El Ascenso de un Científico Loco.

¡Descubriré cómo Funciona el Mundo!

Ss de Galtero. Nacido para Gobernar

Un niño como él jamás debió llegar a su bautismo, pero los dioses tenían otros planes, grandes planes para él.

Su madre era una simple flor, una más de un jardín de flores. No era la más bella, pero si la más fuerte. Los brotes nacidos de ella se convertían en las mejores feystones.

Sin embargo, eso cambio con él.

Su nacimiento provocó que el hilo de Azalea se cortara. Su padre, el entonces segundo príncipe Waldifried, lo tomó a su cuidado. El heredero de zent lo reconoció y el pasó a ser el hijo de zent. Aun en la cuna, se le reconoció como posible heredero. Quizás era el hijo de una flor, pero era el único hijo varón del futuro zent.

Ser Zent se volvió su derecho de nacimiento.

Ese derecho se convirtió en decreto divino cuando su padre murió.

Los dioses mismos lo habían elegido como zent, si no fuese así, él hubiese muerto junto a su padre y hermanas, sin embargo, ese día estaba en la villa del tercer príncipe, conociendo a quien presumiblemente se convertiría en su esposa.

Eglantine.

Ella era tan solo un año menor que él. Ambos aun estaban antes del bautizo, pero sus padres consideraron oportuno que se conocieran temprano, que debían desarrollar una relación de compañerismo armónica, mayor a un simple compromiso político.

La noticia de la muerte de Zent sacudió al país y lo sacudió a él.

El tercer príncipe entonces tuvo a bien enviarlo a Eisenreich para protegerlo junto a quien seria su esposa en secreto. Galtero sería presentado como hijo del tercer príncipe, hermano mayor de la más joven de sus hijas.

Si el primer príncipe vencía, ambos vivirían protegidos como candidatos a archiduque de Eisenreich, pero si el tercer príncipe se alzaba victorioso, ambos volverían a la soberanía, así fuese como hijos adoptivos.

Sus asistentes nunca lo dejaron olvidar su origen, ni su destino. Había sido salvado de su destino como una simple feystone. Había sobrevivido como único hijo de Waldifried, como último hijo de sangre del zent. Era su destino y su derecho tomar el trono como zent.

Pero incluso si no pudiera elevarse como Zent, sus asistentes plantearían la idea de convertirlo a él en el archiduque, dada su sangre y la historia del ducado, no era un mal trato.

La guerra civil finalmente llegó a su fin cuando tenia seis años. Pronto él y su futura esposa serían bautizados como hijos de Zent y él revelado como hijo del rey Waldifried, señalándolo como heredero… o eso pensó.

Mientras se preparaban sus pertenencias para el viaje, antes de que pudiesen regresar a la soberanía, una nueva guerra inició. El próximo zent y todos sus hijos habían muerto envenenados.

Otra vez, sobrevivió.

La niña que debía ser su esposa crecería pensando que él era su hermano y eso estaba bien. Ella no quería ser una princesa y no necesitaba serlo, pero… de nuevo, su destino se volvió incierto

El cuarto príncipe heredó la facción de su hermano mayor y la facción de Klassenberg y el príncipe Siegfriedse apoyaron entonces en Trauerquel, el quinto príncipe que fue educado como ministro y caballero comandante.

El hombre no era adecuado para Zent, pero era su mayor esperanza para cumplir con su destino, sin embargo, pronto se dio cuenta de que su destino aun estaba a su alcance, todavía se estaba tejiendo y la persona con quien debía atar sus estrellas pronto llegaría a él.

Fue con el reinicio de la guerra civil que la conoció: Rozemyne.

Ella era como él, una niña que nunca sería libre, una niña que nació para morir.

No se lo dijeron. Nadie sabía, pero no necesitaba que se lo dijeran.

Compartían el mismo cabello medianoche, los mismos ojos de luna. La hermosa niña que también había sido salvada de su destino estaba ahí para él, estaba seguro de eso.

No tenía ninguna duda, pero sus asistentes si. Algunos expresaron sus preocupaciones sobre que la niña fuera su hermana, pero Galtero sabía que no lo era. Su madre murió cuando él nació por lo que debía ser su sobrina o su media hermana.

Rozemyne pasaba muy poco tiempo en el castillo y, aunque en un inicio compartía mucho tiempo con su hermana Eglantine en la finca de su padre bautismal, pronto comenzó a pasar cada segundo posible en el templo. Al principio creía que se debía a algún malentendido entre ella y sus hermanos, sin embargo se debía a…

Ferdinand.

Un mero sacerdote que fue devuelto a la nobleza por un capricho de Rozemyne.

Por si fuese poco, tuvo el descaro de presentarse como si fuese un candidato a archiduque en lugar de un archinoble, y fue bautizado por su futura esposa antes incluso de que ella misma fuese bautizada.

Con el paso de los años, la brecha entre ellos se fue agrandando y Galtero no lograba entenderlo.

No importaba que hiciera, Rozemyne simplemente lo ignoraba o hablaba con palabras que no lograba comprender, mientras que toda su atención parecía dirigida a sus azules en el templo, y a Ferdinand.

Durante su primer año en la academia, conoció al hijo mayor del quinto príncipe: Sigiswald.

Era un niño arrogante que se decía a si mismo el próximo Zent. Una revelación muy audaz considerando que, si bien la facción del quinto príncipe se había alzado victoriosa gracias a la intervención de Dunkelfelger, Trauerquel aun no era reconocido Zent.

Mientras volvía al dormitorio, ordenó a sus estudiantes reunir información del príncipe. Sigiswald lo había detenido mientras salía del salón más pequeño, ordenándoles a los otros candidatos que se retiraran, reteniéndolo en la salida hasta que solo quedaron ellos.

Conocía al niño, lo había visto una o dos veces cuando aun vivía en la soberanía y se suponía que originalmente se convertiría en su ministro. Galtero no recordaba que esa persona fuese así cuando lo conoció. Ya desde entonces era arrogante, si, pero a diferencia de ahora, conocía su lugar. A él en verdad no le importaba mientras aun lo recordara, podía educarlo después.

"Tu rostro me resulta familiar, ¿Por qué?"

Galtero ocultó su frustración tras una sonrisa. Fue hábil al elegir sus palabras. Lo eligió directa y sutilmente, recordándole su lugar. Aun si el tonto arrogante frente a él no lo entendió.

"Nos conocimos antes, cuando aun era un niño prebautismal. Me llena de dicha que me recuerde, príncipe Sigiswald. Este año estoy presente como un candidato a archiduque de Eisenreich, sin embargo, el próximo invierno, mi hermana menor, Eglantine, y yo volveremos a la familia real. Me gustaría usar este tiempo para fomentar una relación cooperativa y armónica entre el futuro Zent y quien se convertirá en su ministro."

Su primo sonrió complacido y lo dejó ir poco después.

Posterior a la cena, sus estudiantes le entregaron información acerca del príncipe que lo hizo considerar seriamente despedirlo en cuanto se volviera Zent.

Sus notas dejaban mucho que desear. Su maná parecía promedio. No tenía nada destacable. Por si fuera poco, el sujeto era tan arrogante que por poco no es capaz de llegar a la socialización a tiempo.

"… Por lo pronto, Lord Galtero, le sugiero que se ponga al nivel de Lord Sigiswald, o podría percibirlo como una amenaza y convencer a su padre de no adoptarlo." Aconsejó su asistente principal.

"¿Me estas pidiendo que sea mediocre?" preguntó incrédulo y ofendido.

"No, pero por este curso evite un puesto como estudiante de honor. No necesita que el hijo mayor del príncipe Trauerquel se muestre hostil con usted."

El peliazul dejó salir el aire, sopesando el consejo de su asistente principal y accediendo de mala gana. Su asistente tenia razón, mostrarse demasiado capaz mientras aun era un mero candidato podía ponerlo en una situación complicada.

"Una cosa más, Lord Galtero. El príncipe parece tener una fuerte aversión hacia lord Ferdinand. Se muestra abiertamente hostil hacia él y creemos que se mostrará igual hacia el resto de los sacerdotes en la academia. Le sugiero que usted también muestre su descontento. No sea que el príncipe interprete su silencio de forma errónea."

Galtero no tenía nada en contra de los sacerdotes. Más allá del desprecio por ser parte del templo, ninguno de ellos le interesaba lo suficiente como para antagonizarlo, pero pudo hacer un esfuerzo. Ferdinand se molestaba demasiado cada vez que se ofendía a sus compañeros sacerdotes, por lo que vio el hostigarlos como una forma de fastidiar al sacerdote que no conocía su lugar.

Quizás por eso ofreció a su primo información interesante, permitiendo un ditter entre los nobles del templo y los alumnos de Dunkelfelger. Fue una lastima que retrasaran el partido hasta la mitad del invierno, la idea de verlos humillados por perder después de ser descritos como excelentes era deliciosa.

