Capítulo 7: Bajo Tierra.

Koya no sabía qué hacer ante la situación que se le presentaba: una chica humana había aparecido de la nada, y un joven elfo de sangre -a primera vista un Forestal- con claras intenciones de capturarla. ¿Debía intervenir o no? Okrorio había decidido no hacerlo; no era asunto suyo, cosa que no le sorprendió. ¿Un orco ayudando a un humano? Cien años tras un holocausto nuclear, y otros cien años de interminable conflicto no borrarían el desprecio entre las dos especies tan fácil.

— Se los advierto; no intenten detenerme. No tengo nada en su contra; sólo me llevaré a la humana conmigo.

— ¿Exactamente por qué? -le preguntó el chamán- ¿Qué ha hecho esta chica?

— Es una maga.

— Oh… Rayos. -masculló Koya-

— Y las reglas del Magisterium son muy claras: todo humano con habilidades en el campo de las artes arcanas debe ser detenido.

— ¿El Magisterium? ¿Qué es eso?

— ¿Acaso has estado viviendo bajo tierra estos cien años, orco?

— Mmm…

El Magisterium era el gobierno sobreviviente de los Elfos de Sangre. Tras el Holocausto, y con las principales ciudades -incluida Lunargenta- destruidas, los supervivientes elfos, liderados por Lor'themar Theron, optaron por reconstruir su reino en sectores de Quel'Thalas que no hubieran sido destruidos durante el intercambio nuclear. Como estas zonas se hallaban sumamente esparcidas, los magos elfos tuvieron la idea de elevarlos por encima del arrasado viejo reino para construir uno completamente nuevo, compuesto de innumerables bloques flotantes de tierras aun aptas para la vida, y debidamente protegidas por los monolíticos rúnicos sobrevivientes -y otros nuevos- que también se colocaron en el aire.

Tras la renuncia de Lor'themar Theron como regente de la nueva sociedad élfica, su puesto cayó sobre el Gran Magister Rommath, quien refundó el reino en el Magisterium, una rígida y estricta magocracia donde los Elfos de Sangre, los Natonocturno y otras especies que considerasen aliados, podrían existir con el libre manejo de las artes arcanas. Sin embargo, las malas experiencias de Rommath en el pasado, lo llevaron a tomar medidas sumamente extremas contra aquellos que consideraba sus peores enemigos: los elfos nobles, y los humanos.

Los Elfos Nobles, sub-especie de la que descendían los Elfos de Sangre, fueron considerados por Rommath como seres débiles, inferiores y miserables por su alianza con los humanos, y por un sinfín de altercados entre ellos antes de la Cuarta Guerra. El más grave de ellos fue el ocurrido casi veinte años antes de iniciada la guerra: un atentado terrorista realizado en la Fuente del Sol -lugar sagrado tanto para los elfos nobles como los elfos de sangre-, en las que hubo numerosas víctimas, y en el que el regente de Quel'Thalas culpó a la élite de elfos nobles que vivían tanto en Dalaran como en Ventormenta y Nueva Theramore. Si bien los elfos nobles rechazaron la acusación, el daño estaba hecho, y su acceso al Pozo del Sol estaba vetada de por vida. Después de la Cuarta Guerra y la destrucción de las principales ciudades donde residían los elfos nobles -lo que llevó a su casi extinción-, Rommath alentó el genocidio contra los elfos nobles supervivientes para ponerle punto y final a "una desdichada raza inferior".

Respecto a los humanos, Rommath siempre había tenido una mala relación; en especial con el Kirin Tor, dominado prácticamente por dicha especie. Tras la expulsión de los Atracasol de Dalaran, ciudad que los elfos de sangre consideraban su segundo hogar, y de la eterna negativa de Jaina Valiente de permitir su regreso, su percepción sobre los humanos se volvió cada vez más negativa, llegando a la conclusión de que su pueblo cometió un terrible error al enseñarles el uso de la magia arcana milenios atrás. La Cuarta Guerra fue la excusa perfecta para purgar aquellos errores mediante la destrucción de Dalaran y la erradicación de los elfos nobles. Para evitar que dicho error se repita de nuevo, y tras tomar el poder de la sociedad de los elfos de sangre, Rommath tomó medidas para evitar que los humanos pudieran reorganizarse en cualquier magocracia y retomaran las prácticas arcanas.

Cualquier medida.

Desde entonces, el Magisterium liderado por el Gran Magister Rommath se ha convertido en uno de los principales nuevos reinos de Azeroth y la mayor potencia arcana del mundo. Sus relaciones con los otros reinos contrastaban bastante: por lo general mantenía relaciones cordiales con los demás reinos, pero tenía sus roces ocasionales con la Cruzada Solar y la Mancomunidad Hyjal por su trato hacia los magos humanos, y con la Sociedad de las Sombras y la Iglesia Reformada de la Luz Sagrada mantenía una relación de guerra fría, debido a la suma desconfianza hacia Sylvanas por parte del Magister, y porque la Iglesia consideraba a la magia arcana como un pecado mortal.

Koya sabía lo que los elfos de sangre solían hacerles a los magos humanos una vez que los capturaban, y sabía de los constantes roces diplomáticos entre el Magisterium y la Mancomunidad a causa de ello. Lo último que quería era causar un problema entre ambos reinos que tradicionalmente se llevaban bien. Pero abandonar a la chica…

En medio de la tensa situación, un cuervo de la tormenta de color pardo oscuro descendió del cielo y aterrizó junto a Koya y Okrorio para después tomar su verdadera forma, sorprendiendo a la humana y al elfo. Era Powaqqatsi, quien acababa de volver tras regresar a la mujer y a los niños orcos a su aldea.

— ¡Ya volví! -exclamó el tauren de ojos dorados con su característico entusiasmo- Los niños y la mujer están bien, aunque siguen muy asustados.

— Powaq…

Un druida… -pensó el elfo- Esto se volvió… interesante.

— Decidí volver volando para ahorrar la gasolina de la motocicleta y apresurarme a que ustedes dos no…

— ¡Powaq!

— ¿Sí, Koya? -su hermano le indicó que mirara a sus espaldas, percatándose recién de la humana y el elfo forestal- Eh… ¿Haciendo nuevos amigos?

— ¡No, abrazaárboles! -le gruñó Okrorio- ¡Viene por la humana!

— Eres un druida, ¿No? ¿A qué has venido?

— Soy Powaqqatsi, y soy hermano de Koyaanisqatsi, al que ya conociste. Y el orco se llama Okrorio. ¿Ustedes cómo se llaman?

— ¿Tu hermano siempre es tan confiado? -preguntó Okrorio a Koya, lleno de vergüenza ajena-

— Ni te imaginas…

— Eres raro, tauren. -contestó el elfo; Koya suspiró, dándole la razón- Soy el Forestal Jaeger Caminalba, y estoy aquí para llevarme prisionera a esa humana por practicar las artes arcanas. Ya sabes cómo funciona.

— Mmm… Sí, lo sé.

— Sabes que la matará, ¿Verdad, hermano?

— ¿Qué? -exclamó la chica sumamente aterrada al oír aquello- ¡¿Piensas matarme sólo por eso?!

— Por favor… El Magisterium dejó de matar magos humanos hace veinte años, tomando medidas más… benignas.

— ¿Cómo cuáles? -preguntó Koya-

— Arrebatarle sus poderes mágicos y convertirlos en esclavos. Hay muchos humanos dedicados al rubro de la limpieza y la ingeniería doméstica en los palacios de Anasterian.

— ¡Ustedes los elfos están locos! -exclamó la chica; claramente no tenía intenciones ni de morir ni de hacer de sirvienta- ¡No pienso ser una criada!

— Sin embargo, te olvidas de algo -señaló el joven druida, con el dedo en alto- Hace cinco años, el acuerdo firmado entre el Gran Magister Rommath y la Suma Sacerdotisa Tyrande, que establece que: si un mago humano solicita a un ciudadano de la Mancomunidad Hyjal mayor de edad el asilo político, éste estará obligado a concedérselo y protegerlo, en caso de ser perseguido por el Magisterium.

— Si eso es verdad… ¡Druida, te pido por favor que otorgues dicho asilo!

— ¡Tú no te metas! -le gritó el elfo apuntándola con su ballesta- ¡Ya te capturé!

— De hecho no lo hiciste -sentenció Powaq, sumamente tranquilo- Ella sigue allí parada lejos de tu alcance, por lo que sigue estando libre. Así que sí… Ehm… ¿Cuál es tu nombre?

— Nahlia, Nahlia Bustamante.

— Sí, gracias. Nahlia Bustamante: te concedo el asilo. -la cara de la chica irradiaba felicidad- El elfo no podrá hacerte nada.

— ¡Tauren entrometido! ¡La he estado persiguiendo por casi una semana! ¡No la pienso dejar ir!

— Y yo no la pienso abandonar, Jaeger, así que te recomiendo te retires.

— ¿Cuándo me volví una especie de trofeo? -preguntó indignada la chica- ¿Creen que soy una princesa de cuentos o algo así?

— ¡Tú te callas, humana: si te dejaras capturar sería más fácil! -el elfo apuntó al druida con su ballesta- ¡Powa o como te llames: exijo un duelo por la tenencia de esta chica!

— Son el colmo de machistas…

— No tengo opción… Acepto.

Nahlia no tuvo más remedio que aceptar las condiciones, e ir junto a Koya -a petición de Powaq-, pese a tener al orco muy de cerca, lo que la ponía muy nerviosa. El chamán por su parte, no estaba muy a gusto de tener a una humana pegada a él, y menos con un orco de por medio. ¿Por qué Powaq se molestaba a ayudar a todo el mundo? Su intuición le advertía que esa chica acabaría acompañándolos. A Okrorio también le desagradaba esa humana: más allá de tenerla cerca, y por el evidente motivo de los casi doscientos años de desconfianza mutua entre ambas especies. Había algo más en ella. ¿Podrían tener algo más en común? El orco sospechaba que la chica ya lo había intuido: lo mejor para él, es que ella se alejara de los tauren.

Jaeger había invocado a su fiel mascota, un dracohalcón marrón de ojos azules y plumaje de tonalidad casi dorada con detalles en azul y rojo en la punta de las plumas de la cola y las alas. La criatura se mostraba bastante fiera salvo con su maestro, el cual no tenía ningún problema en acariciarle la cabeza. Pronto, señaló al druida como su potencial enemigo, y el dracohalcón se puso en guardia. Nadie, con excepción del elfo, había visto antes a un dracohalcón en persona, y sólo habían leído u oído de ellos; Powaq era el más impresionado de todos ellos, feliz de saber que tan magníficas criaturas aún existían en Azeroth.

— Tienes una maravillosa criatura allí, Jaeger. Es bueno saber que no se han extinguido.

— Gracias, pero halagar a mi mascota no te facilitará las cosas.

— Lo sé.

— Espero que sepas combatir a un cazador.

— Se diría que… tengo experiencia.

En cierto modo era así: Powaq ya había entrenado sus habilidades de combate feral con algunos de cazadores de la Mancomunidad; incluso con algunas Centinelas elfas que solían ofrecerse a ayudar a entrenar a los jóvenes druidas. Era sumamente difícil vencerlas; sólo recordaba haber derrotado a una, cosa bastante notable. Lo que aprendió de ello además del entrenamiento con otros cazadores, era que su estrategia casi siempre era la misma: lanzar a su mascota a atacar directamente al enemigo, al tiempo de darle apoyo mediante constantes ataques de sus armas a distancia.

A pesar de todo, no se podía confiar: no era un elfo nocturno, un tauren, u troll u otra especie de la Mancomunidad. Y no era tampoco un entrenamiento.

Powaq adoptó su forma felina -una de pelaje gris claro, de color semejante al de la luna, y melena gris de tonalidad azulada- y se lanzó contra el cazador, pero como lo supuso, el dracohalcón se puso en medio y lo atacó con un picotazo y un movimiento de sus alas; Jaeger comenzó a lanzar varias trampas congelantes hacia el druida, el cual, las esquivaba cuanto podía. Powaq aprovechó el momento oportuno y volvió a atacar, saltando sobre el dracohalcón, derribándolo contra el suelo, pero éste tuvo oportunidad de liberarse cuando Jaeger atacó al druida con una trampa congelante, atrapándolo en el hielo.

