Disclaimer: Los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es LyricalKris, yo solo traduzco con su permiso.


Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to LyricalKris. I'm only translating with her permission.


Capítulo 20

La noche comenzó a invadir mientras hablaban en el prado. Cuando Bella tiritó, Edward jaló de su mano. Fue de buena gana y lo miró con ojos bien abiertos cuando la envolvió con su ala alrededor. Él se estremeció cuando ella acarició sus plumas, pero esta vez ambos sabían qué esperar. Ella no hizo mucho más que acariciarlo suavemente.

—Es calentito. —Se acurrucó contra él con un suave suspiro—. Y suave.

—Son como necesitas que sean.

En minutos, los párpados de Bella estaban cerrándose. Su agotamiento había sido evidente por un largo rato ya. Era comprensible, por supuesto. Había sido un largo día para ella. Él levantó una mano y le apartó un mechón de cabello de los ojos.

—Puedes dormir, Bella. Te llevaré a casa a salvo. Lo prometo.

Ella suspiró, parpadeando.

—Tengo miedo —dijo ella, su voz suave y cerca de quedarse dormida.

—No hay nada qué temer. Estoy aquí para ti.

Suspiró de nuevo, sus ojos soñolientos fijándose en los suyos. Trazó la línea de su mandíbula con la punta de sus dedos.

—Tengo miedo que no seas real. —Arrugó la nariz—. ¿Algo de esto realmente está pasando?

Él sonrió, encantado y embelesado. Tomó la mano de ella y besó la punta de sus dedos.

—Todo está pasando.

Ella bostezó y cerró los ojos.

—Solo no me dejes —murmuró, sucumbiendo al sueño.

El corazón humano de Edward se retorció. Esa era una promesa que él no podía hacer, al menos no de la manera que ella quería. Fue solo por un milagro que ella siguiera confiando en él. O quizás no fue un milagro, ya que ella no tenía a nadie más.

Él apartó ese pensamiento. Su tiempo con Bella era un regalo. Desde ya era más de lo que él podría haber soñado tener.

Cuidadosamente, manteniendo a Bella envuelta en su ala, Edward se puso de pie. Tomó a Bella en sus brazos, sonriendo cuando ella resopló suavemente. Se curvó instintivamente hacia él pero no se despertó. Seguro de que ella estaba bien, Edward voló de regreso a Washington.

La llevó directamente a su casa, a su cuarto, y la acostó. Ella masculló su nombre en sueños, hundiéndose bajo las mantas mientras él la arropaba.

Al dar un paso atrás, consideró su próximo movimiento. Debería echarle un vistazo a Felix y sus amigos para ver si exitosamente los había disuadido de pensar en Bella. Había mucho que podría estar haciendo para asegurarse de que ella permaneciera a salvo. Además, sabía que ella querría saber cómo se encontraba Jasper ni bien se despertara. Esto estaba presente en su mente, sin embargo, el hecho de que Bella se lo había pedido era toda la excusa que necesitaba. Se movió hacia la pared más lejana, contento de hacer lo que había hecho toda la vida de Bella. La cuidó.

~FAH~

Bella despertó con un jadeo y una creciente sensación de temor. Parpadeó, tratando de separar la realidad de la ficción.

No era que ella se había despertado de una pesadilla. Sino que tenía una sensación general de que su sueño no había sido pacífico. Había un monstruo acechando en los rincones de su mente. Se había ido a dormir en un mundo diferente al que había despertado.

Se había quedado dormida en un prado.

—¿Edward? —preguntó en la penumbra. La palabra aguda y confundida. Parpadeó de nuevo, tratando de quitar las telarañas en su mente. ¿Por qué estaría aquí en su cuarto en la oscuridad? ¿Y por qué estaba tan desesperada por verlo?

—Estoy aquí.

Ella se sobresaltó, llevándose las manos a su boca para cubrir el sonido.

—Lo siento —dijo él, sin moverse de donde se encontraba de pie del otro lado del cuarto—. Me pediste que no me fuera. Puedo hacerlo, si lo deseas. Si te pongo incómoda.

