Capítulo 48: Perdones y reencuentros
Siento que mi cuerpo se tambalea y se va para atrás, pero los brazos de Link me sostienen como siempre lo han hecho, con fervor y protección.
Por varios días he imaginado las miles de maneras en las que pretendía afrontar mi pasado, las memorias del anterior monarca de Hyrule, aquel padre que, hasta antes de la muerte de mi madre, fue el más amoroso y protector, pero después de eso se volvió frío, amargado y estricto, causando en mí inseguridades y culpas por no haber cumplido con sus expectativas. A pesar de eso, mi amor nunca cambió, aunque el resentimiento hacia él a veces me consumía.
Creí que volvería a saber a mi padre por medio de cartas, letras o pensamientos, pero nunca en su real imagen, aunque ya estuviera fuera de este plano.
Una vez que logro mantener el equilibrio, Link me suelta y se arrodilla ante mi padre, lo que me hizo recordar el gran respeto que siempre tuvo para él. A pesar del paso de los años, no ha perdido su sangre de caballero de Hyrule.
- Papá…
Con las manos temblorosas, camino lentamente hasta mi padre, quien estira su mano para tomar la mía… pero cuando intento tocar la suya, ocurre la misma situación que con Urbosa. Siento una cálida energía, pero nada más, como si una brisa me hubiera rozado los dedos y se esfumara en el vacío.
- Hija… Mi querida Zelda. – expresó mi padre, apenado al ver mi semblante entristecido. – Lamento tanto que me tengas que ver en este estado.
No puedo contener más el dolor y el impacto, lo que provoca que las lágrimas me traicionen y se desborden por todo mi rostro. A pesar de los temas inconclusos, de las heridas del corazón, hubiera deseado tanto poder abrazar a mi padre, recordar la calidez que me demostró cuando no era amargado ni exigente.
Estoy reviviendo el mismo vacío que sentí al reencontrarme con todos los Campeones.
- Majestad, es un gusto volver a verlo. – saludó Link, con la mirada agachada.
Ante el saludo de mi caballero, mi padre deja de lado su pesar y suelta una carcajada, lo que causa que tanto Link como yo nos sorprendamos. Reconozco que ver esa acción me reconforta, pues en vida lo vi sonreír muy pocas veces.
- Veo que no me hiciste caso, Link. – dijo mi padre, lo que causó que mi caballero agache aún más la mirada. – Ponte de pie, quiero verte al lado de mi hija.
Link se coloca a mi lado, pero con la misma distancia que mantuvo hace cien años, cuando era mi escolta; y después de todo lo que hemos vivido, no pienso tolerar algo así, por lo que tomo su mano con firmeza, delante de mi padre.
- ¡Zelda! – expresó Link, nervioso. – Quiero decir, princesa…
- Muchacho, es más que evidente el motivo por el que no obedeciste mi orden. – afirmó mi padre, empeorando los nervios de Link. – Tu corazón te dictó ir a rescatar a mi hija cuanto antes.
- Alteza… – mi caballero decidió calmarse y ser más serio para responder a mi padre. – Lamento mucho no haberlo obedecido, pero en ese momento, sin saber por qué, mi alma me obligó a ir a rescatar a su hija. No lo supe hasta hace poco, pero ahora que hemos viajado juntos todo este tiempo, mis sentimientos por ella son más que claros.
- Siempre lo supe…
Ahora soy yo la que agacha la mirada, sonrojada. Pensé que muy pocas personas cercanas sabían sobre lo nuestro, mas nunca imaginé que mi padre estaba dentro de ese grupo.
- Por algo te elegí como escolta de mi hija, pues eran amigos desde niños y nadie la iba a cuidar con el alma y corazón, como tú. – comentó el rey. – Además, al ser el héroe elegido por la Espada Maestra, tu alma deberá siempre estar ligada con la heredera del poder de Hylia.
Ante lo que indica mi padre, tanto Link como yo nos miramos con tristeza, pues ninguno de los dos ha recuperado aquel poder que le pertenece. Al menos Link lo tiene asegurado, pero mi historia es totalmente distinta.
- Mi querida Zelda… – habló mi padre, observando con nostalgia el Templo del Tiempo. – Este sitio… La Meseta de los Albores… No tienes idea lo que significa este lugar para mí, y es por eso que lo elegí para compartirte mis memorias. También aquí se encuentra mi tumba.
Miro hacia donde mi padre me señala y veo que cerca del altar de la diosa se encuentra una lápida. Siempre creí que los restos de mi padre se habían desvanecido por la destrucción del castillo.
- Aunque mi cuerpo se haya despedazado, quise elegir este sitio como mi última morada por lo especial que es.
- Papá…
No supe qué más decir, pues aun el impacto de verlo frente a mí, de enterarme de tantas cosas, me sobrepasa.
- Todo lo que quiero expresar se resume en pocas palabras, pero no tendrán ningún peso sin enseñarte cuál fue mi verdadera personalidad, antes de la muerte de tu querida madre, mi amada Selene. – expresó apenado. – Los muertos deseamos irnos de este mundo dejando la mejor imagen de nosotros.
- Papá, yo… lamento tanto…
- ¡No lo digas! – me calló mi padre, mostrando malestar en su voz. – A ti no te corresponde expresar ese sentir. Mejor mira la primera página del diario. Verás simples y vacías letras, pero abrirán escenarios que siempre quise compartir contigo, para que conozcas mi verdadero yo.
Hago caso a mi padre y abro el diario en las primeras páginas, lo que causa que todo el lugar brille intensamente, llevándonos a Link y a mí a un escenario totalmente distinto al que nos rodea. Nos encontramos aún el Templo del Tiempo, pero en una habitación alterna al altar… y no estamos solos.
