Disclaimer: Crepúsculo es de Stephenie Meyer, la historia de Silque, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.

Disclaimer: Twilight belongs to Stephenie Meyer, this story is from Silque, I'm just translating with the permission of the author.

Grupo en Facebook: Tradúceme un Fic


EPOV

A las siete y media en punto, estábamos afuera del Hotel Plaza, subiendo al Volvo. Por protocolo, Jasper y Alice se sentaron al frente, y yo tuve que sentarme atrás como un maldito imbécil de la realeza. Todo el mundo sabía que me encantaba conducir. Era molesto sentarse atrás, sin control alguno sobre la situación.

Me di cuenta que últimamente me sentía molesto con las cosas con mucha más frecuencia. ¿Era tiempo de empacar? Todavía nos quedaban algunos meses de gira, pero la idea de estar de vuelta en casa, sin presiones en mi tiempo, sin obligaciones de estar en ciertos lugares en ciertos días, sin tener que usar ese puto esmoquin, sonaba bastante bien en este momento. La ira era cada vez más difícil de manejar. Casi destrozo al gato montés que atrapé anoche en mi ira. Normalmente era un cazador ordenado, pero tuve que tirar la camisa que llevaba cuando regresé al auto, debido a los arañazos y las salpicaduras de sangre. No había tenido ese problema desde que era neófito. ¿Era mi enojo y soledad, o mi frustración ante la lujuria que Jasper profesaba por su esposa? O ambos...

Además, extrañaba al resto de la familia. Extrañaba a Carlisle y su tranquila sabiduría, a Esme y sus amorosas maneras, a Emmett y su bullicioso encanto, e incluso a Rosalie. Era una perra quisquillosa, pero ferozmente leal a la familia. Y una gran mecánica. El Volvo necesitaría una revisión una vez que volviéramos a casa.

Y, finalmente, extrañaba mi Vanquish. Quería sacarla y montarla, rugiendo por alguna carretera desierta, escuchando el zumbido del motor V12. Después de tocar el piano y correr, conducirla era mi mayor alegría. Rosalie prometió que estaría recién lubricada y llena, lista para funcionar cuando volviéramos. El auto, no Rosalie.

Tendría que hablar con Alice y Jasper pronto, para hacerles saber que estaba listo para volver a ser Edward Cullen: un don nadie, viviendo en la oscuridad en las afueras del estado de Washington. Seguramente podríamos prolongar esto unos años más, pero no tenía deseos de seguirlo haciendo. Tal vez dentro de una generación podría hacerlo de nuevo y hacerme pasar por el nieto de Edward Masen. Porque realmente fue divertido. Hasta que dejó de serlo. Maldita sea, odiaba estar enojado y triste todo el tiempo.

Alice giró en su asiento.

―¿En serio? ¿Estás seguro de que eso es lo que quieres? ―Parecía demasiado ansiosa y me sentí como un idiota. También los mantenía a ella y a Jasper fuera de casa. Y debería haber sabido que una vez que tomara una decisión en mi cabeza, Alice lo sabría de inmediato.

―Sí, Ali. ¿Crees que ustedes querrán irse a casa pronto? Ya he terminado con esto. ¿Y ustedes? ―Toqué el hombro de Jasper.

―Estoy listo cuando tú lo estés, hermano. Lo admito, será agradable llegar a casa. Estoy seguro de que Emmett está más que listo para pasar un rato entre hermanos. ―Jasper me sonrió en el espejo retrovisor. Oh, genial. Más tormento por parte de los hermanos Cullen. Puse los ojos en blanco.

―Terminemos las fechas programadas y no reservemos más ―me dirigí a Alice―, solo nos quedan unas pocas, ¿verdad?

―Algunas ―ofreció, bloqueando sus pensamientos de mí otra vez. ¿Qué carajo pasaba? Llevaba días haciendo eso y, como todo lo demás, me estaba cabreando.

―¿Qué diablos, Alice? ¿Qué estás viendo que me estás ocultando? ¡No me gusta, ni un poquito!

Alice se rio de mí. ¡Se rio de mí!

―Nada que deba preocupar a tu linda cabecita, Edward. Solo concéntrate en tu concierto de esta noche, y hablaremos de todo más tarde. ¿Está bien?

Resoplé.

―Como sea. No seas condescendiente conmigo. Será mejor que no sea nada, Alice. ―Me crucé de brazos y pasé el resto del viaje en silencio mirando por la ventana, furioso ante la ciudad. Vete a la mierda, ciudad. Quiero ir a casa.

