Reajuste

—Alguien no vino al dormitorio anoche y no fue la única de la Torre Ravenclaw que no lo hizo, —cantó Daphne en voz baja mientras se acercaba a Hermione fuera del Gran Comedor durante el desayuno. Acomodó un brazo entre los de su amiga y se inclinó conspiradoramente en busca de una respuesta.

Hermione maldijo interiormente el hecho de que era propensa a enrojecer ante afirmaciones como esas.

—Por el amor de Dios, baja la voz.

—¿Por qué? Estáis casados. No te avergüences de participar en las actividades maritales habituales. No tienes ni idea de lo mucho que me gustaría poder decírselo a Pansy. Se moriría si supiera que fuiste tú quien finalmente llevó a Draco a la cama...

—¡No puedes!, —siseó, presa del pánico—. No puedes decírselo a nadie, sigue siendo un secreto.

—Lo sé, lo sé, —le aseguró Daphne con calma—. Solo desearía poder hacerlo.

—Y nosotros no... —se esforzó—. No hemos... —Dándose por vencida, terminó—: ...hecho eso todavía.

—¿Me estás diciendo que llevas casi un mes casada con Draco y ni siquiera habéis...?, —exigió Daphne, clavándole una mirada incrédula.

—Esta no es una conversación que quiera tener cerca del Gran Comedor. O en absoluto, para el caso.

—Pero Hermione, esto es importante. ¿Por qué no lo habéis hecho?

—Es complicado.

—¡TÚ! —Ambas chicas giraron la cabeza para ver a Ginny Weasley dirigiéndose hacia ellas. Era sorprendente lo mucho que se parecía a un huracán.

—Tengo que irme. —Hermione tragó saliva.

Ginny la agarró del brazo, arrastrándola lejos de la entrada del vestíbulo, ignorando las miradas de varios de sus compañeros. Una vez estuvieron fuera del alcance de sus oídos, le lanzó un muffliato y la acusó:

—Harry me dijo que desapareciste ayer en París porque estuviste allí con Malfoy toda la noche. Al parecer, Malfoy se le acercó ayer por la mañana porque habías desaparecido... y escucha esto: cuando Harry le preguntó a ese hurón apestoso por qué había estado allí contigo, ¡le dijo que era porque los dos estabais casados!

—Es verdad, —admitió Hermione, sintiéndose extremadamente culpable.

—¿Por qué no me lo contaste?, —le preguntó su amiga, visiblemente dolida.

—No quería preocuparos a ninguno.

—¿No querías preocuparnos?, —repitió incrédula—. Hermione, para ser alguien muy inteligente, sinceramente a veces eres idiota. Te queremos, somos tus amigos y estamos aquí para apoyarte.

—Solo sé que a ninguno de vosotros os gusta. —La protesta sonó débil incluso a sus propios oídos.

—¿Y qué? ¿Cómo te hubieras sentido si Harry y yo nos hubiéramos casado y no se lo hubiéramos dicho a nadie? ¿No te habrías ofendido? Pero no solo no me lo dijiste por tu cuenta, sino que incluso mentiste al respecto, porque te pregunté cómo estabais Su Alteza y tú y me dijiste que nada había cambiado.

Las palabras de reproche de su amiga la humillaron significativamente.

—Lo siento mucho, es que he estado bajo mucha presión. Parece que estoy cometiendo muchos errores últimamente.

Con una mirada penetrante e incrédula, Ginny insistió:

—Tenemos tantas cosas de las que ponernos al día, pero sigo tan enfadada contigo. —Dio un pisotón con la nariz levantada—. Necesito el día para superar esto primero. ¿Qué vas a hacer después de cenar?

—Tengo ronda de prefectos.

Emitió un profundo suspiro por la nariz.

—¿Antes de cenar entonces?

—Estoy libre.

