Entre el pasado y la sociedad

Kagome

Salí del edificio casi sin mirar y frené al primer taxi que se atravesó en mi camino. Al llegar a casa me quité la ropa y me di una larga ducha, tratando de borrar todo rastro de lo vivido la noche anterior.

Todo rastro.

Salí de la ducha y miré con odio la ropa tendida en el suelo.

Descuida, Kikyo es de tu talla.

- ¡Pues dale todo a esa perra, Inuyasha! - tomé sus prendas y las coloqué en el interior de una bolsa de basura. - Tienes más de donde salieron esas, idiota.

Me senté en la pequeña mesa del living, con mi café entre mis manos y me quedé contemplando la nada, a la espera de que la bebida redujera un poco el mal humor.

Inuyasha y Bankotsu son demonios... ¿Cómo es posible que aún existan en este mundo?

Crecí en un templo, por ende la existencia de demonios y engendros había sido parte de mi vida desde pequeña y no, no porque hubiese visto o tenido alguna experiencia con alguno, si no porque las historias que el abuelo nos contaba estaban cargadas de realismo y, en ocasiones, de datos históricos, así como también algunas leyendas.

Leyendas...

- La... leyenda de la Perla de Shikon. - murmuré, dejando mis labios entreabiertos sobre la cerámica fría de la taza.

Inuyasha mencionó algo sobre la Perla, pero... ¿Qué era?.

Cerré mis ojos, apretándolos con fuerza mientras trataba de recordar la historia que me había comentado, la historia de su vida.

- ¡Vamos, Kagome! No puedes haberte olvidado de algo tan importante sólo porque te pusiste celosa.

¿Celosa? ¿Acababa de decir celosa? ¿Estaba admitiendo que estaba celosa?

- ¡No! - me puse de pie. - ¡Yo no estoy celosa de esa tal Kikyo! - grité. - ¡Inuyasha también quiere tener sexo conmigo! ¡No tengo nada que envidiarle a esa mujer!

¡¿Pero que demonios estoy diciendo?!

- Definitivamente perdí la cabeza. - suspiré, sentándome nuevamente y tomando mi móvil.

Rápidamente ingresé al navegador y busqué Leyenda de la Perla de Shikon. Los resultados salieron de inmediato y presioné el primer artículo que apareció. Comencé a leer y los primeros datos, los cuáles hablaban sobre su origen y función, me parecieron irrelevantes, sin embargo, mi móvil casi cayó de mis manos al leer aquel nombre.

- Kahori. - murmuré.

Ese es el mismo nombre de la mujer que Inuyasha mencionó.

El nombre de Kahori estaba remarcado, por lo que al tocarlo una nueva pestaña se abrió.

Mis ojos se dilataron ante aquella imagen que ilustraba el artículo. Por supuesto que se trataba de un retrato hecho por una persona moderna, es decir, no significaba que así hubiese sido ella en realidad, pero el simple hecho de imaginármela de esa manera hacía que comprendiera el porque Inuyasha se pudo haber interesado en ella.

- Es... hermosa. - susurré.

Y realmente lo era. En la ilustración se la veía con una radiante sonrisa, además de unos ojos grises hipnóticos. Estaba vestida con el traje tradicional de la época y sobre su hombro llevaba un arco y unas flechas.

- Kahori... ¿eres la misma mujer de la que Inuyasha se enamoró? En ese caso... ¿Qué sucedió?

Por alguna razón tenía la idea de que era imposible que ellos se hubiesen separado por propia voluntad, mucho más teniendo en cuenta lo que él me había relatado.

- ¿La amabas?

- Más que a nadie en el mundo.

Mi pecho se apretó un poco ante aquel recuerdo y no pude evitar sentirme triste. Tenía la ligera impresión de que Inuyasha era un ser bastante diferente cuando estaba enamorado, sobre todo por la forma tan dulce, cariñosa y nostálgica con la que me la describió.

¿Acaso seguirá enamorado?

- Pero que cosas me digo... por supuesto que sigue enamorado.

No podía apartar mis ojos de los suyos, sin embargo quería saber un poco más de su historia por lo que continué leyendo. Tapé mi boca ante la línea que respondía mi pregunta. Según esto, aquella sacerdotisa había sido asesinada a manos de un yokai que le arrebató la perla.

