazane dejó en claro que supo exactamente que eso era lo que estaba pensando. Afortunadamente, no quiso echar sal en la herida restregándoselo todavía más.

- Hijo, aún eres joven para preocuparte por eso. – dijo la mujer. – Creo que todos pensamos eso en algún momento de nuestras relaciones. A veces acertamos, y a veces no.

- No sé si sea mi caso. Yo ni siquiera… estaba en una relación con ella, técnicamente hablando.

En su vida jamás había tenido una novia, hablando en el sentido formal de la palabra. En primaria únicamente tenía ojos para Takebayashi hasta que supo que ella y Sanada eran amigos de la infancia, y después… nunca más pensó en otra chica que no fuese la niña de Kioto, de quien en ese entonces ni siquiera conocía su nombre.

- No estoy segura de si esto te servirá de algo. Pienso que el primer amor es especial para cualquiera, sin importar si termina bien o mal. Pero tarde o temprano tenemos que desprendernos de él, darnos otra oportunidad con alguien más. A veces, la felicidad puede estar más cerca de lo que pensamos.

Fuutarou entendió que ella estaba hablando de su padre, que estuvo allí para ella todo ese tiempo, aunque no se dio cuenta de inmediato. Al mismo tiempo, le vinieron a la mente las palabras de Rena: "Si esa chica de verdad te quiere, no la dejes ir". La verdad, aunque no le pudo explicar del todo la historia detrás de la firma del yeso, no podía sacarse eso de la cabeza.

Y ahora, su mamá también estaba diciéndole que estaba bien darse una oportunidad con alguien más.

¿Estarían refiriéndose a Yotsuba o Ichika? Sinceramente no podía imaginarse en una relación con la chica del lazo; por más que le hubiera tomado aprecio, ella no daba indicios de estar interesada en él de esa manera, pese a lo que dijeran los demás.

La hermana mayor, por otro lado, no había ocultado sus intenciones, y él no era tan ciego como para no percatarse de ello. Y si bien al principio quería mantener su distancia, lo cierto era que sin darse cuenta le había dejado acercarse a él.

Ninguna de las dos le desagradaba, ¿pero de allí a atreverse a salir con una de ellas? Todavía no estaba seguro de si querría hacer algo así.

- ¿Y qué harás ahora? – preguntó finalmente Kazane.

- No lo sé. – dijo Fuutarou. – Algo es seguro, creo que es mejor que me abstenga de… pensar en ese tipo de relaciones, al menos por un tiempo. Mejor enfocarme en el trabajo para mantenerme ocupado.

- Entiendo. – dijo Kazane poniéndose de pie. – ¿Te sientes mejor ahora?

- No totalmente, pero creo que hablar de eso ayuda. – admitió con franqueza. – Gracias, mamá. De verdad lo aprecio.

La mujer solo sonrió y abandonó la habitación, dejándolo de nuevo a solas con su trabajo. Con el impulso renovado, continuó preparando las tareas para su próxima sesión con Yotsuba. Ya que los exámenes finales estaban a la vuelta de la esquina, era mejor ocuparse de aquello que podía resolver, en lugar de lamentarse por aquello que no podía.


Una semana después…

Día tras día, Fuutarou continuó con la rutina de sus tutorías, y no volvió a mencionar el asunto de Rena con Yotsuba ni nadie más. No era que se le hubiera olvidado, pero dejarlo en la parte trasera de su mente definitivamente sirvió para mantenerlo al margen y evitar distraerse de manera innecesaria. Al parecer, el desahogo inicial que tuvo con las hermanas Nakano, y luego con su madre fue suficiente.

Aquella tarde, sin embargo, su rutina se vería interrumpida por un factor inesperado. Mientras él y Yotsuba estaban estudiando matemáticas, Ichika llegó una hora después, pero no venía sola.

- ¡Ya llegué! – se anunció.

- ¡Ah, bienvenida, Ichika! ¡Oh! – La chica del lazo se puso de pie de un salto y corrió a ver a su hermana mayor. – ¡¿Y quién es esta pequeña tan adorable?!

Sentado desde la mesa, Fuutarou vio que la mayor de las Nakano había traído en brazos a una niña que se veía en edad de jardín de infancia, probablemente de unos cuatro o cinco años. Tenía el pelo amarrado en trencitas curvadas sobre sus hombros, y por alguna razón tenía cara de estar enojada.