—Bien. Me daré prisa en no enfadarme contigo, pero entonces será mejor que nos veamos, —concluyó Ginny, con los ojos crispados.

—Está bien, —aceptó ella dócilmente. Se animó un poco y dijo—: Nos vemos en el rellano del tercer piso. Conozco un lugar donde no nos molestarán.

—Bien, porque tengo tantas preguntas que necesito hacerte... y que los dioses se apiaden de tu alma si intentas mentirme de nuevo.

En ese momento sonó la campana de aviso para las clases matinales. Al verse privada del desayuno, el estómago de Hermione emitió un sonoro gruñido.

—Lo siento, —se disculpó Ginny, pareciendo que lo decía en serio a medias—. Nunca había visto a Ron tan agotado, y Harry parece traicionado.

Esto no hizo que Hermione se sintiera mejor, y fue hambrienta a su primera clase.

.

.

Aunque Harry le había guardado un asiento a su lado, también había subido seis tramos de escaleras hasta Transformaciones sin ella. Hermione lo conocía lo bastante bien como para deducir que eso significaba que seguía sintiéndose molesto por su falta de confianza en él.

—Buenos días, 'Mione, —saludó él con demasiada cortesía. La mirada de reproche de sus ojos no hizo más que confirmar sus sospechas.

Trabajaron juntos mecánicamente durante la clase práctica. Le partía un poco el corazón que su mejor amigo pareciera limitarse a seguir los movimientos con ella, para dar la impresión de que no pasaba nada... cuando, por supuesto, todo pasaba. Después se encontraron con Ron en el rellano del segundo piso, donde los Hufflepuffs acababan de salir de Encantamientos.

—¿Herbología? —preguntó Ron, moviendo la cabeza en dirección a las escaleras que llevaban al nivel inferior—. ¿Os podéis creer que Flitwick ya estaba hablando de los ÉXTASIS? Estamos en enero.

Ignoró por completo a Hermione. Su estómago rugió dolorosamente.

Mientras Ron y Harry pasaban rápidamente a discutir las posibilidades de Hufflepuff en el partido de Quidditch contra Ravenclaw que tendría lugar dentro de dos semanas, Hermione empezó a ir detrás de los chicos. Le recordaba mucho al tercer año, cuando sus mejores amigos habían pasado casi tres meses sin hablarle después de que Harry hubiera recibido anónimamente su Saeta de Fuego y ella lo hubiera denunciado a la profesora McGonagall. Era cierto que Sirius había enviado la escoba a Harry, pero ninguno de ellos sabía que tenía intenciones inocentes. El Trío de Oro se reconcilió aquel febrero, solo para que los tres volvieran a pelearse al día siguiente, cuando Ron creyó que Crookshanks se había comido a Scabbers, y Harry se puso de su parte y no de la de Hermione. Sus amigos eran testarudos, pero no más que ella, y los había echado mucho de menos durante aquellos meses. Había sido un año muy difícil para ella, entre eso y su constante uso del Giratiempo.

Esta vez, sin embargo, no culpó a ninguno de los dos por haberse enfadado con ella. En el fondo, sabía que estaba mal ocultarles una información tan importante.

Espero que recapaciten, confió. Hemos pasado por cosas peores.

La nieve crujía bajo sus botas mientras los tres caminaban hacia los invernaderos. Los terrenos estaban cubiertos por una pesada sábana blanca que se había acumulado en cientos de metros que pasaban por esta ruta hacia Herbología desde la última nevada. Cerca de allí, un par de gorriones, los únicos pájaros paseriformes lo bastante valientes como para invernar en Escocia, se trinaban el uno al otro desde un roble nudoso.

—¡Granger!

Hermione se volvió y vio que Theo la alcanzaba por el camino nevado. Detrás de él, podía ver las altas figuras de Draco y Blaise que también se dirigían hacia los invernaderos.

—¿Cuántas veces tengo que pedirte que me llames "Hermione"?, —sonrió cuando por fin se acercó.

