Disclaimer: Los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es CullensTwiMistress, yo solo traduzco con su permiso.


Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to CullensTwiMistress. I'm only translating with her permission.


Capítulo 5

Caminamos hacia la entrada de su casa, me hace entrar y me da un recorrido de la planta baja. Está limpio, pero es obvio que un hombre soltero vive aquí.

Vamos a la sala, y efectivamente, su televisor es gigante. Cincuenta pulgadas al menos.

—Vaya, ese es un televisor muy grande que tiene allí, señor Cullen.

Camino hacia su pared de DVDs y comienzo a echar un vistazo a los títulos. Puedo sentir su mirada en mí, pero decido no dejar que me moleste. En todo caso, espero que él dé el paso.

Edward cierra la distancia entre nosotros, y puedo sentirlo justo detrás de mí.

—Esa es buena —dice cuando tomo una película al azar. El tono de su voz es inconfundiblemente bajo y ronco. No tengo idea lo que elegí ya que su aliento me hace cosquillas en la oreja y ese escalofrío de antes regresa con venganza.

Me doy la vuelta y se la doy.

—Ponla entonces. —Sonrío y camino hacia el sofá. Me siento en un extremo y le doy la opción de sentarse donde sea.

Él pone la película, gira hacia mí y sonríe. Me encojo de hombros y silenciosamente doy palmadas al asiento a mi lado. Estoy siendo un poco atrevida, pero son las nueve p.m., y ya pasó mi hora de dormir. Si vamos a fingir que somos tímidos, ¿tal vez podríamos acelerarlo un poco?

Edward se sienta a mi lado, con el control remoto en mano y en unos pocos minutos, el Hombre Araña comienza a reproducirse. Me gusta esa película así que no discuto. Buena elección de mi parte, en mi opinión.

Guardamos silencio. Su muslo cubierto con pantalones de vestir toca el mío desnudo. Mi falda se subió un poco al sentarme y supongo que no la enderecé. Ahora mismo, es en lo único en lo que puedo concentrarme.

Hay una capa de tela entre su muslo y el mío, una capa de tela muy fina evita que su piel toque la mía.

—¿Está todo bien, Bella? —La voz de Bella me saca de la competencia de miradas que estoy teniendo con nuestros muslos.

Giro la cabeza para mirarlo. Se encuentra justo allí, quizás a unos centímetros de distancia. Somos adultos, pero quiero aventarme sobre él, y hacer cosas sucias que solo he visto hacer a mi hermana mayor cuando era adolescente, y tenía a sus novios en nuestra casa a altas horas de la noche.

Está muy mal, pero aun así, mierda, se sentiría tan bien.

Todo ese maldito fanfiction que leo no está ayudando. ¿Lemons? ¡Sí, por favor!

Me encuentro con su mirada, y lo que veo allí es algo parecido a la lujuria.

—Todo está bien —digo, pero en realidad solo quiero decirle que me toque.

Él sonríe. Maldito sea este hombre.

—¿Estoy sentado muy cerca?

Sacudo la cabeza.

—No, para nada. ¿Por qué? —Me lamo los labios instintivamente. Se encuentra justo allí. Solo unos pocos milímetros y podría tener mis labios en los suyos.

Sus ojos bajan a mis labios y su lengua se asoma para humedecer los suyos. Trago audiblemente.

Por favor, Dios, haz que dé el paso.

Los dedos de mis pies están retorciéndose. Mi pecho está agitado. No hay manera de que él no pueda notar que también deseo esto.

Me inclino, solo un poco, tanteando el terreno, viendo si él también lo hará. Cuando su rostro se encuentra a solo unos milímetros del mío, cierro los ojos.

Siento sus labios, suaves como una pluma, presionar contra los míos. Un suave gemido se escapa de mi garganta, la sensación es tan buena.

Sus labios se mueven contra los míos, suaves; tanteando. Entonces, un poco más firmes.

Comenzamos a movernos juntos; sus labios succionan mi inferior mientras los míos toman su superior.

La mano de Edward se dirige a mi cuello; su pulgar acariciando ligeramente mi mandíbula.

Inclino la cabeza a un lado y deslizo mi lengua contra su labio, solicitando entrada. Es suave y dulce, su sabor persistente, mezclándose con el mío mientras nuestras lenguas bailan lánguidamente una contra la otra.

