Capítulo 11: La visita inesperada
El tren llegó a Chicago en una mañana gris y nublada, como si el cielo compartiera la inquietud que llenaba el corazón de Terry. No podía seguir adelante sin obtener respuestas. Había dejado Nueva York con una sola idea en mente: entender por qué Candy había elegido sacrificarse de esa manera. Mientras se dirigía al despacho de Archie, sus pensamientos se mezclaban con recuerdos de tiempos más felices.
El edificio donde trabajaba Archie era imponente, pero Terry no se dejó intimidar. Subió las escaleras con determinación y se encontró frente a la puerta del despacho. Sin molestarse en anunciarse, entró bruscamente, llamando la atención de todos los presentes.
—¡Archie! —exclamó Terry, su voz resonando en la habitación.
Archie levantó la vista de sus papeles, sorprendido y visiblemente incómodo al ver a Terry. Con un gesto, indicó a sus colegas que los dejaran solos.
—Terry, ¿qué haces aquí? —preguntó Archie, tratando de mantener la calma.
Terry cerró la puerta tras de sí, acercándose al escritorio de Archie con una expresión de enojo y desesperación.
—He venido a obtener respuestas. ¿Cómo pudiste permitir que Candy se casara contigo sabiendo que no te ama? —demandó Terry, su voz llena de reproche.
Archie se levantó de su silla, enfrentando a Terry con los ojos llenos de rabia. Pero también de confusión, pues no se imaginaba cómo es que Terry se había enterado de la boda y por qué suponía que Candy no lo amaba. Pero llevado por el impulso decidió expresar lo que sentía, sin saber si Terry conocía el verdadero motivo de la boda.
—¿Y qué esperabas que hiciera? ¿Que rechazara la última voluntad de Annie? ¡Tú no estabas aquí! Desde hace mucho tiempo la dejaste, y ahora vienes a exigir respuestas. —Las palabras de Archie estaban cargadas de resentimiento.
Terry dio un paso adelante, su frustración creciendo con cada segundo.
—¡Si en verdad la amas, deberías dejarla libre! —gritó, sus puños apretados a los costados.
Archie lo miró, con sus propios sentimientos a punto de estallar.
—¿Libre? ¿Para qué? ¿Para que vuelva contigo? Tú un hombre que no lucho por su amor. Si hubieras estado a su lado, nada de esto habría pasado. Pero no, decidiste dejarla sola, con el corazón roto. Tú también la abandonaste por cumplir con un deber. Así que no tienes derecho a reprochar que ella tome sus propias decisiones. Candy es así, ella siempre velará por el bien de los demás, nadie la obligo ella decidió aceptar la promesa de Annie. Ni siquiera yo me pude negar, además Candy seguro me amará algún día y seremos felices. —Las palabras de Archie eran como cuchillos, cortando profundo.
Los dos hombres se quedaron en silencio, sus pechos subiendo y bajando con la fuerza de sus emociones. Finalmente, Archie habló, su voz más suave pero cargada de dolor.
—No creas que esto es fácil para mí, Terry. Perdí a Annie y ahora estoy casado con una mujer que no me ama. Aunque me duele reconocerlo y quisiera haberte mentido cuando entraste diciéndote lo contrario. Pero cumplo con mi deber porque es lo que Annie deseaba. —Archie se volvió hacia la ventana, tratando de recomponerse.
Terry, sintiendo una mezcla de culpa y rabia, se dejó caer en una silla.
—Lo siento, Archie. No quería que esto pasara. No puedo soportar la idea de que Candy esté sufriendo. —Su voz se quebró, dejando ver la profunda herida en su corazón.
Archie se giró hacia Terry, con una expresión de comprensión mezclada con amargura.
—Terry, si realmente la amas como dices, quizá debas respetar su decisión. Ella eligió esto por una razón. —Dijo con más calma, aunque todavía dolido.
El despacho quedó en un tenso silencio, solo roto por el leve murmullo de la ciudad afuera. Ambos hombres, consumidos por sus propios demonios, sabían que el camino adelante no sería fácil. Pero en ese momento, en esa oficina en Chicago, ambos compartieron una verdad dolorosa: el amor, a veces, exigía los mayores sacrificios.
