Cap 41: Tauro

Jamás en su vida Pólux se había sentido tan impotente y sucio como en esos momentos. Desde que Hércules le ofreció aquel trato pensó en formas de rechazarlo sin que las consecuencias fueran demasiado graves. Todo era más sencillo cuando sólo debía velar por su hermano menor. Sin embargo, tener que cuidar del resto de los idiotas que querían ser santos era demasiado incluso para él. No podía velar por el bienestar de todos ellos al mismo tiempo. Y como único poseedor de cosmos divino dudaba que hubiera alguien más que pudiera apoyarlo que no fuera Atena, quien en esos momentos estaba ausente. En eso Hércules le llevaba una gran ventaja porque cualquier mortal servía para su propósito de cargarle la muerte de un inocente a su consciencia. ¡Y el estúpido caballo enano no ayudaba! Si bien le habían divertido sus humillaciones hacia Hércules, la revancha que este planeaba no era de su gusto.

El día había pasado con relativa calma. Demasiada para su gusto teniendo en cuenta el buen humor que demostró el otro hijo de Zeus durante la clase de Adonis. No conocía el motivo de ello, pero no podía tratarse de nada bueno. Tenía claros los objetivos del otro y en vista de que Sísifo seguía intacto y no había ninguna orgía, sólo le quedaba como opción que haya descubierto la ubicación del elixir, pero ¿cómo lo logró? Pese a que en esos momentos Pólux se encontraba físicamente frente a sagitario en un combate de práctica, su mente estaba con el otro semidiós. Intentando averiguar qué fue lo que hizo para sacarle información al azabache. Ni siquiera habían cruzado palabra en todo el día, entonces, ¿cómo? ¿Cómo había conseguido tal hazaña que parecía imposible?

—Hey, Pólux pon atención o te terminaré lastimando —advirtió sagitario llamando la atención de su alumno con un golpe de mano en la espalda al verlo distraído.

Se habían alejado a un sitio bastante remoto más allá del bosque dónde solían entrenar los demás, para no preocuparse de herir a nadie. La diosa Atena los había ubicado allí luego de que accidentalmente tiraron un par de pilares del coliseo en su primer combate de práctica. No era culpa de ellos haberse emocionado. Sin embargo, a ella no le importó y les dijo que practicaran donde no destruyeran nada valioso. El guardián del noveno templo se quejó de que estuviera de resentida por los pilares, el comedor y alguna que otra cosita que se arrojaron mutuamente. Lo cual le costó un par de golpes en la cabeza por descarado. Como fuera, dejó de maldecirla mentalmente al ver a su alumno tan perdido, pues ni siquiera se dio cuenta de la cantidad de golpes que no concretó al percibir que no podría esquivar a tiempo.

—Lo siento, yo... —intentó justificar el semidiós mirando al menor.

—Creo que es momento de tomarnos un descanso —anunció Sísifo sentándose en el suelo apoyando su espalda en un árbol cercano—. Si quieres puedes tomarte una siesta ahora que estoy aquí para velar tu sueño —ofreció guiñando un ojo.

—¡No digas estupideces! —ordenó el rubio poniéndose en guardia—. Vamos continuemos.

—Es mejor que descanses. Créeme, necesitarás todas tus fuerzas —avisó sagitario de manera seria.

El hijo de Zeus no había entendido el significado de aquellas palabras. Algo estaba tramando el estafador y esa sonrisa traviesa en sus labios sólo le confirmaba que sería algo que le hiciera honor a su sobrenombre. Otra vez sentía impotencia. No le gustaba sentirse marginado de los asuntos importantes, pero su maestro no diría nada seguramente. Se sentó a su lado observando su perfil tranquilo siendo bañado por los últimos rayos del sol. Era un bello y anaranjado atardecer cuya imagen le hacía olvidarse del peligro y la urgencia por breves instantes al menos. Quería preguntar acerca del comentario sobre descansar, pero sinceramente deseaba unos minutos de paz. De no tener que estar velando por gente que lo repudiaba o cuidando sus espaldas del depravado familiar que lo acosaba.

Mientras sagitario y su alumno se tomaban un pequeño descanso de su entrenamiento, Hércules caminó deprisa hacia el comedor. Estaba ansioso de conseguir su cometido. No había mucha gente por esos lugares. En su mayoría estaban dispersos disfrutando de su tiempo de ocio, algunos bañándose, otros con prácticas extra y demás. Era el momento perfecto. Llegó donde estaban los cocineros y les pidió amablemente que le permitieran beber algo de vino. Ellos le ofrecieron todo el que tenían diciendo que no se preocupara por nada y se saciara a gusto. Todo como pago por la amabilidad al ayudarlos días anteriores en sus tareas. "Perfecto". Pensó el semidiós comenzando a probar uno por uno el contenido de cada vasija.

—No me siento más poderoso —dijo Hércules sintiendo los primeros efectos de estar cayendo en la embriaguez al estar algo mareado—. ¿Por qué no me siento diferente? —interrogó mientras sujetaba un cuchillo para hacerse un corte profundo en la mano.

—¡Señor Hércules! —llamó uno de los cocineros asustado al verlo herido—. ¿Se encuentra bien? —cuestionó acercando un pedazo de tela para detener el sangrado.

