Notas: ¡Siento el retraso! Al final estas semanas he estado mucho más ocupada de lo que esperaba y no he tenido tiempo ni de sentarme frente al ordenador. Para compensar, este capítulo es un poco más largo de lo normal, y salimos le paréntesis generado por la historia de Airin.
De alguna manera, se puede decir que todos volvemos un poco a la realidad, no sólo por el capítulo sino por el Año Nuevo, espero que hayáis empezado el 2024 con buen pie^^
Un domingo al mediodía, al llamar a la puerta del apartamento de Sesshomaru, me recibió su hija con una radiante sonrisa.
- ¡Bienvenida, Kaori! – Me saludó, haciéndose a un lado para dejarme pasar. – Te estábamos esperando.
- ¡Oh, Towa! Felicidades por… – Me detuve, sin saber muy bien cómo poner en pie mis enhorabuenas. – Bueno, me alegro mucho de que por fin haya acabado todo el proceso de adopción y estés fuera del orfanato.
Orgullosa, la joven se sacó del bolsillo su documentación de identificación como ciudadana japonesa y me lo tendió para que lo observase en detalle.
- Jamás pensé que me haría tan feliz tener un pedazo de plástico como este, pero… Extrañamente, ahora me siento capaz de hacer muchas más cosas gracias a él.
Mientras examinaba el carné de identidad como si de un trofeo se tratase, Sesshomaru apareció junto a su hija.
- Buenas tardes, Kaori. – Me saludó, con su calmado temple ligeramente agitado. Era evidente que se estaba esforzando por ser un mejor padre para Towa, por lo que se había visto obligado a salirse de su zona de confort en muchos aspectos, y el estrés de toda aquella frenética actividad se reflejaba en su rostro. – Te agradezco enormemente que hayas venido, a pesar de lo ocupada que debes estar.
Mis labios se curvaron en una incontrolable sonrisa. No me podía quejar con cómo estaban marchando las cosas últimamente en mi vida.
En primer lugar, mi relación con Sesshomaru se había vuelto más estable, tras la última conversación que habíamos tenido; Towa había obtenido finalmente sus papeles y había sido adoptada legalmente por su padre; Ayumi debutaría como solista definitivamente a finales de verano; y por último, yo… Mai me había ofrecido la oportunidad de diseñar algo para su marca, basado en los bocetos que le había dado.
Al parecer, les había gustado mi idea, y la marca Nadeshiko justo estaba pensando en ampliar su rango de mercado, haciendo una tentativa en la moda juvenil, justo donde entraba mi papel. Si lograba transmitir su esencia en prendas ideadas para un público menos maduro, era posible que me contratasen definitivamente, aunque yo era feliz con el simple hecho de que me estuvieran dando la oportunidad de diseñar algo con ellos respaldándome.
Por ese motivo, había pasado mañanas y madrugadas trabajando en distintos patrones mientras que por las tardes seguía yendo a la floristería a ayudar a la señora Takahashi. Después de aquella experiencia, podía concluir en que no recomendaría jamás a nadie el pluriempleo, puesto que no dejaba ni un solo espacio para mí misma en todo el día. Aunque pudiera soportarlo de forma puntual, una parte de mí estaba deseando que pasara el plazo de entrega para poder volver a una rutina un poco más pacífica.
Y aquel domingo, mi único día de descanso, había decidido acompañar a Sesshomaru y Towa en una de las rondas de compras de lo todo lo que iba a necesitar la muchacha para su nueva vida. El profesor Taisho había sido muy claro al decirme que no hacía falta que les ayudase, pero yo había insistido. Tenía muchas ganas de estar con ambos.
- Estoy muy contenta de poder pasar el día con vosotros, no es molestia alguna. – Respondí al considerado agradecimiento del demonio.
El profesor Taisho nos llevó en su auto hasta un centro comercial mientras Towa, en el asiento trasero, me enseñaba emocionada el teléfono móvil que le había proporcionado su padre. Al parecer, había llegado a comprarlo justo antes de que ella fuera ingresada en la institución, pero no había podido enseñarle a utilizarlo hasta que no hubo salido oficialmente de allí como su hija.
La muchacha había estado viviendo por tanto tiempo al margen de la sociedad y la tecnología que aquel tipo de aparatos le suscitaban una reacción exagerada. Su nivel de excitación era similar al de una niña que acaba de descubrir cómo funciona un juguete nuevo, aunque podía comprender perfectamente que se sintiera así para ella.
Una vez en nuestro destino, los tres debatimos brevemente hasta decidir cuál era la prioridad aquel día, y finalmente llegamos a la conclusión de que el objetivo sería cimentar un fondo de armario para la joven. En aquellos momentos vestía ropa deportiva de su padre, la cual resultaba tan grande para ella que daba la sensación de que Towa estuviese nadando entre pedazos de tela sueltos. Ella no parecía disconforme con el hecho de que no se marcasen las formas de su cuerpo, pero dado que la moda era mi especialidad, Sesshomaru confiaba en que pudiera ayudarla a seleccionar algo que fuera de su gusto.
Para comenzar, entramos a una tienda con prendas más básicas que pudiera llevar en su día a día. Nos divididos de manera que Towa, acompañada de su padre, seleccionara algunas prendas que llamaran su atención mientras yo hacía lo mismo por mi lado. Quedamos en reunirnos después de aquella primera vuelta frente a los probadores.
Para cuando me dirigí a aquel lugar, el demonio me informó que su hija ya había entrado a uno de los cubículos. Entonces, alzó la ceja al identificar una de las prendas que cargaba conmigo.
- ¿Es eso un vestido, Kaori? – Inquirió.
- Sí, bueno… Nunca la he visto llevar algo así, pero creo que resaltaría mucho su figura.
