4.2

- Harry, llaman del colegio. El director necesita que vayas a Hogwarts inmediatamente - dijo Ginny despertándole en mitad de la noche.

- ¿Ahora? Son las dos de la mañana. ¿Aún no te has acostado?

- Es Albus, ha habido un accidente y yo sigo trabajando - urgió agobiada.

Salió de la cama sin pensar en nada más. Si le llamaban a esas horas intempestivas un domingo era porque había ocurrido algo grave.

Antes de darse cuenta estaba en el límite de los terrenos de castillo. Un profesor que no conocía le acompañó hasta el interior.

- ¿Qué ha ocurrido?

- Señor Potter, soy Mathew, profesor de defensa contra las artes oscuras y jefe de Slytherin. Su hijo Albus está bien, de momento parece que solo está afectado por el accidente de su amigo el señor Malfoy.

- ¿Está bien Scorpius ?

- Me temo que es pronto para poder dar un diagnóstico.

"Finalmente la han liado."

- ¿Han avisado a su padre?

- Está en camino también. Necesitamos su ayuda como auror. El director le dará más detalles.

Corrieron hasta la enfermería.

- ¡Papá! - gritó Albus corriendo hacia él. - Por favor, ayuda a Scorpius.

- ¿Qué habéis hecho, Albus? - preguntó Harry con tono serio caminando apresurado. Albus parecía desesperado.

Entró a la enfermería y encontró a Scorpius estaba tendido sobre una camilla.

- No lo sé, papá. Estábamos investigando un libro antiguo… - dijo Albus temblando con las lágrimas resbalando por su cara.

- ¿Cómo de antiguo? ¿Un libro sobre qué?

- Espera, voy a buscarlo.

Albus corrió fuera de la enfermería. Echó un vistazo rápido al chico. Le impresionó más de lo que esperaba verle así. Scorpius parecía relajado aunque estaba mortalmente pálido y casi sin aliento.

- ¡Se está ahogando! - dijo Harry al medimago que estaba con ellos. - ¿Habéis buscado marcas en su cuerpo?

- Si, lo único que hemos visto son estas pequeñas marcas en el pecho- explicó mostrando el pecho del chico.

Miró las marcas. Parecían hechas por dos agujas, como si le hubieran clavado unos estiletes muy finos. Comprobó su pulso, también estaba débil. La puerta se abrió y entró Draco con expresión descompuesta.

- ¿Qué ha ocurrido? - preguntó furioso.

- Eso estamos averiguando aún - dijo Harry analizando el torso del muchacho.

En ese momento entró Albus como un huracán con un libro muy antiguo. Todos los presentes se quedaron boquiabiertos.

- ¿Habéis sacado eso de la sección prohibida? - preguntó el director.

Albus asintió mientras buscaba la página con sumo cuidado. La señaló con manos temblorosas. Draco se fijó en el idioma de la escritura.

- ¿Un hechizo en lengua germánica? ¿Sabes germánico antiguo, Albus? - preguntó con ironía furiosa.

Albus negó con la cabeza. A Harry no le gustaba demasiado ese tono pero estaba más que justificado.

- ¿Lo has leído en voz alta?- Albus asintió avergonzado. -¿Has recitado un hechizo de un libro de hace cientos de años en un idioma que no conoces? ¡¿Se puede saber en qué demonios estáis pensando vosotros dos?!- Draco estaba fuera de sí mismo.

- ¡Échenles la bronca más tarde! - exclamó el director.

Harry cogió el libro y revisó rápidamente el hechizo. Intentó traducirlo con un hechizo pero no pudo. El libro estaba encantado.

- ¿Qué ocurre? - preguntó Malfoy.

Harry se pasó las manos por el pelo nervioso ante la complejidad de la situación. No podía dar crédito a dónde se habían metido dos mocosos de quince años.

- ¿Puedes entender esto, Draco?

La mirada ofendida del rubio le tranquilizó.

