Lo prometido es deuda. Les dije que no tardaría en actualizar y aquí está. El capítulo 16. Espero lo disfruten, está corto pero vale la pena. Prometo no tardar con el siguiente. Gracias a las que leen.
CAPÍTULO XVI
Conducía lentamente por las calles de la ciudad media vacía. Las luces nocturnas contrastaban con las gotas de lluvia, cristalizando la visión en una mezcla de colores. De vez en cuando desviaba la mirada hacia su copiloto, que yacía sumergida en el asiento, cubriéndose con el abrigo largo y ancho, para amortiguar el frío de su cuerpo debido a la humedad de la ropa. Su vista permanecía fija en el camino, no se atrevía a mirarlo directamente. Entre ratos, volteaba hacia la ventanilla de su costado, para perderse igualmente en el paisaje nocturno. Ninguno de los dos había pronunciado palabra alguna. Viajaban en silencio, en espera de llegar a su destino. Jihoo aún estaba desconcertado, el hecho de que no estuviera abordándolo con comentarios ácidos o humillantes, era… extraño. Se veía frágil e indefensa, como en aquélla ocasión, cuando la consoló en sus brazos por algo que nunca supo que era, aunque ahora, podía intuir lo que le sucedía en ese momento. Esa fue la última vez, que ella dejó que él se acercara y la consolara. Después, solo recibió de ella, desprecios y palabras de rencor, haciendo que poco a poco el cariño que alguna vez tuvo por ella, se fuera desvaneciendo, al grado de desaparecer por completo. Y fue cuando él empezó a ser indiferente hacia esa mujer de la que alguna vez estuvo enamorado, y a la que era capaz de proteger con su propia vida. Sin embargo, ahora al verla nuevamente así, no podía evitar querer protegerla, cuidarla. Prefería mil veces que volviera a ser arrogante y cínica, a verla en ese estado.
Después de que dejó a Doyun en ese despreciable lugar, decidió ir en su busca, y pensó en reclamarle apenas la tuviera frente a él. Pero ahora, simplemente no podía hacer eso, le preocupaba más su recuperación, de lo que sea que estuviera viviendo. Una vez más, era capaz de ofrecer su consuelo, sin siquiera saber de qué se trataba.
Antes, no sabía en dónde buscar, no tenía idea de donde podría estar. Se puso a hacer sus maletas para el viaje programado, pero nada podía despejar su mente de encontrar a Jandi. Quería verla antes de irse, era… una necesidad, y sentía que no era solo por el incidente. Fue a la Mansión Gu, pero como era lógico, no estaba allí. Recorrió varias partes de la ciudad sin éxito. Al final, decidió ir al cementerio Shinwa, y visitar la tumba de su amigo, para pedirle un poco de claridad. Desde el funeral, no había querido regresar a ese lugar, era muy doloroso. Pero en estos momentos, estaba desesperado. Se acercó al sitio, estacionando su auto sin luces y muy despacio. Tenía las manos en el volante y no había querido voltear hacia donde reposaba el cuerpo de su hermano. Aún no podía superar la pérdida, tomó las llaves nuevamente, sentía que no podría bajar, aún era muy doloroso. Los sollozos de una mujer hicieron que soltara la llave y volteara hacia el origen del sonido triste que emanaba entre la lluvia y la oscuridad. Lo que vió lo dejó estupefacto. Una Mujer lloraba de rodillas sobre la tumba, la indumentaria que llevaba era diferente, pero estaba seguro de que no podía ser otra que Jandi. Sintió un alivio al haberla encontrado, pero al mismo tiempo, la preocupación lo invadió al verla de ese modo, totalmente devastada, llorando bajo la lluvia, en la tumba de quien fuera su esposo. ¿Qué le sucedía? Era realmente desconcertante verla tan vulnerable. Lentamente descendió del vehículo cuidando de no hacer ruido para no distraerla. Tomó el paraguas y su abrigo, pues había frío, y debido a la lluvia estaba totalmente empapada. Estaba tan ensimismada que no se percató de su presencia.
