Forma del Corazón – Trébol de Cuatro Hojas

Por Fox McCloude

Disclaimer: Go Toubun no Hanayome y todos sus personajes son propiedad de Haruba Negi. Todos los derechos reservados.


Extra: Días escolares con Raiha.


Residencia Uesugi…

- ¡Ya me voy, mamá! ¡Nos vemos luego!

- ¡Cuídate, Raiha!

Iniciaba otro día normal para Raiha Uesugi. Su hermano y su papá ya se habían ido, así que sólo se quedó su mamá en casa para despedirla antes de salir al trabajar en la panadería. Normalmente, antes de salir las dos preparaban su caja de bento juntas, pero hoy, por primera vez Raiha lo hizo por sí sola, sin necesidad de que su mamá la ayudase.

Se sentía bastante orgullosa de sí misma por ello. Así, su mamá no tendría que complicarse teniendo que ayudarla con eso antes de salir a trabajar. Tal vez incluso le podría ayudar a preparar los de Fuutarou y su padre en el futuro.

- "¿Cómo le estará yendo a Oniichan ahora?" – se preguntó. Si la memoria no le fallaba, hoy era el día que Fuutarou estaba presentando los exámenes nacionales. Desde hacía casi dos semanas parecía no pensar en otra cosa cuando estaba en casa.

- ¡Raiha-chan, espérame! – le gritó una voz conocida.

- ¡Ah, buenos días, Nao-chan!

En ese momento acababa de pasar frente a la casa de una de sus compañeras de clase, y su mejor amiga en la escuela, Naoko Takagi. Ella era casi de su misma estatura, aunque con el pelo castaño amarrado en dos coletas altas sujetadas con unos listones rojos, y aquel día llevaba una blusa verde y una falda roja (su escuela no requería uniforme).

- ¿Qué tal? – dijo Raiha una vez que la alcanzó. – ¿Terminaste la tarea de ayer?

- La verdad que no, me distraje viendo Flower Princess ayer. – confesó Nao. – ¿Crees que me podrías prestar los apuntes?

- No sé si tengamos tiempo. – dijo Raiha. – Mejor no te atrases, ya sabes cómo se pone Shiozaki-sensei cuando no entregamos a tiempo.

Nao hizo un pequeño puchero, pero luego ambas se rieron. A diferencia de su hermano, Raiha no era una friki de los estudios que aspiraba a tener nada menos que calificaciones perfectas, pero al menos podía enorgullecerse de que siempre estaba por encima de la media en sus calificaciones. Por eso no era de extrañarse que a veces le pidieran los apuntes cuando se atrasaban con algo.

- Oye, ¿quieres venir a mi casa hoy después de clase? – preguntó Nao. – Mis padres me compraron un juego nuevo para mi cumpleaños.

- Ojalá pudiera, pero le prometí a mamá ayudarla en la panadería hoy. – se excusó Raiha. – ¿Quizás el fin de semana? O si no podrías invitar a Yuuta…

- ¡¿Esto es todo lo que tienes?! ¡No es suficiente!

- ¡Ack! ¡Se los juro, no tengo más nada!

Las dos niñas se detuvieron abruptamente. Delante de ellos había un trío de niños rodeando a uno más pequeño. El más grande de los cuales tenía sujeto a su víctima contra la pared, mientras los otros dos parecían estarlo registrando, y había una mochila vaciada con un montón de cosas tiradas por todos lados.

- ¡Yuuta! – gritó Raiha, comenzando a correr. – ¡Déjenlo en paz, abusones!

El trío de bravucones se percató de las recién llegadas, y sin perder tiempo salieron corriendo dejando caer de sentón a su víctima. Mientras Raiha verificaba que su amigo se encontraba bien, Nao comenzó a recoger los cachivaches que estaban tirados para meterlos de vuelta en la mochila de su dueño.

- ¿Estás bien? ¿Te hicieron algo esos idiotas?

- Descuida, no me pasó nada. – dijo el chico, aunque parecía al borde de las lágrimas.

Este era Yuuta Hayakawa, otro de sus compañeros de clase, un chico de cabello oscuro y ojos azules. Frecuentemente era objeto de burlas debido a su baja estatura y su "carita de niña" como algunos lo llamaban. Raiha se había percatado que tenía un moratón en la rodilla, haciendo que Raiha negara con la cabeza.

