Harry Potter pertenece a JK Rowling.

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Bruja Llameante

Inspirado en el Fic "A Fair Life" de Rntwriter.

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08: Baile de Navidad.

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—Excelente trabajo Potter, 10 puntos para Gryffindor. —la voz de la profesora McGonagall resonó con orgullo. Beatrice fue la primera, en cambiar las gallinas de guinea por los zapatos en menos de un minuto. La pelinegra le enseñó una sonrisa a su profesora, mientras deshacía su cola de caballo y volvía hacerla, hasta que una mano se posó en su hombro.

Hermione la miró con el ceño, ligeramente fruncido. —Eso de deshacerte la cola de caballo y volver a hacértela, se te está volviendo compulsivo. Tarde o temprano, desarrollarás un tic nervioso o algo así.

La pelinegra terminó la cola de caballo, ahora firmemente anudada, antes de mirar a los ojos castaños de su compañera de clase. —Perdóname cariño, —sabiendo que eran Almas Gemelas, para Beatrice esas respuestas amorosas, se volvieron lo normal. Para Hermione, era saltar de su silla, sonrojarse y (tal y como ahora mismo) ocultarse detrás del libro —pero me gusta mantener el cabello firmemente anudado y no con algunos mechones sobre el rostro.

Habían copiado de la pizarra el enunciado de sus deberes («Describe, poniendo varios ejemplos, en qué deben modificarse los encantamientos transformadores al llevar a cabo cambios en especies híbridas»). La campana iba a sonar de un momento a otro.

—Tengo que decirles algo a todos vosotros. Se acerca el baile de Navidad: —McGonagall reprimió una sonrisa, mientras veía los gestos coquetos de Beatrice hacia Hermione. Su leona con alma de Gryffindor, parecía querer matar a Potter, por causarle semejante sonrojo —el cual constituye una parte tradicional del Torneo de los tres magos y es al mismo tiempo una buena oportunidad para relacionarnos con nuestros invitados extranjeros. Al baile sólo irán los alumnos de cuarto en adelante, aunque si lo deseáis podéis invitar a un estudiante más joven... —Lavender Brown dejó escapar una risita estridente. Parvati Patil le dio un codazo en las costillas, haciendo un duro esfuerzo por no reírse también. La profesora McGonagall sin perder impulso, las regañó a ambas. —Será obligatoria la túnica de gala —prosiguió la profesora McGonagall—. El baile tendrá lugar en el Gran Comedor, comenzará a las ocho en punto del día de Navidad y terminará a medianoche. Ahora bien... —La profesora McGonagall recorrió la clase muy despacio con la mirada—. El baile de Navidad es por supuesto una oportunidad para que todos echemos una cana al aire —dijo, en tono de desaprobación. Lavender se rió más fuerte, poniéndose la mano en la boca para ahogar el sonido. Beatrice volvió a comprender dónde estaba aquella vez lo divertido: la profesora McGonagall, que llevaba el pelo recogido en un moño tan apretado, no parecía haber echado nunca una "cana al aire", en ningún sentido. A ella le dolería el cabello todo el día, con un moño como ese. —Pero eso no quiere decir —prosiguió la profesora McGonagall— que vayamos a exigir menos del comportamiento que esperamos de los alumnos de Hogwarts. Me disgustaré muy seriamente si algún alumno de Gryffindor deja en mal lugar al colegio. —Sonó la campana, y se formó el habitual revuelo mientras recogían las cosas y se echaban las mochilas al hombro. La profesora McGonagall llamó por encima del alboroto: —Potter, por favor, quiero hablar contigo. —La profesora McGonagall esperó a que se hubiera ido el resto de la clase, y luego le dijo: —Potter, los campeones y sus parejas...

— ¿Cree usted que alguien tenga un problema con una pareja… lésbica? —preguntó Beatrice rápidamente, mientras se sonrojaba, se encogía en la silla y desviaba la mirada.

