El Ascenso de un Científico Loco

¡Descubriré cómo Funciona el Mundo!

Estableciendo las Reglas. Señalando Misterios.

Un fuerte mareo me invadió junto a la sensación de querer vomitar. Recuerdos que no me pertenecían, de una vida que era mía pero que no viví se abalanzaron en mi mente de forma similar a cuando recuperé los recuerdos de mi vida pasada. Tarde algunos segundos en recomponerme y mirar a mi alrededor, obligándome a recordar donde estaba y por qué.

'Atravesé la pared que asimilaba una película de aceite hacia el jardín del comienzo, pero…'

Una segunda mirada fue todo lo que necesité para notar que me encontraba en un lugar desconocido. Considerando lo que estaba por pasar, tenía sentido, pero no ver el árbol de marfil que era Airvermeen me llenó de un sentimiento extraño.

Era un poco similar a sentir ansiedad, aunque mucho más intensa.

Bloqueé los recuerdos que no deberían existir, enviándolos a lo profundo de mi mente y me concentré en lo que estaba pasando.

Los pocos segundos que tardé en recomponerme, mientras la pared aún se cerraba a mi espalda, fueron suficientes para que Mestionora siguiera su camino y me dejara atrás. La diosa me ignoró por completo en lo que se dirigía hacia lo que parecía una pared de marfil dónde apareció una puerta doble tan grande como las que encontraría en alguno de los castillos.

No me pasó desapercibido que apenas atravesó el portal, la diosa que me había guiado ya no se encontraba en el cuerpo de mi novia.

Aunque eran muy parecidas, podía diferenciarlas con facilidad.

"¿Dónde está Rozemyne?" Cuestioné, pero no me respondió. No me dedicó ni una sola mirada.

Fingiendo que no me escuchaba, Mestionora realizó un gesto con la mano y, como si de una puerta automática se tratara, las puertas se abrieron solas, dejándome ver lo que parecía ser una biblioteca y en ella…

"Bienvenida de vuelta, Mestionora. ¿Dónde estabas?"

Mi cuerpo se movió solo, sin embargo, no importó cuanto lo intenté, no pude llegar a la puerta.

"No importa, Myne. Tenía algo importante que hacer. ¿Terminaste el libro?"

"No… no pude concentrarme. Siento que olvidé algo importante. Algo demasiado importante para mí."

"No hay nada por lo que debas preocuparte, niña mía. Lo más importante para ti son los libros. No hay nada más importante. Siempre han sido los libros, en cada vida ha sido así.

"¿De verdad?"

"Si, de verdad. Ya estás a salvo, en el lugar al que perteneces…"

En el momento en que los ojos de Rozemyne me encontraron no dio ninguna señal de reconocerme. Me miró con curiosidad un segundo y la puerta se cerró, dejando que lo último que viera fuera la sonrisa burlona y arrogante de esa diosa egoísta.

'Como deseo matar a esa desgraciada, pero… ¿Los dioses de Yurgenschmidt pueden morir?'

"Podemos." Sentí una mano palmeando dos veces en mi hombro con aparente diversión. "Nunca podrás entrar en la biblioteca sin una invitación de mi hija, Ferd. Menos si tienes pensamientos tan maliciosos como matarla. Es subordinada de Schutzaria, ¿sabes?"

"Su santidad Ewigeliebe. ¿mis pensamientos se reflejan en mi cara?" pregunté consternado. No quería que mis sentimientos personales por Mestionora me sacaran del juego o me descalificaran de algún modo.

"Los dioses escuchamos tus pensamientos, sentimos tus sentimientos y vemos maná." Respondió con un encogimiento despreocupado. "Fue por eso por lo que Myne llamó tanto la atención. Podíamos verla, incluso antes de su bautizo, aunque no deberíamos poder verla. Siempre estaba rezando. Nunca dejó de hacerlo. Ni un solo día."

Asentí a sus palabras sin decir nada, respirando para calmarme. En este mundo divino debía controlar también mis pensamientos y sentimientos para evitar que me descifraran.

"No tienes que estar tan tenso." Dijo alguien a mi espalda, una mujer. "Mi sobrina es un poco caprichosa, sí, pero pasar tanto tiempo en el jardín dentro de un cuerpo humano de alguien bendecida por su padre de un modo tan potente la desequilibró. Debería volver a ser la de siempre cuando termine el juego." Me explicó la diosa Schutzaria, quien parecía un tanto incómoda.

Tratar con los dioses parecía más complicado que con los nobles. Era como volver a mi primer año como noble, pero con un nivel de juego mucho más difícil.

"¿Qué es este juego?" pregunté entonces, concentrándome en lo que importaba. Planeaba terminar rápido para volver con mi familia junto a mi esposa.

Observé a ambos dioses en espera de una respuesta, "No tengo los detalles", dijo el Dios de la vida dando un paso atrás, "mi subordinado te dará las reglas, pero yo debo retirarme ahora. Estoy débil y necesito descansar."

Cuando dirigí mi mirada a él noté que su cuerpo se transparentaba, como si se desvaneciera. Recordé entonces que usar la espada de Ewigeliebe y el escudo de Schutzaria al mismo tiempo era difícil porque se debilitaban mutuamente.

Rozemyne que poseía la bendición de todos los dioses podía usarlos a la vez sin que se afectaran, pero para la mayoría y para mi era difícil combinarlos. Uno siempre debilitaría al otro dependiendo del elemento que tuviera más fuerza.

Siendo ahora el inicio de la primavera, el dios de la vida se encontraba en su momento más débil.

Ewigeliebe sonrío y dijo: "Te estaré vigilando de cerca, Ferd. Deseo ver tu victoria." Y con esas palabras se despidió.

.

"¿Tienes alguna pregunta?", me cuestionó la diosa de la luz cuando Willkürspab terminó de darme las instrucciones.

"Tengo una, su santidad Versprechredi…" respondí a la reina y madre de los dioses, llamándola por el nombre que recibí durante mi tercer año.

Debido a la naturaleza del dios supremo, en cada texto se referían a ellos por sus títulos, sin embargo, debido a que el nombre se había grabado como fuego en mi cerebro, no pude evitar llamarla así —Versprechredi—. Quizás por eso mi voz se apagó apenas pronunciar el nombre, porque necesitaba confirmar que no había problema.

La diosa reina solo me miró en silencio, sin ninguna señal de corregirme o reñirme, por lo que me apresuré a continuar, "No es sobre el juego, ¿puedo hacerla aun así?"

"Adelante."

"¿Por qué Mestionora dijo que Rozemyne ya no pertenece al mundo de los vivos?" cuestioné.

El silencio se alargó por un par de minutos en tanto los dioses parecían mirarse unos a otros, moviéndose sin llegar a terminar de dar un paso, rascarse la cabeza o incluso hablar. Varios de ellos boquearon al mirarme, al menos, hasta que al final Schicksantracht, el dios de la oscuridad, tomó la palabra.

"Será mejor que mi nieta te explique."

"Dije que Myne ya no pertenece al mundo de los vivos porque ya no pertenece al mundo de los vivos. ¿Qué es lo que tengo que explicar?" preguntó la diosa que llegó en algún momento sin que me percatase.

"Lo que dices no tiene sentido."