En realidad, el patrón era el mismo que el de una camisa, pero más largo, con los bajos de la falda acabados en cuatro puntas en lugar de en círculo, como haría un vestido tradicional. El estampado de cuadros negros y rojos le daba un aire punk, el cual pensé que podría gustarle, dado que la joven parecía huir de un estilo más femenino. Completando el conjunto con un cinturón y unas medias oscuras, pensé que podría ser un buen candidato para que le gustase.
Su padre, sin embargo, me lanzó una mirada escéptica.
- Hm… Bueno, mucha suerte. Towa ha entrado en el cubículo número dos.
Como había sospechado, la joven no acostumbraba a vestir prendas femeninas. Lo tendría en cuenta para cuando viese su reacción al vestido. Siguiendo las indicaciones de su padre, me acerqué a la cortina del probador en el que se había metido la joven.
- Towa, ya estoy aquí. ¿Cómo vas?
- Ah, eh… - Dudó la joven antes de descorrer la cortina. – Creo que… Esto me gusta.
La muchacha me mostró el conjunto que se había probado, compuesto de una ancha sudadera gris, con motivos de graffitis en vivos colores. Para la parte inferior, había elegido unos pantalones cargo de color beige que no terminaban de convencerme. Una vez más, aunque fuesen de su talla, su figura se veía ahogada entre tanta ropa ancha.
- Hmm… Si quieres mi opinión, creo que cada pieza por separado está bien, aunque yo las combinaría de otra manera. – Le mostré alguna de las prendas que cargaba mientras explicaba. – Mira, pienso que la sudadera quedaría mejor con unos pantalones pitillos, como estos. Y esos pantalones destacarían más si llevas un crop top, o al menos, algo más ceñido en la parte superior. Pero, sobre todo, te recomiendo usar una pieza de un color más oscuro.
La joven frunció los labios mientras escuchaba mis apreciaciones. Aunque sus ojos permanecían fijos en la ropa que sostenía entre mis brazos.
- ¿Eso es… un vestido? – Me preguntó, casi con temor.
Tomé la percha de la que colgaba la prenda por la que me había preguntado y se la mostré completamente estirada.
- Sí. – Antes su más que evidente incomodidad, me apresuré a añadir. – Aunque, si no te gusta, no tienes por qué probártelo.
La joven apretó los puños, con sus pensamientos claramente en conflicto.
- No... No sé. – Trató de explicarse ella, con la cabeza gacha.
- ¿Quieres contarme qué sientes al respecto? – Me ofrecí.
Ambas volteamos la cabeza al ver cómo un par de chicas entraban charlando alegremente a la zona de probadores. Towa me invitó entonces a pasar al interior del cubículo para poder hablar con algo más de intimidad. Una vez allí dentro, me pude percatar de que toda la ropa que había seleccionado la joven parecía provenir de la sección masculina.
- Verás, yo… Creo que… - Musitó Towa, con las manos hundidas en los bolsillos del pantalón que llevaba puesto. – Hace mucho tiempo que dejé de percibirme a mí misma como una mujer. – Sentenció, alzando sus ojos finalmente hacía mí. – Durante el período Sengoku, cuando comencé a viajar junto a Setsuna, no era común ver a dos mujeres solas. Entonces me corté el pelo, de modo que, al menos de lejos, me tomasen por un varón y se lo pensaran dos veces antes de atacarnos. Con el tiempo, me di cuenta de que resultaba más beneficioso ser percibida como un hombre, pues me ahorraba recibir atención y comentarios indeseados como los que mi hermana recibía…
Asentí, comenzando a comprender los derroteros hacia los que se dirigía aquella conversación.
- ¿Te percibes entonces a ti mismo como un hombre, Towa?
La joven arrugó la nariz, en un claro gesto de rechazo.
- No, no, en absoluto. – Negó categóricamente. – Pero… Tampoco me considero femenina, por lo que… Me resulta un poco conflictivo ese vestido.
Me había equivocado con mis conclusiones, pero entendía lo que me quería decir. Towa parecía sentirse más cómoda dentro de un espectro más andrógino, pero quería hacerle entender que eso no tenía por qué significar ocultar su cuerpo o rechazarlo.
- Lo comprendo, pero… Me gustaría decirte que, aunque están tradicionalmente asociados a lo femenino, las faldas o vestidos no dejan de ser pedazos de tela. Es decir, no tienen género ni deberían definirlo. – Señalé, vigilando las expresiones de la medio demonio para detener mi discurso, en caso de que incomodarla. – Lo que quiero decir es que… Había elegido este vestido teniendo en mente que nunca te he visto llevar ropa más ceñida o tradicionalmente "femenina". De hecho, creo que podía ajustarse a esa concepción de género no binario que me comentas, así que, si te parece bien, pruébatelo, a ver cómo te sientes. No pasa nada si no me lo quieres enseñar, o si no te gusta finalmente cómo te ves con él, pero… Creo que puede ser positivo que le des una oportunidad, ¿sí?
Towa parpadeó varias veces, asimilando lo que le acababa de decir.
- La verdad es que… Nunca lo había pensado de ese modo. – Admitió, dejando escapar una risa nerviosa. – …Está bien, le concederé al menos un intento. Confío en tu criterio.
Salí del cubículo para que la joven pudiera cambiarse con calma, sin ningún par de ojos para juzgarla ni para cuestionar sus decisiones. Al final, Towa se probó todas las prendas que yo le había traído, y sorprendentemente, decidió llevarse la gran mayoría de ellas, incluido el vestido de cuadros. Towa dijo que no sabía si se atrevería algún día a ponérselo para salir a la calle, pero que no había un sentido rechazo completo cuando se había visto al espejo con la prenda puesta.
Me hizo feliz haber contribuido, aunque fuese un poco, a ayudarla a hacer las paces con su imagen personal. Quizás también reflexionaría un poco más respecto a su identidad de género, lo cual también me parecía positivo. Al menos yo era de la opinión de que, cuando uno sabe quién es con mayor certeza, tiene más posibilidades de sentirse a gusto en su propia piel.
