Capítulo 10: Terry se entera de la boda

El bullicio de Nueva York era incesante, pero en el elegante apartamento de Terry, el silencio era abrumador. Estaba sentado en su escritorio, sumido en sus pensamientos, cuando la carta llegó. La reconoció al instante: el sobre, la caligrafía. Era de Albert.

Con una mezcla de curiosidad y temor, rompió el sello y comenzó a leer. Sus ojos se movían rápidamente sobre las líneas, su expresión cambiando de perplejidad a incredulidad, y finalmente, a desolación.


Querido Terry,

Es con un gran peso en mi corazón que te escribo estas líneas. Quiero que sepas que Candy se ha casado con Archie. Fue una ceremonia sencilla, pero llena de tristeza y melancolía. Ella lo hizo por cumplir la promesa que le hizo a Annie en su lecho de muerte. No puedo negar que estoy decepcionado de que no llegaras a impedirlo. Sé que amas a Candy y que ella aún te ama a ti. Esto no es un matrimonio por amor, sino un acto de sacrificio y deber.

Espero que encuentres la fuerza para enfrentar esta noticia y tomar las decisiones correctas para tu vida.

Con sincero afecto, Albert


Terry dejó caer la carta sobre la mesa, su mente aturdida por la información. Se levantó y comenzó a caminar de un lado a otro, tratando de asimilar lo que acababa de leer. Candy, la mujer a la que nunca había dejado de amar, se había casado con otro hombre. Y lo peor de todo, lo había hecho sin amor, cumpliendo una promesa que había sido forzada por las circunstancias.

Susana, que estaba sentada cerca de la ventana, observando la calle, notó la agitación de Terry.

—Terry, ¿qué sucede? —preguntó, su voz llena de preocupación.

Terry la miró, sus ojos reflejando una mezcla de dolor y confusión.

—Recibí una carta de Albert. Candy se ha casado con Archie —respondió, su voz apenas un susurro.

Susana se quedó en silencio por un momento, su rostro endureciéndose mientras procesaba la noticia.

—Lo siento mucho, Terry. Sé cuánto significaba ella para ti —dijo finalmente, aunque en su interior se sintió aliviada de que Candy estuviera fuera de la vida de Terry de manera más definitiva.

Terry apretó los puños, tratando de controlar la tormenta de emociones que lo consumía.

—No puedo creer que haya hecho esto. No puedo creer que no haya intentado detenerla —dijo, su voz cargada de autocrítica.

—Terry, tú y yo tenemos una vida aquí. Hemos construido algo juntos. No puedes seguir viviendo en el pasado —dijo Susana, acercándose a él y tomando su mano.

Terry la miró, viendo en sus ojos una mezcla de esperanza y desesperación. Sabía que Susana había sacrificado mucho por él, y no quería causarle más dolor. Pero también sabía que su corazón nunca había dejado de pertenecer a Candy.

—Susana, lo siento. De verdad lo siento, pero no puedo seguir viviendo así. No puedo seguir pretendiendo que todo está bien cuando mi corazón está en otra parte —dijo finalmente, su voz quebrándose.

Susana soltó su mano, dando un paso atrás, sus ojos llenándose de lágrimas.

—¿Qué estás diciendo, Terry? ¿Me estás dejando? —preguntó, su voz temblando.

Terry se giró, incapaz de mirarla a los ojos.

—Necesito tiempo para pensar. No sé qué hacer, pero no puedo seguir así —dijo antes de salir del apartamento, dejando a Susana sola con su dolor.

Caminó sin rumbo por las calles de Nueva York, su mente llena de recuerdos de Candy. Sabía que debía tomar una decisión, pero el peso de la culpa y la confusión lo agobiaba. Mientras la ciudad seguía su ritmo implacable, Terry se dio cuenta de que, para encontrar la paz, primero debía enfrentar su propio corazón.