Siguiendo el consejo de sus asistentes, Galtero se dedicó a ser aceptable, siendo la clase de giros la única con la que tenia una dificultad real. Le costaba mantener la posición y ser preciso en sus movimientos.

La clase de etiqueta, por otro lado, fue más sencilla de lo que esperaba.

"Escucha hijo, no importa lo que te digan tus tíos, mantén una sonrisa en el rostro y no muestres como te afectan sus palabras. Naturalmente, tú serás mi heredero y, solo cuando estés en el asiento más alto, ellos estarán por debajo de ti. Se digno, se noble. Muestra el temple adecuado en todo momento. Baja la cabeza si es necesario y muéstrate dócil con aquellos sobre ti, pero nunca lo suficiente como para que crean que pueden someterte."

Las palabras de su padre estaban en su mente mientras presentaba el examen de etiqueta, el cual se aseguró de no pasar. Por desgracia Primevere vio a través de él y comenzó a presionarlo. Pasar el examen se volvió cada vez más difícil y, al final, se hizo imposible cuando la profesora decidió que usaría la fiesta de té de Eisenreich y Dunkelfelger como prueba.

La presencia de Ferdinand lo irritaba. Que todos los candidatos lo trataran como su igual lo tenia al borde de la exasperación.

Galtero se arrepintió muy pronto de aceptar el consejo de su asistente principal de ponerse al mismo nivel de Sisgiwald para no despertar su odio y su desprecio.

Su primo había sido asesinado durante la primavera posterior a la victoria de su padre.

Durante la conversación que tuvo con quien sería su padre adoptivo, Galtero habló de Rozemyne, la otra hija de zent Walfried. Galtero sabía que Eglantine deseaba permanecer en el ducado, por lo que procuró incluirla en sus negociaciones. Cualquier cosa que dijera podría llevar a que se cancelara su adopción y no podía permitirse eso.

Eglantine no le habló durante semanas ya que por su culpa tenía que dejar a sus padres, pero después lo superó.

Por desgracia Rozemyne negó quien era y no fue adoptada.

Cuando su segundo año inicio, sus asistentes le sugirieron no revelar sus capacidades reales. Algunos podrían verlo como una afrenta al difunto príncipe. Otros podrían tomarlo como un insulto. Nadie, o muy pocos lo verían como un esfuerzo para ser digno de su posición.

"Cuando llegue el momento demostrará su excelencia, sin embargo, su alteza, ahora es momento de buscar lealtad."

Los interesados se acercan a los excelentes para su propio beneficio, los ambiciosos se acercaban a los inútiles para usarlos. La verdadera lealtad venia de aquellos que se quedaban aun si no tenían nada que ofrecer o eso fue lo que su asistente le explicó varias veces durante el verano y el otoño previo, convenciéndolo de nuevo de evitar sobresalir. Si bien muchos de los chicos de Klassenberg comenzaron a acercarse a él y buscarlo, ver que Ferdinand era casi venerado por los profesores y buena parte del alumnado no hacía más que ponerlo enfermo.

Que los otros sacerdotes ennoblecidos también estuvieran destacando casi le parecía ahora una verdadera afrenta a su honor.

Sí, todavía batallaba con los giros de dedicación, pero al menos esta vez no tuvo que esforzarse para mantener un perfil bajo, solo necesitó relajarse y tomarse su tiempo con las asignaturas bajo el pretexto de estudiar a sus posibles ministros en el aula de clases.

Convencerse de que la mejor manera de evaluarlos era observar el rendimiento de sus nuevos seguidores en clases le sirvió para hacer algo que los sacerdotes no estaban haciendo bien. Relacionarse con el resto de los nobles.

Su pequeño grupo pronto comenzó a crecer mientras escuchaba las charlas, a veces sin sentido, de los chicos de Klassenberg y daba opiniones sinceras y astutas. Pronto los alumnos de ducados asilados por Klassenberg comenzaron a acercarse a él para hablar, hacer comentarios, pedirle opiniones o proponerle participar en algunos pocos grupos de estudio. Para cuando se dio cuenta, incluso chicos de ducados no relacionados con Klassenberg comenzaron a acercarse a él, en parte por ser un candidato accesible. En lugar de dar asesorías como escuchó que hacían Ferdinand y sus seguidores del Templo, él estaba cultivando otro tipo de relaciones que le permitía mirar a los nobles con máscaras laxas a su alrededor.

Para el otoño previo a su tercer año ya sabía quiénes eran conspiradores asiduos, quienes eran arrogantes y sin una pisca de cerebro, cuáles compañeros eran confiables y trabajadores, a cuáles podía malear a su gusto, que chicas recurrían a su imagen para conseguir ayuda sin dar una paga adecuada o deber favores y que otras estaban dispuestas a todo con tal de conseguir un poco de poder. No era una mala forma de pasar el tiempo, así que decidió que en lugar de obligarse a pasar con presteza sus cursos y entrar en una estúpida competencia con los intrascendentes sacerdotes, centraría su atención en aprovechar las clases para acercarse más a los peones que le serían de utilidad en el futuro y buscar usos para aquellos más problemáticos, además de seguir incitando a su tío a llevarse a Rozemyne a la Soberanía.

"Padre, una princesa con la sangre de mi padre NO debería estarse exponiendo a vivir en un simple Ducado por más tiempo, no importa que tan alto esté en el ranking." "Si Rozemyne es tan amada por los dioses, lo correcto sería traerla, ¿no es la Soberanía lo más cercano a las alturas?" "Rozemyne entrará este año a la Academia Real, una princesa con tanto futuro debería tener una villa en la que descansar en lugar de ser obligada a pasar el tiempo en un bullicioso dormitorio lleno de distractores." "¿Por qué una princesa es mantenida en un simple Templo? Ella es mejor que una simple doncella, ¡debería vivir aquí con nosotros!"

Debido a sus constantes protestas, Zent Trauerquel pasó de enviar invitaciones, mensajeros e incluso ministros a tratar de convencer a Rozemyne, a invitarla a cenar antes de que iniciarán las clases, provocando que Galtero se ilusionara bastante y sintiéndose contrariado cuando el Zent lo mandó llamar una campanada antes de la hora acordada.

"Galtero, sé que quieres justicia para que tu media hermana pueda venir a tomar el lugar que le corresponde, sin embargo, te ruego que luego de esta noche respetes su decisión."

El príncipe asintió despacio, tomando aire para mantener el control de sus rasgos a pesar del desagrado que estaba sintiendo.

"Trataré, padre, pero es complicado. Me preocupa lo que pueda pasarle a una persona tan valiosa lejos de la protección que solo la pareja suprema puede darle al mantenerla en las alturas. La pérdida de mi querido primo, al que ahora debería estar llamando hermano, no ha hecho sino mantenerme en vilo a causa de cualquier prueba de Glückität que pudiera llevarla a ascender la altísima."

No era del todo una mentira, tampoco una verdad completa. Le preocupaba la seguridad de Rozemyne y que ese maldito sacerdote siguiera envolviéndola en sus perversas redes, pero no que alguien la atacara de ese modo. Lamentaba un poco la muerte de Sigiswald porque lo consideraba como una deshonra para la seguridad de la Soberanía, un fuerte y terrible recordatorio para que su tío y actual padre revisara y fortaleciera al cuerpo de Caballeros Soberanos, pero nada más.

Sin Sigiswald siendo el hazmerreír no tenía que forzarse a sacar malas notas que lo llevaran a enfrentarse a los profesores como con Primavere, así que, para él, la muerte de Sigiswald era más una bendición que una calamidad.

La cena entre su padre adoptivo y Rozemyne finalizo sin el resultado esperado.

Galtero contuvo su malestar y molestia tanto como pudo, pero no podía rendirse, tenia que hablar con ella en la reunión de confraternidad y tratar de convencerla una vez más.

El día siguiente, mientras la familia real se reunía para discutir una ultima vez los planes para el invierno, el Zent anuncio algo que lo sacudió completamente.

"Lady Rozemyne fue envenenada y se encuentra en jureve."

Según la explicación de su padre adoptivo, la joven había sido envenenada en algun momento después de la cena que compartió con ella, y la mañana siguiente, sin embargo, no existían pruebas de que alguien hubiese entrado al dormitorio de Eischiere.

"Anastasio, me gustaría tu ayuda en esta investigación, te servirá de experiencia."

"Por supuesto, padre. Ayudare."

Galtero vio que el joven principe mostraba una expresión solemne, aunque sus ojos filtraban ansiedad y emoción.

"Esfuérzate, querido primo. Si necesitas ayuda, te ayudare." Dijo Eglantine con algo similar al orgullo en su mirada, la niña aun era un poco joven, pero Bluanfa parecía haber comenzado a bailar entre ambos rubios. El intercambio en si, no había tenido nada especial, sin embargo dio a Galtero una pista importante. Si descubría la verdad, Rozemyne finalmente lo vería y el tejido tomaría el rumbo correcto.

