Phil
Lil y yo estamos en el parque, comiendo barro y gusanos, mientras que Tommy, Chuckie y Kimi construyen un castillo de arena en uno de los cajones de arena del parque. Y Dil nos observa a todos con mucho entusiasmo.
Al poco rato, aparecen Helena, Leonor y Severus, y se unen a nosotros. Bueno, a Lil y a mí no, porque no les gusta la idea de comer barro y gusanos, pero se han metido en el cajón de arena en el que Tommy, Chuckie y Kimi están construyendo el castillo de arena, y les preguntan si ellos también pueden formar parte de la construcción de ese castillo. Ellos asienten, encantados, y Lil y yo también nos acercamos porque vemos que les está quedando un castillo muy chulo a nuestros amigos. Tiene foso y todo, aunque ahora mismo no tiene agua.
-¡Qué alegría veros otra vez! –exclama Lil muy contenta, dirigiéndose hacia Severus, Helena y Leonor. Ellos le sonríen y Leonor dice:
-Nosotros también estamos muy contentos de volver a veros, ¿verdad, chicos? –Helena y Severus asienten con la cabeza.
-¡Qué castillo de arena más chulo estáis construyendo! –exclama Helena, flipando en colores.
-Pero necesitamos agua para el foso –dice Tommy.
-Voy yo –dice Kimi cogiendo uno de los cubos de plástico (el azul) que tienen para construir el castillo, y se acerca a una de las fuentes del parque, mete el cubo en ella, lo llena de agua y regresa con nosotros tambaleándose un poco, porque ahora que el cubo está lleno de agua, pesa más.
Kimi vuelca el agua del cubo en el foso y ahora sí que parece un auténtico castillo medieval. Se parece mucho al que yo fui a parar en la máquina del tiempo. Sólo le faltan los cocodrilos.
-Por cierto, ¿vosotros de dónde sois? –oigo que nos pregunta Leonor.
-De Ocean Shores –responde Tommy.
-¿Y dónde está Ocean Shores? –pregunta Helena.
-Al sur de California, en Estados Unidos –dice Tommy mientras continúa dándole forma a una de las torres del castillo con la ayuda de su pala verde de plástico-. ¿Y vosotros de dónde sois?
-Nosotras somos de España, de Las Rozas de Madrid concretamente –responde Leonor, ayudando a darle forma a la torre que falta.
-¿Y tú, Severus? –le pregunto yo al niño.
-Yo soy de Inglaterra, de Cokeworth para ser más exactos.
-¡Hala, qué guay! –exclamo yo con una gran sonrisa-. Tenemos amigos de todas las partes del mundo mundial.
Mis amigos se ríen y asienten con la cabeza.
Enseguida empieza a anochecer y nuestros amigos Severus, Helena y Leonor tienen que marcharse a sus respectivas casas. Primero se marcha Severus, y mientras esperamos a que él se marche, Kimi les explica a Helena y Leonor que queremos viajar con ellas para ver dónde nos lleva la máquina del tiempo. Ellas asienten y cuando Severus se ha marchado por completo, vuelve a abrirse otro portal en la máquina del tiempo, y entramos todos en él, incluso Chuckie, que es el más reacio.
De inmediato, notamos cómo nuestro parque comienza a desaparecer y todo se vuelve oscuridad durante unos breves segundos para, pocos segundos después, volver a entrar luz a través del portal y me doy cuenta de que estamos en un parque muy diferente al nuestro. Fuera hace mucho sol, en eso sí se parece a Ocean Shores, pero estoy convencido de que estamos en la ciudad de Leonor y Helena.
-Ya estamos en casa –nos dice Leonor cuando por fin la máquina del tiempo se ha detenido. Lo sabía.
Salimos todos de la máquina del tiempo, un poco mareados y dando unos cuantos traspiés, pero enseguida nos adaptamos al entorno. Y enseguida nos damos cuenta de que esta vez, la máquina del tiempo no nos ha mandado a épocas históricas diferentes, sino que nos ha mandado a todos al hogar de nuestras dos amigas.
-¡Vaya! ¡Así que esto es Las Rozas de Madrid! –exclama Kimi, contentísima de haber podido realizar su primer viaje en el tiempo.
-Sí –ríe Helena-. Bienvenidos a nuestro hogar y a nuestro parque favorito, el Parque París.
-Pues no se parece en nada a París –contesta Kimi todavía muy contenta, mirándolo todo con sorpresa, entusiasmo y curiosidad.
Aquí tampoco transcurre el tiempo. Leonor y Helena nos cuentan que cuando ellas regresan a su hogar, cuando está empezando a anochecer en Ocean Shores, aquí sigue siendo por la tarde y el sol está muy fuerte.
A lo lejos, escuchamos patos. Leonor nos explica que en este parque hay un estanque con patos. Nosotros queremos verlos así que nuestras dos amigas nos llevan hacia ellos.
Qué monos son, ¡y cuántos hay! En el parque donde solemos ir a jugar mis amigos y yo no hay patos.
Pero Chuckie es incapaz de disfrutar del viaje:
-A mí lo que me preocupa es que no podamos volver a casa.
Leonor se gira hacia él y le dice en tono tranquilizador:
-Ya verás cómo sí podéis.
-Yo estoy convencida de que así será –dice Lil.
-Y yo –añade Tommy.
Después de estar un rato viendo los patos del Parque París, nuestras dos amigas nos llevan a donde suelen jugar ellas cuando vienen aquí, que es una de las zonas de parque infantil, donde hay toboganes, columpios, caballos que se balancean y una casa de madera con escaleras y un tobogán.
-Esa es nuestra mamá –nos explica Helena orgullosa, señalando a la mujer que hay sentada en la otra punta del parque infantil, a la derecha de otras dos mujeres, y están hablando entre ellas.