La profesora McGonagall la miró con gentileza. —Pues le recomendaría, apresurarse y pedirle a la señorita Granger, invitarla al baile, señorita Potter. —una sonrisa apareció en el rostro de Beatrice y una sonrisa cómplice, en el rostro de McGonagall, recordando como había invitado a Rolanda (la profesora de vuelo) a la fiesta de graduados de navidad, cuando ambas tenían 17 —Después del mediodía, no vuelve a tener clase, sino hasta las 2:00 pm. así que iremos donde Madame Malkin a comprarle su túnica de gala femenina.

Beatrice chilló feliz, pues se había imaginado vistiendo su túnica masculina en el evento y siendo el hazmerreír de todo Hogwarts. Ahora, estaba más calmada. — ¡Gracias profesora! —Minerva la dejó irse y una sonrisa apareció en los labios de la mujer, antes de que la sonrisa desapareciera, al pensar en cuantas cosas había tenido que vivir su joven alumna, los últimos tres años: La Piedra Filosofal en primer año, la Camara de los Secretos y todo el mundo creyéndola... creyendo que Harry era el Heredero de Salazar Slytherin y quien atacaba a las personas, los Dementores y Sirius Black el año pasado ¿Y ahora el torneo? Minerva decidió que ya había sido suficiente.

Ella no solo era la Jefa de Casa de Gryffindor, era la subdirectora y eso significaba que tenía que velar por sus leones, eso apuntaba directamente a Beatrice… y a Neville.

Minerva lo desconocía, pero el peso de esta decisión, salvaría innumerables vidas, traería muchos finales felices y dos jovencitos quienes habían tenido infancias terribles, podrían sonreír en el futuro.

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Beatrice nunca había visto que se apuntara tanta gente para pasar las Navidades en Hogwarts. Él siempre lo hacía, claro, porque la alternativa que le quedaba era regresar a Privet Drive, pero siempre había formado parte de una exigua minoría.

Aquel año, en cambio, daba la impresión de que todos los alumnos de cuarto para arriba se iban a quedar, y todos parecían también obsesionados con el baile que se acercaba, sobre todo las chicas. Y era sorprendente descubrir de pronto cuántas chicas parecía haber en Hogwarts. Nunca se había dado cuenta de eso. Chicas que reían y cuchicheaban por los corredores del castillo, chicas que estallaban en risas cuando los chicos pasaban por su lado, chicas emocionadas que cambiaban impresiones sobre lo que llevarían la noche de Navidad...

—Hermione —dijo Beatrice, al encontrar a su amiga y alma gemela a punto de entrar a la biblioteca. — ¿Puedo saber cómo es tu vestido?

Hermione se sonrojó y balbuceó algo, muy torpemente y completamente por fuera de ella. — ¿Por…? —se le fue la voz. Por dentro, estaba casi chillando de alegría, ¿su mejor amiga y amor platónico secreto, realmente le pedía ir con ella al baile de navidad? Eso era perfecto. Desde que Harry se volvió mujer, todo había estado mejorado. Las atenciones de Beatrice con ella, el doble o incluso triple esfuerzo de Beatrice en clases, verla más responsable y más al pendiente de ser su amiga y también amiga de Neville, quien era mejor que Ron, por no ser tan celoso y grosero. Neville era un alma caritativa y era diez veces mejor estar con él, que con el pelirrojo… pero actualmente, Hermione estaba chillando de la felicidad y la emoción — ¿Por qué quieres saberlo, Beatrice?

—La Profesora McGonagall, me llevará a comprar mi vestido hoy, después del almuerzo, así que necesito saber el color del vestido de mi pareja, para saber qué es lo que usaré yo. —contestó ella, escuetamente, como si no importara. Por dentro, sonreía y bailaba, viendo a Hermione sonrojarse hasta la coronilla el doble, incluso el triple.