- Por dios... eso sucedió... por eso Inuyasha estaba nostálgico al hablar de ella.

Kahori... la mujer que amaba... fue asesinada.

Una mezcla de emociones me envolvieron en ese momento y no pude evitar sentirme triste por todo lo que ambos habían tenido que vivir y culpable, ya que tenía la sensación de que estaba husmeando en su pasado, en su privacidad, en aquello que me había dejado claro que no podía decirme y, con toda probabilidad, yo lo acababa de descubrir.

Antes de que mi mente prosiguiera, el nombre de Rin apareció de golpe en la pantalla y volví a erguirme de mi silla.

- ¡Rin! ¡Lo siento! Se me hizo tarde... perdón, perdón... - respondí la llama y me dirigí a mi habitación en busca de mi ropa.

- Tranquila, Kag, esta bien, de hecho llamaba para preguntarte si Sango estaba contigo.

- ¿Sango? - dejé el móvil sobre la cama mientras me vestía. - No, no he sabido de ella, ¿por qué preguntas?

- Porque estuve llamándola toda la mañana y no responde, ¿crees que le habrá sucedido algo?

- ¿Qué podría sucederle, Rin? - sonreí, calzándome mis zapatos y tomando las cosas restantes. - Estoy segura de que, cuando menos lo esperes, ella llegará. Estoy en camino, ¿si? Quédate tranquila y nuevamente lo lamento.

- Gracias, Kag, te espero.

Corté y me detuve en el baño, mirándome al espejo.

- Maldición... pensé que no iba a notarse.

Me maquillé los moretones en la mejilla y parte de la nariz. Una vez que estaba segura de que nadie se daría cuenta, salí del departamento rumbo al trabajo.

No necesito que nadie más, aparte de Inuyasha, sepa lo que sucedió anoche.

Inuyasha.

- Descuida, Kikyo es de tu talla.

Inmediatamente me arrepentí de haber pronunciados esas palabras.

Idiota, después de todo lo que Kagome pasó no tienes que hacer estas estupideces.

Me quedé en silencio, esperando que volteara para que su mirada me desarmara y así disculparme, sin embargo no lo hizo. Tomó sus cosas y, con paso firme, salió del departamento.

- Maldito orgullo... imbécil. - murmuré, suspirando y restregando mi frente con la palma de mi mano. Me dirigí al sofá y me senté.

Comencé a caer en cuenta de todo lo que había sucedido la noche anterior, desde la batalla con Bankotsu, pasando por el delicioso momento que vivimos con Kagome en la ducha y finalizando en aquella charla en la que había revelado demasiada información.

- Si Miroku se entera no habrá vuelta atrás. - murmuré, recostándome.

¿Qué debía hacer? Las reglas que yo había aceptado eran claras, no tenía intenciones de abandonar aquel pasatiempo y, como si ya no tuviera suficientes problemas, Kagome no sólo era la ex novia de uno de mis enemigos, si no que también estaba contemplando un futuro con Koga. Entonces, ¿Qué lugar iba a tener yo en su vida? Si, podía fallármela y ya, pero...

Menee la cabeza, quitando todos aquellos estúpidos pensamientos de mi mente. En ese momento, un mensaje de Totosai llegó.

- Bien, con que Saoto ya llegó. - sonreí.

El plan ya estaba en marcha y era muy tarde para echarse atrás, después de todo, si no podía usar esto para acercarme a Kagome, al menos me lo guardaría para cuando lo necesitara.

Tomé mis cosas y me dirigí a la mansión. Durante el trayecto mi mente se enfocó en otras cosas, ya no deseaba pensar en Kagome o mi pasado con Kahori, ya que cada vez que su rostro regresaba a mi mente el dolor era insoportable.

Aún después de cien años...

Sin embargo, el pensamiento que desplazó los demás no fue precisamente el más ameno.

- Padre. - murmuré, apretando las manos en el volante. - ¿Dónde mierda te metiste?

Inicio del flashback.

Ingresé a la oficina de Taisho, suspirando el clara señal de frustración.

- Espero que esto sea importante, padre. - me quejé. - Estaba adelantando un proyecto que si me interesa.

- ¿Cuál? - intervino Sesshomaru. - ¿La construcción en tus absurdos videojuegos?