La joven diosa me miró un segundo o dos antes de soltar un suspiro y darme la espalda. Mirando a los demás dioses, pregunto. "¿Por qué tengo que explicar cualquier cosa a alguien que robó uno de mis libros?" sus ojos volvieron a encontrarme durante un instante, antes de volver a apartar la vista, como si viera algo desagradable. Como si no soportara sostenerme la mirada. "Que lo hiciera Myne no importa, pero el anómalo…"

Mientras la escuchaba quejarse, algo en mi cabeza me gritaba que Mestionora estaba diciendo algo importante, algo que debía procesar con cuidado, por desgracia estaba ignorando esa voz no solo por la forma grosera en la que se refería a mi, sino porque podía distraerme analizando las palabras que no traerían respuestas a mis preguntas, perdiéndome las que si.

Me estaba esforzando por absorber cada una de las palabras que pronunciaran, guardándolas en mi mente para analizarlas después, aun si estar en este lugar me causaba malestar.

En algún momento dejé de escuchar voces y un sonido similar a campanas inundó la ¿…habitación?, el intercambio parecía ser entre el dios supremo y la diosa de la sabiduría.

"… bien. Lo explicaré, ¡Pero solo una vez!"

El sonido como de tintineo desapareció tan abruptamente que, si no hubiese estado prestando atención a los dioses, me habría costado procesar las palabras.

Mestionora me enfrentó con un ceño fruncido que delataba su molestia.

"La primera vez, cuando Myne subió la imponente escalera, era una niña antes del bautizo. Su hilo solo había dado cuatro vueltas en la tela. La recibí en mi biblioteca. Le di la bienvenida, pero ella comenzó a llorar. Como aun era muy joven, el libro precioso que estaba esperando, aun estaba en su poder de manera parcial y…"

"¿De qué estás hablando?" la interrumpí.

Su mirada se agrió, por lo que la diosa Gedulh se apresuró a explicar por ella.

Según parecía, cuando los niños nacen, nacen con los recuerdos de su vida pasada. Conforme crecen, esos recuerdos van desapareciendo, hasta que se esfuman por completo.

"Eso es algo que pasa en todos los mundos. Pero en este mundo, como los recuerdos son conocimiento, los recuerdos que desaparecen van transformándose en libros. Solo cuando los recuerdos son olvidados por completo, esa sabiduría se cristaliza como un libro en la biblioteca de mi hija."

Asentí apenas, murmurando un escueto "entiendo", mientras tomaba nota mental de analizar la explicación a profundidad después. En ese momento noté que la diosa de la tierra en realidad no debería reaccionar como lo hizo, por lo que, incluso si me salía un poco del tema, quería saber porque.

"¿Por qué? Bueno, porque le gustas a Ewigeliebe." Explicó con simpleza. Al parecer las historias de la biblia sobre como Gedulh aceptaba todo de su esposo eran ciertas.

"Myne dijo que tenía que volver, que no podía dejar a su familia así, otra vez." Continúo explicándome Mestionora después de que alguien la obligara. Como la orden sonó como campanas, no pude saber quién.

"Su cuerpo aún no se volvía una feystone, así que técnicamente podía volver, pero ella ya estaba muerta. Siguió suplicando, diciendo que al menos quería llegar a la edad adulta. Que esta vez quería valorar a su familia. Que no podía dejarlos tan pronto, así que accedí a ayudarla si ella me ayudaba."

"Debía volverse Zent." Murmuré sin poder evitarlo.

"Bueno, sí." Confirmó la diosa. "Debía volverse Zent, pero también criar a otros que pudieran volverse Zent. También debía vivir en el templo. Devolver un alma a un cuerpo era algo que nunca habíamos hecho."

"Ordené a Ordosneri que enviara un mensaje a su padre." Continuó la diosa Schutzaria. "El mensaje era sencillo, 'Myne debe vivir en el templo.' Solo cuando Myne estuviera en el templo, ella despertaría de su jureve."

Asentí sopesando las palabras, entendiendo ahora la afirmación de Mestionora.

Rozemyne hizo un trato del que nunca me habló, lo que solo podía significar una de dos cosas; no lo recordaba, o no podía contarlo. Estaba casi seguro de que era la primera opción. No se habría esforzado tanto por volverse… en realidad, ser declarada heredera Zent si hubiese recordado el acuerdo con la diosa.

Podía imaginar, debido al estado mental en el que se encontraba a finales del invierno, que recordaba su tarea por instinto aun si no era plenamente consciente de ella. Solo eso tenia sentido.

También explicaba muchas cosas.

Dejando de lado mi existencia, más que nada por la forma en que me llamó Mestionora, mi esposa se había movido toda su vida, desde su bautizo, siguiendo las ordenes que recibió la primera vez que murió.

'Bueno, al menos ahora sé que no lo hizo por mí.'

Rozemyne no confiaba en los nobles, por lo que tomó aprendices del templo, así como a plebeyos con maná y los educó. De los aprendices elegidos, una —Brunhilde— se volvió omnielemental, lo que pudo colocarla en el asiento de zent.

Brunhilde ya se había comprometido con Werderkaft para ese momento, pero de no ser así, Rozemyne no le hubiese prohibido rezar durante su graduación. Mi hermana habría sido señalada como siguiente Zent. Ella hubiese sido adoptada en la familia real en ese momento y al final, siendo la doncella azul que era, habría llegado a la sabiduría de Mestionora, volviéndose la primera Zent, —después de Rozemyne—, en 300 años.

Estaba seguro, por la forma en la que Mestionora me miraba, que mi presencia en el tejido alteró el patrón predicho en la tela de alguna manera que ninguno alcanzaba a comorender.

No quería sobrevalorarme, pero tampoco podía infravalorarme. Pensé en los momentos que pudieron ser diferentes usando como base los recuerdos que ahora estaban en mi mente:

Rozemyne habría aceptado la adopción de Zent cuando finalizó la guerra civil para escapar del acoso que sufría. Si la hubiera aceptado, se habría encontrado con su madre más temprano que tarde. Como una doncella del santuario y una seguidora devota de los dioses, Seradina la habría orillado a rezar más, quizás entonces habría recordado su promesa.

Sin mi presencia, incluso si no recordaba el trato, habría descubierto el camino a la sabiduría antes de su ingreso a la academia y se habría vuelto Zent durante su primer año, tras conseguir su schtappe.

Habría gobernado durante seis años en silencio y tras su graduación habría dejado el jardín en manos de Brunhilde.

Sin embargo, yo estaba presente.

En ese entonces, Rozemyne creía que ella era una flor y yo su dueño. Como tal, no podía alejarse de su dueño, aun si el acoso la hacia poner un pie en la altísima escalera con bastante frecuencia.

Si no me hubiese esforzado tanto por controlar la situación durante su tercer año, con el tiempo que pasaba en la biblioteca ella habría encontrado y recorrido todos los templos más temprano de lo que lo hizo. Fue solo el hecho de que le impedí que se perdiera en las letras lo que evitó que ella localizara los santuarios con antelación.

Si no le hubiese pedido que esperara, el momento en que Zent ordenaba su adopción en la familia real y su compromiso con Galtero, ella podría haber llamado a su sabiduría y cancelar esa orden. Se habría revelado como Zent solo para los presentes y habría orquestado todo para vivir con tranquilidad, educando a alguno de los hijos de Trauerquel para gobernar.