—¡No! —Bella presionó una mano contra su boca, se aclaró la garganta, e intentó de nuevo—. No, no quiero que te vayas —dijo, su voz más suave.

No estaba segura de cómo debía sentirse con respecto al hecho de que la había observado la mayoría de su vida. Debería haberle intimidado. Ella había bromeado, un poco, de que era un pervertido, y él le había asegurado que un ángel no estaba programado así. Sí, la había visto desnuda, pero no había ningún impulso sexual asociado a esos recuerdos. Para él no era diferente a lo que para ella era mirar animales. Los cuerpos humanos simplemente eran cuerpos; nada más.

Por supuesto, él estaba más familiarizado íntimamente con su cuerpo ahora. A pesar de todo, ella no podía separar lo que debería estar sintiendo de lo que sabía que sentía. No quería estar lejos de él ahora mismo. Si él era un ser sobrenatural, si todo eso no había estado en su cabeza, era mayor razón para sentir que él podría desaparecer en cualquier momento. Sabía con certeza que él podría hacerlo. Podría estar en Japón en un parpadeo.

Bella resopló. Su mente no paraba de tratar de rechazar lo que ella sabía que era verdad, todas las cosas que Edward le había contado sobre los ángeles y sus habilidades. Era mucho para asimilar.

Se sentó de nuevo y se cruzó de piernas. Cuando todo lo que había pasado en el día regresó a ella, jadeó de nuevo.

—¿Jasper?

Él desapareció frente a sus ojos, y Bella soltó un grito. Antes que pudiera moverse, él estaba de regreso, de pie exactamente donde había estado justo hace un instante anterior. Ella gritó de nuevo y entonces gruñó, dejándose caer sobre su costado.

—Santo cielo —dijo bajo su aliento.

—Lo siento.

Abrió los ojos para encontrarlo mirándola, sus ojos intensos pero arrugados en las esquinas.

—Quiero decir... Me voy a acostumbrar a esto, supongo. Solo es desconcertante. ¿Al menos podrías tener la decencia de hacer algún sonido bampf como Merodeador? ¿Quizás un poco de humo azul susurrante?

Él frunció el ceño.

—Yo... supongo que podría hacer algún sonido, si eso fuera lo mejor. ¿Qué es un sonido bampf?

Bella tuvo que sonreír. Sí, allí estaba su Edward.

—Tienes que darle a mi pobre cerebro humano un momento para ponerse al día con todas las cosas verdaderamente raras. —Soltó un suspiro tranquilizador—. ¿Viste a Jasper?

—Se encuentra en una habitación. Su hermano no se ha apartado de su lado. Tampoco Alice. Los doctores han hecho todo lo que pueden. Depende de él ahora —dijo Edward, su tono cauteloso.

Los ojos de Bella se llenaron de lágrimas, y bajó la mirada a su edredón.

—A menos que sea un punto fijo.

—Sí.

Cerró fuerte su puño.

—Pero no puede ser, ¿cierto? Él no puede estar destinado a morir de esta manera. No si me involucra a mí y a ti. Si no tengo puntos fijos, no puedo ser parte de los puntos fijos de alguien más, ¿no? Eso no tiene sentido.

—Puede que no haya sido establecido así, sino el momento. Una fecha.

Bella lo miró.

—Pero mi vida no debería existir. Yo no debería existir. Estoy aquí interactuando con todo tipo de personas, y soy impredecible.

—Bella. —Se acercó a ella con pasos rápidos y la tomó de los hombros—. Ese tipo de pensamiento no es útil.

—Me importa una mierda sobre lo útil. —Su voz tembló—. Edward, si soy la razón por la que Jasper podría morir...

—No lo eres. —Se sentó al lado de ella—. Bella, el mundo no gira alrededor de ti y de tu presencia. No eres la primera persona en haber vivido, en haber saltado un punto fijo. Debo asumir que hay una razón por la que estos puntos son fijados, y aún así el mundo aún no ha muerto porque uno ha sido saltado.

Bella tragó, estudiando su rostro. Quería una respuesta sólida. Sí o no, ¿su vida había causado la muerte de Jasper?

—La vida para nosotros los ángeles no es más definida que la vida para los humanos —dijo él.