- Pues esto de aquí no se ve nada bien. – dijo Raiha. – Nao-chan, ¿tienes banditas o algo?

- Aguarda. – La susodicha sacó una caja de banditas de su mochila para ponerle algunas sobre la rodilla al chico, que se quejó de dolor. – Vamos, solo aguanta un poco.

- Ya es la tercera vez esta semana que Kitahara y sus secuaces se meten contigo. – dijo Raiha. – ¡Tienes que hacer algo!

- ¿Algo como qué? – replicó el niño. – No puedo pelear contra ellos, son más grandes y más fuertes que yo.

- ¡Pues dile a Shiozaki-sensei! – protestó Nao. – ¡No puedes dejar que te sigan haciendo eso!

- No quiero meterme en problemas. Si los acuso, sólo lo empeorará. Además…

- ¿Además qué?

- Hicimos una apuesta… y perdí. – explicó Yuuta. – Kitahara me obligó, así que ahora tengo que pagarle.

Las dos niñas intercambiaron miradas, sin entender por qué pensaba eso. De nuevo, quizás fuera porque siempre sucedía fuera de los terrenos de la escuela, así que lo que le hicieran no era jurisdicción de sus profesores, pero aun así, no podían creer que el chico no hiciera nada por defenderse.

Sin embargo, no tuvieron tiempo de seguir discutiendo ya que se les hacía tarde, y tuvieron que ir a su salón a toda prisa. Afortunadamente, el raspón en la rodilla de Yuuta no le impidió correr lo suficientemente rápido, y los tres pudieron llegar a tiempo para su primera clase.

La mañana en la escuela primaria transcurrió normalmente; escuchar, tomar notas, entregar las tareas, y todo lo demás. En los recesos, los alumnos jugaban o discutían de cualquier cosa para pasar el tiempo hasta la siguiente clase, hasta que llegó la hora del almuerzo.

Raiha y Nao siempre se sentaban a comer juntas, y ocasionalmente compartían entre ellas, y hoy no sería la excepción.

- ¡Wow! Tu almuerzo se ve increíble como siempre, Raiha-chan. – exclamó Nao, estirando sus palillos hacia el bento de Raiha. – ¿Puedo?

- Adelante, sírvete un poco. – replicó la niña Uesugi, dejando que su amiga cogiera un par de brochetas de pescado, llevándoselas a la boca.

- ¡Hmm, qué rico! – dijo la castaña. – ¡Ojalá mi mamá cocinara tan bien como la tuya!

- Jaja, ¿y si te digo que este lo hice yo? – dijo Raiha con algo de orgullo, para sorpresa de su amiga, que la miró con los ojos muy abiertos.

- No juegues, ¿en serio? ¿Lo hiciste tú?

- Le pedí a mamá que me enseñara a hacerlo yo misma. – dijo Raiha. – Me llevó meses, pero al fin me salió bien, ¿qué te parece?

- Wow, eso es grandioso. ¿Crees que me podrías enseñar? Seguro podríamos vender bentos en la escuela y ganar mucho dinero.

Raiha sólo se rio de eso. Nao frecuentemente bromeaba diciendo que le gustaría ganar dinero de alguna manera, aunque viendo que su propio hermano también trabajaba para ayudar a su familia, ella también a veces se planteaba la posibilidad de hacer otras cosas. Lo de los almuerzos no sonaba mal, pero era un poco tardado elaborarlos. Y aunque a veces ayudaba en la panadería, no hacía gran cosa excepto limpiar y ayudar a preparar el pan.

- No son tan fáciles de preparar. – dijo Raiha. – Aunque si es sólo para ti, puedo enseñarte a prepararlos tú misma.

En ese momento, Yuuta regresaba del baño, y tanto Raiha como Nao se dieron cuenta que tenía el pelo y la ropa más desordenadas que de costumbre. Naturalmente ambas se preocuparon cuando el chico se sentó en su lugar, trayendo lo que parecía una lonchera totalmente vacía.

- Yuuta… ¿te encuentras bien?