Su joven futura esposa vendría a él.

Con estos pensamientos, se dirigió al despacho de su padre adoptivo, trabajaron en silencio un tiempo. Tiempo después, mientras tomaban un descanso y bebían té, decidió que era momento de hacer su solicitud.

"Padre por favor, permítame ayudar a mi también." Había pasado suficiente tiempo para que su petición no fuera descartada como impulsiva o guiada por el momento. Hacer la petición en la oficina de Zent también evitaba que la ayuda ofrecida se interpretara como un desafío al Zent.

"¿Cuál será mi deber?" Pregunto con seriedad.

"Lo siento Galtero, pero lo mejor será que no te involucres." Respondió zent después de un momento.

"¿… padre?"

"No hice caso a tus preocupaciones y esto paso. Algunos de mis eruditos piensan que esto es un ataque a los hijos de mi hermano Waldifried. Reforzare la seguridad a tu alrededor y, cuando lady Rozemyne despierte, te pediré que la ayudes con lo que necesite. Es posible que se sienta insegura en su dormitorio, así que te pediré ayuda para preparar la habitación de invitados, se la ofreceremos si pide asilo este invierno."

"Si padre."

La habitación quedo lista antes de que Rozemyne despertara, y él fue obligado a seguir sus días como si nada pasara, pero por una vez en su vida, pudo simpatizar con el ambiente de los sacerdotes y doncellas, quienes mostraban abiertamente su angustia por la situación de su señora.

La mañana que recibiría su voluntad divina, Rozemyne despertó. No se le había informado al respecto, por lo que debería haber despertado hace poco. La joven se presento en el salón más lejano siendo escoltada por el sacerdote elevado. La indignación lo recorrió. ¿Cómo se atrevía a forzarla de ese modo?

Los estudiantes de tercero entraron primero y el espero a Rozemyne para acompañarla, le ofreció su brazo en un intento de apoyarla, pero ella lo ignoro. Sutilmente le ofreció asilo, pero nuevamente no respondió.

Se detuvo instintivamente cuando vio su voluntad divina, pero ella no parecía haber encontrado la suya aún.

"Seguiré sola desde aquí, si me disculpa, príncipe Galtero." Se despidió ella antes de seguir caminando. Sin embargo no planeaba dejarla sola.

"No te preocupes Rozemyne, como acabas de despertar te acompañare hasta que encuentres la tuya, no puedo dejarte sola."

Una sonrisa brillante y hermosa se formo en el rostro de ella en ese momento, mejorando su humor al instante.

"Marcare la zona e iremos a buscar la tuya." Anuncio, cuando volvió a mirar, ella ya no estaba "¿Rozemyne?"

Mientras avanzaba buscándola, el pánico comenzó a inundarlo, ¿Cómo podía desaparecer? Galtero había escuchado los rumores en el ducado, sin embargo no podía creerlos del todo. Siguio buscando, temiendo que colapsara, pero no pudo encontrarla, al final se vio obligado a tomar su voluntad divina y salir.

Esa noche, escuchó que Rozemyne descendió del altar.

"Milord, ¿por qué no aprovecha la clase de giros para hablar con Lady Rozemyne?"

Galtero se enderezó en ese momento, caminando un poco más despacio en lo que consideraba el consejo de su asistente principal.

"Milord, si de verdad desea hablar con ella y convencerla pronto, ese sería el mejor momento." Insistió ahora su erudito principal.

Todavía caminando despacio, Galtero hizo un repaso rápido de su horario y se dio cuenta de que, en efecto, si quería hablar con Rozemyne ANTES de la temporada social, ese sería el momento adecuado, solo necesitaba hacer algo con sus molestos sacerdotes.

Asintiendo, el príncipe hizo un plan breve de inmediato, comunicándoselo a los alumnos del curso de candidatos que integraban su séquito. Solo necesitaba una abertura para acercarse a ella y comenzar a hablar, solo eso. Estaba seguro de que sería inútil restringir a los sacerdotes si ella se negaba siquiera a responderle, así que no era necesario que su séquito se interpusiera demasiado. En especial si recordaba el reciente intento de asesinato que hizo que su futura Diosa de la Luz perdiera una semana de clases por permanecer en el jureve.

Para cuando fue el momento de la clase de giros, Galtero se ocultó tras sus seguidores, candidatos a archiduque de Klassenberg de distintos grados, en lo que el salón terminaba de llenarse, observando con cuidado donde se colocaban Rozemyne y los sacerdotes en tanto sus aliados conversaba con normalidad. Acercarse luego de un rato fue sencillo, solo comenzaron a moverse juntos hasta alcanzarla sin dejar de charlar.

Galtero solo tuvo que esperar una oportunidad de que la dejaran sola para abrirse paso y acercarse a ella, saludando de inmediato.

"A, solo eres tú, Galtero."

La respuesta le dolió un poco, pero no amilanó, manteniendo su noble sonrisa y acortando la distancia entre ambos cada vez que Rozemyne daba un paso atrás.

"He estado muy preocupado por ti, querida prima Rozemyne. No puedo creer que te obligaran a ir a clases apenas salir del jureve. Es algo desalmado."

Ella bajó el rostro y ambos dejaron de moverse, quedando anclados en un solo sitio del bullicioso salón sin que la música o las conversaciones se interpusiera entre ambos. Rozemyne levantó el rostro con una sonrisa noble y de algún modo falsa… y una mirada cargada de determinación.

"Agradezco su preocupación, Príncipe Galtero, pero temo que, aunque mis sacerdotes intentaron convencerme de tomar un descanso, fui yo quien exigió que se me permitiera integrarme a las clases de inmediato. Cómo parte de la casa archiducal de Eisenreich, no se espera más que excelencia de mi parte. No podía permitir que mis notas bajarán o el incidente diera más problemas a todos a mi alrededor."

No podía creerlo.

¿Qué tan estrictos eran Aub Eisenreich y sus esposas para que una pequeña tan frágil como Rozemyne tuviera que esforzarse hasta ese punto?

Galtero se apresuró a toser en su mano un par de veces. Ya tendría tiempo de ayudarla a relajarse un poco y disfrutar de la vida cuando estuvieran comprometidos y a salvo todo el año. Por el momento debía aprovechar que Rozemyne estaba contestando con algo más que monosílabos y palabras sueltas.

"Entiendo. Tu sentido de la responsabilidad siempre ha sido algo admirable, Rozemyne. Eres inteligente, decidida, perseverante y amada por los dioses y por mucha gente entre los nobles, es por eso que creo que deberías mudarte a la Soberanía donde estarías bien resguardada. Mi padre, el Zent, está dispuesto a adoptarte y comprometerte con alguien que valga la pena."

Rozemyne abrió un poco más los ojos sin cambiar su postura o sus gestos. Lo estaba escuchando y parecía sorprendida, quizás era por eso que Galtero no esperaba la respuesta recibida.

"¿El príncipe Anastasius? Lo siento, príncipe Galtero, pero Anastasius parece interesado en Eglantine. Justo ayer lo encontré en una de las salas de estudios del dormitorio de Eisenreich recibiendo tutorías de mi querida prima."

Galtero apretó sus puños sin dejar de sonreír, llevando una mano a la bolsa de cuero con sus feystones para sacar ahí un poco de su desencanto y mantenerse tranquilo, fingiendo una mínima risita divertida para desestimar aquello cómo una confusión.

"No me refiero a Anastasius…"

"¿En verdad? ¿Hay más príncipes y no los conozco? Porque si van a comprometerme con alguien que valga la pena, tendría que ser alguien que pase todo este… decepcionante y poco exigente currículum con rapidez, pueda hablar lengua antigua con fluidez y esté estudiando más cursos que el de candidato… ¡Alguien como mis sacerdotes, de hecho!"

"Me refería a alguien con sangre real y la posibilidad de convertirse en Zent."

La sonrisa de Rozemyne se ensanchó tanto cómo el día que la acompañó a buscar su voluntad divina.

Galtero ya no estaba seguro de sí era una buena o una mala señal, en especial cuando la notó tomando aire con algo de cansancio. Casi al mismo tiempo una mano pesada y fría se posó en su hombro, haciéndolo voltear y notando la irritante cara sin expresión de ese odioso sacerdote.

'Quizás debí pedirles a mis alumnos que le pidieran ayuda con sus giros a este tipejo. O que le cerraran el paso si lo veían acercarse.' Pensó Galtero apenas voltear, notando de repente que tenía a Rozemyne acorralada contra una pared del salón.