La emoción del joven forestal duró poco, pues el hielo no tardó en resquebrajarse en múltiples fragmentos, a causa de una inusual descarga eléctrica surgida del interior: Powaq se había liberado, y apenas se libró del hielo, se volvió invisible. En ese estado, Powaq acechó al dracohalcón al tiempo que vigilaba los movimientos del nervioso elfo que se esforzaba por localizarlo; debía atacar en el momento justo. Atacó por la espalda al ave, derribándola, para después envolverla en sus Raíces enredaderas e inmovilizarla lo suficiente: ahora el elfo era todo suyo.

Cuando el dracohalcón dejó a su amo momentáneamente desprotegido, el druida aprovechó para emboscarlo de frente, obligándolo a soltar su ballesta, hasta tenerlo cara a cara. Regresó a su forma humanoide, para poder comunicarse con el elfo.

— ¿Qué opinas si lo dejamos en empate?

— …

— Vamos: no tengo intenciones de pelear. ¿Por qué no te quedas con nosotros a pasar la noche? Mañana puedes seguir con tu camino.

— Me quedaré… Pero no me iré sin la humana.

— Como quieras.

— Aparte de pelear regularmente, tu hermano es muy estúpido, Koya.

— Lo sé… -respondió el chamán, sin despegar la mirada en el orco, que después pasó a la humana- Esta noche tendremos una cena interesante.

— ¿Qué quieres decir con eso? -preguntó el orco; Koya hizo como que no oyó nada tras dar unos pasos hacia su hermano- ¡Koya!

— Digamos que servirá para conocernos mejor, Okrorio.

— …

— Powaq, ¿Estás bien?

— Sí, hermano; no fue la gran cosa.

— ¡Eso se nota! -gritó el orco, más atrás- ¡Qué pelea tan corta!

— Es la primera vez que veo pelear a un druida. ¿Todos son así?

— No… -interrumpió Koya a Nahlia- La mayoría da peleas más largas… y no usan su arete gnómico para lanzar rayitos.

— Oh vamos, hermano: eso se llama estrategia. -rio el druida, haciendo que Koya se enfadara- Uno usa lo que tiene a la mano… o en este caso, en la oreja. Ahora, si me disculpan, iré a buscar algo para la cena. -desvió la mirada hacia su hermano, Okrorio, y los recién llegados; luego sonrió- Se ve que vamos a necesitar mucha comida, jejeje…

— Pss… ¿De verdad tu hermano invitó a ese condenado elfo y al horrible orco a cenar?

— Acostúmbrate, niña. -bufó Koya- Así es "tu salvador".

Nahlia prefirió no discutir, pese a que la actitud del chamán le parecía molesta; pero con el orco y el elfo cerca, no tenía más remedio que ir detrás del tauren en todo momento para sentirse a salvo, al menos hasta que regresara Powaq. A Koya no le hacía gracia que la humana lo siguiera constantemente, pero en vista que acabaría acompañándolos, hizo un esfuerzo por ignorar en lo posible su presencia: juntó unas ramitas secas y usó sus poderes para hacer una fogata. Okrorio y Jaeger se sentaron sobre unas rocas alrededor del fuego.

Okrorio no tenía nada en contra de los elfos, pero se notaba que era la primera vez que veía a uno y era sumamente cauteloso; no era el caso de Jaeger, que lucía acostumbrado a tratar con ellos; junto a él, su mascota dracohalcón estaba bebiendo agua de un cuenco ofrecido por su amo. Koya se sentó entre ellos, con Nahlia muy cerca suyo: ella no quería tener nada con los otros dos. El tauren no podía culparla, pero tampoco tolerarla demasiado. ¿Dónde estaba Powaq? Tenía otras cosas que hacer, y de preferencia, hacerlas con la humana fuera de su espacio personal, y durante la cena.

El druida no tardó en llegar, siendo ya las últimas horas del crepúsculo, trayendo consigo varias piezas de carne de un basilisco que había cazado y descuartizado recientemente, lejos de los demás: atravesó varias piezas de carne con un palo, las sazonó con algunas especias que traía consigo y las colocó sobre el fuego para que se cocinaran. Tras acabar de preparar la cena, se sentó junto a su hermano; Nahlia corrió inmediatamente a guarecerse junto a él: era el único que consideraba confiable en aquel inusual grupo.

Mientras tanto, habría que esperar a que se cocinara la carne para poder cenar. La noche era espléndida, con las estrellas resplandeciendo en el firmamento junto a las dos lunas que proyectaban espectrales sombras en la arboleda bajo la que se resguardaban los viajeros.

— Y bueno… ¿Alguien quiere comentar algo? ¿Nahlia? ¿De dónde eres? ¿Qué edad tienes? ¿De verdad eres una maga?

— Disculpa que te lo diga, pero eres muy raro, Powaq. ¿Te lo han dicho?

— Jajaja… Me han dicho "el tauren preguntón", el "cerebrote" y "abrazaárboles", pero es la primera vez que me dicen "raro" por ser amable. Qué mundo loco es este. Vamos… -tratando de animarla- Sólo quiero conocerte un poco… O mejor; empiezo yo: mi hermano y yo somos de la Mancomunidad Hyjal, -Koya se limita a poner cara de hartazgo, ¿Cómo alguien puede ser TAN confiado ante un desconocido?- un grupo de tauren, elfos nocturnos, trolls, worgen y otras especies druídicas y chamanísticas que nos refugiamos en Feralas tras el Holocausto. ¿Has oído de Feralas?

— Si… -respondió confundida; los términos Mancomunidad Hyjal y Holocausto no le venían a la cabeza- Oí de ese lugar. ¿Sigue siendo un bosque húmedo con árboles gigantes?

— Ya no es tan húmedo como antes, pero sí. ¿Y tú de dónde eres?

— Ehm… Pues yo soy… de las afueras de Nueva Theramore: sí. -por la forma en que dijo su lugar de procedencia, Koya intuyó que estaba mintiendo; sin saberlo, Okrorio también lo sospechaba- Tengo dieciocho años -aquí parecía ser honesta; de verdad lucía como una chica de esa edad- y vengo estudiando magia desde los diez más o menos.

— Curioso… -sentenció el elfo- ¿Cómo puede una humana que vive en las afueras de una ciudad en ruinas aprender a usar magia arcana? Necesitarías de material de estudio, y de un instructor calificado para saber lo básico; y eso no se consigue tan fácil por aquí.

— Tampoco es para presionar a la chica, Jaeger.

— La verdad es una MUY buena pregunta… -Okrorio se puso nervioso, pues Koya lo miraba fijamente al formularla- Hay muchas cosas que quisiera saber el día de hoy.

— Eh… Powaq, ¿Ya está la comida?

— Creo que sí. -respondió tras fijar la mirada en la carne asada y darles unas picadas y cortes con unos instrumentos de cocina que llevaba consigo- Esperemos unos minutos más, Okrorio.

— Qué bien… -sonrió Koya con cierta malicia en su rostro, Okrorio y Nahlia lo miraron preocupados- Me muero por tener una buena conversación para la cena.

A Okrorio no le gustó como sonó Koya al pronunciar aquellas palabras, y por lo que pudo ver de reojo, a Nahlia tampoco. ¿Podría Koya estar sospechando de ambos? ¿Qué pudo haber hecho para levantar sospechas? Para él quedaba claro de dónde realmente era originaria Nahlia, y que esta sabía perfectamente de dónde era realmente él. Lo mejor sería desaparecer cuanto antes, pero con ambos tauren atentos a sus movimientos, sería imposible.

Powaq tomó un cuchillo y comenzó a cortar la carne asada en trozos medianos fáciles de manipular, que atravesó con ayuda de unos palillos de madera, haciendo unas brochetas que no tardó en repartir entre todos. Ofreció uno de los palillos a Nahlia, quien tímidamente lo tomó, poniendo cara de desconfianza ante la comida que se le estaba ofreciendo; al ver esto, Powaq se sentó a su lado.

— Imagino que es algo a lo que no estás acostumbrada a comer, pero ten algo de confianza… No tengo mala sazón.

— Eh… Es que… no sé carne de qué quieres hacerme comer.

— ¡Deja de ser quisquillosa, niña, y come! -gruñó Jaeger, mientras comía junto a su mascota- Si tanto quieres comer algo mejor, vete a tu casa.

— ¡Es lo que he tratado de hacer desde que comenzaste a perseguirme, Orejas de Conejo!

— No seas así, Jaeger -aconsejó el druida, volviéndose poco después a la chica- Es de basilisco; lamento que no te guste, pero es de los pocos animales que hay por aquí sin riesgo de contaminarse.

— Ya veo. -dándole una probada- No está tan mal; eres un buen cocinero.

— Ahora que disfrutamos de una agradable cena, cortesía de mi hermano, creo que es un buen momento para poder conocernos mejor. -Koya miraba fijamente a Okrorio al decir esto; el orco deseó que se lo tragara la tierra- ¿Por qué no comenzamos contigo, Okrorio? Y seguimos después con Nahlia, que seguro tiene mucho que decirnos.

— Estoy de acuerdo con el chamán. -asintió Jaeger- Adelante, orco: te escuchamos.

— No… no sé qué más quieren saber de mí. -respondió nervioso- Ya les dije de dónde vengo.

— Si… De una tribu en algún lugar de Los Baldíos. -siseó Koya, haciendo una mueca- Eso fue lo que nos dijiste: ahora quiero oír la VERDAD.

— ¡Koya!

— Vamos, Powaq… ¿No me dirás que tú también te creíste ese cuento? Vamos: tan despistado no eres.

— …

— ¡¿Tú también dudas de mí?! -refiriéndose al druida; este se encoge de hombros- ¿Después de todo lo que pasamos con el científico loco ese?

— Precisamente eso me hizo sospechar -levantó la voz el chamán, dejando a un lado su palillo libre de carne- ¿Cómo un orco criado en los Baldíos puede mostrarse tan robusto en relación a los de esa aldea que ayudamos? ¿Cómo conoces tanto de habilidades de combate con armas, como el de esa arma láser que le arrancaste al centauro? -con cada pregunta, Okrorio se sentía cada vez más acorralado- Y lo más importante: ¿Cómo supiste donde estaba mi hermano? No me creo eso del mapa en cierta habitación: tú hiciste algo.

— Usaste una terminal, ¿Cierto?

— ¿Huh? ¿De qué hablas, abrazaárboles?

— Mengel me lo dijo: alguien se entrometió en sus asuntos. Luego de piratear sus terminales por mi propia cuenta, concluí que alguien se infiltró en sus sistemas para encontrarme. No pudo haber sido Koya, porque él no sabe nada de computadoras… por lo que sólo pudiste haber sido tú.

— ¡ESO ES ABSURDO! ¡¿CÓMO PODRÍA YO SABER DE COMPUTADORAS?! ¡Nadie en los Baldíos podría saber usar una!

— Cierto… Lo que me lleva a ti, Nahlia. -Koya volteó hacia la chica, a quien le dirigía una mirada si bien, no demasiado atemorizante, espantaba a la chica; Okrorio no la culpó- Jaeger tiene razón en lo que un mago necesita, y eso es algo difícil de conseguir en el Yermo Central. Los únicos humanos que podrían aprenderla son los de la Cruzada Solar, la Tecnocracia o de la Iglesia Reformada de la Luz Sagrada. -Nahlia no pudo disimular el no conocer aquellos nombres ni lo que significaban- Los primeros difícilmente colonizarían Kalimdor, ya que están muy ocupados lidiando con la Sociedad de las Sombras de Sylvanas y la propia Iglesia…

— ¡¿Sylvanas aún vive?!

— La Tecnocracia, hasta donde sé, poco se asoma fuera de sus territorios, y la Iglesia considera a los magos unos herejes, por lo que la enseñanza de las artes arcanas está prohibida. ¡Ah! Y no olvidemos ese Gnoblin 5000 que llevas en la muñeca; se ve demasiado bien hecho como para ser de material reciclado como Powaq hizo con los nuestros. Lo que me lleva a la siguiente pregunta. ¿De dónde eres tú realmente? ¿De dónde son realmente ustedes dos?

Okrorio y Nahlia se sentían atrapados; se miraron el uno al otro y comprendieron que no tendrían escapatoria. No habían sido lo suficientemente cautelosos ni discretos como para camuflarse en el mundo exterior. ¿Qué podían hacer?

Sólo una cosa: decir la verdad.

— No tenemos opción, humana.

— ¿Así que ustedes también…?

— ¡Yo asumí eso apenas te vi, niña! Sin mencionar tu… aparatejo ese. ¿Es que no pudiste ocultarlo bien?