Tras haber seleccionado también prendas de ropa interior para completar el fondo de armario, los tres nos dirigimos al mostrador para pagar. Towa se veía satisfecha, mientras que la sombría expresión de Sesshomaru me resultaba completamente indescifrable.
No estaba segura de si había algo de la compra que le hubiera podido disgustar, dado que no había mostrado demasiado interés en las prendas concretas seleccionadas por su hija. Pero no lograba sacudirme la sensación de que había vislumbrado alguna emoción agitándose bajo su perfecta máscara de hielo.
La siguiente gestión que padre e hija querían realizar aquel día consistía en contactar con alguna agencia inmobiliaria para encontrarle un lugar donde residir a la joven, dado que ambos coincidían en que no querían convivir juntos.
- Hum… Opino que, para empezar a buscar, un buen criterio para elegir la zona sería tener en cuenta dónde está el instituto al que va a asistir Towa, ¿no? - Ambos individuos de cabello plateado se detuvieron en seco, quedándose completamente en blanco con aquella apreciación por mi parte. - ¿Aún no… habéis decidido?
La hija de Sesshomaru carraspeó.
- Bueno… - Musitó ella, llevándose las manos a la nuca. - No creo que me haga falta tener estudios, me seguiré buscando la vida, como he hecho hasta ahora… - Se excusó la muchacha con una nerviosa sonrisa.
- Ni hablar, me niego a permitir que te metas en asuntos turbios de nuevo. ¿Para qué he estado perdiendo mi tiempo en todo el procedimiento legal de adopción entonces? ¿Para que vuelvas a malvivir como una criminal? – Le contradijo su padre con tono cortante. – Además, no tiene sentido que te fuerces a ganar dinero de cualquier forma, sabes que puedo mantenerte de sobra.
- ¡Es mi vida, no te metas! ¡Seguro que me contratan en cualquier sitio!
El profesor Taisho frunció el ceño, sin ocultar su irritación.
- Salvo eso, puedes hacer lo que te de la real gana… - Gruñó el padre. - ¿Tanto te cuesta obedecer una sola cosa que te pido?
Estaba convencida de que aquel tema era uno de los grandes causantes del evidente agotamiento mental del demonio. Las chispas saltaban entre ellos de forma más que evidente…
- Vamos a ver, parad los dos un momento, tiempo muerto… - Les pedí, imitando el gesto de un árbitro en una competición deportiva. - Towa, según tu carné de identidad, tienes 15 años, por lo que deberías estar en el instituto, con más razón porque no tienes ni los estudios más básicos. Una vez los completes podrás hacer lo que quieras, pero ahora mismo podría levantar sospechas. Incluso podrías tener que volver al orfanato.
Sin embargo, la joven se cruzó de brazos.
- No tengo intención de llevar todos los días uno de esos ridículos uniformes marineros con falda. – Masculló entre dientes la joven.
Hundí los hombros, destensando la postura rígida de mi cuerpo. No me costaba comprender por qué aquella idea la incomodaba, después de lo que habíamos hablado en el probador de la tienda de ropa.
- Y no tienes por qué hacerlo, Towa. – Respondió el profesor Taisho. - Puedes llevar el uniforme masculino, y sabes que yo mismo defenderé tu decisión si algún responsable del instituto pone problemas. Así que no es excusa.
A pesar del ofrecimiento de Sesshomaru, la joven parecía más ofuscada que agradecida por sus intentos de respaldar su decisión. Como si aún le costase aceptar nada que viniera de él.
- No me apetece soportar regañinas a diario por algo tan estúpido. – Resopló la joven, cerrándose en banda.
Viendo la postura defensiva de Towa, con los brazos cruzados bajo el pecho y la mirada gacha, me recordó a su lenguaje corporal cuando la había visitado en el orfanato. En realidad, estaba de acuerdo con Sesshomaru respecto al tema de que el uniforme no debía de suponer un impedimento. Aunque sabía que era cierto que la perspectiva de llevar falda la abrumaba, tenía la impresión de que trataba de ocultar algo más bajo aquel pretexto, incluso cuando no era mentira del todo.
- No tiene por qué ser un conflicto constante, Towa, pues en muchos sitios ya se ha implantado el uniforme femenino con pantalón, por lo que podemos hacer una búsqueda filtrado por institutos con esas características. – La informé, acariciando su hombro con suavidad. Sin embargo, en lugar de sentirse aliviada, la joven se encogió aún más, confirmando mis sospechas. – Acaso… ¿El problema es que temes no poder hacer amigos, como en el orfanato?
La chica frunció los labios. Su padre la observaba en un tenso silencio, expectante de la respuesta de su hija.
- No, yo no necesito a nadie… Estoy acostumbrada a estar sola.
Sesshomaru la observó con amargura, comprendiendo algo más allá que a mí se me escapaba. Lo único que entendía por el silencio de ambos, era que Towa mentía al afirmar que se encontraba conforme con esa situación. Quizás era que no sabía bien cómo relacionarse con otros jóvenes, que a pesar de aparentar una edad similar a la de ella, no había vivido ni la mitad de tiempo ni eventos traumáticos que ella sí.
Entendía que eso podía general una insalvable distancia con los demás adolescentes, pero resignarse a la soledad por ello no se me antojaba como una solución...
Antes de poder abrir la boca para ofrecerle algo de consuelo a Towa, sentí el repentino tacto de una mano sobre mi hombro que me hizo sobresaltar.
- ¡Rin, dichosos los ojos! – Tronó la poderosa voz de Momoka. - ¡Últimamente no hay quien te vea el pelo!
Me giré para encontrarme con sus oscuros ojos azabache, los cuales refulgían con un brillo malicioso en el fondo de ellos. Dejé escapar una risa incómoda al ser consciente de que me había llamado por mi apodo de infancia delante de las personas que menos quería que lo escuchasen.