Si no hubiésemos estado compitiendo por el puesto de archiduque, la instrucción de no rezar nunca habría llegado. No sentía rencor a la instrucción, la agradecía. En ese momento la idea de volverme Zent ni siquiera estaba en mi mente y estaba seguro que ella habría evitado rezar también… si no hubiese querido obtener el titulo de Zent.

Mis ojos cayeron en el telar de Ventuhete, haciendo que soltara un suspiro pesado.

'Restaurar el patrón' era el juego elegido. Los dioses aflojarían algunos puntos en el tejido y era mi tarea volver a atarlos, algo que sonaba más fácil de lo que era.

Los dioses veían el paso del tiempo como una tela, pero para los humanos no era algo tan sencillo. No era imposibleque ganara, pero estaba por iniciar un juego que no conocía en nivel infierno, o sea que mis posibilidades de salir triunfante eran casi nulas.

'En retrospectiva, debí solicitar que se me permitiese elegir el juego.'

"Si hubieras elegido otro juego y ganado, al final habríamos tenido que mandarte al pasado." Murmuró Ventuchte con ansiedad mirando su tela con un poco de temor expectante. "Cuando los hilos se cortaran." Finalizó con seriedad antes de volver a vigilar su trabajo.

"¿… qué quiere decir?"

"Aunque no debíamos, interferimos mucho en el tejido, pero si no lo hacíamos el jardín iba a colapsar, así que aseguramos su supervivencia." Me explicó su santidad Flutrane. "El tejido es terriblemente frágil debido a eso."

"Si el juego fuese otro, habrías tenido que usar tu hilo para restaurar el patrón una vez que se rompiera, lo que habría acortado tu vida. Por eso y por la intervención de Ewigeliebe es que existe la posibilidad de que se arregle antes de que se rompa."

"¿Cómo funciona?" pregunté agradecido ahora que entendía lo beneficioso que era este juego para mí.

"En esencia, tu presencia teñirá la tela, eliminando nuestra influencia y, para conseguir eso, lo que hicimos nosotros debes hacerlo tu."

"Dicho esto, si piensas que no lo lograrás, puedes renunciar ahora y ahorrar tiempo. La vida que viste al llegar será tu vida y olvidarás todo esto. Corregiré el patrón y no tendrás que arriesgar el corte de tu hilo tan pronto."

Miré a la diosa del tejido un momento antes de negar despacio, rechazando la oferta, "No. Jugaré."

"Entiendo… bueno, no importa. Incluso si no renuncias, incluso si fallas, ahora que existe en la memoria de dos niños con alto maná el tejido se fortalecerá cuando suban la imponente escalera. Se restaurará el patrón a su estado original con bastante facilidad." Dijo la diosa.

"¿Eh?" el sonido salió de forma involuntaria, llamando la atención de Ventuhete sobre mi una vez más, "¿Qué es…? Quiero decir, ¿qué quiso decir con eso, su santidad?"

"¿Bueno? Lo que dije." Respondió con una voz tranquila inclinando un poco el rostro antes de volver la vista a su tejido. "La tela se tejió de forma diferente a lo planeado, pero el tejido planeado de alguna manera existe, ¿quizás debido a la interferencia de sus altezas reales? No lo sé." Dijo negando con suavidad. "Lo que sé es lo siguiente. El tejido que recuerda Myne es el tejido que debió ser. Los recuerdos del tejido actual se desvanecieron de su mente al llegar aquí. Estaba preparada para que el tejido se modificara cuando ella ascendiera, pero como su alma y su cuerpo no se han separado del todo, el tejido sigue en este estado indefinido."

Sin darse cuenta, la diosa del tejido reforzó mi determinación de ganar. No tenía sentido acompañar a Rozemyne a las alturas si ella no me recordaba, si se olvidaba de mí. Al mismo tiempo, no tenía sentido tratar de preservar mi vida si iba a olvidar a la persona que más amaba.

La promesa de vida que se me ofrecía habría sido suficiente para Tetsuo. Hubiese sido suficiente incluso para Ferd, pero no para mí. No para la versión de mí que existía ahora.

No sabía cómo lo haría, pero lo haría. Ganaría.

Sin embargo, antes de irme, existía una cosa que no podía dejar pasar. No existía garantía alguna de volver a tener una oportunidad como esta, de hablar tan libremente y recibir respuestas.

Volví mi mirada a la diosa de la luz, respirando hondo antes de volver hablar. "Su santidad Versprechredi, si no le importa, tengo una pregunta más. ¿Por qué Mestionora me llamó anómalo?"

Un nuevo silencio se extendió en la sala antes de que fuese el dios de la oscuridad quien me respondiera.

"Porque lo eres. No podemos llamarte de otra forma. Tu existencia es un misterio incluso para Ewigeliebe. Deberías ser un niño incoloro, pero no lo eres. Naciste con todos los colores, aunque tus padres no los tenían."

"Su santidad eso no…" los recuerdos del tejido que debió ser me abrumaron, callando mi respuesta. Eso era algo que ya sabia, aun así no impidió que murmurara en un estado atónito "…eso no es posible." Después de todo, era muy difícil de aceptarlo como la verdad.

"Y, sin embargo, lo es."

"Su santidad Schicksantracht… yo… este…" las palabras me abandonaron al no entender lo que eso significaba. "¿Cómo es eso posible?" logré preguntar al final.

Incluso si ahora sabia que era así, seguía sin tener sentido.

"Bueno, no lo sé. Lo que si sé es que Ewigeliebe prometió recompensarte si consigues las respuestas, sin importar el resultado del juego."

"Bien…, si eso es todo." Murmuré con una nueva motivación, listo para empezar. Una recompensa de un dios era algo que podía esperar debido a la promesa sobre la bendición de Daoareben. Mis expectativas aumentaron de manera considerable.

"Es todo, pero…" la diosa del agua Flutrane me miró con fijeza, logrando que me sintiera nervioso por la intensidad de su mirada. "Incluso ahora, no puedo verte con claridad. Aunque naciste en mi estación, desde tu bautizo ha sido difícil verte."

"Incluso si estabas bajo mi protección fue difícil para mí verte," suspiró la diosa del viento "a diferencia de Myne, tu presencia pasa desapercibida, pero al mismo tiempo, tu influencia en el tejido fue capaz de modificarlo."

"Pero… recibí sus bendiciones en la ceremonia de protección divina. Si no son capaces de verme, ¿cómo fui capaz de llamar su atención?"

"¿Uhm? Es una pregunta difícil de responder. No podíamos verte, pero podíamos ver como se modificaba el tejido alrededor de tu hilo. Ofrecimos las bendiciones en la ceremonia esperando que la existencia anómala se estabilizara, pero incluso después nada cambio." Explicó la diosa Schutzaria.

"Después lo intentamos una segunda vez, pero incluso mientras recorrías el camino, obteniendo las palabras para buscar la sabiduría, el resultado siguió siendo el mismo… por eso mi hija tardó en notar que tenías uno de sus libros. De hecho, robaste el libro sin que nadie te notara."

