—Esta es una adaptación de la saga literaria y de películas conocida como Crepúsculo o Twilight, escrita por Stephenie Meyer y en que pretendo corregir todo lo que yo creo que fueron errores argumentales, tratando de mantener la trama de la obra original, pero dando más profundidad a los personajes. La mayoría de los personajes pertenecen a Masashi Kishimoto, pero he creado personajes menores para incorporarlos y dar sentido al relato. Les sugiero oír "Decode" de Panamore para Izumi, "Reason To Live" de Citizen Soldier para Itachi, "Señorita" de Shawn Mendes para Sasuke & Sakura, "Young And Beautiful" de Lana del Rey para Ino & Sai, y "Full Moon" de The Black Ghosts para el contexto del capitulo.
No me arrepiento de regresar a mi hogar; extrañaría Jacksonville y el calor, también a mi cariñosa, caprichosa y atolondrada madre, reflexionó Izumi tras compartir un último y afectuoso abrazo con su progenitora, separándose en la loza de embarque del aeropuerto para abordar el avión que la llevaría de regreso a Forks, su ciudad natal y de la que su madre había buscado escapar lo más posible. En Jacksonville, el actual lugar de trabajo de su madre, la temperatura media era de veinticuatro grados y el cielo de un azul perfecto y despejado, todo lo que a Izumi tanto le gustaba, de hecho, viajar allí con su madre y quedarse un mes para ayudarla a asentarse en su trabajo había sido una experiencia maravillosa, lejos del frio y el mal clima de Forks…pero no podía quedarse ni era correcto que lo quisiera, mas su madre sí que había intentado persuadirla para que se quedara con ella. Pero necesitaba volver, volver a mi ciudad, con mi papá, con mis amigos, a mi segundo año de universidad...no todos podemos darnos el lujo de cambiar de vida cada vez que nos sentimos ahogados, y definitivamente para mí no era una opción, ello era quizás lo que Izumi más le condenaba a su madre mientras tomaba asiento en su lugar en el avión, se colocaba los auriculares y procedía a cerrar los ojos para tomar una siesta hasta que llegar a su destino; sus padres habían intentado ocultárselo por separado, pero era evidente que su matrimonio tenía problemas y que su madre se mudara a Jacksonville por trabajo era el cese al fuego que ambos necesitaban para no divorciarse e Izumi lo prefería así.
En el estado de Washington, casi constantemente cubierto de nieve y lluvia, existe un pequeño pueblo llamado Forks, con apenas 3385 habitantes. Luego de un tiempo de viaje que Izumi ni se molestó en calcular, el avión aterrizó en Port Ángeles, donde su padre la esperaba en lo que la Yamamoto consideraba todo menos un vehículo discreto; su patrulla de policía y que ella abordó resignada como desde sus días en la primaria y en que él había insistido en llevarla y recogerla de la escuela como lo que era, el mejor padre del mundo, emprendiendo así rumbo a Forks que era donde vivían. Mi papá es Ryuu Yamamoto, el jefe de policía. Solo paso los fines de semana en casa, el resto del tiempo vivo en una residencia con mis amigas, como todos en mi universidad, y era domingo por la mañana, por lo que podría descansar, mas el abrupto cambio de clima la hizo estremecer a bordo de la patrulla. El viaje fue silente con su siempre reservado padre, que se sentía incómodo al expresar sus emociones en voz alta, y que sabía que su hija no era feliz en Forks, una ciudad que era todo lo que ella detestaba…y sin embargo ella había decidido permanecer voluntariamente allí y con él en lugar de con su madre, y en cualquier caso—llegando finalmente a casa y estacionándose fuera—, Forks era un lugar muy hermoso, todo era verde, con muchos helechos y árboles, la casa de su padre también era maravillosa, pequeña y acogedora a la vez mientras ambos bajaban de la patrulla y descargaban el equipaje de la Yamamoto, que se sorprendió a acercarse a la puerta y ver a alguien esperando por ellos.
—Harusame— reconoció Izumi al ver al amable hombre en silla de ruedas en el umbral de su casa. —¿Qué haces aquí?— preguntó sorprendida e intentando no ser descortés.
—Alguien tenía que cuidar la casa, hoy en día hay muchos ladrones— respondió el hombre con una divertida sonrisa.
—Dirás que yo tuve que hacerlo, papá— difirió su hijo apareciendo en el umbral a su lado, teniendo una opinión muy diferente.
—Es la edad hijo— contestó Harusame en su defensa, fingiéndose vulnerable y como siempre sabía que podía apelar al buen corazón de su hijo.
—¡Utakata!
Aun cargando con dos pesados bolsos y no importándole nada más que su mejor amigo desde la infancia, ambos creciendo juntos como hijos de dos grandes amigos como eran sus respectivos padres, Izumi no dudo en subir los escalones desde la entrada hasta la puerta principal y corrió a abrazar efusivamente a Utakata, quien inmediatamente envolvió sus brazos alrededor de ella, elevándola del suelo sin esfuerzo. Izumi y él eran amigos desde la infancia, habían ido juntos al mismo jardín de niños, luego a la primaria y habían tomado caminos separados en secundaria, ya que Utakata había ingresado anticipadamente en la universidad de la Reservación Jinchuriki, inaugurada hace unos pocos años luego de reconvertir la secundaria; a sus veintiún años—meses menor de Izumi—Utakata Kirigakure era un joven alto y delgado, muy guapo, aunque Izumi no podía verlo de esa forma sino como si fuera su hermano, ojos color ámbar y largo cabello marrón oscuro sobre los hombros, con un largo flequillo que le cubría el lado izquierdo de la cara. Observando el emotivo intercambio entre su hijo y la hija de Ryuu, quien sonrió ladinamente mientras se alejaba de la patrulla y acercaba a la entrada de la casa, Harusame sonrió feliz por su hijo; el hombre debía tener unos cincuenta años, mayor pero muy carismático, lo que lo hacía parecer más joven, de largo cabello castaño oscuro que le caía tras la espalda y haciendo juego a sus ojos—detrás de unas gafas de montura redonda—como también hacia su largo bigote y que parecía enmarcar su mentón.
—¿Me extrañaste, hermosa?— preguntó Utakata rompiendo el abrazó y viendo a los ojos a su amiga.
—Claro, no hay otro tú en Jacksonville— obvió Izumi pasando junto a él para dejar su equipaje en el interior de la casa, siendo ayudada y acompañada por él.
—Qué bueno que no nos cambió por el sol— comentó Harusame, feliz de tenerla de regreso.
—¿Quieren hacerse a un lado o nos ayudaran a desempacar?— cuestionó Ryuu señalando sus manos ocupadas y la cajuela abierta de su patrulla, con más equipaje.
—En seguida, jefe— asintió Harusame haciéndose a un lado para permitirle pasar.
Sabiendo que pedía demasiado por esperar a que su burlón mejor amigo lo ayudase, Ryuu dejo los dos bolsos de equipaje de su hija en el umbral de la casa, regresando pronto a su patrulla para retirar el faltante del portaequipaje y llevar todo el conjunto al interior de la casa, inmensamente feliz de tener a su hija de regreso y no queriendo que nada lo estropeara. Dándole las gracias a Utakata, quien cargó con su equipaje en su nombre y lo dejó sobre su cama, Izumi se tomó un momento para sentarse sobre el colchón tan pronto como el Kirigakure abandonó su habitación, dejándola a solas; esa habitación era suya desde bebé y había cambiado drásticamente en muchas oportunidades hasta el día de hoy, contando con una cama grande para ella sola con un tragaluz por encima de su cabeza, de colchas y sabanas moradas que era su color favorito, con una gran ventana redonda que daba una vista del jardín y una repisa debajo de esta, llena de flores como rosas, lilas y lavandas, con un set de mesas de noche a cada lado de la cama, un pequeño sitial junto a la ventana redonda y junto un escritorio blanco atestado de libros de su universidad y parte del suelo cubierto por una felpuda alfombra purpura. Guardando paulatinamente su ropa en el armario junto a la puerta, vaciando luego los bolsos que Utakata subió en nombre de su padre, tras lo que Izumi se dirigió al baño al final del pasillo—el único de la casa—para humedecerse ligeramente el cabello, y una vez hecho esto dirigió sus pasos hacia el piso inferior, directamente a la cocina donde se escuchaba una conversación.
—¿Todo está como lo dejaste?— preguntó Ryuu al ver a su hija cruzar el umbral de la cocina.
—Si— asintió Izumi con una inmediata sonrisa. —Gracias por asear mi habitación, casi no había polvo y mis plantas no estaban secas— apreció, conmovida por aquel gesto.
—Felicita a Utakata, Ryuu le pagó para que cuidara tus cosas— aclaró Harusame, haciendo que su hijo apartara la mirada, avergonzado, —y no paró de hablar de ti desde que te fuiste— agregó con toda intención de molestar a su amigo.
—Sigue exagerando y te meto en el lodo— amenazó Ryuu a su amigo, no queriendo que su hija supiera eso.
—Después de que te dé en los tobillos— se burló el Kirigakure retrocediendo hacia la sala y siendo seguido de inmediato por el Yamamoto, jugando como dos niños.
—No cambian— suspiró Utakara inevitablemente avergonzado de su padre.
—Eso es imposible, tenemos los peores padres del mundo— secundó Izumi, mordiéndose el labio inferior, sonriendo de igual manera.