"-¡Me arrepiento de haberme casado con él!", escuchó que le dijo a la lápida que tenía grabada el nombre de "Gu Jun Pyo". Le hablaba como si estuviera vivo. Sintió molestia al escuchar eso, sabía perfectamente que se refería a él y al burdo matrimonio que habían contraído. Estaba sobre entendido que ellos no se amaban, pero escucharlo decir con pesar y de forma tan sincera de sus labios, no se sintió bien. " ¿Por qué no me llevaste contigo?, ¿Por qué me dejaste?". Nuevamente esa molestia, sabía que a ella la muerte no le producía temor alguno, ya una vez había atentado contra su propia vida, aunque el hecho de que estuviera confesando su dolor, le hizo darse cuenta de que el amor por Junpyo en verdad fue sincero y profundo, ella realmente amó a su amigo, eso lo reconfortó de alguna manera, concluyó que todos los desplantes, actitudes soberbias e indiferencias de los últimos años, no fueron más que solo apariencias, incluso podría decir, que sus infidelidades, fueron también falsas o sin fundamentos. Ahora lo tenía claro, esa mujer que lloraba de rodillas bajo la lluvia, no era la asesina de su amigo. No podría haberlo hecho. Su dolor se lo decía a gritos. Aún no entendía que era lo que ocultaba, pero eso no importaba ahora. Lo que sí podía asegurar, es que sólo algo realmente grande debió suceder, para que la Jandi arrogante, estuviera de rodillas suplicando por dejar este mundo. El momento le removió los sentimientos, ahora podía confiar en ella, y es como si se hubiera quitado una gran piedra de encima. Por otra parte, Se dió cuenta de que no le gustaba verla así. Cuando ella se percató de su presencia y lo miró, una corriente eléctrica le recorrió el cuerpo. Estaba estudiándolo como si no pudiera creer que el estuviera allí. Tal vez se avergonzaba de que la haya encontrado de ese modo, pero él no iba a juzgarla o criticarla. Ahora solo iba a ayudarla y reconfortarla, si ella se lo permitía. Para su sorpresa, no puso objeción para irse con él.
Rememoraba el momento, y aún estaba inquieto por la forma en que la encontró.
Estaban a punto de llegar y ella permanecía sin hablar. Quiso decirle algo, pero prefirió respetar su silencio. Detuvo el motor del auto y giró la llave.
-¡Llegamos!- le informó. Jandi giró su cabeza para ver el lugar y luego la giró hacia él.
- Es… tu casa- Le dijo. Él arrugó un poco la nariz y sonrió.
- Es la casa Yoon. Y tú eres la señora Yoon, así que técnicamente, ahora también es tu casa- se bajó del vehículo y le dio la vuelta para llegar hasta Jandi y abrir su puerta.
-¿Vienes?- le preguntó. Ella se cubrió más con el abrigo, debido a la frialdad de la noche, ya no llovía, más había un ambiente húmedo todavía. Bajó lentamente mirando la residencia que tantas veces visitó en el pasado, y de la que apenas una noche antes, abandonó como una delincuente, después de haber agredido al dueño, quien irónicamente, ahora estaba siendo amable y protector. El Mayordomo de Jihoo fue al encuentro de ambos.
-Buenas noches Amo- dijo el hombre haciendo una reverencia profunda.
-Buenas noches Señor Park. ¿Puede por favor llevar a mi esposa con la señora Jung?, Necesita cambiarse la ropa húmeda y asearse- ordenó Jihoo.
-Enseguida Amo. Señora Yoon, por aquí ¡por favor!- Le dijo a Jandi y la dirigió adentro. Ella lo siguió no sin antes voltear hacia Jihoo. El le brindó una sonrisa, animándola para hacerle entender que todo estaba bien. Después entró detrás de ellos. Se sentó en la sala de estar, en donde estaba su equipaje. Sobre la mesa se encontraban los boletos de viaje. Los contempló por un momento. Luego se levantó y tomó el teléfono fijo para hacer una llamada.