- No comiencen ustedes dos. - Toga Taisho intervino antes de que pudiese responder. - Este es un asunto serio y no tengo mucho tiempo.

Su mirada pasó por ambos y supimos que de verdad algo muy malo había pasado.

- ¿Qué ocurre? - mi hermano se animo a preguntar.

- Zero está desaparecida.

Ambos compartimos una mirada que, para cualquiera que nos observara, se podría percibir como fría, sin embargo había sorpresa y confusión en nuestros ojos.

- ¿Y eso en que nos incumbe a nosotros?

- Kirinmaru piensa que estoy involucrado.

Fin del flashback.

Aquellas palabras aún resonaban en mi mente y es que, en el fondo, aún no comprendía del todo lo que estaba sucediendo. ¿Quién se llevaría a Zero? y ¿Por qué?

- Quizás se trata de alguien que quiere que se desate una guerra nuevamente. - murmuré, recordando rostros del pasado, rostros que deseaba dejar en el olvido.

Reaccioné al darme cuenta de que estaba frente a la mansión, por lo que descendí y tomé mi móvil, tecleando el mensaje para Sango. Me detuve frente a la puerta de la oficina y, antes de enviarlo, el sonido de unos gemidos entremezclaron con suspiros, llegaron a mis oídos.

¿Acaso...?

Ingresé de repente y me encontré con aquella escena que, por un momento, pensé que me estaba imaginando. Los ojos de Miroku se encontraron con los míos y, tuve que ahogar una carcajada.

Sango Saoto había hecho las cosas mejor de lo que me hubiese imaginado o planeado.

Rápidamente él salió de su interior y volteó, acomodando su ropa al mismo tiempo en que Sango tomaba la suya y descendía, saliendo corriendo de la oficina no sin antes dedicarme una mirada fatal.

¿Qué? Yo no te pedí que llegaras a tanto.

Traté de transmitirle aquel pensamiento con la mirada y, en el fondo, tenía la esperanza de que lo hubiese captado.

La puerta se cerró a mis espaldas y un silencio, incómodo para Miroku, invadió el ambiente. Comencé a mirar sobre el escritorio y noté que los papeles que normalmente él solía utilizar para los pedidos se encontraban allí.

Porque, muchas veces, las respuestas se encuentran en los pequeños detalles.

- Ni se te ocurra decirme que esto fue un encuentro por placer y ya. - pronuncié mientras él se colocaba detrás del escritorio.

- No iba a decir eso.

- Bien, entonces has roto las reglas.

- Al igual que tú. - sonrió. - Estamos a mano.

- Claro que no. - apoyé mis manos sobre el escritorio. - Tú ya me castigaste por mi primer error.

- ¿Y que hay de la señorita Kagome?

- Yo no hice nada con ella. - mentí. - Al menos nada como lo que acabo de ver. - sonreí.

- Bien. - apoyó sus codos sobre el escritorio. - Supongo que quieres tener sexo con ella sin que yo te despida.

- Más que eso. - su sonrisa se esfumó. - Quiero estar a su lado. - pronuncié con mayor seguridad de la que me hubiese esperado.

- ¿De que demonios estas hablando, Inuyasha?

- Bankotsu es su jodido ex novio.

- ¿Qué? - sus labios se separaron, comprendiendo la seriedad del asunto.

- Ya lo conoces.

- Inuyasha, ¿estás planeando una venganza?

- Ya abandoné esa idea, Miroku. - nuevamente mentí, aunque la realidad era que no tenía planeada mi venganza a corto plazo. - Pero no quiero que Kagome sea una victima más, necesito protegerla aunque sea desde las sombras.

- Inuyasha. - aclaró su garganta. - Se que lo que sucedió con Kahori fue algo que te condicionó hasta el día de hoy, pero sabes que él no la asesinó.

- No, él no la mató, pero estoy seguro de que fue él quién reveló nuestro plan, nadie más que tú y él sabían que me convertiría en humano y, que esa mañana íbamos a encontrarnos.

- Tú lo dijiste, esa mañana, a ella la atacaron horas antes del amanecer.

- Kahori jamás se exponía de noche, mucho menos si yo no estaba con ella. - apreté mis dedos sobre la madera. - No me interesa lo que pienses o no, después de todo esto no se trata de ella.