- Hola, Momoka, me alegro mucho de verte… - La saludé, sin demasiado entusiasmo. La quería muchísimo, pero su personalidad me abrumaba en una situación tan delicada como aquella, sobre todo a sabiendas de su ferviente interés por conocer a Sesshomaru. – Es una amiga de la infancia, venimos del mismo pueblo. – Le expliqué brevemente a mis acompañantes, disculpándome silenciosamente con la mirada.
Definitivamente, aquel no era el mejor momento para cruzarme con ella.
- Asumo que tú eres el motivo por el cual nuestra Kaori ha estado tan desaparecida, ¿me equivoco? – Asumió Momoka, lanzando una indiscreta mirada al hombre de cabello plateado.
Él le respondió con una cortés inclinación de cabeza.
- Mi nombre es Sesshomaru Taisho. – Se presentó de forma automática, con el mismo tono profesional que empleaba en el trabajo. – Y me temo que sí, últimamente le he estado robando bastante tiempo a tu amiga. – Añadió cortésmente.
Mi amiga me dio un codazo en las costillas, sin ocultar su emoción por conocerlo finalmente.
- Lo entiendo, la verdad, yo tampoco querría perderme ni un solo segundo de estar al lado de un bombón así. – Comentó mi amiga, haciéndome desear que la tierra me tragase en ese momento para evitarme pasar aquella vergonzosa situación. No le vendría nada mal tener algo de filtro antes de hablar, en especial con personas que acababa de conocer. – Yo soy Momoka Haneda, ¿y tú eres…? – Inquirió ella, dirigiéndose directamente a la hija de Sesshomaru.
La joven, a pesar de la delicada conversación que estábamos manteniendo apenas unos instantes atrás, le dedicó una educada sonrisa. Tanto padre como hija eran muy buenos ocultando sus emociones frente a desconocidos.
- Towa Taisho, encantada.
Mi amiga tenía la misma mirada que un periodista que acababa de destapar una exclusiva. No me cabía duda de que le retransmitiría a Tomoki el hecho de que había conocido a Sesshomaru y a su hija en cuanto tuviera la oportunidad.
No tenía nada de malo en sí que se interesase por mi pareja y sus circunstancias, pero no podía evitar sentir una opresión en la boca de mi estómago. Aquellas personas a mi lado habían pasado por mucho más que cualquier otro ser humano, provocándome un irracional deseo de protegerlos de cualquier cosa que pudiera incomodarlos o remover sus más profundas emociones.
- ¿Has venido sola al centro comercial, Momoka? – Le pregunté, extrañada por verla sin un acompañante.
La peluquera emitió un dramático suspiro, poniendo los brazos en jarras.
- Así es. Ayumi está apagada y fuera de cobertura debido a las largas prácticas para su debut, Tomoki ha vuelto al pueblo para visitar a sus padres, y tú tampoco has respondido a los mensajes de nuestro grupo durante semanas. – Sentí una punzaba de culpabilidad. No había sido mi intención ignorarles, pero era cierto que había estado ocupada y había tenido mucho en lo que pensar. Quizás sí que debería haberme comunicado un poco más con ellos, en especial con Momoka, quien a pesar de haber sido siempre la más ocupada de los cuatro, era quien más se esforzaba por coincidir con nosotros, haciendo malabares para ajustar su agenda. Podía comprender que la hiciera sentir molesta que ni siquiera hubiera contestado a sus intentos de pasar tiempo conmigo. – Así que he intentado buscarme alguna cita improvisada, pero también me ha dejado tirada. Así que ese es el panorama.
Casi podía ver el peso de los frenéticos horarios de Momoka sobre sus hombros. Se sentía desplazada de todos por culpa de su trabajo, y aunque trataba de afrontarlo con su actitud jovial, podía comprender que estuviese llegando a su límite. Hacía mucho que no nos poníamos al día.
- ¿Quieres que quedemos para tomarnos algo la semana que viene? – Le ofrecí. – Sólo tú y yo, cuando te venga bien.
Momoka me respondió con una astuta sonrisa:
- ¿Y por qué no hoy? ¿Hay algún problema si me uno?
Lancé una mirada llena de incomodidad a Towa y Sesshomaru. No había sido mi intención comprometerles de aquella manera, cuando tenían tantas gestiones que hacer…
- Eh… Yo quiero irme a casa ya, que estoy cansada. – Se excusó la hija del profesor rápidamente, recuperando las bolsas de la compra que cargábamos entre Sesshomaru y yo. – Los adultos podéis quedaros a divertiros un rato más.
La muchacha entonces se marchó con una radiante sonrisa, escapando de aquella encerrona como alma que lleva el diablo. Entonces dirigí una mirada dubitativa al profesor Taisho. No quería obligarle a involucrarse en un compromiso que yo había iniciado por mi cuenta.
Sabía que no estaba acostumbrado a relacionarse con otras personas de forma casual. Que le costaba bajar su guardia, y todo aquello estaba sucediendo tan deprisa que…
- ¿Conocéis algún sitio bueno en los alrededores para beber, entonces? – Inquirió el demonio, sacando su teléfono móvil del bolsillo para buscar recomendaciones en internet.
- ¡Cualquier sitio vale, tú busca lo que pille más cerca! – Le animó Momoka, comprometida con la causa.
Miré perpleja a Sesshomaru por unos instantes, antes de balbucear:
- ¿V-vienes con nosotras? ¿No tenías más gestiones que hacer?
Él me dedicó una cálida mirada que me derritió el corazón.
- Puedo dejarlo para otro día.
Al final, acabamos en una izakaya cercana al centro comercial. Momoka pidió su acostumbrada cerveza, Sesshomaru una botella de sake, mientas que yo había decidido no beber alcohol para mantener el control de la situación. Mi amiga se podía volver más impertinente que de costumbre se pasaba con las copas…
- No entiendo por qué Tomoki estaba tan preocupado por ti, Kaori. A mí me pareces un encanto, Sesshomaru.
- Supongo que soy demasiado estricto con mis alumnos. – Repuso él educadamente. – No me gusta que se relajen demasiado en mi asignatura porque sea un profesor joven.