— ¡Ah...! ¿Cómo el tuyo, que tienes oculto bajo ese intento de pulsera de cuero? -gritó Nahlia, señalando su muñeca; Okrorio trató de disimularlo, pero los tauren se percataron de ello: su Gnoblin 5000 se veía como nuevo, y de manera parecida al de Nahlia con una estética típica de los orcos, con su tonalidad rojiza y negra, así como los típicos picos- ¡Lo que me decían de los orcos es cierto: no son nada brillantes!

— Concuerdo con la chica -rio Koya en voz baja- Bueno; basta ya de charla. ¿Nos lo van a decir o no? Parece que ustedes se conocen muy bien.

— No nos conocemos, Koya. -dijo Okrorio con seriedad-

— Pero sabemos exactamente de dónde venimos. -completó la chica-

— Pues explíquennoslo: somos todo oídos.

Okrorio y Nahlia pidieron a los demás que se sentaran y prestaran muchísima atención, pues sería largo de explicar: los tauren y el elfo se acomodaron alrededor de la fogata, a esperas de recibir una explicación convincente.

El orco y la humana comentaron que aproximadamente veinte años antes de la Cuarta Guerra, y con los vívidos recuerdos de los bombardeos atómicos a las ciudades mántide por órdenes de Varian y Vol'jin, los líderes de la Horda y la Alianza -mejor conocida como Segundo Imperio Arathoniano entre sus ciudadanos y súbditos durante la Cuarta Guerra- habían llegado a la conclusión de que el siguiente gran conflicto entre ellos sería inevitable, y acabaría en un intercambio nuclear. Para garantizar la seguridad y continuidad no sólo de sus gobiernos, sino de la supervivencia de sus sociedades y especies, ordenaron a los goblin y a los gnomos a realizar un proyecto ultrasecreto que pudiera proteger a una pequeña fracción de la población y mantenerla a salvo durante siglos, en el caso que se presentase una guerra nuclear. La solución que hallaron -presuntamente por separado- fue la misma: La Ciudad-Búnker.

¿CIUDAD-BÚNKER? -preguntaron los tauren y el elfo, completamente estupefactos-

— Era una solución bastante simple en realidad. -añadió el orco- Estaba inspirada en lo que Sylvanas hizo con Entrañas décadas antes, que después acabó transformándose en MegaNecrópolis: una gigantesca ciudad… bajo tierra y muy bien protegida. Los goblin, al menos en NUESTRO caso, construirían gigantescos búnkeres subterráneos capaces de resistir un bombardeo nuclear o hasta la caída de un meteorito, y de albergar a un selecto grupo de elegidos a lo largo de todos nuestros territorios, así como todo lo necesario para comenzar de nuevo la civilización.

— Sería igual al caso de los humanos: sólo aquellos considerados la élite de la población en todos los campos del saber y los oficios serían escogidos para habitar las Ciudades-Búnker construidas principalmente por los gnomos. Nadie fuera del círculo de la Junta Militar de Ventormenta o su equipo de científicos estaba enterado del proyecto.

— O sea, que el resto de la población: "Bien gracias, muéranse"

— Koya; no seas así. ¿Crees que es fácil salvar a toda la población ante un desastre de ese nivel? Tomaron la decisión más difícil y a la vez la única posible.

— ¡No trates de justificarlos, hermano! ¡Lo que hicieron es horrible: condenaron a todo el mundo a su estúpida guerra, incluidos a ellos mismos!

— Como método de supervivencia y solución técnica a un desastre, no puedo negar que la idea me fascina… Pero como persona, es injustificable. De todos modos, no soy nadie para juzgar: Okrorio y Nahlia no tienen la culpa.

— Grrr…

— ¡¿Y cómo demonios lograron construir dichas "ciudades" sin que nadie lo supiera?! -exclamó Jaeger; la historia le parecía inverosímil, pero que un orco y un humano estuvieran de acuerdo era mucho más increíble: debía de ser cierto- Construir cosas así hubiera llamado la atención de la gente.

— Oh, pero una de las Ciudades-Bunker fue hecha pública y nadie lo notó -contestó el orco, desconcertando a todos, incluyendo a Nahlia- Me refiero al "condominio" subterráneo de Bahía del Botín conocido como "Barrio Cero". Fue un mero prototipo, pero dio una idea de cómo serían esas ciudades; increíble que nadie sospechara.

— Además, todo estaba fríamente calculado. -añadió Nahlia- Disfrazaron todas las obras de construcción como proyectos de minería intensiva para la extracción de metales o uranio. Imagino que los orcos hicieron lo mismo.

— Exactamente. -asintió pesadamente- Nadie sospechó nada… excepto los humanos, claro, pero nunca comprobaron si construíamos Ciudades-Bunker. Supongo que nosotros tampoco pudimos comprobarlo.

— ¿Qué más nos pueden decir sobre estas… "Ciudades-Búnker"?

Okrorio y Nahlia explicaron que estas ciudades subterráneas tenían todas las comodidades necesarias para subsistir, como un reactor nuclear y otro geotérmico, purificadores de agua, recicladores de desperdicios, granjas hidropónicas y cría de animales, niveles industriales, residenciales y comerciales, áreas de esparcimiento, una buena infraestructura de transporte y distribución de servicios básicos, un suministro de armas, etc. Es decir: un auténtico sistema autosustentable capaz de perdurar por siglos, con una capacidad máxima de diez mil personas, aunque no era seguro que todas las Ciudades-Búnker alcanzaran dicha capacidad.

Dijeron que se construyeron aproximadamente cincuenta de estas instalaciones -por cada bando; aunque no estaban del todo seguros de esa cantidad- y que tardaron entre diez a quince años en finalizarse. Para cuando estalló la Cuarta Guerra, ya todos estaban listos para ser habitados por los "elegidos". Cuando Koya y los demás les preguntaron cómo determinaban quienes serían los elegidos, ambos recalcaron que desde el principio del proyecto, tanto los líderes de la Horda como de la "Alianza" habían iniciado una exhaustiva investigación entre la población para hallar a aquellos individuos que considerasen "los mejores, más aptos y más adecuados" para representar lo mejor de cada especie en cada profesión, arte u oficio. Además, de llevar a un pequeño porcentaje de "especies aliadas" de confianza.

— Eso me suena a "esclavos"

— Los elfos nobles, los enanos y los gnomos son nuestros aliados, Jaeger.

— Querrás decir "súbditos". -añadió el chamán- Si no mal recuerdo, antes de la Guerra, los humanos se anexaron el reino de los enanos… y el de los gnomos. Y los elfos nobles llevaban décadas viviendo en territorios humanos en calidad de ciudadanos, por lo que no es raro que el término "Alianza" pierda significado.

— Eran un imperio: un imperio dominado por humanos que mandaban a sus más antiguos aliados. Los únicos que mantenían este título eran los worgen, los pandaren tushui y en menor medida los draenei.

— Lo dice el orco cuya Horda convirtió a los trolls en esclavos. -masculló nuevamente Koya- Porque dudo que si los hubiesen tratado tan bien, no tuvieran necesidad de venir en masa a las tierras de los tauren a buscar donde vivir, ¿Verdad?

— Los trolls no importan. -añadió Okrorio- pero sí; algunos fueron escogidos para sobrevivir en calidad de trabajadores de bajo sueldo.

— Esclavos. -reiteró Koya nuevamente-

— Y los goblin sí que eran nuestros aliados; ya que se encargaban de buena parte de las cosas tecnológicas.

— Eso tiene sentido. -señaló Powaq- Los goblin son más aptos para la tecnología que los orcos… Sin ánimo de ofender, Okrorio. -al orco no le molestó el comentario, increíblemente- ¿Y que más nos pueden decir? Como por ejemplo, ¿Cómo hicieron para llevar a los seleccionados sin que a nadie le llamara la atención? La verdad es que el concepto de una ciudad autosustentable bajo tierra y de alta tecnología suena fascinante.

— Tengo una mejor que esa, hermano. ¿Por qué ustedes, o mejor dicho, sus familias, fueron escogidas en primer lugar?

Okrorio explicó que su familia tenía una fuerte descendencia dentro de los Faucedraco, presuntamente orígenes de elevada extirpe y de indudable reputación guerrera; su familia había crecido en Cerrotajo, pero tras la captura de la Fortaleza del Norte y su posterior conversión a ciudad por parte de la Horda, se asentó en ella. Nahlia era miembro de una familia de magos humanos sumamente poderosa y conocida en Dalaran, que acabó asentándose en Nueva Theramore poco después de su fundación, para después formar parte de una destacada clase aristocrática dentro de la ciudad-estado.

En cuanto a cómo eran trasladados los seleccionados, ambos dieron la misma respuesta: apenas iniciada la Cuarta Guerra, los seleccionados recibieron una carta informándoles que debían prepararse porque en cualquier momento serían recogidos por el ejército de manera sutil. Una noche cualquiera, pero antes de pasada una semana de recibir la notificación, y con unas pocas maletas conteniendo algunas pertenencias y pertrechos básicos, las familias seleccionadas eran llevadas en autobús o tren de manera discreta hasta la entrada de la Ciudad-Bunker a la que habían sido asignadas; casi siempre la más cercana a donde vivían. Una vez allí, entraban al enorme complejo, la compuerta se sellaba herméticamente y no se abriría hasta que, o bien se notifique que la guerra había acabado… o pasaran cuando menos uno o dos siglos hasta que los efectos de la guerra permitiesen una colonización segura de la superficie.

Sin embargo, ninguno de los casos se había cumplido: nadie había reclamado la victoria en la Cuarta Guerra, ni la superficie era del todo segura para abandonar las Ciudades-Búnker… aún.

— ¿Y por qué salieron ustedes entonces? -preguntó el elfo-

— A mí me dieron permiso para explorar los alrededores de nuestra Ciudad-Búnker como una práctica de mis poderes en el exterior. Se SUPONE que no debía alejarme demasiado, pero gracias a TI -señalando a Jaeger- llevo una semana lejos de mi casa.

— Y respecto a mí, yo les dije la verdad sobre eso, Koya: a mí me mandaron a encontrarme con alguien en Bael Modan. Nuestro Jefe del Refugio recibió una señal de radio diciéndonos que mandaran a un guerrero en representación de nuestra Ciudad-Búnker, y me escogieron a mí para ir a explorar e investigar. Creí que se trataba de alguien de alguna otra Ciudad-Búnker, pero la verdad es que no me dieron demasiados detalles, y nunca supe con quién me encontraría… -rascándose la barbilla- Capaz nunca lo sepa la verdad.

— Esto es increíble… Simplemente increíble.

— ¿Verdad que lo es, hermano?

— ¡No de la forma en que lo ves, Powaq! ¡Aparte de llevar a Azeroth a un cataclismo atómico, se reservan el derecho a sobrevivir ellos solos! ¡Nuestros antepasados sufrieron horrores para llegar a una tierra que se mantuviera intacta, sacrificamos nuestras ancestrales tierras de origen! ¡¿Y todo para qué?! ¡¿Para que los orcos y los humanos vivan cómodos en sus ciudades bajo tierra?! ¡NO ES JUSTO! ¡NO LO ES EN ABSOLUTO!

— …

Koya se levantó de golpe y se adentró en la arboleda cercana, dejando solos a los demás a la luz de las fogatas. Powaq no hizo nada para detenerlo; supuso que reaccionaría así. ¿Y cómo culparlo? Era verdad que los tauren habían sufrido mucho durante la Cuarta Guerra y el Holocausto posterior: muchos habían muerto en el camino a Feralas a causa del hambre, la enfermedad y la radiación; Mulgore y los Baldíos habían sido sacrificados para proteger una de las últimas tierras lozanas de Kalimdor, y los supervivientes tuvieron que adaptarse a vivir en condiciones que no eran las suyas.

Él también sentía que era injusto lo que habían hecho los orcos y los humanos al no compartir dicha tecnología. Pero considerando el clima de tensión que se vivía en ese entonces, pudo comprenderlo en parte: eran tiempos difíciles, y ambos bandos tenían pocos aliados; los Tauren habían abandonado la Horda, los Elfos Nocturnos la Alianza, los Draenei no compartían la misma visión que los humanos, los Renegados eran caso aparte, etc… Sólo podían confiar en sí mismos… y a veces, creía él, no era suficiente.

Eso debía cambiar.

— Dijiste que llevas una semana lejos de tu casa, ¿No es así?

— Así es, Powaq. ¿Por qué me lo preguntas?

— Creo que deberías de volver allá. -a Nahlia le brillaron los ojos al oír aquello- ¿Qué opinas si mañana a primera hora te llevamos a tu hogar?

— ¡¿CÓMO QUE "TE LLEVAMOS"?! -exclamaron el orco y el elfo; Koya estaba demasiado lejos como para poder oír- ¡Eso suena a manada!

