Capítulo 3: Ecos del pasado

El sol de la tarde brillaba con fuerza sobre el Pony's Home, proyectando sombras alargadas de los árboles sobre el jardín. Candy, después de haber cerrado un capítulo significativo de su vida, sentía una renovada energía y propósito. La clínica estaba casi terminada, y la emoción entre los niños y el personal era palpable.

Sin embargo, a pesar de su determinación de seguir adelante, los ecos del pasado seguían resonando en su mente. El regreso a Pony's Home había traído consigo una avalancha de recuerdos, no solo de Terry, sino también de otros seres queridos que ya no estaban.

Una tarde, mientras organizaba algunos documentos en su nueva oficina, Candy encontró una vieja fotografía. Era una imagen de sus días en el Colegio San Pablo, con amigos que habían dejado huellas profundas en su corazón. Entre ellos, se destacaba la figura de Anthony, su primer amor, cuya vida había sido truncada trágicamente.

Candy se sentó en su escritorio, sosteniendo la fotografía con delicadeza. Los recuerdos de Anthony, con su amor por las rosas y su espíritu amable, la inundaron. Aunque habían pasado años desde su muerte, el dolor de su pérdida aún era agudo.

—Anthony... —murmuró Candy, permitiendo que una lágrima solitaria rodara por su mejilla—. Siempre te recordaré y te llevaré en mi corazón.

Decidida a honrar la memoria de Anthony y de todos aquellos que habían sido parte de su vida, Candy decidió plantar un jardín de rosas en el orfanato. Con la ayuda de los niños y del personal, comenzó a preparar el terreno, seleccionando cuidadosamente las variedades de rosas que Anthony había amado.

La noticia del jardín de rosas se extendió rápidamente, y pronto la comunidad entera se ofreció a ayudar. Tom, Annie y Patty llegaron para colaborar, trayendo consigo plantas y herramientas. Juntos, trabajaron arduamente, compartiendo recuerdos y risas mientras transformaban el jardín en un lugar de belleza y serenidad.

Una tarde, mientras plantaban las últimas rosas, Candy escuchó una voz familiar detrás de ella.

—Siempre supe que harías algo maravilloso, Candy.

Candy se volteó y vio a Albert, su protector y amigo, de pie con una sonrisa cálida en el rostro.

—¡Albert! —exclamó Candy, corriendo hacia él para abrazarlo—. ¡Qué sorpresa verte aquí!

—No podía perderme esto —respondió Albert, mirando el jardín con admiración—. Es un hermoso tributo, Candy.

Candy sonrió y asintió, sintiendo una profunda gratitud por tener a Albert en su vida.

—Gracias, Albert. Este lugar significa mucho para mí, y quería que fuera un lugar de paz y recuerdo para todos nosotros.

Albert la miró con ternura y tomó su mano.

—Candy, has pasado por tantas cosas y aún así, siempre encuentras la manera de traer luz a este mundo. Estoy muy orgulloso de ti.

Esa noche, después de un día de duro trabajo en el jardín, Candy se sentó en su habitación y escribió en su diario. Reflexionó sobre los amigos que habían partido y sobre cómo cada uno de ellos había dejado una marca indeleble en su vida.


Querido diario,

Hoy hemos terminado el jardín de rosas en honor a Anthony y a todos los que han sido importantes en mi vida. Me siento tan agradecida por tener a mis amigos y a Albert a mi lado. A veces, los recuerdos del pasado son dolorosos, pero también me recuerdan la fuerza y el amor que he recibido de tantas personas maravillosas.

Este jardín es un símbolo de esa conexión eterna, de que aquellos que amamos nunca nos dejan realmente. Sus espíritus viven en nuestros corazones y en los actos de bondad y amor que llevamos a cabo en sus nombres.

Espero que este lugar traiga paz y consuelo a todos los que lo visiten, y que siempre nos recuerde la importancia de vivir con amor y gratitud.

Con cariño,

Candy


Con el corazón más liviano, Candy cerró su diario y miró por la ventana hacia el jardín de rosas, ahora resplandeciente bajo la luz de la luna. Sabía que, aunque el pasado tenía sus sombras, también estaba lleno de luz y amor que la guiaban hacia adelante.

Los días siguientes, el jardín de rosas se convirtió en un lugar de reunión y reflexión para todos en el Pony's Home. Los niños jugaban entre las flores, aprendiendo sobre el cuidado de las plantas y el valor del amor y el recuerdo. Candy encontraba consuelo en ver cómo el jardín crecía y florecía, simbolizando la resiliencia y la belleza de la vida a pesar de las pérdidas.