—¡Tráiganme más vino! —ordenó agresivamente luego de darle un manotazo apartando la tela.

—No hay más —respondió uno de los ayudantes asustado por la mirada agresiva del héroe.

—¡¿Qué?! —gritó colérico el semidios—. Eso es imposible —exclamó el castaño mirando frenéticamente a su alrededor.

Revolvió todos los utensilios, movió mesas y destrozó gavetas sin ningún resultado. Vio como los muebles se manchaban con la sangre que no dejaba de gotear de su herida abierta. Prueba inequívoca de que no estaba siendo curado por ningún elixir. Revolvió todo el lugar sin encontrar nada sospechoso. Era imposible que ese enano se le hubiera adelantado. Vigiló a la ramera mientras le hacía la pregunta y en ningún momento usó la telepatía, pues su cosmos se haría sentir si ese fuera el caso. "¡Es imposible que me diga eso! Él me supera por mucho en astucia y experiencia". Recordó que dijo Miles antes de acceder a su pedido. ¡Lo sabía! No entendía cómo, pero el maldito niño sabía lo que tramaba y volvió a burlarse de él.

—¡Sísifo! —gritó con odio Hércules perdiendo por completo la paciencia haciendo retumbar su grito por todo el santuario.

El semidiós liberó su cosmos divino causando que las paredes se agrietaran y los encargados de la cocina cayeran al suelo aplastados por una fuerza invisible para ellos. Hércules estaba siendo consumido por el odio en esos momentos. Lo destrozaría. No le importaba nada en esos momentos, ni ganarse el odio de sus hermanas ni su imagen de héroe perfecto. Todo lo que anhelaba era destrozar al estafador de dioses. Ahora comprendía por qué Hades y Thanatos nunca le perdonaron su engaño. Y si lo pensaba detenidamente, no podía dejar que esto se supiera. Los dioses del inframundo eran motivo de burla por haberse dejado engañar por ese pequeño engendro del mal. No, no, no. Él era astuto e inteligente, no podía ser superado por alguien de esa calaña.

—¡¿Dónde está?! —gritó el semidiós sujetando por el cuello a uno de los cocineros casi asfixiándolo.

—¿Qui-quién? —tartamudeo asustado.

—El ángel de Atena —respondió sin obtener respuesta.

Como el cocinero no sabía de lo que estaba hablando, sólo pudo responder con sinceridad moviendo la cabeza en negativa. Ante lo cual, el hijo de Zeus lo arrojó sin cuidado contra una pared agrietándola por la fuerza aplicada. Decidido a cobrar venganza salió de la cocina listo para descargar su rabia contra el primer desafortunado que apareciera en su camino. De inmediato, los espíritus avisaron a Argus acerca de lo que estaba sucediendo. Tal y como le había dicho Sísifo, el aspirante llevó a Miles junto a Talos nada más terminar la clase de Adonis. Le explicó con brevedad la situación, pues el castaño ya estaba al tanto de que el semidiós era peligroso. Buscó a los más pequeños para mantenerlos lejos del comedor también y en un intento de no asustarlos, les mintió diciendo que iban a jugar en un sitio secreto en lo profundo del bosque.

Dio resultado y los niños estaban entretenidos en un enorme árbol escalando sus ramas. Sin embargo, Talos sabía que debía mantener cierta distancia con ellos. Si se diera una batalla debía tenerlos lejos del perímetro donde pudieran ver lo que acontecería. Empero, que fuera al mismo tiempo un sitio al que Sísifo no tardaría en llegar si algo sucedía. Por lo mismo pidió a Argus quedarse con ellos mientras él hacía de guardián. Miles decidió hacerle compañía a sabiendas de que Hércules iría por él si lo creía parte del engaño. No creía que fuera difícil hallarlo y si se quedaba ahí junto a Talos, la ira del semidiós sería dirigía a él y no a los pequeños. Era mejor servir de carnada como último recurso que no hacer nada. Aunque a juzgar por los gritos a quien buscaba era a Sísifo. Si todo iba de acuerdo con el plan, Hércules no llegaría hasta donde estaban ellos, pero por si acaso mantuvieron su cosmos y presencia oculta.

—Espero que sepas lo que haces, Sísifo —susurró Miles queriendo rezar, pero no sabía a qué Dios se le pide por el bienestar de un estafador a punto de ser asesinado.

Ellos habían elegido quedarse en una zona circundante a donde estaban el ángel de Atena y el aspirante de géminis por si requerían de su ayuda. Mas, en vista de que Hércules ahora estaba decidido a ir por el niño, ellos quedaron en el camino. Maldita sea, ¿qué debían hacer ahora? Era riesgoso trasladar a los niños sin que el semidiós los viera primero. Talos se sentía inquieto y más cuando Argus se les unió avisando que los niños estaban siendo alejados del lugar custodiados por León. Éste no estaba demasiado lejos, ya que estuvo cuidando de Caesar y al oír el nombre de su niño siendo gritado con odio, se dispuso a ir en su búsqueda. Empero, cambió de planes al ver a los pequeños jugando en donde podría llevarse a cabo una batalla. Los infantes se habían asustado por el grito, así que el dorado se tomó la tarea de tranquilizarlos.