—No están tan mal— difirió ligeramente el Kirigakure y ante lo que ella lo observó arqueando una ceja. —Okey, están muy mal— respaldó ahogando una carcajada—¿Lista para volver a la universidad mañana?— preguntó, obviando el mes que había estado en Jacksonville y rindiendo exámenes libres.
—Por supuesto, extrañe las clases luego de un mes de exámenes online— confirmó Izumi, extrañando también a sus amigos y todo lo que conocía.
—Es difícil superar a la número uno— elogió él, admirando sus calificaciones.
—No soy la número uno, solo me gusta estudiar— difirió ella, sabiendo que era un ratón de biblioteca.
—Y eso te hace única— mantuvo Utakata, no conociendo a nadie tan especial como ella.
—Gracias— sonrió Izumi, inclinando su cabeza para apoyarla sobre su hombro, siempre sintiéndose bien a su lado. —Utakata, odio preguntarte esto, pero, ¿Pudiste revisar mi camioneta?— preguntó, debiendo usarla para ir a la residencia en Seatlle.
—Fue lo primero que hice— asintió el Kirigakure haciendo que ella volviera la mirada en su dirección, —y reconstruí el motor, por lo que no tendrás más problemas— su vehículo era viejo sin duda, pero duradero y confiable como ningún otro.
—Gracias, odiaría quedarme varada a mitad de la nada— murmuró la Yamamoto, no siendo opción para ella.
—No en mi guardia— sosegó él, inclinando su rostro sobre el de ella para besarla en la frente.
Ambos jóvenes se separaron a un paso de distancia el uno del otro tan pronto como sus padres volvieron a ingresar en la cocina como si nada, por lo que Izumi aprovechó para preparar café para todos como agradecimiento a Harusame y Utakata por su ayuda; al margen de lo que podía parecer por su cercanía especial con Utakata, Izumi no albergaba ningún sentimiento romántico por el Kirigakure, jamás se le pasaría por la cabeza verlo de esa forma, pero ambos eran mejores amigos desde niños y se conocían el uno al otro mejor que a ellos mismos, y eso les permitirá abrirse juntos de una manera que no podrían hacer nunca con nadie más. Sus padres no siempre estaban de acuerdo con ello, si con su cercanía, mas temiendo interiormente que alguno de los dos pudiera confundirse y su amistad se viera arruinada…pero eso nunca, cuando habían estado en primaria sí que se habían preguntado si tenían sentimientos más que amistosos, pero ellos mismos habían llegado a una conclusión sin que tuvieran que intentar tener una relación o compartir un beso siquiera y estaban felices con ello. Luego de beber sus respectivas tazas de café y compartir un tiempo más, Harusame y Utakata procedieron a marcharse, despidiéndose de Ryuu e Izumi, ambos progenitores acordando reunirse el próximo fin de semana para ver el partido de béisbol en la televisión, y el resto de la jornada pasó tranquilamente en casa y tanto padre como hija se fueron a dormir temprano luego de cenar, no temiendo conversaciones profundas ni nada remotamente parecido, sobraban a decir verdad…
La noche fue pacífica de regreso en casa, e Izumi estaba tan cansada que se hubo dormido tan pronto como puso la cabeza en la almohada luego de la hora de la cena, y a la mañana fue la primera en despertar con la alarma de su teléfono, viendo la densa niebla que cubría la ciudad, dirigiéndose al baño con la ropa que había elegido la noche anterior y dándose una ducha antes de bajar a la cocina y preparar el desayuno; su padre era el jefe de policía de Forks y un gran hombre, pero era incapaz de cocinar otra cosa que huevos fritos y beicon, por lo que ella normalmente se encargaba de cocinar los fines de semana, teniendo la mesa servida cuando su padre bajo a la cocina, aletargado y detestando madrugar, mas siendo su trabajo. Izumi vestía un suéter azul pastel de cuello redondo y mangas holgadas que se ceñían en las muñecas, falda gris por sobre los tobillos y anudada en el frente por un lazo de la misma tela, con botines blancos de tacón y su largo cabello castaño cayendo sobre su hombro derecho, aunque en el bolso que yacía en la entrada de la casa ya tenía listas sus mudas de ropa para toda la semana. El desayuno se desarrolló en silencio luego de que ambos se saludaran, devorando apresuradamente la comida sobre la mesa y luego dejando los platos en el lavado; su padre los lavaría tras salir del trabajo o eso esperaba ella, y tras esto Izumi se despidió de su padre y tomó su abrigo colgado junto a la entrada, así como su bufanda y sus bolsos, despidiéndose de él con un beso en la mejilla.
Cerrando la puerta principal de la casa tras salir, Izumi dirigió sus pasos hacia su auto, cuya puerta del copiloto abrió para dejar su bolso con ropa y el otro con sus libros, cerrando esta y rodeando el vehículo para subir al asiento del conductor; su auto era un monovolumen Aston Martin v !2 Vanquish de segunda mano, de un rojo desvaído, con guardabarros grandes y redondos y una cabina de aspecto bulboso, regalado por su padre cuando había sido aceptada en la universidad, a su madre no le gustaba, pero era el auto perfecto para Izumi que sonrió al encender el ruidoso motor, era un auto antiguo pero muy sólido, resistente y que nunca fallaba, además de que Utakata le había hecho mejoras únicas. Dejando atrás su hogar e internándose en carretera, hacia Seattle a esa hora de la madrugada, con la niebla inundando todo y haciéndola conducir lento, Izumi inspiró aire profundamente, habiendo extrañado su auto; puede que no fuera el último modelo, pero era el tipo de auto que podía considerarse de hierro sólido, que jamás sufrían daños, la clase de coches que se veía en un accidente de tráfico con la pintura intacta y rodeado de los trozos del coche que acaba de destrozar. El viaje de Forks a Seattle en auto duraba cuatro horas, por lo que Izumi acostumbraba a madrugar para llegar a la primera clase los lunes por la mañana, pero el día de hoy no, había salido un par de horas más tarde de casa para desayunar con su padre, pudiendo permitirse faltar un día a la primera clase, viendo que eran las 9:00 am en el reloj de su auto cuando finalmente llegó a Seattle.
Como de costumbre, se dirigió directamente hacia la residencia que compartía con dos de sus amigas, dejando su auto en el seguro estacionamiento y su bolso con ropa en la que era su cama tras ingresar en su piso, junto con los libros que no necesitaría ese día, Izumi se dio prisa en armar una desgastada mochila de cuero que siempre usaba para cargar sus cuadernos y los libros de ese día, cerrando la puerta tras salir y trotando por las calles hacia la universidad Privada de Seattle, en el 901 de la 12 avenida, ingresando con apenas aliento tras su veloz carrera y saludando a la encargada en la entrada como siempre. La mitad de los estudiantes, que circulaban por los pasillos, coincidiendo con el timbre que los hizo dirigirse hacia la segunda clase de esa mañana, provenían de Forks y eran amigos de secundaria suyos, con los que había convivido toda la mitad, la otra mitad eran estudiantes con becas provenientes de todo el estado de Washington; dejando su mochila en su casillero, Izumi extrajo su uniforme del interior y se dirigió inmediatamente hacia el gimnasio para su clase de deportes, corriendo por el pasillo y ya yendo retrasada cuando ingreso en los camarines vacíos, cambiándose velozmente mientras sus compañeros estaban en la cancha y hacia donde se dirigió. Cuando Izumi ingresó en la cancha, sus amigas estaban en pleno partido de voleibol femenino, demasiado concentradas para reparar en ella que aprovechó esto y golpeó la pelota en un saque, anotando un punto para su equipo—al que le faltaba un miembro, es decir, ella—, anunciando así su presencia.
—¡Izumi!— sus amigas la reconocieron inmediatamente, intentando abrazarla…mas se les adelantaron todas las demás chicas mientras la profesora hacía sonar su silbato, interrumpiendo el partido.
—Pueden descansar, chicas— consintió la profesora Anko, habitualmente estoica y dura con todos como buena profesora de deportes. —Bienvenida, Izumi— saludó a una de sus alumnas estrella.
—Gracias, señorita Mitarashi— apreció la Yamamoto, saludando a sus demás compañeras que pasaron junto a ella hacia las gradas. —Pueden— permitió a sus amigas, que casi brincaban de emoción por abrazarla.
Izumi estaba en la universidad—privada, es decir que no cualquiera podía entrar—por una beca deportiva, nunca se había considerado a si misma buena en los deportes, pero aparentemente sus profesores en secundaria si y la habían nominado para una beca que le pagaba sus años de estudio en la universidad de Seattle, algo que ella no había podido rechazar. Nada más tener su consentimiento, sus dos amigas se arrojaron a abrazarla efusivamente, quitándole el aliento en el proceso y casi haciéndola entornar los ojos, eran amigas desde la primaria y actualmente compartían un piso en la residencia, viviendo juntas; primero estaba Tamaki Nekoba, toda una belleza con su largo cabello castaño claro hasta la cintura y peinado en una trenza que recogía en un rodete, haciendo juego con sus ojos marrones; luego estaba Shinko Inari, la amiga más tierna que Izumi podría pedir en el mundo, de estatura promedio—unos centímetros más baja que ella—y ojos oscuros sumamente expresivos, con largo cabello gris opaco recogido en dos largas trenzas que le caían sobre los hombros y la hacían parecer más joven. Teniendo sus brazos alrededor de sus amigas, Izumi vestía una camiseta deportiva color morado—su color favorito—de cuello redondo y mangas largas, cortos shorts deportivos negros, rodilleras de igual color y zapatillas negras con detalles en morado y lavanda, y su largo cabello castaño estaba recogido en una coleta alta para despejar su rostro, salvo dos finos mechones que enmarcaban su rostro y que ella acomodo tras las orejas cuando el abrazo se rompió.
