CORONAS Y ENGAÑOS

CAPÍTULO 9

NUNCA MÁS

ADVERTENCIA: En este capítulo hay muchas escenas de violencia que pueden causar incomodidad, así que si lo lee es bajo su responsabilidad.

Cuando Lita llegó a sus aposentos, rápidamente cerró la puerta para tratar de protegerse del peligro que allá afuera se cernía sobre ella, pero entonces, pegó un gritó cuando vio correrse la cortina que cubría el ventanal que daba a su balcón, pues ni las sirvientas solían entrar ya que parte de menospreciarla y recordarle su lugar de bastarda implicaba que ella limpiara sus aposentos, pero para su suerte, a quien se encontró dentro fue a Fiona, quién la miró con pena.

—Señorita Lita, vine a dejarle un vestido que debe ponerse por encargo de la Reina—Dijo mirándola con pesar—Y sin querer descubrí que de uno de los pilares del balcón cuelga una cuerda de sábanas.

A Lita comenzaron a temblarle las manos al saber que sus planes habían sido descubiertos.

—No le voy a decir a nadie, señorita—Prometió Fiona—Me gustaría poder hacer algo por usted así como su difunta madre hizo por muchas de las que fuimos víctimas del derecho de pernada, pero su padre ha dado la orden de que esta noche usted no sale del castillo.

Fiona guardó silencio y trató de acercarse a Lita, pero Lita dio dos pasos atrás. Fiona muchas veces había sido amable con ella, incluso la había tratado de consolar en los peores momentos de su vida dentro del castillo, pero de cualquier manera Lita no confiaba del todo en nadie del castillo, pues creía que ante todo antepondrían si trabajo, pues aunque en Júpiter en teoría todos eran ciudadanos libres desde la unificación, los ricos aún tenía el poder como para cerrarle las puertas a un sirviente traidor

—¡Lo lamento mucho, señorita!—Exclamó Fiona con pesar— Incluso si logra huir y denunciar a su padre por desgracia será su palabra contra la de él porque las leyes siguen beneficiando a los más poderosos incluso después de la unificación de las dos Júpiter.

—¡No me va a tocar ningún hombre!—Dijo Lita con la voz a punto de rompersele—¡Nunca más!

—Señorita, tuve la desgracia de ser una joven bella cuando el derecho de pernada estaba vigente así que la entiendo—Le dijo tratando de consolarla—Si trata de luchar y resistirse Lord Aren la lastimará más. Cuando llegue el momento piense que el mal momento pasará.

—Vete, por favor— Pidió Lita

Cuando Fiona se retiró, Thorakar que había estado escondido bajo la cama salió y pasó una de sus pequeñas alas por sus mejillas, como si tratara de consolarla.

—Mi Thorakar, gracias a ti y a Haruka he encontrado razón para seguir viva—Susurró Lita mientras lo acariciaba— Y pretendo seguirlo—Dijo Lita limpiándose las lágrimas— Pero necesito que vayas a llevarle un mensaje a Haruka.

Lita sacó de uno de los cajones de su Vanity un tintero, pergamino y una pluma de ave, y rápidamente comenzó a escribir el recado.

—¡Llévalo rápido, Thorakar!—Suplicó

Thorakar tomó el recado en el hocico y salió volando por el balcón.

Cuando Thorakar se fue, Lita se dio media vuelta, y entonces vio sobre la cama dos prendas que le hicieron evocar al provocativo vestuario que supuestamente usaban en la corte de Neptuno, pues constaba de un sujetador decorado con finas piedras extraídas de las profundidades de los mares como perlas, turquesas y conchas color tornasol; además de una falda que aunque larga y vaporosa, era demasiado reveladora, pues estaba confeccionada con organza de seda que permitía ver la silueta bajo la prenda, y ni hablar de un larga abertura que tenía, permitiendo que se viera la piel de una de las piernas de quién la vistiera.

Lita entonces se percató de que a un lado había un antifaz decorado con perlas y piedras preciosas de mar, y junto a esta, un pergamino dirigido a ella, el cual tomó y leyó.