- Bien, aunque no me queda del todo claro lo que quieres decir estar a su lado sólo te pediré una cosa, Inuyasha.

- Dime.

- Mantén los asuntos del pasado en el pasado. - su tono era serio. - Nosotros ya no podemos mostrarnos como demonios y lo sabes.

- Keh, hablas como mi padre.

- ¿Será porque actúas como un niño todavía?

- Si, como sea. - me senté frente a él y una sonrisa burlona se formó en mi rostro. - Te veías muy cómodo con Saoto. - él me devolvió la sonrisa.

- Y si he de ser honesto, te odio más por habernos interrumpido que por lo demás.

- Bien, eso me deja más tranquilo, ya que fui yo quién le pidió que viniera a verte. - de nada me iba a servir ocultar el secreto. - Pero no le pedí que te follara.

- Eres un idiota, ¿lo sabes? - sus ojos destilaban furia pero se mantuvo tranquilo. - ¿Verdaderamente llegaste a tanto sólo por mantenerte cerca de esa joven?

- También quería verte doblegar. - mi tono tomó la misma seriedad. - Siempre eres demasiado estricto con nosotros, merecías un trago de tu propia medicina.

- Bien, amigo. - suspiró. - Me has dado el pie justo para decirte algo y, ahora, estarás obligado a hacerlo.

- ¿De que estás hablando?

- Escúchame bien.

Inicio del flashback.

Miroku.

- Vine a hacerle una propuesta.

- ¿Si? - sonreí, arqueando una ceja mientras pasaba la mirada por su esbelta figura.

Sus ojos de fuego eran embriagantes, amén del ajustado vestido que cubría su cuerpo y su cabello negro ondeado que caía por sobre sus hombros, creaba un composé perfecto. Mentiría si dijera que una chispa se encendió en mi interior mientras me la imaginaba en una situación más sugerente.

- No andaré con rodeos. - miró a Naraku. - Lo siento, querido, pero me gustaría hablar a solas con él, ¿es posible?

- Por supuesto. - una tenue sonrisa se formó en sus labios mientras desaparecía detrás de la puerta.

- Disculpe que le haya pedido que se retirara. - se acercó y acomodó el cuello de mi saco. - Pero... sé que estos asuntos suelen ser confidenciales.

- Dependiendo de que asunto se trate, señorita Yamamoto. - respondí sin perder mi coqueta sonrisa.

- Bueno, la realidad es que yo conozco este negocio, joven Miroku y... me interesaría formar parte de él.

Me sorprendí ante su propuesta y, aún así, deseaba escuchar un poco más.

- ¿Si? Y... - llevé mis manos a su cintura, acariciando el contorno de la misma. - ¿Cómo seria eso, señorita?.

- Se que ustedes se encargan de realizar visitas a las señoritas y... quisiera formar parte de esto... - sonrió. - Y que nosotras hagamos las visitas.

- Déjeme ver si le entendí bien, señorita. - ella rodeó mi cuello con sus manos mientras yo hacía lo mismo con su cintura. - ¿Usted me esta proponiendo una sociedad?.

- Exacto.

- Bien, lo tendré en consideración esta noche y mañana le daré mi respuesta, eso si le parece.

- Por supuesto. - sus dedos comenzaron a jugar con mi cabello de manera sugerente. - Y... en caso de que acepte mi oferta, podríamos cerrar el trato de manera... - tomó mi mano y la colocó en su pecho, el cuál yo masajee sin dudar. - Personal.

- Por supuesto que lo haremos de esa manera, señorita Yamamoto. - mi mano se deslizó a su trasero, el cual también acaricié. - Eso si llegamos a cerrar el trato.

Fin del flashback.

- ¿Se puede saber quién esa tal Kagura?

- No lo se y, para ser sincero, no me interesa por el momento.

- ¿Y piensas formar una sociedad con alguien que no conoces?

- Tengo todo el día para saber sobre ella, Inuyasha. - se recostó sobre la silla. - Y por tu descaro e insolencia, ahora deberás traerme a Kagome.

Mis ojos se abrieron ampliamente ante sus palabras y supe de inmediato a lo que se refería.

- Estas demente. - gruñí. - Ni siquiera lo pienses.

- Es eso o te vas.

Maldito desgraciado.