"Príncipe Galtero, me parece que es su turno de hacer los giros. Todavía tiene tiempo de practicar un poco para no quedarse atorado en esta clase las próximas tres semanas." Dijo el sacerdote más irritante que hubiera conocido en toda su vida, era cómo esas piedras que se empeñan en metérsete en la suela del zapato… odioso, impertinente e insufrible.

"Vaya, pero si es Ferdinand" gruñó Galtero sin dejar de mostrar una sonrisa exagerada para no mostrar cuan molesto estaba, soltando incluso la pared y enderezándose para hablar con el tipo que, a diferencia de Rozemyne, era un poco más alto que él. "¿insisten con esa estupidez que girar y rezar es lo mismo?"

"Insisto en que todavía podrías librarte de esta clase tan rápido como nosotros… aunque tal vez no tengas la capacidad para hacerlo, no todos pueden ser tan exigentes consigo mismos, supongo."

"Maldito sacerdote archinoble elevado" murmuró el príncipe demasiado molesto como para preocuparse por cuidar sus gestos o sus palabras, frustrado de que lo interrumpiesen justo cuando Rozemyne lo estaba escuchando "deberías volver al templo del que te sacaron y dejar de…"

"¡¿Príncipe Galtero?!" Interrumpió uno de los profesores haciéndolo callar. "¿Le importaría venir con los demás? Es el único que falta para que comencemos con su evaluación."

Tomó aire frustrado, sintiendo cómo la piedra Fey en la que estuvo depositando su desconcierto y luego su furia comenzaba a sentirse a punto de desmoronarse. Tendría que ir directo a su habitación oculta para calmarse si los giros no lo ayudaban… y de verdad pensaba que no ayudarían. Quizás contemplar a Rozemyne para ofrecerse a enseñarla cuando la clase terminara lo pondría de mejor humor, o eso quería pensar.

Cuando fue el turno de los de primero año, Galtero se quedó sin hablar y sin excusas. Rozemyne era tan perfecta, que en realidad no había nada que pudiera enseñarle sobre los giros… tendría que esperar otra oportunidad para verla y hablarle o crearla él mismo.

Los dias siguieron pasando y pronto se encontró rodeado de todo tipo de nobles haciéndole invitaciones a fiestas de té y juegos amistosos de gweginen. Además, si no terminaba sus cursos de inmediato tenía una excelente razón para ir de vez en cuando a la biblioteca y probar suerte para encontrarse con Rozemyne.

Lo enfurecía bastante saber que la joven parecía todavía más apegada a ese sucio sacerdote, o escuchar de la estúpida cantidad de tiempo que parecían gastar juntos. No lograba entenderlo en realidad.

Por su fuera poco, cada vez que le ofreció asilo la joven rechazo su ayuda con una sonrisa en el rostro.

"Es posible que lord Ferdinand sea el encargado de vigilar a lady Rozemyne para evitar que la joven exprese sus verdaderos deseos." Fue la conclusión a la que llego uno de sus estudiantes.

Rozemyne se había vuelto la maestra de las herramientas mágicas de la biblioteca, por lo que mientras se debatia que hacer, sus vasallos le ofrecieron estas palabras.

"¡Eso tiene sentido!"

Ferdinand se había vuelto candidato a archiduque durante su tercer año, el mismo año que él y su hermana volvieron a la realeza, era posible, no, era seguro, que el joven había sido adoptado para actuar como custodio para Rozemyne, y ahora actuaba más como un carcelero, asegurándose de que ella no escapara del ducado.

Considerando lo estrictos que parecían la pareja archiducal, tenia sentida que bloquearan su escape aun si era uno temporal.

Siguiendo el consejo de su principal asistente, organizo un juego de ditter, le daría a Rozemyne la oportunidad de escapar y cuando estuviese a salvo en el lugar que le correspondía, le ofrecería la custodia de los shumil como regalo de bienvenida.

Cuando le ofrecio la idea a su padre adoptivo, aunque al inicio se mostro reacio a aceptar, pronto entendió la lógica tras su propuesta.

"Es cierto que alguien podria estar amenazándola y por eso ella se niega a pedir ayuda, muy bien, ofrezcamos una salida para ella."

"Gracias padre, si resulta que solo estamos siendo paranoicos ella ganará, pero si estamos en lo cierto, podrá encontrar consuelo en la derrota."

Con ese pensamiento, el partido se resolvió, sus antiguos estudiantes se ofrecieron para jugar, si como pensaba, Ferdinand era su carcelero, los azules la obligarían a ganar, por lo que se les prohibió participar.

Sin embargo, el juego no termino como esperaba, Rozemyne había usado a todos los miembros de su equipo como si de simples bestias se tratasen, por si fuera poco, más de uno quedo al borde de la muerte.

Rozemyne llego hasta la zona, donde Galtero custodiaba el tesoro, y la había derrotado de un solo corte, la joven no debía tener mucha experiencia con la espada, si casi lo daña al acabar con la bestia feérica.

"Felicidad por convertirte en un estudiante de honor, Galtero." lo felicito su padre adoptivo tras la ceremonia de premiación. "Los profesores me informaron que este año tus calificaciones en todas las materias fueron superiores al 90 %. A diferencia de tus calificaciones durante tu primer año y, aunque aún les preocupa un poco el tiempo que tardas en terminar, lo cierto es que has crecido mucho."

El joven sonrió, sintiendo los ojos de su tía y madre adoptiva quien lo estaba evaluando.

Galtero sonrió, imitando la mejor sonrisa arrepentida que tenia, la que usará su primo cuando se escapaba al templo para ver a su hermana o salía solo a cazar y su madre lo atrapaba.

Durante su primer año, paso sus materias con una puntuación de 70, por lo que la mejora era evidente y rápida, rasco su mejilla y comenzó a explicar con la respuesta preparada.

"No pude concentrarme mucho durante mi primer año, padre, acababas de ganar la guerra, mis asistentes temían que la facción del cuarto príncipe tomará represarías contra sus hijos, de modo que se viera obligado a renunciar a la corona… me dijeron que soy idéntico a mi padre así que… "

"Entiendo es comprensible, la información sobre su futura adopción podría haberse filtrado. Lo lamento, ningún niño debería tener por su vida."

"Si mi pobre Sigiswald hubiese tenido un poco de tu sensación de peligro…" murmuró Raifreda, logrando que la mirada de zent se oscureciera con pesar.

"Ciertamente, se declaró a sí mismo mi heredero de forma pública, aun si le había dicho que era una posición tentativa, en ese momento no sabia si tu y tu hermana deseaban volver a la realeza."

"Pero ahora estas aquí y nuestros lamentos no modificará el tejido de Ventuchte ni traerá de vuelta de las alturas a quien ya no está, como mi sobrino e hijo adoptivo, te cuidare."

"Gracias, madre."

La sonrisa complacía de la mujer era algo que esperaba, casi podía verla haciendo planea para convertirlo en una marioneta de zent, y usarlo para obtener más poder para su ducado natal, Klassenberg, sin dejar de sonreír tomo una decisión, dejaría que la mujer creyera qué podía manejarlo, y una vez que ascendieron decidiría qué hacer.

'Devolverles las tierras qué perdieron debería ser suficiente para conseguir su lealtad.'

"Ya estoy aquí padre."

"Galtero, deberías ir a estudiar, tus calificaciones subieron, pero no deberías confiarte."

"Ya terminé el contenido de hoy, padre, Leonel, mi asistente principal trabajo con los tutores que me asignaste para preparar un plan de estudio que me permita seguir mejorando."

"Me alegra escucharlo."

El Zent llamo entonces a uno de sus eruditos y le indico que le dieran un poco de trabajo para hacer. Se concentro en las cuentas, no era malo con sus números, pero se perdería si se distraía.

"Lady Minerva de Gilessenmeyer y Lord Cassian de Ossvault." La voz un poco más alta de la reina Magdalena llego a él mientras entregaba las tablillas a un erudito para su comprobación, se dio cuenta entonces de que revisaban los compromisos de los candidatos.

"Cassian se considera el heredero de Ossvault aunque no es oficial, me sorprende que la solicitud sea para volverlo yerno."

"Es posible que estén intentando forzar al joven, Cassian estaba muy activo en la búsqueda de asilo en Dunkelfelger y Eisenreich. Con la puerta fronteriza cerrada el mayor trato comercial de Gilessenmeyer es Ossvault." Comento la primera reina con un aire preocupado. "Deberíamos esperar para aprobar esto."

"Tienes razón, con esta solicitud Cassian se convertiría en Yerno. Reúnete con el archiduque el primer día de la conferencia, no puedo aprobar esto sin más información."

"Enviare la invitación."

El joven principe estaba sorprendido, aprobar un compromiso era más complicado de lo que esperaba, su compromiso con Nahelache se resolvió el día siguiente a su adopción, llevaba un año enviando regalos y flores a la joven, conviviendo con ella para conocerla, como se esperaba de él una vez al mes la invitaba a tomar el té, debido a eso solo pudo encontrarse casualmente con Rozemyne.