Muy pronto, nos detuvimos frente a una hilera de casas de piedra rojiza bellamente mantenidas. Necesitaba deshacerme de esta ira para no aterrorizar a estos ancianos. Respiré profundamente varias veces y exhalé con fuerza. Sacudí los brazos y giré la cabeza. Todas esas afecciones que no servían para un propósito físico, pero que hacían un trabajo maravilloso para el estrés mental.

Fijando mi rostro en una agradable sonrisa con los labios cerrados, caminé hacia la puerta que Alice señalaba. Subí las escaleras, toqué el timbre y la puerta se abrió casi de inmediato.

Respiré para saludar cortésmente a mi anciana anfitriona...

Pero la mujer que estaba frente a mí no era una anciana, y su cabello definitivamente no era blanco. Era de un color marrón lustroso, que fluía suavemente alrededor de un hermoso rostro en forma de corazón que contenía los ojos marrones más asombrosos que jamás hubiera visto en mi vida. Caí en ellos y casi me ahogué. El saludo quedó olvidado.

Los ojos marrones siempre habían sido, en mi opinión, bastante aburridos. Estos ojos eran todo lo contrario. Tenían profundidad y brillo y me cautivaron. Cuando logré apartar mis ojos de los de ella, bajaron ligeramente para ver la nariz pequeña y recta, ligeramente respingada en la punta, y los labios rosados y regordetes que rogaban ser besados.

Espera. ¿Qué demonios? ¿Cuándo me convertí en el maldito Tennyson? ¿Labios rogando ser besados? ¿Por mí? Realmente necesitaba dejar de mirar a esta hermosa criatura y decir algo. Por suerte, había procesado todo esto a velocidad vampírica, así que no era demasiado incómodo. Todavía. Aun no podía abrir la boca. Oh, también había dejado de respirar. Huh. No podía emitir palabras.

No podía dejar de mirarla.

Por suerte, Alice se acercó a mí.

―¡Hola, señorita Swan! Soy Alice Brandon, la publicista del señor Masen. ¿Hablamos por teléfono? Y este es Jasper Whitlock, el manager del señor Masen. ―La señorita Swan estrechó la mano de Alice y luego Jasper extendió la suya hacia ella.

No. De ninguna manera mi hermano iba a tocar a esta mujer. ¡Al menos no ante mí! Me paré frente a Jasper y tomé su mano entre las mías.

―Hola. Soy Edward Masen.

Bueno, claro. Como si ella no lo supiera ya. ¡Estúpido!

Ella me sonrió, aparentemente imperturbable por la frialdad de mis manos. No me atrevía a soltar su mano. Tan pequeña y cálida.

¿Qué diablos estaba ocurriendo conmigo?

―Bienvenidos a mi casa. ¿Les gustaría entrar? Y, por favor, llámenme Bella. ―¡Dios mío, su voz! Suave, dulce, con el más mínimo atisbo áspero. Me derritió los huesos. Su nombre es Bella. Hermosa Bella. Bellísima. En serio, ¿qué carajo le pasaba a mi cerebro?

Y entonces me di cuenta; ¡no podía escuchar sus pensamientos! Ni una palabra, ni un susurro. Nada. Extraordinario.

Jasper me dio un fuerte golpe en la espalda y me di cuenta de que estaba allí parado, sosteniendo su mano, mirándola a la cara.

Apartó su mano de la mía y dio un paso atrás para permitirnos pasar al vestíbulo. Lamenté la pérdida de su calidez en mis manos. Necesité toda mi fuerza de voluntad para alejarme de ella. ¿Qué demonios estaba pasando? Miré a Alice, y esa maldita duendecilla tenía la expresión más engreída que jamás hubiese visto en su rostro. Ella lo sabía. Ella sabía que esto sucedería y nunca dijo una palabra. Y entonces capté el pensamiento en la mente de mi hermana:

"Respira, cariño. Ella es tu compañera".

Me quedé atónito. Mi compañera... no lo dudaba ni por un segundo, sabía que era un hecho. Y no podía escuchar su mente. Bueno, eso no lo vi venir.

Jasper habló.

―Señorita Swan, nosotros nos vamos. Muéstrele a Edward dónde está su piano y él tocará con todo su corazón ―dijo descaradamente con una sonrisa en mi dirección. Bastardo. Dense prisa y váyanse. ¿Por qué no se han ido?

Alice agregó.

―Regresaremos a las diez en punto para recogerlo. ¡Disfrute su concierto! ―Me sonrió descaradamente y ambos salieron por la puerta, dejándonos en un vestíbulo repentinamente silencioso. Solo nosotros. Ella y yo. Si mi corazón todavía latiera, habría estado latiendo con fuerza. Por primera vez en un siglo de existencia, finalmente estaba cara a cara con mi compañera.

Y no tenía ni la menor idea de cómo iba a decirle lo que era.