—Como mínimo una vez más, —respondió, con el fantasma de una sonrisa en la cara.

Delante de ellos, juraría haber oído a Ron murmurarle a Harry: "Fraternizando con Slytherins".

La ira se encendió en su pecho, pero la contuvo. No repararía su amistad con Ron señalarle que estaba siendo un hipócrita. Harry parecía pensar lo mismo, al menos, porque Hermione juraría que lo había sorprendido mirando su propia corbata verde y plateada con algo parecido a una irónica diversión.

—Hoy he estado a punto de faltar, —le dijo Theo con indiferencia. O no había oído a Ron, o lo había ignorado.

—¿Por qué?

—Espera a ver lo que Sprout nos tiene preparado. Espero que hayas traído guantes. —Hizo una mueca.

Los alumnos de octavo año se acumulaban en torno al exterior del invernadero siete para esperar la llegada de su profesora. Unos ojos grises como la pizarra miraron a Hermione y su corazón dio un pequeño vuelco. Al instante, la invadió una sensación agradable, como una ensoñación.

Sentía que unos dedos le apartaban suavemente el pelo de la cara. Un rayo de sol en el suelo de piedra se posó en sus ojos cuando los abrió. Draco la observaba con cautela, con la mano atrapada en el acto de acomodarle los mechones detrás de la oreja.

Buenos días, murmuró, sentándose parcialmente. Inmediatamente se tensó cuando su cuerpo protestó por cómo había estado durmiendo.

Buenos días, respondió él, dándole un beso en la sien. Su mano se posó en la cadera de ella en un gesto sutilmente posesivo. Vas a querer una poción anestésica para la artritis.

Ella se incorporó y separó las piernas de las suyas. Se habían quedado dormidos en el sofá de su suite privada y, al parecer, habían pasado allí toda la noche. Sentía que le ardían las extremidades y que la columna se le movía con incomodidad.

Tú también debes estar dolorido, observó. ¿Por qué no me despertaste?

Draco también se había incorporado. Estaba estirando las piernas y flexionando los dedos para intentar aflojar un poco la rigidez de los mismos.

Parecías cómoda.

Abrió la boca para protestar, pero el recuerdo de sus palabras de la noche anterior volvió a inundar su mente.

Así es. Me gusta dormir a tu lado.

Se rio por lo bajo, mirándola de reojo con una sonrisa torcida.

Lo mismo digo. He dormido más de lo que he dormido en mucho tiempo.

Le sonrió y miró el reloj de la chimenea. El fuego se había reducido a brasas, pero la habitación seguía siendo cálida y acogedora. Con un suspiro, le recordó de mala gana:

Tenemos que prepararnos para ir a clase. El desayuno solo dura otros cuarenta minutos y aún no tenemos nuestras cosas de la Torre de Ravenclaw.

No antes de que hayas tomado una poción para el dolor. Tengo unas cuantas aquí, por si acaso. Sus movimientos eran un poco rígidos mientras se ponía de pie, y Hermione pensó que probablemente él mismo necesitaba desesperadamente un poco de alivio. Abriendo algunos de los armarios, en su mayoría vacíos, sacó el corcho de un pequeño frasco de poción azul.

—¡Escoged un compañero! —gritó la profesora Sprout mientras se acercaba a los alumnos de octavo. Estaba levitando a lo largo de un enorme cubo lleno de repugnantes lombrices con aspecto de gusanos que acabaron con la ensoñación de Hermione—. Hoy alimentaremos a las Eletteas Carnívoras, dos por planta.

Miró a Theo, cuya expresión parecía decir claramente: Te lo dije.

Como era de esperar, Ron se acercó a Harry. Teniendo en cuenta los acontecimientos de ayer, Hermione no se sorprendió en absoluto. Por un momento, su mirada se cruzó con la de Draco, pero Zabini estaba cerca y los observaba atentamente.

