Los días en Chicago habían sido intensos para Candy. La conferencia había sido un éxito, pero el inesperado encuentro con Terry había dejado una marca profunda en su corazón. De vuelta en el Pony's Home, Candy intentaba recuperar la calma y la rutina que tanto apreciaba.
Albert, quien siempre había sido un apoyo constante y figura paternal para Candy, la recibió con una calidez reconfortante. Desde que se había recuperado de su amnesia, Albert había retomado su lugar en la familia Ardlay, pero nunca se había alejado de Candy. Su relación había evolucionado de una amistad profunda a algo más complejo, aunque nunca hablado abiertamente.
Un día, Albert invitó a Candy a un paseo por los alrededores del Pony's Home. El clima era perfecto, con una brisa suave y el sol brillando en lo alto. Caminaban en silencio, disfrutando de la compañía mutua y del paisaje que los rodeaba.
—Candy, he notado que has estado pensativa desde que regresaste de Chicago —dijo Albert, rompiendo el silencio—. ¿Te gustaría hablar de ello?
Candy suspiró, mirando el camino por delante.
—Fue un viaje lleno de emociones, Albert. La conferencia fue increíble, pero... me encontré con Terry.
Albert sintió un nudo en el estómago al escuchar ese nombre. Sabía cuánto había significado Terry para Candy y lo difícil que había sido para ella superarlo.
—¿Y cómo te sientes al respecto? —preguntó Albert con suavidad.
—No lo sé —respondió Candy, con la voz temblorosa—. Fue tan inesperado y... no sé qué pensar.
Albert asintió, comprendiendo la confusión de Candy. Decidió que ya no podía seguir guardando sus propios sentimientos. Era el momento de ser honesto con ella, aunque el miedo al rechazo lo invadiera.
Se detuvieron junto a un pequeño arroyo, donde el sonido del agua corriendo proporcionaba una melodía tranquila. Albert tomó las manos de Candy, mirándola a los ojos con una intensidad que ella no había visto antes.
—Candy, hay algo que he querido decirte desde hace mucho tiempo —comenzó Albert, con la voz cargada de emoción—. Desde que nos conocimos, siempre he sentido una conexión especial contigo. He visto cómo has crecido y te has convertido en una mujer increíble. Siempre he estado a tu lado como amigo y protector, pero mis sentimientos hacia ti han cambiado.
Candy lo miró sorprendida, sin saber qué esperar.
—Albert, ¿qué estás diciendo? —murmuró.
—Candy, te amo —confesó Albert, apretando suavemente sus manos—. Te amo más allá de lo que las palabras pueden expresar. He intentado ocultarlo, pensando que tal vez no era lo que necesitabas, pero ya no puedo seguir callando. Necesito que sepas lo que siento.
El corazón de Candy latía con fuerza. Sentía una mezcla de emociones que no podía descifrar. Siempre había visto a Albert como una figura de apoyo y guía, pero ahora, al escuchar sus palabras, algo dentro de ella se agitaba.
—Albert... —Candy intentó encontrar las palabras adecuadas—. No sé qué decir. Siempre has sido tan importante para mí, y tus palabras me conmueven profundamente. Pero necesito tiempo para pensar, para entender mis propios sentimientos.
Albert asintió, aunque su rostro reflejaba una mezcla de esperanza y temor.
—Lo entiendo, Candy. Tómate el tiempo que necesites. Solo quería que supieras lo que siento. No importa lo que decidas, siempre estaré aquí para ti, como amigo, como apoyo, como lo que necesites.
Candy sintió una lágrima rodar por su mejilla. Se acercó a Albert y lo abrazó con fuerza, sintiéndose segura en sus brazos.
—Gracias por ser tan honesto conmigo, Albert. Prometo que pensaré en lo que has dicho.
Se quedaron allí, abrazados junto al arroyo, mientras el sol comenzaba a descender en el horizonte. A pesar de la incertidumbre, ambos sabían que su relación había cambiado para siempre.
En los días siguientes, Candy se sumergió en sus pensamientos, intentando comprender sus emociones. La confesión de Albert había abierto un nuevo capítulo en su vida, y aunque no sabía cómo terminaría, estaba dispuesta a explorar sus sentimientos y descubrir lo que el futuro les deparaba.
Albert, por su parte, se sentía aliviado por haber sido sincero, pero también nervioso por lo que Candy decidiría. Sabía que ella necesitaba tiempo, y estaba dispuesto a esperar, confiando en que el amor verdadero siempre encuentra su camino.