- Este es un espacio onírico que muestra el pasado, por lo que no podemos intervenir de ninguna manera, pues somos invisibles. – dijo mi padre. – Síganme hasta dónde están esas personas, las que reconocerán de inmediato,
Hacemos caso a mi padre y avanzamos hasta donde está la gente, y me sobresalto en sobremanera al verlas más de cerca, sobre todo a una. Mi madre, unos años más joven de lo que la recuerdo, se encuentra entregando una canasta de manzanas a un caballero de Hyrule, mientras otro hombre la observa embelesado.
- El joven que recibe las manzanas se parece a mi padre... – dijo Link, sorprendido y nostálgico. – Y la dama que se las entrega es…
- ¡Mamá!
Pretendo acercarme hasta ella, pero Link toma mi mano, mientras me mira con tristeza, y con eso me recuerda la realidad de la situación. A pesar del dolor que me causa, una parte de mi corazón se siente dichoso de verla viva, aunque sea de lejos, y mi curiosidad por conocer el contexto de este escenario se incrementa.
- Zelda, Link, para reconocer mis pecados, siempre es mejor partir del origen. – comenzó a relatar mi padre. – Este fue el día que conocí a Selene, la mujer que cautivó mi corazón desde el primer día que la vi. Aquella noche de tormenta, mi escolta y mejor amigo, Demetrio y yo, vinimos a la Meseta de los Albores a buscar manzanas para calmar los antojos de su esposa embarazada de su primer hijo.
Ante el relato de mi padre, Link incrementa su atención. Aunque intente mantenerse calmado, sé que la revelación lo ha conmovido desde lo más profundo.
- Mi madre embarazada…
- Ya venías en camino, Link, y lo más gracioso de la situación, es que Demetrio estaba convencido de que iba a tener una niña, pero los dones de Selene le indicaron lo contrario.
Si mi corazón se reconforta ante tan hermosas imágenes del pasado, no quiero imaginar a Link. Sé que ambos sentimos lo mismo.
- Como pueden notar en esta conversación, ella era la principal sacerdotisa de este templo, y yo era un hombre diferente; de buen carácter y con un corazón más sano. – comentó apenado. – A partir de ese día, me propuse volver a ver a Selene, y para estar más cerca de ella construí la humilde cabaña que ustedes ya conocen. Ese sitio se convirtió en nuestro principal punto de encuentro, y el lugar donde le pedí que sea mi esposa.
En ese momento, el escenario vuelve a cambiar. Puedo ver la cabaña en mejor estado, mi padre conversando con mi madre, paseando por los alrededores de la meseta e incluso alejándose un poco hacia la llanura central a dar paseos en caballo. Descubro también que ella es quien le prepara a mi padre la carne picante que tanto le gusta, cosa que me sorprende mucho.
Mamá no tuvo la oportunidad de contarme nada de esto debido a la corta edad en la que se fue de mi lado, así que verlo en esta ráfaga de imágenes calma muchos de los vacíos de mi alma.
Regresamos al Templo del Tiempo, y esta vez presencio un hecho que deseé más que nunca que mi madre me compartiera, su matrimonio. No puedo describir la sensación de felicidad y de paz que siento al verla tan hermosa en su vestido de novia, tan feliz al lado de mi padre, quien es una persona totalmente diferente a la que yo recuerdo, y no me refiero a su juventud, sino a la vitalidad y entusiasmo que transmite; una faceta que ni en sueños vi.
Link también se ha perdido en el escenario frente a nosotros, pero en algo diferente a la boda de mis padres. Él está viendo a una pareja con un bebé en brazos, al que reconozco de inmediato, pues se trata de él. Sé que mi caballero está emocionado con esa escena, aunque se esfuerce por no mostrarse tan sensible como yo.
- Zelda, abre la pequeña caja que Link te entregó hace unos momentos.
Obedezco a mi padre sin hacer preguntas, pues aun mi mente se encuentra en un extraño estado de euforia y melancolía por tantas vivencias rodeándome. Abro la casa con cuidado, pues está tan vieja que me da miedo romperla, y es ahí que me sorprendo en sobremanera.
- Nunca te lo dije, pero siempre tuve conmigo, en el bolsillo de mis trajes, los anillos con los que nos casamos tu madre y yo.
- Ahora entiendo por qué nunca te vi con la argolla en el dedo.
- Estos anillos son especiales, pues no solo simbolizan la unión entre nosotros, sino que fueron bendecidos por ella, en el nombre de Hylia.
Ahora que mi padre lo menciona, siento en el par de anillos la esencia de mi madre, la misma calidez que me transmitía con solo ver su sonrisa. La siento cerca, a pesar de que no pueda ver su rostro o tocar sus manos.
- Ahora que son tuyos, puedes usarlos como mejor te parezca. – mencionó mi padre. – Cuando más perdida te sientas, tú o quien ames, en el camino, estas argollas los ayudarán.
No comprendo a qué se refiere mi padre, pero de lo que sí estoy segura es de lo que haré con este par de joyas, mucho más ahora que, viendo la boda de mis padres, he añorado un momento muy especial que viví con Link hace un siglo, lo que me hace preguntarme si él también lo ha recordado, más si lo noto tan callado y perdido en sí mismo.
Todo lo que estoy evidenciando es nostálgico y hermoso, pues mi mente se ha despejado de muchas dudas sobre mi origen. Sin embargo, no entiendo qué tiene que ver todo esto con la razón por la que mi padre escribió un diario para mí. Quiero saber qué busca con todo esto.
- Sé lo que estás pensando, hija. – dijo mi padre, sonriéndome con calidez. – Y es justo ahora que voy a llegar al desenlace de esta historia, la cual se dará cuando leas la última página del diario. Ahí te darás cuenta a quién debo dirigir mis deseos.