Una hora después abandonaban la sala. Tras la interpretación del hechizo por parte de Malfoy y el contra hechizo de Potter consiguieron devolverle al menos la respiración al chico. Los medimagos repararon las heridas profundas y le administraron sedantes. Salieron y se sentaron en los bancos del pasillo a esperar que Scorpius se estabilizara y volviese a dormir. Albus se había negado a dejarle solo y se había quedado en la enfermería con él. Le esperaba un castigo ejemplar.

- ¿Seguro que se pondrá bien? - preguntó Draco preocupado.

Harry cogió su mano para calmarle.

- Claro que si. Y ha sido gracias a ti - le dijo con una sonrisa cansada.

Draco se llevó su mano a los labios y la besó instintivamente. Harry le abrazó. Sentía la necesidad de tranquilizarle, su hijo había estado a punto de morir y eso no es fácil de asimilar.

Malfoy parecía frustrado y cansado. Suspiró y se cubrió los ojos.

- ¿En que me equivoqué, Harry?

- ¿Equivocarte? ¿Con Scorpius? Es un chico maravilloso, no te has equivocado en nada.

- No estoy seguro de eso. Siempre ha sido así. No ha sacado ni una gota de sangre Malfoy. Me recuerda más a ti que a mi. De hecho no me parecería extraño que hubiese ido a Gryffindor - dijo con una mueca que no gustó a Harry.

- ¿Tienes algo en contra de los Gryffindor?

- Pues si, pero no es eso. Se supone que como mi único hijo tiene una responsabilidad de cara al futuro y tal como va no le veo capaz de asumirla. Debería ser un hombre prometedor, elegante, medido y consecuente. Y solo es un amante del riesgo y las aventuras con facilidad para meterse en problemas.

- ¿Tan importante es para ti que tu hijo sea como debe y no como es en realidad? No deberías proyectar en él los traumas que sufriste tú con ese tema.

- Esto no es solo cosa mía, Harry. Si solo dependiera de mí las cosas serían diferentes en tantos aspectos…

Harry sujetó su mano.

- Todo irá bien, Draco. Scorpius es un chico magnífico y estoy seguro de que cumplirá tus expectativas de futuro. Tiene el amor de un padre maravilloso y una madre dulce y cariñosa. Es todo lo contrario a lo que tuve yo, así que tanto no nos pareceremos.

Draco sonrió y miró alrededor. Las paredes oscuras y frías le traían tantos recuerdos que le abrumaban.

- Se me hace raro estar aquí tantos años después.

- Y más conmigo - dijo Harry levantando sus manos unidas.

-Bueno, eso no es tan raro. Lo raro es que siento que el misterio ha desaparecido, como si ya no fuese todo tan mágico, ¿sabes?

- Bueno, es normal, hemos pasado por mucho y esto al final es un lugar seguro para los estudiantes. ¿Era especial para ti estar aquí? Siempre estuviste rodeado de magia al fin y al cabo.

- ¡Qué cosas preguntas! Claro que lo era. La semana anterior al primer día de colegio estuve soñando cada día con un castillo diferente. El sombrero seleccionador unas veces me mandaba a Hufflepuff y otras a Slytherin. Cuando terminaba en Hufflepuff siempre era expulsado a continuación por lanzar el sombrero seleccionador al suelo y pisotearlo.

Harry soltó una carcajada.

- Menudo carácter, señorito Malfoy - dijo imitando el tono de su padre. - Yo me enteré una semana antes de que era mago, así que no tenía ni idea de lo que estaba pasando o pasaría.

Draco le miró intensamente.

- Un día me contarás esa historia.

- Señores, ya pueden pasar - dijo el director apareciendo por la puerta.

Vieron que Scorpius ya estaba medio despierto sujetando la mano de Albus, el cual, cuando escuchó que sus padres entraban la soltó. Se preguntaba si Draco habría visto eso pero la mirada cómplice fugaz que le dedicó le confirmó que sí, que él también lo había visto.

- ¿Cómo te encuentras, hijo? - dijo Draco con distancia.

Scorpius solo se encogió de hombros.

- Albus, quiero saber qué ha pasado antes de irme de aquí- pidió Harry.