— ¡Te lo agradecería muchísimo, Powaq! Pero no sé qué pensarán los demás humanos de ti… Y dudo SERIAMENTE que a esos dos los dejen pasar… no sé… vivos.

— Hallaré la forma de convencerles de que los dejen pasar.

— ¡¿Incluso al elfo?! Del orco no diré nada, pero ese condenado "orejas largas" me estuvo persiguiendo como un animal por una semana.

— Ahora que lo pienso, no estaría nada mal conocer esa "Ciudad-Bunker". Una ciudad llena de humanos, y quien sabe de cuántos magos. El Gran Magister Rommath estará muy interesado en saber de esto.

— Ni pienses en llamar a tus superiores. -amenazó Powaq sin levantar la voz- Puedo garantizarte tu seguridad sólo si te mantienes callado, Jaeger. Los tauren y los humanos nos llevamos bien incluso durante la Cuarta Guerra, pero no puedo decir lo mismo de la relación entre ellos y tu especie.

— Esto es demasiado; me voy a buscar a Koya. Al menos él está más cuerdo.

Okrorio dejó a Powaq y a los demás conversando acerca de la locura de ir a la Ciudad-Bunker de Nahlia. ¿En qué pensaba ese druida? ¿Que los humanos lo recibirían a él y a Jaeger así como así? ¿Que él sería capaz de persuadirlos diplomáticamente de no hacerles daño? Era verdad que los humanos y los tauren se habían llevado bien desde hacía tiempo: los principales responsables del fortalecimiento de esta relación de cuasi-amistad eran el príncipe Anduin Wrymm de Ventormenta y el Gran Jefe Baine Pezuña de Sangre.

Gracias a ellos, la relación entre los humanos y los tauren mejoró enormemente, en parte gracias a que Baine -junto con Jaina Valiente- haya salvado la vida de Anduin de un complot de Magatha para asesinarlo, y luego gracias a los vínculos comerciales y culturales que se entrelazaron entre las ciudades de Nuevo Taurajo y Nueva Theramore apenas se fundaron. Incluso en Nueva Theramore existía un barrio tauren conocido como "Little Taurajo", y en Nuevo Taurajo un barrio humano conocido como "Theramore Town".

Tras el golpe militar que derrocó a Varian pocos días antes de la coronación del príncipe Anduin, éste huyó a Cima del Trueno, donde Baine le otorgó el asilo político a él, a su familia y a los pocos seguidores que pudo traer consigo. Esto enfureció a la Junta Militar de Ventormenta que había tomado el poder, y que constantemente exigía la entrega del príncipe, cosa a la que Baine siempre se negaba rotundamente. A consecuencia de ello, las relaciones entre el Reino de Ventormenta y las Tribus Unidas Tauren empeoraron, al punto que los humanos de los Reinos del Este, volvieron a ver a los tauren como seres salvajes y desconfiables; no así Nueva Theramore, que se mantenía independiente gracias a su enorme poderío económico y naval.

Durante la Cuarta Guerra, la ciudad-estado de Nueva Theramore y las Tribus Unidas Tauren se volvieron aliados contra los orcos; esto a pesar de que la Alianza -o mejor dicho, el Segundo Imperio Arathoniano, liderado por la Junta Militar de Ventormenta- veían con desconfianza esta cooperación. Nueva Theramore había ayudado a los tauren durante la guerra; estos le habían devuelto el favor numerosas veces.

¿Podrían los descendientes de Nueva Theramore que vivían en la Ciudad-Bunker de Nahlia mantener esa tradición? Ahí estaba la cuestión.

Okrorio no tardó en hallar al chamán, quien se había quedado junto a unos árboles, de brazos cruzados y con la cabeza en alto, pensativo, viendo en silencio las dos lunas cruzando el firmamento nocturno. El guerrero orco intuyó que no buscaba conversación alguna, pero debía insistir: Koya comenzaba a caerle bien, pese a ser… bueno, un tauren.

— ¿En qué piensas, Koya?

— En cómo tratar de no hacerte volar por los aires. -respondió enfadado- ¿A qué viniste?

— A tener una conversación más seria; no confío en el elfo, y la humana está pegada a tu hermano como si fuera su sombra.

— Los elfos de sangre son así: desconfiar de ellos es natural. En cuanto a Nahlia, pues… Powaq dijo que se haría cargo de ella, así que es normal que se apegue a él -dio una carcajada de mala gana- No me extrañaría que acaben siendo amigos. Como sea: ya te di tu "conversación seria". Vete.

— De verdad quiero hablar. -de las manos de Koya comenzaron a salir unas llamas; Okrorio lo ignoró- Admito que una buena pelea entre los dos estaría interesante… Pero no es el momento, y no tengo intenciones de ello.

— Un orco que no quiere pelear: que inusual.

— Hablo en serio. -hizo una pausa- No te culpo de estar enojado; supongo que si estuviera en tu lugar, también estaría indignado. Pero tú mismo lo dijiste: TUS ANTEPASADOS sufrieron horrores para llegar a una tierra que se mantuviera intacta de la Guerra; los míos construyeron las Ciudades-Búnker y luego se trasladaron a uno; a ellos los eligieron. A lo que voy es… que ninguno de nosotros vivió lo que ellos, y no tenemos la culpa de nada: ambos vivimos de sus sacrificios. ¿Dices que los tuyos sacrificaron sus tierras? ¡Los nuestros sacrificaron buena parte de su pueblo! Y nos enseñan que fue algo horrible, pero necesario para nuestra supervivencia. Dicen que siempre luchemos en su nombre. ¿O acaso tú te culpas de estar vivo? No te ves precisamente muy famélico que digamos, ni tu hermano tampoco. Estoy seguro que no tuviste una vida tan dura como la de tus antepasados. -en eso, una bola de fuego vuela en dirección a Okrorio; el orco la esquiva sin problema- ¿Qué diablos te pasa?

— ¿Tú qué sabes de mis ancestros… "orco"?

— Pues menos de lo que sabes ahora de mí. ¿Por qué no me lo cuentas? Si vamos a seguir en este viaje juntos, vale la pena conocernos. Conste que esto lo empezaste tú.

Koya odiaba cuando le daban la razón, y más cuando esto lo hacía meter la pata. Sin entender el motivo, decidió contarle a Okrorio sobre su pasado: su origen como miembro de la tribu Cazacielo, de su reputación como los mejores chamanes dentro de los tauren, su casi extinción a manos de Magatha y los Tótem Siniestro tras el asesinato de Cairne, y de lo difícil que fue para su tribu aceptar a sus hermanos redimidos, los Tótem Nocturno.

Habló también de lo poco que sabía de los familiares que huyeron de Mulgore para asentarse en Feralas, y de lo poco que llevaron consigo. Mencionó también a su abuelo paterno, Tata, que también era un chamán.

— Es un viejo cascarrabias: siempre tiene una cara larga; más que mi papá. Creo que nunca le gustó que su hijo se casara con una Runatótem.

— Si, recuerdo que Powaq mencionó lo de sus padres: eso explica por qué él es un druida. La verdad es que ustedes son muy raros.

— Mi abuelo quería mantener la pureza de nuestra tribu, lo cual no le culpo si tomamos en cuenta lo mucho que sufrió esta; pero mi papá amaba a mi mamá, y no le importó su opinión. Creo que él nos odia, más a Powaq, pero el muy idiota de mi hermano no se da cuenta. Ni siquiera el hecho que yo sea un chamán parece alegrar a mi abuelo. Si supiera…

— ¿Saber qué?

— ¿En serio debo contártelo todo? Bah… De todos modos Powaq ya te vendrá con el chisme. -hizo una larga pausa, permaneciendo en silencio mientras miraba hacia las dos lunas- Veo a los espíritus de los muertos.

— Llámame ignorante, pero… ¿No es eso lo que hacen los chamanes?

— No desde que Alamuerte apareció, y los chamanes se enfocaron más en los elementos, dejando de lado a los espíritus de nuestros ancestros. Quedaron pocos dedicados a contactarlos, y menos aún capaces de interactuar directamente con ellos.

— Y tú eres de esos pocos con ese don… -Koya frunció el ceño ante dicho comentario- Debes de sentirte especial.

— Hasta ahora es una carga; no algo particularmente bueno. Sólo me ha traído problemas. -hizo una pausa; no era del todo cierto lo último. Keena no había sido una carga, sino una amiga de verdad. Capaz fuese lo único bueno de tener ese "don"- Algo me ha estado llamando desde hace varias semanas; creo que es un espíritu. Y quiere que vaya a Mulgore.

— ¿Esa es la razón de tu viaje? ¿Estás loco? ¿Siguiera sabes de quien se trata?

— No… Pero confío en él: tiene algo importante que decirme y sólo lo puede hacer allá.

— Te diría que son locuras, pero es cosa de chamanes: tú sabrás… Espero. Porque pienso acompañarte.

— ¿Y eso POR QUÉ? -preguntó, notablemente enfadado- Mi confianza hacia ti desapareció casi por completo tras enterarme de tu "secreto".

— Estuvimos horas dentro del laboratorio de Mengel el día de hoy: te vi luchar contra sus creaciones, luchamos juntos contra ellas, no te rendiste en encontrar a tu hermano, arriesgaste tu vida por él, y estabas dispuesto a sacrificar la tuya con tal de acabar con ese demente. Incluso salvaste la vida a tres miembros de una especie que detestas. Por lo que a mí respecta, eres alguien con honor… y eso es algo que un orco sabe reconocer. A pesar de que seas un tauren.

— Qué lindo discurso… -contestó sarcásticamente- ¿Se supone que deba aplaudirte o qué?

— Haz lo que quieras, pero yo ya tomé mi decisión y no podrás hacer nada para evitarlo. ¿Sabes? En mi Ciudad-Bunker nos enseñan a considerar a Thrall un gran líder que después se ablandó demasiado… Pero comienzo a entender qué fue lo que vio en tu especie al llegar a Kalimdor.

— Para ser un orco, te estás pasando de cursi.

— No somos tan brutos como tú crees, Koya. -se dio la vuelta dispuesto a regresar a la fogata cuando se recordó de algo- Por cierto: Powaq quiere llevar a Nahlia a su casa: quiere llevarnos a los cinco.

— ¡¿Qué cosa?! ¡Pero mi hermano es un estúpido! ¿De verdad cree que los humanos nos van a reci….? -entonces se acordó de un detalle- Un momento. ¿A la Ciudad-Búnker de Nahlia? Pero ella dijo que su familia era de Nueva Theramore… ¿Eso significa que iremos a…?

— Ajá… Al Marjal Revolcafango.

"Por NINGÚN MOTIVO, debes poner un pie en el Marjal Revolcafango.", resonó en la cabeza de Koyanisqatsi: aquellas palabras de la anciana goblin se hacían oír otra vez.

Algo que todos en Azeroth habían aprendido desde pequeños, era en respetar la sabiduría y los consejos de los mayores; los tauren no eran la excepción, y mucho menos los chamanes. Si aquella anciana goblin, por más antipática que fuese, le dijo que no ponga un pie en ese lugar, él debía obedecerla. Era cierto que ya era un hombre adulto, y un chamán hecho y derecho; pero sus habilidades no estaban del todo desarrolladas como el de los chamanes más expertos. Ni que decir de las capacidades que podía darle su "don", el cual, aún no sabía cómo utilizarlo de manera correcta.

Koya sabía que no podría convencer a su hermano que ir los cinco a la Ciudad-Bunker de Nahlia era una pésima idea, pero eso no cambiaría su postura: él no los acompañaría al Marjal Revolcafango.


Powaq había acordado que partirían a primeras horas de la mañana tras desayunar, por lo que tras las "entretenidas conversaciones" de la noche, se dispusieron a dormir para madrugar, siendo los tauren quienes se turnarían las horas de vigilancia, por obvias razones: Koya había perdido casi toda su confianza en Okrorio, y Powaq debía asegurarse que Jaeger no hiciera nada que perjudicara a Nahlia.

Esa mañana, a primeras horas del alba, cuando los rayos del sol aún no se dejaban ver, los cinco se habían despertado a desayunar para después iniciar el camino al Marjal Revolcafango; el marjal quedaba relativamente cerca de Bael Modan, por lo que no tardarían más que unas pocas horas en llegar a la entrada de los pantanos… pero tardarían días en llegar a la posible ubicación de la Ciudad-Búnker de Nahlia.