—¿Compañeros?, —preguntó, y sus ojos se desviaron hacia Theo.

—Claro, princesa.

—Adentro, todos, adentro, —indicó la profesora Sprout una vez abierta la puerta del invernadero.

El estómago de Hermione refunfuñó ruidosamente mientras ella y Theodore elegían un puesto de trabajo para la clase. Volvió a desear que Ginny no le hubiera impedido desayunar.

Mientras abría su mochila para coger los guantes, Theo sacó una servilleta doblada que había cogido claramente del Gran Comedor. Se la entregó a Hermione, que lo miró interrogante antes de cogerla. Ella desdobló el paño, para descubrir que contenía un enorme croissant del desayuno. Él le guiñó un ojo ante su expresión de asombro.

—Sabía que lo necesitarías, ¿verdad?

.

.

Hermione tenía Encantamientos después de comer, seguido de una hora libre antes de encontrarse con Ginny. Tal como había dicho Ron, el profesor Flitwick había pasado buena parte de la clase repasando lo que tendrían que estudiar para los exámenes finales.

Después, Hermione tuvo un leve ataque de pánico al pensar en sus Exámenes Terribles de Alta Sabiduría e Invocaciones Secretas e inmediatamente se puso a preparar guías de estudio para sí misma, a pesar de que tenía más de cuatro meses antes de que tuviera que presentarse a cualquier examen real. No tardó en ponerse nerviosa y, como consecuencia, llegó un poco tarde a la cita con Ginny en el rellano del tercer piso.

—Lo siento, lo siento, lo siento, —se disculpó, derrapando hasta detenerse frente a su amiga—. ¡Me puse a hacer guías de estudio de ÉXTASIS y perdí la noción del tiempo!

Ginny la miró con suspicacia, pero se mordió el comentario cáustico que tenía en la punta de la lengua.

—¿Por qué el rellano del tercer piso?

El plan de Hermione era sencillo: tenía que demostrarle a Ginny que no ocultaba nada, y la mejor forma de hacerlo era... no ocultar nada.

—Quiero enseñarte algo. Vamos.

La pelirroja la siguió obedientemente por el pasillo de la tercera planta. Sin razón aparente, no había aulas en uso en ese piso, por lo que nunca había demasiadas razones para acudir allí. Cuando Hermione dobló por el pasillo bordeado de estatuas, el interés de Ginny se despertó. Se detuvieron frente a la puerta de la suite matrimonial.

—¿Esta vez hemos traído a una amiga?, —preguntó la gárgola.

—¡Augh! —gritó Ginny, saltando hacia atrás.

—Nido de águila, —respondió Hermione cortésmente.

La gárgola puso los ojos en blanco, pero de todos modos saltó a un lado a regañadientes.

—¿Qué es este sitio?, —preguntó Ginny, mirando dubitativa la entrada.

—Entra y te lo enseñaré. No quiero quedarme en el pasillo. —Las chicas entraron en la sala circular de piedra y Hermione se dirigió inmediatamente a la mesa de centro todavía cubierta de sus numerosos platos de puesta en escena del día en que había ejecutado el teorema de Golpalott para separar el polvo que incitaba la verdad—. Espera, déjame mover algunas cosas para hacer espacio.

Utilizando la varita para hacer levitar las muestras, buscó una superficie vacía. Sin embargo, se vio obligada a resituar la abundancia de objetos justo de donde habían salido, cuando se dio cuenta de que el único otro lugar estaba cubierto por el resto de sus notas y cartas de alquimia.

Ginny contemplaba la habitación con los ojos muy abiertos.

—Hermione, ¿vives aquí?

—No exactamente. La profesora McGonagall nos la dio a Draco y a mí después del banquete, cuando volvimos de las vacaciones. Al parecer, el Ministerio envía automáticamente un aviso a Hogwarts cada vez que dos de sus alumnos se casan.