Jandi se encontraba una vez más frente al tocador. Y se cepillaba el cabello. Fue una sorpresa que él la encontrara. Aunque estaba en duda si había escuchado lo que dijo sobre esa tumba, esperaba que no. Se sintió expuesta ante su presencia, pero a la vez, se sintió aliviada y protegida. Cuando iban en el auto, no quiso hablar, por primera vez le ganó la timidez y el nerviosismo. Cuando se dió cuenta que habían llegado a la casa de él, los nervios aumentaron. Ese no era su territorio, y se sentía mucho más vulnerable. El hecho de que él le dijera que también era su casa por derecho, hizo que su corazón se ensanchara de orgullo. Se estaba comportando realmente como su esposo, cuando habían acordado tener solo un trato cordial, sin realmente llamarse formalmente así. Él había puntualizado esto con su mayordomo. Lo que le dió calidez a su corazón marchito y helado. Suspiró profundamente, sería una estupidez ilusionarse con que su matrimonio falso se convirtiera en algo real. Además, ella no debía enamorarse de él, eso lo pondría en peligro y ella… simplemente no soportaría otra pérdida. Tocaron a su puerta.
-¡Adelante!- contestó dejando su labor de cepillarse el cabello. Una mujer se asomó con cautela.
-Señora, la cena está lista. El Amo le está esperando en el comedor- Los nervios volvieron. El saber que él estaba ahí, esperando por ella, envió a su cuerpo un estado de ansiedad y anhelo por verlo.
- Está bien. Voy enseguida- Tomó una servilleta y se limpió el sudor de las manos. Su cuerpo temblaba de emoción contenida y a la vez de nervios. Estaba segura de que tendría que responder por lo que hizo esa madrugada. Tenía que volver a ser la Jandi Arrogante y fría. Él no podía saber lo que le provocaba su presencia. Respiró hondo, y le dijo a su reflejo:
- Muy bien Jandi. El no es nada para ti, así que tienes que controlarte. No puedes delatarte. Tienes que volver a ser la Mujer que él Odia- Nuevamente le incomodaban los pantalones anchos del pijama, así que se los quitó, usando el camisón como vestido, y entonces, cambió su semblante por el de indiferencia. Con más confianza y los nervios controlados, se dispuso a encontrarse con su esposo.
Jihoo la esperaba sentado en la cabeza de la mesa, parecía estar pensativo. Desde su ángulo, podía ver el perfil de su esposo. ¿Cómo podía ser tan hermoso? Lo que hacía pensar que él no pertenecía a este mundo. Los nervios regresaron, por lo que tuvo que volver a respirar hondo para poder controlarse. La servidumbre le jaló el asiento junto a Jihoo. Esto hizo que él la mirara. Su cuerpo se tensó al sentir su mirada sobre ella. Aunque rápidamente, la desvió hacia su rostro, pero estaba segura de que su indumentaria le había causado algún tipo de inquietud. Esto no le molestó en absoluto, al contrario, esperaba haber despertado en él, un deseo por ella. Esto la alentaba a pensar, que ya no le era indiferente y que tal vez, ya no la odiaba. Él le
Sonrió a medias, desarmándola nuevamente. ¿Cómo demonios iba a poder controlarse? Esto en lugar de mejorar, empeoraba. Sólo una sonrisa, y ya sentía su corazón palpitando rápidamente. Decidió no mirarlo directamente o su plan se vendría abajo. Se concentró en su plato. Había un trozo de carne con verduras salteadas y algunos granos para adornarlo. Su estómago rugió, había olvidado que no había probado comida en todo el día. De pronto, sintió mucha hambre. El timbre de su voz, le erizó los vellos de los brazos.
-Disculpa que no haya dejado que descansaras. Pero creí oportuno que comieras algo antes. Pienso que eso te ayudará a que tengas un mejor descanso-
Terminó diciendo con otra media sonrisa. Se estaba preocupando por ella, otra vez. Y estaba siendo amable, y para no variar, volvió a mostrarle esa sonrisa del demonio. ¿Es que quería matarla? Su corazón seguía desbocado. Tomó el tenedor para probar un poco de las verduras. ¿Por qué estaba siendo amable? Debería haberle reclamado o llevarla a la policía. Lo miro de reojo y vio que él aún no comía, la estaba mirando. ¡Rayos! Decidió hablar para calmar los nervios y aligerar las tribulaciones de su corazón. —¿Te la vas a pasar mirándome? ¿No vas a comer?- le preguntó tratando de volver a su postura arrogante. Para su desgracia, él volvió a sonreír. ¿Qué le pasaba?