Okrorio y Jaeger habían sacado de su Gnoblin 5000 por primera vez sus monturas: el orco tenía un lobo gris bastante grande y sano, sin señas de haber sido afectado por la radiación; Jaeger tenía un halcón zancudo color púrpura de lustroso pelaje. Los tauren tenían a sus respectivos kodos, debido a que deseaban ahorrar gasolina y el pantano era pésimo terreno para la motocicleta; curiosamente, Nahia no tenía montura, explicando que aún no le habían cedido una. Por eso motivo, Powaq se ofreció a llevarla, colocándola sobre su kodo y frente a su propia persona, de manera a permitir que pudiera mirar hacia el frente y disfrutar del viaje.

A Nahlia le parecía algo extraño, e inicialmente incómodo tener a una mole de músculos y pelo de casi tres metros de alto y cinco veces más pesado que ella a sus espaldas, pero acabó acostumbrándose: Powaq era muy amable, buscando que ella se sintiese cómoda en todo momento, y no tenía ningún problema al hablar con ella, cuando le formulaba una pregunta; era divertido estar con él. Y por sobre todo, era muy inteligente: cualquier cosa de la que ella tuviera alguna curiosidad, el druida se la respondía. No sabía todo, pero si mucho, considerando que los antepasados de ella entraron en la Ciudad-Búnker apenas iniciada la guerra, quedando totalmente aislados del exterior.

Había muchas cosas por aprender y descubrir.

— ¿Y qué pasó del príncipe Anduin, Powaq? Tengo entendido que acabó viviendo exiliado junto a los tauren. ¿Murió durante la Cuarta Guerra?

— No; él sobrevivió junto a unos pocos de sus seguidores. Acompañó a Baine y muchos otros tauren hacia Feralas, donde acabó estableciéndose. Murió de viejo; como cinco años después del Holocausto.

— ¿Y sus hijos?

— Creo que todos murieron durante la guerra, luchando del lado de los tauren: ninguno siguió su camino espiritual. Ah, espera: creo que su hija sí se volvió sacerdotisa de la Luz Sagrada y lo acompañó a Feralas, pero no me acuerdo bien. ¿Qué opina tu gente sobre el príncipe Anduin?

— A decir verdad, mi familia siempre le fue leal a la familia real, pero tuvo que mantenerlo en secreto, o acabaríamos mal. Incluso en nuestra Ciudad-Bunker, hay mucha gente que ve con malos ojos al príncipe Anduin.

— Entiendo.

Mientras tanto, varios metros atrás de su hermano, Koya no paraba de mascullar, gruñir y lanzar bufidos de su boca, provocando ruidos extraños. Okrorio y Jaeger, quienes seguían su ritmo a su lado, se mantenían serios mientras hacían un esfuerzo por no reírse del chamán; Powaq podía oír a su hermano pese a liderar la marcha y estar unos cuantos metros más adelante, y también contenía la risa: era típico de Koya hacer esos berrinches cuando no le gustaba algo, en especial cuando salían de viaje a algún sitio que él no quería ir; por tanto, asumió que ir a la Ciudad-Bunker de Nahlia no era de su agrado. Eso era un rasgo que había adquirido de niño, y que no había logrado superar.

— Oye, tú… -refiriéndose a Koya- Pareces motor viejo haciendo esos ruidos chistosos.

— Cállate, Okrorio.

— Ya dejaste claro que no quieres ir al hogar de esa humana: no necesitas seguir haciendo esos gestos. -añadió el elfo- ¿Sabes lo difícil que es no reírnos de ti?

— Pueden reírse… pero después no me hago responsable de las llamas en sus traseros.

— Sigh… ¿Al menos podrías decirme por qué no quieres ir? Creí que los tauren se llevaban bien con los humanos.

— No es eso. -respondió Koya- Es cosa de chamanes.

— Ah… Como de lo que estuvi…

— ¡Es cosa de chamanes, orco!

— Idiota… -masculló en voz baja-

El viaje continuó por varias horas hasta cerca del mediodía, bajo un sol intenso en medio de la estéril sabana. El grupo había llegado a la entrada del Marjal Revolcafango, donde la sabana daba lugar poco a poco a territorios más húmedos y arbolados, pero igual de espeluznantes. Koya se detuvo a metros del lugar en donde comenzaban los pantanos y se dedicó a mirarlos detenidamente: aparte de lucir lúgubres y nauseabundos, no entendía que cosa era tan peligrosa como para evitar que fuese allí. ¿Los Tótem Siniestro tal vez? Llevaban viviendo años allí, desde que Baine los desterró, y siempre asaltaban las caravanas de Nuevo Taurajo y Nueva Theramore en cuanto podían; incluso llegaron a atacar a varios trenes de pasajeros y de carga que recorrían el tramo en tres las dos ciudades. Aparte de la propia naturaleza pantanosa del lugar, eran ellos los principales responsables de que los humanos de Nueva Theramore no se aventurasen demasiado a colonizar el interior del Marjal.

¿Podrían seguir viviendo aquí, así como algunos se escondían en Feralas? Tal vez: si fuese así, Koya no dudaría en matarlos, así como hizo con esos Tótem Siniestro al encontrar el cuerpo de Keena. Pero debía haber algo más.

— Bueno… -dijo Powaq tras bajar con cuidado de su kodo y ayudar a Nahlia a descender; poco después, todos los demás guardaron sus monturas en sus Gnoblin 5000, excepto Koya- Ya estamos aquí: ahora hay que planificar nuestro camino.

— Vamos a tardar una semana como mínimo en cruzar esos pantanos.

— No será necesario, Okrorio: Nahlia nos ayudará.

— ¿QUÉ? -exclamó el orco, sumamente sorprendido- ¡¿Cómo ella nos puede ayudar?!

— Soy una maga. -contestó la chica con un tono burlón- ¿Cómo crees tú, orco?

— ¡PODÍAS ABRIR UN PORTAL A TU CASA TODO ESTE TIEMPO, HUMANA MENTIROSA! -Jaeger no tardó en reaccionar, bastante indignado- ¡Todo tu lloriqueo anterior fue puro teatro!

— ¡No es así, "Orejas de Conejo"! En primer lugar: podía abrir un portal, pero requiere tiempo, y cada vez que lo intentaba, aparecías tú a los pocos segundos porque podías localizarme con tu Gnoblin 5000, y tenía que huir de nuevo. -Jaeger tuvo que reconocer que eso era verdad: su Gnoblin 5000 detectaba cada uso de magia arcana en kilómetros, por lo que Nahlia no tenía a dónde huir si intentaba algo como abrir un portal- En segundo lugar: después de casi una semana huyendo, estaba muy cansada y se acabó la comida, ¿Crees que es fácil abrir un portal estando hambrienta? Te reto a que lo intentes.

— La chica te hace quedar como un estúpido, oh, gran Forestal, jejeje…

— Cállate, orco.

— Y en tercer lugar: ¿Crees que diseñarían la Ciudad-Búnker de manera a que sea tan fácil abrir un portal en su interior? Si fuera así, tus locos líderes nos hubiesen encontrado antes. La Ciudad-Búnker en la que vivo, la Número 27, así como todas las hechas por humanos, fueron diseñadas de manera que fuera imposible abrir un portal arcano en el interior de las mismas; tanto desde adentro como desde afuera. Además de aislar cualquier atisbo de magia arcana que pudiese ser localizada desde fuera. No debería de sorprenderte, ya que los elfos lo vienen haciendo durante siglos.

— ¡Esa estrategia nos la copiaron, humanos poco originales! ¡¿Y luego nos critican por decir que no debimos enseñarles magia?!

— Calma, Jaeger: eso es tiempo pasado. -trató de calmarlo Powaq- Ella ya me lo explicó: abrirá un portal lo más cerca posible de la entrada a la Ciudad-Búnker 27, se pondrá en contacto con la gente de allí, le abrirán la puerta, y regresará a casa. -comenzó a sonreír de manera inocente- Y si todo sale bien, nos dejarán entrar a nosotros y nos darán una visita guiada, antes de que Nahlia u otro mago nos haga un portal de regreso hasta aquí.

— Te pasas de ingenuo… y de estúpido, hermano.

— Si es de estúpidos tener fe, pues seré estúpido, Koya. -le respondió sin perder la sonrisa en su rostro- Prefiero eso a ser pesimista. ¿Podemos empezar, Nahlia?

— De inmediato.

Nahlia se puso en posición y empezó a crear un portal arcano enfrente de ella: una especie de lente convexa transparente que distorsionaba levemente el espacio, que posteriormente se iluminó con una luz blanca, y que después formó una especie de agujero en el espacio, donde se podía ver un paisaje cenagoso y turbio. El portal estaba listo.

— ¡Muy bien! -exclamó el druida, quien no cabía de emoción- ¡Esto es muy emocionante: conoceremos una verdadera arcología!

— ¿Una qué? -preguntaron los otros cuatro-

— Un complejo arquitectónico completamente autosustentable y ecológicamente sostenible; una auténtica maravilla de la tecnología: véanlo como una ciudad en un solo edificio. ¡Es asombroso!

— Admiro tu entusiasmo, Powaq. -se rio Nahlia de buena gana- En serio; nunca lo había visto de ese modo.

— Eres MUY raro, Powaq -dijeron Jaeger y Okrorio al unísono- MUY RARO.

— En fin, ¿Qué estamos esperando? ¡Andando! -se fijó en su hermano- Eh, Koya: aun no guardaste a tu kodo.

— No pienso ir.

— ¿Huh? -Powaq quedo sorprendido, aunque de todos modos ese lo veía venir, no de esa manera tan brusca- ¿Por qué, hermano? Dijimos que la llevaríamos a casa.

— ¡Eso lo dijiste tú! -a esta altura, todos acabaron escuchando el griterío del chamán, incluyendo a Nahlia, que no pudo evitar sentirse algo mal- ¡No quieras arrastrarnos a todos a tus locuras!

— ¿Te parece una locura llevar a una muchacha a su casa después de pasar una semana lejos de ella, en un mundo que ella no conoce? Creo que te estás volviendo algo insensible, Koya. Por no decir grosero.

— A eso se le llama sensatez. ¿De verdad crees que los humanos de esa "Ciudad-Búnker" nos recibirán tan bien? Y ni hablemos de Okrorio y Jaeger, que tendrán suerte si les dan tiempo de responder a cualquier ataque.

— No sabía que detestaras a los humanos.

— No los detesto: hemos convivido con humanos en Feralas desde que nacimos, idiota. Quizás sean pocos, pero los conocimos y compartimos con ellos; tenemos amigos humanos también. -en ese momento una fugaz mirada cargada de tristeza se mostró en Koya, su hermano comprendió el por qué, pero no dijo nada- Por eso mismo dudo: los humanos de Feralas han convivido con tauren, elfos nocturnos, trolls, worgen y pandaren desde hace cien años. Los que viven en ese lugar al que nos piensas llevar han estado esos cien años sin salir al mundo exterior, viviendo sólo entre ellos. No conocen otra realidad.

— También hay enanos, gnomos y elfos nobles, Koya. -señaló la chica- Creí haberlo dejado claro.

— ¿Y qué diferencia hay con nosotros, Koya? ¿No hemos estado en nuestro propio mundo, viviendo dentro de Feralas con pocas posibilidades de salir al exterior? ¿Desconfiando de los extraños? No me querrás decir que no pensaste en que necesitaríamos amigos en este viaje… ¿O sí? -por la cara de su hermano, la obvia respuesta era afirmativa- ¿Entonces por qué viniste hasta aquí?

— Porque eres mi hermano, y debo asegurarme que estés bien. Pero en esta ocasión, no podré cuidarte… por causas de fuerza mayor.

— ¿Fuerza mayor? -Powaq creía saber a dónde iba la cosa- ¿Te refieres a tu d…?

— ¿Sabes? Haz lo que quieras, hermano. -tras lanzarle un resoplido, se dio la vuelta y regresó junto a su kodo- Yo me quedaré aquí a esperarte.

— Ehm… Bueno, como mejor te parezca. Vamos, Nahlia.

— Si, Powaq. Sólo atraviesa el portal y aparecerás del otro lado. Yo me quedaré aquí hasta que pasen todos.

Powaq atravesó el portal sin ningún problema y desapareció; faltaban Okrorio, Jaeger y la mismísima Nahlia, pero Koya quería dedicarles unas palabras al orco y al elfo antes de que se fueran: se acercó a ellos de manera bastante amenazante, con dos bolas eléctricas en sus manos.

— Le encargo al seguridad de mi hermano… Si algo le llegara a pasar, les aseguro… que desearán que se los trague la tierra. -repentinamente, el suelo comenzó a agrietarse a su alrededor- Es más… HARÉ que se los trague la tierra yo mismo. ¿Fui bastante claro?