—¿Por qué no nos dijiste que volvías?— cuestionó Tamaki tras romper el abrazo, habiendo supuesto que su amiga se quedaría más en Jacksonville.
—Creíamos que nos cambiarias por los floridenses— asintió Shinko, sabiendo y entendiendo su gusto por climas más soleados que Forks.
—¿Y perderme esta expresión de sus caras? Por favor, que poco me conocen— negó Izumi, habiéndolas extrañado muchísimo y a todos en la universidad. —Oh…— jadeó sintiendo a alguien abrazarla sorpresivamente por la espalda.
—¿No se supone que en Florida hay sol?— cuestionó Kiba junto a su oído, por lo que ella lo golpeó con el codo en el pecho para alejarlo como siempre, —¿Por qué no te bronceaste?— preguntó señalando su piel semejante al marfil, para nada bronceada.
—¿Por qué no tienes novia? No preguntes si no quieres oír la respuesta— desafió la Yamamoto, dejándolo con la palabra en la boca. —Es broma. Por eso volví, me corrieron— contestó entonces, respondiendo a su duda y detonando las risas de sus amigos. —Retomemos esto luego— decidió, recordándoles que estaban en clase.
La señorita Anko era tolerante dándoles unos minutos de descanso tras apneas iniciar la clase y permitiéndole a ella volver a integrarse luego de un mes fuera, pero no había que probar su paciencia e Izumi más que nadie era buena siguiendo las reglas al pie de la letra—siendo la perfecta chica buena que nunca se metía en problemas, no porque fuera su intención hacerse esa reputación, sino porque seguir las reglas era una segunda naturaleza para ella sin importar las circunstancias—, instando a sus amigas a dirigirse hacia las gradas donde estaban el resto de sus compañeras, en espera de que la señorita Anko retomase el partido. Del otro lado de la cancha estaba otro equipo practicando, a cargo del señor Kotetsu Hagane, que usaba esa hora entrenando al equipo de baloncesto, conocido en la universidad por obtener siempre las mejores medallas, y Kiba era el jugador estrella del equipo. Alto, guapo y musculoso, además de deportista, Kiba Inuzuka era el centro de atención de gran parte de las chicas de la universidad, de su edad, menores o mayores que él, de corto y despeinado cabello castaño que tanto lo caracterizaba, piel trigueña, ojos negros con una mirada hasta salvaje y una sonrisa socarrona y sínica, mas era un buen chico e Izumi siempre sabía que podía contar con él, aunque le gustaba hacer bromas de doble sentido y tratarla con mucha confianza, como hacía con todas las chicas. Tan pronto Izumi se situó en las gradas, la señorita Anko intercambió una mirada con ella, queriendo saber si estaba lista, y tras verla asentir hizo sonar su silbato, retomando el partido.
Estaba de regreso.
Izumi suspiró tranquilamente tras salir de su tercera clase esa mañana; Trabajo de Campo: Observación y Entrevistas, no resultándole difícil ponerse al corriente pese al mes que había pasado lejos de un salón de clases formal, aunque si sintiéndose abrumada por toda la emocionalidad que manifestaban quienes la rodeaban, siendo apenas ahora la hora del almuerzo y como anunció la campana del recreo, cruzando el pasillo serenamente en busca de su casillero donde dejar su bolso y libros, saludando en el camino a todos sus compañeros que habían sido muy amables con ella a su regreso, y no le extrañaba nada, mas no se sentía orgullosa por ello. Al entrar a la universidad el año anterior, Izumi había sido la primera en codearse con los alumnos más antiguos, siendo buena en relacionarse con otros y logrando convencer a estos de ser buenos con los nuevos, eso le había valido el cariño de toda la nueva generación que cursaba a la par con ella y era parte del comité de bienvenida de la universidad así como de la delegación que se encargaba de todos los eventos sociales; en resumen, siempre tenía una sonrisa para todos, era amable con los nuevos, ayudaba a todos a quienes podía a integrarse y era muy bella, era natural que todos la quisieran mucho y Tenma Izumo no fue la excepción, presidente de su propia clase, amigo de Izumi desde la secundaria y director del periódico de la universidad, quien se situó velozmente junto al casillero de ella nada más verla, habiéndola buscado desde su llegada esa mañana y cuando todos habían comenzado a hablar de su regreso.
—¡Izumi!— saludó emocionado el pelicastaño, ante lo que ella no pudo evitar bajar la mirada antes de voltear a verlo con una deslumbrante sonrisa.
—Tenma— correspondió la Yamamoto, cerrando la puerta de su casillero y dirigiendo sus pasos hacia el comedor.
—¿Regresas y no me buscas nada más entrar? Muy mal— juzgó él con fingido dramatismo.
—Eso es porque evito a los reporteros, y no finjas que no quieres escribir un artículo sobre mí— adivinó ella con solo verlo, conociéndolo muy bien.
—Eres la reina de este lugar, todo gira a tu alrededor— obvió Tenma, no hablando solo por él, sino que por todos y lo sabía bien.
—A veces hasta las reinas se cansan— aludió Izumi únicamente, nunca pudiendo ir contra los deseos del resto, temiendo borrar sus expresiones de alegría y jubilo. —Reunámonos con los demás, tengo unas ideas para posibles artículos— sugirió mientras entraban en el comedor y se unían a la fila del almuerzo.
—Sí, musa inspiradora— asintió él, fingiendo reverenciarla y lo que la hizo reír por lo bajo.
Así era desde que había entrado a la universidad, su gestión y compromiso para con toda la comunidad estudiantil le había valido convertirse en el foco de atención, siendo este foco el periódico de la universidad, presidido por Tenma y que siempre elegía ponerla en primera plana; lo que ella vistiera, comiera, recomendara o dijera—siempre siendo positivo, siendo todos sus amigos y queriendo representarla como una líder, lo que era—estaba en primera plana, incluso la habían nombrado unánimemente reina del baile de fin de año ese primer año, y nadie dudaba que también sucedería ese año. Saludando como siempre a las encargadas de la cocina, Izumi eligió una hamburguesa, una gaseosa y una pequeña ensalada de tomate y lechuga, dirigiéndose hacia la mesa que su grupo de amigos siempre usaba y donde había dos lugares vacíos como siempre, uno para Tenma y otro para ella, que Kiba apartó invitándola a sentarse y haciéndola reír mientras Tamaki y Shinko le sonreían con ilusión e idolatría como siempre. Era algo molesto e Izumi debía reconocerlo, que destacara en todo ipso facto no quería decir que ello le agradara, nuevamente y como sucedía con Forks, su ciudad natal, no todo le era grato, pero ella no podía despreciar nada de lo que la rodeara, disfrutaba de ver a otros felices y no quería que fuera de otra forma, mas nada de ello le impidió sorprenderse al momento de tomar asiento, cuando Rock Lee—amigo suyo por supuesto y capitán del equipo de todos los equipos deportivos—se situó tras ella, besándola en la mejilla con su ineludible coquetería.
—Mi chica— se despidió Rock Lee hasta de salir corriendo hacia su mesa, perseguido por Kiba que obraba como su guardaespaldas.
—Rock Lee otra vez— suspiró Tenma siguiendo con pasos más lentos a Kiba, no queriendo que armase un escándalo otra vez.
—Ya estoy acostumbrada— se dijo Izumi en voz alta, encogiéndose de hombros. —Le comentaba a nuestro querido Tenma que tengo ideas para posibles reportajes, si les interesa. Quizá desórdenes alimenticios o el relleno de los trajes de baño— eso estaba de moda en Jacksonville según había atestiguado, sobre todo eso último.
—Ese está muy bueno— asintió Shinko, inmediatamente de acuerdo e imaginando la escala de apreciación como editora del periódico.
—Sí, el tamaño parece ser olímpico este año— rio Tamaki, eso siempre podía notarse en los viajes a la playa en las vacaciones de verano.
—¿Pasa algo, Izumi?— inquirió la Inari, notando el ligero ceño fruncido de su amiga y que observaba hacia la entrada del comedor.
—¿Quiénes son?— preguntó la Yamamoto extrañada, viendo a un grupo de alumnos desconocidos para ella ingresar en el comedor.
—Oh, como estuviste lejos un mes, olvidamos contártelo, y nos ganó la emoción por tu regreso— se disculpó la Nekoba, golpeándose la frente mentalmente. —Son alumnos nuevos, llegaron una semana después de que te fuiste— explicó sin mucho interés en el asunto, ya hacía casi un mes que los nuevos estaban en la universidad con ellos.
—Son los Uchiha— inició Shinko entonces, ya que su amiga no iba directo al punto.
—Hijos adoptivos del doctor Uchiha, aparentemente se mudaron de Alaska— respaldó Tamaki, intentando organizar lo mejor posible todo lo que se sabía de ellos hasta ahora. —Aún no socializan con otros, pero andan juntos— aludió, no sabiendo que pensar del tema.
—¿No dijiste que eran hermanos?— cuestionó Izumi arqueando una ceja, aunque solo los chicos se parecían entre si y no las chicas.
—Es medio complicado— contestó la Nekoba, no sabiendo cómo explicarlo del todo. —En realidad tres de ellos son hermanos, y las chicas son sus novias, pero también son hijas adoptivas del doctor Uchiha— tenía sentido, pero era enrevesado a la vez.