- Cierto, cierto. Desde luego, distas mucho de la típica imagen de profesor universitario, siempre me he imaginado que eran todos unos carcamales… ¿Qué edad tienes?
Carraspeé, alarmada por el rumbo personal que estaban tomando sus preguntas.
- Momoka… - La regañé, dándole un suave puntapié por debajo de la mesa.
- Tengo treinta y cuatro años. – Respondió él, recitando aquella mentira con absoluta calma, completamente acostumbrado a hacerlo de forma automática.
- ¿Y tu hija? Debiste de tenerla muy joven.
Completamente excluida de la conversación, apoyé los codos sobre la mesa, escuchando atentamente su conversación. En el fondo, me tranquilizaba no notar nerviosismo alguno proveniente de Sesshomaru, por lo que supuse que se había inventado de antemano una historia que no levantase sospechas.
- Bueno… - Meditó él, sirviéndose más sake en la copa. – Mi esposa y yo nos conocimos en el instituto, nos casamos justo después de la graduación. Towa vino a nuestras vidas poco después de eso.
- Qué pareja más precoz. – Comentó Momoka, tomando unos aperitivos del centro de mesa. - ¿Tú no quieres comer un poco, Kaori?
- Deberías tener un poco más de tacto, Momoka… Se trata de la vida de una persona, no de una telenovela.
Mi amiga se giró hacia el hombre de cabello plateado, haciendo una breve pausa en silencio para inspeccionarle. Casi podía leer sus pensamientos, convencida de que aquel hombre era suficientemente atractivo como para protagonizar cualquier serie de televisión.
- Dime, Sesshomaru, ¿te estoy molestando con mis preguntas?
Él tomó el aperitivo que mi amiga me había ofrecido directamente de su mano, dedicándole una serena expresión.
- En absoluto. Resulta comprensible que quieras saber con quién está saliendo tu amiga, en especial cuando hay una amplia diferencia de edad entre nosotros. - Momoka no podía ni hacerse una idea de qué tan descomunal era la verdad que señalaba el demonio.
La peluquera me lanzó una mirada cómplice antes de proseguir con su interrogatorio.
- Entonces, ¿qué fue lo que pasó con tu esposa? ¿Ya no estás con ella?
- Desafortunadamente… - El hombre hizo una pausa, apoyando los brazos cruzados sobre la mesa. – Ella era de constitución débil, y murió de una fuerte neumonía cuando nuestra hija tenía 7 años. Por suerte, yo ya había podido terminar mis estudios, pero fue gracias a la ayuda de mis suegros que pude centrarme en obtener rápidamente un buen trabajo para mantener a Towa sin su ayuda. Les debo mucho.
- ¿Tus suegros? – Inquirió mi amiga, frunciendo el ceño. - ¿Y tus padres, Sesshomaru?
El demonio exhaló un profundo suspiro. La tristeza que invadió sus ojos se sentía completamente real, a pesar de que tenía la certeza que el relato en sí era ficticio.
- Mi madre nunca aceptó la relación con mi mujer. Consideraba que no cumplía sus altas expectativas, e incluso intentó imponerme otras parejas bajo su criterio. – El profesor Taisho hizo una breve pausa para beber un trago de sake. - Y mi padre murió en un accidente, antes de que yo conociese a mi esposa siquiera, por lo que nunca pudo apoyar nuestra relación. Aunque estoy seguro de que lo habría hecho.
Momoka, enternecida por su relato, decidió invitar a la siguiente ronda. Sin embargo, en ese momento Sesshomaru se excusó un momento para ir al servicio. Fue en ese intervalo que mi amiga se volvió para mirarme con seriedad.
- Parece un buen hombre, no puedo negarlo. – Dijo ella, con sinceridad. – Pero me preocupa que aún no haya superado lo de su esposa… Ha debido de tener una vida difícil. Y eso explica por qué has estado tan implicada con él.
Asentí, dando un sorbo a mi bebida.
- Tiene una situación compleja entre manos, sobre todo con su hija pasando por una fase rebelde… - Añadí, tratando de ser lo más sincera posible con ella, mientras no revelaba detalles cruciales sobre la verdadera identidad de los Taisho.
Mi amiga depositó su mano sobre la mía, estrechándola con cariño.
- Entiendo que quieras ayudarle, pero ten cuidado de no volverte su enfermera personal. ¿Está viendo a algún terapeuta?
- N-no… - Admití.
- Quizás le vendría bien. Sospecho que aún está afectado, y me preocupa que eso pueda acabar haciéndote mal, Kaori.
Estaba claro que hubiera sido la solución más lógica, si se hubiese tratado de una persona normal. Pero él era un demonio… Aunque en ese momento pensé, que si él, un longevo demonio, daba clases de historia en la universidad, ¿no existía acaso la posibilidad de que otra criatura inmortal se hubiera especializado en salud mental?
No era tan descabellado, por lo que me merecía la pena investigarlo.
- Creo que tienes razón, Momoka. – Le respondí con una tímida sonrisa de alivio. – Intentaré proponérselo. Gracias.
- De nada, cariño. Sólo quiero que seas feliz. – La mujer alzó su jarra de cerveza, invitándome a brindar con ella. - Así que, si él es tu decisión ahora mismo, os deseo lo mejor a los dos.
Tras una ronda más de bebidas, la conversación finalmente se desvió a temas más livianos, y genuinamente pasé un buen rato. Incluso me pareció que Sesshomaru se estaba divirtiendo con las ocurrencias de Momoka, y su gracia para contar anécdotas jocosas de sus clientes más extravagantes en la peluquería.
Sin embargo, cuando mi amiga le echó el ojo a un apuesto joven que acababa de entrar al bar, supimos que aquel era el momento de retirarnos. La dejamos flirteando con el chaval en cuestión, y salimos del establecimiento.
De camino al lugar donde Sesshomaru había aparcado el coche más temprano, tanteé qué tal había sido su experiencia aquel día.
