—Esta es una adaptación de la saga literaria y de películas conocida como Crepúsculo o Twilight, escrita por Stephenie Meyer y en que pretendo corregir todo lo que yo creo que fueron errores argumentales, tratando de mantener la trama de la obra original, pero dando más profundidad a los personajes. La mayoría de los personajes pertenecen a Masashi Kishimoto, pero he creado personajes menores para incorporarlos y dar sentido al relato. Les sugiero oír "Decode" de Panamore para Izumi, "Let Me Sign" de Robert Pattinson, "Crimson Faces" de Blackbriar para Sakura, "Nothing I've Ever Know" de Bryan Adams para Sasuke, "Fire On Fire" de Sam Smith para Fugaku, y "A White Demon Love Song" de The Killers para el contexto del capitulo.
1651/Londres, Inglaterra
Fugaku Uchiha había nacido en 1623, hijo de un pastor anglicano en la floreciente ciudad de Londres; su madre, como era común para la época, había muerto tras darlo a luz y en los primeros años de su vida había sido criado por una nodriza, mas tan pronto como había podido tener noción para entender las cosas, su padre le había impartido una rígida educación puritana y propia para la época, aprendiendo a leer y a escribir leyendo la biblia en latín, en inglés por supuesto, pero también en griego y francés; los juegos no eran habituales en sus primeros años de infancia, su padre creía que distraían la mente de lo que era importante, por lo que contadas fueron las ocasiones en que Fugaku pudo divertirse con niños de su edad. Esa forma tan obsesiva e intolerante de su padre por criarlo, hicieron que Fugaku tuviera más libros que amigos, mas, pese a todo, cuando Fugaku cumplió dieciocho años, su padre organizó un matrimonio para él con una amiga de la infancia; Ena Sukiyama. Era como si cada aspecto de su vida estuviera planeado por adelantado y todo cuanto Fugaku había podido hacer había sido obedecer, seguir adelante y pretender estar de acuerdo para no decepcionarlo; el primer obstáculo se presentó cuando Ena falleció la misma noche de la boda por una enfermedad entonces inentendible, tuberculosis, la cual despertó la curiosidad intelectual de Fugaku así como sus deseos de ayudar, volcándose a estudiar medicina tan pronto como enviudó, deseando evitar a otros la fuerte tan abrupta que su joven esposa y amiga había tenido.
Los años continuaron pasados hasta que Fugaku alcanzó los treinta, y su padre un maduro pastor de más de cincuenta años cuya salud iba en declive y se veía debilitado por la edad—pese a negarse a admitirlo—, comenzó a traspasarle parte de sus deberes y responsabilidades sin importar que el Uchiha lo quisiera o no; como pastor anglicano, en una época tan supersticiosa, el padre de Fugaku había dirigido cacerías entre los menos educados y buscando hacerles ver que el diablo estaba en todas partes, siempre respaldado por un grupo de hombres y compañeros pastores que conocía. El pastor anglicano y su comitiva deambulaban por las calles de Londres durante toda la noche, una vez cada tres días, en busca de lo que ellos identificaban como vampiros, hombres lobo o brujas, cualquiera a quien pudieran condenar como "malvado" y solían quemarlos en hogueras o los colgaban de la horca; sin embargo, al ver mermada su salud, el pastor comenzó a delegar a su hijo la misión de perseguir a quienes consideraba monstruos, servidores del demonio. Fugaku sentía que lo que estaba haciendo estaba mal, él no quería matar a nadie, pero su padre había crecido inculcándole que aquellos a quienes se asesinaba no eran humanos, que eran criaturas creadas por el mismo demonio, para causar dolor y sufrimiento, y como prueba estos estaban condenados a pasar la eternidad en el infierno por lo que eran, y ya que su padre lo había criado y educado, Fugaku no tenía como cuestionar aquellas creencias, aunque no fueran las suyas.
Los rumores, las habladurías y reportes de ataques previos hicieron que Fugaku y los demás interesados en perseguir monstruos—un grupo de diez hombres—se sumergieran en los profundo del bosque al suroeste de Londres; todo sucedió muy rápido, entre la oscuridad; sangre, gritos, el olor a muerte esparciéndose a gran velocidad y el miedo latiendo en sus venas, fue todo lo que Fugaku sintió martillear en su cabeza antes de ser empujado con descomunal fuerza contra uno de los árboles, conmocionado y desorientado, lo que hizo borrosa su visión, pero no su audición, oyendo los gritos desgarrados, desmembramientos en rápida sucesión, tras lo que pronto se hizo el silencio. Sintió miedo, miedo en medio de la oscuridad, miedo por los demás hombres que lo rodeaban y no teniendo idea de que había en medio de las penumbras, un miedo muy justificado y que hubo quedado claro cuando fue tomado sorpresivamente del cuello, obligado a levantarse de su lugar y elevado del suelo por un hombre en quien enfocó su atención; era algo, de piel muy blanca, cabello negro como la tinta y medianamente largo por sobre los hombros, desordenado, que vestía como cualquier hombre que hubiera visto, pero algo en su mirada lo hacía diferente y eso fue lo que lo aterró, su humanidad, porque no era en absoluto lo que él había creído que seria. De ojos azul oscuro, el vampiro analizó a Fugaku como haría un humano con un gusano, mostrando cierto interés, pero que pronto dio paso al desprecio, apretando su agarre alrededor de su cuello.
—Pobre tonto, ingenuo y mundano— condenó el hombre con desprecio, observándolo indiferente. —¿Crees saber lo que es un monstruo?, ¿Crees que ir persiguiendo incautos inocentes y condenándolos a morir por ser algo que no son implica ser un héroe?— cuestionó, oprimiendo el cuello del Uchiha, complacido con dificultarle respirar. —Debería matarte, pero en lugar de eso te mostraré lo que es un verdadero monstruo— decidió, siendo una completa pérdida de tiempo el matarlo.
Matar era vulgar a entender del vampiro, no le gustaba compararse con los humanos, lo que él hacía e incluso por obligación era alimentarse, matar una o dos personas al mes y beber hasta la última gota de su sangre, eso más de lo que podía decir de sus demás congéneres con actitudes destempladas y que habían ocasionado que se difundieran rumores sobre "monstruos", como los llamaban los humanos, ¿Lo era verdaderamente? Queriendo que el humano bajo su agarre lo descubriera por su cuenta, el vampiro lo haló hacia sí, con su mano alrededor de su cuello, propinándole una certera así como dolorosa mordida en el costado izquierdo del cuello, enterrando los colmillos y liberando su ponzoña o veneno en su torrente sanguíneo, soltándolo y dejándolo caer al suelo, observándolo atentamente en todo momento. Todo había sucedido demasiado velozmente para que Fugaku pudiera impedirlo o procesar que estaba pasando, todo lo que sintió fue un dolor punzante en el cuello y que, como si se tratara de fuego líquido, le quemó las venas, literalmente era como si pudiera conocer el camino de sus venas al interior de su cuerpo, sentía algo horrible extenderse y que le quitó el aliento, haciéndolo jadear y quejarse de dolor, llevándose una mano al cuello, donde ese sujeto lo había mordido, sintiendo los surcos de sus colmillos sobre su piel; un vampiro. Observando al humano, que retrocedió en medio del dolor que le provocaba la ponzoña junto a la revelación de tener delante un monstruo real, el vampiro sonrió ladinamente, situándose en cuclillas frente a él.