Por su parte, sagitario se levantó del suelo donde había tomado su pequeño receso ante la atenta mirada de Pólux. El blondo había sentido aquel estallido de cosmos divino y no le cabía dudas de que Sísifo lo había sacado de sus casillas por completo. Si en esos momentos se acercaba, morir sería lo más piadoso que podría sucederle. Empero, si intentaba advertirle, ¿qué sería de su gemelo? Su medio hermano conocía claramente su debilidad y no dudaría en explotarla para obligarlo a colaborar en su venganza. Mas, mancillar el cuerpo de sagitario era... era algo que no se atrevía a hacer. Sin embargo, si se negaba perdería para siempre la confianza de Castor en su persona. No quería eso. Su gemelo y él eran prácticamente uno solo, perderlo sería como perder la mitad de su alma.

—Ve donde está Ganimedes —ordenó el arquero mirando de manera seria a su alumno—. Él estaba avisado de que esto podía suceder, así que está vigilando a Castor. Date prisa y ve a resguardarte con ellos.

—¿De qué estás hablando? ¿No oíste el grito de Hércules? ¿Qué vas a hacer tú? —Soltó las preguntas una tras otra viéndose desesperado.

—Me enteré de que fuiste amenazado, por eso le pedí a Ganimedes que vigilara a tu hermano, así que ve con él y escóndete —instruyó Sísifo antes de comenzar a correr en dirección al bosque.

—¡No puedo hacer eso! —gritó el rubio enojado corriendo tras el otro—. Soy el único que posee cosmos divino. Escúchame bien, eso es lo único que puede lastimar de verdad a un semidios o a una deidad.

—No puedo permitir que vayas —afirmó Sísifo deteniéndose repentinamente dándole la espalda para luego girarse para mirar de frente a su discípulo—. ¡Flecha de sombras! —gritó cuando su técnica capturó la sombra del otro—. Lo siento, pero debes quedarte aquí. Hércules desea violarte y si dejo que vayas terminaras a cuatro en mitad del coliseo seguramente.

—Es a ti al que desea ahora y créeme que una vez que logre ponerse encima de ti, te será imposible quitártelo de encima —advirtió Pólux haciendo un gran esfuerzo para moverse.

—Oh, lo dices por experiencia propia —asumió sagitario poniendo una expresión de pena—. Descuida, no dejaré que vuelva a tocarte.

—¡¿Es que tú nunca escuchas?! —gritó el blondo desesperado y hasta ofendido de que creyera que Hércules logró ultrajarlo.

—Ya te lo dije, no dejaré pasar la oportunidad de darle una paliza a ese engreído —afirmó el arquero de manera confiada—. Y no puedo permitir que vuelva a tocar a un indefenso pollito como tú —aseguró mientras le dedicaba una sonrisa lastimera.

—Eres un idiota demasiado confiado —susurró el aspirante de géminis por lo bajo.

—Si no voy pronto es probable que comience a desquitarse con los demás para obligarme a dar la cara —explicó el arquero con seriedad.

—Pero si vas en estos momentos sólo cambiarás el orden en el que los viole —exclamó el blondo con su propia rabia aumentando al imaginar ese escenario—. Luego de que termine contigo irá por los demás.

—Hablas como si yo fuera a dejarme —se quejó el azabache con un puchero—. Todo lo que tengo que hacer es darle una paliza que lo ponga a dormir y avisar a Atena que su invitado ya se va.

—No tiene sentido que te sacrifiques de esa manera por ellos. No lo valen —gruñó Pólux lleno de rabia recordando los comentarios que esos miserables hacían acerca de ellos por no ser amigos de Hércules.

—No lo hago por ellos. Faltaba más —bufó el de ojos azules con una mirada burlona—. Lo hago por mí mismo. Soy demasiado egoísta como para dejar que ese bastardo me quite a las personas que son importantes para mí. Y va a pagarme caro lo que les hizo a mis amigos.

—¡Entonces deberías ir a esconderte junto a la ramera y el loquito, no ir directo a la boca del lobo! —reclamó harto de la terquedad de su maestro.

—Ya te lo dije. Yo hago las cosas a mi manera —afirmó sagitario mientras le daba un último vistazo—. Yo no quiero tener más arrepentimientos. De nada me sirve que Hércules dañe a quienes amo sólo por demostrar que tuve la razón. No quiero víctimas, es por eso por lo que me aseguré de centrar el odio de ese héroe hipócrita en mí.

No lo entendía. Definitivamente sagitario tenía un cerebro tan pequeño como su cuerpo. ¿Por qué Sísifo no entendía que se lo estaba diciendo por su propio bien? Hércules lo que deseaba en esos momentos era causarle la mayor de las agonías posibles y una vez que desatara su odio no habría forma de pararlo. Además, seguía firme en su postura de que esos borregos no merecían que se arriesgue por ellos. Si Sísifo peleaba con Hércules, aunque fuera por proteger a sus amigos sería visto como el malo de la historia cuando el semidiós jugara su papel de víctima. Aunque tal vez no debería criticar tan duramente a su maestro, cuando se estuvo desvelando sólo por el pedido de su gemelo. A él le importaba cómo lo viera Castor, así como a Sísifo le importaba ser un buen hombre para León. Alguien de quien ellos pudieran sentirse orgullosos. Aun así, no podía permitir que...