- Bien, entonces si así quieres jugar este juego lo haré, pero tú te encargarás de convencer a Sango o de lo contrario ella hablará.

- ¿Tengo que recordarte que tiene un contrato de confidencialidad?

- Miroku. - sonreí y me puse de pie. - Créeme que por lo que vi de esa joven y después de lo que pasó, no tendrá ni el más mínimo reparo en delatarte completamente. - mentí. - Pero tu te arriesgas.

- De acuerdo, coqueto. - sonrió. - Las traeremos a esta empresa a las dos, ¿conforme? pero tú te encargarás de eso.

- Demonios. - suspiré. - Bien, como quieras.

Me retiré con mil emociones atravesando mi pecho, ¿en que me había metido? o, mejor dicho, ¿en que estaba a punto de entrometer a Kagome?.

Kagome.

Llegué prácticamente volando a la oficina y, al ascender, me encontré a Rin con su café matutino en la mano.

- Lo siento. - pronuncié, tratando de recuperar el aliento.

- Kag. - me sonrió. - No era necesario que te apresuraras. Como te dije, Sango aún no ha llegado.

- Lo se. - sonreí, sentándome frente a su escritorio. - ¿Pudiste comunicarte con ella?

- No. - suspiró sentándose al frente. - Y ya comienzo a preocuparme, tú sabes que ella no suele llegar tarde.

- Tranquila, estoy segura de que nada le ha sucedido, ya sabes...

Antes de que pudiese continuar, mi celular comenzó a sonar. Lo tomé y fruncí el entrecejo al ver la pantalla.

Número de identidad protegida.

No respondí, sólo lo bloquee y esperé a que dejara de vibrar, sin embargo al finalizar la llamada un mensaje llegó.

¿Por qué no respondes, amor? ¿Realmente crees que podrás vivir tranquilamente?

- Bankotsu. - murmuré.

- ¿Bankotsu?

Maldición, lo dije en voz alta.

- ¿He? Si... bueno... creo que él me estaba llamando.

- Kag. - el semblante de Rin se ensombreció. - ¿Qué sucede?

- ¿Por qué preguntas?

- Porque estas nerviosa. Te conozco y puedo notar que hay algo más.

No mentía, verdaderamente ella me conocía demasiado.

- No es nada, Rin, de verdad. - mentí.

Por suerte para mi, antes de que ella pudiese preguntar algo más, oímos la puerta del elevador y, segundos después la figura de una Sango completamente furiosa, atándose el pelo en una cola alta, apareció.

- Sango. - Rin se sorprendió. - ¿Qué sucede?

- ¿Qué sucede? - su tono era bastante serio. - ¡¿Qué sucede?!

- Oye, Sango, tranquila. - intervine. - Sea lo que sea que te haya pasado, nosotras no somos las culpables.

- ¡¿Ah no?!

- ¿Qué? - la miré confundida.

En ese momento su móvil comenzó a sonar y la furia salió despedida de su mirada.

- ¡Maldito Taisho! ¡¿Qué mierda quieres?! - gritó, tomando la llamada.

¿Taisho? ¿Acaso está hablando con Inuyasha?

Por alguna razón el hecho de imaginarme a él llamándola me molestaba.

- ¡¿Puedes dejarme en paz de una maldita vez?! - comenzó a caminar en dirección al baño mientras ambas nos quedábamos observándola.

- Vaya, eso si es extraño. - pronunció.

- ¿Por qué lo dices? - mi mirada seguía fija en la puerta que se cerró a sus espaldas. - Ayer estabas muy convencida de que no había nada entre ellos.

- Y lo estoy, Kag. - sonrió. - Estoy segura de que entre ellos no sucede más que algún tipo de problema. Ambas conocemos a Sango enamorada y no se comporta de esa manera.

Nuevamente tenía razón, Sango era una persona demasiado romántica y cariñosa estando enamorada, todo lo contrario a lo que mostraba cuando habla con Inuyasha.

Aunque eso no me garantiza nada.

Suspiré, tratando de calmar mi mente y concentrarme en el largo día de trabajo que me esperaba.

Extra.

Sango.

Salí despedida de la oficina sin mirar atrás. Lamentablemente no pude evadir la mirada del imbécil de Inuyasha, quién me observaba con una sonrisa burlona, orgulloso de saber que había logrado mucho más de lo que pensó.