—,¿Qué me hiciste?— interrogó Fugaku en un jadeo desesperado a causa del dolor.
—Te di un pequeño regalo, o una maldición, dependiendo como lo veas y lo que hagas con ello— comentó el vampiro sin mayor interés. —Hasta ahora, al igual que tu padre, has creído perseguir monstruos, pero lo que has hecho es ir tras seres inocentes y los has destruido por tus prejuicios— juzgó, habiendo seguido los acontecimientos hasta ese momento. —Ahora te convertirás en lo que has perseguido con pasión, serás aquello que buscas destruir y tendrás que aprender a vivir con ello— condenó, dejándole a él el interpretar si lo que le había dado era una maldición o un regalo.
Tras escuchar aquellas palabras, que apenas pudo procesar debido al dolor, Fugaku gritó de agonía e ignoró completamente al vampiro en cuclillas junto a él, no dando cuenta de que este se desvaneció velozmente, dejándolo solo en el bosque, con los cadáveres de los demás hombres que lo habían acompañado, sintiendo un ardor descomunal en el pecho y el cual pareció entenderse a sus venas con cada latido de su corazón, doloroso como nada que hubiera sentido antes, el Uchiha deseó perder la conciencia, pero no tuvo oportunidad sino que permaneció consciente todo el tiempo. El paso del tiempo hizo que el dolor se hiciera cada vez más intenso, demasiado, gritando a todo pulmón de un dolor que parecía no tener fin, deseando que la muerte acudiera a buscarlo y terminara con ese dolor, pero este solo pareció hacerse peor y peor, el tiempo se hizo ajeno en la mente de Fugaku, quien como única señal de que este continúa transcurriendo fue el sol que comenzó a emerger desde el horizonte, anunciando un nuevo día. Con el nuevo día que surgía, Fugaku abrió lenta y cautelosamente los ojos cuando repentinamente el dolor llegó a su fin, ya no sintiendo nada negativo sobre su persona, sentándose sobre el claro del bosque y observando a su alrededor, intentando comprender si estaba muerto, mas no lo parecía, de hecho se sentía muy extraño al levantarse del suelo, sentía sus movimientos más ligeros, medidos elegantes, alargando uno de sus brazos hacia el árbol a su espalda para apoyarse por inercia, derribándolo sin darse cuenta, paralizándose de sorpresa.
El Uchiha observó sus manos y el árbol caído con sorpresa y una distraída sonrisa, rememoró una y otra vez las palabras de su verdugo, aquel vampiro, ¿Es que ahora era lo mismo que él? Por las enseñanzas de su padre, había crecido aprendiendo que los vampiros eran seres del infierno, que causaban dolor a los demás, pero él no tenía deseó alguno de eso en aquel momento…Se alimentaban de sangre de humanos y no tenían alma, Fugaku no quería ser una criatura gobernada por la sed de sangre, pero sentía un ardor incontenible en la garganta y ansiaba el alivio, alivió que comprendió solo la sangre le podía dar. Solo en el bosque, con restos de cadáveres a su alrededor a cada paso, el Uchiha deambuló intentando pensar qué hacer, cómo saciar su sed y no matar a nadie al mismo tiempo, sintiéndose débil y percibiendo que cada paso requería más y más esfuerzo, aunque interiormente agradeció que no hubiera ningún ser vivo cerca, no queriendo matar a nadie; al encontrar un riachuelo en su camino, Fugaku buscó aplacar su sed…pero ello no sirvió en absoluto, aunque a la luz del sol le permitió contemplar su reflejo, mortalmente pálido, con los ojos de un carmesí aterrador y que lo hizo retroceder a la sombra, oculto de la luz del sol, sorprendiéndose cuando a la sombra su piel adquirió un color humano, y aunque no pudo ver sus ojos, casi adivino que estos eran ónix nuevamente. Reteniendo su sed, permaneciendo inmóvil en su lugar por días, Fugaku comenzó a asimilar poco a poco que ya no era humano, que no podía retroceder las páginas del tiempo.
Lo que Fugaku sintió por los próximos días, anclado a su lugar, fue ira y dolor por su vida, no quería ni podía intentar volver a casa, su padre despreciaría aquello en que se había convertido y él no deseaba matarlo a causa de su sed de sangre, por lo que nunca podría volver a verlo o a cualquier ser humano para así evitar dañar o matar a otros; una vida maldita no era una que mereciera vivirse; aceptó su nueva realidad, pero se hundió en la oscuridad, nunca antes había estado deprimido, pero se sabía presa de esto. Anheló la sangre, con desesperación, pero imaginar las esperanzas, sueños, miedos y problemas de los humanos normales lo hizo sentir repulsión, no quería matar a nadie; de pronto, un llamativo aroma llegó a su olfato, no especialmente apetitoso, pero si lo suficiente, y antes de darse cuenta Fugaku lo siguió hasta su fuente, abalanzándose contra un inocente siervo, cortando los músculos de su cuello con sus colmillos y bebiendo hasta la última gota de sangre de este. Soltando el cadáver del ciervo, Fugaku comprendió que acababa de alimentarse y asombrosamente no había matado a ningún humano, matar era matar, no es que él fuera a considerarse mejor que los demás…pero los humanos comían animales y él lo había hecho toda su vida, alimentarse de sangre animal en vez de sangre humana era quizás el único camino para poder mantener su humanidad, imaginando que era poco plausible el terminar con su vida, mas una sola cosa fue importante para Fugaku:
Había otra manera de existir.
1780/Volterra, Italia
Fugaku aprovechó lo más posible su inmortalidad; había intentado acabar con su vida, sin éxito, dándose por vencido y decidiendo aprovechar las oportunidades, estudiando todos los contenidos disponibles y moviéndose por Europa, radicándose finalmente en Italia para 1780, un lugar lleno de rica cultura y conocimiento. Había mucho que aprender para Fugaku de cada nuevo lugar al que iba, simplemente deambulando por las calles de la ciudad de noche o cuando las nubes cubrían el sol y le permitían parecer humano; una ciudad muy próspera y que le habían mencionado era Volterra, una de las ciudades más hermosas en que había estado, y donde comenzó a decidirse por estudiar Ciencias. Una noche, sentado en uno de los jardines de la universidad donde se estaba alojado, analizando su plan de estudios, Fugaku se sorprendió cuando una figura se situó dos pasos tras él, haciéndolo guardar su cuaderno y volviéndose; era una chica de apenas catorce años, bajita, menuda en aspecto, pero al mismo tiempo muy intimidante con solo existir, de largo cabello entre rosa y carmín que se encontraba peinado de acuerdo a la época en una coleta rizada, la cual únicamente le indicó que lo siguiera con voz asombrosamente seria para ser alguien tan joven. Habiéndose encontrado con otros vampiros hasta la fecha, Fugaku reconoció su olor y no tuvo problema en seguirla, extrañado, admirando la seguridad con que se conducía por las calles hacia una catedral que había visto desde su llegada, guiándolo por oscuros pasillos hacia una opulenta sala abierta:
—¿A quién has traído, querida hermana?— preguntó un joven de la misma edad que la chica, solo que de cabello blanco como la nieve y ojos verdes.
—Alguien a quien pensé que Orochimaru le gustaría conocer— anunció la pelirroja, aproximándose al estrado donde aguardaban tres hombres sentados sobre sus tronos, como si fueran reyes. —Mi amo— reverenció inclinando respetuosamente la cabeza.