- Siento mucho que haya surgido de forma tan repentina lo de Momoka… Pero te agradezco mucho el esfuerzo que has puesto por llevarte bien con ella.
- En realidad, ha sido interesante conocer a alguien cercano ti. – Admitió él, introduciendo los pulgares en los bolsillos de su pantalón. – No te voy a negar que me agota seguirle el ritmo a personas como ella, pero me ha reconfortado ver lo evidentemente importante que eres para ella. No podría albergar sentimientos negativos por alguien que te aprecia de forma tan genuina.
Agradecía sus cándidas palabras, pero había algo en los hechos de aquel día que no me permitía quedarme tranquila del todo. La normalidad y calma de Sesshomaru se me antojaba antinatural después del transcurso de los eventos de aquel día: su sombría expresión tras haber salido de la tienda de ropa, la tensa discusión seguida de la huida estratégica de Towa, la detallada conversación que había tenido con Momoka sobre Rin… Incluso si había contado una versión muy distorsionada de los hechos, sus sentimientos eran reales. Sesshomaru había sido sincero incluso al hablar de la relación con su madre.
No podía creerme del todo que nada se hubiera revuelto en su interior al desenterrar aquellos temas. ¿O acaso yo estaba equivocada, y él no era tan frágil como me parecía?
No, no se trataba de mi percepción. Incluso Momoka había logrado percibir cuánto le seguía afectando todo aquello… hasta el punto de preguntarme si el profesor Taisho estaba bajo tratamiento psicológico. ¿Sería muy insensible sugerirle en esos momentos lo de acudir un terapeuta? Aunque estaba convencida de que se negaría en el acto.
Detuve la espiral de mis pensamientos al notar que Sesshomaru se detuvo en seco al percatarse de un insólito hecho. Habíamos atravesado de cabo a rabo la calle en la que había aparcado el coche horas antes, pero… Yo no estaba del todo segura de si podíamos haberlo rebasado sin querer, dado que no había estado prestando especial atención a por dónde caminábamos. Pero no había manera de que el demonio lo hubiese pasado por alto. ¿Cómo podía desaparecer algo tan grande sin dejar rastro?
- ¿Y-y el coche…? – Inquirí sin ocultar mi nerviosismo.
El demonio frunció el ceño antes de comprobar sus pertenencias dentro de los bolsillos. Aún conservaba las llaves de auto, de modo que no habían sido robado, así que, ¿cómo…?
El profesor Taisho chasqueó la lengua mientras extraía su teléfono móvil, de mal humor.
- Towa… - Fue todo lo que el demonio masculló antes de colocarse el aparato junto al oído.
- ¿Ella? Pero, ¿cómo…? – Mis preguntas quedaron sin respuesta cuando la joven contestó al otro lado de la línea.
- Buenas noches, Padre. – Alcancé a escuchar extremadamente alegre voz de la joven a través del altavoz, casi en tono de burla. - ¿Qué es lo que pasa?
- ¿Has vuelto a casa en el coche? – La interrogó él, sin más preámbulos.
- Claro, ¿cómo sino iba a cargar todas las bolsas hasta aquí?
El profesor Taisho suspiró, exasperado.
- No vuelvas a hacer nada ilegal, Towa. Nos meterás en problemas a ambos.
Apenas escuché la retahíla excusas de la hija de Sesshomaru de forma ininteligible, dando pie a que ambos volviesen a discutir de nuevo.
Si Towa no tuviera que mantener su identidad falsa como menor de edad, en realidad, simplemente podría haberle pedido las llaves del coche al profesor Taisho. Había sido cautelosa al salvaguardar la coherencia de aquella fachada delante de mi amiga, sin embargo, conociendo el contexto de actividades ilícitas en el que la chica que había desenvuelto mientras protegía a su tío Inuyasha, sospechaba que estaba más que acostumbrada al robo y conducción de vehículos sin acreditación. Por lo que tampoco le había supuesto ningún tipo de conflicto no poder pedirle las llaves a su padre delante de Momoka… Y Towa había terminado asumiendo que podía hacerlo, como si fuera lo más normal del mundo.
Aquella muchacha definitivamente tenía muchos malos hábitos de los que deshacerse.
- Esta chica es incorregible… - Se lamentó Sesshomaru tras haber colgado la llamada. – No te preocupes, Kaori, llamaré a un taxi para que te deje en casa…
En ese momento, sostuve el brazo del demonio para detener la llamada que estaba a punto de realizar.
- En realidad… Me gustaría pasar algo más de tiempo contigo hoy… ¿Sería posible?
Después de lo que había pasado aquella tarde, me había convencido a mí misma de que no era buena idea dejar que padre e hija coincidieran en un mismo espacio. Al menos, no hasta que se atenuase la frustración de Towa de verse obligada a estudiar rodeada de seres humanos, y que a Sesshomaru se le pasaran las ganas de reprender a su hija por haberle robado el coche. Con aquella tensión flotando entre ellos, estaba segura de que ambos acabarían discutiendo, deteriorando su recién reconstruida relación.
Además, por mi parte, seguía preocupada de cómo podía haberle afectado a Sesshomaru la conversación con Momoka, por lo que necesitaba asegurarme de que estaba todo bien. Necesitaba hablar un poco más con él hasta quedarme tranquila.
Sin embargo, a pesar de haber reservado una habitación de hotel para pasar la noche, Sesshomaru no se había mostrado demasiado receptivo para conversar después de la discusión telefónica con Towa. Había dicho que le dolía la cabeza, y que necesitaba darse una ducha para aclarar su mente.
Inicialmente, yo había estado de acuerdo en darle algo de espacio, pero… Me sentía cada vez más intranquila, esperándolo sentada en la cama mientras intentaba distraerme con el teléfono móvil. Junté los muslos, escuchando el lejano sonido de la ducha. ¿Cuánto tiempo llevaba allí metido? ¿Estaría realmente bien dejarlo solo…?