Obedezco a mi padre, y procedo a leer la última página de sus memorias.
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Hija mía, desde mi escondida cámara en la biblioteca, espero ansioso tu llegada para expresar mi pesar por tantas palabras duras que tuve para ti, para las lágrimas que sé que derramaste en silencio y me vi incapaz de secar por todos estos años. Desde la partida de tu madre, no solo envejecí en cuerpo, sino también en alma, y mis temores de no saber cómo lidiar con tu destino me hicieron cometer errores como gobernante, pero sobre todo, como padre.
Mi querida Zelda, yo no solo le debo explicaciones a la hermosa y valiente joven en la que te has convertido, sino a la dulce niña que no abracé cuando quedó huérfana, a la que no acompañé personalmente en el descubrimiento de su poder. Solo espero que mi amada esposa, tu madre, no se sienta decepcionada de mí y sepa disculpar todas mis faltas, sobre todo la más terrible… el haber querido desaparecer sus recuerdos.
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El entorno vuelve a cambiar, y esta vez me he trasladado a una época y lugar al que sí pertenecí, al castillo. Veo otra ráfaga de imágenes donde mi padre pasa tiempo conmigo, llevándome en brazos a todos lados, lleno de orgullo, mientras mi madre camina a su lado, agarrada de su brazo; hechos que recuerdo poco, pero que me emociono en sobremanera al verlos pasar frente a mis ojos. Puedo recordar o rememorar a un padre amoroso y abnegado, el que siempre acogí en lo más profundo de mi inconsciente y corazón.
Después de todos los hermosos recuerdos de la época más tierna de mi vida, nos trasladamos a unos años y a un sitio diferente, específicamente a mis aposentos. Esta vez no veo a mi mamá, sino a mí misma, con seis años de edad, durmiendo en mi cama. Además, me encuentro sola, Link no está a mi lado, lo que demuestra que este recuerdo es solo para mí.
No logro recordar este específico momento de mi vida, pero al verme el semblante entristecido y las lágrimas en mis ojos, estoy casi segura que han pasado pocos días del funeral de mi madre.
De todas las vivencias felices que mi padre me mostró, no entiendo por qué llegamos a esa etapa tan dolorosa. Me doy la vuelta para preguntarle el motivo, pero me detengo al ver que la puerta de mis aposentos se abre.
Mi padre, demacrado y entristecido por las lágrimas que, por supuesto, nunca vi, se acerca a mi cama a mirarme con angustia, mientras lleva algo en las manos.
Eso que lleva es… yo lo conozco y lo recuerdo muy bien. Mi cuerpo tiembla y mis emociones se desbordan con solo ver aquello. El más valioso recuerdo de mi madre.
En ese momento, el espíritu de mi padre se acerca a la cama donde duerme aquella niña que alguna vez fui, para después mírame a los ojos de una manera tan profunda que nunca había visto.
- ¿Reconoces lo que tengo en las manos?
- Es… él es…
El pequeño guardián que mi mamá y yo encontramos en una de nuestras exploraciones, el que me ayudó a regresarle a la vida.
Terrak… Mi querido amigo.
¿Cómo pudo mi mente bloquear algo tan importante? ¿A un amigo tan especial? Recuerdo que él siempre me tarareaba, en su peculiar idioma, la canción de cuna que mi madre me cantaba desde que estuve en su vientre, que me consoló cuando buscaba su presencia en el estrellado cielo, el mismo día que partió… Hasta que mi padre, pensando que me hacía un bien, me lo arrebató, pues lo veía como una distracción para el despertar de mi poder.
Me cuesta verlo desconectado de la vida que mi madre le otorgó con algo más allá de simple tecnología Sheikah. No puedo dejar de llorar, no solo por su estado, sino porque he revivido el dolor que sentí cuando mi padre me lo arrebató injustamente, separándome del último recuerdo que tuve de la mujer que más amé y amo.
- Zelda, te he traído a esta escena que me hace avergonzar mucho de mí mismo, pero necesaria para poder irme a descansar en paz. – comenzó a hablar mi padre, ante lo que solo guardé silencio para escucharlo. – Como te dije, no solo quiero pedirle perdón a la mujer que eres ahora, sino a la niña que no ha sanado dentro de ti.
- Papá…
- Comencé el camino de mi redención mostrándote tus orígenes, pues esa fue la mejor versión de mí, la que quiero que recuerdes y guardes en lo más profundo de tu corazón. No quiero que me recuerdes como el desconsiderado e injusto padre que fui, sino como ese hombre que te amó con todo su corazón hasta el fin de sus días, aunque haya estado muy errado en sus decisiones. – se sinceró mi padre, mientras la tristeza y lágrimas se apoderaban de todo su rostro, causando gran impacto en mí, pues nunca lo había visto llorar. – Perdóname por haberte obligado a no vivir un duelo digno por la partida de tu madre, por haberte arrebatado a Terrak, el recuerdo que ella te dejó, pero sobre todo, por haber sido tan estúpido con mis exigencias absurdas. Yo fui el verdadero causante de que no hayas despertado tu poder, pues olvidé la base más importante que siempre lo ha sostenido… el amor.
Nadie, ni siquiera Link, tiene la idea de lo mucho que anhelé escuchar estas palabras de mi padre, por años esperé tal consuelo para mi alma. No puedo dejar de llorar y desearía con todo mi corazón poder abrazarlo y sentirlo como antes, pero me conformo con la calidez con la que mi corazón se llena en estos momentos, que es la mayor muestra de afecto.