Y todo por culpa de que me dejé llevar.

Pero... en el fondo debía ser sincera y aceptar que lo había gozado hasta último momento. La manera en la que él recorrió mi cuerpo y me llenó por completo. Sus labios sobre los míos. Lo excitante del momento... todo había sido perfecto.

- ¿Qué cosas estoy pensando? - murmuré mientras me colocaba el sostén y la camisa.

Salí de la casa y frené al primer taxi que se me atravesó. Me senté y tomé mi celular, golpeando mi frente con mi mano al ver todas las llamadas perdidas de Rin. ¿Cómo era posible que no escuchara ninguna de ellas?. La hora no estaba a mi favor, por lo que tuve que pedirle al chofer que fuera lo más rápido posible.

Al llegar, descendí e ingresé corriendo al ascensor. Me miré en el espejo de el y note que mi cara y mi cabello eran un desastre. Me maldije a mi y a Inuyasha y traté de quitarme el poco maquillaje que me quedaba. Las puertas se abrieron y, con toda mi frustración quemando en mi pecho, comencé a atarme el cabello en una cola elevada.

- Sango. - Rin fue la primera en hablar al verme llegar. - ¿Qué sucede?

- ¿Qué sucede? - replique su pregunta en un tono de molestia notable. - ¡¿Qué sucede?! - no quise gritarles, pero me fue imposible.

- Oye, Sango, tranquila. - Kagome intervino. - Sea lo que sea que te haya pasado, nosotras no somos las culpables.

Pensé que mi furia no podía escalar pero cuando ella pronunció aquellas palabras me fue inevitable no terminar de explotar, después de todo el imbécil de Inuyasha me estaba haciendo todo esto sólo para acercarse a ella.

- ¡¿Ah no?!

- ¿Qué?

Antes de que la discusión se prolongara, mi celular comenzó a sonar y, al tomarlo, reconocí su número de inmediato.

- ¡Maldito Taisho! ¡¿Qué mierda quieres?!- mi histeria no me dejaba pensar con claridad.

- Buen día, Saoto. - su risa burlona resonó del otro lado. - Iba a preguntarte como habías comenzado la mañana, pero fui testigo de ello.

- ¡¿Puedes dejarme en paz de una maldita vez?! - comencé a caminar en dirección al baño, después de todo no quería que ellas supieran lo que había hecho.

- Oye, yo no te...

- ¡Ni siquiera lo digas! - cerré de un portazo. - Eres un maldito bastardo. - murmuré, manteniendo mi tono de furia.

- No quieres que lo diga, pero sabes que tengo razón. - nuevamente aquella risa burlona que ya detestaba. - Y... ¿sabes una cosa? Te tengo muy malas noticias.

Sus palabras me ponían nerviosa y todo era culpa de la maldita sensación de inferioridad que tenía al saber que estaba hablando con el miembro de una familia cuestionablemente poderosa.

- ¿Qué mierda quieres decir con eso?

- ¿Siempre insultas cuando hablas?

- ¡Contigo si, maldito bastardo!

- Me caes bien sólo por eso, pero en fin... te dije que tengo malas noticias.

- ¡Habla de una vez! - nuevamente rio.

- Mi buen amigo, Miroku, se dio cuenta del engaño y ambos estamos en problemas.

- ¿Qué? - mi voz se oyó como un susurro. - ¿De que estás hablando?

- Él no es ningún idiota, querida Soto, y al ver la manera en la que tú llegaste y luego lo hice yo... digamos que notó que todo había sido un complot. Ahora quiere demandarte.

- ¡¿Qué!? - apoyé mis manos sobre el lavamanos. - ¡¿De que demonios estas hablando?!

- Lo que oíste. - hizo un silencio. - Ahora te quedarás en la calle, salvo...

- ¡¿Salvo?! ¡Maldito idiota!

- Salvo que te unas al negocio.

Me quedé absorta. No podía creer lo que estaba escuchando. ¿Realmente me estaba proponiendo hacer lo mismo que él?

- ¿Qué sucede? ¿Te quedaste muda? - su voz me regresó a la realidad. - Tranquila, sé que no eres del tipo angelical. Después de lo que vi, yo pagaría por tus servicios.

- ¡¿De que demonios...?!