—Bien. —Ella estaba tomando en cada detalle de la habitación, asaltando el sofá con un ojo particularmente vacilante—. ¿Es seguro sentarse aquí, o habéis follado cada centímetro?

—¡Ginny!

—¡Ya no lo , Hermione!

—El sofá está bien, —aseguró, sentándose en él.

Una vez que las chicas estuvieron cómodas, Hermione puso a su amiga al corriente de sus últimas aventuras. Comenzó el relato con el Encuentro, Ginny quedó impresionada por su audacia al enfrentarse a Lucius Malfoy y la quema de su documento matrimonial, continuó con la boda, su visita a París durante el fin de semana y terminó con el encuentro con el conde de Saint-Germain.

—¿Así que crees que vas a intentarlo? ¿Esto de la quintaesencia?

—Es una posibilidad remota, —admitió Hermione—. Gran parte es solo teoría, sinceramente.

Ginny cruzó los brazos sobre el pecho y miró a su amiga con discernimiento.

—Pensaba que la única razón por la que tú y Malfoy os casasteis en primer lugar, era porque ibais a intentar divorciaros.

Hermione se mordió el labio, algo que había estado haciendo tan a menudo en las últimas veinticuatro horas que le había salido un bulto allí.

—Esa es la cuestión. Ninguno de los dos quiere hacerlo. Más o menos, nos enamoramos.

Su amiga soltó un silbido bajo.

—Draco Malfoy enamorado. Eso parece... no sé... ¿impropio?

—Créeme, lo sé.

—¿Así que vas a intentar seguir casada con él?

—No hemos decidido nada oficialmente. Pero si depende de mí, sí.

—Mamá me dijo una vez, antes de darse cuenta de que Fleur no es tan mala, que cuando las brujas y los magos se divorcian, se anula la bendición. Entonces no puede volver a renovarse correctamente entre las mismas personas, —recordó Ginny, asintiendo sabiamente.

—Ya lo he investigado. Sería imposible casarnos por segunda vez si nos divorciamos, a menos que hiciéramos una ceremonia muggle.

—La verdad es que no veo a los Malfoys de acuerdo con esa opción, —confesó Ginny—. O a mucha gente en realidad, se supone que las bendiciones son muy importantes en un matrimonio.

—Yo tampoco creo que lo hicieran. Draco podría, por mi bien. Pero hay otras razones para mantener intacta una bendición matrimonial inicial si se puede evitar. Para empezar, fortalece la magia de toda una familia, —estuvo de acuerdo Hermione,

Ginny se pasó la lengua por delante de los dientes, con aire pensativo, antes de probar:

—Hermione Malfoy.

Hermione no pudo evitar una pequeña sonrisa al escuchar su nombre de casada en voz alta.

—Tendrás que conocerlo.

Ginny arrugó la nariz, pero aceptó:

—Lo intentaré.

—Hay otra cosa, —continuó Hermione vacilante. La historia de escribir a las hermanas desde la India salió a la luz, y lo que ellas sugirieron—. Y sé que es imposible que Noctua regrese en menos de una semana y media, y eso si descansa muy poco durante todo el camino, y si las hermanas responden casi de inmediato.

—¿Qué ha dicho Malfoy? Apuesto a que le gustaba esa opción, —preguntó Ginny, con los ojos muy abiertos.

—En realidad, aún no se lo he dicho.

De repente, su expresión se ensombreció.

—Eso está muy mal, Hermione. No puedo creer que me ponga de parte de Malfoy antes que de ti, en nada... pero tienes que decírselo.

—Claro, porque esa no será una conversación incómoda...

—No importa, —insistió Ginny—. Él debería saberlo. Se acabó el tener secretos con la gente que se preocupa por ti.

El recordatorio de su amiga había iniciado sólidamente la agitación de la culpa en las entrañas de Hermione.