—Si te hubieras portado bien estarías con tu hermanito en estos momentos —regañó el niño haciendo un puchero mientras se cruzaba de brazos viéndolo con arrogancia—. Será mejor que te quedes tranquilo. Te liberaré cuando las cosas se calmen —anunció con una expresión tranquilizadora en el rostro antes de darle la espalda nuevamente dispuesto a ir a luchar.

"No, si lo dejó ir ahora podría perderlo para siempre. No puedo permitir que Hércules se salga con la suya. No va a tenerlo mientras yo pueda evitarlo". Pensó el aspirante de géminis mientras elevaba su cosmos divino tal y como había hecho su medio hermano en la cocina. Sin darle tiempo a Sísifo para reaccionar se aseguró de golpearlo en la nuca buscando noquearlo, pero el menor había logrado moverse lo suficiente para desviar algunos centímetros el golpe gracias a sus rápidos reflejos. Le dolía mucho, pero al menos seguía consciente. Lo malo es que había caído de rodillas al suelo por la fuerza del impacto en su espalda. Esa oportunidad fue aprovechada por el semidiós para sujetarlo del cuello y presionar aquellos puntos que les enseñaron los dorados. Si recordaba bien lo explicado, bastarían sólo unos cuantos segundos de cortarle la respiración para desmayarlo.

Sísifo intentó elevar su cosmos, pero le costaba concentrarse. ¡Maldita sea! Se había confiado de que su flecha de sombras lo tendría anclado al suelo al menos un par de horas. Empero, su alumno había demostrado su punto: el cosmos divino era más fuerte que uno mortal como el suyo. Aun así, se negaba a rendirse. No le dejaría hacer alguna tontería. Dadas las amenazas que hizo Hércules, supuso que Pólux intentó engañarlo diciendo que lo deseaba. Hasta ahí todo correcto. Entendía que haya mentido por piedad a él, pero en este preciso momento lo estaba por dejar fuera de un conflicto donde él era el principal foco. "¡Por todos los infiernos! Las buenas intenciones sí que pueden doler". Pensó Sísifo cuando sus brazos perdieron fuerzas y sus ojos se cerraron en contra de su voluntad.

—Lo siento, pero no dejaré que Hércules te posea —se disculpó Pólux legítimamente culpable por haber atacado a su maestro—. Además, no tendría que tratarte así si escucharas a los demás cuando te hablan —regañó alzándolo en brazos fácilmente—. Ni siquiera me cuesta trabajo levantarte y quieres luchar contra esa masa de músculo sin cerebro —se quejó mientras lo escondía en un tronco ahuecado y lo cubría con varias hojas secas para que no fuera sencillo ver algo extraño—. "Volveré por ti cuando las cosas se calmen" —remedó con burla antes de alejarse de allí.

El semidiós rubio se movió deprisa queriendo ser el primero en interceptar a Hércules quien venía en camino. El invitado ni siquiera se había tomado la molestia de ocultar su presencia. Nuevamente estaba demostrando su poder al destruir todo a su paso. Sólo por pura diversión golpeó paredes hasta destrozarlas y pateó sin compasión a quien intentara dirigirle la palabra o siquiera lo mirara. Incluso algunos habían intentado huir y fueron capturados por sus manos para luego ser usado como saco de boxeo. Dejó a su paso una gran cantidad de heridos, siendo algunos de tal gravedad que prácticamente estaban muriendo. Entre ellos se encontraba Tibalt, quien fue tomado por sorpresa por la imagen del campeón de la humanidad azotando a las personas contra las paredes. Ni siquiera había hecho distinción entre aspirantes y personas que no poseían cosmos.

—¡Tibalt resiste! —gritó Nikolas mostrándose desesperado—. Estarás bien, debes aguantar —pidió desesperado.

El príncipe se encontraba tirado en el suelo con diversas fracturas. Frunció el ceño por su situación. No había podido detener al semidiós cuando estaba atacando a los hombres lisiados quienes eran los que tenían más dificultades para escapar de su rabia. Intentó darles tiempo pidiendo a Nikolas y otros hombres que los ayudaran a trasladarse. Quiso razonar con Hércules, pero entre risas crueles se dedicó a golpearlo. Su pecho y abdomen dolían demasiado. No cabía dudas que sus puños eran tan poderosos como decían los cantares, pero no poseían justicia. Su cosmos se sentía cargado de odio y muerte, frio como la misma muerte y sobre todo cruel. No sabía si lograría sobrevivir a esas heridas. Monstruos y criaturas más poderosas que él habían sucumbido ante aquella fuerza sobrehumana, ¿qué podría hacer él?

—¡No se preocupen los atenderé a todos enseguida! —anunció Adonis llegando donde los heridos—. Quienes se puedan mover por favor ayuden a ubicar a los heridos para poder atenderlos.

—¡¿Cómo llegaste tan rápido?! —interrogó Nikolas viéndolo sorprendido.

El santo de las rosas solía pasar la mayor parte de su tiempo en la última casa. Desde esa distancia sería imposible llegar con tanta velocidad sin importar que fuera un dorado.

—Estaba esperando en la casa de aries, por eso logré llegar rápido —respondió colocando su mano sobre un herido para sanarlo con su cosmos.