- Ella es Kiku, es la hija de mi manager. – explicó Ichika. – Tuvo que salir en un viaje de negocios y me pidió que la cuidara por hoy. Pero necesito unos minutos para bañarme, ¿crees que podrían vigilarla mientras tanto?

- ¡Claro, no hay problema! ¿Uesugi-san? – dijo la cuarta hermana volteándose a ver al chico, que simplemente se encogió de hombros.

- Mientras no nos interrumpa, que estamos estudiando.

- Gracias, son unos salvavidas los dos. Aquí traje algunos de sus juguetes para que se entretenga. – dijo Ichika, bajando a la niña y la bolsa que traía. – Kiku-chan, quédate aquí con mi hermana y Fuutarou-kun, y yo volveré en unos minutos, ¿sí?

Y sin decir más la hermana mayor se fue escaleras arriba hacia su cuarto, mientras Yotsuba se llevaba a la niña a la mesa. Al registrar la bolsa sacó algunas cosas típicas de los niños de su edad: bloques de construcción, muñecas y una mesita para dibujar con papel y crayones. Fuutarou no le prestó atención, dejando que Yotsuba se hiciera cargo y mientras tanto revisando sus apuntes para ver los errores de manera anticipada.

- ¡Eso es aburrido! – exclamó de pronto la niña, con una voz aún más chillona que la de Yotsuba. – ¡Oye, tú!

Fuutarou tardó más o menos un minuto en darse cuenta que se estaba refiriendo a él, y dado que en ese momento no estaba ninguna de las otras quintillizas aparte de Yotsuba (Miku y Nino habían salido a hacer compras para la cena, e Itsuki estaba en su cuarto ocupándose de sus propios asuntos), fue superfluo mirar a los lados solo para estar seguro.

- ¿Me hablas a mí? – le dijo.

- ¡Sí, juega conmigo! – No era una petición, era casi una orden.

- Eh, disculpa, ¿pero no ves que estoy ocupado? – dijo él tratando de no perder la compostura.

- ¡Solo estás leyendo! ¡Quiero jugar, hazme de caballito! – exigió la niña.

El chico Uesugi sintió una vena palpitarle en la sien. Podía ver que esta mocosa no era nada como Raiha, que siempre fue una niña dulce y bien portada. Con mucho cuidado alzó su pierna enyesada, teniendo cuidado de no exponerle el lado donde estaba la firma "LOVER" de Ichika.

- Kiku, ¿verdad? ¿Ves esto? – le dijo señalando el yeso. – Tuve un accidente y me lastimé la pierna. Hasta que me recupere no puedo moverla o hacer esfuerzos con ella. Lo siento mucho.

La niña hinchó los cachetes haciendo un puchero, pero pareció captar el mensaje. Afortunadamente, Yotsuba vino en su rescate para hacerse cargo.

- No te preocupes, Kiku-chan. Yo puedo hacerte caballito, si quieres, ¡anda, súbete!

La chica se hincó para que la pequeña se le pudiera subir encima. Al no tener "riendas" de donde sujetarse, eligió agarrar el lazo. A pesar de esto Yotsuba no se quejó y empezó a relinchar y a andar por toda la sala con Kiku en la espalda, que gritaba constantemente "¡Vamos, más rápido!"

Luego de unos veinte minutos, Ichika terminó de bañarse y de cambiarse de ropa, y se llevó una sorpresa de ver a su hermana corriendo a cuatro patas con Kiku en la espalda, mientras Fuutarou solamente observaba sin mucho interés.

- Oigan, ¿empiezan a jugar sin mí? No es justo. – se rio la hermana mayor, acercándoseles.

Se quedaron mirando por un rato, hasta que finalmente Kiku se hartó del juego y demandó que la bajaran para jugar a otra cosa. Yotsuba la puso en el sofá.

- Jajaja, eso fue divertido. ¿A qué quieres jugar ahora, Kiku-chan?

La niña dirigió una mirada hacia Fuutarou, que se estremeció. Por un momento parecía querer arrastrarlo al juego cuando él no tenía ganas. No lo iba a decir de frente, pero algo en esa mocosa le resultaba muy repelente.

- Quiero jugar a la casita, pero él dice que no puede jugar por su pierna. – dijo la niña.

