Las semanas pasaron desde el reencuentro con Candy, y la vida en la mansión Ardlay continuaba con su habitual mezcla de alegría y rutina. Annie había comenzado a notar ciertos cambios en su cuerpo: un cansancio inexplicable, náuseas matutinas y una sensibilidad aumentada. Decidió visitar al doctor sin decírselo a Archie, para no preocuparlo antes de tener certeza de lo que le estaba ocurriendo.
Una mañana, Annie se dirigió al consultorio del doctor Martin, un médico de confianza de la familia. Sentada en la sala de espera, su corazón latía con fuerza mientras intentaba calmar sus nervios. Cuando finalmente fue llamada, trató de sonreír al entrar en la consulta.
—Buenos días, doctor Martin —saludó, intentando sonar casual.
—Buenos días, señora Archie —respondió el doctor con una sonrisa afable—. ¿Qué la trae por aquí hoy?
Annie se acomodó en la silla y respiró hondo.
—He estado sintiendo algunos cambios en mi cuerpo —dijo, explicando sus síntomas—. Quería asegurarme de que todo está bien.
El doctor Martin la escuchó con atención y procedió a realizar un examen completo. Tras unos minutos de revisión y algunas preguntas más, pidió que esperara unos momentos mientras verificaba los resultados de los análisis.
Cuando el doctor regresó, llevaba una expresión seria que hizo que el corazón de Annie diera un vuelco.
—Señora Archie —comenzó el doctor, con un tono cuidadoso—. Tengo dos noticias para usted, una de ellas muy feliz y la otra... desafortunada.
Annie sintió que el aire se volvía pesado a su alrededor.
—¿Qué ocurre, doctor? —preguntó, su voz temblando ligeramente.
—Primero, la buena noticia —dijo el doctor con una leve sonrisa—. Está usted embarazada. Felicitaciones.
Annie sintió una ola de alegría y sorpresa. La idea de un hijo llenó su corazón de felicidad y esperanza. Pero la expresión del doctor Martin la hizo recordar que había otra noticia.
—¿Y la otra noticia? —preguntó con voz baja, preparándose para lo peor.
El doctor suspiró profundamente antes de continuar.
—Me temo que sus síntomas no se deben únicamente al embarazo. Los análisis muestran signos de una enfermedad que debe ser tratada con urgencia. Es grave y, si no se trata adecuadamente, podría poner en riesgo tanto su vida como la del bebé.
Annie se quedó helada, la alegría de la noticia del embarazo se desvaneció rápidamente al comprender la gravedad de la situación.
—¿Qué enfermedad es? —logró preguntar, sintiendo cómo la angustia comenzaba a apoderarse de ella.
—Es una forma avanzada de anemia aplásica —dijo el doctor—. Necesitamos comenzar un tratamiento de inmediato, pero debo ser honesto: el embarazo complica las cosas. Tendremos que tomar decisiones difíciles para asegurar la mejor oportunidad de supervivencia para usted y su hijo.
Annie sintió que el mundo se derrumbaba a su alrededor. La idea de traer una nueva vida al mundo estaba ahora empañada por el miedo a la muerte. ¿Cómo podría decirle esto a Archie?
—Gracias, doctor —dijo finalmente, su voz quebrada—. Necesito tiempo para procesar esto.
El doctor Martin asintió con comprensión.
—Por supuesto, señora Archie. Estoy aquí para ayudarla en todo lo que pueda. Por favor, no dude en contactarme si necesita hablar más sobre sus opciones.
Annie salió del consultorio en un estado de aturdimiento. Caminó de regreso a la mansión con paso lento, su mente girando con pensamientos confusos y temores. Al llegar, encontró a Archie en el jardín, trabajando en las flores que tanto amaba.
—Annie, amor mío —la saludó Archie con una sonrisa al verla—. ¿Cómo te fue en la consulta?
Annie se acercó a él, sintiendo las lágrimas arremolinarse en sus ojos. No sabía cómo empezar, pero tenía que hacerlo.
—Archie, tengo algo que decirte —dijo con voz temblorosa.
Archie se levantó rápidamente y se acercó a ella, preocupado al ver su expresión.
—¿Qué sucede, Annie? —preguntó, tomando sus manos entre las suyas.
Annie respiró hondo, tratando de encontrar las palabras adecuadas.
—Estoy... estoy embarazada —dijo, observando cómo la noticia iluminaba el rostro de Archie con una alegría indescriptible.
—¡Eso es maravilloso, Annie! —exclamó Archie, abrazándola con fuerza—. Vamos a tener un bebé.
Pero antes de que él pudiera decir más, Annie continuó.
—Archie, hay algo más. El doctor dijo que... que tengo una enfermedad grave. La anemia aplásica. Necesito tratamiento urgente, y el embarazo lo complica todo.
La alegría de Archie se desvaneció rápidamente, reemplazada por una preocupación profunda.
—Annie... —susurró, su voz llena de incredulidad y miedo—. ¿Qué significa esto para ti? ¿Para nuestro bebé?
Annie lo miró a los ojos, viendo reflejados en ellos el mismo temor y la misma tristeza que sentía.
—Significa que tenemos que ser fuertes, Archie —dijo, tomando sus manos con firmeza—. Vamos a necesitar todo nuestro amor y apoyo mutuo para superar esto. Pero por ahora, lo más importante es que estamos juntos.
Archie la abrazó con fuerza, sus lágrimas mezclándose mientras se aferraban el uno al otro en el jardín, bajo el cielo azul claro que no reflejaba en absoluto la tormenta que se estaba gestando en sus corazones.
Y así, con una mezcla de alegría y temor, comenzaron a enfrentar la realidad de su situación, dispuestos a luchar por el amor y la vida que habían comenzado a construir juntos.