— No tienes por qué amenazarnos, Koya. -le gruñó Okrorio, sin mostrarse mínimamente intimidado- Ya te dije que no pienso olvidar la confianza que me dio tu hermano: tienes mi palabra.

— Yo tampoco te tengo miedo -contestó el elfo de manera arrogante-; sólo te diré que no tienes que preocuparte, así que puedes comenzar a calmarte un poco. No le va a pasar nada.

— Más les vale. -hizo desaparecer las bolas eléctricas y se retiró- Ya váyanse.

Okrorio y Jaeger no dijeron nada más y entraron al portal; sólo quedaba Nahlia, quien al oír aquella conversación -además de las otras- deseó dirigirles unas palabras al chamán, quien acababa de sentarse a descansar junto a unos árboles.

— ¿De verdad no quieres ir?

— No.

— Koya…

— Qué quieres.

— No deberías de ser así con tu hermano. Puede que sea algo ingenuo, pero es buena persona, y eso que lo conozco hace menos de un día.

— Yo llevo conociéndolo desde hace veinticinco años. CREO conocerlo mejor que tú.

— ¿Acaso te molesta que yo esté aquí?

— Yo no tengo nada en tu contra, Nahlia: que eso quede claro. Sólo no quiero que le pase nada malo a él a causa de su ingenuidad. Vete ya… y de verdad, espero que regresas a tu casa a salvo.

— Ehm… Gracias.

La chica atravesó el portal, desapareciendo junto con él, y dejando a Koya en compañía de su kodo, a quien dio de comer y beber para que descansase tras estar varias horas caminando y mucho tiempo dentro del Gnoblin 5000.

Se quedó sentado, cruzado de brazos, esperando a que su hermano regresara… y el orco y el elfo si es que no los mataban. A estas alturas Okrorio le daba casi igual: el orco les había mentido en grande sobre sus orígenes; ni siquiera sabía por qué estaba enfadado con él. ¿Se estaría haciendo amigo de él sin saberlo? Tonterías: eso era imposible; sólo cursilerías que Powaq se tomaría en serio. Su hermano era otro dolor de cabeza: su actitud de "ayudar al prójimo" y completa inocencia comenzaban a desesperarlo. ¿En qué mundo vivía él?

Al menos estaría obedeciendo la advertencia de la chamán goblin, y permanecería fuera del Marjal. Aparte de eso, y de la seguridad de su hermano -en manos de un orco y un elfo que apenas conocía-, nada más importaba.

Odiaba admitirlo pero debía tener fe en aquellos dos extraños. Por el bien de su hermano.


El Marjal Revolcafango siempre había sido un sitio salvaje, húmedo y lúgubre, pero tras el Holocausto, se había vuelto aún más tenebroso: varios árboles presentaban un aspecto terrorífico bajo esas esqueléticas ramas y densas en las que no habían vuelto a brotar retoños, y aun así ocultaban parte de los rayos del sol; el suelo era más fangoso que húmedo, a consecuencia del descenso del nivel del mar tras la Gran Helada posterior al Holocausto. En medio de aquellas sombrías ciénagas, espantosas criaturas mutadas por la radiación vagaban silenciosamente, luchando por sobrevivir.

Okrorio y los demás habían "aterrizado" en unos matorrales de manera bastante brusca, quedando todos sobre Powaq; Nahlia fue la primera en levantarse inmediatamente después de darse cuenta de la bochornosa llegada. Los demás la siguieron poco después.

— Es la primera vez que uso un portal arcano. -dijo Powaq, sin importarle el peso extra de sus compañeros sobre su cuerpo- Jejejeje… Fue muy divertido.

— Tienes que practicar los aterrizajes, humana. -gruñó Jaeger, sacudiéndose el polvo y ramas secas de su uniforme- ¿Acaso no sabes abrir portales?

— Considerando que pasé toda mi vida bajo tierra, y que apenas salía al exterior para practicar, creo que no lo hice tan mal.

— Al menos no caímos en ese lodazal. -bufó Okrorio, señalando el enorme charco de lodo que estaba cerca de ellos- O podríamos habernos ahogado.

— Por no decir contaminado de radiación. -señaló Powaq, quien se hallaba analizando el charco con su Gnoblin 5000 tras ponerse de pie- Es lo mismo que vi en los pozos de Los Baldíos, pero mucho más concentrado; probablemente por el alto nivel de humedad de estos pantanos. La radiación de las detonaciones nucleares acabó concentrándose en el agua de estos charcos y en el fango, contaminando toda el área. Me sorprendería que hubiese algo vivo que no haya mutado.

— ¿Dices que este lugar es más peligroso que los Baldíos?

— Precisamente, Jaeger… -de su Gnoblin 5000 hizo aparecer unas pastillas de color amarillo, y se tragó un par de ellas- Recomiendo que tomemos la medicina antirradiación; sólo para estar seguros. -los demás hicieron caso de la recomendación y se tomaron las medicinas- ¿Por dónde, Nahlia?

— Por allá -señaló la chica en dirección este- Aquí es donde suelo entrenar mis poderes, y donde "Orejas de Conejo" comenzó a perseguirme.

— ¡Me llamo Jaeger!

— Y yo me llamo Nahlia, mucho gusto. -le respondió la chica con sarna; Okrorio y Powaq no pudieron evitar reírse- Ahora que nos aprendimos nuestros nombres, ¿Podemos continuar? La entrada a mi Ciudad-Búnker queda cerca de aquí.

Guiados por Nahlia, los otros tres iniciaron la marcha, evitando los senderos fangosos, los pozos contaminados y cruzando la densa y a la vez raquítica maleza que era la única forma de vida vegetal que abundaba allí, junto a los musgos que colonizaban los secos árboles. El daño provocado por el Holocausto no era demasiado notorio en comparación a los Baldíos, pero se hacía notar: casi no se veían animales, más que unos pocos insectos, y no había señales de los tan habituales mocos, que era muy probable que se volvieran aún más peligrosos a causa de la contaminación radiactiva. Lo mejor sería no hallarse con alguna de aquellas potenciales mutaciones.

No pasó ni una hora para que llegaran a su destino: una zona despejada, ligeramente elevada sobre el resto del pantano, y por tanto, seguro ante posibles inundaciones y libre de fango tóxico. Sobre aquella superficie, había un camino sumamente deteriorado que conducía a lo que en su tiempo debió de ser una granja: los amplios espacios abiertos y cubiertos parcialmente de matas de maleza debieron de ser los campos de cultivo, los cuales estaban delimitados por cercas de madera aún visibles; a lo lejos se podía apreciar una pequeña casa de dos pisos, un tractor oxidado y un granero. Tanto la casa como el granero estaban hechos de madera con techos metálicos; aun así, sorprendía que hubiesen sobrevivido a la guerra. Probablemente las bombas no habían estallado cerca de allí.

— ¿Es aquí?

— Si, Okrorio -respondió la chica: era la primera vez que nombraba al orco por su nombre- La Ciudad-Búnker está justo bajo nuestros pies.

— ¡Esto es muy emocionante! -Powaq por poco y no saltaba de la emoción al sentirse tan cerca de una innovación tecnológica tan cerca suyo; salvo Nahlia, que lo veía de forma divertida, los demás sentían vergüenza ajena- ¡Voy a conocer una maravilla de la ingeniería, y a unos humanos que han vivido ajenos al mundo exterior! Nahlia, ¿Crees que ellos tengan algún problema conmigo?

— Ehm… Pues de los tauren no nos han dicho nada malo… en comparación a los orcos y elfos de sangre.

— Brillante idea la de traernos aquí, druida. -gruñó Jaeger de manera sarcástica- Brillante…

— Ustedes dos quédense tranquilos, que no dejaré que les pase nada. Hablaré por ustedes.

— Oh… me siento tan seguro ahora. -añadió Okrorio, sumándose a la ronda de sarcásticos- Powaqqatsi el Diplomático.

— ¿Por dónde debemos ir?

— Hay que entrar al granero, Powaq; después bajar a un sótano, que lleva a un túnel, y de ahí al acceso a la Ciudad-Búnker.

— Es igual que en la mía. -añadió Okrorio, para después dejar salir un bufido de disgusto- Esos goblin y gnomos compartieron la idea, maldita sea. Pero capaz no sea tan malo: no tendré problemas en conocer las instalaciones.

— Ambos eran de la Sociedad Científica y Tecnológica de Azeroth, Okrorio. No me sorprende que pienses que orcos y humanos tengan Ciudades-Bunker iguales… más allá de la estética. -entonces se oye un crujido seco, Powaq había pisado algo- ¿Qué fue eso?

Al bajar la mirada, Powaq descubrió los huesos aplastados de la pierna de un caballo: cerca de ellos, estaba parte del esqueleto, disperso por el suelo; así como los restos de otro caballo y algunas gallinas, si bien, no quedaba mucho. Tras revisar los restos, Powaq dedujo que los carroñeros se habían llevado partes del animal muerto hacia un siglo.

— Es una verdadera pena -comentó con tristeza tras revisar los restos- Estos animales murieron aquí afuera… durante el Holocausto. No hay señales de quemaduras, por lo que sobrevivieron a las bombas pero… acabaron muriendo de hambre. Lo deduzco por los huesos.

— Supongo que los dejaron aquí para… ayudar al "camuflaje" de la granja. Y así nadie sospeche que aquí había una Ciudad-Búnker.

— Puede ser, Nahlia... Pero igual me sigue pareciendo injusto: este animal sufrió tanto… ¿No pudieron haberlos metido dentro? -se preguntó retóricamente; sabía que Nahlia ni los demás podrían responderla; suspiró y volvió a ponerse de pie, retomando el camino al granero- En fin… sigamos.

— Creo que como druida, el daño a la naturaleza te afecta mucho, ¿Cierto?

— Somos guardianes de la naturaleza, Nahlia: es algo que nos concierne por completo. Me pone triste pensar en cuánto se perdió durante el Holocausto; espero que eso de que dicen que la Gran Madre Tierra está muerta sea sólo un rumor. Quiero ser optimista.

— Para ser un druida, sabes mucho de tecnología.

— Cierto, -señaló Jaeger, sumamente curioso- Nunca vi a un druida, y menos a un tauren, tan interesado en la tecnología avanzada como tú: me parece…

— EXTRAÑO -asintieron todos-

— ¿Qué tiene de extraño? -Powaq se detuvo y les dirigió una mirada cargada de curiosidad- Que sea un druida y un tauren no quita que puede tener afición a la ciencia y a la tecnología. Creo que se basan en viejos estereotipos.

— Mengel dijo que eras "demasiado inteligente" para tu especie. -comentó Okrorio: Nahlia y Jaeger aún no sabían nada del científico goblin de Bael Modan, y se abstuvieron de preguntar por el momento- Explícanos eso.

— Soy un superdotado. -contestó el tauren de ojos dorados; para ese entonces, estaban a pocos metros de la entrada al granero- Cuando era pequeño, mis padres me notaron sumamente inquieto, y me llevaron junto a un especialista.

Según Powaq, el doctor concluyó que él era muy activo a causa de su mente extremadamente curiosa, y le sugirió a sus padres que motivaran su desarrollo intelectual. Mencionó que al año y medio ya hablaba muy bien; a los dos podía leer y escribir; a los tres ya dominaba, además del tau'rahe, el darnassiano y el común; que desde esa edad ya comenzaba a curiosear los diferentes aparatos eléctricos de la casa, y mostraba un interés tan grande por las máquinas que su madre, una druida bastante tradicional, se preocupó.

Lejos de alejarla de aquel "inusual interés por la mecánica, viniendo de un druida", su madre, e incluso su padre, lo apoyaron. Durante toda su infancia gastó su dinero más en libros y chatarra mecánica y electrónica que en golosinas y leyó libros de todo tipo: ciencias, biología, ecología, historia, cultura general, ingeniería, electricidad, mecánica y aprendió más idiomas. Llegada la adolescencia, comenzó a trabajar en aquella chatarra y piezas usadas que recolectaba, fabricando todo tipo de máquinas, con sus fallas y aciertos; aprendió a usar las terminales e incluso a fabricar algunas. Su madre creyó que había llegado el momento de que dejase esos "juegos con latón", pero su hijo resultó ser casi tan terco como su hermano y se negó a dejar su pasión por las máquinas; sin embargo, no pudo negar que Powaq nunca dejó de lado su camino de druida. Al contrario: se mostraba muy entusiasta de seguir sus pasos en el druidismo, demostrando con mucho fervor sus grandes talentos, su amor por la Gran Madre Tierra y todos los seres vivos; si a eso se le sumaba el vasto conocimiento que tenía sobre la naturaleza, su madre llegó a la conclusión de que sería un druida excelente… pese a su elección de ser ingeniero de profesión.