Fuutarou notó que Ichika y Yotsuba le miraban el yeso y se reían levemente. Si era sincero no quería tener que ponerse a jugar y agradecía tener el yeso en ese momento para evitar hacerlo. O eso creyó, hasta que Ichika abrió los ojos y se golpeó la palma.

- ¡Oh, ya sé! – exclamó. – ¿Por qué no jugamos al hospital? Fuutarou-kun puede ser el paciente, solo tiene que quedarse acostado en el sofá.

- ¿Eh? – Fuutarou se sobresaltó. ¿Estaban hablando en serio?

- ¡Qué buena idea! – exclamó Yotsuba. – ¡Hace años que no jugábamos al doctor! ¡Shishishi!

- Pero yo quería jugar a la casita. – insistió la niña, todavía enfurruñada. – Quería que él hiciera de mi papi.

- "¿Qué, me parezco a ese viejo bigotón?" – pensó Fuutarou. – "¿Qué le pasa a esta mocosa?"

- Bueno, podemos jugar a que tu papi tuvo un accidente y lo estamos visitando en el hospital. – sugirió Ichika. – Yo puedo hacerte de tu mami, si quieres.

Fugazmente, Fuutarou vio que una sombra cruzaba fugazmente el semblante de Kiku a la mención de la palabra "mami". Sintió curiosidad por eso, pero afortunadamente no tuvo que hacer preguntas ya que la niña procedió a hablar:

- Mami… no vive con nosotros. – dijo en un tono desanimado. – Se escapó con otro hombre.

La sala se quedó en un silencio sepulcral. Pronto, Fuutarou sintió que el repelús inicial que le había provocado la niña comenzaba a disminuir. Podía entender por qué se notaba enojada, seguramente estaba ocultando el dolor de que su mamá los hubiera dejado detrás de esa cara enfurruñada.

Y si así estaba ella, ¿cómo estaría el manager de Ichika? Seguramente estaba sufriendo la traición y el corazón roto por dentro, mientras por fuera trataba de parecer fuerte por el bien de su hijita. Si ese era el caso, él tendría todas sus simpatías. Sabía lo duro que los padres podían pasarla por sus hijos al haber visto como lo hicieron Isanari y Kazane por él y Raiha.

Sin decir ni una palabra, se puso de pie y cojeó hacia el sofá, antes de tenderse con cuidado de dejar la pierna enyesada suspendida en el borde para no moverla. Acto seguido, se dirigió hacia Ichika y Yotsuba.

- Solo tengo que quedarme tendido, ¿verdad? – les dijo. Esa era su manera de decirles "le entro al juego".

- ¿Oh, es decir que aceptas jugar con nosotras? – preguntó Ichika. Él simplemente se encogió de hombros. – Muy bien, en ese caso, yo seré la doctora que atiende a tu papi, Kiku-chan. Y Yotsuba puede ser.

- La enfermera. – interrumpió la niña. – Que ella sea la enfermera.

- ¡Yay! ¡Seré la enfermera! – celebró Yotsuba. – ¿Qué tengo que hacer?

- ¡Llevarme a ver a mi papi a su habitación, tonta! – gritó la mocosa.

Aunque Yotsuba no se incomodó, Fuutarou se preguntó si iba a arrepentirse de haber aceptado jugar con ellas. Lo hacía por simpatías a la niña, pero si se ponía repelente otra vez…

- ¡Buenas tardes, señor! ¡Tiene visita de su hijita! – dijo Yotsuba, fingiendo abrir una puerta y llevando a la niña de la mano. – ¡Ya sabe que si necesita algo solo tiene que apretar el botón y llamarme!

Acto seguido se fue corriendo a esconderse en la cocina, mientras Kiku se le acercaba. El muchacho, tratando de meterse en su papel, puso su mejor sonrisa forzada y habló:

- Hola, Kiku, gracias por visitarme. – dijo mientras le ponía la mano para acariciarle la cabeza. – ¿Qué tal el día en la guardería?

- Igual que siempre, aburrido. – espetó ella, luego miró hacia su pierna enyesada.

- ¿Aburrido? ¿No has hecho algún amigo?

- Imposible. – espetó la niña. – Todos son unos mocosos retraídos.