Diablos.

—Hay una película así, ¿o no? —Le colocó un mechón de cabello detrás de la oreja—. Si no estuvieras aquí, ¿Jasper hubiera permanecido lejos de los problemas por todo el tiempo que lo hizo? ¿Quién hubiera estado allí para tus amigos?

Bella se sorbió la nariz y se inclinó contra él, dejando que envolviera un brazo a su alrededor.

—Está bien. He tocado algunas vidas. Lo entiendo. —Se estremeció, girando la cabeza para enterrar su rostro en el cuello de él—. Es solo que mi vida no vale la de otra persona.

Él tomó su rostro entre sus manos y lo levantó para que lo mirara.

—Eres valiosa, Bella, y estás aquí. Lo que podría haber sido el mundo es intrascendente. Bueno y malo, tu existencia significa algo. —Sus ojos parecían perforar el alma de ella mientras frotaba los pulgares contra sus mejillas—. No sé si te sirve de consuelo, pero no deja de ser cierto. Eres la cosa más importante de toda mi existencia. Y la mejor cosa.

Bella lo miró fijamente, cautivada por la profundidad de la expresión en sus ojos. La enormidad de la declaración no pasaba desapercibida. Por lo que podía entender de todos modos.

Él le había contado que había visto otros mundos, otros universos. Infinitas razas y toda la historia de la humanidad. Ella sabía que este no era un concepto que pudiera realmente comprender. Tenía un millón de preguntas, pero una estaba presionando más que otras.

Levantó y posó una mano contra la de él sobre su mejilla.

—¿Por qué yo? —preguntó con voz temblorosa.

Él había presidido innumerables muertes, protegiendo solo aquellos que se le había ordenado proteger. Ella había sido un pequeño e indefenso bebé, pero él había visto muchos bebés morir. Incluso ahora su vida era insignificante por no decir poco importante. ¿Cómo podría importarle ella a un ser como él?

Él suspiró y cerró los ojos. Presionó un suave beso en su sien.

—He tenido años para contemplar la pregunta, y no tengo una respuesta razonable. —Abrió los ojos, y ella se sorprendió de ver la vulnerabilidad allí—. Solo sé que, para mí, eres razón suficiente para justificar la creación del mundo entero.

Bella se tambaleó, mareada. Llevó una mano temblorosa detrás del cuello de él.

—¿Sabes? Si tratas de hacerme olvidar la frecuencia con la que me mentiste, estás exagerando, campeón.

Él se inclinó, sus labios tan cerca de los suyos que ella podía sentir el calor de su aliento.

—¿Lo estoy? —preguntó, las palabras vibrando contra su piel—. Aprendo rápido, pero aún tengo que captar el talento humano de la sutileza.

Ella se rio y entonces suspiró, fundiéndose en la comodidad de su abrazo. Levantó la cabeza para capturar su beso. Había algo tan irreal sobre estar con él de esta manera. Él era familiar. Seguía siendo su Edward, pero ahora lo entendía más. Entendía cómo él podía ser tímido y seguro al mismo tiempo; cómo sus besos, sus caricias tenían el entusiasmo de alguien que descubría algo por primera vez, y la seguridad de alguien que sabía exactamente lo que estaba haciendo.

La presionó contra la ama mientras la besaba y se apartó, sus labios separados, mirándola. Había una pregunta en sus ojos. Se enderezó, y con el atardecer filtrándose por la ventana detrás de él, se veía estereotípicamente angelical. El sol iluminaba el tono broncíneo de su cabello como un halo. Se estremeció, su corazón acelerándose con maravilla.

La sonrisa de él se suavizó, y comenzó a trazar los rasgos de su rostro con la punta de un dedo.

—Me ves como algo fantásticamente diferente, ¿o no? —preguntó, su tono un poco nostálgico.

Ella se rio.

—¿Cómo debo verte sino? Algo fantásticamente diferente es exactamente lo que eres. —Deslizó sus manos por la parte interna del brazo de él, trazando de una marca de nacimiento a otra así no tenía que mirarlo—. Este es un traje de carne, ¿o no? Ni siquiera es cómo te ves.