Mi princesa sin corona:

¿Qué crees? ¡En estos dos años no he logrado olvidarte!

No hubo ninguna mujer en toda la Galaxia que me hiciera olvidarme de tu exquisito aroma, tu piel de porcelana, ni la desnudez de tu divino cuerpo de diosa que tuve la dicha de ver hace dos años.

Sin embargo no es justo que aquella noche sólo aquellos tres granujas disfrutaran de la dicha de conocer el placer entre tus piernas, ni que la segunda vez que estuve a punto de tenerte la machorra de Urano nos interrumpiera.

Pero bueno, bien dicen que la tercera es la vencida, pero como no tuve la dicha de ser el primero y aún así quiero ser generoso contigo te obsequio este bello vestido Neptuniano que está noche deberás usar para mí

Con toda la pasión

Lord Aren Campbell

Tras leer aquella carta, Lita arrugó el pergamino y lo botó con fuerza al piso, y a su mente llegó el recuerdo de aquella noche que Lord Aren había mencionado en la misiva.

Dos años antes…

Pese a que durante todo el año en Júpiter se guardaban provisiones para tener con que alimentarse durante el corto invierno de dos meses, la Reina, que ni siquiera osaba poner sus pies en la cocina ni tenía conocimientos en el arte culinario, le ordenó a Lita que saliera de los confines del castillo en búsqueda de más ambrosía, el único fruto que se seguía dando en invierno, aunque no en mucha cantidad, por lo que llenar la canasta de mimbre como lo había ordenado la Reina no le fue posible, y dado que la noche había caído haciendo que bajara aún más la temperatura decidió regresar.

Sabía que no haber llenado la canasta hasta el tope le valdría un regaño de la Reina, sin embargo, nada podía aminorar su felicidad cuando dentro de una semana sería la esposa de Lord Neflyte Sweeney.

Quizá sea la última vez que esa bruja me regaña— Susurró para sí misma mientras sonreía fantaseando que pronto tendría su final feliz como las princesas de los cuentos que le leía su madre de niña o las muchas novelas románticas que le gustaba leer ahora que era una hermosa doncella enamorada.

¡Miren!—Escuchó una voz masculina —¿Acaso no es esa belleza nuestro premio?

Lita corrió asustada al escuchar aquellas voz, y ante el instinto de supervivencia soltó la canasta de mimbre.

De pronto, en medio de la noche, sintió que unos fuertes brazos aprisionaban su cintura por detrás y comenzó a patalear en un intento desesperado por liberarse, aunque fue inútil, y mientras su captor la tocaba indecorosamente en el pecho miró a otros tres hombres salir de entrenar los árboles, reconociendo entre ellos a Lord Aren Campbell.

¡Suéltame, soy hija del Rey!—Exclamó creyendo que eso la salvaría—¡Lord Aren, diga algo! Dígales que soy hija de….

Lord Aren soltó una carcajada que infundió miedo en Lita.

¡Tranquila, preciosa!—Exclamó Lord Aren—¡Sólo venimos a darte tu despedida de soltera!

¡Dejar a esa muñeca, Aren!— Exclamó un hombre que hablaba un Joviano deficiente con marcado acento de Terra— Tú haber prometido que ser mía primero!— Refunfuñó acercándose al hombre que la sostenía y apartandola de sus brazos como si fuera una frágil muñeca, aunque sólo fue para llevarla por la fuerza a una cabaña abandonada que estaba a unos cuantos pasos, donde una vez dentro, el hombre la aventó con brusquedad al piso y se tumbó encima de ella, que inútilmente trataba de defenderse de aquel hombre que era demasiado fuerte.

¡Dejar de gritar!—Exclamó el hombre extranjero metiéndola una bofetada.

Sin embargo, ella no calló, hasta que Lord Aren convocó una enredadera que se enredó alrededor de su boca acallando sus gritos.

¡Así está mejor!—Exclamó otro.