- "Si actúas de ese modo enfrente de ellos, no me extrañaría." – pensó Fuutarou, luchando contra el impulso de decirlo en voz alta al recordarse que la niña debía estar pasándolo difícil.

Afortunadamente la niña suavizó su expresión y se le acercó a donde estaba el yeso.

- ¿Y esto qué es? – le preguntó. – ¿Quién te puso esta firma en el yeso? ¿Alguien está enamorada de ti?

- Eso… – Fuutarou sintió que otra vez el color le subía al rostro y que sus orejas echaban vapor, antes de dirigirle una mirada a Ichika de "me las pagarás". Ella solo sonrió divertida. – ¿Por qué no le preguntas a papi cuándo le quitan el yeso?

- Hmph… está bien. ¿Cuándo te quitan el yeso, papi?

- En una o dos semanas. – dijo él, feliz de desviar la conversación a otra cosa. Ayudaba que precisamente ese era el tiempo estimado en la vida real, así que no lo tuvo que inventar. – Cuando salga del hospital, podríamos ir al parque o algo, ¿te gustaría eso?

La niña asintió. El juego se estaba tornando algo incómodo, pero no era tan malo, aunque realmente le fastidiaba tener que hacerlo él solo, así que disimuladamente le hizo a Ichika una mueca de "entra en escena y ayúdame" para que interviniese. La pelirrosa captó el mensaje e hizo un ademán de "abrir la puerta de la habitación".

- Con permiso. – intervino Ichika, adoptando una voz que sonaba bastante más seria y madura de lo normal. No sonaba como ella. – ¿Oh, estoy interrumpiendo? Soy la doctora Nakano, vengo para la revisión habitual del paciente.

Cogió una de las libretas e hizo un ademán de tomar notas, hablando un montón de términos médicos a los que Fuutarou no prestó mucha atención, y posteriormente llamó a la "enfermera" para que viniera a ayudarle a "hacerle el chequeo" (una excusa para que Yotsuba lo tocara y lo revisara por todos lados, algo que lo hizo sentir algo incómodo). La niña pareció mantenerse entretenida con esto por un rato, hasta que finalmente…

- ¡Ah, esto es aburrido! – exclamó. – ¡Mejor hagan otra cosa, como que están enamoradas de mi papi!

Ese grito hizo que tanto Fuutarou como Yotsuba se quedaran rígidos por un momento. De hecho, habían quedado en una posición ligeramente comprometedora, ya que Yotsuba le estaba "tomando el pulso", pero le había tomado la mano con las dos suyas de una manera que sugería otra cosa.

- Eh… ¿Kiku-chan? Estoy bastante segura que eso está prohibido en los hospitales. – dijo Yotsuba riéndose nerviosamente.

Ichika, aunque estaba ruborizada ligeramente, no dijo nada, pero la forma en cómo se tapaba los labios sugería que se estaba tratando de aguantar la risa y mantener la compostura, propia de cómo sería un doctor en la vida real. Sin embargo, al cabo de unos segundos, acercó la silla donde estaba sentada al sofá, y cruzó las piernas de una manera que Fuutarou pudo ver era deliberadamente sugestiva para mostrar sus muslos, al tiempo que se inclinaba.

- Dígame, señor Uesugi, cuando le hayan dado de alta ¿le gustaría venir a cenar conmigo? – preguntó.

Fuutarou tragó en seco ligeramente, y mirando a Yotsuba vio que la chica del lazo se rascaba detrás de la cabeza. ¿Estaba realmente jugando o lo decía en serio? Sin embargo, al ver la mirada enfurruñada de Kiku, decidió repentinamente seguirle el juego.

- ¡Hey, doctora Nakano, no es justo! ¡Yo quería invitar primero al señor a cenar! – exclamó Yotsuba.

- ¿Oh, es así, señorita enfermera? Pues discúlpeme, no tenía idea de eso. ¿Quiere que les haga una reservación en un buen restaurante?

- "De acuerdo, creo que estas dos ya se metieron demasiado en sus roles." – pensó Fuutarou.

- Oiga, doctora. – interrumpió Kiku. – Dígame, ¿qué le gusta de mi papi?

De nuevo se hizo un silencio sepulcral. Ichika pareció pararse a meditarlo por unos segundos, para luego sonreír mientras lo miraba. Otra vez, como pudo percatarse, no era su sonrisa habitual de flirteo, sino "esa" otra.