—¿Esperando? ¡¿Acaso sabías que esto iba a suceder y no hiciste nada para impedirlo?! —reclamó señalando a su amigo malherido.

—Sólo seguí las ordenes de Sísifo —contestó con indiferencia.

—¿Él planeó todo esto? Aun sabiendo que podían asesinarnos a todos no hizo nada por advertirnos. ¡Vaya ángel que resultó ser! —exclamó lleno de miedo por el bienestar de su amigo, ira y confusión.

—Sísifo sabía que Hércules era peligroso y por eso me ayudó a mover mis rosas a la casa de aries para poder responder de inmediato ante cualquier evento como este —señaló el rubio mirando al aspirante con molestia por sus reclamos—. De nada habría servido advertirles o prohibirles estar cerca de Hércules cuando para ustedes era el héroe perfecto. Así que me dijo "intentaremos evitar que salgan heridos, pero tendremos listo un plan de control de daños por si acaso" —repitió las órdenes dadas por sagitario—. Evita cargarle culpas que no le corresponden —dijo de manera amenazante.

El santo de piscis estaba demasiado harto de la actitud de los aspirantes hacia su amigo. Además de que una parte de Adonis le pedía dejar a esos idiotas a su suerte. Es decir, si ellos eligieron a Hércules, al que no conocían de nada por encima de quien estuvo con ellos guiándolos desde su llegada al santuario, sólo sembrarían lo que cosechaban. Sin embargo, su deber era atenderlos de manera independiente de cómo se sintiera al respecto. Dejó por unos momentos de lado sus pensamientos para centrarse en su rol como sanador. Estaba teniendo dificultades para cerrar las heridas a algunos de ellos y no entendía la razón de ello. Nunca había tenido está clase de problemas.

—Esto es muy extraño —murmuró al darse cuenta de que el fenómeno no se repetía todas las veces—. Hay personas que no consigo sanar —susurró con desespero.

Lejos de allí, Hércules había sentido el cosmos divino de su medio hermano intensificarse momentos atrás, así como el de su presa. Sin embargo, el cosmos de Sísifo se redujo significativamente luego de que el de Pólux estallara. "Maldito traidor. Así que al final decidiste tomarlo antes que yo, ¿eh? Esto es meritorio de un castigo mi querido Pólux. Primero te daré una lección a ti y luego me aseguraré de tomar a tu amante delante de tus ojos". Ese fue el escenario que dedujo Hércules ardiendo de rabia al pensar que hasta el aspirante de géminis se le adelantó. Y él que tan "generosamente" se había ofrecido a compartirlo en un trío para ambos ser los primeros en poseerlo y le hacía eso.

—¿Pisadas? —preguntó para sí mismo el castaño mientras se adentraba al bosque.

Había zonas donde la tierra estaba humedecida. No había llovido el día anterior, así que sus opciones eran que haya pasado alguna persona por ahí. Alguien que había sudado mucho o había tomado un baño recientemente. Fuera cual fuera el caso al observar a detalle pudo captar unas pisadas más grandes y profundas dejadas por un hombre adulto junto a varias marcas más pequeñas. "Si todo esto estaba planeado por el estafador, estas marcas deben ser de evacuación. Ya me parecía extraño no haberme topado con ningún niño de camino aquí. Momento, pero el cosmos de Sísifo se dejó de sentir luego del de Pólux. ¿Y si él tomó como rehenes a los pequeños que intentaron huir? Tendría sentido. Capturó a varios niños y los llevó dónde entrenaban habitualmente. Luego llegó su maestro hasta allí y al ver a los rehenes se enojó activando su cosmos. Pólux activó el suyo amenazando con matarlos o algo similar. Y listo. Tendría a su obsesión complaciéndolo obedientemente por el bienestar de la mayoría. Como el noble y dulce ángel que es".

—Debo felicitarte por tu gran plan, hermanito —murmuró Hércules convencido de haber llegado a la conclusión correcta—. Pero tú y tu adorado niño van a pagarme una por una todas las humillaciones que me hicieron —gruñó siguiendo los rastros dejados.

Mientras todo eso sucedía, Castor intentaba convencer a su maestro de permitirle participar del conflicto. El ex copero de los dioses le había negado que fuera y le ordenó esconderse lejos de allí. Habían sentido el cosmos de los dos semidioses y de sagitario elevarse, para poco después desaparecer el de Sísifo seguido del de Pólux. Éste último había mantenido su ubicación al descubierto como si retara al otro semidiós a enfrentarlo cara a cara, pero si ese era el caso, ¿por qué estaba ocultando su localización repentinamente? ¿Hacia dónde se dirigía? ¿Cuál era su plan? Estas y varias preguntas similares se acumularon en la cabeza de Castor mientras seguía a la espera de una respuesta por parte del santo de acuario.

—¿Estás consciente de que, si vas, Hércules te usará para amenazar a Pólux? —interrogó Ganimedes luego de meditar un poco.

—Lo sé, pero como guerrero sería aún más vergonzoso quedarme de brazos cruzados, oculto del enemigo —afirmó el aspirante de géminis viéndolo fijamente—. Pólux es mi hermano y mi deber es ayudarlo y protegerlo como siempre hizo conmigo.