Sobre la afirmación que mi padre hace del amor como base de mi poder, eso lo sé mejor que nadie… Nunca olvidaré que ese sentimiento hacia Link provocó que mi poder despierte hace cien años. ¿Por qué ahora no ha ocurrido así?
- Gracias por brindarme este consuelo, querido padre. – respondí por fin, recuperando el habla. – Tú solo creíste hacer lo correcto, y me centré tanto en mis propias frustraciones y fracasos que no me puse a pensar en todo lo que tú también sufriste. Los dos nos debemos ese perdón.
- Mi responsabilidad como padre era cuidar tu corazón, y en eso fallé; tú no tienes por qué pedir perdón.
- En realidad, el único culpable de todo esto es Astor. – afirmé seria. – Ese infeliz es el causante de todo lo ocurrido, sobre todo de la muerte de mi madre.
- Lo sé, y tampoco por eso me puedo perdonar, pues pequé de ingenuo al haber creído ciegamente en él. – dijo mi padre, lleno de rabia. – Pero sé que Link y tú harán justicia por medio de la Espada Maestra y tus poderes. Por eso, deben recuperarlos cuanto antes.
De Link no tengo ninguna duda… pero sobre mí es otra historia. A estas alturas, no he podido recuperar ni un fragmento de mi poder. ¿Qué es lo que aún me falta si el amor vive en mí?
- Querida hija, ya no tengo vida para reparar todos los errores que cometí o recuperar el tiempo perdido, pero aún hay algo que puedo hacer. – mencionó mi padre, acercándose a mí. – Enséñame el colgante que te entregó Link.
Muestro el colgante a mi padre, el que resulta ser uno de los fragmentos del cuerpo de Terrak. Lo reconocí apenas lo vi.
- Terrak se encuentra en el castillo, en tu laboratorio. Al menos, dentro de mi insensatez, tuve el acierto de guardarlo, pues no tuve el corazón para deshacerme de él. – contó mi padre, causando en mi corazón enorme sorpresa. – Al menos, el que regresé a la vida, servirá para reparar el terrible error que cometí.
La dicha y los nervios no me caben en el pecho al saber que recuperaré a ese amigo tan importante que me dejó mi madre.
El escenario regresa a su estado original, pues ahora nos rodea el Templo del Tiempo. Link ha vuelto a estar a mi lado, quien al parecer no ha notado nada de lo ocurrido. Veo que el tiempo pasa en diferentes percepciones en este espacio onírico.
- Link, valeroso caballero de Hyrule. – llamó mi padre, causando que mi compañero lo mire con atención. – Quiero agradecerte por todo lo que has cuidado a mi hija en todos estos meses, a pesar de que preferiste seguir tu corazón en vez de la razón; y no te culpo por eso.
- Le aseguro que su hija está en buenas manos, pues por protegerla entregaré mi propia vida. – afirmó Link con seriedad, mientas que yo me emocioné ante sus palabras. – Además… mi amor por ella es leal e infinito.
Cierro los ojos al sentir que mis mejillas se sonrojan ante la valentía de Link al confesar a mi padre sus sentimientos por mí. Recuerdo que hace cien años, en este lugar, me indicó tener intenciones de confesárselo, pero por todo lo ocurrido no pudo ser así.
- Gracias por cuidar y amar a mi hija, Link. Y sabiendo eso, más el perdón que ella me ha concedido, puedo irme en paz.
El cuerpo de mi padre comienza a transparentarse, lo que provoca que mi corazón se destroce ante tal despedida.
- ¡Papá!
A pesar de saber que no puedo tocarlo, corro hacia él para abrazarlo, y para mi impacto, o quizás mi ansiosa imaginación, puedo sentir sus cálidos brazos rodeándome, tal y como lo hacía cuando era su niña pequeña, la que cuidaba con todo su corazón.
- Tu madre y yo te cuidaremos desde las estrellas… Adiós, mi querida Zelda.
Mi padre se desvanece entre mis dedos, lo que me causa inmenso dolor, pero al mismo tiempo paz y agradecimiento. Ahora puedo continuar con mi vida habiendo sanado aquella herida, y este será un camino más para cumplir con mi misión en este mundo.
- Zelda… – me habló Link, abrazándome por la espalda.
- Gracias por haberme entregado el valioso mensaje de mi padre, Link. – reconocí, abrazando sus manos. – Ahora que me he reconciliado con él, estoy más convencida de mí misma.
- Yo estaré contigo siempre, en todo momento. Nunca lo olvides.
Seco mis lágrimas para besar a Link. Es una bendición tener a mi caballero en mi vida, pues es gracias a él que he aprendido a ser valiente y menos insegura. Ni cien años podrán compensar la dolorosa separación que tuvimos que vivir.
- Ya es tarde y debemos ir a dormir, vamos a la cabaña de mi padre. – sugerí, acariciando el rostro de mi amado. – Mañana debemos empezar nuestro viaje al bosque, para que reclames lo que te pertenece.
- La Espada Maestra…
Aunque lo oculta bien, percibo en Link un poco de inseguridad, y no lo culpo.
- Mi padre me reveló y confesó algunas cosas, sobre todo una que deseo recuperar, pero antes de eso, es necesario que recuperes la Espada Maestra, pues tú también debes encontrarte a ti mismo.
- Yo solo haré lo que mi princesa me ordene.
Link besa mis labios de nuevo, lo que estremece cada fibra de mi ser y me hace caer en el abismo de la sumisión ante su amor, y no lo puedo concebir, aunque lo disfrute.
Me pregunto si él recordó, al mismo tiempo que yo, un hecho que también vivimos en este lugar. Me da curiosidad preguntarle, pero aún temo tocar algún tema que le preocupe no tener claro.