- Bueno… es alguien muy serio y responsable, que se esfuerza por no ser una carga para los demás. – dijo la pelirrosa. – Y también, tiene un gran sentido de la familia. Se ve que los quiere mucho.

Fuutarou levantó las cejas. ¿Todavía se acordaba de lo que le contó cuando salieron en aquella pseudo-cita?

- Hmmm… ¿y tú, enfermera? – dijo esta vez señalando a Yotsuba. – ¿A ti qué te gusta de él?

- ¿Eh, yo? Em, bueno… jejejeje. – La chica del lazo de pronto se hizo un manojo de nervios, y Fuutarou casi podría jurar que la vio sudar a chorros por un momento. Sin embargo, sacudió su cabeza y sonrió también. – Supongo que por las mismas razones que dijo la doctora. Y también… que me tiene mucha paciencia a pesar de lo torpe que soy, y nunca me regaña demasiado.

El chico volteó su mirada hacia la cuarta hermana. Decir que la "regañaba", en su opinión, era estirarse demasiado. Después de todo él no le había gritado o sermoneado más de un par de ocasiones (como cuando pasó el lío del club de atletismo, o cuando se quedaron dormidos el día de los exámenes). No obstante, no pudo evitar sentirse halagado de escuchar lo de que apreciaba su paciencia. No cualquiera la podría tener con una estudiante tan problemática como ella.

- Entonces, Kiku-chan. – intervino de nuevo Ichika. – ¿Te gustaría que alguna de nosotras sea tu nueva mami? ¿A quién de las dos prefieres?

- Yo… no necesito una nueva mami. – dijo la niña bajando la mirada. – Mami se fue con otro hombre, y por su culpa papi la pasó muy difícil, pero… no me siento sola. Porque… porque papi está conmigo, y sé que me quiere. Por eso yo… yo no…

El juego de pronto dejó de ser divertido. La niña ya no se veía enfurruñada, sino que claramente estaba luchando por contener unas lágrimas. Las sonrisas en los rostros de ambas hermanas Nakano desaparecieron, y a su vez, algo dentro de Fuutarou también se movió.

Aunque se suponía que fuese un "paciente" y que tenía que quedarse acostado, el chico se dio la vuelta para sentarse, y cargó a la niña para ponerla en su regazo y abrazarla. Esta pareció algo sorprendida momentáneamente, pero no opuso ninguna resistencia ni se quejó. Respirando profundo, Fuutarou decidió meterse de nuevo en su propio papel en el juego.

- No te preocupes, Kiku. A papi también le duele que mami le haya roto el corazón. No tienes que hacerte la fuerte, puedes llorar todo lo que quieras. Eres una niña y no necesitas actuar como una adulta. Vamos, déjalo salir todo.

Como si se reventara una presa, la niña comenzó a llorar a cataratas, agarrándose de la camiseta de Fuutarou y hasta sonándose los mocos en ella. De acuerdo, eso fue un poco más de lo que habría querido, pero habiendo aceptado ese rol con la niña en el juego, no podía protestar.

Al rato se escucharon pasos bajando las escaleras con prisa, y se dio cuenta que se trataba de Itsuki. Probablemente escuchó los llantos de la niña y vino a ver qué estaba sucediendo, pero antes que pudiera preguntar, Ichika la calló poniéndose el dedo en la boca.

- Shhh, no los interrumpas.

- ¿Qué sucede? – preguntó la pelirroja. – ¿Por qué está llorando?

- Pobre Kiku-chan. Debe sentirse muy mal porque su mamá se fue de casa. – dijo Yotsuba.

- Entonces, ¿Uesugi-kun la está consolando?

Las hermanas hablaban en voz baja, pero él todavía podía oírlas por encima de los sollozos de Kiku. Al principio no les prestó mucha atención ya que estaba muy ocupado acariciándole el pelo a la nena para que poco a poco se fuera calmando. Escuchó como Ichika y Yotsuba le explicaban a Itsuki que se habían puesto a jugar al hospital, y había salido el tema de la madre de Kiku, lo que la hizo llorar.

Nadie dijo una sola palabra por varios minutos, hasta que la niña finalmente se quedó dormida de tanto llorar. Con cuidado, Fuutarou la acostó sobre el sofá para que estuviese cómoda, y cogió una de las sillas que sobraban, para quedarse observándola, aunque momentáneamente dirigió su atención a su camisa.