Tras silenciarla, fue inmovilizada por aquellos cuatro hombres que más que humanos parecían bestias salidas del infierno, y entonces escuchó el sonido de la tela de su vestido romperse, manos toscas tocando su cuerpo con tanta brusquedad que la lastimaba, pero lo peor y que la marcaría para siempre como una mujer impura vino cuando su intimidad que debía cuidar celosamente hasta su noche de bodas fue invadida salvajemente, causándole un dolor insoportable que creyó que la desgarraría por dentro, lo que provocó que las lágrimas se desbordaran de sus ojos

¡Pero no llore, Milady!—Exclamó el hombre cuando terminó de saciar sus instintos—No cualquier sirvienta tiene el privilegio de que Lord Nathaniel Sweeney la desvirgue.

Lita quiso morir cuando el hombre dijo su nombre, pues no sólo le había robado lo más sagrado que podía ofrecer como mujer, sino que además, como si el destino quisiera burlarse de ella cayó en cuenta de que ese extranjero era hermano de su amado Neflyte.

¡Ahora el que sigue!—Exclamó Nathaniel Sweeney— Si sale embarazada no quiero que la damita se quiera aprovechar de esta noche de placer y me adjudique un bastardo.

Fin del flash back

Lita sacudió su mente ante aquel horrible recuerdo, y llena de rabia tomó la falda del ajuar que Lord Aren Campbell le había mandado como regalo dispuesta a destrozarlo, pero apenas había rasgado un poco la tela cuando decidió que mejor no.

No había tiempo para desquitarse con un vestido. Tampoco para llorar. Debía actuar rápido porque no estaba dispuesta a permitir que ni Lord Aren Campbell ni ningún hombre la tocará.

—Nunca más — Pronunció decidida.

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Tras terminar de redactar aquel contrato que el duque Jaedite Moon terminaría firmando, Andrew se puso de pie y corrió las cortinas que cubrían las ventanas de sus aposentos dentro de la nave, encontrándose con el cielo de Júpiter lleno de negras nubes en los que se asomaba la luz de uno que otro trueno anunciando la tormenta.

Conforme la nave fue bajando, lo primero que vio de Ios, la capital de su planeta, fueron las altas torres del Castillo de la familia real, y se vio embargado por la pena al recordar aquellos momentos en que la princesa le juró amor.

—¡Como no traje hikarigara!— Exclamó más para sí mismo, pues aquella hierba marciana parecía anestesiar por momento su corazón roto cuando la fumaba.

Cuando la nave estaba aterrizando, salió de sus aposentos. Después se dirigió a la salida de la nave, y al poner un pie fuera de esta, se encontró con Griffin, uno de sus amigos y ex compañeros de la carrera de derecho Intergaláctico, y quien a veces acudía en su representación a llevar asuntos del Emerald High Society Club que él no tenía tiempo de atender.

—¿Qué haces vestido así?— Se burló Griffin— Pareces uno de los recaudadores que trabajan para tu padre vestido con esa capucha negra.

—Voy a darme una vuelta por el Emerald High Society Club y no quiero ser visto— Le dijo Andrew— No quiero dejar rastro de que vine a Júpiter o papá se ofenderá porque no fui a visitarlo.

—¿Te vas cuando esté por amanecer?— Preguntó Griffin cuando caminaban a la salida del hangar.

—Me voy en dos horas— Dijo Andrew— Sólo quiero ver como va todo en el club, revisar los libros de cuentas y este contrato que te va a firmar el duque Jaedite Moon en estos días si se presenta a pedir un préstamo al club.

—¿Tan pronto?— Se quejó Griffin— Y Gordon y yo que pensabamos en pasar una noche de juerga— Además Aldair y Niall deben estar cansados después de manejar nueve horas la nave.

—Ellos dos se quedan en Júpiter porque van a tomar vacaciones— Aclaró Andrew— En la nave vienen dos pilotos marcianos. Están descansando muy bien así que nada retrasará mi regreso a Marte.

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Mi estimada princesa:

Con la más profunda reverencia que se merece, me permito escribirle estas líneas portadoras de mis sentimientos hacía usted.