Sin mortificarme más, me retiro junto a mi caballero del Templo del Tiempo, esperando pasar una tranquila y agradable noche junto a él, un sueño lleno de paz y perdón en mi corazón.
No recuerdo la hora en la que me quedé dormida, pero sí que lo hice abrazada a Link en la cama en la que él durmió cuando despertó de su letargo, la que mi padre también utilizó en el tiempo que venía a estar aquí para reflexionar.
- ¿Link?
Sorprendida, me levanto al ver que Link no está a mi lado. No me di cuenta en qué momento se fue.
- ¿A dónde habrá ido?
Me siento en la mesa a esperar a que regrese de donde sea que haya ido, mientras empiezo a revisar las cosas que mi padre me dio. El diario que me escribió contiene todo lo que me narró, y siento pesar de saber que no podré volver a vivirlo de manera onírica, como ocurrió el día de ayer. Después reviso el colgante que Link tuvo todo este tiempo, y el que no entiendo cómo no pude notar, o quizás no lo habría recordado.
Aprieto con mis manos la pieza ancestral que será la encargada de devolverle la vida a mi querido amigo.
- Solo espera un poco más, Terrak. – afirmé emocionada. – Pronto volveremos a estar juntos, y ruego poder tener la capacidad de reactivar tu vida.
Finalmente, abro la caja que contiene los anillos que fueron de mis padres para contemplarlos, para tocarlos y ver si en ellos podía percibir todas las emociones que ellos sintieron en el momento en que los intercambiaron. Me siento tan agradecida de haber presenciado un momento tan hermoso.
Sigo en mis recuerdos por un momento más, hasta que escucho que la puerta se abre.
Link ha regresado… pero con algo en las manos.
- Lamento la tardanza, Zelda.
Me acerco a mi caballero para contemplar lo que lleva en la mano, algo que reconozco a kilómetros de distancia. ¿Cómo es posible que él haya podido encontrarlo?
- Link… esas flores…
- Demoró un poco, pero pude encontrar Princesas de la Calma. – dijo Link, nervioso y con las mejillas sonrojadas. – Son pocas, pero importantes para lo que haremos el día de hoy.
- No entiendo…
- Zelda… Ayer recordé un hecho que tú y yo compartimos en el Templo del Tiempo hace cien años.
Mi corazón se sobresalta al escuchar lo que Link me dice, pues creí que lo había olvidado entre todos los recuerdos que aún no recupera. Desde que volvimos a entregarnos el uno al otro, su mente se ha aclarado un poco, lo que me alegra inmensamente.
- Voy a cambiarme de ropa. – indiqué a mi caballero, sonriéndole. – No me tardo.
- Puedes demorarte lo que desees, pues yo soy feliz contemplándote.
A pesar de toda la confianza que existe entre nosotros, me sonrojo terriblemente ante la cautivante mirada de mi caballero.
Como estoy casi segura de qué se trata todo esto, me puse mi vestido blanco de oraciones, así como lo hice un siglo atrás. Cuando llegamos al templo, Link y yo comenzamos a caminar hasta el altar de la diosa Hylia, el que está rodeado de unas cuantas velas.
- ¿Y esas velas, Link?
- Yo… – contestó lleno de nervios. – Lo siento, pero hice lo mejor que pude para que se vea bien, pues todo ritual merece tener luz.
- ¿De qué ritual hablas?
Link no responde a mi pregunta, pues en ese momento que llegamos a los pies de la diosa, deposita una parte de los lirios que había recolectado… tal y como lo hizo hace cien años.
Poco después, se acerca a mí, pero no para tomarme la mano o darme un beso, sino para arrodillarse con las flores en las manos y con la mirada agachada.
- Zelda, recordé algo impresionante cuando volví a pisar este lugar después de tanto tiempo. Sin embargo, sí tuve una sensación conocida cuando estuve aquí, el día que desperté de mi letargo… una frase que, aunque no la entendí en ese entonces, removió mi confundido corazón. – Link me sorprendió con sus palabras, mientras me parecía escuchar los latidos de su pecho. – Ese día te hice el juramento de que por siempre serías el gran amor de mi vida.
Link siguió con la mirada en el suelo, mientras mi memoria se llenaba de los recuerdos de ese día, cuando él y yo vinimos aquí a jurarnos amor… poco tiempo antes de que el Cataclismo llegara.
- Zelda, ese día te dije que… – mi caballero alzó la mirada para verme a los ojos, mostrando dulzura y determinación. – Ese día te dije que cuando acabáramos con el Cataclismo, iba a pedirte que seas mi esposa y hablar con tu padre sobre mis intenciones contigo, sin embargo, el miedo a fracasar invadió nuestros corazones, por lo que te traje aquí para hacerlo de manera simbólica… A los pies de la diosa que nos ha bendecido con nuestra milenaria unión, la que me dio la gracia de volverte a ver en esta vida.
Cada vez que quiero ser fuerte y no llorar, el amor que Link me transmite me derrota, pero de manera maravillosa. Él no necesita ser de muchas palabras para decir exactamente lo que mi alma necesita para amarlo y desearlo más, para encantar mi corazón.
Link se pone de pie y me entrega las Princesas de la Calma, las que ante la poca luz del templo brillan con intensidad.
- Princesa Zelda… – Link aclaró su voz para seguir hablando. – Este ritual que he organizado es para renovar esos votos de amor que hice contigo en ese entonces, y esta vez no solo en presencia de la diosa, sino de tu padre, a quien le juré cuidarte siempre.
- Link…
- Te amo y lo haré por siempre… más allá de la vida y la muerte.
Link ha dado su vida por mí en más de una ocasión, además de entregarme su corazón. ¿De qué manera podría yo devolver tal gesto de amor? No creo que exista tal cosa. Solo puedo corroborar mi compromiso con él de amarlo en esta vida y todas las demás que vendrán.