"Ah…" un suspiro salió de forma involuntaria, recordando el motivo por el cual mi esposa y yo compartíamos sabiduría. "Ahora lo entiendo. Si incluso ustedes tienen problemas para verme, tiene sentido que su santidad Airvermeen me confundiese con Rozemyne…"

"Ya que Airvermeen está confinado al jardín del inicio, si, tiene sentido…" murmuró Mestionora con un tono agrio y la mirada triste antes de recomponerse y continuar. "Nosotros no los confundiríamos, incluso con sus manás casi idénticos debido a que mientras Myne es fácil de ver, incluso si intenta ocultarse, tú permaneces oculto sin intentarlo."

De pronto tenia sentido que estuviesen tan dispuestos a responder mis preguntas. Mi existencia les intrigaba. Mientras llegaba a esta conclusión, alguien me llamó.

Mis ojos se abrieron con sorpresa al ver a Mestionora dándome una especie de hoja. En ella había círculos mágicos muy complicados, pero también incompletos.

"Son las instrucciones del brazalete que le di a Myne, pero no están completos. Será tu responsabilidad completarlo."

Estaba atónito y a punto de agradecer cuando comenzó a hablar, diciendo que solo lo hacía por Airvermeen que me quería a mí.

Mi simpatía se esfumó tan rápido como surgió.

"Si todo está aclarado…" empezó Willkürspab poniéndose frente a mi, mirando a la diosa del tejido para que se acercara a él.

La sonrisa como de un niño que se prepara para ir al parque de diversiones por primera vez fue lo que más me llamó la atención sobre este dios, haciéndome recordar que el sentido común de los dioses difería con creses del de los humanos.

Sus ojos dorados, más claros que los míos, estaban arrugados en una sonrisa expectante, mientras que su cabello gris sujetado en una larga trenza se balanceaba de un lado a otro, como si no pudiera contener la emoción.

"Juega un juego divertido. Juega con todo tu corazón para que sea cual sea el resultado, no tengas arrepentimientos", dijo sin dejar de sonreír, con inocencia casi infantil que parecía fuera de lugar en este momento.

Para mí este juego era un juego de vida o muerte, pero para los dioses solo era algo necesario y un poco divertido.

"Te enviaré ahora." Anunció la diosa del tejido, Ventuchte, mientras dirigía sus manos hacia mi. "A partir de ahora estas solo. Es mi tela, pero también es un juego. Mientras el juego esté en curso, no podremos intervenir. Aun así, ¿estas de acuerdo en continuar?"

"No renunciare ahora." Declaré lleno de determinación, "Solo juego juegos que pueda ganar, y este no será la excepción." Solté al final con una sonrisa irónica. 'Si, solo juego juegos que pueda ganar, ha sido así toda mi vida, incluso como Tetsuo.' Pensé para mí, redoblando…no triplicando mi determinación.

Un ligero asentimiento de la diosa y eso fue todo, ya no hubo marcha atrás.

Conforme mi vista se oscurecía, las palabras excitadas del dios de los juegos llegaron a mi: "¡Cuando vuelvas, enséñame todos los juegos divertidos de tu mundo anterior!"

Ignoré la petición.

El juego acababa de iniciar y yo necesitaba concentrarme.

.

Interludio. El Tejido que Debió Ser

"Ferd, alguien nos visitara pronto. En dos días. Pero es una reunión secreta. No puedes decir nada."

"¿Mamá?"

La mujer llamada Dana mostró una sonrisa incómoda a su hijo, quien la observaba esperando una respuesta.

Dana podía entenderlo, podía entender la confusión de su hijo, después de todo, se encontraban encerrados debido a la nieve y el viento. Las tormentas comenzaban a ganar fuerza, lo que solo podía significar que pronto aparecería el señor del invierno.

Aunque eso no era algo que los plebeyos supieran.

"No te preocupes por los detalles cariño, solo asegúrate de pedir el día al alcalde. Dile que enferme y tienes que cuidarme."

El pequeño de cabello celeste frunció el ceño, haciendo reír a su madre.

"No tengo que pedir nada, mamá. Soy un aprendiz. Ni siquiera debería estar trabajando durante el invierno."

"Bueno, entonces asegúrate de no trabajar el próximo día de la tierra."

"Entiendo."

Con la conversación concluida, la mujer soltó su cabello, permitiendo que la cascada rubia cayera a su espalda. Su hijo se sentó cerca y la ayudo a trenzarlo mientras hablaban de su día en la privacidad de la habitación en la que vivían durante el invierno.

Antes de acostarse a dormir, la mujer tomó algunas feystone pequeñas y se las tendió a su hijo quien comenzó a soltar el calor en su interior, asegurándose de solo soltar lo necesario.

Una vez terminado, se acostaron a dormir.

La semana pasó en un abrir y cerrar de ojos, y pronto el día de la tierra llegó.

Su madre lo levantó temprano, lo ayudó a lavarse el cabello y el cuerpo. No es que el muchacho estuviese sucio, en realidad, Ferd tenía el extraño hábito de bañarse todos los días, un hábito que empezó un día cuanta tenía cinco años y que en realidad lo ayudó a conseguir un aprendizaje con el alcalde.

Su madre sonrió mientras ajustaba su ropa pensando sobre lo que pasaría a continuación, después de todo, a sus casi diez años, el niño se había vuelto parte fundamental del pueblo, ayudando a los adultos a tratar con los sacerdotes durante primavera y otoño, y era esa habilidad la que necesitaba que mostrara ahora.

Pero primero… 'Mi niño, no seas tan necio con tus deseos…'

Dana rezó en su corazón para que su hijo superara ese extraño sentido de la responsabilidad que tenía y le impedía disfrutar su vida que, después de todo, estaba por cambiar para siempre.

Tres golpes sonaron sobre la ventana de madera, haciendo que la mujer rubia sonriera y se apresurara a abrir. Junto a la nieve y el frio dos hombres entraron en la habitación.

Ferd los miró con asombro en tanto se sacudían la nieve, apresurándose a la ventana para ver como habían entrado, sin encontrar nada que los hubiese ayudado a llegar al cuarto piso en el que se encontraban.

Fue entonces cuando los miró con atención.

Debían ser hermanos, aunque no se parecían mucho. Uno era un hombre grande y musculoso de cabello castaño y ojos azules, el otro era un poco más bajo y delgado. Aunque no lucía débil, su presencia daba la impresión de ser un escriba o algo similar. Los ojos de ese hombre eran de un color dorado que no era tan oscuro como la luna, pero se acercaba.

"Ferd, saluda a nuestros invitados."

La voz de su madre lo devolvió a la realidad, mientras se arrodillaba se dio cuenta de que esas personas eran nobles. Sus ojos aterrizaron en los anillos bautismales antes de que él bajara la cabeza por completo.

"Rezo por una bendición en agradecimiento a este encuentro fortuito, ordenado por el duro juicio de Ewigeliebe, para que el calor de Gedulh los conforte."

"Bwajaja."

La risa estridente de uno de los dos hombres lo descolocó de inmediato, haciéndolo levantar el rostro con la confusión escrita en él, levantándose antes de recibir permiso gracias a la conmoción que estaba sintiendo.

"¿Qué fue ese saludo, chico?" preguntó el hombre grande que acababa de reír, secándose las lagrimas formadas en la comisura de sus ojos.

"Es… no conozco un saludo adecuado para dar a los nobles en invierno, así que improvisé…" respondió con una sonrisa incómoda que trataba de ocultar el malestar en su interior.

"Veo." Respondió el mismo hombre, sonriendo con diversión mientras sujetaba su barbilla y asentía a sus palabras.