—Verdaderamente extraordinario— juzgó el hombre al frente de todo. —¿Cómo te llamas?— inquirió con fascinación.
—Fugaku Uchiha— se presentó el pelicastaño, aun sin entender quiénes eran ellos.
—Mi nombre es Orochimaru— se presentó el pelinegro con una sonrisa digna de comparar con la de una serpiente. —Me han contado que eres un espécimen diferente de todos nosotros, ¿A qué se debe eso?— cuestionó, deseando saber más.
—No tengo la dieta normal de un vampiro, no me alimento de humanos— resumió el Uchiha, no sabiendo porque eso era del particular interés de aquel grupo de vampiros.
—¿De qué te alimentas, entonces?— cuestionó el hombre a la izquierda de Orochimaru, visiblemente mayor.
—Animales— contestó Fugaku de inmediato, intercalando su mirada entre los presentes.
—Increíble, ¿Puedo?— solicitó Orochimaru apareciendo frente a él y pidiendo su mano. —Tengo el don de la telepatía táctil, y quisiera estudiarte personalmente— explicó mientras el pelicastaño le tendía la mano y que sostuvo entre las suyas, viendo algo que claramente nadie más podía ver. —Estudias medicina, ¿Cómo lo haces para controlar la sed de sangre?— se interesó, tomando completamente por sorpresa al pelicastaño.
—Años de práctica y soterrado autocontrol— contestó el Uchiha, no habiendo probado nunca la sangre humana como para anhelarla.
—Esplendido— sonrió el viperino, cada vez más interesado. —Debes unirte a nosotros— sugirió, queriendo saber más de él. —Conviértete en miembro de nuestro aquelarre, has tenido mucha experiencia en el mundo que te rodea, y deseo saber más sobre esta dieta animal que tienes— invitó, con tono amable, pero siendo al mismo tiempo una orden.
Fugaku no pudo rechazar , y aunque no fuera su intención sumarse al Aquelarre de nadie, apenas y familiarizándose con el término, pero aceptó las oportunidades disponibles, estudiando Ciencias, Filosofía y puliendo los conocimientos que ya había creído tener, además, se encariño con la idea de poder ser parte de algo más, le recordó a su antigua y humana vida; los Volturi, como se llamaba el Aquelarre, eran los vampiros más poderosos del mundo, habían llegado al poder deshaciéndose de sus rivales los rumanos alrededor de un milenio atrás y habían hecho todo para mantenerse en el poder. El Aquelarre había sido iniciado por Orochimaru, el más poderoso de los tres, luego estaba Danzo con su experiencia militar y sadismo, habiendo pertenecido a las legiones romanas, y por último el deprimido e indiferente Obito que no encontraba sentido a la existencia desde que había perdido a su esposa Rin, la hermana de Orochimaru. Pasaron meses, casi un año antes de que Fugaku comprendiera las reglas del mundo de los vampiros y porque eran tan temidos los Volturi; como de costumbre, los líderes del Aquelarre se hallaban reunidos en la elegante sala de mármol que era su salón del trono, audiencias y donde acostumbraban a pasar el tiempo, invitando a diario—en especial Orochimaru, que aseguraba considerarlo su amigo—a Fugaku solo para compartir puntos de vista filosóficos. Los Volturi eran asombrosamente sofisticados, elegantes y prestigiosos, su Aquelarre era verdaderamente un pilar de aprendizaje y cultura, y era inevitable sentirse adicto a su cambio.
—Sasori y Deidara trajeron al traidor— anunció Kimimaro, presentándose en la sala.
—Lo más difícil de esta vida— suspiró Orochimaru, pareciendo apesadumbrado. —¿Es que los infractores de las reglas deben ser castigados?— preguntó al aire, meditabundo.
—Siempre debe haber alguien que haga cumplir las reglas— recordó Danzo, claramente más que satisfecho con usar la fuerza.
—Eso es cierto, querido hermano— asintió el viperino, siempre de acuerdo con él.
Reservando su opinión y aprendiendo de lo que lo rodeaba, Fugaku siguió a los tres líderes Volturi hacia sus tornos, permaneciendo de pie tras el trono de Orochimaru, el cual esbozó una ladina que lo hacía parecer amable mientras veía ingresar a Deidara y Sasori; Danzo era un hombre muy sádico, quizás porque al ser el mayor de los tres y por haber servido a las legiones romanas, esto estaba implícito en su naturaleza, disfrutando de llegar a los mayores extremos con tal de ejercer la ley; y Obito era siempre el más misericordioso de los tres líderes, pero estaba dominado por una tristeza insuperable y siempre se sometía a lo que Orochimaru y Danzo prefirieran Dentro de la guardia Volturi, destacaban aquellos conocidos como los "verdugos"; Tayuya la favorita de Orochimaru, que había traído a Fugaku a ellos, su hermano Kimimaro siempre reservado, luego estaba Sasori de 23 años que podía ser considerado un casanova, de estatura media, cabello rojizo, ojos café ceniza, piel blanca y atractivo considerable; y por último Deidara, de veinticinco años, largo cabello rubio peinado en una coleta alta con dos mechones cubriendo el lado izquierdo de su rostro, mas no así sus ojos azules que parecían devorar y ansiar la muerte de aquellos a quienes veía, menos discreto que el pelirrojo. Sasori y Deidara se aproximaron a los tronos, obligando a caminar a un vampiro de unos treinta años, de aspecto cansado y que hicieron se arrodillara ante los líderes del Aquelarre; Kimimaro se situó junto a la puerta, asegurándose de que este no intentara escapar.
En contraste con su hermano, Tayuya se situó a la diestra de los tronos, observando todo con apetito voraz por la destrucción, dirigiendo su atención a Orochimaru, su "amo", el cual se levantó de su trono y aproximo al vampiro asustado, que seguía siendo retenido por Deidara y Sasori; Fugaku observó todo atentamente, Orochimaru no dibujo nada, pero él sabía que estaba sonriendo mientras alargaba sus manos y las envolvía alrededor del cuello del vampiro, halando de este al mismo tiempo que Deidara y Sasori desmembraban el resto del cuerpo bajo la atenta y satisfecha mirada de Danzo, tan sádico como Tayuya. No disfrutando de la muerte en absoluto, Fugaku apartó la mirada, no queriendo presenciar lo que estaba pasando, pero eso no le impidió escuchar todo; por mucho que el Aquelarre Volturi siempre lo hiciera sentir aceptado, el Uchiha no entendía sus métodos para hacer justicia, pero el tiempo que Fugaku pasó con estos—las próximas décadas—le hizo conocer las reglas y lo que le sucedía si no las obedecía, mas jamás comulgaría con aquella forma de hacer justicia. Desde la perspectiva de Fugaku, todo el mundo cometía errores, mas, con los Volturi el primer error podría ser el último; finalmente, el Uchiha desertó amablemente del Aquelarre en las décadas posteriores y se mudó a Estados Unidos, volviendo a ejercer la medicina durante la Guerra de Independencia Americana, haciendo sus propios amigos y buscando su lugar en el mundo, pero ni por un momento probó la sangre humana. Se aferró a su humanidad…
Presente/Centro Medico Olympic, Port Angeles
Aunque el Hospital Comunitario de Forks era un gran hospital, no contaba con los implementos necesarios, por lo que luego de atender a Izumi, Fugaku había diagnosticado y aconsejado su traslado al Centro Medico Olympic de Port Ángeles, mucho más completo, viajando en la ambulancia y monitoreando su condición, observando por el rabillo del ojo a Itachi, quien se había negado a separarse de ella, y a ello debía sumarse la presencia de Sasuke y Sakura que viajaban en el Mercedes de su padre. Debido a su vasto historial de trabajo y todas las décadas y décadas que llevaba vivo, no era de extrañar que Fugaku tuviera un amigo en el hospital de Port Ángeles, el cual facilitó mucho el ingreso de Izumi y garantizó su mejor atención en su proceso de recuperación, por lo que apenas unos minutos después de su llegada, la señorita Yamamoto comenzó a recibir una transfusión de sangre, reemplazando la que Izumi había perdido por Fudo y luego Itachi, siendo sometida además a una resonancia magnética para descartar cualquier daño que no hubieran advertido. Tras terminar de asegurar la condición de la señorita Yamamoto, el doctor Uchiha cruzó los pasillos sin necesidad de orientarse—ya habiendo trabajado en cada hospital de Estados Unidos hasta la fecha, aunque casi nadie lo sabía—, se dirigió hacia la sala de espera, donde aguardaban Sasuke y Sakura; ya se había hecho todo lo que se podía hacer, ahora dependía de Izumi Yamamoto el recuperarse, no contando con ninguna lesión interna que se hubiera pasado por alto.