- Bien, necesitaba saber que me seguías escuchando. - rio. - Y una cosa más... tienes que convencer a Kagome de unirse contigo.

Corté la llamada en ese mismo instante y caí sentada sobre la taza del baño. Por un momento pensé que estaba viviendo una pesadilla o, de plano, estaba alucinando. ¿Cómo era posible que mi vida hubiese dado este vuelco en sólo 24hs? Definitivamente jamás pensé que la llegada de los Taisho a esta empresa iban a joderme la vida de esta manera.

Extra

Rin

La noche anterior.

Nos habíamos concentrado tanto en los avances de los demás proyectos que no notamos lo rápido que se nos fueron las horas.

- Chicas, ya es tarde. - Sango se puso de pie. - Creo que es momento de que terminemos o mañana no querremos venir. - sonrió.

- Tienes razón. - Kagome se le unió. - Ya demasiado tuvimos con los Taisho esta mañana, ¿verdad?

- Ni me lo recuerdes. - reí ante la frustración de mi amiga que, al parecer cada vez que alguien mencionaba aquell apellido, quedaba al borde del colapso. - No quiero saber más de ellos hasta la próxima reunión. - tomó su abrigo.

- Rin, ¿vienes?

- Lo lamento, chicas, pero aún quiero ultimar pequeñísimos detalles.

- No te cansas nunca, ¿verdad? - la sonrisa genuina de Kag era algo muy lindo de ver.

- Ya saben como soy. - me encogí de hombros.

Entre risas nos despedimos y ellas descendieron mientras yo regresaba a mi escritorio. Me detuve en la corrección de algunas cosas del diseño del proyecto y, antes de darme cuenta, la noche había llegado.

- Bien. - restregué mis ojos y me puse de pie, recogí mis cosas y cerré la oficina.

Descendí y salí, comenzando a caminar con toda la tranquilidad del mundo, hasta que escuché su voz.

- Vaya, veo que eres dedicada.

Me detuve en seco, al igual que mi respiración. Titubee por unos segundos, pero finalmente voltee.

- Señor Sesshomaru, ¿Qué está haciendo aquí?

- Sólo pasaba. - algo en su respuesta no me cerraba. - No pensé que te encontraría por aquí a estas horas.

- Bueno, la realidad es que estábamos bastante atrasadas con algunas cosas. - sonreí tímidamente. - Y... aproveché para adelantarlas.

- Comprendo. - sonrió sutilmente. - ¿Y ahora que harás?

- ¿Qué haré? - mi nerviosismo casi que era indisimulable. - Supongo que ir a mi casa.

- ¿Quieres tomar algo?

Mi corazón golpeaba mi pecho con fuerza, pero al mismo tiempo algo en mi interior no quería negarse.

- ¿En donde? - fue lo primero que mis labios lograron articular.

- Pensaba ir a mi departamento, ¿estarías de acuerdo?

Tragué saliva mientras mi mente se volvía un enredo. ¿Estaría bien involucrarse de manera personal con alguien con quién debía trabajar?. Pero, al mismo tiempo aquella sensación me susurraba... ¿Por qué no?

- De acuerdo. - me mostré segura y él sonrió nuevamente.

- Bien... por aquí.

Hizo un ademán con su mano, guiándome hacía su auto. Lo seguí y me subí, no sin antes sorprenderme con la limpieza y el aroma tan perfecto que este emanaba.

Literalmente un auto de una familia con mucho dinero.

El trayecto hacía su hogar no fue tan largo como me hubiese imaginado, por el contrario, se me hizo demasiado corto. Al llegar e ingresar, nuevamente me vi sorprendida por el ambiente sobrio y, un tanto sombrío, que albergaba ese lugar.

Me quedé tan absorta en mis pensamientos que no pude notar el momento exacto en el que él se pegó a mi cuerpo hasta que giré y mis ojos se toparon con los de él.

- Al parecer no sólo a ti se te pasa rápido el tiempo sin que te des cuenta.

- ¿He?

- ¿Has visto la hora?

Miré el reloj que colgaba de una de las paredes y mi mirada se abrió ampliamente al notar lo tarde que era.

- ¿En que momento...?

- Me sucedió lo mismo. - sin previo aviso tomó mi mano y nuestras miradas se encontraron nuevamente. - ¿Quieres cenar algo antes de tomar un trago?