- Encontramos este libro, estábamos mirándolo y nos llamó la atención lo que ponía.

- Albus, no me mientas. Voy a llevarme este libro al Ministerio y voy a investigarlo, como descubra que no me has dicho la verdad estarás en problemas este verano.

- Señor Potter, no culpe a Albus. Ha sido culpa mía - le defendió su amigo.

- Chicos, este libro no figura en la lista de la sección prohibida - dijo el profesor Mathew consultando un pergamino.

Harry miró a su hijo.

- ¡Solo lo encontramos! Lo encontré yo y se lo enseñé a él - volvió a decir el rubio.

- Scorpius Hyperion Malfoy, como tengas el valor de decir una mentira más el año que viene irás a Durmstrang a estudiar.

- ¡No! Es cierto que lo encontré - casi chilló su hijo.

- ¿Dónde? - preguntó Draco de nuevo agitando el libro ante su cara, agotando su paciencia.

- … En una celda - admitió finalmente.

Los adultos se miraron sorprendidos.

- ¿Una celda? ¿En qué celda? Las que hay en las mazmorras están todas revisadas - dijo el director Longbottom preocupado.

Ninguno de los chicos quiso ser el primero en hablar. Harry vio el panorama y recordó que él tampoco habría hablado tan fácilmente sobre sus descubrimientos. Principalmente porque sospechaba que los propios profesores estaban detrás de todo en general y en su contra directamente. Se armó de paciencia y les explicó la situación de manera que vieran el peligro al que se estaban exponiendo.

- Mirad, chicos, estáis jugando con fuego, Scorpius ha estado a punto de morir por culpa de una antigua maldición desconocida. Sé de primera mano por lo que estáis pasando - dijo Harry paciente, - pero necesito que habléis o podría no haber una próxima vez.

Ante esto reaccionaron, se miraron entre ellos y Scorpius asintió. Ya sabía quién llevaba la voz cantante.

Comenzaron a contar lo que les había llevado hasta el libro. Albus confesó que en realidad se habían quedado la llave y habían estado investigando por su cuenta unas tumbas de hacía varios cientos de años. En ellas habían estado encontrando entre otras cosas libros y joyas, huesos y otros objetos desconocidos. Ese libro estaba ahí.

El director aseguró que esa zona quedaría debidamente clausurada y vigilada mediante hechizos para evitar que nadie volviese a acercarse sin autorización.

De no haber estado Harry allí Scorpius podía haber muerto por un detalle tan tonto como una pequeña mancha de sangre seca en una página.

Ya de madrugada salieron juntos del castillo.

- Es tan tarde que es pronto - dijo Draco. - ¿Te vienes a casa?

- ¿No está tu mujer? - preguntó Harry.

- Está de viaje de negocios, no volverá hasta dentro de una semana como mínimo.

- ¿Se pasa la vida viajando o qué?

- Algo así. ¿Vienes? - dijo ofreciéndole la mano.

- Solo si prometes no echarte encima de mí - dijo Harry con una mueca de burla.

- Pides demasiado, Potter, pero si así lo quieres así será.

Tomó la mano que Draco le había ofrecido y la sujetó. Antes de desaparecer, Harry observó los terrenos del castillo. Para él aquel lugar seguía siendo mágico.

Sin duda.

- Hacía tiempo que no venías - dijo Malfoy dejándole pasar y cerrando la puerta a continuación.

- Si y no entiendo cómo no se te hace enorme esta casa para ti solo.

- Nací aquí, estoy acostumbrado a estas dimensiones.

Fueron hacia el salón de la mansión y Harry se dejó caer en uno de los elegantes sofás.

- En realidad son cómodos.

- Claro que lo son.

Y, como había prometido, Draco guardó distancia y se sentó elegantemente en su butaca.

- ¿No trabajas hoy, Harry? - preguntó.

- Si, en un rato me iré - dijo él frotándose los ojos.

- ¿Quieres subir a descansar un poco de forma decente en una cama hasta entonces?