- ¿Alguna me puede prestar algo para ponerme, mientras lavo esto? – les dijo, refiriéndose obviamente a los mocos que le dejó Kiku al sonarse.

Las tres hermanas pusieron cara de "vaya forma de arruinar el momento", aunque cada una a su particular manera: Itsuki puso los ojos en blanco, y tanto Ichika como Yotsuba solo se miraron y se rieron por lo bajo. Yotsuba ofreció ir por una de sus sudaderas y corrió escaleras arriba hacia su cuarto, dejándolo con Ichika e Itsuki, que se le acercaron para hablar.

- Bueno, este es un lado tuyo que no vemos a menudo. – dijo Ichika con una sonrisa.

- Si no te conociera mejor me costaría creerlo. – dijo Itsuki. – ¿Eres así con Raiha-chan?

- Solo cuando hace falta. – replicó Fuutarou. – No he tenido que hacerlo en años, hace mucho que Raiha no llora por nada, afortunadamente, pero… me hizo recordar un poco.

- ¿En serio? – preguntaron ambas, muy interesadas.

- Ah-ah, ni crean que les voy a contar. Eso es historia para otro día. – les dijo terminante.

Las dos hermanas pusieron cara de puchero, pero afortunadamente, Yotsuba llegó con una de sus sudaderas con el número 428 en el frente (parecía tener muchas de esas) y con eso tuvo una excusa para irse al área de lavandería, así que cogió sus muletas y se marchó.

Sin embargo, cuando llegó allá y tras cambiarse la camiseta y echarla a la lavadora, de pronto se encontró con una multitud de botones y lucecitas que no tenía idea. La máquina se veía como una lavadora de punta para gente adinerada y no sabía bien qué botón tendría que presionar.

- ¿Cómo pongo esto en marcha?

- ¿Necesitas ayuda?

El chico se sobresaltó, y vio a Ichika recostada en la entrada con los brazos cruzados. La muchacha miró hacia el número en la sudadera prestada y se rio por lo bajo.

- Sabes, creo que te queda bien esa sudadera. Tal vez deba decirle a Yotsuba que te la obsequie.

- No lo hagas. – replicó él. – Solo necesito lavar la mía y con eso me basta.

- ¿Te ayudo? – dijo Ichika, cogiendo un poco de detergente líquido. – Si no sabes cómo ponerla en marcha.

El chico no dijo nada, pero se apartó e hizo un gesto de "adelante", que la Nakano mayor captó al instante. Primero vertió un poco en la máquina y la encendió para empezar a llenarse, colocándola en ciclo rápido para que no tardase mucho. El cronómetro digital indicaba que tardaría quince minutos, así que únicamente le quedaba esperar.

- Creo que te salió muy bien hacer de papá. – comentó Ichika. – Parecías estar muy metido en tu papel, serías un buen actor.

- ¿Tú crees? – comentó él. – Creo que solo me compadecí un poco de ella. Digo, que su mamá los abandone por una infidelidad, ningún niño se merece algo así.

- No, claro que no. – dijo la chica estando de acuerdo. – Creo que serás un buen padre cuando te llegue el día, si eres igual con tus propios hijos.

- ¿No es algo pronto para decirme eso? – dijo él. – Prefiero pensar que soy un buen hermano mayor, muchas gracias.

- Jajaja, lo siento, "Oniichan". – rio ella. – Sí, creo que lo de ser padre es para gente más mayor. Pero ser un buen hermano es el primer paso de ser un buen padre. Y si me permites decirlo, esa es otra de las cosas que me gustan de ti.

Fuutarou miró a la chica, cuya expresión había mutado para mostrar su sonrisa coqueta. Usualmente cuando la mostraba era para jugar o hacerle alguna broma, pero el brillo en los ojos en esta ocasión le hacía darse cuenta que lo estaba diciendo en serio. No se guardaba nada la hermana mayor, ¿verdad?

- ¿Era difícil? Cuidar a Raiha-chan tú solo cuando tus padres no estaban, quiero decir.

- Tenía días buenos, otros no tanto. Aunque ella nunca fue una mocosa malcriada. Incluso cuando estaba triste no hacía tanto ruido. Lo que sé es que nunca me gustó verla llorar.