'No pude cortejarla correctamente este invierno, pero…'

"Vaya, que lastima."

"¿Magdalena?"

Algo en el tono o la voz de la reina lo hizo detenerse, observando el intercambio de zent y su primera esposa en silencio desde su escritorio en la oficina.

"Pensé que lady Rozemyne eventualmente entraría en la competencia por el asiento del archiduque, pero parece que la joven será relegada a primera dama."

"¿Con quién quieren comprometerla?"

"Con lord Ferdinand."

Requirió todo su noble entrenamiento guardar silencio y llevar una de sus manos a la bolsa con feystone de su cadera. Llevaba un año trabajando para comprometerse con Rozemyne. Respiro para calmarse, su padre no aceptaría tal acción… o eso pensó hasta que lo escucho suspirar con pesades.

"Bueno, ¿no es una verdadera lástima?, si lord Ferdinand hubiese aceptado la adopción, podríamos haber traído a ambos a la familia real, serian de gran ayuda aquí."

Un golpe sordo y todos en la oficina se detuvieron para ver al joven principe de pie al lado del escritorio, con una gran mancha de tinta en la ropa.

"¿Estas bien, Galtero?"

"Estoy bien, padre. Solo golpee mi escritorio por accidente. Lo lamento, ¿puedo retirarme por ahora?"

"Por supuesto."

Mientras sus asistentes preparaban un baño para él, Galtero se encerró dentro de su habitación oculta, lanzando cuanto encontró, indignado. ¿Cómo se atrevían a comprometerla con un sacerdote? Y lo más importante, ¿Por qué Zent quería adoptar a ese sacerdote?

Era como si todos hubieran perdido la razón.

Le había costado mucho, pero al final pudo tranquilizarse cuando recordó que el compromiso entre Ferdinand y Rozemyne podía cancelarse.

Sus asistentes le recordaron que podrían no ser compatibles, o podrían no estar igualados en maná, solo debía esperar a que la joven desarrollara su detección de maná. Si no podían sentirse, el compromiso seria cancelado.

Por algún motivo que no alcanzaba a entender, ese sacerdote era uno de los candidatos a heredero dentro de Eisenreich, pero no había forma en que él pudiese igualar el maná de Rozemyne. Por otro lado, según la información recolectada por sus estudiantes y asistentes de ese ducado, su futura diosa de la luz fue incluida en la competencia por el asiento de Aub, aun si la joven no parecía realmente interesada en el puesto.

Rozemyne solo tenía que renunciar y podría terminar ese compromiso que no le convenia.

En el peor de los casos, Galtero solo debía esperar a que Ferdinand se graduara. El hombre era un año mayor que él, lo que significaba que tendría un invierno completo para hacer a la joven entrar en razón.

Con eso en mente, se preparó para iniciar su cuarto año.

Le tomó un tiempo, pero logró ser el primero en terminar el curso de candidatos, aunque su profesora comento con preocupación que tenia que tener más atención a los círculos mágicos.

"Si el símbolo de dios no es correcto, la magia no funcionara o, peor aún, funcionara de forma desconocida."

"Entiendo, profesora, procurare practicar más los símbolos para no tener problemas."

La profesora sonrío amable, dándole el aprobado y caminando para ver a otro de sus compañeros cuando se detuvo abruptamente, como si hubiese recordado algo.

"Si esta interesado en un tutor. Lord Ferdinand de Eisenreich dibuja unos hermosos cirulos mágicos, seguro que podría ayudarlo." dijo entonces volviendo frente a él

Respirando profundamente a fin de ocultar sus emociones tras una noble sonrisa, Galtero respondió. "Lo tendré en cuenta."

Con el inicio de la temporada social, Galtero tuvo problemas para encontrar momentos para pasar tiempo con Rozemyne en el tiempo que tardó su prometida en finalizar el curso de candidatos, viéndose obligado a socializar como prioridad con la joven de Hauchletzte.

Fue mientras pensaba en un modo de acercarse a Rozemyne que sus estudiantes le dieron información acerca de la joven. Información que no parecía relevante.

"El año pasado también fue invitada, pero rechazó la invitación." Recordó él. Rozemyne afirmó que no podía asistir porque como Suma Obispa, tenia cosas que preparar para el ritual de dedicación.

"Sin embargo este año, príncipe Galtero, ella aceptó."

"Entiendo…"

Desde su primer año, Galtero nunca fue invitado a la fiesta de té musical, incluso él tenía que reconocer que carecía de las habilidades de un maestro del Harspiel. La flauta se le daba mejor, pero la clase de música evaluaba el manejo del harspiel, por lo que tenia pocas posibilidades de asistir para hablar con ella.

"… ojala me invitaran a mi también." Murmuró sin darse cuenta.

No le interesaban las artes tanto como a su hermana Eglantine, pero sabia que asistir a esa fiesta era un honor. Por si fuese poco, Ferdinand era un invitado constante en esas fiestas. Era tan irritante que los profesores lo tomasen como ejemplo.

"Entonces no me compararían tanto con ese sacerdote." Masculló en voz alta sin prestar atención a su alrededor. Estaba en su habitación y sus asistentes y aprendices sentían tanta indignación como él por la forma en la que todos parecían idolatrar al hombre.

La mañana siguiente recibió una invitación de los maestros de música.

Cuando llegó el día, Galtero ingresó a la reunión sintiéndose feliz, orgulloso, pero… por alguna razón todos parecían incomodos a su alrededor. Anastasio incluso lo regaño por abusar de su estatus.

'¿De que esta hablando…?' se preguntó confundido. Aunque no tuvo que esperar mucho para recibir la respuesta. Lo entendió la mañana siguiente mientras tomaba el té con Eglantine.

"¿Porque lo hiciste, hermano?" preguntó la rubia en cuanto terminaron con la charla social y un aparato antiescuchas fue instalado para ellos.

"¿Hacer qué?"

"¡Colarte a la fiesta de té musical!" Exclamó Eglantine descolocando a Galtero, quién no estaba muy seguro de lo que su hermana estaba diciendo "¿Sabes cuánto me esforcé para poder ser invitada junto con nuestra querida prima"

El rostro cargado de decepción y cansancio que su supuesta hermana menor le estaba dedicando era difícil de mirar. El recuerdo de que estuvo ventilando sus pensamientos sin cuidado alguno le pasó de pronto frente a los ojos

"Fue tan vergonzoso verte llegar sin invitación. Entiendo que también quieras pasar tiempo con la prima Rozemyne, pero no era necesario colarte." Los ojos de Eglantine se volvieron vidriosos y un escalofrío de preocupación y angustia aguijoneó a Galtero "¡Pudimos haberla invitado a una fiesta de té solo para primos!, pero ahora..."

Estaba avergonzado ahora por no cuestionarse de la razón de que le llegará una invitación tan pronto cómo se quejó en voz alta, ventilando su desprecio por Ferdinand y su necesidad de que se le reconociera sin compararlo con el sacerdote

"Eglantine, lo, lo siento hermanita. ¡Lo siento!" casi gritó al final, notando las lágrimas que comenzaban a desbordar de los preciosos ojos de su anfitriona "No llores, por favor."

Fue cómo si Eglantine perdiera todo control sobre sus facciones. Sus cejas cayeron hacia ambos lados. Sus ojos se cerraron a medias. Su boca se torció de un modo poco femenino y más lágrimas comenzaron a correr libres por su rostro, dejando algunos rastros en su piel que denunciaban el camino de aquel vergonzoso y problemático despliegue de emoción.

"¿Cómo podré volver a hablar con la prima Rozemyne luego de esto? Ni siquiera creo poder invitarla ahora a una fiesta de té."

"¡De verdad lo siento, Eglantine!... Ahm... Yo... No lo volveré a hacer." Ofreció Galtero preocupado y escandalizado por ser el responsable de hacer llorar a la chica. "¡Lo juro, pero ya no llores!"

"¿De verdad?" le cuestionó la rubia aceptando un pañuelo bordado de parte de una de sus asistentes, limpiando su rostro con toda delicadeza.

"¡Sí, si! No volveré a entrar a una fiesta sin invitación. Hablaré con mis estudiantes y asistentes para que ellos tampoco hagan arreglos y... ¿Eglantine?"

Las risillas lo hicieron perder el hilo de lo que decía. La culpa y el miedo de no poder consolarla de manera adecuada desaparecieron casi de inmediato y Galtero observó sorprendido cómo todo rastro de llanto o tristeza desaparecían de la cara de Eglantine.