En estos meses en que hemos estado coincidiendo tengo la sensación de que una fuerza mayor ha guiado mis pasos hacia usted. Su presencia ha sido como una luz iluminando mi existencia, y cada momento a su lado ha sido una experiencia memorable.

Quiero aclararle, su alteza, que los sentimientos que mi corazón alberga por usted trascienden cualquier ambición que muchos podrían imaginar. No es el brillo de su corona lo que mi corazón anhela, sino la luz de su sonrisa. No es el poder del trono a lo que aspiro, sino la calidez de su mano en la mía. Mi amor por usted es tan vasto como el universo.

Si usted correspondiera a mi amor, estoy dispuesto a renunciar a la pretensión de ostentar el título de príncipe consorte como prueba de que mis sentimientos por usted son verdaderos. Pese a no ser yo descendiente de linaje noble puedo poner el mundo a sus pies, muy lejos de los pesares de la corte, pues usted no necesita un trono para ser mi reina.

Espero con anhelo tu respuesta.

Con amor y devoción;

Andrew Hansford

Por enésima vez, la princesa Wanda leyó aquella que fue la primera de muchas que Andrew escribió para ella, pues aunque hasta hace poco no estaba contenta ante la idea de comprometerse con él, desde que dejó de verlo por sus problemas de salud que lo tenían en Mercurio no dejaba de pensarlo.

"Habría sido todo tan perfecto sino fueras un joviano de electrokinesis" Pensó la princesa Wanda para sus adentros " si no fueras descendiente de plebeyos"

Y es que si bien la princesa Wanda se había sentido atraída por Andrew cuando lo conoció en la corte de Venus, grande fue su decepción al enterarse de que aquel apuesto joven que robaba suspiros de más de una noble e incluso princesas extranjeras, no era un príncipe o al menos un conde, sino un nuevo rico descendiente de mercaderes, y además un joviano de electroquinesis, grupo étnico que muchos jovianos de cloroquinesis aún consideraban como una raza inferior.

De pronto, alguien llamó a la puerta de la princesa Wanda, pero antes de que pudiera musitar un "adelante", esta se abrió, y bien hubiera hecho una rabieta, sobre todo al ver que se trataba de Lita, sin embargo, como ansiaba que le consiguiera la ruda y la mandrágora no hizo reclamo alguno, y se limitó a esbozar su más falsa sonrisa.

—Hermanita, ¡Qué sorpresa verte en mis aposentos!— Exclamó— ¿Ocurre algo?

—Sí—Respondió Lita muy seria— El Rey me ha llamado a la sala del trono. Al parecer hoy en la noche me voy a ir del castillo con Lord Aren y estaré fuera varios días. Me han entregado como regalo.

A la princesa Wanda aquello mucho no le sorprendió. Ya había escuchado hace un par de días que luego de dos años de ausencia en la capital de Júpiter su primo volvería, y además, tenía presente que desde hacía muchos años él sentía una irrefrenable pasión y deseo por Lita.

En otras circunstancias a la princesa Wanda le habría dado igual que se llevaran a Lita al mismo infierno, pues no la consideraba su hermana, sino una prueba viviente de la humillación que había vivido su madre al engendrar su padre una bastarda; sin embargo, en ese momento sí que le preocupaba, pues si se la llevaban no iba a haber quien pudiera ayudarla.

—¡No te puedes ir!— Exclamó asustada

—Pero yo no mando— Dijo Lita— Tenemos que hacerlo ahora o no lo haremos nunca, así que si te interesa aquí estoy para que me des los aretes de mi difunta madre y me quites el brazalete para hacer la invocación, pero si ya no te interesa….

—¡Por supuesto que me interesa!— La interrumpió Wanda

La situación la estaba poniendo nerviosa, pues aunque había dado con la llave del brazalete, no había logrado descifrar donde se encontraban los pendientes de rosa, los cuales sabía, tenían un alto valor sentimental para Lita, sin embargo decidió omitir aquel detalle, y se dio media vuelta dispuesta a ofrecerle muchas de sus joyas las cuales tenían más valor para ver si con eso lograba que se diera por bien servida, pero no contaba con que al darle la espalda, Lita rompería la distancia que las separaba, y que con uno de sus brazos le harían una llave inmovilizándola, mientras ponía el filo de una daga apuntando contra su pecho.