El jardín de rosas se había convertido en un lugar de sanación no solo para Candy, sino también para todos los que vivían en el Pony's Home. Cada mañana, los niños se levantaban emocionados por ver los nuevos brotes y flores que habían aparecido durante la noche. El jardín no solo era un tributo a Anthony, sino también un símbolo de esperanza y renovación para todos.

Un día, mientras Candy regaba las rosas, una figura conocida apareció en el camino de entrada. Era Archie, quien había viajado desde Chicago para visitarla. Su presencia trajo una mezcla de alegría y nostalgia, recordándole los tiempos compartidos en el Colegio San Pablo y los desafíos que habían enfrentado juntos.

—¡Archie! —exclamó Candy, dejando la regadera a un lado y corriendo a abrazarlo—. ¡Qué sorpresa verte aquí!

Archie la abrazó con fuerza, sonriendo ampliamente.

—No podía dejar de venir a ver a mi amiga favorita —dijo Archie con un brillo en los ojos—. He oído hablar mucho del jardín de rosas y quería verlo por mí mismo.

Candy lo guió por el jardín, mostrando con orgullo las diferentes variedades de rosas y contándole la historia detrás de cada una. Mientras caminaban, Archie notó el brillo en los ojos de Candy y la paz que irradiaba.

—Has hecho algo realmente hermoso aquí, Candy —dijo Archie, sentándose en un banco de piedra bajo un arco de rosas—. Es un lugar lleno de amor y recuerdos.

Candy asintió, sentándose a su lado.

—Es mi manera de honrar a Anthony y a todos los que han sido importantes en mi vida —respondió Candy—. A veces, los recuerdos pueden ser dolorosos, pero también nos recuerdan lo afortunados que somos por haber amado y sido amados.

Archie la miró con admiración y tomó su mano.

—Siempre has tenido una forma especial de ver el mundo, Candy. A pesar de todo lo que has pasado, siempre encuentras una manera de convertir el dolor en algo hermoso.

La conversación se desvió hacia otros temas, y pronto se encontraron riendo y recordando viejas anécdotas del colegio. La presencia de Archie era un recordatorio de la fuerza de la amistad y del apoyo incondicional que habían compartido a lo largo de los años.

Esa noche, mientras el sol se ponía y el jardín de rosas se bañaba en la suave luz del crepúsculo, Candy y Archie se unieron a los demás en una pequeña ceremonia de dedicación. Los niños habían preparado canciones y poemas, y la señora Pony y la hermana María dieron discursos conmovedores sobre el poder del amor y la resiliencia.

Candy se levantó para decir unas palabras, sintiendo una profunda gratitud hacia todos los presentes.

—Este jardín es un símbolo de todo lo que hemos pasado juntos y de todo lo que aún podemos lograr. Cada rosa representa una historia, un amor y una esperanza para el futuro. Aunque hemos perdido a seres queridos, su espíritu vive en nosotros y en todo lo que hacemos. Gracias a todos por ser parte de mi vida y por ayudarme a crear este lugar de belleza y paz.

Los aplausos resonaron en el aire, mezclándose con el suave susurro del viento entre las flores. Candy miró a su alrededor, viendo los rostros de sus amigos y los niños, y sintió una profunda conexión con cada uno de ellos.

Esa noche, después de la ceremonia, Candy se quedó en el jardín, observando las estrellas que comenzaban a brillar en el cielo. Sentía una sensación de paz y completitud, sabiendo que había encontrado una manera de honrar a su pasado mientras abrazaba su futuro.

De repente, una suave brisa trajo consigo un susurro, como si las rosas mismas le hablaran. Candy cerró los ojos y escuchó, sintiendo la presencia de Anthony, Terry, y todos los que habían sido parte de su vida.

—Gracias —murmuró Candy al viento—. Gracias por todo.

Con una sonrisa en los labios y el corazón lleno de amor, Candy se levantó y caminó de regreso al Pony's Home, lista para enfrentar cualquier desafío que el futuro pudiera traer. Sabía que, con el apoyo de sus amigos y la fuerza de los recuerdos, podía superar cualquier cosa.

Y así, mientras los ecos del pasado se desvanecían en la noche, Candy se preparó para un nuevo día, llena de esperanza y determinación.