La sonrisa de Ichika de pronto se tornó nostálgica. Seguramente ella sabría mucho sobre ser la mayor de su familia, igual que él. No habían hablado mucho al respecto todavía, pero él a veces se preguntaba cómo sería la vida que llevaban cuando su madre estaba viva, y después de que murió. ¿Habría sido similar a lo de él y Raiha?

Años atrás, hubo veces en que Raiha se sentía sola porque sus papás no podían estar en casa por tener que trabajar, y él tenía que quedarse cuidándola. Raiha lloraba y le preguntaba por qué papá y mamá no podían estar allí con ellos, y él tenía que explicarle que tenían que trabajar para poder sostenerlos, y eso era porque los querían. Afortunadamente su situación mejoró, y al crecer Raiha decidió acompañar a su mamá en el trabajo a menudo para pasar más tiempo juntas, pero a veces recordaba lo triste que llegaba a estar en esos días.

Por un momento, y a pesar de lo repelente que le resultó al principio la mocosa, el chico pudo ver en ella a su pequeña hermana, y eso fue lo que le impulsó a abrazarla y dejarla desahogarse. De acuerdo, ella podría haberle pedido un pañuelo o algo para sonarse en vez de usarle su camisa, pero fuera de eso, se sintió bien por poder hacer eso por ella. Quizás, luego de que despertara le daría las gracias o algo, eso estaría bien.

- Pero mientras la consolabas, me di cuenta de algo más. – comentó la Nakano mayor. – Por un momento, me pareció que tú también querías desahogarte.

El tono de Ichika era bastante serio. A estas alturas, ya la conocía lo suficiente para más o menos saber cuándo era serio-serio, y cuándo era serio-bromista, aunque al ser actriz ocasionalmente podía despistarlo. Casi podría haberse ido con la finta, de no ser por lo que dijo a continuación.

- Cuando dijiste lo del corazón roto, no me pareció que estabas jugando. ¿Aún estás pensando en… ya sabes, "ella"?

Fuutarou desvió la mirada ligeramente. ¿Se le había notado tanto? Probablemente a estas alturas Yotsuba y las otras le habrían contado sobre su encuentro con Rena. Bueno, él nunca les dijo que no lo divulgaran, aunque confiaba en que lo mantendrían solo dentro de su círculo personal.

De cualquier manera, si bien lo suyo habría sido un amorío de estudiantes no concretado, y no tan serio como una infidelidad con una hijita en el medio, quizás una parte de él también se compadecía del manager de Ichika. Quién podría decirle que no amaba a su mujer y que no se sintió destrozado por su traición Y por lo que decía Kiku de su querido papi, el bigotón debía de quererla mucho, y estaba luchando muy duro para evitar que se sintiera sola. Tenía su respeto por ello.

- He tratado de no pensar mucho al respecto, pero… sí, supongo que me lo recordó. – admitió. – Quería concentrarme en el trabajo para mantener mi mente ocupada en otras cosas.

- Lo siento. No pensé que…

- ¿Por qué te disculpas? – dijo él restándole importancia. – No era como que tú pudieras saber lo que pasaba en casa de tu jefe, o que terminaría saliendo a colación mientras cuidabas a su hija.

- Supongo que no. De todos modos… ¿estás bien? ¿Todavía estás dolido por lo que pasó con ella?

Fuutarou suspiró. – Mentiría si dijera que no. Pero ya he hablado con suficientes personas de eso, y creo que me ayuda a sobrellevarlo. Por ahora, prefiero mantener mi mente ocupada en otras cosas para no pensar mucho en eso.

- Entiendo. – Ichika se fue hacia la puerta. – Pero oye, si necesitas hablarlo con alguien más, sabes que cuentas conmigo. Y el resto de nosotras también.

- Ya me lo dijeron, pero gracias por el recordatorio. – dijo él tratando de reprimir una sonrisa (sin mucho éxito).

Ichika se marchó, y él no pudo más que quedarse observando la máquina mientras en cronómetro seguía corriendo. Todavía tenía algunos minutos antes de terminar el ciclo de lavado, así que podría aprovecharlos para pensar.

De nuevo las palabras de Rena resonaron en su cabeza: "Si esa chica de verdad te quiere, no la dejes ir." Ichika constantemente parecía recordarle que gustaba de él, y aunque al principio no lo tomaba muy en serio por no saber si realmente estaba interesada, lo cierto era que su insistencia había hecho mella en él. El hecho de que fuese una chica innegablemente atractiva solo lo empeoraba.