— Imagino que habrás tenido muchos amigos de niño.

— Más que Koya, Nahlia, pero la verdad no tenía muchos. Y de chicas, tampoco. -Powaq se puso algo colorado- Parece que no les agradan los chicos listos… excepto a la hora de la tarea, jejeje…

— ¿Cuántos idiomas hablas ahora? -preguntó el elfo- Dijiste que hablabas tres de niño, y luego aprendiste más. Yo hablo el thalassiano, el común y el goblin.

— Yo el orco, común y goblin. -respondió Okrorio- Sí o sí debes aprender a entender a esos enanos.

— Yo hablo el común, thalassiano y gnomótico. Pero nunca pude aprender el idioma de los enanos: me es imposible.

— Koya habla los mismos tres idiomas que aprendí yo de niño. El común es el idioma universal de Azeroth de todos modos: en ese sentido, los humanos lograron una superioridad cultural; el orco sería el segundo idioma indispensable por la expansión de la Horda. Actualmente yo hablo diez idiomas: aparte de esos tres, conozco el viscerálico de los Renegados, por su vaga relación con el común; thalassiano, por su parentesco con el darnassiano; el goblin y el gnomótico, pues la mayoría de los libros de ingeniería eléctrica, mecánica y electrónica que conseguía estaban en esos idiomas y los tuve que aprender; el zandali y el gilneano por la convivencia con trolls y worgen en la Mancomunidad; y el orco, porque… me pareció interesante. Y estoy tratando de aprender el pandaren y el idioma Titán, pero cuesta conseguir los libros.

— De verdad eres un genio. -suspiró Okrorio- Un condenado genio.

Owachi -agradeció en su propio idioma y luego retomó la marcha- Estamos por llegar.

El granero no mostraba grandes señales de deterioro a pesar del agresivo clima húmedo que debía de soportar en el pantano: la estructura de madera había sobrevivido bastante bien, así como el techo de zinc; el silo no mostraba mayores daños. Dentro no había nada destacable; sólo las cosas típicas de un granero como algunas herramientas abandonadas y un tractor estacionado. Como Nahlia había dicho, la granja actuaba como una auténtica tapadera. ¿Quién sospecharía que aquí se encontraría la entrada a una arcología subterránea de alta tecnología?

Nahlia revisó su Gnoblin 5000 y comenzó a manipular a varios de sus comandos; el druida de inmediato intuyó lo que haría y no se preocupó por ello, pues era lo más lógico: se pondría en contacto con el interior de la Ciudad-Búnker. Los que sí se preocuparon, fueron Jaeger y Okrorio, pero no intentaron detener a la chica.

— Aquí Nahlia Bustamante. ¿Me reciben, Ciudad-Búnker 27? -no recibió respuesta; probo nuevamente- Aquí Nahlia Bustamante, de la Ciudad-Bunker 27, ¿Alguien puede oírme? Es extraño; deberían de responderme.

— Capaz no puedan, o estén ocupados.

— Eso no puede ser, Powaq: la Oficina de Vigilancia del Ayuntamiento de la Ciudad-Búnker debe estar siempre operativa; no pueden simplemente irse todos a tomar una taza de kaffa. -la chica comenzó a preocuparse- ¿Habrá pasado algo?

— Tendríamos que averiguarlo. -dijo Okrorio, poco convencido- ¿Pero cómo piensas entrar? La entrada suele ser de elementium reforzado con aleación de titanio.

— Se nota lo cuidadosos que fueron al construir esas cosas. -insinuó el elfo- Elementium reforzado aleado con titanio… Oh, vaya.

— No será necesario -interrumpió el druida- Nahlia, ¿Me permites tu Gnoblin 5000, por favor?

— ¿Piensas piratearlo?-preguntó la chica- No creo que puedas.

— Capaz no: mis manos son muy grandes, jejeje… Pero de todos modos quiero revisarlo; mientras, podemos seguir hacia el sótano.

— De acuerdo.

Junto a los restos de heno empacado había una gran puerta metálica que daba al sótano: el interior del mismo se veía bastante normal y abandonado como todo en esa granja, salvo por un estante metálico que tenía todas señas de no ser tan ordinario. Nahlia lo confirmó tras empujarlo unos centímetros: el estante estaba sujeto a unos rieles que lo hacían correr a un costado, y tras hacerlo, dejaba descubierto un pasaje secreto que daba a unas escaleras descendentes. Guiados por la maga, el grupo comenzó a descender por ellas.

A Nahlia le extrañaba la aparente falta de vigilancia del pasaje del sótano. ¿A qué se debía? ¿Habrá pasado algo en la Ciudad-Búnker durante su ausencia? Ese temor se acrecentaba con cada peldaño que descendía por aquel largo túnel.

El túnel se hallaba iluminado por unas luces de emergencia de baja potencia, cuyo tenue brillo rojizo brindaba la mínima iluminación requerida; algo lógico, considerando que la Ciudad-Búnker debía tener un óptimo consumo de energía y no podía desperdiciarlo en pasadizos apenas utilizados. Powaq, que era el más fascinado con el concepto de la Ciudad-Búnker, trató de imaginarse a las personas que caminaron por ese túnel hace más de cien años. Imaginó sus rostros, llenos de temor ante la guerra que se avecinaba, de tristeza hacia el mundo que dejaban atrás y que sabían que no volverían a ver jamás, y de esperanza a un prometedor pero incierto futuro. Humanos u orcos, gnomos o goblin, enanos, elfos o trolls: todos decían lo mismo en aquellos rostros a medida que bajaban. Okrorio y Nahlia imaginaban lo mismo viendo los rostros de sus antepasados en aquella procesión imaginaria.

Pasaron más de veinte minutos de descenso hasta llegar a su destino: una habitación del tamaño de una pequeña arena de batalla cuyas paredes estaban cubiertas por estantes. Nahlia sólo tuvo que mover el estante correcto como la otra vez y despejar el camino. El pasadizo comunicaba a una habitación de la mitad del tamaño de la anterior, pero con las paredes desnudas de roca sólida... salvo una: la que tenían enfrente.

Fue esta misma pared la que dejó enormemente sorprendidos a Powaq y Jaeger, y en menor medida a Okrorio, a quien le resultaba familiar: incrustada en la roca, se encontraba un gran umbral metálico de tonalidad plomiza, claramente elementium, y de aspecto claramente macizo. Lo más llamativo era la enorme puerta circular a modo de bóveda de caja fuerte de banco goblin: tenía más de seis metros de diámetro y casi un metro de espesor, su forma recordaba al de un enorme engrane de nueve dientes. En la cara del engrane gigante, estaba pintado en azul y dorado el conocido emblema de la Alianza, junto al número veintisiete.

Y allí, a un costado de la puerta, encastrado en la roca, estaba un panel de control con una terminal en perfectas condiciones. Eso era precisamente lo que Powaq esperaba encontrar.

— Wow... Es impresionante. -no tardó en recorrer y examinarla milimétricamente- Es una maravilla de la metalúrgica... Imagino que la hicieron los enanos. -le dio unos golpecitos a la puerta- Sí que es sólida. ¿De cierre electromecánico quizás?

— En efecto. -le respondió Okrorio con serenidad; curiosamente el único que entendió la pregunta de Powaq- Si te fijas bien, la compuerta se halla sobre unos enormes rieles. Dentro existe una especie de grúa que mediante un electroimán desplaza la compuerta tanto para abrirla como para cerrarla. Se podría abrir manualmente desde dentro, pero requiere de mucho esfuerzo.

— Imagino que por tratarse de una pieza maciza de metal. -añadió Jaeger- ¿Y no se puede abrir desde fuera?

— No; es imposible. -sentenció el guerrero orco- La puerta blindada es autosellable. Si la ciudad se quedara sin electricidad, quedaría herméticamente sellada para siempre: es inexpugnable. -tras darle unos golpecitos a la puerta, se rio con malicia- Lo sabía: las nuestras son mejores.

— Que presumido...

— No lo digo por mero alardeo, niña. Esto está hecho de elementium reforzado aleado con titanio; los nuestros, además de eso, emplean saronita, para mayor resistencia. Así como el centro de Orgrimmar.

— ¿Cómo sabes todo eso? ¡Ya de por sí me parece extraña la inteligencia de Powaq!

— Soy un guerrero, Jaeger: me han entrenado para eso la mitad de mi vida. Aprendí combate cuerpo a cuerpo, manejo de todo tipo de armas, ingeniería, técnicas de supervivencia y sabotaje. Los soldados orco debemos estar preparados para todo.

— Me suena a que desperdiciaste gran parte de tu vida en prepararte para una guerra que no pasará.

— Nunca se sabe lo que puede depararnos el mundo exterior, niña… Nunca se sabe.

— Nahlia, trata de contactar con la ciudad de nuevo, por favor.

— Si, Powaq, lo intentaré.

La chica volvió a llamar a la Ciudad-Búnker, intentándola en varias ocasiones y con los mismos resultados: silencio. Eso no era nada normal. ¿Qué había pasado allí dentro? Ya le era difícil mantener oculta su preocupación hacia el que había sido su hogar por siempre.

Powaq se percató de ello y trató de tranquilizarla dándole palabras de aliento; acto seguido, le pidió a Nahlia que esta vez conecte su Gnoblin 5000 a la terminal de la puerta blindada. La chica no entendió para que le pidió algo como eso, y explicó que no sabía cómo; Powaq le explicó paso por paso, sacando unos cables de la parte posterior de su aparato y conectándolos a la terminal. A partir de allí, le daría más instrucciones.

— Si nadie nos responde desde adentro, creo saber cómo entrar.

— Piensas piratear el sistema de la puerta. -concluyó Okrorio; Powaq asintió afirmativamente y continuó dándole instrucciones a la chica, que apenas podía seguir- ¡Es una locura! ¡Sabrá que eres un intruso!

— No si uso el Gnoblin 5000 de Nahlia. Tengo el presentimiento de que a ustedes no les regalan estos aparatos sólo porque sí. ¿O me equivoco?

— Aghh... De nuevo aciertas. -gruñó el orco- ¿Qué diablos te dio de comer tu mamá y a Koya no? En fin… Los Gnoblin 5000 son asignados a cada ciudadano de la Ciudad-Búnker como signo de responsabilidad. Cada aparato tiene un código de identificación que la Terminal Central de la ciudad reconoce; en caso contrario, te reconocerá como intruso y se activará el protocolo de seguridad. Supongo que los humanos hicieron lo mismo.

— Creo... que sí. -reconoció la chica, no del todo segura-

— No escatimaron en precauciones, ¿Eh? Y dicen que los elfos estamos locos.

— Pero por lo que veo, Nahlia era una completa civil: no sabe nada de pirateo de terminales.

— Yo la ayudaré, Okrorio. No será difícil -dirigiéndose ahora a Nahlia, quien no se veía del todo convencida- Sólo debes seguir mis indicaciones al pie de la letra y lograremos entrar. ¿Lista?

— Dime que debo hacer.

— Bien. Primero ve a...

Paso por paso, Powaq le daba a Nahlia las indicaciones para acceder a la Terminal Central de su ciudad. Nahlia apenas le seguía el ritmo, a Jaeger le aburría verlos y Okrorio entendía lo que hacían y observaba con impaciencia. Lo innegable era que los tres se asombraban cada vez más de la inteligencia del joven druida. ¿Cómo un tauren druida que había vivido toda su vida en Feralas, en una sociedad tradicionalista y alejada de la tecnología más avanzada supiera desenvolverse tan bien con esta? Indudablemente era un buen druida y sabía pelear, aunque su pelea con Jaeger no fue de lo mejor; tal vez de verdad fuese un superdotado. Y tal vez sea verdad que los tauren son un pueblo muy sabio y adaptable que no debía ser subestimado.

Llegó un punto en que Nahlia y Powaq tuvieron acceso a la Terminal Central y a todos sus archivos: la curiosidad invadió al druida, pero le dio prioridad al sistema de la puerta blindada. Tal y como lo había intuido -y como Okrorio había sugerido- el sistema le exigió el código de identificación del Gnoblin 5000. Ya había obtenido el de Nahlia; lo introdujo.