—No ganaríamos nada poniéndonos a pelear entre nosotros —suspiró finalmente Ganimedes—. Pero debes recordar que no debes pelear con la única convicción de salvar a tu hermano. Serás un santo y como tal no puedes defender sólo a tu gemelo, ¿entiendes?

—Lo comprendo, maestro —asintió Castor mientras se dirigían hacia donde sintieron el cosmos de Pólux desaparecer—. Es sólo que no me perdonaría que alguien saliera herido mientras yo soy el único que se resguarda.

—Asegúrate de ocultar bien tu cosmos. Nosotros no podemos ir de manera temeraria —ordenó el príncipe de hielo con seriedad.

—Debemos observar el panorama, evaluar la situación y crear un plan de acuerdo con la información que tengamos —repitió el gemelo menor recordando las lecciones de acuario.

Con eso en mente, ocultaron sus presencias y se dirigieron a donde sintieron por última vez a Pólux. El gemelo mayor había llegado a una parte desolada y estaba listo para luchar allí contra su familiar sin temer por el bienestar de los que estuvieran a su alrededor. Sin embargo, se topó con la sorpresa de que allí pobremente escondidos estaban la ramera y el loquito. A Talos ni siquiera se lo podía ocultar detrás de los árboles. Su fornido cuerpo era fácilmente reconocible. Los tres aspirantes observaron con sorpresa la llegada del semidiós. Estaban preparados para que Hércules viniera a buscarlos, incluso que Sísifo llegara primero para avisarles que el peligro había pasado, pero Pólux no entraba en ninguna de las categorías u opciones pensadas por ellos.

—¿Qué es lo que haces aquí, toca niños? —preguntó Miles confundido—. ¿Y dónde está Sísifo?

—¿Cómo que "toca niños"? ¡Más respeto, ramera barata! —grito el semidiós por semejante recibimiento que le dio.

—Hace unos minutos se sintió el cosmos de Sísifo, luego el tuyo y el suyo desapareció, ¿qué le hiciste? —interrogó amenazante el ex erómeno mirándolo fijamente.

—No es asunto tuyo —respondió el aspirante de géminis negándose a decirle nada—. Ni que pudieras hacer algo, aunque te lo dijera —se mofó Pólux altaneramente.

—¿Qué dijiste? —gruñó el ladrón queriendo golpearlo.

—Tranquilo, Miles —pidió Argus sujetando su mano—. Sísifo está dormido. Pólux lo noqueó porque tiene miedo de que Hércules lo atrapé y le haga daño.

—¡No digas tonterías, loquito! —insultó el rubio mirándolo despectivamente.

—"No tiene sentido que te sacrifiques de esa manera por ellos. No lo valen". "Lo siento, pero no dejaré que Hércules te posea" —repitió Argus de manera tétrica para el aspirante de géminis quien reconocía esas palabras—. Esas son las palabras que le dijiste desesperado a Sísifo, ¿verdad?

—¿Có-cómo sabes de...? —señaló Pólux con su dedo índice apuntando al joven.

—Mis amigos me han contado lo que sucedió, quieres proteger a Sísifo a toda costa. Tanto que preferiste dejarlo inconsciente para que no se involucre —explicó Argus con aquella expresión pacífica, pero a su alrededor los fuegos fautos revoloteaban exhibiéndose ante el semidiós.

Gracias a su cosmos divino, Pólux era especialmente sensible a cualquier tipo de cosmos. Podía sentirlo y percibirlo sin problemas. Sin embargo, nunca le había puesto atención al niño loco del que era amigo sagitario y la ramera. Esta era la primera vez que veía aquellas bolitas de fuego a su alrededor y supuso que era por la voluntad de Argus de mostrárselos deliberadamente. Esas cosas eran casi invisibles para cualquiera. ¡Un momento! Eran tan discretas que ahora se hicieron ver por el cosmos del demente delante suyo. Eso quería decir que él sabía lo que estaba pasando gracias a los fantasmas de los que era amigo.

—¡Fuiste tú! —señaló el rubio mirándolo con el ceño fruncido—. Ya me parecía raro que Sísifo supiera lo que hablé con Hércules.

—Dirás como te amenazó —corrigió Argus con sus manos detrás de la espalda mientras le dedicaba una sonrisa divertida—. Y sí, yo lo sabía. Sé todo lo que sucede en el santuario.

—¿Todo? ¿Absolutamente todo? —cuestionó Pólux alarmado de que supiera secretos o cosas demasiado íntimas.

—Descuida, sé respetar la privacidad ajena —tranquilizó Argus moviendo la mano en un gesto que pretendía ser tranquilizador—. Aunque Sísifo es mi amigo, no le he contado nada acerca de tus sentimientos por él.

—¡Lo sabía! —exclamó Miles acusándolo con la mirada—. Eres un toca niños.

—No te metas en donde no te llaman, ramera —ordenó el rubio viéndolo de mala manera.

—¿Qué haremos ahora? —interrogó Talos uniéndose a la conversación—. Según el plan de Sísifo debíamos ocultarnos aquí en el bosque mientras él luchaba con Hércules.

—¿Era parte de un plan? —preguntó Pólux sin poder creérselo—. ¡Oh por el Olimpo! —gritó al caer en cuenta de lo que había hecho.

