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❀ ═══════ • Pertenencia II • ═══════ ❀
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—Mmh~. Mmh~. Ah~.
Los oídos de Sakura se deleitaban con los pequeños sonidos que producía Karin, en un intento por contener sus gemidos de placer. Él la observaba desde abajo con una intensidad abrumadora, que no hacía más que enloquecer a la pelirroja.
—N-No pares —suplicó ella, mordiéndose fuertemente el labio inferior. Sentía que en cualquier momento el orgasmo le explotaría de lleno, estaba a nada de venirse.
Sakura sonrió, sin dejar de mirar sus expresiones. El cabello pelirrojo de su flequillo se pegaba a su frente sudorosa; sus ojos carmesíes, oscurecidos en lujuria, aparecían y desaparecían cuando cerraba los párpados ante las olas de placer que sentía; sus mejillas estaban pintadas de un adorable sonrojo.
Siempre me gustó el rojo.
Karin acomodó más la pierna que tenía apoyada en su hombro, temerosa de caer, cuando él lamió con más ímpetu su sexo, poniendo especial atención en su hinchado clítoris.
—¡Ah~! ¡Sakura! ¡Sakura! —gimió sin poder contenerlo más.
Él lamió, succionó y penetró con su lengua la entrada de ella, bañándose en sus fluidos. La besó en su cúmulo de nervios como si lo hiciera con sus labios. Quería devorarla por completo. Le encantaría ayudarse con sus manos para darle un mayor placer, pero tenía que conformarse con hacerle sexo oral de esa manera: él sentado —sus brazos todavía encadenados— y ella parada, con su pierna flexionada y usando su hombro de soporte.
Ella se tensó ante su toque; agarró sus cabellos rosados y lo acercó más a su sexo, para después sacudirse completamente cuando el orgasmo la azotó fuertemente. Respiró de forma profunda, como si le faltara el aire después de una larga maratón, sintiéndose exhausta.
—Mírame, Karin —ordenó con su voz grave.
Ambos se miraron intensamente. Ella no pudo evitar jadear cuando él pasó su lengua por última vez entre sus sensibles pliegues, recogiendo así los jugos de su liberación. Relamió sus labios de una forma tan sensual, saboreando su esencia, que le provocó un sonrojo mayor en sus mejillas de por sí rojas.
Siempre me gustó el rojo.
Karin se alejó de él con cuidado, sus piernas eran como gelatinas en ese momento; se agachó a su altura y lo besó, lamió los labios de él sin importarle sentirse a sí misma en ellos.
—¿Puedes ponerte de rodillas? —cuestionó a media voz, frotando su pene por sobre la ropa.
Sakura le dio su respuesta poniéndose de rodillas con un poco de dificultad, pero haciéndolo de todos modos; no podía negarse a la petición de esa mujer tan caliente como el fuego.
Siempre me gustó el rojo.
La observó en silencio, expectante a su siguiente movimiento. Le bajó los pantalones y no pudo contener el gruñido que salió desde lo más profundo de sí cuando ella metió la cabeza de su pene en su boca. Sin dejarlo procesar su primer latigazo de placer, lo introdujo lo más profundo que pudo y comenzó a hacerle sexo oral; era su turno de saborearlo, lamerlo, succionarlo mientras observaba sus expresiones de placer y sus jadeos en busca de aire.
Pero no tuvo mucha consideración con él esta vez, al no atenderlo apropiadamente. Los fluidos de su vagina se estaban desbordado de nuevo y quería sentirlo en su interior; era egoísta. Succionó su glande con fuerza por última vez, hasta que lo sacó de su boca con un sonoro "plop". Rápidamente le dio la espalda, poniéndose sobre sus manos y rodillas; frotó el pene de él con su trasero mientras le regalaba una sonrisa traviesa y sensual, provocándolo.
—Ggh... Karin —reclamó, impaciente. Estaba torturándolo. Los músculos y venas de sus brazos se marcaban ante la fuerza que hacía en contra de las cadenas. Su pene se rozaba deliciosamente entre las nalgas del trasero de ella. Un trasero demasiado apetecible y carnoso. Quería tocarla.
—¿Qué es lo que quieres, Sakura? —cuestionó con picardía.
—Quiero verte.
El peli-rosa esperó paciente cuando ella se detuvo, consciente del complejo que había demostrado tener con su cuerpo en el tiempo que habían empezado a tener estos encuentros sexuales. Ella nunca se había quitado su chaqueta de mangas largas ni sus medias. Sin embargo, nada lo haría cambiar de parecer con ella y esperaba hacérselo saber, para que ella dejara de contenerse.