- Esta bien. - murmuré.

- ¿Pedimos algo o prefieres que cocine?

Oh por dios...

No sabía que decir. La profundidad de su mirada era hipnotizante, ni hablar de la suavidad de su piel. Aspiré disimuladamente y asentí.

- ¿Eso significa...?

- ¡Pedimos! - grité sin razón. Quizás porque me di cuenta de que mi movimiento no daba ninguna respuesta certera.

- De acuerdo. - me soltó y tomó su móvil, dirigiéndose hacia la cocina. - ¿Algo en particular?

- No... lo que usted prefiera esta bien.

Cuando él se perdió de mi vista, me senté en el sillón y coloqué mi mano sobre mi pecho, tratando de regular mi respiración y los latidos de mi corazón.

No soy una persona tonta y estaba completamente consciente de que, de seguir en ese lugar, con toda probabilidad las cosas se descontrolarían. Ahora bien, ¿estaba dispuesta a hacerlo? Sorprendentemente la respuesta era afirmativa.

Eres muy atractiva para mi.

Las palabras que él había pronunciado esa mañana atravesaron mi mente, llevando el calor directo a mis mejillas.

Antes de que pudiese pensar en algo más, mi móvil comenzó a sonar. Di un respingo y lo tomé.

- Kohaku. - murmuré, respondiendo la llamada. - ¿Hola?

- ¡Rin! ¡Hola! ¿Cómo estás?

- Kohaku. - sonreí. - Bien, ¿y tú como estás?

- Bien... con muchas ganas de verte.

La culpa me invadió en ese mismo momento y no pude evitar sentirme acongojada.

- Lo siento, pero estoy muy cansada. - mentí. - ¿Quizás mañana?

- Claro, por supuesto, sabes que no tengo problema con ello.

- Y te agradezco siempre por eso. - suspiré. - Lo siento, de verdad.

- ¿Por qué te sigues disculpando? - su risa provocó mi sonrisa. - No te preocupes, hermosa, mañana estaremos juntos.

- Si... nos vemos mañana, adiós. - corté antes de que quisiera seguir hablando.

- ¿Te gusta el sushi?

Me puse de pie de inmediato y voltee. Él se encontraba justo detrás del sofá, sosteniendo dos vasos de Wisky.

- Si... si, está perfecto. - me extendió el vaso y lo tomé.

¿Acaso no va a preguntarme por la llamada de recién?

Bebió un sorbo sin dejar de observarme con aquella mirada inmutable. Traté de hacer lo mismo, sin embargo el líquido quemó mi garganta, obligándome a cerrar los ojos con fuerza.

- Eres valiente. - dejó el pequeño vaso sobre la mesa al lado del sofá y avanzó hacia mi. - ¿Eres así en todos los ámbitos de la vida?

- Depende la situación.

Las yemas de sus dedos ascendieron por mi brazo, elevando mis vellos a su paso. Tragué saliva y me quedé contemplando aquellos orbes dorados. Su mano continuó subiendo hasta mi hombro, el cuál apretó levemente y, posteriormente, se detuvo en mi nuca, donde tomó mi cabello ejerciendo un poco de fuerza.

Aquella acción encendió algo en mi interior e involuntariamente relamí mis labios.

Su mano atravesó mi mejilla, acariciándola con suavidad y volvió a detenerse en la altura de mis labios en donde su pulgar se deslizó sobre ellos con un destello de deseo en el.

Elevé mis manos y las apoye en su pecho sin abandonar su mirada, dando mi completo consentimiento para lo que vendría después.

Con su mano libre me atrajo a su cuerpo y, sin mediar palabra, me besó. Aquel beso estaba lleno de anhelo y lujuria, lo supe por la manera en la que su lengua ahondó en mi boca.

Y eso me fascinó.

Antes de darme cuenta él se encontraba sentado en el sillón y yo sobre él, besándonos como si nuestras vidas dependieran de ello. El fuego interno me estaba quemando y aumentó en el momento en el que comencé a removerme sobre su ya crecida entrepierna.

- ¿Estas dispuesta a esto, Rin? - se apartó, fijando aquella penetrante mirada en mi mientras yo volvía a quedarme hipnotizada, pensando en como responder.