—Tal vez me adopte— comentó Shinko soñadoramente, los cinco nuevos eran la envidia y comidilla de todo el mundo y no hacía falta explicar por qué.
Aunque escuchando todo, los ojos de Izumi intentaron analizar lo más disimuladamente posible a los nuevos, sabiendo lo molesto que era ser el centro de atención; la primera pareja, que pasó con sus bandejas hacia una mesa junto a los ventanales, se componía de una hermosa mujer de aspecto despampanante, con largo cabello rubio que caía tras su espalda como una ondulante cascada, con un mechón cubriéndole parcialmente el lado derecho de la cara pero no minimizando sus brillantes ojos aguamarina, curvilínea como una modelo y vistiendo un abrigo gris marino de cuello en V que revelaba un medallón en forma de abanico rojo y blanco, con una bufanda blanca cayendo a los lados del pecho, ceñidos jeans negros y tacones a juego que la hacían parecer más alta e inalcanzable. Su novio—eso parecía ser pues caminaron hacia su mesa tomados de la mano—, era un pelinegro alto y de piel muy pálida, resaltada todavía más por su corto cabello negro como la tinta al igual que sus ojos, ligeramente desgarbado y musculoso al mismo tiempo, vistiendo una camiseta blanca de cuello redondo bajo una sudadera gris claro con capucha y las mangas arremangadas por sobre los codos, exponiendo una pulsera de cuero con el mismo logo del abanico rojo y blanco en el costado, jeans azul desgastado y cortas botas negras. Quitándole la bandeja de las manos a su novia, el pelinegro dejo ambas sobre la mesa y corrió la silla caballerosamente para la rubia que le guiñó un ojo coquetamente antes de sentarse y él no tardó en hacerlo a su lado, casi pegado a ella y sin dejar de observarla; y no era el único, los ojos de todos estaban sobre ella.
—La rubia es Ino, y su novio es el de cabello corto, Sai— mencionó Tamaki siguiendo la mirada de su amiga. —No sé cómo son pareja, ni siquiera sé si eso es legal— mencionó para sí misma, intentando entenderlo.
—Tamaki, no son parientes y son mayores de edad— regañó Shinko, no siendo correcto expresarse así y no conociéndolos los suficiente para hablar de ellos.
—Sí, pero viven juntos, dime que no es raro— se defendió la Nekoba, antes de concentrarse en la siguiente pareja que pasó junto a su mesa. —La pelirosa, Sakura, ella si es muy rara, es la novia de Sasuke, el pelinegro que parece odiar a todo el mundo— explicó, nuevamente sin saber qué decir de ellos exactamente.
Muy diferente de la rubia, pero igualmente hermosa, la segunda chica era más baja, de corto cabello rosa por sobre los hombros, brillantes ojos gatunos color esmeralda con un brillo cálido y piel blanca, vestía una blusa de aspecto agitanado color blanco de cuello en V resaltando un collar de plata que abrazaba la curva de su cuello con el emblema del abanico rojo y blanco, las mangas era ceñidas hasta los codos donde se tornaban acampanadas como alas y encima un corto bléiser que resaltaba sus curvas, sin mangas, pantalones gris oscuro anchos al final y botines negros de tacón, con múltiples pulseras en las muñecas a juego con sus largos pendientes de sarcillos. Su novio, que caminaba cargando una bandeja con los platos de ambos en tanto ella saludaba y sonreía a todo el mundo, se mostraba callado, reservado y hasta huraño, de piel clara aunque no tan pálida como Sai, también de ojos oscuros y rebelde cabello azabache azulado con un flequillo enmarcando los lados de su rostro y el resto ligeramente despeinado en la parte posterior, vestía una chaqueta gris perla de cuello alto y cerrado, con las mangas ligeramente subidas por sobre las muñecas, exponiendo un reloj de plata en la muñeca derecha, jeans gris oscuro y cortas botas negras. Desentendiéndose completamente del resto del mundo, pareciendo odiar a los demás a diferencia de la pelirosa que corrió las sillas para ambos y le quito la bandeja que dejo sobre la mesa, el pelinegro volvió la silla para sentarse del otro lado, con su novia abrazándose a él que entrelazó una de sus manos con la de ella.
—Y dejamos lo mejor para el final— comentó Tamaki, muy emocionada. —Él es Itachi Uchiha, el único soltero de sus hermanos y es guapísimo, obviamente...pero nadie parece ser suficiente para él— explicó haciendo que por fin los ojos de su amiga se dirigieran hacia él…el chico más guapo y la chica más popular, ¿Por qué no?
—Quizá eso cambie ahora que nuestra hermosa amiga está aquí— sugirió Shinko, más que a gusto con la idea. —Estudia antropología, por lo que tendrán clases en común— sería normal que el único soltero de los Uchiha sucumbiera a ella.
—Olvídenlo— desestimó Izumi lo más amablemente que le fue posible, mas no queriendo que la emparejaran con nadie. —Socializare, seré amable, pero no me meteré en su camino— obvió, no prometiendo hacer más. —Tengo otras cosas que hacer— estudiar le evitaba estresarse más de la cuenta.
—Por supuesto— asintió la Inari, siempre estando de su lado en lo que decidiera.
—Solo decíamos— respaldó la Nekoba, no deseando incomodarla en forma alguna.
Naturalmente Izumi experimentó una punzada de compasión por los hermanos Uchiha, puede que fueran excepcional y devastadoramente atractivos y suponía que muy buenos estudiantes—siendo privada aquella universidad—, pero nada de ello garantizaba encajar y más siendo ellos de Alaska, por lo que ya mentalmente empezó a considerar que hacer para ayudarlos ahora que estaba de regreso y para compensar su ausencia. Sus ojos se enfocaron en el único soltero de los hermanos, como Tamaki y Shino habían dicho, Itachi Uchiha; como sus otros hermanos, era alto, guapo y tenían rasgos en común, como sus ojos oscuros, pero que eran grises en lugar de negros y su cabello era de un tono más bien ébano y largo, recogido en una coleta baja, y vestía una sencilla camiseta de cuello redondo con mangas largas que tenía subidas hasta los codos, jeans negros y cortas botas de igual color, tomando asiento junto a sus hermanos Sai e Ino, pero frente a Sasuke y Sakura. Cuando Izumi planeaba regresar su atención a sus amigas, a quienes escuchaba divagar de las últimas novedades durante su ausencia, el Uchiha desvió la mirada hacia ella, había mucha curiosidad en su mirada a diferencia de sus hermanos que no veían fuera de su círculo, pero pronto esa curiosidad pareció dar lugar a una extraña insatisfacción, pues frunció el ceño y apartó la mirada un instante después con contrariedad para confusión de Izumi, que no pudo entender que había provocado aquella reacción, mas regresando su atención a sus amigas, queriendo volverse, pero negándose a hacerlo…
El almuerzo había durado lo necesario, ni menos ni más, y tras esto todos los alumnos habían emprendido rumbo a los salones de sus respectivas clases, mas a Izumi no dejo de rondarle en la mente que—lo quisiera o no—Itachi y ella cursaban ramas afines; él Antropología y ella Antropología con mención en Sociología, tendrían que verse más de lo que Izumi veía al resto de sus amigos en las otras clases y trató de hacerse mentalmente la idea a ello, así como decir o hacer algo para que él y sus hermanos se sintieran bienvenidos. Sus demás compañeros de universidad eran buenos chicos, pero siendo todos de Forks y de familias que se conocían entre si desde siempre, tendían a ser algo prejuiciosos y reticentes con los alumnos nuevos, y más siendo estos de fuera, Alaska era un gran lugar de hecho e Izumi sabía que tenían maravillosas universidades de ciencias—si fuera más valiente, habría intentado ser admitida lejos de Forks…pero no lo era—, y lo último que tenía para con los alumnos nuevos eran prejuicios. Su clase en ese momento era Teorías Antropológicas Clasicas con el señor Iruka Umino, a cuyo salón ingreso, revisando la planilla de la entrada y donde estaban designados los grupos en que trabajarían, ya que el señor Umino siempre alentaba esto…con Itachi, a quien ella vio al dirigirse hacia el escritorio de su profesor, notando que de hecho Itachi era el único que no tenía compañero…sintiendo una corriente de aire a su espalda de la rejilla de ventilación, y que la hizo estremecer y meció sus cabellos, Izumi acomodó estos hasta detenerse junto al escritorio del señor Umino.
—Señorita Yamamoto, es bueno tenerla con nosotros otra vez— saludó el profesor Iruka siempre con una amable sonrisa para todos.
—Gracias, señor Umino, me alegra volver a verlo— asintió Izumi, conmovida por sus palabras. —A todos— aclaró desviando la mirada hacia sus demás compañeros de clase y que le sonrieron en respuesta o la saludaron en su camino hacia el escritorio en que estaba Itachi. —Hola— lo saludó con su mejor sonrisa, recibiendo una seca sonrisa en respuesta, casi forzada, pero ella eligió no pensar demasiado en ello.