—Bu… bueno… pues… mi… —Hermione se enfadó consigo misma, ¿Desde cuándo era tan nerviosa y tartamuda, delante de alguien? —mi túnica es de un material azul vaporoso.

—Azul vaporoso, entendido, gracias cariño —Beatrice, decidida a dar un paso más allá, besó en los labios a Hermione, quien ya no pudo resistirlo más y se desmayó. Creyendo que sería cruel de su parte, despertar a su amada, la cargó en brazos y gracias a que era una, eso resultó ser muy fácil, gracias a su sangre Sigmis.

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En la tarde, Minerva McGonagall, caminó junto a su leona de cuarto año, hasta la tienda "Malkin, túnicas para todas las ocasiones" y luego de tomarle las medidas, en dos horas, la pelinegra contaba con un vestido cian verdoso muy claro. Compraron algunos aretes, collares, pulseras y anillos, todos ellos, con temáticas de fuego o llamas.

En cuanto a Neville, él vestiría una túnica escarlata para hacer honor a Gryffindor.

Minerva podía no ser pariente de Beatrice Potter, pero se permitió verla como a una especie de nieta; ella podía ver cuanto deseaba Neville Longbottom, hacer que sus padres, se sintieran orgullosos de él y una sonrisa enorme, adornó los labios de la Jefa de la Casa de Gryffindor.

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Cada día de la última semana del trimestre fue más bullicioso que el anterior. Por todas partes corrían los rumores sobre el baile de Navidad, aunque Harry no daba crédito ni a la mitad de ellos. Por ejemplo, decían que Dumbledore le había comprado a la señora Rosmerta ochocientos barriles de hidromiel con especias.

Parecía ser verdad, sin embargo, lo de que había contratado a Las Brujas de Macbeth. Beatrice no sabía quiénes eran exactamente porque nunca había tenido una radio mágica; pero, viendo el entusiasmo de los que habían crecido escuchando la CM (los Cuarenta Magistrales), suponía que debían de ser un grupo musical muy famoso.

Algunos profesores, como Flitwick, desistieron de intentar enseñarles gran cosa al ver que sus mentes estaban tan claramente situadas en otro lugar. En la clase del miércoles los dejó jugar, y él se pasó la mayor parte de la hora comentando con Beatrice lo perfecto que le había salido el encantamiento convocador que había usado en la primera prueba del Torneo de los Tres Magos.

Otros profesores no fueron tan generosos. Nada apartaría al profesor Binns, por ejemplo, de avanzar pesadamente a través de sus apuntes sobre las revueltas de los duendes. Dado que Binns no había permitido que su propia muerte alterara el programa, todos supusieron que una tontería como la Navidad no lo iba a distraer lo más mínimo. Era sorprendente cómo podía conseguir que incluso unos altercados sangrientos y fieros como las revueltas de los duendes sonaran igual de aburridos que el informe de Percy sobre los culos de los calderos.

También McGonagall y Crouch Jr. los hicieron trabajar hasta el último segundo de clase, y Snape antes hubiera adoptado a Beatrice que dejarlos jugar durante una lección. Aunque Snape era menos… agresivo, desde que Harry se convirtió en Beatrice y explicaba algunas cosas, que siempre habían querido saber o les daba una segunda oportunidad.

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El trio de oro, había regresado a la Sala Común de Gryffindor, se habían separado, mientras que Beatrice y Hermione, estuvieron toda la semana, no solo aprendiendo a bailar, en las clases privadas de la Profesora McGonagall, sino también practicando todos los hechizos de los cuatro años anteriores, rebuscando hechizos casi al azar de quinto, sexto y séptimo. Solo les faltaba adentrarse en la Sección Prohibida.

Las dos amigas, regresaban asqueadas de estar bañadas en su propio sudor, luego de practicar tantísimos hechizos, en busca de asegurar la supervivencia de Beatrice a la segunda tarea.