—¡Ni se te ocurra gritar porque te mato, hermanita!— Susurró Lita en su oído—¡Y más te vale obedecer porque como no tengo nada que perder no me importaría arrastrarte al infierno conmigo!

La princesa Wanda sintió desconocer a Lita, y sintió terror en aquella situación.

Ciertamente en el pasado había tenido una discusión con Lita que terminó en golpes y en qué resbalara a un pantano donde a punto estuvo de hundirse, pero aunque la princesa Wanda nunca lo admitiría, en realidad su caída en el pantano había sido un accidente y no algo que Lita hiciera a propósito, además que en esta ocasión parecía tener la fuerza de mil hombres.

—Hermanita, por…por…

—¡Dame la llave del brazalete!—Susurró Lita en su oído.

La princesa Wanda con manos temblorosas abrió uno de los cajones de su cómoda y sacó una llave dorada.

—Ahora vamos a dar la media vuelta—Ordenó Lita— Caminaremos hasta la puerta y le pondrás el pasador.

Los ojos de la princesa se llenaron de lágrimas y su corazón comenzó a latir más rápido, pues temía que Lita la torturara.

—¡Y ni se te ocurra usar poderes porque no dudaré en matarte!— Exclamó

Cuando llegaron a la puerta, la princesa Wanda puso el pasador pese a que le costó trabajo, pues las manos le estaban temblando y habían comenzado a sudarle.

—Ahora lentamente nos agacharemos y….

Un toquido en la puerta interrumpió las palabras de Lita, dándole esperanzas por un momento a Wanda.

—Wanda, ya van a servir la cena y mis tíos y Aren nos están esperando en el comedor—Escucharon la voz de Lady Hildrud.

—Di que te duele la cabeza—Le susurró

—Me.. me duele la cabeza—Respondió la princesa tal cual ordenó Lita. Temerosa de que una palabra más provocara su furia.

—¡Hace diez minutos tenías ganas de ver a Aren!—Exclamó Lady Hildrud.

—Dile que se vaya— Pidió en un susurró Lita

—¡Vete, Hildrud!—Ordenó la princesa.

—De acuerdo —Respondió Lady Hildrud —Te disculparé con mis tíos y nuestro primo.

La princesa Wanda se sintió perdida al escuchar alejarse los pasos de Lady Hildrud, dejándola a merced de Lita.

—Ahora te agacharás lentamente—Ordenó Lita deslizando el filo de la daga desde su pecho, pasándolo por su costilla y deteniendolo a la altura de su pulmón derecho—Y me quitarás el brazalete y te lo pondrás tú.

La princesa Wanda siguió las órdenes de Lita, y las lágrimas comenzaron a empañar los ojos, dificultándole la labor.

—¡Rápido!—Susurró Lita haciendo presión con el filo de la daga.

Finalmente la cerradura del brazalete se abrió, liberando a Lita.

—Y te lo pones tú —Insistió Lita

La princesa no quería hacer aquello, pues implicaría que sus poderes de Cloroquinesis se vieran anulados, lo que la dejaría en total indefensión, pues al igual que la mayoría de mujeres no sabía pelear cuerpo a cuerpo; sin embargo, por mero instinto de supervivencia lo hizo, y sintió como si mil espinas se clavaran en su tobillo cuando la cerró, pero el miedo le dio la fuerza de voluntad para no gritar.

—¡Muy bien, hermanita!—Exclamó Lita al tiempo que la obligaba a levantarse de nuevo, pero sin liberarla de aquella llave—Ahora quiero mis pendientes de rosa.

—¡No los tengo!—Confesó Wanda, y un sollozo escapó de su garganta—Pero te…

—¡Eres tan estúpida!