Mis manos se mueven hacia su cabello. Dios, es tan suave, los mechones se deslizan entre mis dedos. Lo acerco más a mí, necesitando más.

La mano de Edward se desliza por mi cuello y hombro, la sensación me hace estremecer de la manera más tortuosa.

Su otra mano se dirige a mi muslo y suelto un gemido.

Estoy haciendo sonidos que no recuerdo hacer sin la ayuda de un vibrador, pero sus manos sobre mí, justo así, se sienten tan bien. No puedo evitar preguntarme qué tan bien se sentirían en otro lugar.

Rompo el beso, necesitando oxígeno, aunque creo que está muy sobrevalorado, pero cuando Edward besa un camino por mi cuello y sus manos me acercan más a él, demonios, gracias al buen señor por hacernos respirar.

Llevo las manos hacia los hombros de Edward para estabilizarme, y tomo un poco de iniciativa para sentarme a horcajadas en su regazo. Él gruñe y me ayuda, llevando ambas manos a mis muslos para estabilizarme.

—Jamás hice este tipo de cosas en la secundaria —comento entre besos en su mandíbula. Es dura y pinchuda. Hundo mi nariz contra su garganta e inhalo, él huele tan jodidamente bien.

Edward se ríe.

—Yo tampoco.

Me aparto y examino su rostro.

—¿Por qué no? Apuesto a que eras atractivo. Todas las chicas debieron haber querido un poco de esto. —Paso mis uñas por el costado de su cuello.

—Oh, Bella, era un ratón de biblioteca en la secundaria. Me casé con la única chica con la que me acosté y terminó siendo una lesbiana. Lo dije en serio antes, no hago este tipo de cosas.

Estoy sorprendida. Hago las cuentas...

—Mierda, ¿una mujer?

Edward asiente y agacha la cabeza, hundiendo el rostro en mi cuello. Lo abrazo y sonrío.

—Yo también solo he tenido uno —digo, encogiéndome de hombros.

Edward se ríe.

—Somos patéticos.

Aparto su cabeza de mi cuello y acerco su rostro al mío.

—Vamos a cambiar eso ahora mismo.

Me bajo de su regazo, y por primera vez esta noche, le ofrezco mi mano y tomo la iniciativa.

Edward se ríe de mi entusiasmo y levanta la mirada para encontrarse con mis ojos.

—Bella, te deseo. Eso es bastante obvio. —Los dos miramos a su entrepierna, y demonios, creo que tiene un fajo de monedas de veinticinco centavos allí adentro. Quizás incluso dos—. Pero no en la primera cita. Te deseo. Mucho. —Sacude la cabeza—. Tanto que apenas puedo pensar con claridad. Pero me gustaría ver a dónde va esto, creo que hay más entre nosotros que eso.

Me muerdo el labio inferior. La idea de que él me rechace pasa por mi mente brevemente, pero una mirada a su polla ansiosa cubierta por tela me dice lo contrario.

—Tienes razón. —Asiento con la cabeza de acuerdo y retomo mi posición, sentándome a horcajadas en su regazo—. Pero podemos seguir besándonos como adolescentes, ¿cierto? —Sonrío y entrelazo mis dedos detrás de su cuello.

Edward sonríe y se inclina.

—Absolutamente. Estoy dispuesto a compensar por la juventud perdida. —Con eso, roza sus labios contra los míos y nos besamos como los adolescentes que alguna vez fuimos.

Las manos de Edward son tortuosas en mis caderas. Me gustaría que se movieran más abajo, más arriba, por todas partes. Gimo cuando siento mi falda levantarse hasta mis muslos. Tengo mis rodillas ubicadas cuidadosamente a los costados de sus muslos pero hemos estado así por un tiempo, y estoy necesitando de toda mi determinación para no moverme contra su entrepierna.

Estoy mojada, esta ropa interior está arruinada. Con cada paso de su lengua contra la mía, y con cada roce de mis pezones duros contra su pecho firme, mi resolución se debilita y mis piernas se separan un poco más, haciendo que mi falda se suba mucho más por mis muslos.

Estoy segura de que si bajo la mirada, puedo ver mi coño cubierto por bragas cerniéndose a solo unos milímetros sobre la ingle de Edward.