"Sabía que seguías siendo bueno, Galtero." Dijo Eglantine con una sonrisa alegre, cambiando el gesto casi de inmediato por una mueca de lo más amenazante que era una fiel copia de la cara amenazante que Lord Bonifatius de Eisenreich solía poner cuando les daba advertencias a cualquiera que no fuera alguna de sus amadas hijas "Y más vale que cumplas tu promesa o dejaré de hablarte. ¡Eres el heredero del Zent y es posible que la prima Rozemyne se vuelva Aub Eisenreich! o incluso el hermano Ferdinand, ¿Qué harás si deciden no apoyarte cuando asciendas al trono?"

"Ya entendí." Suspiró Galtero con fastidio solo por escuchar el nombre de Ferdinand y el alegato sobre necesitar de su apoyo en el futuro. "Cumpliré mi promesa"

Y así lo hizo. No solo no volvió a asistir a ninguna fiesta sin antes verificar que la invitación era real, sino que además comenzó a cuidarse bastante de lo que decía alrededor de los estudiantes que estaban consolidando su facción.

El fin del semestre llegó para todos, trayendo una nueva ansiedad para él.

Galtero creía con firmeza que ese sacerdote era solo un sacerdote con un poco más de talento del esperado, por lo que se aseguró de conseguir jóvenes que se ofrecieran al sacerdote como segundas y terceras esposas con la esperanza de que al tener a una mujer sumisa enteramente para él, se olvidara de Rozemyne. Pero Ferdinand siguió rechazando a todas las candidatas con una sonrisa noble y palabras firmes.

"¿Cómo puedo pensar en una diosa del agua cuando mi diosa de la luz podría tomar el manto oscuro?"

Las más descaradas incluso se ofrecieron como amantes, pero en contra de todo sentido común, Ferdinand las miró con fastidio antes de declarar que no estaba interesado en las flores.

'¿Un sacerdote que no busca flores? Los únicos sacerdotes que no buscan flores son los que ya tienen una…' en pánico, miró a Rozemyne. Ella aun era muy joven, pero se estaba volviendo una mujer hermosa… necesitaba encontrar la forma de alejarla de él, de Ferdinand.

Cuando Eglantine lo invitó a la ceremonia de compromiso de la joven, no pudo aceptar, permitiendo que Anastasio ocupara su lugar. En ese momento sintió que el tiempo para salvarla se acababa.

Entre estudiar, realizar entrenamientos ligeros, ayudar en el despacho, recibir la visita ocasional de Nahelache y pensar en formas de salvar a Rozemyne, sus días se llenaron de monotonía.

También recibía una educación laxa como heredero de zent, enfocándose en el ámbito administrativo. No era que pudiese recibir una educación más estricta, después de todo su padre adoptivo no fue educado como Zent y no tenía ni respuestas ni el conocimiento necesario para guiarlo.

Era de conocimiento público que el Gutrisheit seguía perdido, pero conforme el tiempo pasaba, Galtero sentía que la prueba de zent se acercaba a él cada vez más, como si solo debiera avanzar por el tejido de Ventuhle para conseguirla.

A Galtero no le pasó desapercibido el hecho de que la reina Ralfreida le invitaba a fiestas de té cada vez con más frecuencia, preguntando por su día en tanto parecía alejarse cada vez más de su hijo biológico, Anastasio.

Esas reuniones le dieron al príncipe el desahogo perfecto para despotricar contra Ferdinand, a quien el difunto primer príncipe también despreciaba. Ralfreida estaba indignada cuando se enteró que el sacerdote se volvería maestro en la academia real durante dos años.

Resultó agradable para el peliazul tener un aliado adulto que pudiese ver la verdadera naturaleza de Ferdinand sin dejarse cegar por los supuestos logros del sacerdote.

Poco antes de iniciar su quinto año, Galtero despertó su detección de maná.

Fue terriblemente incomodo y permaneció en aislamiento por un tiempo. Cuando pudo salir, comprobó con orgullo que tenia una cantidad de maná superior a la de su padre adoptivo. Claro, podía sentirlo por lo que la diferencia no era tanta como se esperaría, pero estaba sobre él.

La mañana siguiente lo llevaron al templo. Lo recibió una doncella que se hizo llamar Verena. La doncella gris, tan habituada como debía estar a ofrecer flores, le informó sobre el proceso, desde la preparación del té hasta el momento en que debían recibir el invierno.

Verena no se comportaba como sus estudiantes le informaron que se comportaría su hermana de prácticas, lo cual lo desconcertó un poco. Pero ya que no le interesaba recibir flores, tampoco le dio demasiada importancia.

"La doncella se sentara a su lado y le hará tocar las partes del cuerpo mientras las nombra." "Como es una flor, podrá recibir el invierno casi de inmediato, milord." "La doncella gris le enseñará cómo besar a su diosa. Es necesario que aprenda correctamente, los besos son la forma más sencilla de intercambiar maná. La poción sincronizante por si sola no es suficiente." "Una vez que le enseñen lo práctico, le dará la información teórica. Estará cansado al finalizar, pero procure recordarlo todo."

A diferencia de lo que le informaron, la doncella llamada Verena lo invitó a una mesa donde había papeles y un juego de té. Le enseñó toda la teoría, respondiendo con paciencia a sus dudas, incluso tenia preparados ingredientes para el té que evitaría la carga de Gedulh en caso de que deseara practicar.

"Ahora, príncipe Galtero, ¿pasamos a la parte práctica?" le preguntó sin levantarse aun. "¿O tiene alguna duda?"

"No, podemos continuar…" respondió dubitativo. "Mis asistentes me dijeron lo que pasaría, pero…"

"Oh, cielos. Lamento confundirlo", respondió con una sonrisa antes de retirarse una bata, dejando a la vista un camisón corto de tela delgada que dejaba a la vista sus piernas.

Galtero sintió que se sonrojaba. Pensar que Rozemyne vivía rodeada de mujeres y hombres como ella lo hizo enojar. Entendía que era necesario, pero no le gustaba que la joven estuviese expuesta a esa vida, menos con un sacerdote como Ferdinand cerca.

"Hace unos dos años, tuve un aprendiz que se negó a acercarse a mi al inicio. Esa noche hablé mucho y tuve que pensar en formas de educarlo sin tocarlo. Desde entonces me encargo de instruir a personas como usted, príncipe Galtero. Hombres que tienen una diosa en su mente. Forzarlos a ver a otra mujer teniendo ya a alguien complica las cosas si no se llevan a cabo de forma correcta. Ahora, milord, seré gentil y lo guiare."

La mujer lo besó, guiándolo para que aprendiera. Le enseñó cómo tocarla para que el flujo de maná no fuese incómodo. Ella no era noble, ni tenia maná, pero era claro que tenia práctica en este tema.

Cuando fue el momento de enfundar su espada en el cáliz de su profesora, lo hizo con un poco de torpeza. No logró disfrutar el acto, aunque sus estudiantes le aseguraron que lo haría.

Cuando la lección terminó, mientras se limpiaba y volvía a a vestirse, recordó que tendría que pasar por eso con su prometida actual y la idea no le gustó.

'Incluso muerto… Sigiswald, me da problemas' pensó mientras salía del templo y volvía a su villa.

Su quinto año inició poco después de eso. Con placer notó que Ferdinand y Rozemyne parecían haberse distanciado. Claro, el sacerdote aun la custodiaba y se mantenía a su alrededor bajo la escusa de cuidarla. Sin embargo, las explosiones de maná a las que llamaban bendiciones le dieron una idea. Solo necesitaba encontrar el mejor modo para llevar a cabo su plan.

A mitad del invierno recibió información que le despejaría el camino el tiempo suficiente como para conseguir lo que deseaba.

"¡MI hermano es un erudito médico que se mudará a la soberanía como aprendiz de profesor la próxima temporada, gracias a eso, se enteró de algo sin precedentes, Milord!"

"Calmante y respira." Ordenó mirando a su aprendiz, "Gustav, no entiendo que estas diciendo."

Según parecía, Alvin, hermano mayor del erudito demasiado excitado que tenia delante era el aprendiz del maestro del curso de medicina, gracias a eso, el profesor lo buscó tras una lección, descubriendo entonces que Ferdinand tenia varios grumos de maná.

"Mi hermano dijo que eran tan antiguos, que necesitaría un jureve de alta calidad. El profesor piensa que podría dormir de tres semanas a un mes, pero es seguro que necesitará sumergirse varias veces para eliminarlos por completo." Finalizó.

"Tres semanas… puede que no sea suficiente para conseguir convencer a mi padre." Murmuró Galtero para si, analizando el mejor curso de acción. La única forma de alejarla para siempre de ese sacerdote era si lograba comprometerse con ella de inmediato, o si su padre lo volvía en una orden, sin embargo, no había podido convencerlo hasta ahora.

"En realidad creo que serán más de tres semanas." Comento Gustav en tono casual y pensativo, mirando a su señor con una sonrisa. "Lord Ferdinand no soportaría perder tiempo. Mi hermano lo escuchó hablar con Lord Laurenz, un sacerdote azul que es su hermano adoptivo y su asistente. Parece que Lord Ferdinand planea terminar con todo el asunto de una sola vez, creando un jureve de máxima calidad."