"Acceso autorizado" -rezaba en los monitores de la terminal y el Gnoblin 5000 de la maga- "Bienvenida a casa, ciudadana Nahlia Bustamante"

La enorme puerta circular comenzó a moverse: primero un metro hacia delante y luego rodando hacia la izquierda sobre los rieles; todo ello en medio de un fuerte sonido de la pesada maquinaria en acción y una especie de sirena de emergencia que anunciaba la apertura de la Ciudad-Búnker. Sin embargo, a medida que el acceso se despejaba, la emoción de Powaq y Nahlia, así como el asombro de Jaeger y la indiferencia de Okrorio daban lugar a la confusión y el mal presentimiento.

No era sólo el hecho de que no hubiera un "comité de bienvenida": había algo en el aire... literalmente. Específicamente en el que venía del interior de la Ciudad-Bunker.

— Humo...


Hacía una hora o dos que Koya se había quedado solo y se moría de aburrimiento: había dejado a su kodo comer y beber, estirar las patas y dejarlo hacer sus necesidades para después regresarlo al Gnoblin 5000. Luego había hecho malabares con los elementos para distraerse, algo que su padre -ni que decir su abuelo Tata- reprobaba: bolas y látigos de fuego y agua, remolinos y burbujas de viento, relámpagos, guijarros revoloteando alrededor... no tardó en aburrirse. Decidió cazar lagartijas, logrando atrapar cuatro que no tardó en comerse una a una; no era lo mismo que en otras ocasiones, o con Powaq. Se puso a caminar en círculos alrededor del árbol bajo el cual descansaba, pensando en voz alta, sacudiendo la cola como un látigo, arrastrando sus pezuñas por el suelo. Llegó a la conclusión de que necesitaba hablar con alguien.

Comenzó a manipular su Gnoblin 5000 en busca del radiotransmisor; su hermano le había enseñado a utilizar ese aparato tras el incidente de la cueva de los jabaespines. ¿Hablaría con Powaq? No: precisamente ese era el tema de conversación, y necesitaba a un experto. Buscó la frecuencia correcta y tras hallarla, llamó repetidas veces hasta obtener una respuesta.

¿Quién está ahí? Conteste, que no soy un experto en este condenado aparato.

— ¡Papá! ¡Gracias a la Gran Madre Tierra eres tú!

¡Koya! Qué bueno oír tu voz. Bendita sean la Gran Madre Tierra y los espíritus: ya me preguntaba por ustedes. ¿Cómo están? ¿Dónde se encuentran?

— Estamos bien, papá. Nos encontramos en Los Baldíos, cerca de Bael Modan.

Vaya: han avanzado bastante: están mitad de camino de Mulgore. -el padre notó algo raro: había demasiado silencio junto a Koya- Oye, ¿Y tu hermano? La verdad hubiese esperado esta llamada de su parte.

— Está cazando para la comida. -mintió; mientras menos sepa su padre, mejor- Papá, ¿Se encuentra mamá?

Lo siento; fue a atender sus asuntos de druida y tardará en volver.

— ¿Hacer té y galletitas para el Circulo Cenarion?

Koyaanisqatsi Cazacielo... -gruñó su papá sin alzar la voz- Tu mamá hace más que té y galletitas... y ahora maneja un tema delicado que no va al caso. Dime, ¿Quieres preguntarle algo?

— Quiero hablar contigo, de Powaq... a solas.

Kalo se tomó un momento para responderle a su hijo: lo conocía… y a su otro hijo también. Esa conversación no iba a ir para buen camino.

Dime, Koya. ¿Qué ocurre entre tú y tu hermano?

— ¿Quieres la versión larga o la resumida?

Koyaanisqatsi…

— ¡No lo soporto! -exclamó- ¡Es demasiado… inocente, confiado y…! ¡AGHH! ¡¿Por qué dejaron que me acompañara?! ¡Se supone que era un viaje espiritual que YO debía hacer; no un paseo fraternal por el Yermo Central de Kalimdor!

Si fuera por mí, hubieras ido solo: entiendo perfectamente que un viaje espiritual es algo que uno debe hacer por su propia cuenta para un mayor acercamiento con los espíritus. Soy un chamán como tú y tu primer mentor, además de tu padre; lo sabes, hijo. Pero también sabes cómo es tu mamá, y que no te dejaría hacer un viaje así solo; y debes de saber lo mucho que le costó no sólo dejar que te fueras, sino aceptar que te acompañara tu hermano. -hizo una pausa- Y a decir verdad, a mí también me costó mucho dejarlos ir. Piénsalo: dejar a tus únicos hijos, por más adultos que sean, ir a un lugar peligroso y desconocido.

— Dijiste que había otros chamanes como yo: pudiste haberte contactado con ellos para que me acompañaran en lugar de Powaq.

Lo hice. -respondió su padre- Pero todos estaban ocupados en otros asuntos… y para serte sincero, hijo… ninguno quería acompañarte.

— ¡¿Y eso por qué?! -alzó la voz, notablemente enojado- ¿Acaso no eran demasiado relevantes mis casos de "posesión"?

En realidad, no se animaban a realizar el viaje fuera de Feralas. -su padre hizo una nueva pausa- Hijo, hay algo que debo confesarte: yo te dije que había varios chamanes como tú, pero… lo cierto es, que eres el único que conozco de esta generación.

— ¡¿QUÉ?!

Como lo oyes: hasta donde tengo conocimiento, no hay ningún chamán con tu don que tenga tu edad, o cercana. Todos son ya entrados en años, poco más de mi edad o incluso más. Y por más experimentados que sean, no tienen el mismo espíritu juvenil de explorar lo desconocido.

— Son cobardes. -masculló Koya- Unos condenados cobardes.

Es posible, Koya. Otra cosa que no te dije, y creo que debo hacerlo ahora, es que, cuando descubrí tu don, consideré seriamente en dejarte con alguno de esos chamanes para que te entrenara. Creía que sería lo mejor.

— ¡¿Y por qué no lo hiciste?! ¡Tal vez no tendría estos problemas ahora!

Tenías siete años, hijo. ¿Cómo iba a dejar a mi hijo al cuidado de un desconocido? Y a pesar de lo que tú piensas, eras, y ERES muy apegado a tu hermano. Son mellizos después de todo: es normal que sientan un vínculo especial.

— Mmm…

Quería que tuvieras una vida lo más normal posible; una infancia normal como cualquiera. -se oyó a Kalo carraspear un poco- Pero veo que cometí un error.

Koya no sabía que responder. Sintió que acababa de hacer sentir a su padre culpable de sus problemas: no era su intención. Podía ser estricto y severo la mayor parte del tiempo, pero era su padre, y sabía que había hecho lo que hizo por su bien: era algo que costaba entender de niño. Pero cuando eres adulto, comienzas a captar el verdadero esfuerzo que los padres realizaron al criarte.

— Papá…

Volviendo al punto, hijo: tienes que tratar de llevarte bien con tu hermano; por su propio bien. Se necesitan el uno al otro.

— ¡Pero me irrita su actitud tan…inocente, tan… confianzuda, tan… bonachona, y…!

¿Tan parecida a la de tu mamá? -Koya se quedó mudo; no podía seguir con las críticas; su padre se echó a reír- ¿Por qué crees que me casé con ella? Al final algo heredaron de nosotros. Tú eres testarudo, Koyaanisqatsi, por no decir tan… "juguetón" como Powaqqatsi.

— Eso no es verdad.

Apuesto a que antes de llamarme jugabas a los malabares con los elementos. -el joven chamán se retrajo y permaneció mudo; su padre lo conocía mucho mejor de lo que pensaba; se podía oír a Kalo riéndose nuevamente al otro lado del comunicador- Lo sabía: te conozco demasiado bien. Nunca me gustó que lo hicieras porque creía que molestabas a los espíritus así, pero a tu mamá le parece divertido.

— Ehm…

La Gran Madre Tierra nos bendijo con dos hijos especiales: tú con un don casi olvidado, y Powaq con su gran inteligencia. Pero convengamos en algo: a veces tu hermano nos saca de quicio.

— ¡Querrás decir siempre! ¡JAJAJA! ¿Recuerdas cuando teníamos ocho años y desmanteló tu tocadiscos? Mamá decía que estabas por explotar como un volcán.

No creo recordar cuantas palabrotas habré dicho ese día. Era el tocadiscos de tu bisabuelo: era lógico que me enojara.

— Pero te quedaste con la mandíbula floja al ver que lo armó de nuevo… ¡Y funcionaba mejor! Nadie lo podía creer.

Tu hermano es increíblemente hábil para eso de la tecnología y las máquinas desde que era un niño muy pequeño; lo reconozco. A tu madre y a mí siempre nos pareció una curiosa paradoja que tenga esos gustos y siga el camino del druidismo, pero a él no le extraña. ¿Lo has notado?

— Bastante.

Él es muy optimista: confía en un mejor mañana, en uno en el que la tecnología moderna y los conocimientos de los druidas ayuden a sanar a Azeroth; una visión muy ingenua debo decir, pero él le tiene una fe tremenda y no quiero romperle la ilusión. Después de todo, ¿No fue el abuso y adicción a la tecnología moderna lo que nos llevó a la Cuarta Guerra y al Holocausto?

— Sí, así es. -Koya hizo una pausa; si bien concordaba con su padre en muchas cosas, debía agregar algo a la conversación- Pero… si no fuera por esa tecnología, no estaríamos aquí; ni estaríamos hablando: Powaq construyó los aparatos por los que estamos hablando a pesar de la distancia, y la verdad es que esta cosa me ha sido muy útil.

Supongo que tienes razón.

— ¿Y qué opinas de su exagerada confianza hacia los demás? ¿Además de esa odiosa necesidad de ayudar a todo el mundo? Francamente, a mí me exaspera.

Tu hermano siempre ha visto el mejor lado de las personas; no quiere buscar enemigos, sino hacer amigos y evitar el conflicto por sobre todo. Es de aquellas personas que da segundas oportunidades: eso lo heredó de tu madre, y por eso me casé con ella. Y ella heredó eso de tu abuelo Ka'vo, quien no tuvo problemas de darme la mano de su hija.

— Oh, por la Gran Madre Tierra… -se lamentó cómicamente Koya- El Abuelo Ka'vo. Cuando pienso en él, me digo: "Así será Powaq a los ochenta años."

¡JAJAJAJA! ¡Exacto, hijo: eso mismo pienso yo! Tu abuelo Ka'vo es todo un fenómeno… -hizo una pausa para después cambiar súbitamente de tono- No le digas a tu mamá que le dije eso; sabes que la enoja. En fin… Creo que tú y Powaq se complementarán en este viaje: podrá ayudarte a conseguir ayuda si la necesitan, y tú lo pondrás en la tierra cuando sea necesario. Él sabe empatizar con las personas mejor que tú; no es por ofenderte.

— Entiendo, papá.

No sé que más decirte, hijo… A menos que tengas algo más que contarme.

— Ehm… No, papá; creo que ya tengo las cosas más claras. Hablaremos en otro momento, ¿Sí?

Esperaremos su llamada, Koya. Cuídense.

Tras despedirse de su padre, el chamán apagó el comunicador de su Gnoblin 5000, quedándose solo de nuevo. La conversación con su padre lo había animado un poco tras haber tenido dos días estresantes seguidos.

Era normal que con su padre se llevara mejor y no sólo por tener las mismas habilidades: él era más apegado a su padre y Powaq a su madre. Y eso a pesar de que Kalo era alguien bastante estricto y poco expresivo con todos en general, salvo cuando de verdad lo creía necesario; su madre era todo lo contrario: muy emocional y expresiva, alegre, cercana y a veces algo hastiante… como Powaq. Definitivamente habían heredado muchas cosas de sus padres.

A pesar de su cercana relación con su padre, Koya prefirió mentirle antes que decirle algunas verdades, y no era la primera vez: nunca le confesó ni a él ni a nadie, que había matado a tres Tótem Siniestro la noche que fue a buscar el cuerpo de Keena; lo último que quería es que lo acusaran de asesino, por más justificado que fuera. Tampoco le dijo a su padre sobre la shamán goblin de Viento Libre y su advertencia, o Bael Modan, u Okrorio, Nahlia, Jaeger o la "Ciudad-Búnker". Mientras menos supiera su padre por ahora, mejor.

¿Cómo se tomaría el hecho de que se cruzaron con un orco? ¿O del concepto de ciudades subterráneas secretas? O peor, ¿Que había dejado a su hermano mellizo junto a tres desconocidos? Eso último ni él se lo podía creer. ¿Acaso confiaba en ellos, incluido Okrorio? Algo le hacía pensar que sí.

Optó por esperar a que se comunicaran; mientras tanto, se quedaría esperando.


Continuará...