Incapaz de contener mi inquietud, finalmente me puse en pie para dirigirme al cuarto de baño. Entonces llamé a la puerta firmemente con los nudillos.
- Sesshomaru… - Le llamé con la voz más clara que pude. - ¿Puedo entrar?
- Pasa. – Me invitó él con seguridad.
Sorprendida por la inesperada firmeza de su voz, accedí rápidamente a la estancia. En el aire flotaba una nube de vapor que se adhería a la mampara de la ducha, emborronando la esbelta figura del demonio. Pequeñas gotas caían de aquella pantalla semi-traslúcida que nos separaba.
- ¿Necesitas algo, Kaori? – Preguntó él ante mi silencio.
- ¿Puedo acompañarte? – Le pregunté, posando mis dedos sobre el borde de la hoja de cristal, temiendo su rechazo.
Vi cómo el demonio alzaba su mentón, inicialmente cabizbajo, en mi dirección.
- Hm… Claro.
Sin haber preparado ni una sola manera de abordar aquella situación, me concentré en desvestirme sin perder el equilibrio. Dejé caer cada una de mis prendas sin orden en el suelo, y accedí la interior de la ducha.
Cuando entré en aquel espacio reducido donde el agua corría sin descanso, noté que la mirada de Sesshomaru parecía ensombrecida, aunque su cuerpo me recibió con un lenguaje corporal receptivo, sin alejarse u ocultarse de mí.
Las marcas púrpuras del cuerpo y rostro del demonio se encontraban perfectamente visibles, siendo recorridas por las corrientes que fluían desde la alcachofa. A pesar de su cabizbaja postura, el demonio era tan alto que casi podía rozar el lugar del que caían las gotas con la coronilla.
Entonces alargué los brazos para alcanzar su rostro, deseosa de comprender lo que pasaba por su mente.
- ¿Qué es lo que ocurre, Sesshomaru? – Inquirí con la voz ahogada por el sonido del agua cayendo. – Te he estado notando raro a lo largo del día de hoy.
El demonio parpadeó, casi como obligándose a salir de algún tipo de trance, y me mostró una forzada sonrisa. Para mi sorpresa, él no intentó negar ni ocultarme lo que sentía:
- Durante todo el día de hoy… He vuelto a cuestionarme si esta vez… Bueno… Si estoy siendo un buen padre para Towa. – Explicó, con las facciones de su rostro delatando su tormento interno. – Esa chica me resulta indescifrable, y no tengo ni idea de cuando estoy haciendo lo correcto o no.
Conmovida por aquella preocupación que sonaba tan humana como cotidiana, tracé con mis dedos el recorrido de las líneas moradas dibujadas sobre sus pómulos.
- Si te sirve mi punto de vista, yo creo que Towa está pasando por un momento muy delicado, y es normal que puedas pensar que lo estás haciendo todo mal. Sin embargo, estoy convencida de que el resentimiento de Towa hacia ti está desapareciendo, Sesshomaru. Ya no habla de ti con tanto desdén como cuando la conocí por primera vez, pero… Creo tampoco sabe muy bien cómo interactuar contigo en un contexto más relajado. Aun así, sigo opinando que ambos vais por el buen camino. – Le reafirmé, mostrándose una sonrisa que esperaba le transmitiera algo de tranquilidad.
Sin embargo, mis argumentos no parecieron funcionar tan bien como había planeado.
- Pero ella… Se ha comprado un vestido cuando has ido a hablar con ella. – Masculló él, torturado.
- ¿H-hay algo malo con eso, Sesshomaru? ¿He hecho algo que no debía?
Entrelacé mis dedos con nerviosismo. Ahora comenzaba a estar preocupaba por haber añadido más leña al fuego sin darme cuenta.
- Todo lo contrario. – Sus ojos se clavaron en los míos, como leyendo mi alma. – Towa comenzó a rechazar su feminidad a temprana edad, desde que la separé de su madre y pasó a vivir con Kagome e Inuyasha. Pero fue cuando que su hermana… Desde que Setsuna nos dejó, ella se cerró por completo en ese aspecto. No tengo ni idea de cómo has conseguido que acepte comprar algo así. Y no dejo de preguntarme por qué… Por qué sigo sin entenderla lo más mínimo, después de tanto tiempo, mientras que parece que tú sí la comprendes como su propia hermana lo hacía.
Acaricié el brazo de Sesshomaru, en un intento de reconfortarle.
- Si te sirve de consuelo, en realidad, yo tampoco sé del todo cómo se siente… Pero, dado que vuestra relación ha sido complicada, debes dar tiempo y espacio para que pueda comenzar a abrirse contigo. Ha pasado mucho tiempo cuidándose de ti, y resintiéndote… Por lo que es más que natural que le resulte más fácil bajar su guardia conmigo, al menos de momento. Creo que lo estás haciendo lo mejor que puedes, ahora sólo puedes seguir intentando entenderte con ella para que, poco a poco, se vaya sincerando gradualmente contigo.
El demonio envolvió una de mis manos con sus garras despacio, suavizando su expresión finalmente.
- Ojalá sea como dices, Kaori. – Respondió, en un susurro.
El dorado de los ojos del profesor Taisho pareció recobrar algo de su vitalidad con aquella esperanza, aunque era evidente que no podría sacarse aquel tema de la cabeza con facilidad. Aquel hombre necesitaba un poco de tregua y paz mental.
- Date la vuelta. – Le pedí, agarrando los pequeños botes de champú que el hotel había puesto a nuestra disposición en las baldas dentro de la ducha. – Voy a lavarte el pelo.
Él se mostró desconcertado por aquel ofrecimiento, más no se opuso. Obedientemente, el poderoso demonio me dio la espalda antes de arrodillarse en el suelo.
- N-no hacía falta, podías haberte quedado de pie… - Musité.
- Así te será más fácil, no me importa. – Respondió con su calmada voz, llena de calidez.