—Así tampoco es cómo tú te ves —dijo él, presionando un pulgar en el centro de sus labios.

Levantó la mirada hacia la de él.

—¿De qué hablas? —preguntó ella y besó la yema de su pulgar.

Él presionó la piel húmeda contra el hueco de su barbilla.

—Todo sobre este mundo es temporal, Bella, incluyendo la piel en la que te encuentras. —Su mirada recorrió el largo de su cuerpo y volvió a subir. Él inclinó la cabeza mientras la miraba—. ¿Cómo explicar esto? —Le dio un golpecito en su barbilla con un dedo, pensando—. Tú y yo estamos hechos de energía. Quizás pienses en la tabla periódica de elementos, ¿no? La energía es como los elementos, hay diferentes tipos. Así que, mi tipo es lo que hace a un ángel, y tu tipo es lo que hace a un humano.

»—Estos cuerpos... —Deslizó su pulgar por debajo de su barbilla, bajando por su cuerpo, deteniéndose contra su punto de pulso—. Son inefectivos. Pueden contener tu energía por un tiempo relativamente corto. —Tragó fuerte, bajando la mirada a su pulgar como si pudiera ver su pulso—. Estos cuerpos son propensos a fallar.

Mientras sus ojos regresaban a los de ella, también lo hizo su sonrisa amable.

—Tu energía, tu alma, ha existido aquí tanto como mi energía. Simplemente fue de manera diferente. Cuando el mundo se resolvió y comenzó la vida en la Tierra, tu alma comenzó a aprender y a evolucionar. Has tenido más de un cuerpo, Bella. No lo recuerdas, y jamás he entendido esa parte, por qué debes olvidar.

—¿Sabes? El hecho de que tú, un ángel —¿Alguna vez se acostumbraría a la idea?—, no tenga más idea de cómo funciona la vida después de la muerte no es reconfortante. ¿De qué sirve salir con un ángel si no puedo obtener información interna?

Él sonrió con suficiencia.

—Bueno, siempre están mis poderes de costurero y lavado de ropa.

—Nunca tener que lavar ropa definitivamente es una ventaja. —Ella suspiró, tratando de procesar todo—. Entonces, existe la reencarnación, ¿eh? —Levantó una mano para tomar su mejilla—. Sabes que eso tiene incluso menos sentido, ¿cierto?

—¿Qué tiene menos sentido?

—Que tú me salvaras. No solo cuando era una bebé. Me refiero a ayer en los muelles. ¿Por qué salvarme? ¿Por qué exponerte a ti mismo? —Ella no había olvidado que aún estaba la posibilidad de una retribución angelical por lo que Edward había hecho. Encontró sus manos y le dio un apretón fuerte entre los dos—. ¿Por qué arriesgarte cuando sabes que simplemente volveré?

Edward guardó silencio ante eso. La miró, estudiando su rostro con una expresión que ella no podía leer.

—Esa es una muy buena pregunta —murmuró. Cuando sus ojos alcanzaron los de ella, la expresión allí era tan suave, tan cariñosa, que el corazón de Bella se saltó un latido—. Dije antes que me veías como un ser fantástico, pero espero que te des cuenta tanto como espero que entiendas que no trato de ser vanidoso cuando digo que altera la vida. A pesar que puede alterarte la vida saber que hay ángeles, que conoces a uno de ellos, también eres una revelación para mí.

Bella ya estaba negando con la cabeza antes de que él terminara de hablar.

—No. No-oh. Ni siquiera puedes tratar de usar esa frase conmigo. No hay manera de que el ser humano se compare con ser un ángel.

—Crees que soy poderoso.

—Amigo, sé que eres poderoso. Tienes poderes. Poder-oso. Esa es la definición.

Él se rio de nuevo.

—No estoy negando que soy diferente a ti. Lo que intento decir es que conocerme ha cambiado tu perspectiva, ¿correcto?

—Eh, sí. —Sacudió la cabeza con remordimiento—. Supongo que se podría decir que has cambiando mi comprensión del mundo.

Él asintió.