La Antropología estudiaba a la Humanidad, sus sociedades del presente y del pasado, así como las diversas culturas y formas de organización e interacción social que habían existido, y la asignatura de Teorías Antropológicas Clásicas buscaba entender aquellas teorías gestadas desde el surgimiento de la Antropología Moderna a finales del siglo XIX hasta los años ochenta del siglo XX, iniciando la escuela del evolucionismo, algo fundamental en los inicios de la Antropología Moderna. Esta asignatura había comenzado a impartirse para sus compañeros una semana antes de su regreso y la presente clase versó sobre los orígenes del ser humano, la naturaleza de la sociedad y la diversidad de culturas, un tema que Izumi ya había estudiado en su tiempo libre, por lo que no le fue difícil marcar la página en su libro donde estaban las respuestas, indicándoselo silenciosamente a Itachi, quien solo asintió secamente como única respuesta y procedió a escribir esto como hizo ella también. Aunque no quisiera pensar en la tensión de Itachi al corresponder a su saludo, Izumi sí notó que la expresión de su rostro era de lo más extraña, hostil, airada, con aquella intensa mirada enfocada en ella y que intentó concentrarse en resolver la tarea asignada por el señor Umino…Lo más disimuladamente posible, Izumi olisqueó su cabello, percibiendo el mismo shampoo de jazmín que siempre usaba, y usaba su perfume floral, su aroma era bastante inocente, no creía tener nada para molestar a Itachi y trató de no concentrarse en ello sino que en la tarea que terminó velozmente.
Tan pronto como la tarea estuvo terminada, Izumi extrajo cuidadosamente la hoja y se levantó de su lugar para entregarla al profesor, con Itachi uno o dos pasos tras ella y entregándolo casi al mismo tiempo, provocando que sus manos se tocasen al alejarse del escritorio; como si su piel quemara, o así lo interpreto Izumi, Itachi regresó rápidamente sus pasos hacia su escritorio, hacia su anterior lugar para aguardar a que terminase la clase. Disimulando su sorpresa, Izumi no tardó en regresar al escritorio también y más al ver que otros compañeros también se levantaban de sus lugares para entregar la tarea terminada, no queriendo ser un obstáculo para ellos, pero no pudiendo evitar desviar su mirada por el rabillo del ojo hacia el Uchiha, intentando entenderlo y observando su mano izquierda, crispada en un puño, descansando sobre el muslo, como si solo quisiera irse de ahí…o más específicamente alejarse de ella, ¿Qué le pasaba?, ¿Se comportaba de esa forma habitualmente? No podía tener nada que ver ella, ¿verdad? Ambos no se conocían de nada y ella intentó convencerse de ello una y otra vez, hasta que tras lo que pareció una eternidad el timbre sonó anunciando el final de la clase, y entonces Itachi se levantó y abandonó el salón lo más rápido posible, sobresaltándola. Mientras sus otros compañeros reunían sus útiles y abandonaban el salón lentamente, entre conversaciones, Izumi se quedó petrificada en su lugar, completamente perdida y no creyendo haber hecho nada para merecer ese trato, reuniendo finalmente sus cosas como todos y dejando el salón.
Nadie nunca la había hecho sentirse tan mal.
Tras salir de clases, Izumi deambulo por los pasillos hacia su casillero y sin saber bien que hacer, el recreo se sentía como una maldita tortura mientras ella daba vueltas a su extraña interacción con Itachi Uchiha y sin poder entender cuál era su maldito problema con ella, ¡Ni siquiera se conocían! Y, sin embargo, ¿Por qué parecía odiarla?, ¿Cuál era su maldito problema? No es que Izumi disfrutara de ser el centro de atención, mas bien era justo lo contrario, pero no estaba acostumbrada a que otros la odiaran sin razón, si Itachi detestaba algo en su forma de ser…sea, pero ni siquiera habían sostenido una conversación, muchos chicos en la universidad decían que era suerte sentarse con ella o poder hablar con ella a pesar de que Izumi siempre tenía una sonrisa para todos, ¿Y de la nada este chico la despreciaba sin siquiera hablarle? Izumi suspiró sonoramente al llegar a su casillero, abriendo la puerta y dejando su cuaderno y libro en el interior antes de buscar el de la siguiente clase, Teorías Antropológicas Actuales, nuevamente con el señor mal genio, y también compartían otras clases como Estructura Social y Epistemología de la Práctica Etnográfica, por lo que ella intentó prepararse mentalmente para y ser nuevamente amable con él, intentando creer que quizás solo estaba teniendo un mal día, eso les pasaba a todos a veces. En medio de esos pensamientos, sintió movimiento junto a ella un instante antes de enfocar la mirada en Shinko y Tamaki que como siempre aparecieron con sus mejores sonrisas para ella, completamente diferentes del señor gruñón, conocido como Itachi Uchiha.
—¿Todo bien?— preguntó Shinko, notando de inmediato su ceño ligeramente fruncido, muy diferente de como la habían visto durante el almuerzo.
—¿Y esa cara?— interrogó Tamaki, dándose cuenta de lo mismo, aunque con unos segundos de retraso.
—Son brujas— acusó Izumi con tono molesto, sorprendiendo y confundiéndolas, —sí soy compañera de clases de uno de los nuevos, Itachi— aclaró, viéndolas asentir y emocionarse…hasta que vieron que ella no estaba feliz. —No sé, creo que me odia— simplificó, no sabiendo que otras palabras usar.
—No puede odiarte— protestó la Inari, no sabiendo de nadie en sus años de estudio que albergase aquella emoción hacia su amiga.
—Nadie en este lugar lo hace y hay muchos subnormales— respaldó la Nekoba, sumamente extrañada por aquella conclusión al igual que su amiga.
—No me dirigió la palabra en toda la clase, ni siquiera me miró— mencionó la Yamamoto solo para ejemplificar parte del problema.
—Pues acaba de entrar en la oficina del señor Umino, podrías investigar cuál es su problema contigo— sugirió Shinko señalando con la cabeza la puerta en ese pasillo.
—Espérenme aquí— decidió Izumi finalmente, necesitando hablar con el Uchiha.
—Ve por él— alentó Tamaki, completamente de su lado como siempre como Shinko.
Alejándose inicialmente de su casillero con andar valiente y frente en alto, sosteniendo su cuaderno y libro contra su pecho, Izumi comenzó a sentirse menos valiente al acercarse a la puerta de la oficina del señor Iruka Umino, apreciando sin embargo que esta se encontrase entreabierta y le permitiera ver y escuchar lo que sucedía en el interior, aprovechando esto para espiar la conversación pese a saber que estaba mal, casi conteniendo la respiración en el proceso, sintiendo como si el eco de esta y el latido de su corazón pudieran delatarla, ¡Era una locura! Nadie podía verla u oírla, y sin embargo a ella le pareció que sí, espiando todo con sus ojos oscuros. Dentro de la oficina del señor Umino se encontraba Itachi, de espaldas a ella, era fácil reconocer por su altura así como por su postura recta, como esos hombres de la nobleza en los retratos antiguos—los chicos de su edad lucían desgarbados y encorvados, mientras que él asombrosamente formal—, además de con su cabello ébano medianamente largo y recogido en una corta coleta, con su cuaderno y libro bajo el brazo, sosteniendo en su mano libre su chaqueta, de pie ante el escritorio del señor Umino que parecía haber escuchado atentamente su discurso, ¿En que había consistido este? Izumi no tenía como saberlo, cuando se había escondido tras la puerta este ya parecía haber terminado y lo que seguía ahora naturalmente era la respuesta del señor Umino, lo que hizo que Izumi deseara más que nunca saber que rondaba la mente de este chico nuevo, deseaba entenderlo, mas él no se lo estaba haciendo fácil.
—¿No hay nada que se pueda hacer?— preguntó Itachi finalmente, esperando que el profesor diese una respuesta que pudiera solucionar su problema.
—Me temó que no, no hasta el cambio de compañeros al final del semestre— negó el profesor Iruka con voz comprensiva. —Es una buena oportunidad, señor Uchiha, sus calificaciones son envidiables y por ello le destine como compañera a la única otra persona de la universidad que está a su altura— aconsejó, disuadiéndolo de aferrarse a este problema y confiando en que la señorita Yamamoto lo ayudaría a integrarse.
—Entiendo, señor, gracias— asintió el Uchiha fingidamente resignado, no teniendo otra opción.
Así que de eso se trataba todo, sin saberlo Itachi le había dado la respuesta o confirmación que ella tanto había querido obtener; realmente la odiaba, no se trataba solo de que estuviera teniendo un mal día, la odiaba o de otro modo no pediría que no fuesen compañeros en clases por el sistema que el señor Umino había diseñado dentro del salón…viendo a Itachi dar la vuelta y dirigirse hacia la puerta, detrás de la que ella se encontraba, Izumi intentó moverse y apoyarse en la pared de junto, pero ni siquiera fue capaz de darse la vuelta cuando la puerta se abrió y se encontró cara a cara con Itachi. Naturalmente, Izumi esperó que él se disculpara o que tan siquiera pretendiera que no había un problema entre ellos, quiso creer que cuando menos por cortesía, él mentiría diciendo que no intentaba que dejaran de ser compañeros de trabajo en clases, algo, lo que fuera, mas nada de eso sucedió, sino que él siguió con su camino como si apenas y la hubiera visto, pasando secamente junto a ella, ni siquiera rozándola, como si no mereciera su atención, aumentando el malestar que ya le había generado en clases. Sintiéndose como una frágil hoja en medio de un vendaval, Izumi se apoyó en la pared del pasillo…nunca había sucedido eso, que alguien la detestase tanto y de la nada, no era una situación normal, razonable o algo con lo que supiera cómo lidiar y le remordió la conciencia una y otra vez, no sabía qué hacer para arreglarlo, y la llegada de sus amigas a su alrededor no ayudo, mas si aligeró un poco el ambiente, recordándole todo el afecto con el que aun podía contar.