"¿No le dijiste a tu hijo porque estamos aquí?", preguntó el hombre de ojos dorados, hablando por primera vez, dirigiéndose a su madre quien solo negó despacio, "¿Puedo preguntar por qué?"

"Mi hijo tiene un extraño sentido de la responsabilidad y el deber. También tengo la impresión, bueno, como si se despreciara a sí mismo. Si le hubiese dicho el motivo de esta reunión, seguro habría encontrado el modo de faltar."

Su madre suspiró ofreciendo té a sus invitados y un asiento improvisado antes de continuar su explicación.

"Ferd es muy curioso, pero se niega a explorar lo que le interesa. Ha pasado tres años como asistente del alcalde, trabajando días extras sin casi remuneración. Mi esposo murió hace dos años, desde entonces, mi hijo se centró en volverse el hombre de la casa, aunque solo tenía siete años… cuando mi segunda hija siguió a su padre el año anterior, comenzó a buscar formas de contrarrestar mi enfermedad. Como si fuese su trabajo mantenerme viva y no al revés…" dijo ella con un suspiro, provocando que los hombres en la habitación abriesen los ojos con sorpresa.

"Sus preparados me han ayudado a aliviar los síntomas. Creo que alargó mi vida un año o dos, pero cuando le pregunté si se volvería sanador o investigador médico, dijo que esa vida no era para él." El entrecejo de Dina se frunció con preocupación y tristeza mirando a su hijo un momento antes de devolver su mirada a los dos nobles en la habitación. "Dijo que no lo merecía, que debía pagar el ser un hijo desagradecido durante su vida anterior."

"¡Mamá!" Ferd miró a su madre con traición en los ojos. El niño confesó a su familia tener recuerdos de haber sido un adulto una vez cuando tenia siete años, prometiendo atesorar y valorar a su familia en esta nueva vida.

"¿Recuerdos de una vida anterior? Nunca escuché algo como eso." Murmuró el más joven. "Me gustaría oír hablar de eso."

"¿Qué…?" el niño estaba aturdido ante la respuesta del noble, aceptando las palabras de un plebeyo con tanta facilidad.

"No puedo creerlo, pero no parece que mientas," explicó el noble, "es por eso que me gustaría saber más. Cuéntame sobre ese mundo, sobre esa vida… por cierto, mi nombre es Edgar, él es mi hermano mayor, Bonifatius."

"¿Quieren… escucharme?" preguntó aturdido.

"¡Claro! Vinimos a conocerte muchacho. Si tu madre habló de eso es porque lo considera importante."

Sin saber muy bien que estaba pasando o porque querían conocerlo, Ferd procedió a hablar de su mundo original, su vida pasada y lo despreciable que había sido como hijo.

"Para. ¡Detente un momento, muchacho! Creo que hay algo mal contigo." Lo interrumpió Bonifatius, "Es cierto que pudiste ser más considerado con los sentimientos de tu madre, pero no creo que ella te odiara. De hecho, por lo que entiendo, eras un hijo tan bueno, que ella quería que conocieras la felicidad que ella tenía."

"¿Eh?"

"Conocer una buena mujer, tener hijos, criarlos y verlos crecer con orgullo, ese era el deseo de tu madre. Ella quería que experimentaras la dicha que ella misma sentía."

"No…yo no…"

Su garganta se cerró y las lágrimas comenzaron a caer libres por sus mejillas. Su madre, su padre, incluso su hermana pequeña le habían dicho algo similar hace mucho tiempo, pero él lo descartó como amabilidad sin fundamento. Lo recibió como palabras vacías que trataban de aligerar su culpa. Fue curioso, pero finalmente pudo aceptarla, quizás porque esos hombres habían aceptado la situación y le brindaron su sincera opinión sin conocerlo ni juzgarlo.

Hablaron un poco más cuando lograron calmarle. Parecían fascinados con el mundo del que hablaba, al final anunciaron que volverían en tres días para medir su maná y revisar sus atributos.

Cuando estuvieron solos, su madre entonces le contó que Lord Edgar y el señor Maximiliano, quien ya había fallecido, se habían vuelto los benefactores de su familia unos años atrás, antes de que él naciera. Tiempo después, cuando ella estaba embarazada de él, debido a una serie de eventos que lo llevaron a nacer de forma más similar a un niño noble que a un plebeyo devorador, se decidió el modo en que los patrocinarían.

"… serian adoptados cuando cumplieran diez años, dependiendo de su maná, para permitirles vivir una buena vida."

"No entiendo… ¿Por qué nobles de alto estatus como ellos se volverían benefactores de nuestra familia?"

"¿Salvarle la vida a Lord Edgar te parece poco?"

El año anterior a su matrimonio, conocieron a Lord Edgar cuando quedó atrapado en un trombe. Su padre se había enfrentado a la terrible planta, liberando al hermano del recién ascendido Aub.

"Por favor, mamá, detente un momento."

Debido a toda la nueva información recibida, Ferd pidió detenerse. Necesitaba tiempo para aclarar su mente. Estaba agotado y necesitaba dormir.

Esa noche descansó como nunca en esa vida, sin el peso de la culpa y con la esperanza de una vida llena de investigación en ese mundo de magia y fantasía. Dejó que su mente se hundiera en la dulce inconciencia.

Esa primavera fue presentado como el hijo bautismal de Bonifatius.

La historia era que el niño había entrado en el ducado bajo la protección de Schutzaria. Su estatura un poco pequeña para su edad se debía a que fue envenenado y durmió en jureve por un año.

"Según la tradición, como Mestionora que recibió la protección de la pareja suprema y fue confiado a Schutzaria, Ferdinand ahora es un noble de Eisenreich, su pasado y su origen no importan, de este momento y en adelante, es mi hijo. Candidato a archiduque de Eisenreich."

Durante los saludos se sintió un poco agobiado, pero agradeció el no estar solo, acompañándolo se encontraban los hijos de su padre bautismal a quienes conoció un poco antes de que el invierno terminara.

Los hijos de Bonifatius y su primera esposa que lo acompañaban, eran Karstedt que era mayor que él y, Galtero y Eglantine quienes eran más jóvenes que él uno y dos años respectivamente. Aunque en realidad ellos no eran hijos del hombre, eran hijos reales.

Durante el invierno se decidió que seria bautizado como un candidato a archiduque, de modo que pudiese usar su conocimiento con total libertad, apoyándose en personas capaces que serían parte de su séquito.

Usando el conocimiento que tenía como antiguo plebeyo, preparó algunas industrias, la mayoría tardaría un poco en despegar, por lo que, como parte de su debut, comenzó con algo sencillo: juegos de mesa y material educativo como el karuta.

En su primer verano como noble asistió al bautizo de una joven llamada Rozemyne, hija del archiduque. Tenía el cabello de un tono medianoche y ojos como la luna.

Lucia como Mestionora.

Conocerla fue difícil. No pudo hacer nada más que intercambiar palabras de saludo en su bautizo; parecía mantener una barrera a su alrededor que imposibilitaba el acercarse. Ya que era su prima, se esperaba que interactuaran como colegas y rivales, pero la niña nunca le dirigió algo más que una mirada de reconocimiento.

Las pocas veces que interactuaron al encontrarse en los pasillos respondía con monosílabas, o en lo que pronto descubrió, se llamaba lenguaje antiguo.