El Pony's Home estaba en su apogeo de actividad. Los niños corrían y jugaban, los animales pastaban tranquilamente, y la vida seguía su curso en aquella idílica granja. Sin embargo, dentro de Candy y Albert, había una tormenta de emociones e incertidumbres.
Candy pasaba sus días sumida en pensamientos profundos, revisando una y otra vez los momentos compartidos con Albert. Recordaba cómo la había salvado cuando más lo necesitaba, cómo la había apoyado incondicionalmente y cómo había estado siempre a su lado, sin importar las circunstancias. Pero ahora, había algo más que amistad y gratitud en juego.
Una tarde, mientras Candy se ocupaba de los caballos, Annie se acercó a ella, notando su ensimismamiento.
—Candy, ¿te encuentras bien? —preguntó Annie con preocupación.
Candy levantó la vista, forzando una sonrisa.
—Estoy bien, Annie. Solo... pensando.
Annie, quien conocía a Candy mejor que nadie, se sentó a su lado y la miró con comprensión.
—Sé que algo te preocupa. ¿Quieres hablar de ello?
Candy suspiró, sabiendo que no podía seguir guardando sus sentimientos en su interior.
—Es Albert. Él... me confesó que me ama.
Annie abrió los ojos con sorpresa, pero rápidamente su expresión se suavizó.
—Vaya, eso es... inesperado. ¿Y qué le dijiste?
—Le dije que necesitaba tiempo para pensarlo. No sé qué hacer, Annie. Siempre he visto a Albert como un amigo, un protector. Pero sus palabras... me hicieron sentir algo que no sé cómo describir.
Annie la miró con ternura y sabiduría.
—Candy, el amor puede tomar muchas formas. A veces, no nos damos cuenta de lo que sentimos por alguien hasta que nos lo dicen directamente. Tómate el tiempo que necesites para entender tus sentimientos. Albert es un hombre maravilloso, y estoy segura de que te dará el espacio que necesitas.
Candy asintió, sintiéndose un poco más aliviada después de hablar con Annie.
Mientras tanto, Albert también lidiaba con sus propias emociones. Había decidido refugiarse en su trabajo en la empresa Ardlay, intentando mantener su mente ocupada. Pero cada pensamiento volvía a Candy y a la incertidumbre de su respuesta.
Una noche, Albert se encontró reflexionando en su despacho, mirando por la ventana hacia la vasta ciudad que se extendía ante él. Su mente viajaba a los momentos compartidos con Candy, desde las risas hasta los llantos, desde las aventuras hasta los momentos de calma. Ella era una parte esencial de su vida, y ahora, más que nunca, deseaba que esa conexión se convirtiera en algo más profundo.
De repente, una idea cruzó su mente. Decidió que, independientemente de la respuesta de Candy, necesitaba demostrarle cuánto la apreciaba y la respetaba. Así que comenzó a planear una sorpresa especial, algo que mostrara su amor y gratitud por todo lo que ella significaba para él.
Unos días después, Candy recibió una carta de Albert, invitándola a pasar un día en una cabaña en las montañas, un lugar que ambos amaban y donde habían compartido momentos inolvidables. La invitación la llenó de curiosidad y emoción.
Al llegar a la cabaña, Candy encontró a Albert esperándola con una sonrisa cálida. Había preparado un picnic junto a un lago cercano, rodeado de flores y con una vista espectacular de las montañas.
—Albert, esto es... precioso —dijo Candy, conmovida por el gesto.
—Quería hacer algo especial para ti, Candy. Independientemente de lo que decidas, quería mostrarte cuánto valoras para mí y lo agradecido que estoy de tenerte en mi vida.
Pasaron el día hablando, riendo y recordando viejos tiempos. Albert se aseguró de no presionarla, permitiéndole disfrutar del momento. La atmósfera era ligera y llena de cariño, y Candy se sintió más conectada con Albert que nunca.
Al caer la tarde, mientras el sol se escondía detrás de las montañas, Candy y Albert se sentaron en una roca, observando el hermoso paisaje.
—Albert, he estado pensando mucho en lo que me dijiste —comenzó Candy, con la voz temblorosa pero firme—. No puedo negar que tus palabras me hicieron sentir algo que no había sentido antes. Eres una parte fundamental de mi vida, y no puedo imaginarla sin ti. Pero también sé que necesito tiempo para entender realmente mis sentimientos.
Albert la miró con comprensión y ternura.
—Candy, no tienes que apresurarte. Tómate todo el tiempo que necesites. Solo quería que supieras.