—¿Y bien?— preguntó Shinko situando sus manos sobre sus hombros, sintiéndola temblar.
—Parece que si me odia— reafirmó Izumi, cerrando los ojos un momento y tratando de controlarse, —lo que no entiendo es porque— añadió en apenas un suspiro.
—Solo ignóralo y sigue con tu vida— sugirió Tamaki, despreciando a cualquiera que hiciera pasar un mal rato a su amiga.
—Tamaki tiene razón, no dejes que arruine tu regreso— asintió la Inari atrayéndola en un abrazo.
—Si...— suspiró la Yamamoto, intentando convencerse a sí misma de ello.
No quería que nada ocupara o arruinara su regreso, había extrañado mucho a sus amigos estando lejos, a sus profesores, las clases y la vida normal de una adolescente universitaria de 21 años, que—aunque sus padres lo ocultaran—estaba pasando por una separación de sus padres…si, su vida era todo menos perfecta, pero Izumi estaba feliz con ello a su manera, amaba su vida y no la cambiaría por nada en el mundo, mas mentiría si dijera que no le fue reconfortante la presencia de Itachi, gruñón como era, y cuya forma de ser cuando menos la había ayudado a olvidarse de sus propios problemas, algo que ni sus amigos habían conseguido hacer en todo el día. Itachi Uchiha le crispaba los nervios, y escuchar el timbre que ponía fin al recreo solo se lo recordó, pues ambos también tenían la misma clase de Teorías Antropológicas Modernas, por lo que Izumi se despidió de sus amigas y se dirigió al salón de clases en el pasillo contiguo, viéndolo nada más entrar al salón, mas en esta oportunidad no tenían que soportar la presencia del otro a su lado, pues no tenían la obligación de trabajar juntos, lo que les brindó un respiro a ambos y le permitió ignorarlo, concentrándose en lo suyo. Pero el malestar persistía, Izumi casi podía sentir sus ojos taladrándole la parte posterior de la nuca y el cuello, casi como un animal salvaje la estuviera rondando y amenazara con morderla, por lo que se acomodó distraídamente el cabello sobre los hombros mientras prestaba atención a la clase. Era un sentimiento muy extraño, pero en el que ella intentó no pensar…
Ese día había comenzado muy prometedor, como todos sus días de clases desde que habían regresado a Forks luego de medio siglo viviendo en otros estados, aunque solo ellos y sus "padres" podían saberlo realmente, y la mayor parte del tiempo era fácil para Itachi concentrarse en sus clases y en las calificaciones que se esperaba obtuviera, concentrarse en todo ello frenaba el deseo de sangre humana que pedía su sistema—especialmente en el caso de Sasuke, llevando apenas medio siglo intentando vivir de la sangre animal, desde que era parte de su familia o aquelarre—, y evitaba formar lazos con otras personas. El único problema ese día era quizás que Sai estaba molesto por haber perdido un combate de entrenamiento con Sasuke la noche anterior, pero ambos no peleaban en público y eran perfectamente capaces de esperar a regresar a casa, todo debería haber quedado ahí y, sin embargo, todo en lo que Itachi podía pensar ese día era en Izumi Yamamoto, la famosa mejor estudiante de toda la universidad. Igual que sus hermanos, Itachi había escuchado de ella, aunque no estuviera físicamente en el mismo lugar que todos y aparentemente fuera del estado por un mes, pero amiga de todos, y ya que su don era leer mentes, Itachi no podía evitar escuchar como todos pensaban en ella día sí y día también. Precisamente por ese don, había sentido curiosidad, tenían muchas asignaturas juntos y sabía que un día se verían y tendrían que socializar, estaba acostumbrado a socializar lo necesario por las universidades en que había estado desde hace décadas…pero el olor de su sangre lo estaba torturando.
Había escuchado historias de "cantantes", humanos cuya sangre era tan deliciosa al paladar de un vampiro que su sangre parecía literalmente cantarles, llamarlos, y había sido una tortura tener tan cerca a la chica en clase, tocar su mano, muchas veces había barruntado inclinarse y morderla frente a todos y luego matarlos, había armado mil y un planes en su mente para no dejar rastro, pero perder el control no era una opción ni mucho menos alimentarse de sangre humana, no lo hacía desde hace un siglo y no quería ser un monstruo, y ella era una chica inocente, no un criminal como los individuos que había matado en el pasado. El otro problema y que lo irritaba, impidiéndole verla como al resto, es que por más que intentara leer su mente con su don, solo percibía silencio, no es que pretendiera decir que ella no tenía nada en el cerebro sino justo lo contrario; todos la conocían, la amaban en sus pensamientos, tenían tanto que pensar de ella y ella era tan cálida con todos, brillaba como el sol con esa sonrisa y solo tenía amabilidad para todos—incluido él que había sido un imbécil con ella por no poder controlar su sed por su sangre—, y todo eso solo aumentaba su curiosidad, intentando entender que podía pasar por su mente, por eso había apartado la mirada de ella en el almuerzo y no le había dirigido la palabra en clase, eso y porque había contenido la respiración para no sentir el aroma de su sangre, matizado con esos aromas a jazmín y lavanda impresos en ella, ¿Por qué los sentidos de un vampiro debían ser tan agudos? Solo dificultaban las cosas, a él en especial.
El aroma de la sangre de esta chica, tan bella, tan cautivadora y al mismo tiempo tan malditamente amable—si fuera una pesada frívola y arrogante como la mitad de las chicas de la universidad, le seria inmensamente fácil ignorarla, pero no, era precisamente el tipo de persona que uno no podía evitar apreciar y desear tener cerca—, le hacía sentir sequedad y dolor en la garganta, un agujero anhelante en el estómago, un agarrotamiento instantáneo de los músculos, el flujo excesivo de ponzoña en la boca y enviaba su mente hacia derroteros que no quería. Sus clases habían terminado, también las de sus hermanos Sai y Sasuke que lo observaban reprobatoriamente, reunidos en el estacionamiento de la universidad como tantos otros alumnos; Sasuke tenía la habilidad de percibir y controlar las emociones de los demás, y en ese momento lo observaba con el ceño fruncido, entendía su sed de sangre humana, pero no le gustaban las emociones que percibía de él, siempre tan protector con Sakura aunque ella no estuviera presente en ese momento, teniendo entonces su última clase al mismo tiempo que Ino tenía la suya. En ese momento, una ráfaga de viento trajo el aroma de la chica Yamamoto hasta él e Itachi tuvo que poner todo de su parte para no volverse y atacarla mientras ella abandonaba la universidad para dirigirse a pie hasta la residencia varias cuadras de ahí, cruzando el estacionamiento y teniendo una expresión entre molesta e intrigada, él lo notó por el rabillo del ojo, ella lo estaba torturando tanto sin darse cuenta, sería tan fácil…
—Itachi— llamó Sai como si pudiera adivinar sus pensamientos. —Ella no es uno de nosotros, y matarla no es una opción— espetó, recordándole que tenían prohibido matar abiertamente y exponer su secreto a los humanos.
—Lo último que necesitamos es volver a mudarnos porque pierdes el control, Itachi— secundó Sasuke, llevando todos muy poco tiempo allí.
Las palabras de sus hermanos no consiguieron penetrar en sus oídos, había tenido deslices en el pasado, momentos en que la sangre humana lo había llamado tanto que había cometido el imperdonable error de alimentarse de humanos, pero había cubierto sus huellas y se había impuesto un control férreo; él había probado sangre humana, Sasuke también, Sai también, Sakura e incluso su "madre", Mikoto, las únicas excepciones eran Ino y su "padre" Fugaku, pero él era la mayor excepción a la regla, era algo natural, pero que debía evitarse. Él era un depredador y esa chica, Izumi, su presa, esa era la mayor verdad del mundo y todo lo que lo rodeaba en ese momento eran daños colaterales, incluidos sus hermanos, elementos de los que deshacerse, él era un vampiro y ella tenía la sangre más dulce que había olido en el siglo que llevaba existiendo, y no concebía la presencia de un aroma como ese y habría empezado a buscarlo desde mucho tiempo si hubiera sabido que existía, podía imaginar el sabor…No, se dijo apretando disimuladamente las manos sobre el techo de su auto y cerrando los ojos, apartando la mirada de tan deseable humana, porque incluso en sus peores momentos, jamás había cometido una atrocidad como la que entonces estaba pasando por su mente, nunca había matado a inocentes; el rostro del monstruo en su mente se burló de él por su moral, casi perpetrándolo todo e incitándolo a consumarlo, pero no era una opción, y si seguía así, forzaría a sus hermanos a usar la fuerza para sacarlo de ahí, y lo último que necesitaban era llamar la atención.
Todo su exterior de un hombre perfectamente normal, quizás más atractivo que el promedio, de cuando mucho veintidós o veintitrés años—había tenido veintidós al momento de ser convertido en vampiro, en 1918—era solo eso, el exterior era un camuflaje destinado a engañar y seducir a los humanos que lo observaban, como un cazador que atraía a su presa, destinados a sucumbir a sus encantos, todos en la universidad y en sus entornos previos se habían sentido atraídos hacia él de esta forma y hacia sus hermanos y hermanas...pero esta chica llamada Izumi no, Itachi lo sentía pese a no poder leer su mente, había algo diferente en ella, pero que su sangre lo llamase tanto no determinaba aún si esto era negativo o positivo. Hasta antes de que esta chica llegara a su vida, había sido un león enjaulado que había aprendido a lidiar con esa existencia, quería ser un gato pero lo habían convertido en un león, y ahora llegaba esta chica y se ofrecía ante él como un cordero, no quería matarla, pero sus instintos lo alentaban a devorar su sangre y lo hacía cuestionarse y replantearse todo lo que había sentido hasta entonces, ¿Por qué había tenido que aparecer en su vida?, ¡No quería ser un monstruo!, ¡No quería matar a nadie ni quería perder todo lo que había ganado en una vida entera de sacrificio y privaciones! Sintiendo que la brisa ya no atraía más el aroma de esa chica, Itachi finalmente abrió la puerta de su auto y se sentó en el asiento del conductor, cerrando la puerta tras de sí, esperando a que sus hermanas llegaran para irse a casa, ¡Ella no podía hacerle eso! No la dejaría.