El semidiós se puso rápidamente a repasar la conversación que tuvo con el arquero hacía sólo momentos atrás. Ahora entendía que provocó a Hércules para que su ira se dirigiera a él específicamente. De esa manera podría atraerlo a un lugar solitario para luchar sin preocuparse de que nadie saliera herido, pues los aspirantes no estarían cerca y las personas que quería proteger estarían ocultas en el bosque. "Maldición". Protestó el rubio mentalmente al ver que por culpa de sus acciones había eliminado la única línea de defensa entre Hércules y todos los demás. Aunque siendo honesto consigo mismo no se arrepentía de nada. No dejaría que Sísifo peleara solo y terminara como la mascota de su medio hermano.

—¿Y bien? —apresuró Miles mientras se cruzaba de brazos para mirarlo con reproche—. Tú dejaste fuera de combate al estratega, supongo que tienes una idea mejor, ¿no?

—El mismo con el que vine hasta aquí: enfrentar a Hércules —respondió Pólux mientras caminaba con la frente en alto—. Ustedes deberían huir, no tienen nada que hacer aquí. Hércules tiene un cosmos divino y sólo yo puedo herirlo.

—Pero no podrás pelear solo —dijo Talos intentando hacerlo recapacitar.

—Las heridas causadas por un cosmos divino no pueden ser curadas por un mortal. ¿Entienden? —interrogó el semidiós viéndolos con seriedad—. Si les sucede algo ni las rameras podrán curarlos.

—¡Hey, más respeto a Adonis y Ganimedes! —gritó Miles con el puño alzado.

—Ni siquiera dije sus nombres. Tú sólo asumiste que hablaba de ellos —se burló el rubio.

—Ni que fuera difícil de adivinar si Sísifo también les dice rameras —justificó el ex eromeno.

—Miles —llamó suavemente Argus jalando un poco de su ropa para que le prestara atención—. Iré a buscar a Sísifo, tú deberías ir a pedir refuerzos a los dorados —susurró para que sólo él le escuchara.

—Bien, nos vamos, pero cuando te sodomicen no llores —insultó Miles señalando con el dedo al aspirante de géminis antes de comenzar a correr junto a su "cría".

―No se preocupen, yo estaré bien por mi cuenta ―aseguró Pólux dedicándole una media sonrisa sumamente engreída.

Los más jóvenes comenzaron a correr teniendo en mente separarse para cubrir más terreno. Argus sabía con exactitud el lugar donde estaba oculto Sísifo, por lo cual él se encargaría de eso. Mientras Miles debería ir en busca de cualquier dorado disponible para prestar apoyo. Seguido de los menores y sin saber a dónde ir o qué hacer, iba Talos con una expresión de preocupación. Debería estar feliz de que sus pequeños estarían a salvo. Hércules no podría llegar muy lejos si quien lo detenía era otro hijo de Zeus. Sin embargo, ¿estaba bien con eso? ¿No había vivido una situación similar anteriormente? El adulto dejó de correr unos momentos quedándose parado inmóvil al recordar cuándo había sentido esa misma sensación.

Pero ¿qué hay de ti? ―interrogó el adulto viéndolo con preocupación―. Ellos son muchos y tú uno solo.

No se preocupe, yo estaré bien por mi cuenta ―aseguró dedicándole una media sonrisa que no convenció mucho al mayor―. Además, tengo la bendición de la diosa Atena, ¿sí? Soy un santo a su servicio no dejará que nada me suceda ―mintió logrando el alivio del hombre.

Esa frase era la misma que usó alguna vez el ángel de Atena cuando los rescató del peligro. El niño se había quedado atrás luchando y Talos nunca se pudo perdonar su propia cobardía. No quería excusas vacías o justificaciones estúpidas. Pese a que Sísifo había afirmado tener la bendición de la diosa de su lado, no se podía quitar esa horrible sensación de impotencia. Él le había dado la espalda a un infante y huyó a esconderse. La fría lógica y los resultados confirmaban que sagitario no lo necesitaba, pero ¿eso era todo? ¿Debería sentirse feliz de ser protegido cuando su más gran anhelo era salvar a otros? Sin que fuera consciente de sus acciones, su cosmos comenzó a intensificarse creando una resonancia con la caja de pandora ubicada en el segundo templo de los dorados. La misma comenzó a brillar respondiendo al santo que resguardaba su constelación.

—Chicos —llamó a los menores haciendo que detuvieran su marcha—. Continúen ustedes yo me quedaré a apoyar a Pólux.

—¿No oíste lo que dijo? —cuestionó Miles mirándolo como si hubiera perdido la cabeza—. Sólo el cosmos divino podría dañar a Hércules.

—Aunque tus intenciones sean buenas, sólo terminarás siendo... —intentó razonar Argus, pero sin atreverse a usar una palabra que fuera demasiado hiriente.

—Un estorbo, ¿eso es lo que ibas a decir? —interrogó Talos dedicándole una sonrisa tranquilizadora—. Quizás lo sea, pero me niego a darle la espalda al enemigo permitiendo que otro pelee por mí —aseguró mostrando una mirada determinada—. Ya cometí ese error una vez y me niego a volver a repetirlo.