—¡Pero te puedo dar joyas más valiosas y verdeoro!

Lita vio que en el Vanity había un joyero abierto con muchas joyas preciosas de Wanda, y aunque habría querido sus aretes de rosa por encima de cualquier otra joya, no había tiempo para discutir, y sin embargo, cualquier otra joya le serviría para sobrevivir en su travesía.

—¡Toma ese maldito joyero entonces, y también pon dentro la llave de tu brazalete nuevo!—Exclamó Lita con sorna—Saldremos juntas de tus aposentos ahora que todos deben estar cenando—Dijo Lita—Se obediente, hermanita. Te juro que no quiero convertirme en una asesina. Tan sólo quiero largarme pero si haces algo estúpido como gritar, querer correr o simplemente si alguien nos ve moriremos las dos porque si me hundo yo te hundo conmigo.

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Thorakar, sin soltar el mensaje de Lita había volado tan rápido como sus pequeñas alas se lo permitieron hasta llegar al palacete árabesco de Haruka, y dado a que conocía cada rincón dentro del lugar, voló hasta los aposentos de la joven creyendo que al ser de noche la encontraría ahí, pero para su desgracia no estaba.

La puerta entonces se abrió, y Thorakar creyó que era Haruka, pero para su desgracia no era ella, sino una de sus sirvientas.

—¿Qué haces por aquí, dragoncillo travieso?—Preguntó la sirvienta—¿Te envió tu ama?

Thorakar sentía agrado por aquella sirvienta de mediana edad, pues cuando visitaban el palacio solía agasajarlo con platillos que aunque no eran tan deliciosos como los de Lita se agradecían.

Además también confiaba en ella, por lo que creyendo que la ayudaría dejó caer el pergamino dirigido a Haruka y comenzó a graznar.

La sirvienta tomó el pergamino. Le echó un vistazo y lo dejó sobre la cama.

—No entiendo Uraní, Thoraki—Le dijo— La señora Haruka no está pero tengo unos dátiles deliciosos que te puedo convidar en lo que llega.

En otro momento Thorakar hubiera aceptado encantado tan apetecible fruto Uraní y comería hasta reventar, pero en ese momento nada tentaba su desmedida gula, pues estaba preocupado por su humana.

Se lamentó de no ser grande, pues si fuera un dragón adulto podría ofrecerle a Lita montarse en su lomo y sacarla de ese nido de víboras, pero no lo era.

Sabía que esperar a que Haruka volviera de quién sabe dónde sería tiempo perdido, así como también tratar de que la sirvienta de Haruka entendiera su lenguaje.

Si quería ayudar a Lita, sólo tenía dos opciones: acudir a Dragontia para pedirle ayuda a los dragones adultos o buscar a algún Joviano de electrokinesis para para pedirle ayuda, pues esa era la única raza de humanos con los que se podían comunicar.

Sin embargo, la mayoría de los dragones sentían rencor o temían a los Jovianos de Cloroquinesis, y aunque los Jovianos de electroquinesis tenían la capacidad de entender el lenguaje de los dragones no se le venía a la mente ninguno que pudiera ayudarlo, pues implicaba meterse con el Rey.

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Para desgracia de la princesa Wanda y la fortuna de Lita, cuando salieron de los aposentos de la primera no había ni una sola alma en en aquella área del castillo, pues era la hora de la cena para la familia real y por lo regular la servidumbre no subía a esas horas a menos que les fuera solicitado, por lo que llegaron hasta el final del pasillo, donde finalmente Lita la obligó a entrar en sus aposentos y puso seguro a la puerta.

—¡Desviste rápido y ponte esas prendas que están sobre mi cama!—Ordenó Lita

Wanda, sin cuestionar ni dejar de llorar, se despojó de su elegante vestido de seda, sintiéndose humillada al ser obligada a ponerse aquella indumentaria tan popular entre las nobles de Neptuno pero que para una joviana como ella le parecía propio de una prostituta.