- ¿Eh? S-sí, estoy bien. – les dijo. Raiha y Nao intercambiaron miradas; evidentemente ninguna de las dos se lo tragaba.

- No mientas, no tienes buen aspecto. – insistió Nao. – ¿Otra vez esos tontos?

Yuuta las miró a ambas avergonzado, evidentemente intentando aparentar que todo estaba bien, pero finalmente no pudo más. Les explicó que había ido a comer en el baño con la esperanza de evitar a esa pandilla de abusones, pero se encontró a Kitahara allá, y no le dejaron probar ni un bocado.

- Dijeron que lo tomaban como "compensación". Y lo que no se comieron lo tiraron por el excusado. – les dijo con tristeza.

- Esos tontos. ¡Les voy a dar su merecido! – Nao estuvo a punto de pararse, pero Raiha la detuvo.

- No vale la pena meternos en problemas, mejor déjalo. – dijo Raiha. Con los palillos cogió un poco de arroz y un par de croquetas de pescado. – Yuuta, si no pudiste comer, toma algo del mío.

- Sí, también del mío. – agregó Nao, pinchando un rollo de huevo del suyo para pasárselo también.

- Gracias, de verdad. Les debo una por esto.

El niño empezó a comer, o mejor dicho, devorar lo que le dieron. Parecía estar muy hambriento el pobre, y no era para menos si esos abusones ni siquiera le habían dejado probar el suyo.

A pesar de que detuvo a Nao de ir a buscar pleito con los abusones que molestaban a Yuuta, en el fondo Raiha también quería hacer algo por su amigo. Tal vez debería pedirle a su mamá que le ayudara a preparar algo extra, por si de nuevo lo dejaban sin comer, mientras se le ocurría cómo ponerles un alto para que dejaran de molestarlo.

A la salida de clases, Raiha y Nao decidieron acompañar a Yuuta para que no se fuera solo a casa, y como precaución en caso de que esos tontos volvieran para molestar. Y con toda certeza, cuando los vieron, simplemente se fueron por otro lado y los dejaron en paz.

Los tres caminaron un trecho juntos hasta que Nao se fue por su lado, mientras Raiha decidió tomar el desvío de dos cuadras para escoltar a Yuuta hasta la puerta de su propia casa sólo como precaución. Un par de veces miró por encima del hombro ya que podría jurar que los estaban siguiendo, pero afortunadamente llegaron a salvo y no hubo ningún problema.

- Gracias por acompañarme, Raiha-chan. – dijo Yuuta.

- No tienes que agradecerme nada. Pero en serio, Yuuta, ¿por qué dejas que esos bravucones se metan contigo así? – preguntó la niña. – ¡No puedes dejar que sigan haciéndote lo que les da la gana!

- Pero son más grandes y más fuertes que yo. – se excusó. – Y tampoco quiero parecer un cobarde por acusarlos.

Raiha hizo un pequeño puchero. A veces le costaba entender por qué a los chicos les preocupaba tanto el no ser vistos como "cobardes" o lo que fuera. Ella no creía que tener miedo o pedir ayuda estuviese mal.

Yuuta era un buen chico, incapaz de lastimar a una mosca, pero a veces era demasiado amable para su propio bien. Al parecer, le habían inculcado demasiado bien eso de que "la violencia nunca resuelve nada". Tampoco era que Raiha quisiera pelearse con ellos o algo así, pero debía haber algo que podía hacer.

- Oye, Yuuta, ¿quieres almorzar conmigo mañana también? Puedo hacer un bento extra para ti, si quieres. – ofreció.

- ¿De verdad? No quisiera molestarte.

- Oh, descuida. Mamá me enseñó a hacerlo, así que no hay problema. De hecho, estaba pensando en hacer algo extra para Nao-chan, así que…

En eso de repente un foco se prendió en la mente de Raiha. Hacer algo extra, tal vez tendría que pedirle algo de ayuda a su mamá, pero quizás podría…

- ¿Así que qué? ¿Raiha-chan?

- Oh, no es nada. Quizás tenga que pedirle ayuda a mamá. Pero descuida, te traeré algo delicioso, lo prometo. – aseguró la niña Uesugi. – ¡Nos vemos mañana!