—¿Cómo está?— preguntó Sakura, sinceramente preocupada por la Yamamoto.
—Estará bien— sosegó Fugaku con voz suave. —Tiene algunas costillas rotas, una pierna rota y una herida desagradable en la cabeza, pero sobrevivirá— había sido muy valiente para intentar escapar de Fudo tan herida. —Itachi se quedará con ella hasta que lleguen sus padres— agregó, leyendo las preguntas en las expresiones de ambos.
—Llame a Hazuki, y dijo que vendría cuanto antes— informó la Haruno, excepcionalmente seria en relación con la mayoría del tiempo, lo que preocupó a ambos hombres.
—Sai fue a hablar con el jefe de Policía, debe estar en camino— secundó Sasuke, habiendo recibido un mensaje de su hermano en su teléfono.
—Bien— asintió el patriarca Uchiha, satisfecho con eso. —Debemos ir a casa ahora, nos involucramos lo suficiente— determinó, intercambiando una mirada con ambos.
Asintiendo mecánicamente, Sasuke fue el primero en estar de acuerdo con Fugaku, siempre le era difícil quedarse quieto en medio de tantos humanos y un hospital en ese momento de la noche solo empeoraba esto; incluso después de siete décadas junto a la familia Uchiha, llevando una vida "vegetariana" y pacífica, a Sasuke seguía resultándole difícil abstenerse a la sangre humana, para él era una lucha constante parecer humano, siempre pareciendo incómodo, por lo que Itachi y Sakura siempre estaban cerca para ayudarlo, lo que lo irritaba…pero no esta vez, esta vez estaba enormemente preocupado por su esposa, aunque no había dicho nada desde que habían abandonado el hogar de la familia Yamamoto, tras deshacerse de Fudo. Por otro lado, estar en un hospital era siempre una experiencia peculiar para Fugaku, llevaba dedicándose a la medicina desde el siglo XVII, y era ya una segunda naturaleza el dedicarse a ayudar a quien sea que lo necesitara, por lo que los tres Uchiha abandonaron la sala de espera por el pasillo rumbo al estacionamiento, volviendo a abordar el Mercedes de Fugaku, quien se encargó de conducir esta vez, con Sasuke y Sakura en el asiento trasero. Llevando un mínimo de setenta años con sus "hijos", Fugaku había aprendido a notar cuando algo andaba mal y ese era definitivamente el caso de Sakura, quien permanecía silente, cabizbaja, colocándose el cinturón de seguridad por costumbre al igual que Sasuke y él mismo, pero la preocupación, angustia e inquietud se percibía en su mirada, y él sabía la razón, Sasuke le había dicho por teléfono luego de informarle de lo ocurrido con Izumi.
—Sakura...— inició el patriarca Uchiha en voz baja, no sabiendo cómo tocar el tema.
—No es algo de lo que quiera hablar— advirtió la pelirosa, desviando la mirada hacia el exterior a través del vidrio mientras escuchaba el ruido del motor encendiéndose.
—Pero debemos— insistió Fugaku, no pudiendo eludirlo mientras abandonaban el estacionamiento en dirección a la carretera. —Fudo hizo una grabación con una cámara. Quería grabar la muerte de Izumi y conservar un "recuerdo". Creo que deberías ver la cinta, Sasuke se la entregó a Sai y él la dejó en tu habitación— aconsejó, observando al azabache a través del espejo retrovisor. —Sabes que no insistiría en que hagas algo que no quieras o que pueda perjudicarte, pero es tu pasado y mereces conocerlo— ella más que nadie merecía aprender de su pasado, si es que este estaba disponible.
—Lo haré, pero necesito tiempo— contestó Sakura por fin, no sabiendo qué sentir. —Siquiera lo que me dijo me tomó por sorpresa— no podía dejar de repetirlo en su mente.
—Lo entendemos, y puedes tomarte el tiempo que necesites— aseguró Sasuke, en silencio hasta entonces. —Todos estaremos para ti— aseguró en su nombre y en el de Fugaku, alargando una de sus manos y entrelazándola con la de su esposa.
—Gracias— apreció la Haruno esbozando una ligera sonrisa, estrechando la mano de su esposo contra la suya.
La noticia los había tomado por sorpresa a ambos, y Sasuke no podía tan siquiera imaginar el tormento por el que Sakura estaba pasando, aunque no quisiera compartir nada de ello con él hasta ese momento; cuando la había conocido en 1958 todo cuanto ella había tenido claro es que había despertado en medio de la nada en 1920, sin recuerdos, sola, teniendo que aprender a adaptarse a la vida de vampiro por su cuenta, él al menos había tenido la guía de la bruja de Takara, que lo había manipulado para pelear por ella; sin recuerdos, había sido fácil para Sakura concentrarse en su visión, aquella en que había visto el futuro de ambos hasta dar con él en 1948, en Filadelfia, el resto era historia. Su matrimonio era comprensivo, incondicional, amoroso y dedicado, no era nada tan extravagante, lujurioso ni animal, como en el caso de Ino y Sai, pero Sasuke amaba a Sakura con todo su corazón y estaba convencido de que ella era su alma gemela, por lo que siempre sería muy protector con ella y lo demostraba en casos como ese, estrechando su mano contra la suya. No recordando su pasado, todo lo que Sakura tenía era su mente y sus lazos familiares con sus "hermanos" y "padres", veía a Fugaku como si realmente fuera su padre y lo amaba como tal, sonriendo a través del reflejo de su espejo retrovisor, confiando en su criterio y prometiendo analizar la grabación de Fudo en los días venideros, aun cuando dudara de sí misma, encantando también su mirada con la de su esposo, agradeciendo infinitamente poder contar con la ayuda de ambos.
Se mantendrían unidos en medio de la tempestad.
