Capítulo 7: La magnitud del proceso de entendimiento

Había ocasiones en las que Hotch tenía la sensación que todos vivían en hoteles en vez de en sus propias casas.

Se juntaban varios casos, incluso alguna vez estaban de camino a casa y tenían que cambiar la ruta hacia un nuevo destino.

Su trabajo era muy satisfactorio. Librar al mundo de gente que hacía daño a otras siempre hacía que se sintieran bien. Pero también tenía su parte dura. A veces la carga psicológica que suponía luchar contra las mentes más enfermas del mundo, les pasaba factura a ellos.

Por eso necesitaban días libres y algunos de vacaciones, aunque normalmente se negaban a cogerlos por miedo a parecer débiles. ¿Necesitar desconectar del trabajo les hacía peores personas? Hotch creía que no, aunque él fuera el primero en rechazar esos días libres.

A parte de eso, cada uno tenía su propio modo de enfrentarse a los malos días. Sabía que JJ y Morgan se desahogaban en el gimnasio; Reid se iba a una biblioteca o librería y se perdía entre libros y García veía vídeos de bebés animales para olvidarse de todo el horror de los casos.

Y él…bueno, él se refugiaba en el trabajo. Era una ironía querer olvidar el trabajo con más trabajo, pero en los últimos tiempos, era lo que mejor le iba.

Cuando estaba Haley, ella conseguía que se olvidara del resto del mundo, aunque una pequeñísima parte de su cabeza siguiera pensando en los casos.

En sus peores momentos juntos, era el pequeño Jack el que conseguía alejar su mente de la oficina, sino lo hacía también la tensión con su madre. Ellos habían sido su método de afrontamiento en sus peores días.

Cuando estaba con Beth, le había pasado algo parecido. Le pedía que le hablara de su trabajo, de museos, de arte, de cualquier cosa relacionada con eso y la dejaba hablar. Solía funcionar para desconectar la mente.

Cuando ella se marchó, incapaz de ver nada relacionado con el arte, pasó a ponerse documentales de naturaleza en la televisión o en el móvil. Sin embargo, no funcionaba igual. De hecho, no funcionó nada. Así que volvió a centrarse en el trabajo para dejar de pensar en lo malo del trabajo.

Y después estaba una tradición que había comenzado Gideon, muchos años atrás, y que muy de vez en cuando, seguían haciendo. No en días malos, si no todo lo contrario. Cuando estaban de buen humor, y querían pasar un rato juntos sin la barra del bar de por medio.

Escogían entre todos una película (esto era un eufemismo, porque normalmente eran las mujeres del equipo las que terminaban escogiendo la película el noventa por ciento de las veces), compraban palomitas, snacks y refrescos, y pasaban un buen rato en la sala de conferencias, donde García conectaba su portátil a la pantalla.

Esa noche de Viernes, y después de discutir durante un rato, habían decidido ver una comedia. Habían pasado prácticamente dos semanas fuera de casa por casos, pero llevaban los últimos dos días en la oficina, hasta arriba de papeleo, y se le había ocurrido que podrían distraerse. Todos aceptaron encantados.


Erin se apretó el puente de la nariz después de quitarse las gafas. Estaba a punto de anochecer, y el cielo descargaba agua con furia. Debería irse a casa, de hecho le apetecía mucho irse a casa, puesto que hacía más de una hora que se había terminado su jornada laboral, pero el solo hecho de tener que salir y conducir con ese tiempo le quitaba las ganas de todo.

Además, ese fin de semana los niños estaban con Mark. Nora la había avisado hacía unos minutos de que ya estaban en casa de su padre. Así que en realidad no tenía muchas ganas de volver a una casa vacía.

Se levantó y se acercó a la ventana. El cristal le devolvió su propio reflejo. Pensó en cómo había cambiado su vida el último año. Antes, era una mujer casada, con un gran trabajo y tres hijos maravillosos. Ahora sólo le quedaba el trabajo y sus hijos preferían, aunque no lo decían en voz alta, a su padre.

Al menos, creía haberlo superado ya su abandono. Cierto que en ocasiones todavía la tristeza hacía que le costase pensar que podía volver a sonreír de verdad, pero ya no sentía que había fracasado en la vida, y veía que podía reconstruir su futuro.

Con un suave suspiro, volvió a la mesa y recogió sus cosas. Se iba a casa.

Al pasar junto al bullpen, se extrañó al ver la luz de la sala de conferencias encendida. Creía que ya no quedaba nadie, así que se acercó a mirar.

-¿Qué hacéis todos aquí? -las voces cesaron de golpe y la miraron.