Y dejando al pequeño confundido, Raiha dio la vuelta y se echó a correr para volver a casa. Si lograba que su mamá le ayudara en esto, tal vez lograría que esos idiotas dejaran a Yuuta en paz de una vez y para siempre.

Lo que fuese por ayudar a su amigo.


Al día siguiente…

Cuando se trataba de lidiar con abusones, había muchos métodos. Raiha no era grande y fuerte como para pelearse con ellos directamente, pero siempre lograba mantenerlos a raya ya que no se dejaba intimidar. En general, los abusones se echaban para atrás si veían que sus potenciales víctimas no les tenían miedo.

Aunque probablemente también ayudaba que Kitahara y los suyos no se metían con las niñas, al menos no golpeándolas. En vez de eso a veces intentaban impresionarlas haciéndose los muy machotes, pero las dejaban en paz cuando veían que no estaban interesadas. De nuevo, probablemente ayudó esa vez que Nao le dio una patada en la espinilla cuando no quiso aceptar un no por respuesta.

Raiha, por otro lado, no aprobaba el uso de violencia física, prefiriendo más bien usar la cabeza. Era un rasgo que al parecer se le había pegado de su hermano mayor, con su obsesión por los estudios, aunque estaba agradecida por ello en este caso.

- Déjame ver si entendí. ¿Quieres que te ayude a hacer dos cajas de bento extras para que lleves a la escuela?

- No tendré tiempo para hacerlas yo sola, mamá. Por favor, necesito que me ayudes en esto. – suplicaba Raiha.

Después que terminó de trabajar en la panadería, Raiha fue a hablar con su madre para contarle lo que quería hacer. La señora Uesugi escuchó atentamente todo el problema que estaba ocurriendo entre su amigo y el abusón que se metía con él, y que ella quería hacer algo para que lo dejara en paz. Por obvias razones, no quería buscarle pelea, pero sabía que había otra forma de retarlo.

- Todos estos días se la ha pasado molestando a Yuuta, obligándolo a hacer sus tareas, robándole su almuerzo y metiéndose con él cuando nadie lo está viendo. – dijo Raiha. – Yuuta no se atreve a acusarlo con los profesores, tiene demasiado miedo.

- Eso es un problema. – dijo Kazane. – Así que ¿quieres que te ayude a hacer un bento con comida extra picante, que ese niño Kitahara no sea capaz de comerse?

- Lo conozco bien, y sé que no soporta la comida picante. Pero también sé que si lo retan a algo no podrá rehusarse.

- Oh sí, hasta los abusones tienen su orgullo. – asintió la mujer. – Bueno, no apruebo la idea de hacer comida que pueda hacer daño, pero es por una buena causa. Quieres ayudar a tu amigo, ¿verdad?

Raiha asintió. En ese momento era lo único que se le ocurría para ayudar a Yuuta a quitarse de encima a sus atormentadores.

En teoría era un plan bastante simple. En cuanto se topara con Kitahara, probablemente a la hora del almuerzo, Raiha le ofrecería su bento a cambio de que dejara en paz a Yuuta, pero con una pequeña condición. Tendría que terminárselo todo, o de lo contrario, no podría volver a molestar a Yuuta por lo que restaba del año.

- ¡Buenos días, Raiha-chan! – le saludó la voz de Nao.

- Buenos días. – le respondió ella.

- Pareces de muy buen humor hoy, ¿pasó algo bueno? – preguntó su amiga al parecer algo extrañada.

Raiha no le respondió a eso, solamente le sonrió y le dijo que mejor se dieran prisa para llegar a la escuela. Si todo salía bien, Yuuta se habría librado de Kitahara y sus secuaces por lo menos lo que restaba del año. Con suerte, tal vez ese bravucón estaría demasiado traumado para volver a pensar en robar algún almuerzo.

Y como si fuese una señal, en el momento que se venían acercando a la escuela vieron que Yuuta venía corriendo, respirando agitadamente. Y no mucho después, Kitahara y sus secuaces aparecieron detrás de ellos. Inmediatamente las dos se pusieron delante de Yuuta para protegerlo, y los abusones se detuvieron al verlas.

- Oigan, ¿qué hacen ustedes aquí? ¡Apártense, la cosa no es con ustedes!