Tenía que irse, tenía que alejarse de ella.
Como muchos estudiantes provenientes de Forks u otras ciudades que se encontraban a demasiada distancia de Seattle, Izumi se quedaba cinco días de la semana—de lunes a viernes, regresando el viernes por la tarde a casa y regresando a la residencia el lunes en la madrugada—en Yugo Seattle Lothlorien, una casa de estudiantes en el 4730 de University Way NE, compartiendo un piso con sus dos amigas Tamaki y Shinko que estaban muy entretenidas hablando de todo y de nada, principalmente de cómo no podían creer que Itachi pareciera odiarla luego de menos de un día conociéndola, algo en lo que la Yamamoto prefería intentar no pensar, y por lo que se excusó para dirigirse al balcón y llamar a su madre para ignorar el tema. Llamar a su madre no era precisamente lo que Izumi deseaba hacer en ese momento, no lo había manifestado durante todo su mes juntas en Jacksonville, en su nuevo trabajo, siendo muy buena en tragarse lo que sentía, pero lo cierto es que Izumi estaba enojada con su madre, consideraba que su decisión de aceptar un trabajo tan lejos de su padre y por ende de ella misma era inmadura, egoísta…pero Izumi nunca soñaría en decir nada de eso a su madre y ofenderla, mas su decisión de regresar a Forks con su padre en lugar de permanecer junto a su madre evidenciaba que no estaba del lado de su madre en absoluto. Como si se supiera aludida, tan pronto como Izumi cerró la puerta del balcón tras de sí, tu teléfono comenzó a sonar por una llamada, proviniendo esta de un teléfono fijo y desconocido, y a esa hora solo podía tratarse de alguien:
—¿Perdiste tu teléfono otra vez, mamá?— preguntó Izumi nada más contestar la llamada, sabiendo que solo podía tratarse de ella.
—No te rías, no lo perdí, lo que perdí fue mi cargador— diferenció Hazuki ahogando una carcajada.
—Te extrañe todo el día— mintió la pelicastaña, si habiendo extrañado a su madre…mas no a ese nivel.
—Y yo a ti, mi princesa— aseguró su progenitora con su característico tono maternal y ligeramente manipulador que usaba para compensar sus errores. —¿Qué tal esta tu padre?— preguntó, no atreviéndose a llamar a Ryuu y preguntárselo personalmente.
—Bien, pasamos la tarde de ayer juntos, preparé mis cosas y nos separamos por la mañana— resumió Izumi conteniendo un suspiro, extrañando más a su padre. —Él a su trabajo y yo a la universidad— agregó, recordándose que su padre tenía obligaciones y no llamándolo hasta la hora de irse a dormir para no importunarlo en su trabajo.
—¿Y la universidad?, ¿Todos te recibieron bien?— inquirió Hazuki, genuinamente interesada por el día a día de su hija. —Que pregunta, claro que sí— se contestó a sí misma, conociendo bien a su hija y como era amiga de todos.
—Sí, todos han sido muy amables— asintió la pelicastaña para sí misma, no queriendo pensar en su día, mas dejando libre un suspiro sin darse cuenta.
—Oh, oh, presiento un pero— notó su progenitora, percibiendo algo diferente en su voz. —Cuéntame que pasa— se ofreció a escuchar, si su hija quería hablar de ello.
—No es nada, tranquila— desestimó Izumi, no queriendo pensar en ello. —Debo volver a estudiar y terminar mis tareas, hablamos luego, ¿sí?— se excusó, mintiendo pues no necesitaba terminar ninguna tarea, ya las había hecho en clase.
—Te adoro, no lo olvides— aseguró Hazuki en voz alta, esperando poder hacerla sentir mejor y sabiendo que no conseguiría nada insistiendo con el tema.
—Y yo a ti, mamá— deseó la pelicastaña mecánicamente.
Tan pronto como se despidió de su madre, terminando así con la llamada, Izumi soltó un profundo suspiró y cerró los ojos, emitiendo un gruñido por lo bajo, estampando suavemente su mano derecha—sosteniendo en la izquierda el teléfono—contra el barandal del balcón, no sabiendo que la irritaba más; si la intención de su madre de ser buena madre en ese momento y compensar todo su egoísmo y descuidos, o bien el gruñón conocido como Itachi Uchiha y a quien ella no conseguía entender, ni su razón para actuar con ella del modo en que lo había hecho. Lo primero era un tema de nunca acabar, e Izumi se encontraba constantemente conteniendo cualquier halito de rebeldía, sabiendo que su madre nunca cambiaria y que probablemente el matrimonio de sus padres estaba destinado a terminar—ella era mayor de edad, por lo que podía tomar sus propias decisiones, y esta era permanecer junto a su padre, en ese olvidado rincón del mundo que era Forks—, lo que ella llevaba aceptando o considerando desde hace años. Y con respecto a lo segundo, se mentalizó con una estrategia para confrontar a Itachi al día siguiente ya que, como sus amigas habían dicho, ambos tenían muchas clases en común—Itachi estando en Antropología y ella cursando Antropología con mención en Sociología—, no porque no pudiera aceptar caerle mal a alguien, sino más bien no soportando que alguien la odiara sin un motivo, y más siendo este su compañero de trabajo, lo que podría perjudicar sus clases, lo que no iba a aceptar. Solo esperaba que ese gruñón pusiera de su parte…
Al asistir al día siguiente, volví a mis clases como si nada, amable como siempre y dispuesta a confrontarlo si mantenía su injustificada actitud hostil conmigo, esperando que me dijera cuál era su problema…pero él no apareció ese día. Aguardando en el estacionamiento en la entrada de universidad esa mañana, Izumi se vio forzada a ingresar para dirigirse a su primera clase al escuchar el primer timbre de la mañana mientras observaba dos autos detenerse en el estacionamiento; el primero era un BMW M3 de un brillante rojo, conducido por la despampanante rubia conocida como Ino, con su hermana Sakura en el asiento del copiloto; el vehículo que se estacionó al lado era un Jeep Wrangler gris claro, conducido por Sasuke y en cuya parte trasera, casi de pie, viajaba Sai que descendió de un saltó tan pronto como su hermano se estacionó, ambos pasando junto a ella en la entrada con sus respectivas parejas. Sabiendo que no tendría caso esperar a quien no llegaría ese día Izumi no tardó en subir los escalones hacia la entrada, casi yendo un paso tras la última pareja de los hermanos Uchiha, compuesta por Sasuke y Sakura; y en contraste con su gruñón hermano, la pelirosa volvió la mirada por sobre su hombro y le dirigió una sonrisa a la pelicastaña, incluso su novio mucho más estoico le dirigió una mirada para nada similar a la de Itachi, lo que la dejo más tranquila mientras se dirigía a su clase. La ausencia de Itachi supuso un gran alivio, Izumi lo vio así inicialmente, pero no lograba quitarse de la cabeza la sospecha de que ella era el motivo de su ausencia.
Ese día pasó tranquilamente, sin novedad alguna, estar sola en Teorías Antropológicas Clásicas en lugar de trabajando en equipo ya que su compañero de puesto se encontraba ausente le evito un malestar innecesario, y al final del día regresó a la residencia con sus amigas, hablando de las trivialidades de siempre, yéndose a dormir temprano y preparándose para el resto de la semana, para confrontar a Itachi cuando regresara...pero no lo hizo. Ni al día siguiente, ni toda esa semana; El día siguiente discurrió igual, el tercero también y él cuarto, el último de la semana, haciéndole saber que Itachi no regresaría esa semana y quizás tampoco la siguiente, claro que resultaba ridículo imaginar que ella pudiera afectar tanto a Itachi, ambos solo eran compañeros de clase por designio de su profesor, ni siquiera se conocían, no habían tenido interacciones ni nada parecido que avalara tal posibilidad, mas la posibilidad siguió inquietando a Izumi. Ese último día de la semana y mientras almorzaba con sus amigos en su propia mesa, escuchando las conversaciones sobre lo que harían ese fin de semana, Izumi no pudo evitar desviar la mirada por sobre su hombro hacia la mesa en que se encontraban los hermanos Uchiha, reservados y sumergidos en sus propias conversaciones. El propósito de su mirada fue analizar y ver si alguno de ellos la veía igual que había hecho Itachi, con el fin de entender si era un aspecto de ella o su personalidad lo que le había desagradado, pero no vio eso: Ino y Sai hablaban despreocupadamente mientras almorzaban, sonriéndose el uno al otro.