Mientras la princesa se desvestía, Lita vio su desnudez con detenimiento, y sonrió para sus adentros. Muchas veces le había molestado escuchar comentarios donde mencionaban que tenía parecido con la princesa, pero por primera vez sintió gusto de descubrir que incluso tenían la misma altura y el mismo tipo de cuerpo.

Para su gusto, el unico problema que miraba era que mientras el cabello de la princesa era castaño oscuro, el de ella era castaño caoba; y mientras que la princesa tenía ojos color verde olivo, los suyos eran verde esmeralda, pero se le ocurrió que el estrafalario antifaz y apagar unas cuantas velas para que no hubiera tanta luz en los aposentos ayudarían en su plan.

Lita, habiéndose liberado del brazalete, abrió sus manos esperando que de estas surgieran enredaderas, pero por desgracia, tan pronto como vio aparecer pequeñas ramitas, estas rápidamente desaparecieron.

—¡Maldición!— Refunfuñó molesta.

Sabía que en teoría ya debería poder usar sus poderes de cloroquinesis porque había sido liberada del brazalete, pero en realidad nunca nadie le enseñó cómo usar sus poderes. Sólo una vez los había usado sin poder controlarlo, y de inmediato le habían puesto el grillete para que no los pudiera usar.

Sin embargo, con o sin poderes no se iba a dar por vencida.

—¡Levanta las manos y no te voltees!— Ordenó Lita.

La princesa Wanda obedeció, y Lita, sin dejar de verla, tomó el vestido principesco que hasta hace pocos segundos vestía Wanda, y con ayuda de su daga cortó un trozo de seda con el que le anudo las manos a la princesa por si acaso se le ocurría hacer algo.

Después cortó otro más, y con fuerza se lo amarró alrededor de la boca para impedir que se le ocurriera llegar a gritar.

Lita entonces jaloneó a la princesa Wanda de un brazo y la obligó a sentarse en medio de la cama, y después, para evitar que huyera y diera aviso le ató las piernas.

Finalmente, Lita tomó el antifaz y lo puso sobre los ojos de Wanda que la miraba con una mezcla de miedo y súplica.

—¡Sé que esto es demasiado cruel!— Exclamó Lita— Pero es tu supervivencia o la mía, hermanita y de todas formas nunca me trataste bien— Le susurró Lita mientras de un soplido apagaba las velas que estaban a un lado de su cómoda, dejando prendida sólo una que estaba en el otro extremo de la habitación— A ti nada te pasará porque seguro en un par de horas te encontrarán, te liberaran y te consolarán por haber sido atacada por la maldita bastarda, pero nada se comparará con las aberraciones que he vivido junto a ustedes— Continuó a Lita— Y por cierto, no te casaras con el señor Andrew Hansford porque yo…

Un golpe en la puerta de sus aposentos alertó a Lita, así que guardó silencio mientras empujaba la daga en la garganta de la princesa.

—¡Así que te encerrarte, pequeña bastarda puta!—Escuchó la voz de Lord Aren del otro lado de la puerta—No importa, pequeña ramera, ahora vuelvo con las llaves.

Lita sabía que Lord Aren no tardaría mucho en volver. Y llena de miedo, tomó la cimitarra que se encontraba bajo la cama y la guardó en la vaina de cuero que llevaba alrededor de su cintura, en la que llevaba algunas dagas más.

Después corrió hacia el balcón, soltó la larga cuerda hecha con sábanas, y con el temor de que la descubrieran o está se soltara antes de que sus pies pisarán la tierra se deslizó sobre esta al tiempo que en silencio se repetía una y otra vez "Nunca más" para darse valor, aunque lo que en realidad lo hizo fue el humillante recuerdo de aquella noche que de nuevo abrumó su mente.

Dos años antes…

Tan pronto como el tercer hombre terminó de saciar sus bestiales instintos con el cuerpo de Lita, Lord Aren Campbell lo apartó, y entonces la miró con aquella mirada cargada de lujuria que siempre le dedicó.

¡He deseado tanto este momento, bastarda!— Exclamó Lord Campbell.