Ambas bajaron a la sala, ahora cambiadas y limpias, sentándose en la silla, mientras Ron estaba metros más allá y Fred se acercaba.

—Bueno... ¿ya tenéis todos pareja para el baile? —Preguntó Fred.

—No —respondió Ron furioso.

—Pues mejor te das prisa, hermanito, o pillarán a todas las guapas —dijo Fred.

— ¿Con quién vas tú? —quiso saber Ron.

—Con Angelina —contestó enseguida Fred, sin pizca de vergüenza.

— ¡¿Qué?! —exclamó Ron, sorprendido— ¿Se lo has pedido ya?

—Buena pregunta —reconoció Fred. Volvió la cabeza y gritó—: ¡Eh, Angelina!

Angelina, que estaba charlando con Alicia Spinnet cerca del fuego, se volvió hacia él. — ¿Qué? —le preguntó.

— ¿Quieres ser mi pareja de baile?

Angelina le dirigió a Fred una mirada evaluadora. —Bueno, vale —aceptó, y se volvió para seguir hablando con Alicia, con una leve sonrisa en la cara.

—Ya lo ven ustedes: —les dijo Fred a Beatrice y Ron —pan comido. —Se puso en pie, bostezó y añadió—: Tendremos que usar una lechuza del colegio, George. Vamos...

Ron dejó de tocarse las cejas y miró a Beatrice por encima de los restos del castillo, que ardían sin llama, mientras que la pelinegra, estaba terminando la redacción de Transformaciones, inmediatamente después de terminar la de Runas y de Pociones. —Tendríamos que hacer algo, ¿sabes? Pedírselo a alguien. Fred tiene razón: podemos acabar con un par de trols.

Hermione dejó escapar un bufido de indignación. — ¿Un par de qué, perdona?

—Bueno, ya sabes —dijo Ron, encogiéndose de hombros—. Preferiría ir solo que con... con Eloise Midgen, por ejemplo.

—Así que, básicamente, vas a intentar ir con la chica más guapa que puedas, aunque sea un espanto como persona.

—Eh... bueno, sí, eso suena bastante bien —dijo Ron. — ¡Eh, Hermione! —ella lo miró —Ya sabes… eres una chica.

—No, ¿en serio? Creí que era una ostra tamaño familiar. —interrumpió ella, Ron jamás se hubiera imaginado una broma, por parte de la castaña. Él apenas alcanzó a mover la mandíbula, cuando ella puso los ojos en blanco y habló —Ya voy con alguien, Ron. —y se retiró, junto a una sonriente Beatrice.

—Apresúrate, Ron —dijo Neville, levantándose también, para irse a la cama.

— ¿Tampoco has conseguido pareja? —preguntó el pelirrojo desesperado. Al menos, tendría a alguien en su misma situación, pues se dio cuenta de que todos, parecían ya estarse emparejando.

—Voy con Hanna Abbott.

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Fleur Delacour iba con Roger Davies.

Viktor Krum con una chica de Durmstrang llamada Anna Rácz.

Cedric Diggory iba con Cho Chang, su novia.

La mandíbula de Ron cayó, mientras los celos estallaban en él, al ver a Beatrice Potter, acompañada de Hermione Granger.

El baile fue todo lo que Hermione imaginó y más.

Se sentía el centro de atención y supo que toda la atención de Beatrice, estaba en hacerla sentirse cómoda, feliz y especial aquella noche. Le fascinó, aunque su sonrojo era lo que más se destacaba. Mientras se esforzaba por no desmayarse, con la belleza de cabello negro que la acompañaba y danzaba sin parar, atrayendo miradas de todas y forzándola a mantenerse en guardia, ante cualquier inútil o cualquier estúpida, que pensara en acercarse.

Fue una noche maravillosa para todos…

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Excepto para Ron Weasley, quien fue con Millicent Bullstrode, aparentemente, algo preparado por las Patil y los Weasley, solo para atormentar a Ron.