Galtero asintió, pensando un poco. Un mes y medio debería ser suficiente para obtener a Rozemyne y su afecto, pero necesitaría ayuda.

"¿Mi madre adoptiva es importante, cierto?" preguntó mirando a sus estudiantes.

"Es correcto", respondió Leonel, "La reina Ralfreida fue la primera esposa en atar sus estrellas con Zent."

"Le pediré ayuda, ¿esta todo preparado para la fiesta de té?" preguntó mirando a sus asistentes, los cuales asintieron y sin más se pusieron en marcha.

Su madre adoptiva lo había invitado a tomar el té después de la comida. Solía comer con ella todos los días, sin embargo, la reina Ralfreida dijo que tenia algo que hablar con Anastasio y que lo vería un poco después. Galtero no esperaba para nada la escena que encontró entre ambos apenas llegar.

"¡No es no, Madre! ¡Lo que propones en inaudito!"

"¡Anastasio, vuelve aquí!"

Los ojos del peliazul se abrieron con sorpresa y confusión al escuchar los gritos del interior del salón. Galtero era más que consiente del hecho de que todas las reuniones con la mujer se llevaban a cabo bajo una herramienta anti escuchas.

Anastasio salió del lugar, ignorando los gritos de su madre e ignorándolo a él. Se notaba furioso y ofendido, lo suficiente como para no saludar.

Tomando aire, preparándose luego de escuchar algo impactando contra la puerta y haciéndose pedazos, Galtero se asomó con cautela.

Ralfreida, la siempre altiva y elegante Reina proveniente de Klassenberg tenía dolor y furia tatuados en sus gestos. A su alrededor, varios asistentes que reconoció como laynobles estaban arrodillados y temblando, mientras que los restos de un plato de la fina y artística vajilla de la mujer podían apreciarse en el suelo.

"Madre… ¿Es este un mal momento?' preguntó Galtero con cautela.

Ya fuera por su voz o por su actitud precavida y sumisa en apariencia, la reina recobró el sentido, así cómo el control sobre sus gestos, pasándose con furia una mano por debajo de uno de sus ojos a la par que los asistentes en el suelo comenzaban a respirar con normalidad. Galtero solo podía imaginar la magra cantidad de maná que debían tener esos desdichados para haber sufrido tanto por el arrebató de la reina. No dijo nada, solo esperó.

Ante algunos gestos de mano de Ralfreida, los asistentes que estaban en buenas condiciones se apresuraron a levantar la porcelana rota y limpiar el desorden. Lo que fuera que Anastasius hizo para enfadar a su madre biológica provocó que la mujer lanzara todo lo que encontró a su paso, incluyendo lo que parecía una maceta pequeña con flores aromáticas de pétalos tan rojos como la tierra que quedó regada tras ellos en el suelo.

"Galtero, lamento tanto que tuvieras que ver todo esto. Es en verdad vergonzoso."

"Está bien, madre. Tus razones tendrás."

"Si todavía lo deseas, aún podemos sentarnos a tomar el té."

El chico asintió una sola vez antes de comenzar a caminar hacia ella con su escolta detrás, llegando muy pronto a la mesa que ya mostraba una vajilla limpia además de la suya, té caliente y varios dulces típicos de la Soberanía y de Klassenberg. En realidad no tenía muchas ganas de estar ahí luego de presenciar el final de lo que debió ser una acalorada discusión, pero necesitaba con urgencia descargar su frustración y mantener la fachada del hijo títere perfecto si quería utilizar la influencia de Ralfreida y adueñarse de su facción, así que sonrió, escoltando a su madre adoptiva y mostrándose tan cortés y encantador cómo la dama le había enseñado.

Tras intercambiar los saludos usuales y la pequeña charla ociosa, la herramienta antiescuchas fue instalada y Galtero, bajando su cabeza para evitar que le leyeran los labios, comenzó a hablar.

Su odio, sus celos, todo el resentimiento que le guardaba al sacerdote que estaba robándose a su futura Diosa de la luz, acaparándola para anclarla a un vil Ducado cuando el lugar de Rozemyne era en lo más alto, a su lado. Todo salió sin restricción, amargándolo un poco y liberándolo lo suficiente para no estallar en el momento menos indicado.

"¿Por qué no intentas darle un poco de polvo de Geduldh?"

Galtero levantó la cabeza, atento y esperando una explicación más adecuada. En realidad no tenía idea de que era ese polvo del que hablaba la reina. La mujer debió comprender por qué hizo una seña para que una asistente de ella y uno de los jóvenes de Klassenberg que lo acompañaban a él entrarán en el campo de la herramienta.

"El polvo de Geduldh es una tradición usada para cortejar a la diosa que el corazón de un hombre desea" explicó ella "por supuesto, están también las lágrimas de Ewigeliebe, utilizadas por las damas para cortejar al dios al cual desean atarse. Suele usarse también cómo recreación."

Ralfreida levantó su taza con toda naturalidad y Galtero miró a los dos Klassenberginos presentes. Ambos sonrieron, asintiendo sin dejar de mirarlo a él.

"Madre… ¿debo comprender que, es normal usar… estimulantes en Klassenberg?"

Ralfreida asintió mirando al caballero de escolta dentro del rango y este asintió, mira do de inmediato a Galtero.

"La reina tiene razón, príncipe. Es una tradición solicitar la intervención de los dioses de la estación del invierno para el cortejo, ya sea cómo un mero entretenimiento que fortalezca el vínculo previo a la unión estelar o bien para, abrir los ojos del objeto de nuestro afecto."

No estaba seguro. Quizás por eso su mirada se posó en la asistente principal de Ralfreida y esta le sonrió, sacando un pequeño frasco y ofreciéndoselo para que pudiera examinarlo.

"Geduldh es la diosa madre, príncipe. La que lo acepta todo, la que lo da todo, la que lo recibe todo. ¿Qué de malo habría en compartir semejantes bendiciones? En cuanto a Ewigeliebe, es el Dios de la vida creada por medio de su infinito afecto a la diosa de su corazón anhelante. Si coloca solo una gota en su té, podrá ver qué es inofensivo."

Todavía un poco inseguro, Galtero abrió el frasco, vertió una sola gota y volvió a taparlo, devolviendo el frasco y mirando su taza antes de ver a Ralfreida asintiendo con una sonrisa maternal, llevándose la taza a los labios y notando que ni el sabor ni la textura habían cambiado en nada.

"Pronto sentirás cómo tú cuerpo se relaja un poco. El cansancio de todo tu arduo trabajo parecerá escurrirse hasta volver a Geduldh misma y tu humor mejorará. Te sentirás más descansado y alegre. La risa te vendrá fácil, Galtero. Es casi como la bendición de Vantolé, pero sin los terribles efectos secundarios de permanecer por demasiado tiempo en compañía de sus bendiciones."

El principe dio un segundo sorbo, probando un postre y escuchando a su madre quejarse de Anastasius, llamándolo niño mimado y estúpido, confesando que el rubio no solo no había aceptado ese mismo consejo para asegurar el afecto de Eglantine, sino que además, no le dio a su madre ni siquiera auna oportunidad de explicarse y mostrar, llenándola de toda clase de insultos, acusándola de ser una flor demasiado adornada. Para ese momento, Galtero ya estaba sintiendo los efectos de las lágrimas de Ewigeliebe tras un tercer sorbo.

Era cierto que no sentía las bendiciones de Brëmwärme, pero sí notaba cómo empezaba a disfrutar de verdad de la reunión, sonriendo a pesar de no tener una razón sincera para hacerlo, poniéndose en pie cuando la fiesta se terminó y a punto de despedirse con una sensación de felicidad que tenía mucho que no sentía.

Ralfreida le puso entonces un paquetito en las manos.

"¿Por qué no lo pruebas primero con Nahelache? Mira como reacciona tu prometida y si los resultados son de tu agrado, puedes pasar a usarlo con la diosa que tú corazón anhela. Seguro tus compañeros de Klassenberg pueden orientarte sobre la dosis y la mejor manera de administrarla.

Dos días después estaba sorprendido de la actitud más que cordial y feliz de Nahelache, quién pasó de ser su sosa acompañante por una de las favoritas de Bluanfah y Efflorelume en menos de tres sorbos de té, riendo de sus comentarios, mostrando genuino interés y ofreciendo todo tipo de cumplidos para su persona.

Galtero sonrió. Usaría las lágrimas en algún momento de la primavera para convencer a su padre y los polvos para encantar a Rozemyne.

Las lágrimas surtieron el efecto esperado y junto con el apoyo de su madre durante su fiesta de té, Zent al fin aceptó comprometer a Galtero con Rozemyne… sin embargo, los polvos no fueron suficientes para que Rozemyne pasara de enfurruñada princesa a dulce y anhelante futura diosa.