- ¡Ni lo pienses! – dijo Nao. – ¡Tendrás que pasar por encima de nosotros primero!

- Espera, Nao-chan. – dijo Raiha saliendo al paso. – Oye, Kitahara, ¿qué haría falta para que dejes en paz a Yuuta de una buena vez?

- Pues que me pague lo que me debe. – dijo el grandullón con aire de autosuficiencia. No estaba especificando, así que Raiha cogió su mochila y empezó a registrar.

Mientras tanto sus amigos como los bravucones la miraban extrañados, Raiha sacó una caja de bento. Le había pedido a su mamá marcarla con una cinta para identificar el bento "especial" que habían preparado específicamente para Kitahara, y distinguirla de las otras dos que tenía. Se la presentó, y el chico más grande la miró confuso.

- Mi mamá hizo esta caja de bento. Si te la doy, ¿dejarás a Yuuta en paz? Lo que sea que te deba, seguro esto puede cubrirlo.

- Oh, ¿estás tratando de negociar conmigo, Raiha-chan? – dijo el bravucón. Aunque le molestase que usara "-chan" con ella, la niña Uesugi mantuvo la compostura y sonrió.

- Puede ser. Es más, ¿te gustaría hacer una pequeña apuesta? – le dijo. – Ya ves que esta caja es muy grande para una sola persona. Si no eres capaz de comértela toda, ¿dejarás a Yuuta en paz por lo que queda del año?

- Ja, ¿eso es todo? ¡Faltaba más! – dijo el bravucón, alargando las manos para coger la caja, pero Raiha la retiró bruscamente. – ¡Oye!

- Ah-ah, todavía no. – le advirtió. – Ven a nuestro salón a la hora del almuerzo, y entonces te la daré. Sólo quiero asegurarme de que sí te la comes, tú entiendes.

- Vaya, qué desconfiada. Bueno, no es que tenga hambre ahora de todos modos, así que puedo esperar. – dijo con aire de suficiencia. – Vámonos, chicos.

Y sin decir más, Kitahara y sus secuaces siguieron su camino, dejando a Raiha sola con sus dos amigos. Yuuta finalmente dejó de esconderse detrás de las niñas y suspiró aliviado, mientras que Nao miró a la Uesugi totalmente confundida.

- Oye, ¿a qué estás jugando? – le preguntó.

- Sí, Raiha-chan, ¿por qué hiciste esa apuesta con él? – agregó Yuuta. – No vale la pena que le des tu almuerzo, no me dejarán en paz de todos modos.

- Pues tú tampoco le debes nada, Yuuta. – dijo Raiha. – Relájate, después de hoy, no le van a quedar ganas de meterse contigo, ni por este año, ni por el resto de su vida.

Sus dos amigos intercambiaron miradas confusas, pero ninguno hizo más preguntas. De todas maneras, ya estaba a punto de sonar la campana para ir a clases, así que no se podían quedar allí mucho más tiempo.

La mañana transcurrió normalmente, o tan normal como pudiera ser mientras aguardabas a que el bravucón de la escuela se apareciera en tu salón. Raiha echó miradas ocasionales y pudo notar que Yuuta se veía cada vez más preocupado a medida que avanzaba el reloj, mientras que Nao parecía querer volver a preguntar qué estaba planeando.

Y cuando sonó la campana del almuerzo, casi todo mundo salió al patio para ir a comer, pero obviamente ellos se quedaron dónde estaban. Raiha ya había puesto la caja de bento sobre su escritorio, y tanto Kitahara como sus dos secuaces se plantaron frente a ella.

- ¿Y bien? – le preguntó con los brazos en jarras.

- Como lo prometí. – Raiha alzó la caja. – Pero sabes cuál es el trato, ¿verdad? Tendrás que comértelo todo tú solo. Si no puedes…

- ¡Ja, dame acá eso! – dijo mientras se la arrebataba bruscamente, y la destapaba. – ¡Ooohhh! Hmm, esto se ve delicioso.

- ¡Wow, Kitahara! Dame un poco, ¿sí? – Uno de sus dos secuaces quiso coger un poco, pero el bravucón se la apartó de un manotón.

- ¡Manos fuera, tarado! Esto es sólo para mí. Mejor no esperar más. ¡Buen provecho!