Su cuerpo irradia calor hacia el mío. Estoy meciendo y embistiendo mis caderas contra nada. Quiero mucho.

Mucho, mucho más.

Rompo el beso, y comienzo a besar su garganta. Al hacerlo, mi coño roza la cremallera de Edward y él maldice fuertemente, apoyando su frente sobre mi hombro.

Entierro la nariz en el hueco debajo de su mandíbula cincelada e intento recuperar mis sentidos. Mi respiración es más que dificultosa, siento que mi corazón está a punto de salirse de mi pecho, y los dedos de Edward están cerrados en la tela de mi suéter, como si estuviera aferrándose a ella para que sus manos no se desvíen.

—Mierda, ¿cómo esperamos que los adolescentes se mantengan virginales? Con razón mis padres nos pusieron a Rose y a mí a tomar la píldora una vez que llegamos a la pubertad —divago sin aliento.

Edward se carcajea, sus hombros rebotando debajo de mí.

—No lo sé. Pero recuerdo haber usado mucha loción para las manos.

Me río y lo llevo hacia mí. Me presiono contra él cómodamente. No es realmente sexual, pero se siente más íntimo que cualquier otra cosa. Es cómodo y su aroma y sus brazos a mi alrededor es algo de lo que jamás podría tener suficiente.

Me doy cuenta de que, sin dudas, realmente me gusta Edward Cullen. Por muy hermoso que sea, no es solo eso, es mucho más.

En poco tiempo, él ha roto algún tipo de barrera, algo que yo había levantado hace mucho tiempo para protegerme y me doy cuenta, mientras estoy presionada contra él, completamente vestida, que él realmente logró derribarla.

La próxima vez, me abstendré de la falda elegante. Aunque de verdad me gusta lo presionados que estamos y estoy haciendo todo lo posible para no moverme contra él. Puedo sentirlo sacudirse, duro y listo contra mí. Su calor no ayuda, así como estoy segura de que el mío tampoco.

—Nena, voy a tener problemas para levantarme y llevarte a casa si te sigues presionando contra mí así —dice y me carcajeo, moviéndome un poco así nuestros centros no están en contacto.

Tiene razón, si seguimos con lo que estamos haciendo, bueno, simplemente terminaremos haciéndolo.

Y ya hemos establecido que no vamos a hacer eso esta noche.

—Quizás deberías llevarme a casa pronto, entonces. —Me encojo de hombros y extiendo mis dedos en su cabello, en la parte trasera de su cabeza. Es tan suave que casi estoy celosa. Casi.

Él echa un vistazo a su reloj.

—Es casi medianoche, ¿tienes miedo de que mi coche se convierta en una calabaza? —dice con una sonrisa, luego se inclina hacia adelante y me da un beso en la sien—. Pero si quieres irte, te llevaré a casa, hermosa.

—Le prometí a Ellie que no llegaría a casa demasiado tarde. Ella no está acostumbrada a que su vieja mamá tenga acción, ¿sabes? —Me encojo de hombros y me levanto de su regazo para ponerme de pie. Enderezo mi falda y sonrío con satisfacción cuando veo a Edward observar mi abdomen.

—¿Te gusta lo que ves? —bromeo.

Él sacude la cabeza, una sonrisa grande en sus labios.

—No tienes idea.

Voy al baño y me arreglo después de ocuparme del asunto. Cuando salgo, Edward se encuentra en la puerta principal, con las llaves en la mano y listo para partir.

Rápida y silenciosamente hacemos el corto viaje a mi apartamento, mirándonos de reojo de vez en cuando. Él tiene una sonrisa tonta en su rostro, y sé que probablemente sea igual a la mía.

Edward me acompaña hasta la puerta, donde la luz del porche parece ser más brillante de lo habitual.

—Supongo que esto es exactamente como volver a casa con mi papá, ¿eh? —Sonrío.

Edward asiente.

—Probablemente lo sea. ¿Crees que ella está mirando? —Asiente hacia la ventana de la sala.

—Probablemente —contesto y doy un paso más cerca de él—. Pero puedes besarme de todos modos.

Y lo hace. Es suave y dulce, pero muy caliente.

Le digo adiós con la mano, y cuando cruzo la puerta, presiono mi espalda contra ella y le agradezco a Dios o quien esté allí arriba por traer a Edward a mi vida.