—Supongo que solo quería esperar y ver cuál es la respuesta. ¿Qué sentido tiene sacar el tema si puede que no funcione en primer lugar?

—No puedo decidir si me molesta más que guardes secretos a todos por igual, o me complace que incluso tu propio marido tenga que lidiar con tu desconfianza en él. O tal vez todavía estoy más cabreada porque nunca llegué a ir a París con el resto de vosotros.

—Lo siento mucho, Ginny, yo solo...

Pero aquí, fue interrumpida.

—Nada de eso. Si empiezas a disculparte, va a ser como si siguiera enfadada contigo... y sinceramente, ya lo he hecho hoy, no quiero empezar otra vez. Además, vas a tener que guardarte eso para Malfoy cuando descubra que le estás ocultando información. Hablando como Slytherin, puedo decirte esto: no se pondrá contento cuando se entere. Pero basta de eso, hablemos de otra cosa.

—Si quieres. ¿Ganó Slytherin el partido de Quidditch?

—¡Oh cierto, olvidé que no estabas allí! Nos salvamos por los pelos... solo por diez puntos. Básicamente, Ravenclaw jugará contra Hufflepuff en el próximo partido y nosotros contra Gryffindor después. Pero a menos que Hufflepuff gane por más de 250 puntos y Gryffindor nos gane por 410, será águilas contra serpientes en la final. Harry jugó muy bien. Nos faltaba uno de nuestros cazadores habituales, así que...

Hermione sonrió, disfrutando de la normalidad de escuchar a su amiga hablar de su deporte favorito.

No pasó mucho tiempo antes de que Ginny se diera cuenta de que la conversación se había vuelto excepcionalmente unilateral.

—Cierto, lo siento. Sé que el Quidditch no es lo tuyo.

—No pasa nada, —sonrió Hermione.

—Decidí presentarme a los ÉXTASIS este año, —comentó.

—¿En serio?

—Síp. McGonagall dio opciones a los de séptimo: podemos hacer un octavo curso como hizo tu clase, o hacerlos con vosotros a finales de mayo. Yo voy a hacerlos, no hay forma de que vuelva otro año, sin Harry. Los alumnos de TIMOS también pueden elegir. Hablando de eso... déjame ver tus cartas astrales.

Hermione se rio entre dientes, alcanzando su mochila.

—Por supuesto.

Como séptimo y octavo año tenían casi el mismo plan de estudios, las dos amigas se dedicaron a rellenar juntas sus diagramas de Astronomía. Pasó otro cuarto de hora antes de que la puerta volviera a abrirse. Ginny enarcó las cejas y miró rápidamente a Hermione en busca de orientación.

—Sé amable, —dijo suplicante.

Un momento después, Draco entró por la puerta, aflojándose la corbata de Ravenclaw del cuello. A Hermione le dio un vuelco el corazón al verlo; le encantaba cómo le quedaba el azul y el bronce.

Se detuvo en la puerta y levantó las defensas al darse cuenta de que la habitación estaba ocupada.

—En nombre de Merlín, ¿qué hace ella aquí, Hermione? Se supone que este es un espacio privado. No me interesa compartir nada con la Comadreja.

—Te voy a tirar este sextante a los ojos, —prometió Ginny con dulzura, blandiendo su arma preferida. Sus mapas estelares seguían extendidos sobre su regazo—. Y no voy a fallar.

—Ginny, —gimió Hermione—, ¿no puedes ser amable?

—¡Él fue grosero primero!

Draco se volvió hacia Hermione con una mirada quejumbrosa y exclamó:

—¿Siempre está tan sedienta de sangre?

—Aparentemente los rasgos de Gryffindor y Slytherin combinan extrañamente en una persona. —Sacudió la cabeza.

Él le lanzó una mirada extraña y ella pudo sentir físicamente cómo la vieja barrera de frialdad se levantaba entre ellos. Resultaba un tanto aterrador el asombroso parecido que tenía con su padre cuando pronunció:

—¿Oh?