Rena, su madre, todos parecían decirle que debería dejar el pasado atrás. Él realmente no sabía si quería hacerlo, o tal vez no se había dado cuenta de que se seguía aferrando a él. ¿Valdría la pena, o era tiempo de finalmente decirle adiós?

De una u otra forma, ya estaba puesto en un camino y no tenía mucho sentido abandonarlo a la mitad después de todo lo que había recorrido. Tal vez ahora solo necesitaba dirigirlo hacia otro destino, uno donde Rena no estaría esperándolo.

Esta historia continuará…


Notas del autor:

Bueno, ¿qué les parece? Terminé posteando este cap un poco antes de lo que esperaba de lo planeado. Aunque se debe a que el que estoy escribiendo ahora se me estaba alargando demasiado, y sentí que podría dividirlo en dos partes pese a que ya estaba terminado. Supongo que eso cuenta como haberlo completado, y además da para extra.

Pero en fin, con este oficialmente llegamos al final de lo que habrían sido las siete despedidas (que aquí solo fueron dos). En primer lugar, quise dar un poco más de énfasis en hacer que Yotsuba saliera por su propia cuenta del embrollo con el club de atletismo. Algo que siempre me molestó en ese arco fue que, de una u otra forma, necesitó que las demás tuvieran que intervenir para que finalmente decidiera salir de allí, pero aquí tomé otro enfoque. Específicamente, Eba representa mucho de cómo Yotsuba solía ser antes del comienzo de la historia, de modo que es como si se enfrentara a si yo del pasado irresponsable con sus estudios y que no ordena bien sus prioridades, lo que llevaría a consecuencias para sí misma (y para otros, en este caso el club de atletismo). Por supuesto, no la confronta de mala manera, sino que simplemente le hace ver lo que podría pasar si no se arregla ese asunto, y que todos saldrían perjudicados en este caso. Espero haberlo logrado.

Con respecto a Fuutarou, como pueden ver el encuentro con Rena lo tiene muy mal, y no es para menos, luego de haberle roto el corazón de esa manera. Pero al menos no está solo, pues tanto las Nakano como su familia le ofrecen apoyo en medio de ese dolor. Por experiencia sé que hablar de esas cosas no hace que el dolor se vaya, pero sí ayuda a mitigarlo y bastante. Es mejor que dejarlo embotellado adentro y que luego se acumule. Ese será un paso para que deje de ser tan cerrado con los demás. También tuve oportunidad de darle una escena con su mamá (no saben las ganas que tenía de hacerlo), y con eso contar un poco de su pasado con Isanari, de cómo fue su relación cuando eran jóvenes. Tal vez para que su hijo pueda trazar algunos paralelos en el futuro con la suya propia, si bien no serán tan obvios al comienzo.

Y por último, respecto a la escena final, me dio un poco de cosa que la segunda temporada del anime se haya saltado totalmente el capítulo 38 del manga. Es cierto, prácticamente es de relleno y no es que en él pase nada importante, pero aún así me parecía divertido y tras darle las vueltas al manga, me puso algunas cosas en perspectiva con respecto a Ichika y Miku. Concretamente, cuando la nena les pregunta qué les gusta de su "papi" (o sea Fuutarou), Ichika no es capaz de dar una respuesta concreta, mientras que Miku lista las cualidades que le gustan de Fuutarou sin titubear. Eso fue algo que quise aprovechar aquí: pese a lo solitario que es Fuutarou, pienso que ese instinto suyo de hermano mayor es una cualidad admirable, y quise colocarlo como un aspecto que a Ichika le podría parecer atractivo de él (y a su vez exponer las de Yotsuba, matando dos pájaros de un tiro). Espero que eso haya sentado bien las bases para futuros desarrollos.

Ya creo que eso es todo lo que tengo que decir. De nuevo, gracias por el trabajo de beta reading a Shadechu Nightray, y a Gabrielito, AaronSV3 y drimus por sus reviews. Salvo por la competencia de Yotsuba, el próximo arco será original y será una especie de descanso, ya que los personajes pasarán sus navidades antes de iniciar el semestre final. Hasta entonces, ¡sayonara!