Sintiéndose abrumada, aletargada y como si no pudiera percibir nada a su alrededor, o haciéndolo de forma extremadamente lenta, Izumi lentamente abrió los ojos, mas se vio obligada a cerrarlos ante una deslumbrante luz nívea que pareció enceguecerla, mas volvió a abrirlos, entrecerrándolos por varios segundos ante el brillo de las luces que provenían del techo, por lo que desvió la mirada e intentó adaptarse y orientarse. Sus ojos se enfocaron en una ventana con las cortinas corridas, paredes blancas y monocromáticas como las de un hospital, deslumbrantes luces que brillaban en el techo, tenuemente comenzó a distinguir el eco de conversaciones y pasos a lo lejos; la Yamamoto se dio cuenta de que se hallaba recostada en una cama dura y desnivelada, con barras en los costados, almohadas estrechas y no particularmente cómodas; una cama de hospital, ¿Cómo es que había llegado ahí? Si es que no tenía claro donde estaba, un molesto pitido se lo recordó, indicándole que estaba viva, y pudo ver las frecuencias de sus latidos en una pantalla; definitivamente la muerte no podía ser tan incómoda; unos tubos traslúcidos se enroscaban alrededor de sus manos y debajo de su nariz tenía un objeto pegado al rostro, que intentó quitarse al alzar la mano, pero algo se lo impidió; era una vía intravenosa sujeta al dorso de su mano derecha. Su madre, sentada sobre la cama y revisando su teléfono, alzó finalmente la mirada en su dirección, sonriendo al saberla despierta y acercándose más a ella, alzando las manos para acunar su rostro.
—Mamá…— murmuró Izumi, no recordando haberse sentido tan aliviada de verla.
—Por fin despertaste, mi princesa— celebró Hazuki, alargando su mano derecha para acomodar el largo cabello de su hija.
—¿Qué fue lo que pasó?— preguntó la Yamamoto, tratando de orientarse lo mejor posible a la par que sintiendo que todo le daba vueltas.
—¿No lo recuerdas? Hubo un incidente en la casa— nombró su madre, detonando lo que Izumi sintió como una serie de imágenes en cadena delante de sus ojos.
—Creo que recuerdo un poco…— respondió la pelicastaña, moviendo su mano derecha hacia su frente por inercia, —me duele la cabeza, en realidad— admitió, parpadeando y consiguiendo enfocar más su mirada, luchando con los calmantes en su sistema.
—Linda, fuiste muy valiente— celebró Hazuki de inmediato, desconcertando a su hija que frunció el ceño con extrañeza. —Un maleante entró en la casa, mientras tu padre estaba en el trabajo, tú estabas sola y te encerraste en tu habitación. El sujeto entró de todas formas, lo golpeaste y conseguiste escapar de él; te persiguió por la casa mientras intentabas llamar a la policía y te lanzó por las escaleras— el relato estuvo cargado de su voz cargada de preocupación, quizás por primera vez en años. —¿Ahora lo recuerdas?— inquirió ante la mirada perdida de su hija, que parecía estar recordándolo.
—Sí, lo último que recuerdo es haberme desmayado— admitió la joven, no sabiendo si lo que había vivido era real o una pesadilla.
—Aparentemente el maleante intentó hacer un acto pirómano, encontraron fuego en el patio, pero nada serio— minimizó su progenitora, logrando que la Yamamoto reaccionara ante aquello. —No te culpes, linda— sosegó, notando el cambio emocional de su hija. —Fuiste una maravilla, tu padre está muy orgulloso de ti, y muy preocupado— añadió, no habiendo mencionado a Ryuu en ningún momento hasta entonces.
—¿Dónde está?— inquirió Izumi, preocupada por su padre y deseando verlo pronto.
—En la cafetería— contestó Hazuki, estrechando las manos de su hija entre las suyas. —Quería quedarse, pero lo obligue a que fuera a comer algo— Ryuu estaba muy paranoico y se culpaba de lo ocurrido, diciendo que debería haber estado en casa en ese momento. —No sé qué habría sido de ti sin tu amigo— el hijo del doctor Uchiha era todo un héroe.
—¿Mi amigo?— repitió la pelicastaña extrañada, no sabiendo de quien hablaba en concreto, mas suponiendo que quizás hablaba de Kiba o Tenma.
—Itachi Uchiha— nombró su progenitora, volviendo la mirada por sobre su hombro, hacia donde se hallaba el joven. —Llegó de visita, el maleante huyo, pero él se quedó contigo, llamó a la ambulancia y te entablillo improvisadamente la pierna— explicó lo más simplificadamente que le fue posible, no queriendo abrumar a su hija.
Todo continuaba muy confuso en la mente de Izumi, aunque su madre intentara organizar los acontecimientos para ella, no conseguía recordarlo con claridad, su mente parecía resistirse…hasta que, siguiendo la mirada de su madre por sobre su hombro, sus ojos se enfocaron en Itachi Uchiha, quien yacía sentado sobre el sillón reclinable junto a la ventana, con los ojos cerrados y durmiendo aparentemente, a él sí que podía recordarlo, todo cobró sentido su mente con solo verlo, recordaba la mordida de aquel extraño sujeto en la muñeca derecha y cuyo lugar ahora estaba cubierto por una venda, mas recordaba al Uchiha succionando la herida como si estuviera hubiera tenido veneno, y realmente parecía haberlo sido, la Yamamoto no recordaba haber sentido algo tan doloroso nunca antes en su vida. Como prueba, estaba su pierna derecha, que sobresalía de la cama, enyesada hasta el muslo y elevada por un soporte para permanecer erguida y en lo alto; era una prueba irrefutable, no había soñado nada, todo había ocurrido verdaderamente. Los recuerdos eran horribles para Izumi, desagradables; los golpes, la persecución, ese extraño sujeto de aspecto humano pero conducta y velocidad inentendibles, que le había roto la pierna derecha, la había arrojado por las escaleras y la había mordido…recordar todo la hizo estremecer de dolor en el acto, haciendo que tratara de incorporarse como reflejo, mas esto solo agravó el mareo que ya de por sí sentía, ante lo que su madre situó una mano sobre su pecho y la instó a permanecer recostada sobre la cama.
—Te ha cuidado desde que te internaron, no ha dejado la habitación, nunca se va. Incluso se ha quedado a dormir vigilándote hasta que yo llegue, hace unas horas, desde entonces ha dormido tranquilamente— reveló Hazuki, ajena a los pensamientos de su hija. —Ni siquiera logré convencerlo de ir a la cafetería con tu padre, y eso ya le da muchos puntos con Ryuu— obvio, sugiriendo que el chico podía ser del interés romántico de su hija. —Tranquila, princesa, no te preocupes, apenas te den de alta, te irás conmigo a Jacksonville, nada de riesgos— sosegó, regresando de esa forma la atención de su hija a ella.
—No, mamá, mantengo mi decisión— negó Izumi, no queriendo en absoluto regresar a Jacksonville, ni mucho menos dejar a su padre a su suerte tras lo ocurrido.
—¿Qué?— preguntó su madre, aturdida ante una idea que le parecía inconcebible.
—Quiero quedarme en Forks, por papá, más a la luz de lo que paso— declaró la Yamamoto si es que no estaba lo suficiente claro.
—Querida, tu salud…mira lo que paso— recordó Hazuki entre molesta y preocupada porque ella le llevase la contraria. —No llevas ni siquiera medio año de regreso— señaló, buscando hacer entender a su hija que lo mejor era obedecerla.
—Pero es mi vida— contrarió ella, imponiéndose pese a lo cansada que se sentía.
—Lo decidiremos después, ¿sí?— determinó su progenitora, sabiendo que era imposible discutir con su hija cuando decidía algo. —Iré por tu papá ahora— anunció, levantándose de la cama. —Ya regreso— se despidió, inclinándose para besar a su hija en la frente.