-Me tomo mi tiempo- dijo – pero me alegra ver que tenía razón al pensar que tendrías hambre- dicho esto, tomó su tenedor y tomó algunas verduras. Ella miraba casi embobada como las engullía en su boca. El ritmo de sus labios al masticar, era por demás, hipnotizante. No supo cuánto tiempo pasó mientras lo veía comer, reaccionó cuando él volvió a sonreír y le habló;
-Ahora tú estás mirándome. ¿No te gustó la comida Nutria? ¿Prefieres algo más fresco?- Ella arrugó el entrecejo y volvió a su labor de alimentarse. Era claro que él estaba siendo sarcástico. Porque no la miró en ningún momento mientras hablaba, y en cambio, sonreía abiertamente. Sintió la necesidad de golpearlo por haberla avergonzado.
-Esta bien. Sólo quiero terminar y largarme a dormir- contestó irritada.
-¡Lastima! Te perderás el postre- Jandi abrió los ojos. Si había algo que era su debilidad, eran los postres, y Jihoo lo sabía. Cuando eran compañeros en la Universidad, a veces almorzaban juntos, y al final, siempre iban por un postre, a petición de Jandi. Debido a lo mal que se llevaban desde hace varios años, ella dudaba que él recordara la temporada cuando eran amigos, y mucho menos, estos detalles. Pensaba que tal vez, solo seguía siendo amable. Pero su sorpresa fue mayúscula, cuando delante de ella, fue puesto un plato con una variedad de redondos dulces de diferentes sabores, con grabados en la parte superior que al unirlos formaban una Flor de Loto. Jandi no pudo detener las lágrimas que empezaban a llenar sus ojos. Él, no solo recordó lo mucho que le gustaban los postres, sino que le trajo su favorito, el "Dasik", y además, le recordaba lo que ella significó para él en el pasado. Él le estaba diciendo con eso, que recordaba el pasado de ambos. El pasado de ella, y con ello, le daba a entender que le perdonaba el incidente. Con un nudo en la garganta, levantó la vista hacia el.
-¿Por qué haces esto? ¿Por qué eres amable? ¿Por qué no solo me reclamas o me envías a las autoridades? – le preguntó con el llanto contenido y aún mirando el platillo.
-Yo… no sé lo que ocultas Jandi, ni por qué haces lo que haces. Pero hoy me di cuenta, que debajo de toda esa frialdad y arrogancia, está la Jandi que una vez conocí. Sé que está ahí, y te pido perdón por haberla abandonado y haber dudado- Su respuesta la dejó con las emociones a flor de piel. ¿El estaba disculpándose? ¿Acaso era idiota? Sin embargo, al decirle que sabía que su comportamiento era solo apariencia, le dió calidez a su corazón, y quería decirle todo en ese momento. Quería decirle que Si, que tenía razón, y quería explicarle el por qué. Necesitaba su apoyo, su protección, su consuelo, como en el pasado, pero ésta vez, también necesitaba … su cariño. Tomó valor y volteó hacia él. Se dió cuenta de que ya no sonreía, estaba serio y se veía acongojado. La imagen de un japonés con barba fina vino a su mente. Ahora más que nunca, debía alejarlo de ella, no podía seguir exponiéndolo. Aunque eso le rompiera el corazón.
- Te equivocas. Esa Jandi murió hace tiempo. Deje de ser la tonta Jandi a la que todos pisoteaban y se burlaban de ella- El la miraba intensamente, no podía sostener su mirada así que se levantó de su asiento. – ¡Terminé!, gracias por la cena. Y disculpa, no quiero postre- Cuando estaba por irse, él la tomó del brazo y la giró para enfrentarla.
-¿Estas huyendo otra vez? ¿Por qué intentas parecer culpable?- Ella se soltó de su agarre.
-¡No estoy intentando parecer nada! – Sonrió de forma cínica. ¿Te parece que soy culpable de algo? ¡Por qué no llamas a la policía de una vez! No tengo a donde huir – El seguía mirándola fijamente. Estudiando cada movimiento de sus ojos, de sus manos. Estaba un manojo de nervios, era muy probable que por sus reacciones, no creyera una sola palabra.