Sakura y Sasuke estaban en una situación ligeramente similar, pero ya habían terminado de comer, la pelirosa teniendo una mano apoyada sobre la rodilla derecha del pelinegro, que envolvía su brazo alrededor de su cintura. Como si leyera sus pensamientos, Sakura dirigió la mirada en su dirección con una amable sonrisa y Sasuke o tardó en seguir la dirección de su mirada, observando a la Yamamoto únicamente, ambos retomando su conversación...actuando tan diferente de como había hecho su hermano, sosegando las inquietudes de Izumi y aumentándolas al mismo tiempo. Al final de ese día, Izumi se dirigió con sus amigas a la residencia, todas reuniendo sus respectivas pertenencias y subiéndolas a su camioneta, las tres vivían en Forks e Izumi no tenía problema en llevarlas, dejando que Tamaki y Shinko jugaran con su radio en busca de las canciones que le gustaban, mas la Yamamoto apagó esta tan pronto las dejo en sus respectivas casas tras cuatro horas de viaje, llegando a su casa siempre silente, preparando la cena y dándole la bienvenida a su padre, resumiéndole su semana y luego ambos yéndose a dormir temprano. A la mañana siguiente y siendo sábado, Izumi se despertó cerca del mediodía, se dirigió al baño aun en pijama y se lavó los dientes antes de bajar al comedor para prepararse el desayunó, escuchando el motor de su auto y asomándose por la ventana para ver a su padre llegar conduciéndolo. Extrañada, Izumi salió a su encuentro, resbalando por la lluvia que había caído esa mañana y riendo al caer de sentón al suelo.
—¿Estás bien?— su padre se apresuró en llegar a su lado y ayudarla a levantarse.
—Sí, la lluvia no ayuda a los descoordinados— rio Izumi sacudiéndose la retaguardia, habiendo perdido la cuenta de cuantas veces le había pasado eso. —¿Le pusiste llantas nuevas?— se sorprendió, viendo las ruedas de su camioneta.
—Las anteriores estaban gastadas— asintió Ryuu, justificando porque la había tomado prestada esa mañana. —No quiero que tengas problemas— obvió, siendo abordado por un efusivo abrazo de parte de su hija.
—Gracias, papá, de verdad— apreció la pelicastaña enterrando su rostro contra su pecho, su padre siempre tenía gestos así con ella, demostrando cuando la amaba.
—Soy solo tu padre, es mi deber— obvió el Yamamoto, acariciando sus largos cabellos castaños y esbozando una sonrisa ante su ternura.
Su matrimonio con Hazuki estaba pasando efectivamente por una crisis y ambos sentían que la mejor forma de afrontarlo era tomar distancia—él creía que Hazuki era inmadura por necesitar alejarse y Hazuki creía que él era demasiado posesivo—y tratar de darse un tiempo antes de decidir si separarse o seguir intentando mantener a flote su relación, pero aunque su relación terminase a futuro, Ryuu sentía que todo había valido la pena cada vez que observaba a su hija, tan parecida a él, lo que les permitía entenderse sin necesidad de palabras, y tan alegre al mismo tiempo, con esa emotividad que lo había enamorado de Hazuki, pero mucho más madura, capaz de sobrevivir por su cuenta, lo que le quitaba un peso de encima desde que ella había sido niña, había temido dejarla demasiado sola de niña y descuidarla mientras Hazuki trabajaba casi todo el día, pero para su sorpresa Izumi había tomado responsabilidades por su cuenta y se había convertido en el tipo de hija que él podía dejar en casa, sabiendo que ella estaría bien. Aunque Ryuu lo hubiera deseado, el abrazo no podía durar para siempre, por lo que lo rompió lentamente, situando sus manos sobre los hombros de su hija e inclinándose para besarla en la frente mientras dirigía sus pasos hacia su patrulla, con ella siguiéndolo aun en pantuflas y vistiendo su felpudo pijama violeta de lunares multicolores de la cintura hacia abajo, y encima un suéter malva de cuello redondo, con su largo cabello castaño cayéndole sobre los hombros ligeramente despeinado, sabiendo que su padre debía ir a trabajar aun siendo fin de semana.
—Quisiera quedarme, pero tal vez ni siquiera llegue para cenar— anunció Ryuu deteniéndose junto a la puerta de su patrulla.
—¿Trabajo?— mas bien afirmó Izumi, acostumbrada a oír eso y no teniendo problema.
—Sí, tengo que ir al condado de Mason— asintió el Yamamoto, abriendo la puerta y subiendo al asiento del conductor, cerrando la puerta tras de sí. —Aparentemente un guardia de seguridad fue asesinado por un animal— comentó visiblemente disgustado mientras se colocaba el cinturón de seguridad.
—¿Qué clase de animal?— inquirió ella igualmente preocupada, habituada a discutir su trabajo…en tanto fuera posible.
—Ni idea, creo que me enteraré allí— negó él, no teniendo más información y esperando únicamente que el problema llegase solo hasta ahí.
—Ten cuidado— deseó Izumi como siempre. —Adiós— se despidió, encontrando su mirada con la de él.
Viendo a su padre alzar una mano a través del parabrisas a modo de despedida, Izumi lo observó mientras hacía retroceder la patrulla y dejaba la casa, dirigiéndose por la calle hacia la comisaria o bien directamente hacia el condado de Mason como había mencionado, tras lo que Izumi se abrazó a si misma sintiendo un escalofrío y dirigió sus pasos—lentos y cuidadosos para no volver a resbalar—hacia la casa, subiendo las escaleras y cruzando la entrada principal, cerrando la puerta tras de sí. Estirándose en el interior, Izumi ahogó un suspiró y nuevamente dirigió sus pasos hacia la cocina para prepararse el desayuno, que por la hora vendría siendo en realidad el almuerzo, y ya mentalmente barruntando que cocinar para su padre, aunque este llegara después de la hora de la cena, abriendo el refrigerador y observando el interior en caso de necesitar ir de compras, agradeciendo que no fue así y sacando materiales mientras armaba un plan en su mente. Observando el exterior a través de las ventanas de la cocina mientras encendía el gas y colocaba la tetera en el fuego para prepararse un café, Izumi se recordó que de regreso en Forks todo era muy diferente de Jacksonville, donde su madre y ella solo se veían por las tardes luego de que regresara de trabajar o pasar tiempo con sus amigas o colegas de trabajo, sin mayores preocupaciones, mientras que aquí su padre siempre corría riesgos y siempre estaba rodeado de problemas, lo que hacía que ella siempre tuviera el corazón en vilo, temiendo constantemente que le sucediera algo, y más ahora con estos ataques.
Un desconocido animal…en esa pérdida parte del mundo, nunca se sabía que esperar.
PD: Saludos queridos y queridas, prometí que iniciaría una nueva historia esta semana y lo cumplo, esperando como siempre poder cumplir con lo que ustedes esperan de mi, agradeciendo su apoyo y deseando siempre que mi trabajo sea de su agrado :3 Las próximas actualizaciones serán "Avatar: Guerra de Bandos", luego "Caballeros del Zodiaco" y por último "El Rey de Konoha" :3 Esta historia esta dedicada a mi queridísima amiga Ali-chan 1966 (agradeciendo su asesoría y aprobación, así como todos los dolores de cabeza que seguramente le doy) y a todos quienes siguen, leen o comentan esta y todas mis historias :3 Como siempre, besitos, abrazos y hasta la próxima.
Reescribir una Historia, Adaptación y Cambios: Como mencionó al inicio de fic, esta es una adaptación de la saga Crepúsculo de Stephenie Meyer, y viene a adaptar tanto la saga de libros como las películas y los cortos emitidos a los largo de los años. Crecí viendo las películas y aunque no soy fan de la obra, le tengo cierto afecto y siempre me repetía en la cabeza los errores de la trama, diciéndome que era una buena historia y que podía orientarse bien en una mejor dirección. Todo esto coincidió con el anuncio, el año pasado, de que se estaba barajando crear una serie de Crepúsculo, volviendo a adaptar los libros, pero de otra forma, por lo que sentí que era el mejor momento para intentar escribir mi versión. El mayor cambio argumental es que Izumi esta en su segundo año de universidad y no en secundaria, también tiene una personalidad completamente diferente, y no es la nueva de la escuela sino que es la alumna más popular; en esta versión, los Uchiha son los alumnos nuevos, todos los personajes aparentando una madurez más aceptable en lugar de la edad que Meyer representó en su obra. También, y mientras que la narrativa de Stephenie Meyer sucedía en primera persona o narrador protagonista, yo escribo desde un punto omnisciente, teniendo información de todo lo que sucede en la obra, mas iré explicando la historia paulatinamente para que hayan sorpresas para ustedes como lectores. Además, y para quienes son seguidores de mi fic Cazadores de Sombras, en gran parte, no he actualizado el fic, porque la autora ha publicado muchos libros desde el final de la saga original y quiero concentrar todo en una sola historia de ser posible, lo que me llevará más tiempo de planeación, mientras que la saga "Crepúsculo" finalizo hace ya más de diez años.
También les recuerdo que además de los fics ya iniciados tengo otros más en mente para iniciar más adelante en el futuro: "La Bella & La Bestia: Indra & Sanavber" (precuela de "La Bella & La Bestia"), "Sasuke: El Indomable" (una adaptación de la película "Spirit" como había prometido hacer) :3 Para los fans del universo de "El Conjuro" ya tengo el reparto de personajes para iniciar la historia "Sasori: La Marioneta", por lo que solo es cuestión de tiempo antes de que publique el prologo de esta historia. También iniciare una nueva saga llamada "El Imperio de Cristal"-por muy infantil que suene-basada en los personajes de la Princesa Cadence y Shining Armor, como adaptación :3 cariños, besos, abrazos y hasta la próxima :3