Por primera vez en años, y habiéndole perdido ella en gran medida el respeto a su progenitora, Izumi pudo ver a Hazuki investida de autoridad maternal, algo de lo que pocas veces hacía alarde, a menos que fuera en su beneficio personal, y la Yamamoto casi temió ofenderla, herirla o hacerla sentir mal con su decisión de permanecer en Forks…mas, sintiéndose aliviada cuando esto no ocurrió, sino que su madre pareció comprenderlo, cuando menos en apariencia. Esbozando una ligera sonrisa, siendo buena aparentando que todo estaba bien aunque no sintiera eso en absoluto, Izumi intercambió una mirada con su madre, quien estrechó su mano contra la suya y procedió abandonar la habitación, tras lo que la Yamamoto finalmente desvaneció su sonrisa y enfocó su mirada en Itachi; el efecto de los calmantes en su sistema le dificultaba concentrarse, pero notó a la perfección como Itachi abrió los ojos, revelando que en realidad no estaba dormido, sino que había escuchado todo. Levantándose de su lugar y situándose de pie junto a la cama, Itachi rehuyó de la severa mirada de Izumi, ella tenía razones de sobra para odiarlo después de lo ocurrido, él no la culparía, además, ya no podía guardar su secreto de ella, no cuando el imbécil de Fudo—ahora muerto—se había expuesto tan abiertamente, atacándola como ningún vampiro debería agredir a un humano, ¡Por algo existían las reglas! Aunque fuera egoísta y temerario, Izumi merecía respuestas e información más que nunca, sin evasivas esta vez, no había cómo mentir en esta ocasión.
—¿Dónde está ese sujeto?— preguntó Izumi alarmada, mas disimulándolo lo más posible.
—Su nombre era Fudo— partió aclarando Itachi, acercándose cuidadosa y calculadamente a la cama. —No necesitas preocuparte, ya está arreglado— prometió contemplándola con ojos serios, sentándose frente a la pelicastaña, a escasos centímetros de distancia.
—No, creo que si necesito preocuparme— contrarió la Yamamoto con tono muy serio. —Necesito explicaciones, y esta vez no vas a evadirte. No te atrevas a decirme que me golpee la cabeza o que estoy desorientada, porque lo recuerdo todo, o hasta antes de desmayarme— aclaró, aletargada por los calmantes, mas perfectamente lúcida. —¿Qué eres?— interrogó, teniendo únicamente claro que había algo muy oscuro en él.
—Izumi...— el rostro del Uchiha se suavizó asombrosamente, pero ello no la hizo desistir.
—¿Qué eres?— volvió a preguntar la pelicastaña con un tono exigente y determinado. —Lo mínimo que puedes hacer es decírmelo— obvio, aunque las palabras fueran crueles, cansada de escuchar mentiras tras mentiras de su parte.
—Creo que ya lo sabes, de otro modo no estarías preguntándomelo— contestó el pelinegro, cansado de mentirle y más tras lo ocurrido.
—No, no es posible, es una locura— Izumi jadeó, observándolo boquiabierta. —Tienes que irte— el acelerado latir de su corazón le provocó un punzante dolor en las costillas.
—Izumi…— nombró Itachi, con amague de acercarse más a ella, que tembló en el acto.
—No, vete, aléjate de mí— protestó la Yamamoto de inmediato, quebrándosele la voz pese a intentar mantenerse fuerte, sintiendo las lágrimas en sus ojos por el miedo.
—Por favor, no tengas miedo, no voy a lastimarte— aseguró el Uchiha, alzando ligeramente ambas manos y viéndola a los ojos. —Debes entender ciertas cosas, no puedo dejarte a la deriva ahora— insistió, permaneciendo sentado sobre la cama.
—¡No!— no fue un grito, pero la pelicastaña estaba visiblemente aterrada, retrocediendo lo mejor posible, mas obligada a permanecer sobre esa cama y junto a él.
—Izumi, por favor, mantén la calma— rogó el pelinegro, observándola con calma, —nunca te lastimaría, me conoces— recordó, apelando a sus interacciones y su tiempo juntos.
—No, no te conozco. No sé quién eres, no sé lo que eres— contrarió y condenó la Yamamoto, sin advertir la forma en que el rostro del Uchiha se crispó de dolor ante sus palabras. —Todos estos ataques de animales, las personas que han muerto todo este tiempo, ustedes, tu familia...— acusó aterrada, no pudiendo pensar en nada más.
—No, no fuimos nosotros, fue Fudo y su aquelarre. Nosotros nos alimentamos de sangre de animales, tienes que confiar en mí— interrumpió el Uchiha, intentando ser lo más claro posible, a la vez que buscando calmarla. —Por favor, mantén la calma— recalcó, si es que ello no estaba lo suficientemente implícito hasta entonces. —No le digas a nadie sobre esto— rogó sin que la angustia abandonase su semblante.
—¿Cómo puedes pedirme eso?— cuestionó Izumi con la voz quebrada, preguntándose cómo había podido equivocarse tanto con él.
—El que ya lo sepas es arriesgado, por muchas razones— contestó Itachi con completa honestidad. —Esto te pondría en peligro a ti, a tus padres, a Forks. Confía en mí, por favor— por ello no le había dicho la verdad, pero ahora todo era distinto.
—No confió en ti, pero me callaré por ahora— decidió Izumi finalmente. —Por favor, vete, vete ahora— pidió, sabiendo que necesitaba calmarse, buscando apagar el pánico que revoloteó en sus pulmones. —Si no me harás daño, vete— rogó en apenas un susurro.
—Está bien— asintió Itachi, retrocediendo un paso y aceptando sus términos. —Si necesitas hablar, tienes mi número— recordó, dispuesto a darle todo el tiempo que ella precisara para asimilar lo ocurrido. —Jamás quise que esto llegara a este punto, Izumi, tienes que creerme— aseguró con voz atormentada y visiblemente afectado. —Lo siento mucho— añadió, mas sintiendo que las palabras no abarcaban lo suficiente.
Fudo había aparecido en el peor momento posible, justo cuando él había comenzado a abrirse emocionalmente a Izumi, a sentirse comprendido por ella, a contarle de su don de leer mentes aunque no fuera una opción decirle que era un vampiro, aprendiendo de lo mucho que tenía en común con ella, sintiéndose como su igual en lugar de como una maldita reliquia…pero, ahora todo se había desvanecido, todo lo que él veía en los ojos de Izumi era miedo, desconfianza, recelo, por fin su fachada humana se había desvanecido y ella sabía lo que era; quizás, que se creará un margen entre ambos y ambos fueran conscientes de sus diferencias era lo mejor, un vínculo entre ambos era imposible, era demasiado pedir. Fue una suerte que, finalmente, Itachi decidiera levantarse de la cama y procediera a abandonar la habitación, intercambiando una última mirada con ella y en cuyos ojos se reflejaba la decepción, pero Izumi trató de ignorarlo, intentando calmarse y más cuando una enfermera ingresó en la habitación un par de minutos después, para volver a aumentarle los sedantes ante lo que ella creía era una crisis nerviosa; demasiado abrumada por la revelación de que Itachi era un vampiro…Izumi apenas y fue consciente del eco de las frecuencias de su corazón, aunque sí notó el agudo dolor que le producían sus maltrechas costillas por hiperventilar. Aunque volvió a quedarse dormida debido a los sedantes, deseando olvidarse de todo, su corazón no consiguió serenarse, lo sentía aturdido por el miedo, porque su vida nunca volvería a ser la misma...