- No te preocupes, no podría dormir aunque quisiera.

Harry se apoyó en el respaldo y se puso el brazo sobre la cara.

- Menuda la que han liado los mocosos - comentó cansado.

- Ya te dije que estaban metidos en algo.

- Este verano vi muy aplicado a Albus con sus libros, decía que estaba estudiando pero no me creí que pudiera estar tan ocupado con algo así.

- Nuestros hijos hacen un dúo peligroso, tu hijo es el cerebro y el mío el coraje. Quién se lo iba a imaginar, eh… - dijo sonriéndole con maldad.

- Lo que no me imaginaba es que siendo tan inteligente mi hijo se interesaría por el tuyo - replicó Harry devolviendo el ataque.

Draco no pudo levantar más las cejas. Harry abrió un ojo debajo del brazo, miró a Draco y empezó a reírse con ganas. Draco también rió por la enorme carga irónica de aquella frase.

Amaba esos momentos con él, nunca se hubiese imaginado que pudiese llegar a estar tan cómodo con su mayor enemigo. También amaba su risa y esa sonrisa que le iluminaba los ojos, esos ojos que le tenían prisionero.

Draco se levantó de su sitio y fue hacia la cocina.

- Ya que no vas a dormir deja que te invite a desayunar.

Harry asintió y le siguió. Se fijó en que Draco llevaba una ropa más relajada de la que utilizaba normalmente y eso le provocó una sensación de familiaridad que le hizo sentirse en casa.

Se imaginó viviendo con él, habiéndose acostumbrado a verle cómodo y relajado paseando por aquella casa enorme.

¿Habría sido así si las cosas hubieran salido bien entre ellos?

Estaba claro que ni Albus, ni Scorpius ni ninguno de sus hijos existiría y eso le sacó de dudas. Apreciaba a Draco pero no tenía claro si hubiera sacrificado a sus hijos por él, aunque en aquel momento tampoco podía saberlo.

Nada de eso era importante ahora, pues tenía frente a él su espalda descubierta buscando algo en un armario. Se había quitado la camisa como lo más normal del mundo. Como si él no estuviese ahí.

Aquella línea sobre los pantalones que insinuaba el comienzo de la musculatura de los glúteos, perfectamente definidos, al final de la espalda le hizo olvidarse de todo. Conocía el tacto de esa piel, los puntos sensibles del rubio, sus debilidades y sus manías como lo más normal del mundo.

- Potter, ¿estás babeando o es impresión mía? - Preguntó Malfoy sin darse la vuelta.

Harry salió de sus pensamientos.

- ¿Qué?

- ¡Que si quieres acompañar el café con algo! - volvió a preguntar Draco.

- Eh, si… ¿Qué tienes?

- Ven y mira.

Se levantó y se acercó al armario pero no vio nada. Solo pudo oler su suave perfume mezclado con su propio olor corporal. Le miró a su lado, removiendo las tazas, con el pelo cayendo sobre sus hombros desnudos con elegancia y su cuerpo reaccionó sin que pudiera frenarlo. Le acercó hacia sí agarrándole por la nuca y le besó como si le fuera la vida en ello. Draco cerró las puertas del armario y separó a Harry.

- ¿Qué haces? Pensé que no querías que te tocara - dijo el rubio fingiendo confusión.

- No lo hagas, ya te toco yo a ti… - susurró, jadeando y abrazándole, buscando esa línea de la espalda que había provocado todo aquello. - Eres jodidamente sexy, Draco.

La carcajada de Draco quedó ahogada en sus besos.


- ¡Ni un mensaje ni nada! ¡Estaba preocupada, Harry!

Ginny estaba verdaderamente molesta y con razón. Eran las diez de la mañana cuando le contactó mediante red flu a su despacho directamente. Harry no se había puesto en contacto con ella desde la noche anterior y aún no sabía nada de Albus ni del incidente. Se había olvidado por completo por estar ocupado haciendo "otras cosas".

Se sentía realmente avergonzado.

- Lo siento, Gin, terminamos tarde y me vine directo a la oficina.