Como ya lo había decidido momentos atrás, muestro a Link los anillos que pertenecieron a mis padres, lo que causa en él gran sorpresa.
- Zelda… Esos son…
- Link, permíteme sellar mi inmenso amor por ti con estas argollas que mi padre me heredó.
- Yo valoro mucho esto, pero… – Link comenzó a trabarse al hablar. – Son recuerdos demasiado especiales, no puedo aceptarlo.
- Precisamente porque eres especial para mí, quiero que los compartamos. – respondí sonriendo. – Mi padre me los dio con la consigna de que les diera el mejor uso, y qué mejor que hacerlo con el hombre que amo. Quiero que tu anillo te acompañe y te recuerde donde encontrarme siempre, aunque no me puedas ver.
- Espera… hablas como si fueras a alejarte, y eso jamás va a pasar, pues no pienso permitir que los enemigos te alejen de mi lado. – respondió Link, algo ansioso ante mi casi sentencia. – Gracias... me sentiré honrado de usar el anillo del hombre que me confió a su más valioso tesoro, el que es el mío también.
- Te amo, Link… lo hice, lo hago, y lo haré en todas las vidas.
Coloco el anillo de mi padre en el dedo de Link, acción que él repite al colocarme el que perteneció a mi madre.
- Cuando esta tierra sea totalmente libre del mal… Nos casaremos formalmente. – afirmó Link, acariciando mi rostro.
- Yo soy y seré tuya para siempre.
Mis labios se fundieron con los de mi amado en un beso apasionado y cálido, mientras mi alma caía en el abismo de la felicidad infinita.
Después de tan emotiva renovación de votos, Link y yo comenzamos nuestro recorrido hacia la Espada Maestra. Le conté todo el camino que tuve que emprender hace cien años para encontrar su pedestal, el que duerme en el Bosque Kolog, el centro del Gran Bosque de Hyrule, y llegar ahí no es nada fácil y no cualquier persona puede hacerlo. Yo lo logré gracias a que mi poder estaba despierto en mi interior y la misma espada me guio hasta su lugar de descanso.
Nunca voy a olvidar aquel día, pues ahí fue donde lo perdí todo y tuve que dejar a Link descansando en esa fría cámara del Santuario de la Vida, la que era casi un ataúd.
Nunca creí que, posterior a todo eso, me hubiera tocado sellar a Ganon y convivir con él por un siglo completo.
- ¿Zelda?
Escucho a mi caballero llamarme, quien me mira con preocupación. Al parecer me perdí tanto en mis tormentosos recuerdos que no me di cuenta de que me estaba hablando. Ya estamos junto a nuestros caballos y a la torre de la meseta.
- Te he estado llamando y no me dices nada. – cuestionó Link. – ¿Todo bien?
- Link, como te dije, la Espada Maestra se encuentra descansando en el Bosque Kolog, y para llegar ahí se tiene que pasar el Bosque Perdido, el que es un laberinto terrible. – indiqué preocupada. – Si antes pude superar ese sitio, fue porque contaba con mi poder, pero ahora no será así.
- ¿Entonces qué vamos a hacer?
- ¿Recuerdas cómo encontraste la Espada Maestra? Eso fue dos años antes del Cataclismo.
Link agacha la mirada, avergonzado, lo que me hace sentir culpable, pues sin querer le hice caer en cuenta que aún hay hechos que no puede recordar.
- Lo siento, Link. No quiero presionarte.
- No es tu culpa… pero lamento tanto no recordar eso.
- Te aseguro que lo solucionaremos, y es por eso que se me ha ocurrido una idea. – indiqué, tomando la mano de Link. – Regresemos a la Fuente del Valor. Recuerda que ese día no pudimos completar el ritual porque tu hermana nos aprisionó.
Link suelta una carcajada al recordar ese hecho, el que fue el inicio para que él y Abril pudieran reencontrarse, a pesar de haber convivido por poco tiempo. Sé que en la Fuente del Valor podré encontrar la iluminación para llegar al Bosque Kolog.
- Vamos para allá. – dijo Link. – Trasládanos a todos a la torre más cercana del sitio, por favor.
Saco la tableta Sheikah para hacer lo que mi caballero ha solicitado.
Link y yo dejamos a nuestras monturas en el rancho del lago, y juntos nos trasladamos hasta la Fuente del Valor. Una vez que llegamos, no puedo evitar sentir nostalgia al recordar todo lo que pasamos para poder reencontrarnos con Abril y estar a su lado hasta que tuvo que partir. Sé que Link siente lo mismo en estos momentos, pero su determinación por esta importante misión le impide abrir su corazón. Ahora su mente está centrada en encontrar la Espada Maestra, y sé que eso lo tiene sumamente nervioso.
Llegamos a la fuente, la que seguía igual que la última vez que la vimos, y como lo hice en anteriores ocasiones, me adentro a sus aguas para tocar la lira de la diosa y entonar mis oraciones, mientras que Link hace lo mismo con su ocarina.
Como era de esperarse, frente a mí aparece el orbe color verde, símbolo de Farone, el último que faltaba para completar este rito, y también la fuente recupera su pureza y esplendor de antaño.
Según las palabras de Azael, el renacer de las tres fuentes ayudaría a que recupere mi poder, pero no comprendo de qué manera, pues hasta ahora no siento la diferencia. Ya recuperé el amor de Link, me reconcilié con mi padre. ¿Qué más me hace falta? ¿Acaso la malicia de Ganon que ha enfermado mi cuerpo es la causante?
- La fuente regresó a la normalidad. – afirmó Link.