Cogió los palillos y comenzó a devorar el contenido de la caja. El contenido era bastante estándar a simple vista: arroz, camarones fritos, un rollo de huevo, y parecía que Kitahara lo estaba disfrutando mucho. Sin embargo, al cabo de unos minutos, de repente se quedó congelado y dejó de masticar. La cara comenzó a ponérsele roja y los ojos llorosos.

- ¡Aaaahhh, agua, agua, aguaaaaaaaaa! – empezó a gritar mientras empezaba a correr por todo el salón.

- ¡Kitahara, ¿qué pasa?!

- ¡No importa, sólo denme agua! ¡Tú, me engañaste, pequeña…! – exclamó señalando a Raiha.

- ¿Por qué dices que te engañé? Nunca te dije lo que contendría el bento, ¿verdad? – dijo Raiha. – Pero bueno, si no puedes comértelo…

- Tú… eres una…

- Aquí no hay agua que puedas tomar. – dijo Nao, una vez que entendió lo que estaba sucediendo. – Puedes ir corriendo al pasillo si quieres, pero si no te lo terminas, entonces perdiste, y tendrás que dejar a Yuuta en paz.

- Por lo que resta del año. – agregó Raiha, recalcando el trato. – Y tú siempre cumples tus apuestas, ¿verdad, Kitahara?

El bravucón quiso gruñir algo más, pero parecía que esperar a que se bajara el efecto de la salsa picante que echaron en la comida no era una opción, así que terminó por salir corriendo fuera del salón, seguido por sus dos secuaces.

Al verificar la caja, pudieron notar que alcanzó a comerse más de la mitad del contenido antes de sucumbir. Probablemente no querría desperdiciarla. Yuuta alargó y estuvo a punto de coger un bocado, pero Raiha lo detuvo.

- No te comas esa. Mejor prueba esta.

Al instante, Raiha sacó sus otras dos cajas de bento restantes, y les pasó una a Yuuta y Nao antes de abrir la restante con una amplia sonrisa. El chico la miró bastante sorprendido.

- ¿Tú hiciste todo esto?

- Mamá me ayudó. – replicó Raiha. – Necesitaba que la que le iba a dar a Kitahara se viera presentable y apetitosa. Por supuesto, le pusimos algo de… sazón especial, tú entiendes. Como sea, ¿vamos a comer, o qué?

Los estómagos gruñendo tanto de Yuuta como de Nao respondieron por ellos, así que decidieron dejar de hacer preguntas y sentarse a comer con ella. Raiha se sintió bastante satisfecha, y el resto del día transcurriría sin ningún problema.

A partir de allí, ya no molestarían más a su amigo, y en caso de que volviera a hacerlo, Raiha ya había pensado en qué podría hacer para que lo dejase en paz.

Esta historia continuará…


Notas del autor:

Buenos días, gente. Tal como lo prometí, aquí está el mini-capítulo protagonizado por Raiha. Tomen esto como antesala al siguiente arco importante, que sería el equivalente a la Guerra de las Hermanas, y ya se imaginarán lo que eso significa. Pero bueno, no nos preocupemos por eso de momento.

Como dije anteriormente, además de darles capítulos a las otras quintillizas fuera del triángulo principal, quiero darles sus apartados a otros personajes secundarios, ¿y quién mejor que la adorable hermanita de Fuutarou para empezar? La verdad es que me debatí entre varias ideas que tenía para Raiha, entre mostrarla en su escuela, en un campamento de verano con sus amigos, o ayudando en la panadería de su mamá. Finalmente decidí mostrarla enfrentándose a un bully para defender a su amigo, pero haciéndolo de una manera más atípica, ya que ella no me parece el tipo que recurriría a la confrontación directa (ni lo necesitaría). Este no será el último capítulo extra que le dedique, ya que las otras ideas tampoco tengo ganas de desperdiciarlas, espero que les haya gustado.

Gracias por los reviews a AGGSS8 y ML Sigfried Neri. Por si las dudas, les recordaré que ahora me encuentro en período de clases y que mi tiempo de escritura se ve limitado, así que no me pregunten cuándo vendrá la siguiente actualización. Hasta la próxima, ¡sayonara!