-Vamos a ver una película -explicó Reid con entusiasmo.

Se fijó en García, con el ordenador encendido preparado para poner la película; en los vasos llenos de refresco y cuencos con palomitas.

-De acuerdo. Pasad un buen fin de semana.

-Señora -la voz de la analista la detuvo-. ¿Le gustaría quedarse?

Lo pensó un momento. No parecían incómodos por su presencia y al cruzar la mirada con Hotch, sentado en el sofá al fondo de la sala, el agente asintió mientras sonreía. Y vaya, era mejor plan que el que tenía.

-De acuerdo -dejó sus cosas en una silla vacía y se acercó al sofá.

Rossi se apartó a un lado, dejándola a ella en el centro y a Hotch del otro lado. El resto del equipo estaba repartido estratégicamente a lo largo de la mesa para no quitarles la visión.

-Muy bien, cachorrillos, espero que estéis preparados para un rato de diversión -dijo García al tiempo que le daba al play y JJ apagaba las luces.

-¿Qué vamos a ver? -murmuró Erin acercándose a Hotch.

-Si te digo la verdad, no me ha quedado muy claro -ambos soltaron una risita.

Rossi le puso el cuenco de palomitas en el regazo y le dio un vaso con refresco, que dejó a sus pies.

Pasaron los minutos, y mientras el resto del equipo se reía con las aventuras de Reese Witherspoon en "Una rubia muy legal", Rossi se había acomodado en el sofá y se estaba echando una siesta. Erin tuvo que acercarse un poco de más hasta Hotch, puesto que el agente mayor ocupaba mucho espacio. Le dio un codazo a Hotch para que lo mirara.

Hotch tuvo que disimular una tos cuando lo miró y le dio la risa. Erin se tapó la boca con la mano para que no se le escapara a ella también. El resto seguían viendo la película ajenos a todo.

El cuenco de palomitas lo tenía Erin, y los dos cogían de ahí. Cuando ambos cogieron a la vez, chocando sus manos, se miraron sonriendo, y como si de una película romántica se tratara, Erin fue consciente de todo. La conciencia de la verdad, esa que llevaba meses oculta, pero latente y dormida en su mente y su corazón, la golpeó de repente. Se había enamorado de Aaron Hotchner.

Pensó en todo lo compartido los últimos meses: los cafés, las comidas, la preocupación por sus respectivos hijos, las risas y la complicidad. Se habían convertido en dos amigos que pasaban por momentos similares, pero jamás pensó que podría haber algo más.

Se vio a si misma pensando en él cuando estaba en un caso, deseando saber alguna noticia. Pasar algo de tiempo juntos, tomando un simple café en un momento de descanso, hablando de nada importante.

Ahora mismo estaban demasiado cerca, sentía su calor y el olor de su perfume, ese que se le quedaba en las fosas nasales tiempo después de que se marchara. Lo miró de reojo y lo vio meterse un puñado de palomitas en la boca. Se le veía relajado, tranquilo, ajeno a lo que acababa de descubrir.

Su corazón amenazaba con salirse del pecho de lo rápido que latía, y su cabeza era un laberinto de pensamientos. Necesitaba aire fresco.

Intentó moverse para levantarse, pero Rossi la tenía aprisionada contra Aaron, y protestó en sueños cuando se movió. Ella respiró hondo varias veces para calmarse.

-¿Estás bien? -preguntó Aaron mirándola confuso.

Erin sólo asintió, cerrando los ojos y controlando la respiración. Aaron le puso la mano en el brazo, lo que la puso todavía más nerviosa.

-Erin…

En ese momento, la película terminó, JJ encendió las luces y todos comenzaron a hablar a la vez. Ella aprovechó para levantarse rápidamente.

-Tengo que irme -cogió sus cosas y salió lo más rápido que pudo.

En vez de coger el ascensor, decidió bajar por las escaleras. Necesitaba moverse y dejar de pensar, aunque fuera sólo durante un segundo. Al entrar en el coche, apoyó los brazos en el volante y la frente sobre ellos. ¿Cómo diablos le había pasado eso? ¿Y cómo no se había dado cuenta hasta ahora? ¿Y qué iba a hacer a partir de ahora? Estaba segura que él no se sentía de la misma forma, y tampoco quería perder su amistad. ¿Sería capaz de actuar como si no sintiera nada por él?

Aaron era un perfilador, no sabía si por mucho que fingiera, se daría cuenta de algo. ¿Y qué haría después?

La verdad es que no quería pensarlo, todavía más, en ese momento, así que se recompuso un poco, respiró hondo y arrancó.

Continuará…