"Es casi cierto".

- Bueno - dijo ella tratando de tranquilizarse. - Lo importante es que están bien. ¿Les han castigado o algo?

- Si, van a tener que trabajar para diferentes profesores durante un mes haciendo tareas poco agradables - explicó Harry revisando papeles.

- Y poco me parece. ¿Le quedarán secuelas a Scorpius?

- Creo que no - dijo Harry medio ausente. Estaba agotado y estar dando explicaciones a su mujer mientras organizaba los documentos del día anterior se le estaba haciendo una tarea imposible.

- ¿Crees? ¿Qué significa…?

De pronto llamaron a la puerta del despacho.

- Señor, le necesitamos, tenemos un asunto urgente.

- Voy - se volvió hacia su mujer. - Gin, me reclaman, te veo esta noche.

- No, esta noche no estoy - respondió ella cortante.

- ¿Otra vez te vas?

- ¡Es mi trabajo, Harry! ¿Crees que a mi me gusta? - contestó elevando la voz.

- Vale, tranquilízate. Que te vaya bien el día.

- Igualmente.

Ginny cerró la comunicación inmediatamente y Harry salió de su despacho dando un portazo. Tenía demasiadas mierdas ya en la cabeza como para encima aguantar a su mujer en modo howler.


La redada de aquel día fue intensa. La cantidad de objetos malditos confiscados era la más grande hasta la fecha. Al parecer habían traído un cargamento entero de África, vía traslador, sin declarar.

Llegó a casa y se sentó en el sofá sin quitarse ni la túnica. No tenía ganas de cocinar ni de cenar. Sacó algo de la despensa y se lo comió de pie mirando El Profeta del día.

Basura como siempre. Lanzó el periódico a la papelera, se cambió de ropa y se fue a su despacho. A través de los cristales las luces anaranjadas aportaban sensación de calidez y tranquilidad. La misma que sentía cuando se mudó al segundo cuarto de Dudley. Con salvedades, claro.

Las noches se hacían muy largas cuando las pasaba solo y curiosamente no era a su mujer a quien echaba de menos sino a sus hijos. Mandar a Hogwarts a los chicos había sido más llevadero gracias a que aún tenía a Lily en casa pero ya no tenía ni eso. Afortunadamente la semana siguiente llegarían para pasar las navidades en casa.

Para Ginny, pasar las noches fuera, se había convertido en costumbre en los últimos meses. Y él no estaba en absoluto al día de los asuntos laborales de su mujer.

¿La estaría descuidando?

¿O quizá la estaba evitando a propósito?

La sensación de que las cosas se le estaban yendo poco a poco de las manos le hacía sentir inseguro con respecto a todo. La falta de una persona de confianza a veces le ahogaba.

Ni siquiera podía hablar con Ron, él se pondría de lado de su hermana y Hermione estaba demasiado lejos y demasiado ocupada.

Y si, echaba de menos a Draco pero de alguna forma se sentía más estable cuando no le veía, aunque después le extrañase un poco más que el día anterior.

Esos días trataba de ocupar el máximo tiempo posible en el trabajo, era el primero en llegar y el último en marcharse. Al menos allí sentía que controlaba lo que ocurría a su alrededor.

Era viernes, Ginny ya le había avisado de que no vendría en todo el fin de semana.

Se sirvió una copa de whisky de fuego y se dispuso a pasar otra noche acosado por sus miedos y su soledad.

Por quererlo todo se estaba quedando sin nada y esa idea le aterraba.

Tras un par de horas y bastante whisky de fuego decidió escribir un mensaje a Draco. Buscó a la lechuza de la familia y envió la carta antes de irse a dormir. Era tarde, no creía que fuese a estar despierto pero aún así lo hizo.

El aire frío que entraba por la ventana le despejó mientras veía a Tyto alzar el vuelo.

Le estaba enviando un mensaje en lechuza a Draco, a su casa, en mitad de la noche para verle al día siguiente.

La lechuza cada vez estaba más lejos.

Espera...