-Dime una cosa Jandi. ¿Por qué quisiste casarte conmigo?- La pregunta era sencilla, pero ahora, tenía una mezcla de sentimientos que no quería dar a conocer. Le daría la respuesta que tuvo desde el principio, cuando le pidió que se casaran, aunque sabía perfectamente, que eso ya había cambiado.
-¡Ya lo sabes! Para ganar reputación y salvar Shinwa- Le dijo volteando hacia un lado y cruzando los brazos en el pecho. El se acercó a ella, por lo que tuvo que dar varios pasos hacia atrás. Se detuvo cuando sintió la loza fría en su espalda. Ya no tenía salida. Bajó los brazos y miró a ambos lados buscando una vía de escape, pero por el momento, no la había.
-Y eso… ¿sigue igual?, - le preguntó bajando el tono de su voz, lo que sonó casi como una caricia.
-¿Por qué habría de cambiar?- respondió con voz temblorosa, su cercanía y el tono de su voz, la estaban poniendo nerviosa. – Te he dicho que no eres mi tipo Bombero- volvió a decirle. El entrecerró un poco los ojos y cruzó los brazos delante de su pecho. La miró de arriba abajo y Jandi volvió a ver esa mirada cargada de emociones y tal vez… deseo.
-Tú eres experta en decir cosas que no sientes en realidad. La mayoría de las veces, tienes éxito, pero ambos habíamos olvidado, que yo sé leerte-
Jandi tragó fuerte ante su declaración. Su corazón ya no daba tregua, palpitaba tan fuerte que hasta podría escucharse. Él descruzó los brazos, y extendió uno de ellos para quitarle un mechón de cabello y pasarlo detrás de su oreja. El movimiento fue sutil y tierno. Ella no pudo evitar cerrar los ojos al contacto. El simple toque de sus dedos, rozando apenas su rostro, fue un torrente de emociones en su interior. Cuando abrió los ojos , se encontró con los ojos de él mirándole fijamente, parecía como si tuviera un debate interno, era como si lo que viera en ellos fuera algo más.
-Creo… que ya te diste cuenta, que no te haré daño. Quiero que empieces a confiar en Mi- Le dijo con voz queda y segura.
Jandi asimiló sus palabras, había sinceridad en ellas. Estuvo tentada de levantar su mano y pasarla por su cabello sedoso, pero se contuvo. ¿Qué debía hacer ahora? Él le estaba ofreciendo su apoyo, y a cambio quería su confianza. ¿Cómo hacerlo sin ponerlo en peligro?
-No voy a presionarte a que seas sincera conmigo ahora. Puedes… tomarte tu tiempo. En estos momentos necesitas descansar y pensar. Yo esperaré, sólo quería que supieras mi posición- Le dijo para tranquilizarla. Él sonrió de nuevo y metió las manos en los bolsillos de su pantalón. Volvió a mirarla detenidamente.
-Hace frío, tu ropa es muy ligera. Te acompaño a tu recámara para que estés abrigada-
Jandi recordó que llevaba solo una camisa, SU Camisa. Ella comenzó a caminar con él siguiéndole los pasos. Llegaron y ella entró primero, él se quedó en la puerta. Aún mantenía las manos en los bolsillos. Se apoyó en el marco de la puerta, mientras ella se daba la vuelta. Se sentía muy nerviosa con el ahí tan cerca. Él observó el rededor.
-¿Estas cómoda?-
-Lo estoy. No deberías preocuparte tanto-
-Bien, entonces… que pases buenas noches- dijo e inclinó la cabeza dispuesto a retirarse. Jandi no supo que diablos la impulsó a decir lo siguiente, pero su cabeza lo único que deseaba, era que él no se alejara de ella.
-¡Quédate!-
Jihoo la miraba contrariado. Ya una vez se lo había pedido, cuando recién se habían casado, pero esa vez ella estaba jugando. Ahora lo decía con anhelo y de forma sincera.
-Yo… escuché todo lo que dijiste. Quiero empezar a confiar en tí. ¿Puedes quedarte con tu esposa esta noche?-
El sacó las manos de los bolsillos y entró en la habitación sin quitarle la mirada de encima. Ya no había vuelta atrás. Había tirado el anzuelo, sólo esperaba que su presa picara.