Agradecida internamente por su consideración, llené mis palmas de producto para el cabello, y me arrodillé detrás de él para hundir los dedos en su melena. Sesshomaru echó la cabeza ligeramente hacia atrás al sentir el masaje sobre su cuero cabelludo. Pude atisbar que tenía los ojos cerrados, en una completa expresión de paz.
- ¿Te gusta que te toquen el pelo, Sesshomaru? – Le pregunté, enternecida por su reacción.
- Hm… Resulta nostálgico. - Meditó él, ronroneando con su aterciopelada voz. – Nadie lo ha lavado por mí desde que era niño. Había olvidado lo agradable que resulta.
- ¿Te refieres a tu madre? – Inquirí, preguntándome si al menos durante su infancia había estado en buenos términos con ella.
El demonio negó ligeramente con la cabeza.
- No, hablo de mi Padre…
Mis labios se entreabrieron, sorprendida por su respuesta. Jamás hubiera esperado que en el pasado distante hubiera sido una figura masculina quien se hubiera encargado de un cuidado tan delicado como el del cabello. Supuse que debía de tener sentido en una época donde no era extraño que los hombres llevasen el cabello largo.
En cualquier caso, me gustaba escuchar el cariño implícito con el que Sesshomaru había mencionado a aquella persona.
- Creo que nunca me has hablado de la relación que tenías con tu padre, Sesshomaru. – En el caso de su madre, me había quedado claro que tenían una historia complicada, pero no parecía aplicar de igual manera a su otro progenitor. - ¿Te llevabas bien con él?
Los ojos dorados del demonio se abrieron lentamente, a pesar de que mis dedos seguían recorriendo sus hebras plateadas.
- Le admiraba más que a nadie en el mundo. Desde niño, quería ser como él para poder estar a su altura... – Dijo, sumido en la nostalgia. – Pero murió mientras estábamos en malos términos, por lo que, durante un largo tiempo, seguí resentido con él y con sus acciones antes de dejar de este mundo. Después de todo, no terminaba de comprender sus intenciones en vida, por lo que me convencí a mí mismo de que nunca le importé ni me quiso. – El demonio curvó sus labios ligeramente. – Supongo que, en el fondo, puedo entender cómo se siente Towa respecto a mí. No somos tan distintos después de todo.
Mientras él hablaba, me puse en pie un momento para alcanzar la alcachofa de la ducha y enjuagué su cabello su cabello con cuidado. Entonces pude pasar a aplicarle el acondicionador.
- Si comprendes como se siente, estoy segura de que podéis llegar a algún entendimiento, tarde o temprano. – Comenté, concentrada en recubrir las puntas de suavizante. El color pastel del producto se confundía con el plateado de aquellas hebras al extenderlo, por lo que si perdía la concentración podía olvidar fácilmente en qué zonas ya había aplicado el acondicionador. – Piensa que Towa, a diferencia de ti, sigue teniendo a su padre para aclarare todos los malentendidos y recordarle que lo importante que es para él. Así que no me cabe duda de que podéis arreglar vuestra relación.
- Hmm… - Asintió el demonio, echando nuevamente la cabeza hacia atrás, relajándose bajo mi contacto.
Era casi como si aquel esperanzador mensaje, junto con las dulces memorias de su infancia, mezclada con la aplicación de los jabones hubieran logrado finalmente despejar su mente de aquellas preocupaciones. Me alegraba que el consuelo fuera bidireccional entre nosotros; después de todo, él también me había ayudado a sentirme reconfortada cuando le había hablado de mis asuntos.
Tras haber terminado el exhaustivo masaje sobre su cabello, mucho más largo que el mío, aclaré cada sección, casi mechón a mechón, sintiendo su textura volverse como la de la mismísima seda entre mis dedos. Aún cautivada por aquel divino color plateado, el demonio se volvió hacia mí, capturándome esta vez con el dorado de sus ojos.
- ¿Ya has terminado? – Preguntó.
- S-sí… - Asentí, ligeramente intimidada bajo la intensidad de su mirada.
- Bien… – Repuso en un suspiro. – Entonces, ¿puedo preguntarte yo una cosa?
- Claro, lo que quieras…
Sesshomaru estudió mi rostro durante unos interminables segundos, durante los cuales mi corazón comenzó a palpitar con fuerza. La imagen de su hermoso cabello mojado, adherido sobre su húmeda piel, me distraía de sus pupilas fijas en mí. No podía evitar que mi mirada recorriese sus hombros, clavícula y pecho, dejándome completamente sin aliento.
Jamás conseguiría acostumbrarme a su inmaculada belleza.
- ¿Cómo te sientes tú al respecto del día de hoy? – Inquirió el demonio en un grave susurro.
Notas: Aún recuerdo lo que me costó condensar todo lo que quería contar en este capítulo, espero que os haya gustado el resultado. Sé que el corte de escena al final es un poco repentino, pero era el único lugar donde podía hacerlo si no quería que se hiciera eterno.
La verdad es que en esta historia no había tenido ocasión de hablar de la relación de Sesshomaru con su padre, por lo que me ha hecho feliz poder sacar el tema a la luz.
También estoy muy contenta con el desarrollo de Towa, aunque aún quedan muchos detalles que no conocéis, el presente refleja una gran parte de su trayectoria vital tras la muerte de su madre. Siempre pensé que el personaje de Towa podía ser canónicamente un personaje no binario mientras veía Yashahime, así que finalmente en mi historia va claramente por esos derroteros, lo cual me ha permitido hablar sobre el tema de la construcción del género. Y como me gusta meterme en fregados complejos, me he tirado de cabeza.
Tengo muchas ganas de que sigáis conociendo el pasado de Sesshomaru, pero paciencia, y todo a su debido tiempo.
Muchas gracias si seguís por aquí apoyando mi historia, significa muchísimo para mí.
¡Os deseo feliz año de nuevo, y ahora sí que sí, sin falta, nos leemos en dos semanas!