—Lo que digo es que has hecho lo mismo por mí. —Tomó su mano y la presionó contra su propia mejilla—. He perdido mi perspectiva, Bella. No es que no considerara las vidas humanas como importantes. Lo hacía, de la misma manera que tú sabes que existes en este mundo y otras cosas deben existir contigo. Así como debes saber que una abeja melífera es importante para tu supervivencia, para tu ecosistema, pero no te sentirías mal si una fuera a chocar contra tu parabrisas.

—Me estás comparando con un insecto. Eso es tan romántico.

Le dio una mirada paciente, sabiendo, por una vez, que ella estaba bromeando. Presionó los nudillos ella contra sus labios.

—Comienzas a ver lo que estoy diciendo. Un ángel no está hecho para el romance. Tal cosa es ilógica para los seres como yo. Y nuestras largas vidas nos permite una diferente perspectiva a la tuya. Tienes razón. —Acarició su rostro con los dedos—. No debería estar tan apegado a este rostro. Morirás algún día. —Sacudió la cabeza al decirlo—. Antes de esto, antes de ti, esas palabras no tenían gravedad para mí. ¿Por qué deberían cuando tu esencia perdurará?

»—Pero hay cosas que son tuyas y siempre serán tuyas, y hay cosas que son tuyas porque naciste en este tiempo, en este cuerpo. Cuando mueras, esa parte de ti desaparecerá, incluyendo tus recuerdos de mí. Me olvidarás. Estás destinada a hacerlo.

Ella quería discutir. ¿Cómo podría olvidarlo? Era imposible. Puede que no importara lo mismo, pero él era la cosa más importante en su existencia también. No. Ella no podía olvidarlo.

¿Podía hacerlo?

La sentó y la tomó en sus brazos, su rostro a meros milímetros del de ella.

—Te amo, Isabella Swan. Te amo, y me pregunto si puedes comprender lo absolutamente imposible que es eso. No estoy hecho para amar. Los ángeles no tienen ese tipo de fuerza.

—¿Fuerza? —dijo ella, la palabra temblorosa.

—Oh, sí. —Sus manos se encontraban en su cabello ahora, peinando hacia atrás, sus ojos fijos en los de ella—. Se necesita de mucha fuerza para amar. Para amar, debes afrontar las consecuencias de la pérdida, y eso es algo que no sé cómo hacer. Eres la cosa más importante que ha existido, mi amor. Has cambiado no solo mi mundo, sino que mi misma biología. Así de poderosa eres.

Bella comenzaba a sentirse mareada. Esto era demasiado para considerar. Ella no era nada, no era nadie. La hija de nadie. La hermana de nadie. Si Jasper se moría, ella no sería la amiga de nadie. No estaba segura de si ella hubiera entendido a alguien mirándola de la manera en que Edward lo hacía en ese momento, mucho menos un ser sobrenatural.

Incapaz de encontrar palabras, Bella siguió la voluntad de su cuerpo. Levantó la cabeza y lo besó. Robó besos entre suspiros entrecortados, abrumada con la emoción que la sacudía. Había algo de consuelo en el hecho de que él parecía igual de necesitado. La besó y la aferró contra él, sus manos cambiando su agarre una y otra vez mientras sus labios se unían. Podía ver que él hablaba en serio. Lo había desconcertado, y su vida, por tan incomprensible como pudiera haber sido para ella, fue alterada para siempre.

Había consuelo en su destrucción mutuamente asegurada, y aún así allí estaba la desesperación. Algunas cosas simplemente eran lo que eran. Bella amaba a Edward. No importaba que él fuera de una especie diferente. No importaba que su diferencia de edad sean eones. No importaba con lo que ella debería o no debería sentirse cómoda.

Lo que importaba era todo por fuera de los dos. Ahora que ella sabía que los ángeles existían. Eran parte de la realidad. Tenían una biología, una ciencia. Había una razón para todo aunque supiera o no cuál fuera.

Los ángeles siempre habían estado separados de los humanos. Eran un secreto. No estaban hechos para amar, y los humanos no estaban hechos para amarlos.

Era lógico que esto, lo que fuera que estuviera sucediendo entre ellos, no pudiera durar para siempre.