¿Qué había hecho…?

Debía detener aquella locura. No podía atacar a la lechuza para que volviera de repente. En ese momento viró y se perdió de la vista.

"Maldita sea."

Cerró la ventana y se fue a su habitación maldiciendo al whisky de fuego y sus ideas brillantes. Ojalá que no entregase el mensaje en mitad de la noche.

Se metió en la cama, tratando de olvidar su estupidez. Unos golpecitos en el cristal le sobresaltaron. La lechuza volvía con un mensaje de respuesta:

" Harry, ¿estás borracho?

¿Cómo me mandas un mensaje así a mi casa en mitad de la noche?

Doy gracias de seguir en el despacho, porque tu lechuza se habría metido hasta la misma ducha a buscarme. Qué animal tan insistente.

Te veré mañana pero no mandes más lechuzas a mi casa en plena noche.

D.M.

PD: Tienes una letra horrible."

El alivio le hizo soltar una risa. Premió a su lechuza por ser insistente, cogió el mensaje y se metió en la cama. Allí lo releyó un par de veces.

¿Seguía trabajando a las tres de la mañana de un viernes?

Adoraba la dedicación y profesionalidad del estúpido Malfoy. Imaginarle a altas horas de la noche bajo la tenue luz de su escritorio, rodeado de documentos y con su ropa relajada, le dio unas enormes ganas de plantarse en su casa en ese momento y calmar todas sus inquietudes de una vez. Pero si le había echado la bronca por una lechuza mejor no pensar lo que haría si fuese él mismo quién se plantaba en su casa.

Con una sonrisa se quedó dormido aún con el mensaje en la mano.


La estación estaba abarrotada de gente para no variar. Ese día ni Draco ni Ginny habían podido ir a buscar a los niños. James había pedido quedarse en el castillo por Navidad. No había explicado la razón pero sospechaba que Stan tendría algo que ver. Lily bajó sola del tren y corrió hacia su padre.

- ¿No ha venido mamá? - preguntó buscando alrededor.

- No ha podido venir, tenía trabajo - explicó Harry sospechando que no era a su madre a quien tanto buscaba.

Sin embargo la sorpresa del día fue ver bajar a Albus solo del tren, cargado de libros.

¿Quizá Scorpius se había quedado en el castillo?

No podía ser, Astoria estaba a unos metros de él. Ya podría haberse acercado a saludar al menos.

- ¿Nos vamos ya? - preguntó Albus en cuanto estuvo con ellos.

Harry buscaba a Scorpius pero no se atrevía a preguntar, Albus estaba actuando raro.

- Si, vámonos. ¿Has venido solo?

- Si, ¿pasa algo? - preguntó desafiante.

Si, pasaba algo pero no quiso meter el dedo en la llaga. Saludó a Astoria con la mano cuando salieron y ella le devolvió el saludo educadamente.

Hablaría con Albus más tarde pero parecía que aquella Navidad no sería tan fraternal con los Malfoy.

Qué mala suerte.

Unos días después, Lily y él se habían sentado a hacer manualidades juntos en la mesa del salón.

- ¿Qué anda haciendo tu hermano para no haber querido venir a casa? - preguntó Harry de repente.

- Está "ocupado" - dijo Lily haciendo comillas con los dedos.

- ¿En qué?

- Me ha pedido que no diga nada, lo siento, papá - dijo Lily encogiéndose de hombros.

- Ah, vaya. ¿Y sabes qué le ha pasado a Albus?

Pero ella negó con la cabeza.

- Están raros desde el accidente - dijo la niña pensativa. - Antes estaban todos los días juntos pero últimamente se evitan todo el tiempo, Ava dice que son novios y han discutido. Es un poco tonta a veces.

Probablemente Ava era más avispada que ella en ese aspecto pero no comentó nada más. Albus salió de su cuarto en ese momento y llamó a Harry.

- Papá, ¿puedes subir un momento?

Eso era nuevo. Albus llamándole. Estaba desconocido.

- ¡Voy! Lily ve a ver si tu madre necesita ayuda.