—De acuerdo —asintió Argus mientras le regalaba una sonrisa amable—. Confío en que todo saldrá bien, pero si mueres yo cuidaré de tu alma —afirmó queriendo darle paz.

—Preferiría no llegar a eso, pero gracias por la consideración —agradeció Talos despeinándolo un poco—. Ahora vayan deprisa —alentó.

—No te mueras —pidió Miles una vez que le dio la espalda negándose a decir algo que atrajera mala suerte.

"Maldición. Apenas que te reconozco como mi padre adoptivo ¿y prácticamente te suicidas? Qué mala suerte tengo. Otra vez voy a quedarme solo. No, no, no. Sísifo tiene un plan algo trastocado por su torpe pupilo, pero lo arreglará. Siempre lo hace. Se supone que es deber del ángel de Atena hacer su entrada triunfal cuando toda esperanza parece perdida". Pensó Miles intentando no ahogarse en los pensamientos negativos. Luego de alejarse de Talos y Pólux, ambos aspirantes se separaron el uno del otro dirigiéndose cada uno rumbo a su objetivo. Entretanto, Talos regresó sobre sus pasos y se acercó al semidiós rubio. Su andar era imponente y su cosmos ardía de manera tal que brillaba levemente.

—¿Qué haces aquí? ¿No te dije que huyeras? —interrogó el aspirante de géminis viéndolo de mala manera.

—No puedo irme luego de recordar lo más importante para mí —respondió el castaño mirándolo con una sonrisa amistosa.

—¿Qué quieres decir con eso? —interrogó Pólux con un gesto de clara confusión.

—En verdad eres un digno discípulo de Sísifo —halagó el mortal cruzándose de brazos mientras se paraba firmemente delante del inmortal—. ¿Sabes? Él dijo lo mismo que tú cuando rescató a mi ciudad. En ese momento sentí una gran admiración por él, pero también me sentí triste por dejarlo luchando solo —relató siendo oído atentamente—. Cuando vine al santuario lo hice con la resolución de proteger a los más débiles y jamás volver a darle la espalda a ningún enemigo. Tal vez sea un estorbo para ti, pero no te dejaré luchando solo, Pólux —afirmó Talos con gran seguridad.

En ese momento un rayo dorado surcó el cielo desde la casa de tauro y fue directo hasta ubicarse delante de Talos. Una armadura dorada se había manifestado en el aire delante de ellos. Reconocieron el signo al que pertenecía y tras unos instantes de permanecer suspendida en el aire, la vestidura sagrada se ensambló en su cuerpo sin que nadie se lo esperara. Al inicio, el fornido hombre cayó de rodillas al suelo debido al peso, pero recordó las lecciones de Ganimedes sobre dejar correr su cosmos a través de todo su cuerpo. Con un poco de concentración sumada a su gran fuerza física, consiguió ponerse de pie rápidamente. Se observó así mismo sin poder creerse lo que estaba sucediendo. Había estado convencido de que tendría que luchar en el coliseo para obtener su armadura, mas ésta se había manifestado en su ayuda como si estuviera de acuerdo con sus convicciones.

—¡La armadura de tauro! —exclamó Pólux mirando de arriba abajo a su compañero—. ¿Por qué? —preguntó consternado sin entender la razón de que se manifestara allí—. Un momento, puedo llamar a la mía. ¡Géminis! —gritó recordando haber visto a su maestro hacer eso para llamar a sagitario.

La armadura de la tercera casa sintió el llamado de su futuro portador y por segunda vez ese día, un rayo dorado surcó el cielo. Sin embargo, la armadura llegó hasta donde estaban Pólux y Talos, pero géminis no vistió a su santo correspondiente. Castor también la había intentado invocar y por lo mismo, la armadura no sabía con cuál de los dos ir. Así que se quedó allí suspendida en el aire como si se tratara de una espectadora. Un acontecimiento tan peculiar como ese llamó la atención de diversas personas. Los aspirantes no entendían qué estaba sucediendo y comenzaban a preocuparse por diversas cosas; la actitud violenta de Hércules, el movimiento de la armadura de tauro y luego géminis y, por último, pero no menos importante, la desaparición del cosmos de Sísifo. Puede que el niño fuera engreído y cayera mal la mayoría del tiempo como se los hizo notar el semidiós invitado, pero ¡Por Zeus! Sólo se trataba de un niño de once años. No podían desearle la muerte.

Los aspirantes curiosos no fueron los únicos movilizándose hacia donde estaba la armadura de géminis, el campeón de la humanidad no sabía qué planeaba su medio hermano, pero no iba a ignorar su invitación. Pólux por su lado estaba ocupado maldiciendo su armadura por ignorarlo de esa manera. ¿Qué estaba mal? Sísifo le había explicado que la armadura no lo vistió cuando abrió la caja de pandora porque no lo consideraba digno. Según le dijo cuando géminis lo reconociera como santo genuino lo vestiría para la batalla. Estaba preparándose para luchar por defender a montón de imbéciles que lo trataban como la peste. ¿No contaba eso como buena acción?

—Estúpida armadura traidora —insultó Pólux con rabia.

—Hola, mi amado hermanito —saludó Hércules finalmente dando con su localización exacta.

Había llegado el momento. La lucha entre dos semidioses estaba por desatarse en el santuario.

CONTINUARÁ...