Solo sonreía cuando había gente alrededor y dejaba de hacerlo cuando pensaba que nadie la observaba.

Pronto descubrió que la niña era también la Sumo Obispa del templo. Fue en el otoño durante el funeral de su madre. Dina se presentó dentro de la familia de su padre como si fuese su niñera, la encargada de llevarlo al ducado del viento y cuidarlo mientras estuvo dormido en jureve. Se presentó como una mednoble a los demás asistentes para evitar preguntas innecesarias y, debido a esto, se le ofreció un funeral noble.

Al ser dentro de la familia ducal, fue Rozemyne quien lo presidio.

Fue desconcertante ver a la pequeña niña sostener una espada sin vacilar, perforando el cuerpo y transformándolo en una pequeña feystone.

Ferdinand la recibió, y la guardó. Seria la base para las herramientas infantiles para sus futuros hijos, la feystone de su padre y hermana habían sido usadas para su propia herramienta infantil, permitiendo que mantuviese algo de su familia con él en todo momento.

En el invierno recibió una capa bordada por su difunta mamá, quien había trabajado en ella con esmero mientras su vida llegaba a su final junto a su madre bautismal. Dina había trabajado deseando acompañarlo de esa forma. Su madre, Amaretta quien conocía la verdad sobre Ferdinand y su origen, la había completado, compartiendo los sentimientos de la difunta mujer.

Ferdinand se sorprendió un poco de ver a la pequeña Sumo Obispo mientras se realizaban los bautizos y debuts, presidiéndolos con una solemnidad y gracia que superaba con creses y parecían fuera de lugar en referencia a su apariencia juvenil, mientras cumplía sus funciones.

Se sorprendió aun más cuando la observó dejando su propio debut para después del almuerzo con tal de cumplir con sus responsabilidades.

Mientras la veía tocar entendió porque se referían a ella como la princesa santa. La pequeña había convertido su canción en una bendición, …antes de desaparecer apenas terminó.

A juzgar por las reacciones dentro del salón, no era la primera vez que eso pasaba.

Su primer año en la academia fue… decepcionante. Sus maestros le dijeron que aprendía a una velocidad vertiginosa, pero Ferdinand no creía que fuese cierto. Viendo ahora los exámenes que tenía frente de él, recordó que, de hecho, él curso la educación universitaria y varias especialidades.

Ferdinand terminó con mucho tiempo libre durante su primer año, tiempo que usó para revisar las optativas de las distintas especialidades y pasar tiempo en la biblioteca.

Durante su estadía en la biblioteca se encontró con un grupo de jóvenes, mujeres y varones que usaban la capa de su ducado, pero no los recordaba, más tarde descubrió que eran sacerdotes y doncellas del santuario que estaban entrando a la sociedad noble bajo la tutela de Rozemyne.

Ferdinand jugó algunos partidos de ditter y gweginen, incluso participó en un torneo amistoso. Su primer año como estudiante terminó de esta forma.

De primavera a otoño, sus días transcurrieron con rutinas similares. En algún momento comenzó a educar a sus hermanos menores. Galtero era inteligente, pero su atención solía desviarse mucho hacia la extraña princesa quien apenas aparecía en la sociedad noble.

"Está enamorado de ella." Le reveló su hermana menor con una risa logrando que el peliazul se sonrojara.

"Si quieres mi consejo, concéntrate en tus estudios, Galtero. Ninguna mujer podría interesarse en alguien que es más tonto que ella." Le dijo con una sonrisa irónica, logrando que todo el cuerpo del niño se tensara. "Según escuché de los profesores, ella es muy lista. Absorbe la información que recibe como una esponja, e incluso le ganó a su padre y a su hermano mayor en juegos de gweginen, todo para ganar el derecho de permanecer en el templo."

"Espera, ¿me estas diciendo que ella desea permanecer en el templo?" preguntó su hermano, aturdido.

"Eso escuche. Ella no me habla, no habla con nadie de hecho. Así que no lo sé."

"Pero…"

Ferdinand respiró. No tenía ninguna experiencia real con mujeres, así que estaba hablando con meras suposiciones.

"Escucha, algo me dice que ella no es fácil de abordar y que si intentas forzarla, solo te alejará. Te sugiero que intentes demostrarle que puedes ponerte de pie como su igual. Intenta aprobar rápido y de forma eficiente tus clases. Consigue libros para ella. Estudia el lenguaje antiguo…"

"Para no hablar con ella sabes mucho acerca de Rozemyne." Lo acusó Galtero con sospecha en los ojos.

"…para estar enamorado de ella no le prestas mucha atención, hermano." Murmuró Eglantine con atónita impresión.

"¿Eh?"

"Hermanito… Rozemyne pasa todo su tiempo en el castillo dentro de la biblioteca, y su canción de debut estaba en lenguaje antiguo en lugar de lengua vernácula moderna. En realidad, siempre habla en lenguaje antiguo." Explicó Ferdinand con una sonrisa irónica. "Los maestros también hablan de ella como si hablasen de una sabia."

Después de vacilar un momento, Galtero respondió: "…me esforzaré."

Ese invierno aparecieron también estudiantes que no conocía. Le dijeron que eran otros azules del templo. El grupo parecía estar creciendo de forma constante. Los jóvenes ignoraban las burlas y los comentarios mordaces de aquellos que los llamaban flores del templo, demostrando una inteligencia y habilidad que rivalizaba con la suya.

Ese año como el anterior, Ferdinand se elevó como el mejor de su grado, pero no estuvo solo. Bonifatius sonrió con orgullo cuando sus dos hijos menores obtuvieron tal reconocimiento. Lo único que logró agriar su humor fueron los comentarios del primer príncipe murmurando que debían convertirse en sus vasallos.

La primavera llegó poco después. Siendo la temporada de cambios que era, se reveló que Galtero y Eglantine volverían a la familia real como hijos adoptivos. Para sorpresa de todos, Rozemyne, la hija del archiduque, aceptó volverse una princesa junto a sus primos. Le extendieron esa misma invitación, pero con la casa ducal perdiendo tres candidatos, rechazó la invitación.

"Quizás cuando llegue a la edad adulta."

La mudanza de sus hermanos estaba programada para el otoño, pero la hija de Adelbert, partió en silencio ese mismo día, rodeada en una bendición negra y dorada.

Ese año una gran cantidad de sacerdotes y doncellas entraron en la sociedad noble bajo la protección de Rozemyne, quien accedió a recibirlos y educarlos con la condición de que no abandonaran el templo.

Fue un duro golpe para las familias nobles que intentaron recuperar a sus hijos, quienes aceptaron seguir a la llamada princesa santa sobre volver a sus familias.

El siguiente invierno llegó con una sensación de incomodidad. Tras la mudanza de Rozemyne, tras recibir una carta de la niña, descubrieron que Gloria, la asistente principal de la primera dama, estuvo envenenando a la pequeña desde que llegara al ducado.

En la carta no se había escrito el nombre de la culpable y en realidad, el texto velado, señalaba a Lady Verónica como la criminal, lo cual desencadenó en una investigación donde atraparon a la verdadera responsable.

Sin embargo, incluso con la culpable detenida, Rozemyne no regresó. Nadie la obligó, nadie tuvo una palabra para darle ni para brindarle consuelo.