Un año más el callejón Diagón estaba precioso con la decoración de Navidad pero aquel no era su destino. Salieron del Caldero Chorreante y fueron hacia el Londres muggle.

- Es raro estar aquí sin los niños - comentó Harry caminando entre las tiendas.

- Creo que los niños no quieren venir este año - bromeó Malfoy.

- Lily siempre quiere verte, no sé qué tiene contigo que la tienes enamorada - insinuó Harry mirando hacia un escaparate lleno de luces y bombones

- Pues igual que a su padre - respondió el rubio, imitándole.

Harry se giró inmediatamente.

- ¿Qué has dicho? - preguntó.

- ¿Qué pasa? ¿Acaso me equivoco? - preguntó con una sonrisa pícara.

Pero Harry no respondió, simplemente volvió su atención a los bombones que tenían delante. Draco se acercó por detrás y le abrazó. A Harry se le despertaron todos los sentidos de golpe. Estaba en una especie de cita romántica navideña con Draco y se estaba dando cuenta ahora.

Se dejó abrazar pero al poco se soltó y siguieron el paseo.

Las calles estaban llenas de familias con niños que correteaban y saltaban con las manos llenas de chucherías. Se respiraba alegría y paz en el ambiente pero también hacía frío.

Llegaron a una plaza y se sentaron en un banco. Había una pista de hielo donde la gente estaba patinando mientras sonaban villancicos.

Observaron a la gente en silencio, juntos pero sin tocarse.

¿Quizá le había molestado que se soltara del abrazo?

Harry tomó su mano en busca de un poco de calor y contacto. Draco miró la mano y le sonrió.

- Me gusta esto - le dijo el rubio apretando su mano para calentarla.

Harry solo asintió. De alguna manera estar ahí con Draco paseando a solas se sentía tan malo como estar acostándose con él.

- ¿Estás preocupado? - preguntó Malfoy al ver su expresión.

- Estoy dividido. Por un lado me siento feliz y por otro me siento culpable.

- Te entiendo. Ojalá pudiéramos disfrutar de esto sin dañar a nadie ni hacer peligrar a ninguna familia.

La compenetración que sintió Harry en ese momento, unido a la cara de dolor que había puesto Draco, le acercaron irremediablemente a los labios de su acompañante, que le devolvió el beso con ternura.

- Todo saldrá bien, Draco. En cuanto encuentre la manera… - prometió Harry.

En respuesta él le besó de nuevo. Después se quedaron ahí, simplemente juntos mirando a la gente pasar, agarrándose las manos como si fuesen un salvavidas.

Sin palabras, ninguno quería romper el momento, temían romper la magia. Harry empezó a tiritar levemente y Draco invocó un hechizo de calor silencioso que les envolvió. Se miraron y lo que vieron en los ojos del otro fue exactamente la misma mezcla de calidez, familiaridad y culpabilidad.

- Deberíamos volver - suspiró Draco un rato después.

Como un cachorro obediente Harry asintió con pesar.

- Te prometo que algún día celebraremos las Navidades juntos - prometió Draco.

Con un último beso de despedida terminó la velada. No hicieron falta más palabras. El abrazo entre los hombres fue lo suficientemente íntimo como para ignorarlas.


Sorpresa!

¿Pensabais que me había olvidado de ella? Pues no!

Ha pasado mucho tiempo pero nunca dejé de acordarme de esta maravillosa historia.

Ha sido increíble releerla y ver todo lo que sienten estos dos locos. Necesito darles un final.

Pretendo, como poco, corregir y publicar todo lo que ya está escrito. Así que si queréis saber cómo continúa ya sabéis ;)

Estoy en un momento MUY drarry, tanto que estoy al mismo tiempo con DN y con Hasta que el dinero nos separe. La cual está también en su recta final.

Espero poder mantener el ritmo de antes y subir un capítulo a la semana o al menos cada dos semanas.

Gracias por leer y si os gusta hacédmelo saber, que me hace mucha ilusión 3

Un abrazo!

Kanna