- Así es… – respondí preocupada. – Pero eso no abrió ningún camino para llegar al Bosque Kolog. No sé…
- ¡Yahahaiii!
Si no hubiera sido por Link, habría caído de espaldas ante el tremendo susto que acabo de tener. Por un momento pienso que estoy soñando, pero al ver mejor me termino de convencer.
Un pequeño Kolog se ha colocado frente a mí. No veo uno desde hace cien años.
- Disculpa, hermosa dama, no fue mi intención asustarte, pero la bella música de este lugar me atrajo hasta aquí.
- ¡Gingo!
Para mi impacto, veo que Link se acerca al Kolog con naturalidad, como si se estuviera encontrando con un viejo amigo.
- ¡Link! ¿Lo conoces? – pregunté sorprendida.
- Sí, es mi hada padrino. – respondió mi caballero, sonriendo.
- ¿¡Tú qué…!?
- Ya escuchaste, señorita, soy Gingo, su hada padrino. – dijo el Kolog, volando hasta mí para mirarme con detenimiento. – Un momento… yo te conozco.
- Yo me llamo Zelda.
- ¿¡Zelda!? ¡Síiiii! ¡Ya te recuerdo! – exclamó la criatura, emocionada. – Yo te vi hace unos "pocos años" cuando fuiste a dejar la Espada Maestra al cuidado del Árbol Deku. Lo recuerdo muy bien porque llegaste en muy mal estado… tan rota como el arma.
Me apeno al recordar aquel acontecimiento, sobre todo porque fue previo a mi fusión con Ganon, del que creí nunca iba a regresar. Al ver el pesar en el rostro de Link, decido cambiar el tema preguntándole más sobre nuestro nuevo y pequeño acompañante.
- ¿Link, de dónde conoces a Gingo? – pregunté con curiosidad. – Ese día me rodeaban tantos Kologs que no recuerdo haberlo visto.
- Lo conocí cuando era niño… – las mejillas de Link se sonrojaron al mencionar eso, razón que no comprendí. – Digamos que me hizo un favor…
- Solo han pasado unos pocos años por mí, pues sigo igual de guapo. – dijo el Kolog, volando cerca de Link. – He venido aquí no solo atraído por la hermosa melodía de este lugar, sino porque voy a guiarte hasta la Espada Maestra, el arma que te pertenece, niño.
Los ojos de Link se desorbitan al escuchar lo que Gingo le dice, cosa que a mí me alegra. Sabía que este lugar iba a tener la respuesta a mis dudas.
- Cierren los ojos, pues los voy a trasladar al Bosque Perdido.
- ¿Al Bosque Perdido? – pregunté alarmada. – Pero…
Mi pregunta no alcanza a ser respondida, pues nuestros cuerpos desaparecen junto con los del impulsivo Kolog.
No sé cómo sentirme con respecto a tanto cambio… mientras la niebla del Bosque Perdido se encuentra frente a nosotros.
- Zelda… ¿Este es el Bosque Perdido? – preguntó Link, preocupado.
Mi caballero y yo nos encontramos en el arco de entrada al Bosque Perdido, el camino que nos separa del Bosque Kolog, el hogar de la Espada Maestra. Creí que Gingo nos iba a llevar directo ahí.
- Ya estamos aquí, y ahora depende de ustedes llegar hasta la Espada Maestra. – dijo el Kolog. – En especial de ti, Link.
- ¿De mí? – preguntó sorprendido.
- Así es, y lo harás pasando por esta prueba que desde hace muchos años espera por ti. – indicó la criatura. – Este bosque es un laberinto que solo tiene un camino correcto, y a la mínima equivocación te perderás para siempre en él, sin oportunidad de regresar.
- No puede ser…– se quejó mi caballero.
- La única manera de medir tu valía como elegido por la espada, es que encuentres tu sagrada arma por tus propios medios. De eso se trata la prueba que preparé para ti.
- ¿Cómo puedo hacer algo como eso?
- Tú tienes la respuesta, no yo. – dijo Gingo, llenando mi alma de ansiedad. – Si eres el auténtico héroe elegido, el alma de la Espada Maestra debería estar enlazada a ti, así que deberías saber dónde encontrarla. Eso es lo que te va a guiar en el camino.
- Pero…
- ¡Los espero en el Bosque Kolog! ¡No se tarden!
Gingo desaparece, dejándonos llenos de dudas, pero sobre todo de miedo. Quisiera poder apoyar a Link en este reto, pero lamentablemente solo le corresponde a él por ser el portador de la Espada Maestra. Puedo ver preocupación en su expresión, razón por la que me angustio.
- Link…
De inmediato, mi caballero me mira a los ojos con determinación y una sonrisa en los labios. Es valiente a pesar de tener miedo y eso me hace admirarlo más.
- No sé cómo voy a pasar esta prueba, princesa… pero lo haré sea como sea.
- Link…
- Avancemos.
- ¿Sabes por dónde ir?
- Dejaré que mi intuición nos guíe. – afirmó. – Haré lo mejor posible. Solo te voy a pedir que, si llego a perderme, sigas adelante sin mirar atrás.
- ¡No digas tonterías! – exclamé enojada. – ¡Estaremos juntos en esto!
Link toma mi mano y me incita a caminar junto a él para adentrarnos en el Bosque Perdido.
- No sueltes mi mano, Zelda. – pidió Link, presionando mis dedos. – Seguiré de frente.
A pesar de que me siento atemorizada, me dejo guiar por Link, quien parece seguro de las decisiones que está tomando. Seguimos de frente y no veo que pase nada fuera de lo normal, hasta que mi caballero decide voltear a la derecha para caminar unos cuantos metros.