Entendieron porque la joven había escapado del ducado.

Pronto llegó el momento de la ceremonia de protección divina, Ferdinand consiguió 18 bendiciones y fue invitado a las alturas donde recogió su voluntad divina. Su tío, Aub Eisenreich lo tranquilizó diciendo que era normal que aquellos con siete atributos lo recogieran ahí.

Una semana después de que las clases iniciaran, Brunhilde, una joven asistente de la princesa Rozemyne fue adoptada por el rey y su tercera reina. La joven tenía siete atributos y se consideró que era apta para volverse una hija real.

Una capa negra bordada adornó a la joven nueva princesa tan pronto como el contrato se firmó. Era claro que se había preparado con antelación, sin embargo que una doncella del santuario fuese adoptada por el rey, fue un acontecimiento sin precedentes. Aun así, la adopción se llevó a cabo y siendo la decisión de zent, nadie fue capaz de protestar.

Brunhilde dejaría el templo de Eischiere tan pronto como las clases terminaran.

Varias semanas después, cuando quedó al descubierto que Ferdinand tenía siete atributos, se repitió la solicitud de adopción. Si aceptaba, tomaría lugar como el primer príncipe y al igual que Brunhilde, seria recibido en la primavera, pero de nuevo lo rechazo. No le interesaba la política. Al hablarlo con su padre, decidieron que lo incluirían en la competencia por Aub.

Ese año y pese a que la joven Rozemyne aun no se inscribía en la academia real, la encontró con mucha frecuencia en la biblioteca subterránea. Le sorprendió un poco la primera vez que la encontró ahí. Con un libro en sus manos, la pequeña de nueve años sonreía de manera pacífica… hasta que se percató de él. Cerró el libro, lo dejó al shumil y se dispuso a salir.

"No necesitas irte."

"No debería estar aquí." Respondió de manera cortante y con esas palabras, despareció envuelta en un remolino de luces negras y doradas.

Quería saber como lo hacia, pero sabia que la niña no le respondería. Además era muy probable que se tratase de una herramienta perteneciente a la familia real.

Pese a que era un candidato a archiduque, Ferdinand tomó varias clases optativas de caballería y erudición. Fue durante un partido de ditter, que la volvió a ver.

"…si no lo consigues no hay nada que hablar, hermano."

"¿Si lo consigo te volverás mi diosa de la luz?"

"No. Esa será Brunhilde. No estoy interesada en portar la corona del dios supremo, mi destino es ser Mestionora."

"Volveré a preguntarte cuando veas que soy apto."

"Galtero, el dios supremo que gobierna en las alturas son dos. Mestionora que es amada por ambos custodia el conocimiento y otorga sabiduría. Ella jamás ocupará el asiento más alto."

Muy tarde se dio cuenta de que había entrado a un castillo oculto por alguna herramienta de ocultamiento, pues Galtero había caminado hacia la salida y desaparecido.

"¿Tienes la costumbre de espiar a las personas?"

Le tomó un momento notar que le hablaba a él. No sabia como la princesa había reparado en su presencia, "…no, me estaba escondiendo y entré aquí por accidente." Explicó con una sonrisa irónica, tratando de eliminar el ambiente pesado.

"Veo. Estas en mi palacio, ¿sabes? Sal de aquí antes de que te acuse de espiar a una princesa soberana."

No pudo protestar. Cuando sus ojos cayeron en ella, notó que la princesa estaba descalza, usando algún atuendo ligero en medio de la nieve. "Te enfermarás." Dijo sin poder contenerse. Ella era mas joven que su hermana después de todo.

"No lo haré, tú y mi hermano Galtero entraron en medio de mi purificación. La ceremonia de dedicación iniciara pronto y siguen interrumpiéndome."

"…"

"Soy la Sumo Obispa Soberana, por si te lo preguntas."

Solo asintió, confundido antes de retirarse.

'La envenenaron desde que tenia cuatro', se obligo a recordar, 'No es de extrañar que sea tan cerrada o devota…'

"Mamá," la voz suave y amable, tan diferente a la usual lo hizo voltear por la sorpresa, encontrándose con una joven mujer de cabellos plata y ojos de sol. "¿empezamos?"

En la primavera, tras la conferencia de archiduques, descubrió que esa mujer era la madre biológica de Rozemyne, quien se acababa de volver tercera reina luego de que la difunta reina Ralfreida perdiera la vida tras un año de enfermedad.

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El invierno siguiente, la princesa santa entró en la academia. Su uniforme era mayormente blanco, con pocos adornos en negro, más similar a las túnicas del templo que a ropa noble.

Era una moda extraña, pero no desconocida. Los nobles azules usaban trajes similares, pero los suyos eran negros en su mayoría con solo algunos toques de azul.

Daba la impresión de que estos nobles del templo estaban orgullosos de pertenecer a la vida eclesiástica, contrastando con la opinión pública.

La princesa terminó sus clases a la primera y después desapareció, encerrándose en su villa o en la biblioteca.

A pesar de conseguir el mejor de primero, Rozemyne no se presentó al torneo interducados, y la mañana siguiente, asistió para celebrar a los nuevos adultos.

Sus ojos no abandonaron el escenario, pero no veía a los danzantes que interpretaban a los dioses, veía algo más.

Esa noche, antes de que los nobles volvieran a sus ducados, las fronteras se redibujaron.

Cuando la conferencia de archiduques terminó, recibieron la noticia. El territorio que pertenecía a Klassengberg, incluyendo el antiguo Zausengas, se había dividido en dos ducados. La familia ducal había sido acusada de traición, la rama principal fue ejecutada y la secundaria degradada.

Durante su cumpleaños número 14, Ferdinand inició un viaje de estudios, queriendo descubrir si podía recrear la tabla periódica. La verdad era que ya había comunicado esta idea a su padre y algunos eruditos comenzaron a investigar sin saber bien que buscar, por lo que ese año se integró a la búsqueda.

Fue durante el otoño, mientras explotaba unas minas que sus eruditos celebraron algo. Más tarde le informaron que las minas que se habían extinguido algún tiempo atrás volvían a tener joyas preciosas, los eruditos y la gente de la zona afirmaban qué era un milagro y él tuvo que estar de acuerdo con eso.

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Finalmente llegó el momento de su graduación. Ferdinand recibió el honor de danzar como dios oscuro al lado de la princesa Bruhilde.

Él se había esforzado por no ser dejado atrás luego de que la viera girar por primera vez durante su tercer año.

A media danza, un círculo se dibujó a sus pies y, cuando la música se detuvo, su compañera desapareció solo para reaparecer en lo alto del altar unos momentos después.

Sin saber que pasaba, se vieron obligados a continuar.

Finalmente, las ceremonias terminaron y él regreso al ducado.

Se mudó a la soberanía durante la primavera

Oficialmente había aceptado sustituir a la maestra Briggita como profesor del curso de candidatos hasta que alguien pudiese tomar su lugar. Extraoficialmente estaba buscando una candidata a novia, pues desde que despertara su detección de maná, el no había sido capaz de sentir a nadie. Ser maestro le permitía buscar una novia de forma discreta.

Primero se encargaría de buscar a alguien con quien coincidir y después se preocuparía por lo demás. No sería muy diferente del matrimonio que su madre había concertado para él durante su vida pasada.