Residencia de la Familia Uchiha, Forks
—Ino, cúbreme— pidió Sai sin despegar la mirada de la pantalla de la televisión.
—Estás por tu cuenta— desestimó la Yamanaka igualmente concentrada en el juego.
—Toma esto, sonso— condenó Sakura, arrojando una granada de plasma a su hermano.
—En el infierno no hay reglas— secundó Sasuke, sonriendo ladinamente y celebrando la habilidad de su esposa.
La televisión había sido una sensación para la familia Uchiha en los años 60; entonces, Fugaku pasaba casi todo el día en el hospital, Mikoto siempre estaba ocupada con sus plantas y los "chicos" de la familia necesitaban algo que hacer con su tiempo tras llegar de la universidad, además de leer, jugar al ajedrez o entrenar en el caso de Sasuke y Sai, o ir de compras en el caso de Sakura e Ino; podían pasarse horas viendo la televisión, como cualquier chico o chica de poco más de veinte años. Los juegos de video eran sus favoritos en particular, aunque en una oportunidad Sai casi había roto la televisión tras perder con Sasuke, y aunque Ino prefería dedicarse a hacer mantención a los autos de la casa, se había vuelto velozmente aficionada a particular en partidas de juego al igual que Sakura, cuyos veloces reflejos debido a sus visiones casi siempre le daban la victoria, haciendo equipo con Sasuke, mientras que Ino siempre hacía equipo con Sai. En ese momento los cuatro hermanos Uchiha estaban jugando Halo, todos manipulando sus controles y no apartando en ningún momento la vista de la televisión, lo que hizo a Itachi arquear una ceja, deteniéndose en el umbral de la sala y observando a sus hermanos, no sintiendo la misma fascinación por el mundo tecnológico, los juegos de video o gran parte de los adelantos de la civilización; él seguía siendo un hombre del siglo XX cuyas pasiones incluían la lectura, la música, tocar el piano, estudiar y usar su mente como arma en lugar de perder el tiempo con las mismas trivialidades que sus hermanos y hermanas.
—Me rindo— declaró Sai tan pronto como el juego terminó, con su derrota. —Tú y yo, afuera— determinó, levantándose de su lugar y observando a su hermano mayor.
—Si quieres seguir perdiendo, claro— asintió Sasuke, sosteniéndole la mirada seriamente.
—¿Vamos?— consultó Ino a su hermana, pretendiendo seguir a su esposo y su hermano al jardín para ver quien ganaba esta vez.
—En un segundo— se excusó Sakura, permaneciendo en la sala y esperando a su otro hermano mientras Ino continuaba hacia el jardín. —¿Todo está bien, Itachi?— inquirió a su hermano favorito, no pudiendo leer su mente, mas intuyendo que había un problema.
—No lo sé— contestó el pelinegro únicamente, cruzando ambos brazos sobre su pecho mientras se acercaba a su adorable hermana.
—¿Puedo hablar con Izumi ahora?— preguntó la pelirosa directamente, casi cruzando los dedos entre nerviosa y ansiosa a partes iguales.
—No— negó Itachi, no queriendo que su hermana se entrometiera en ese momento.
—No es justo, ¿Por qué no?— protestó Sakura, entre decepcionada e indignada. —Ella ya sabe lo que somos— eso teóricamente facilitaba todas las cosas.
—No ha decidido nada todavía, Sakura, ni siquiera me dejó explicarle todo— refutó él, controlándose para no alzar la voz ante lo frustrado que estaba por ello.
Sakura era una persona muy dulce, inocente, alegre, entusiasta y con mucha energía positiva, Itachi se encontraba disfrutando de su compañía y la amaba como a una hermana desde que se habían conocido y a Sasuke en 1950, pero quizás muchas veces era demasiado entusiasta y eso podría asustar a Izumi si la usaba como diplomática o mediadora en lugar de mantener el canal abierto por sí mismo. La pelirosa portaba aun ligero vestido de tirantes color morado, estampado en rosas azules, flores de cerezo y camelias, de profundo escote en V que resaltaba su esbeltez, falda hasta los tobillos y abierta en A, a la altura de las rodillas, rebelando unos cortos botines negros, y sobre sus hombros reposaba un ligero chal color perla, a juego con las argollas de plata que brillaban entre su corto cabello rosado hasta los hombros, como la hebilla del cinturón que ceñía el vestido a su esbelta figura. Por inercia y para despejar dudas, Sakura cerró los ojos un momento y trató de ver más allá del presente, pensó en Izumi y velozmente vio una imagen de ella hablando con Itachi con aún mayor familiaridad de que habían mostrado hasta entonces, ambos riendo y bromeando entre sí, lo que la hizo esbozar una inmediata sonrisa al abrir los ojos, sabiendo cómo formar un vacío en su mente para que Itachi no viera que es lo que estaba pensando. Ambos tenían los dones más poderosos en la casa; Itachi leía la mente y Sakura veía el futuro, eran dos dioses en su propio universo alternativo, por lo que podían mantener conversaciones secretas utilizando la telepatía del pelinegro, mas era bueno tener sus propios secretos.
—Ella te dejará hablar, puedo verlo— declaró Sakura finalmente, con una sonrisa.
—Gracias— suspiró Itachi, sintiéndose infinitamente más tranquilo gracias a ella.
—Siempre, hermano— obvió la pelirosa manteniendo su sonrisa con él como siempre.
Itachi no quería creer en lo que ella había visto; Izumi siendo parte de su mundo, contagiando a todos con ese magnetismo y alegría que transmitía con solo existir, y él mismo enamorándose perdidamente de ella, lo que ya estaba sucediendo aunque él quisiera hacer todo de acuerdo a sus reglas de principios del siglo XX y convencerse de que era dueño de su destino, cuando la misma Sakura había entendido hace mucho que era mejor ir con la corriente en base a oportunidades, no cambiar lo que ya estaba escrito. Aunque Itachi insistiera en hacer las cosas a su modo, Sakura siempre lo amaría como su hermano y buscaría su bien, observando constantemente el futuro de Izumi en pro de encontrar la mejor opción para que ella o Itachi intervinieran o actuaran en consecuencia, aunque su hermano no tenía cómo saber nada de eso. Itachi alargó una de sus manos, estrechándola contra la de su hermana favorita; su vínculo con Sakura era diferente a los que compartía con los demás miembros de la familia, Fugaku era como su padre, Mikoto como su madre, Ino era como una hermana que nunca había perdido y que era molesta, pero a quien amaba, Sai era tan despreocupado que lo ayudaba a olvidarse de los problemas, Sasuke era un severo hermano mayor con quienes podía tener conversaciones y debates profundos, pero con Sakura se sentía más comprendido que nunca—por pertenecer casi a la misma época—, no solo por lo comprensiva que era la pelirosa, sino también por el don poderoso que tenía y que se asemejaba al suyo.
No estaba solo, ella siempre lo ayudaría.