Quizás lo peor fue que a pesar de invertir más tiempo del que Ferdinand estuvo en jureve para acercarse a Rozemyne y enamorarla con su charla, los polvos especiales para relajarla e incluso tratar de mostrarle afecto al tocar su cabello o intentar compartir un poco de maná con ella, Rozemyne no solo siguió con la misma actitud de desdén, sino que además consiguió algún tipo de artefacto mágico que le provocaba dolor cada vez que intentaba tocarla… el mismo dolor que causaban los pequeños shumils de la biblioteca a cualquiera que osara tocarlos sin el permiso previo de Rozemyne.

Cuando el invierno inició, Galtero estaba frustrado y extasiado a partes iguales. No lograba avanzar en su cortejo con Rozemyne, pero el día de su compromiso se acercaba con rapidez. Una vez que hubiesen intercambiado piedras de compromiso, ya nada importaría. Las cosas estarían al fin en su lugar y él tendría toda la vida para enamorarla… o eso pensó.

Su amada futura diosa de la luz entró altiva, ataviada con un precioso uniforme escolar que tenía un aire de caballería. Supuso que era solo una nueva moda que la joven intentaba impulsar.

Por supuesto, tuvo algunos problemas para suprimir sus ganas de levantar su schtappe y encenderlo cuando su padre anunció que Rozemyne era ahora una princesa de manera oficial, adoptada por la Reina Magdalena de Dunkelferger, lo que lo convenció más aún que está era una nueva moda que intentaba mostrar el apoyo de Rozemyne hacia el Ducado de origen de su madre de adopción.

Galtero casi tiembla de emoción cuando la capa de la Soberanía fue colocada sobre la indumentaria de su prometida, conteniendo el aliento de pura satisfacción cuando el Zent comenzó su discurso sobre todo aquello que volvía a Rozemyne la candidata ideal no solo para ser una princesa sino también para encontrar la sabiduría.

La verdad de que Rozemyne tenía sangre real corriendo por sus venas y que fue ocultada y protegida por Schutzaria se mencionó entonces. Galtero tuvo que hacer un verdadero esfuerzo para no recitar el discurso que ayudó a armar durante las semanas previas, necesitando vaciar su maná en las piedras Fey de su bolso para mantener su euforia bajo control.

Un vistazo a Ferdinand, quién se encontraba de pie junto al resto de los profesores en posición de firmes y con ese rostro en blanco que solía poner en los pasillos, y sonrió. Suponía que el patético sacerdote al final se había resignado, aceptando su lugar en la jerarquía de las cosas y permitiendo al fin que Rozemyne permaneciera en el lugar al cual pertenecía… al lado de Galtero en la Soberanía.

"Y ahora, para asegurar que la Santa Princesa Rozemyne ocupe su legítimo lugar en las alturas, será comprometida de manera oficial con mi heredero. Rozemyne, Galtero, por favor presenten sus piedras de compromiso."

Al fin fue su turno, levantándose de su lugar, seguido de cerca de su asistente principal para ponerse de pie frente a Rozemyne, sonriéndole a pesar de que ella no le devolviera la sonrisa ni mostrará ningún tipo de emoción.

La princesa miró entonces al Zent, sonriendo confiada y aceptando la piedra que su propia asistente le entregaba. La observó arrodillarse frente a él como exigía el protocolo, con la caja donde se encontraba la piedra de compromiso guardada y entonces habló con esa dulce voz que tanto adoraba.

"Este matrimonio fue ordenado por los que gobiernan en las alturas…", inició ella, empezando a decir cosas en lenguaje antíguo que no entendió. Tampoco le dio mucha importancia, ya tendría tiempo para exigirle a algún erudito de Drewanchel que le tradujera el mensaje; quizás a Gundolf. "… te daré esta piedra como muestra del futuro que decidí."

Muerto de una infinita felicidad aceptó la caja, dejando que se le resbalara el hecho de que Rozemyne no le permitió ayudarla a levantarse. Lo descartó como una muestra de fortaleza para el dormitorio de Dunkelferger o algo así. De inmediato, Galtero abrió la caja, admirando la sencilla piedra de compromiso suspendida de una todavía más sencilla cadena de metal, inyectándole maná y sintiendo como el corazón parecía rompérsele al leer las palabras.

Una promesa inconclusa es todo lo que tendrás de mí.

'¿Por qué? ¿Por qué sigue negándose a ver qué fuimos hechos el uno para el otro? ¿Por qué no me permite acercarme y cubrirla con mi manto?'

Se forzó a sonreír de nuevo, aún si ya no era una sonrisa sincera. Cerró la caja con cuidado y la entregó a su asistente, prohibiéndole abrirla en el proceso. Se repitió de nuevo que tendría tiempo de sobra para enamorarla, luego obligaría al sacerdote a atar sus estrellas a alguna candidata a archiduquesa por medio de una orden real y si eso no funcionaba, mandaría investigar al maldito sacerdote hasta encontrar algo que justificara ejecutarlo. Quizás eso era lo que debía de hacer para liberar a Rozemyne de la correa invisible que el sacerdote le había colocado.

Mucho más tranquilo, tomó la caja con el precioso collar que estuvo puliendo, adornando y preparando todo el último mes del otoño, arrodillándose ante ella y tomando está oportunidad para hacer bailar a Bluanfah.

"Rozemyne, a pesar de que Verbenger te entregó a Schutzaria, desde que te ví supe lo que se ocultaba debajo del velo. Siendo tan amada por los Dioses mismos, no pude menos que apurarme a volver al lugar que Ventuhite y Dregarnuhr nos prepararon con antelación, nutriendo mi raffel al verte crecer. Las bendiciones de Mestionora, Coucoucaloura, Ventuhite y todos los otros dioses, sin embargo, deben ser protegidos y encaminados para que tú luz brille para todo el jardín bajo el amparo de mi manto Oscuro. A mi lado siempre tendrás a Heilschmer, Leidenshaft, Schutzaria, Bluanfah e incluso a Entrinduge. Jamás volverás a necesitar del manto de Verbenger para mantenerte a salvo, porque yo traeré a Gebotornung para ti. Mientras Dregarnuhr nos permite acercarnos poco a poco al entre cruzar nuestros hilos, acercándonos al momento en que Sterrat anude al fin nuestras estrellas, acepta esta piedra como prueba de mi devoción por ti."

Rozemyne no se movió. No alzó las manos ni intentó tocar la piedra, dejando escapar, en cambio, un leve gemido antes de comenzar a moverse de un modo extraño y antinatural.

"No lo soporto…" la escuchó quejarse, cómo llorando en tanto la veía perder el control sobre sus piernas y caer despacio, como si Dregarnuhr estuviera hilando con demasiada lentitud.

Galtero no podía reaccionar. Se suponía que era un día feliz. Se suponía que todo estaba cayendo por fin en su lugar… la asistente de Rozemyne corrió como bendecida por Steifebrise, atrapandola con tanta angustia y precisión que Galtero por poco no se da cuenta del polvo de oro cayendo de entre sus manos, dejando solo la cadena de maná que había preparado comenzando a deshacerse también en su mano.

Sin saber que pasaba, sintiéndose lento y pesado, Galtero volteó con la intención de llamar a un sanador, notando el polvo de oro cayendo de la caja que contenía la piedra de compromiso que Rozemyne le había dado. Sus ojos se abrieron con sorpresa e incredulidad seguidos de un dolor agudo que casi no lo deja respirar.

Primero pensó que era el dolor de ver las piedras de compromiso volverse polvo dorado como si de un mal augurio se tratara, luego notó que no era el caso.

"¡Margareth, llévala a su habitación!" gritó Ferdinand cada vez más cerca. "¡Si se queda seguirá sufriendo!"

"¡Lord Ferdinand, ¿Qué…?!"

"Maldición. ¡Despertó su detección de maná!"

"¡¿De qué hablas?!", gruñó Galtero tratando de aguantar el dolor, comenzando a sentir un regusto a sangre en la boca en tanto su asistente y un guardia de su escolta intentaban ayudarlo a mantener el equilibrio, "¡No puedo sentirla, no…!"

"¡Pero yo sí!", gritó el odioso Sacerdote provocando que Galtero sintiera que el piso comenzaba a desmoronarse bajo sus pies igual que las piedras de compromiso. "¡Seguirá sufriendo si no se la llevan ahora! ¡Tiene más maná que yo!"

La desesperación y el, ahora obvio aplastamiento, pudieron más que su determinación. Fue como si le hubieran cortado el maná a una bestia alta. El sonido, los colores, los aromas, incluso el sabor de su propia sangre o la sensación de las manos de su gente en su espalda se desvanecieron, dejándolo solo en la fría oscuridad, deseando despertar de la terrible pesadilla desvelada por Schlatraum.