El invierno llegó, fue entonces que se percató de que podía sentir a una sola persona. La princesa Rozemyne. Pero el maná de la joven lo superaba con creces, si la niña siguiera comprimiendo, dejaría de sentirla.

Pensando sobre eso, se acercó a ella en la biblioteca, ofreciendo un cortejo. La joven era difícil, sin embargo para Ferdinand, parecía la única alternativa. Se recordó que una mujer noble debía casarse, seria inaudito que una princesa no atara sus estrellas a un dios oscuro.

Ferdinand incluso se ofreció como Yerno, en caso de que la joven no quisiese dejar a su madre ni volver al ducado donde fue herida. Sin embargo, su respuesta, lo desconcertó.

"Mestionora jamás se levantará el pelo, del mismo modo, mi cabello permanecerá suelto hasta que el hilado de Dregarnuhr se detenga para mi."

Su rechazo fue extraño y carecía de sentido, no entendía que tenia que ver la diosa de la sabiduría en los asuntos de Liebeskhilfe.

Decidió esperar y solicitar su opinión al Zent, sin embargo, en algún momento mientras el invierno llegaba a su fin, dejó de sentirla, obligándolo a descartar su plan y seguir con el original.

Durante la graduación de su hermano menor, Galtero, al igual que con Bruhilde, el círculo se iluminó bajo sus pies, pero a diferencia de la joven doncella azul, no desapareció.

El tiempo siguió pasando sin que nada cambiara. De primavera a invierno, sus días se llevaron de investigación y experimentación, llenándolo de dicha al vivir una vida en la que podía investigar con toda, perdiéndose durante largas campanadas e incluso durante días en la belleza de obtener respuestas y ver como una herramienta tras otra se completaba, recreando incluso cosas de su vida pasada.

Sin embargo, todo cambió cuando la princesa Rozemyne se graduó.

Ese año, de forma similar a lo que pasara durante su debut, la princesa se dejó de lado en su propia graduación. Su cabello permaneció suelto y sin adornos, dándole una apariencia sencilla.

Ferdinand recordó las palabras con las que lo rechazó varios años atrás. Observó que incluso la túnica que usaba le llegaba hasta la pantorrilla. Si no se volvía adulta, no podía atar sus estrellas. Fue un curso de acción ilógico, pues sin importar si se recogía el cabello o no, ella ya era una mujer adulta. Esa fue la primera vez que pensó en Rozemyne como una niña inmadura… al menos hasta que ella habló.

"Nobles de Yurgenschmidt, escuchadme." Dijo de pronto, parándose en el escenario de la danza de dedicación. Rozemyne habló de la fundación del país y afirmó que los dioses eran reales.

"Hace muchos años la familia real se fundó y con su fundación se perdió el camino verdadero. Hoy estoy aquí, revelando esta verdad para que no sigan viviendo en la ignorancia. Hoy estoy aquí para nombrar un nuevo Zent y devolver el orden al jardín de los dioses."

La princesa Brunhilde se puso entonces de pie, escoltada por su esposo Galtero.

Rozemyne les otorgó una bendición y la joven elevó su mano cantando "Grutishet."

Jadeos de sorpresa llenaron el lugar. Cuando los ojos de los nobles se enfocaron en el palco una vez más, notaron que Zent Traokvar no estaba en él.

La joven habló entonces de como no debían culpar a los descendientes, pues ellos fueron educados con mentiras, en cambio culpó a los archiduques del pasado por permitir que un solo candidato a Zent decidiera el destino del país. Los culpó por dejar la verdad en el olvido y permitir que el templo se volviese un lugar de depravación.

Ella entonces se arrodilló, rezando antes de realizar una danza votiva. Fue mientras giraba qué desapareció y nunca se le volvió a ver.

La joven que una vez fue comparada con Mestionora desapareció sin dejar rastro. Algunos incluso afirmaron que la niña era en realidad la diosa que descendió al reino de los mortales para arreglar el tapiz. Esa teoría solo se fortaleció cuando toda evidencia de su existencia desapareció.

"Una vez Mestionora se presentó en la academia, pero sin importar a quien le preguntes, nadie recuerda haberla conocido." "No, los sacerdotes y doncellas que entraron a la sociedad noble bajo su cuidado la recuerdan. Ellos dicen que no era Mestionora, si no como Mestionora." "Escuché que la Zent fue una doncella de santuario." "Se dice que Zent Brunhilde tiene un libro que es la única evidencia de que esa Joven existió. Las tendencias escritas ahí ayudaron a estabilizar su reinado." "¿Cómo se llamaba esa joven? Buena pregunta, nadie recuerda su nombre.

Cinco años después, cuando las cosas se calmaron, Ferdinand regresó a su ducado. En todo este tiempo no conoció a ninguna joven que coincidiera con él y aquellas cuyo maná se le acercaban, eran muy jóvenes. Él ya tenía 25 años, y las niñas tenían 12 o 13. La diferencia era mucha para él, por lo que decidió renunciar a la búsqueda.

Esa primavera, tras la conferencia de archiduques, la princesa santa volvió a aparecer. Lucia igual que el día que desapareció. Su cabello suelto a la espalda, mientras usaba túnicas ceremoniales, sin embargo, estaba envuelta en un aura divina.

Sin permitir que alguien hablara, se despidió de su padre y dijo que su tiempo en ese mundo, su tiempo incluso en las alturas, se había terminado.

"… esta vez quería apreciar a mi familia. Los amé, realmente los amé, y no les guardo ningún rencor. Quería que lo supieran. Papá… gracias por no detenerme, pude reencontrarme con mi amada madre en el templo tan pronto como me fui. Gracias por recibirme y cuidarme. Los amo."

"¿Hija, qué…?

"Aunque no podamos reunirnos en las alturas, quiero que sepan que disfruté el tiempo extra. Mi hilo se cortó muchas veces cuando era joven. De hecho, estaba tan desgastado cuando me bauticé que los dioses intervinieron para que pudiera llegar a la edad adulta… casi toda mi vida, fue tiempo prestado."

El ambiente solemne cubrió la habitación. Todos sabían de que hablaba la joven. No tuvieron palabras de disculpa, ni lograron expresar sus lamentos. La voz del archiduque y la familia ducal parecía haberse perdido en ese instante.

Incapaces de ofrecer nada, bajaron la mirada, conteniendo las lágrimas.

Entonces sus ojos se encontraron con los de él.

"Ferd. Tengo un mensaje de los dioses para ti." Dijo la joven acercándose. "Mi hilo se cortó muy pronto, afectando el hilar de Ventuhete. Liebeskhilfe decidió que enredara nuestros hilos antes de partir a otro mundo, esperando que el próximo tejido en el que participemos sea firme y hermoso, y no frágil y monótono como este."

La joven volvió a desaparecer y, un año después, mientras investigaba en su laboratorio, Ferdinand falleció. El único arrepentimiento que lo acompañaba fue no lograr cumplir el deseo de su madre.

En el momento de su muerte, a pesar de estar solo, el joven se despidió. Las palabras que abandonaron sus labios llenando el lugar fueron de gratitud y pesar. "Gracias por aceptarme en su familia… mamá… la próxima vez… la próxima vez lo lograré."

Esa noche, como si la espada de Ewigeliebe lo hubiese atravesado, solo una piedra fey quedó en el lugar.