Siempre me gustó el rojo.
La vio vacilar unos largos segundos antes de que decidiera ponerse de pie. Aún de espaldas a él, bajó el cierre de su chaqueta con lentitud, el sonido retumbando en las paredes ante el repentino silencio que los envolvió. Respiró profundo un par de veces, supuso que para darse valor a sí misma, luego dejó que la prenda se deslizara hasta tocar el suelo.
Sakura pudo apreciar su figura desnuda por primera vez; su pequeña espalda, su cintura estrecha, su trasero respingón. Sus calientes pensamientos se esfumaron como si le hubieran dado un cachetazo de repente, y no pudo evitar abrir sus ojos en sorpresa cuando ella se paró frente él, cara a cara. Un segundo después su rostro dejó de ser amable para pasar a fruncir el ceño con profundidad y su mirada se volvió dura.
Esas cicatrices, esas mordidas en ella...
Sin proponérselo, su reacción asustó a la pelirroja. Se había puesto pálida de repente y su mirada demostraba algo que nunca había visto desde que la conoció: miedo y vergüenza.
Con rapidez, Karin tomó su chaqueta del suelo y se propuso buscar sus demás prendas, vestirse e irse de ahí cuanto antes. Sin embargo, su huida se vio truncada cuando escuchó el estruendo de cadenas romperse de una sola vez. El corazón de ella latió con fuerza, aterrada. Solo pudo girarse hacia el ruido antes de sentir unos fuertes brazos rodeando su cuerpo, con firmeza y delicadeza a la vez.
¿Es eso posible siquiera?, se preguntó paralizada, recibiendo el calor corporal de ese cuerpo desnudo en el suyo, también desnudo.
El peli-rosa se separó un poco, rodeándola con un brazo y el otro utilizándolo para acariciar el rostro de ella. Era la primera vez que la veía desde su altura; sus papeles se habían invertido, ahora ella lo observaba desde abajo. Lo miraba con ojos cristalizados y expresión vulnerable; creía que podría romperla entre sus musculosos brazos por la fragilidad que demostraba en ese momento. Pero eso no pasaría, un instinto había nacido en él al verla de esa manera: quería protegerla.
Se acercó despacio a su rostro, dejándole ver sus intenciones, y la besó con ternura; ella le correspondió segundos después, aún sintiéndose dudosa.
—No quería asustarte —murmuró contra sus labios—. Gracias por mostrarte ante mí. —Karin suspiró cuando él pasó su mano en una caricia por su cintura, que luego subió por su pecho izquierdo, recorrió su brazo hasta tomar su mano y llevarla a la altura de su corazón—. ¿Te quedarías un poco más a mi lado? —Le sonrió, uniendo sus frentes y sin despegar sus miradas.
Él tuvo su respuesta unos largos segundos después de contemplarse mutuamente, cuando ella saltó para engancharse en su cuello, besándolo de manera salvaje, hambrienta. Sonrió, correspondiendo con la misma intensidad. Con más confianza, pasó sus manos por el cuerpo de ella, acariciándolo; finalmente podía tocarla, finalmente podía sentirla y sentirla a ella entregada por completo.
Se besaron con desespero, acariciándose mutuamente, encendiendo el fuego que anteriormente se había apagado. Sakura tomó una pierna de ella y la levantó, enganchando su brazo bajo la rodilla, para de esa manera entrar en ella. Karin gimió gustosa cuando lo sintió deslizarse en su interior con facilidad gracias a sus fluidos de excitación; gimió con más fuerza al empezar el vaivén de sus caderas, esa posición de parados era magnífica, pero fue mucho mejor cuando él tomó uno de sus pechos y lo succionó por primera vez.
—¡Ah~! ¡Ah~! ¡Sakura! ¡Mmh! ¡Ah~! —Las sensaciones de su cuerpo abordaron completamente todos sus sentidos, no podía pensar en nada más que no fuera Sakura y el placer que le brindaba.
—No te contengas... ¡Ggh! ¡Ah! Nunca más —sentenció, apretando sus carnosas nalgas mientras marcaba el ritmo profundo de las penetraciones.
Estaba hipnotizado con su rostro: flequillos pelirrojos pegados a su frente, ojos carmesíes que aparecían y desaparecían mirándolo con deseo, mejillas adorablemente ruborizadas, labios sonrosados por los besos.
Siempre me gustó el rojo.
Protegería esa expresión de cualquier cosa. La protegería a ella.
Karin sería suya para proteger.
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