Lita, que se había cansado de luchar para evitar aquella tragedia se limitó a llorar, pues sabía que nada podría hacer contra un hombre, menos contra cuatro; pero entonces escuchó la voz de Fiona y su marido gritando su nombre.

¡Señorita Lita! ¿Dónde está?

¡Aren, tenemos que irnos!— Exclamó uno de los hombres asustado.

¡Maldita vieja gorda metiche!— Susurró Lord Aren entre dientes mientras se acomodaba la ropa—¡Pero me la debes! Y ya no puedes ponerte remilgosa, después de todo, virgen ya no eres.

¡Pero no olvides que yo fui el primero, Aren!— Exclamó Nathaniel Sweeney al tiempo que arrancaba para sí un trozo de la camisola blanca que Lita solía llevar bajo el vestido, y que ahora tenía marcada con una mancha de sangre su virginidad robada. Esa que sólo debía ser para el amor de su vida.

Recuerda que cualquier cosa que digas nadie te creerá y que tu querido novio no preferiría a una puta bastarda que se revolcó con tres hombres antes que a su sangre— Amenazó Lord Aren.

Poco después, Fiona y su marido irrumpieron en la cabaña, ante lo cual Lita pensó que recibiría una dura reprimenda de la malhumorada ama de llaves, sobre todo cuando la escuchó soltar un gritó.

¡Señorita Lita!— Exclamó horrorizada.

De inmediato, la mujer le arrebató a su marido una daga de su vaina y le ordenó con su autoritaria voz que saliera. El hombre obedeció , y Fiona se acercó a Lita, cortando las enredaderas que le impedían hablar. Entonces, de la garganta de Lita escaparon gritos y sollozos de desconsuelo que provocaron que el ama de llaves llorara junto con ella.

¡Señorita!— Exclamó Fiona con voz entrecortada—¿Quién le hizo esto?

Lita no respondió, pues estaba ahogada en inconsolable llanto, y aunque Fiona la recibió en un maternal abrazo y trataba de consolarla, cualquier palabra era inútil en ese momento, pues Lita al sentir que había perdido lo más valioso que tenía como mujer, sólo estaba deseando morir.

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Cuando las puertas de los aposentos de Lita se abrieron, la princesa Wanda se sintió aliviada, pues estaba segura de que sería liberada. Sobre todo porque quien acababa de irrumpir era su primo Lord Aren Campbell, alguien que sin duda podía defenderla de la loca de Lita que suponía que estaba escondida tras las cortinas del balcón, sin embargo, Aren en vez de liberarla de sus ataduras se sentó sobre la cama, la miró de una manera en que nunca antes la había mirado, y llevó sus manos a las piernas de ella.

—¡Así que te pusiste agresiva, preciosa!— Susurró Lord Aren mientras con una daga cortaba la cuerda de sus piernas, pero no para liberarla, sino para colocarse en medio de ellas— ¡Ahora entiendo porque te ataron!

La princesa Wanda cayó en cuenta de que su primo Lord Aren la estaba confundiendo con Lita, y desesperadamente trató de hacerle saber que todo aquello era un error.

Pero, todo fue inútil, pues Lord Aren tiró de sus piernas, ignorando sus intentos de advertirle que lo que estaba pensando hacer era una abominación ante los ojos de la diosa.

Así pues, Lord Aren con una incontrolable desesperación le arrancó la falda, y sin que la princesa Wanda pudiera hacer nada, su primo cayó en el pecado del incesto, arrastrándola a la desgracia.

¿Qué tal el capítulo?

Imagino que a muchos les cause repulsión. A mí me causó repulsión hasta ver lo que le sucede a Wanda, pero pues la desgracia es parte de la historia.

En cuanto a Lita. Aclaro que no era su intención que eso le sucediera a Wanda. Ella sólo quería ganar tiempo en lo que se escapa, pero falta ver si lo logrará.

Hospitaller Knight, Maga del Mal. Amigas, a las dos enormes gracias por sus reviews.

También gracias a los lectores que leen desde las sombras.

¡Nos vemos pronto!

Edythe