No puedo descifrar por cuanto tiempo hemos caminado en la misma dirección, lo que me hace imaginar que quizás nos perdimos sin darnos cuenta. Esa inseguridad provoca que me detenga, cosa que Link hace al mismo tiempo que yo.
- ¿Estás seguro de que este es el camino correcto? – pregunté confundida.
Link no me responde, razón por la que me preocupo aún más…
- ¿Link?
Puedo ver que Link está fuera de sí, con los ojos cerrados y con una mano en su cabeza. Esta actitud la he visto antes y no creí que fuera a repetirse… su mente se ha perdido en otro de sus recuerdos.
Espero pacientemente a que se calme, sin presionarlo, a pesar de que mi mente está llena de dudas, pues no sé si estamos en buen camino o ya nos perdimos para siempre. Si llegara a ser esto último, al menos agradezco estar con él.
- Zelda…
Link ha regresado a su rostro más calmado, lo que significa que la cabeza ya no le duele debido a los recuerdos.
- Puedo sentir el espíritu de la Espada Maestra… Me está llamando…
- ¿Qué? – pregunté sorprendida.
- He recordado como llegué a la Espada Maestra… Fue el mismo día que adopté a Epona.
Link no responde nada, pues toma mi mano con más fuerza y comienza a correr, obligándome a seguirle el ritmo.
- ¿¡Link!? ¡Tranquilo! – rogué desesperada. – ¡No sigas el camino de esta manera, podemos perdernos!
- La siento… me está llamando… me está esperando…
Link no me escucha ni me presta atención, es como si su mente se hubiera perdido en sí mismo… Aunque al poco tiempo lo entiendo, pues yo también comienzo a sentir el espíritu del arma sagrada.
La Espada Maestra reclama la liberación de su amo.
Ya no recuerdo cuantas vueltas dimos por este lúgubre bosque, pero seguimos adelante hasta que la luz se ilumina frente a nosotros, llevándonos fuera del Bosque Perdido.
- Este es…
Llegamos al Bosque Kolog… y frente a nosotros se encuentra la Espada Maestra.
- Está… restaurada…
Mis ojos se llenan de lágrimas, no solo de ver que la Espada Maestra se encuentra libre de heridas, sino reluciendo con grandeza y vida. Aquella arma me salvó la vida múltiples veces hace cien años desde la mano de su portador.
Link se aleja de mí, dejándose atraer por la magnificencia de su arma, la que lo llama con desespero para obtener su liberación y ser una sola con él.
El caballero posiciona sus manos en la empuñadura y comienza a sacarla del pedestal. Al inicio le cuesta hacerlo, por lo que tiene que empeñar más fuerza. Por un momento deseo acercarme a ayudar, pero es tan terrible la energía que siento alrededor de Link que prefiero respetar este espacio, este reencuentro entre él y su sagrada compañera de combate.
Los segundos pasan de manera inmisericorde… pero finalmente Link lo consigue.
La Espada Maestra ha regresado a la mano de su portador, brillando y resplandeciendo en la inmensidad de su poder.
Link contempla su sagrada arma con devoción y determinación, como si hubiera recuperado una extremidad perdida.
- Héroe elegido… Sacerdotisa de Hyrule… Bienvenidos, una vez más.
Alzo la mirada al reconocer la voz que nos saluda. El Árbol Deku nos contempla. Sin embargo, poco segundos dura mi sorpresa, pues un hilo de sangre negra comienza a manchar mis labios.
Comentarios finales:
Hola, espero que se encuentren bien.
Hemos llegado a un capítulo muy esperado (como todos los que he mencionado antes jaja), pues Link ha recuperado la Espada Maestra. Quizás muchos crean que me tardé en que la tenga, pero hay una razón importante para que las cosas se hayan dado así.
Espero que les hayan gustado todos los hechos tranquilos que se dieron aquí. La manera en la que el rey le pidió perdón a su hija la quise hacer muy simbólica, enfocando que Zelda se centre en los hechos más hermosos relacionados con su vida y origen, y no por reproches o volver a revivir la angustia del pasado. La única excepción fue lo de Terrak, que lo quise incluir desde el inicio de esta historia, razón por la que cree la pieza del colgante. Como se vio en el juego HW AOC, el que el rey le haya quitado a Zelda la compañía de Terrak (a quien ella encontró con su madre), al poco tiempo de la muerte de la reina, me pareció una crueldad imperdonable, así que debía sacarme esa mala sensación y darle una solución a ese acto. El pasado no regresa y los errores pueden herir mucho, pero al final eso sí tiene solución, así que la princesa volverá a reencontrarse con su viejo amigo. De todas maneras, aclaro que la participación del pequeño guardián será la misma que la de los personajes secundarios, pues nunca tuve pensado darle el protagonismo del juego.
Espero que con este acto de perdón el rey sea un personaje menos odiado, pues por un bien mayor, lastimó al ser más importante de su vida. Zelda es la más beneficiada por haber sanado esa herida.
Sobre la simbólica boda entre Link y Zelda, tampoco es algo que se me ocurrió a última hora. La mención, aunque pequeña, de ese hecho, se encuentra en el capítulo 2, cuando Link ingresa al Templo del Tiempo y esa frase se le viene a la mente. Recuerden que, al inicio, a Link solo se le venían palabras a la cabeza, antes que memorias completas. Como sea, espero que les haya gustado ese enlace amoroso entre los protagonistas, pues a pesar de que no han tenido una boda formal, eso es lo de menos cuando el amor es tan maravilloso y auténtico como el de ellos. Estén pilas con los anillos, pues esos serán cruciales para activar algo más, ya cerca del final.
Sin más que decir, espero que el capítulo les haya gustado. Si los cálculos no me fallan, creo que en tres o cuatro capítulos tendremos el final.
Un abrazo,
Artemiss