—Relájate un poco, Malfoy, ¿vale? —se burló Ginny—. No hay forma de que pueda siquiera intentar estar en buenos términos contigo si vas a ser un estirado todo el tiempo.

—¿Intentamos estar en buenos términos?

—Bueno, estás casado con mi mejor amiga, ¿no?

Draco sonrió lentamente, la máscara de hielo menos prominente. Clavó en su mujer una intensa mirada que denotaba una íntima familiaridad.

—Eso es cierto.

—Uf, sois extrañamente monos juntos, —concedió Ginny con una sonrisa cómplice.

—¿Eso fue aprobación? —jadeó Hermione, fingiendo estar horrorizada.

—Aprobación provisional, —corrigió su amiga, mirando de reojo a Draco—. Pendiente de una o dos cosas.

—Viniendo de un Weasley, lo considero una crítica elogiosa, —comentó con sarcasmo. Luego se dirigió a Hermione—: Ya es hora de cenar. Tenemos ronda después.

—Claro. —Recogiendo sus cosas, Hermione empezó a guardar las tablas de Astronomía en las carpetas que les correspondían.

—¿Es ese el código para que los dos os metáis mano detrás de un tapiz, o en realidad hacéis vuestras rondas de prefectos?

—¿Por qué, Comadreja, —soltó Draco con sorna—, necesitaríamos usar un tapiz cuando tenemos privacidad perfectamente adecuada aquí mismo, en esta cámara?

Ginny arrugó la nariz e hizo un ruido de arcadas, pero un calor se encendió cerca del sacro de Hermione ante las palabras combinadas con la mirada de oscura promesa en los ojos de Draco.

—¡Eh! —interrumpió la pelirroja, chasqueando los dedos para romper la fiebre que empezaba a desatarse entre ellos—. ¡Todavía estoy aquí!

—Afortunadamente, eso tiene un remedio sencillo, —señaló Draco.

—Confía en mí, me voy. No quiero ser parte de esto de ninguna manera.

—¿Bajo a cenar contigo, si quieres? —preguntó Hermione.

—No cuando Malfoy te está mirando así. Es como si intentara dejarte embarazada desde el otro lado de la habitación.

—¡Eso no es...! ¡Ni siquiera es...!

—¿Es posible? —sugirió Ginny secamente, levantándose del sofá y echándose el bolso al hombro—. Sí, yo tampoco lo creía, pero creo que lo reevaluaré. Nos vemos, Malfoy, Hermione...

Momentos después, había desaparecido.

—Se ha ido, —observó Draco, dejando caer su mochila al suelo junto a la mesita de café mientras cruzaba la habitación hacia ella. Su corbata azul y bronce del uniforme la siguió poco después.

—Creo que le gustas.

Enarcó una ceja y le estrechó las manos.

—¿Qué te hace decir eso?

Se encogió de hombros, le resultaba difícil explicar sus pensamientos cuando su tacto le producía expectación.

—Tendrías que conocerla para entenderlo. No habría dicho una palabra si estuviera en contra de que estuviéramos juntos.

—Mm, —murmuró, inclinándose ligeramente para acariciar con la nariz la esbelta columna de su garganta—. Aunque estoy seguro de que la comprensión de la mente de la Comadreja es un tema fascinante, tengo una idea mejor.

Hermione cerró los ojos y se apoyó en su pecho, disfrutando de las embriagadoras sensaciones que tensaban su cuerpo.

—¿Oh?

Sonrió tan ampliamente que la picardía se reflejó en sus ojos.

—Oh, sí.

.

.

Nota de la autora:

Prodigioso agradecimiento a todos los que han dejado un comentario. Vuestro apoyo y amabilidad son fundamentales para que siga adelante con este monstruoso fic.

Gracias colosales también a mi beta, iwasbotwp, por detectar varios errores embarazosos.