-¿Y vuestro papá dónde está? –les pregunto yo con curiosidad.
-Trabajando –contestan las gemelas al unísono.
-¿Y en qué trabaja vuestro papá? –les pregunta Tommy también con mucha curiosidad.
-Es economista en Renfe –contesta Leonor-. Y mamá es psicóloga, lo que pasa que desde que nacimos nosotras ha dejado de serlo para poder cuidarnos.
Me parece muy interesante todo lo que cuentan las gemelas. Es interesante poder conocerlas un poquito más a través de sus papás.
-¿Y vuestros papás en qué trabajan? –nos pregunta Helena.
-Mi papá es inventor y mi mamá era profesora de Economía en un instituto –contesta Tommy-, pero también lo dejó para dedicarse de lleno a Dil y a mí.
-¡Ah, qué curioso! –exclama Helena con mucho entusiasmo.
-Nuestra mamá trabaja en un cibercafé junto con el papá de Chuckie –dice ahora Lil, y Chuckie y yo asentimos con la cabeza.
-Y nuestro papá es amo de casa –añado yo.
-Y nuestra mamá es la propietaria del cibercafé donde trabajan nuestro papá y la mamá de Phil y Lil –les explica Kimi.
Leonor y Helena parecen muy interesadas en lo que les estamos contando.
-¿Os apetece jugar a algo? –pregunta Leonor al cabo de un rato, cuando hemos agotado el tema de las profesiones de nuestros papás.
-Me gustaría probar la casa de madera –sugiere Kimi.
-¡Y a mí! –exclama Tommy con entusiasmo, mirándola.
-¡Qué buena idea, Kimi! –le decimos Lil y yo a la vez.
Chuckie nos sigue a regañadientes. Leonor es la primera en subir a la casa, y nos anima al resto a que la sigamos.
-¡Venid conmigo! ¡Será muy divertido!
Tommy, Kimi, Lil y yo la seguimos encantados, con muchas ganas de subirnos a esa casa. Chuckie se queda rezagado, y Helena, mientras sube las escaleras, le anima a que suba:
-Venga, Chuckie, que no pasa nada. Verás lo divertido que es jugar en esa casa.
-Helena tiene razón, Chuckie –añade Tommy extendiéndole la mano desde arriba para que suba-. Es muy divertido. Venga, sube.
Chuckie se agarra a la mano de Tommy y, con mucho cuidado, empieza a subir las escaleras de la casa, y cuando llega arriba suspira aliviado.
-Cómo me gustaría quedarme a vivir aquí, en esta casa –dice Leonor a nadie en particular.
-¿No estás a gusto en casa con tus papás? –le pregunta Kimi.
-No, qué va. No es eso. Es que esta casa es muy divertida.
Leonor se desliza por el tobogán y vuelve a subir las escaleras. Tommy, Kimi, Lil y yo la seguimos, y Helena viene detrás, cerrando la marcha. Chuckie se ha quedado arriba, muy quieto, y Dil nos mira desde abajo. Él es demasiado pequeño para subirse a esta casa, pero se nota que se lo está pasando bien sólo con vernos a nosotros en ella.
-Vamos, Chuckie, que te estás perdiendo toda la diversión –le anima Kimi mientras vuelve a bajar por el tobogán por segunda vez.
-Es que no puedo parar de pensar en qué haremos si no podemos volver a casa.
-Tranquilízate, Chuckie, que ya verás cómo podéis volver –le dice Leonor, también tratando de animarlo.
La tarde se me pasa volando jugando con mis amigos, pero en menos de que nos demos cuenta empieza a anochecer y por lo tanto eso significa que es la hora de volver a casa, antes de que nuestros papás y mamás se den cuenta de que hemos desaparecido y se asusten.
Tommy, Dil, Chuckie, Kimi, Lil y yo entramos en la máquina del tiempo que nos ha traído hasta Las Rozas de Madrid y enseguida notamos cómo desaparece el Parque París de nuestra vista. Se hace la oscuridad durante algunos segundos y después noto que al otro lado entra la puesta de sol de nuestro parque favorito en Ocean Shores. ¡Sí! ¡Hemos podido volver a casa! ¡Qué bien!
Mis amigos están igual de contentos porque ahora hemos descubierto que tenemos otro parque más al que ir a jugar. A mis amigos y a mí nos encantan los parques, son nuestros sitios favoritos de todo el mundo mundial, y haber descubierto otro parque ha sido para nosotros como si acabara de venir Papá Noel.
Nos acercamos a nuestros papás y mamás porque deducimos que como ya está la puesta de sol, eso significa que muy pronto querrán llevarnos a casa.
-Me gusta saber que nosotros también podemos viajar en la máquina del tiempo al lugar donde queremos sin tener que vivir aventuras ni rescatarnos entre nosotros –dice Lil, y los demás estamos de acuerdo con ella, y Chuckie parece mucho más aliviado y contento.
-Sí –dice Tommy-. Supongo que la otra vez nos mandó a cada uno a una época diferente porque Angelica había toqueteado antes todos los botones a boleo.
-Sí, es posible –contesto yo, completamente de acuerdo con la teoría de Tommy. No me extrañaría nada que hubiese sido culpa de Angelica-. Pero ahora parece que podemos utilizarla de la misma manera que Leonor, Helena y Severus.
-Eso creo –me dice Tommy mirándome-. El señor que atendió a Taffy cuando Susie, Dil y yo fuimos con ella a El Palacio de los Juguetes nos dijo que había muchas máquinas del tiempo por todo el mundo, así que eso significa que tiene que haber muchos niños viajando por el tiempo y haciendo amigos en todas partes del mundo. –Yo asiento con la cabeza ya que vuelvo a estar de acuerdo con su teoría.