Centro Médico Olympic, Port Angeles
Lo primero que aconteció tras la revelación de Itachi fue una tensión latente en el ambiente y que Izumi no consiguió disipar, ni aun cuando su padre se presentó en su habitación y habló con ella, Izumi ni siquiera supo cómo respondió a sus preguntas, todo de forma mecánica, sintiéndose sola todo el tiempo, observando a la nada y diciendo que no sabía nada del mundo, que el suelo bajo sus pies ya no era firme y que no podía diferenciar entre realidad o ficción; esa noche, no pudo dormir, los calmantes ya no parecían hacer otro efecto que el de cerrar sus ojos, pues en medio de la fase del sueño todo lo que hacía era revivir el ataque de ese vampiro llamado Fudo. Sentía sus colmillos en su muñeca, ahora vendada y que ella liberó cuando nadie la vio, no encontrando una mordida, pero al palpar la piel si sentía el contorno sutil de una mordida al tacto, lo que la hacía estremecer; en sus sueños, corría, pero se sentía impotente por su pierna rota, sus costillas y recordaba cómo había caído por las escaleras, se sentía impotente, acechada por un depredador, y se despertó gritando, siendo envuelta en un cálido abrazo de su padre que dormía en el sillón junto a su cama. Eso fue la primera noche, a la siguiente y a la tercera, mas también durante el día al intentar volver a dormir, a veces estando junto a su madre, quien no expresaba mayor comprensión o preocupación en comparación con su padre, lo que la hizo decidirse a intentar mitigar su miedo y las enormes dudas que sentía haciendo lo único que sentía lógico; buscar información, y su fuente era internet.
Conociéndola mucho mejor que su madre, su padre había traído su laptop, un par de libros de su escritorio y sus cuadernos de la universidad, como si supiera que ella querría mantener su mente ocupada, teniendo ahora su laptop en su regazo e indagando en internet por información, no sabiendo bien por dónde empezar fuera de una palabra clave; vampiro. Como era de esperar, la mayoría de la información que la Yamamoto encontró, resultó fácilmente descartable, haciéndola llevarse una mano a la frente y pedir paciencia, decidiendo ir a las fuentes históricas como siempre había hecho desde que había hecho investigaciones o indagaciones propias desde la secundaria; según el reverendo Montague Summers, en todo el vasto mundo de sombras de fantasmas y demonios no hay figura tan terrible, ninguna figura tan temida y aborrecida, y sin embargo encontrada con una fascinación tan aterradora, como el vampiro, que no es ni fantasma ni demonio, pero que sin embargo participa de las naturalezas oscuras y posee las misteriosas y terribles cualidades de ambos. Según Rousseau, cuyo trabajo Izumi había leído desde los quince años; si hay en este mundo un relato bien documentado es el de los vampiros. No falta nada: informes oficiales, declaraciones juradas de personajes ilustres, de cirujanos, de sacerdotes, de magistrados; la prueba judicial es más completa. Y con todo eso ¿quién hay que crea en vampiros? Por su improvisada investigación,quedó muy claro para Izumi que los mitos sobre vampiros abarcaban todo el mundo.
Uno de los mitos que Izumi encontró hablaba sobre el Danag, era un vampiro filipino supuestamente responsable de plantar taro en las islas y el cual había trabajado con humanos durante años, conocido por beber la sangre de aquellos que tenían heridas, dominado por su sed, alimentándose principalmente de niños; las descripciones de este y otros casos, alabados por su atractivo en el caso de los hombres o belleza en el caso de las mujeres, ambos siendo asociados con demonios, pálidos, muertos, veloces, fuertes…Por fin encontró sentido a la forma en que Itachi la había salvado de ser arrollada por Rock Lee, su velocidad, su fuerza, su omnisciencia aparente, sin embargo y pese a la descripción poco halagadora, villanesca, Izumi negó para sí, no pudiendo ver a Itachi bajo esa luz, sentía que no lo conocía, pero no podía verlo como a un monstruo, no cuando recordaba destellos de cómo la había ayudado, quitándole a Fudo de encima. Los mitos de los vampiros estaban vinculados a espíritus incorpóreos y estaban repletos de advertencias contra entierros inadecuados; la hebrea Estrie y la polaca Upier, el Varacolaci rumano, el Nelapsi eslovaco; el caso más peculiar que leyó sin duda fue el Stregoni benefici, un vampiro del folclore italiano, que se decía era benigno, bondadoso y enemigo de los vampiros malvados, casi como lo que Itachi había mencionado y que ella rememoró, sobre que ni él ni su familia se alimentaban de humanos, sino que de animales; saber que había vampiros buenos le quitó un peso de encima, aunque fuera escaso.
Uno de los libros que su padre le había traído era precisamente el libro de Leyendas Jinchuriki que ella había comprado en Port Ángeles días atrás y que tuvo ocasión de leer por completo, no deseando dormir cuando llegó la noche, sabiendo que solo tendría pesadillas si lo hacía, concluyendo al cabo de un día que las historias que internet tenía a bien contar de los vampiros no coincidían casi en absoluto con las historias de los Jinchuriki, estos parecían estar muy seguros de que los "fríos", como los llamaban, eran demonios, seres muertos y que caminaban entre los vivos, alimentándose de su esencia vital. Velocidad, fuerza, belleza, piel pálida…Izumi se repitió mentalmente una y otra vez las características en común, obtenidas en su investigación para el día siguiente, pese a lo contradictorios que eran los mitos que había leído, cerrando su investigación al caer en un círculo del que ya no podía obtener más, cerrando la laptop con un ligero eco, masajeandose las sienes y volviendo la mirada por sobre su hombro, viendo a su padre profundamente dormido sobre el sillón junto a la cama. Manteniendo la laptop cerrada sobre su regazo y desviando la mirada hacia la portada del libro de Leyendas Jinchuriki, Izumi reposó su cabeza contra la almohada; la lógica no estaba de su lado, cerró los ojos, pero el sueño no llegó a ella, en su lugar solo pesadillas, el sentido común parecía haberla abandonado, llevándola a despertar con un grito aterrador, consolada por su padre otra vez, teniendo miedo de cerrar los ojos. Necesitaba a Itachi…
Necesito hablar contigo, cuando Itachi recibió ese mensaje de Izumi temprano por la mañana, una semana después de que hubiera hablado con ella o hubiera intentado convencerla de mantener el secreto más bien, el Uchiha acababa de llegar a la universidad, era el último día de la semana, mas permaneció dentro del auto, no necesitando decir nada a Sakura pues ella ya de por si lo vería, no importándole conducir el tiempo que fuera preciso desde Seattle a Port Ángeles donde ella seguía hospitalizada, mas reduciendo gran parte del trayecto debido a la gran velocidad a la que acostumbraba conducir. Durante toda la semana en clases, Itachi se había encargado de pedir copias de las guías de trabajo para Izumi y sacando copias a todo lo abarcado en clases, contando con la ayuda de Sakura, quien se encargó de conseguir los apuntes de las clases a las que él no tenía acceso, hablando con los demás profesores, que le informaron a la Haruno que la Yamamoto tendría un permiso especial para ponerse al corriente de forma remota, vía internet, aunque estos también habían acordado darle un respiro hasta que se recuperara. En ese momento, pegada a la cama y teniendo una expresión de disgusto en el rostro, Izumi jugaba con el control remoto, recorriendo los canales de la televisión, intentando no pensar en la ausencia de su madre y su madre, no teniendo idea como es que ambos habían podido tener una relación en el pasado, pues ahora ni siquiera podían estar en la misma habitación, ni siquiera por ella e hiriéndola sin saberlo.
—Pareces estar muy aburrida— comentó Itachi, anunciándose y haciendo que ella volviera la mirada en su dirección, en el umbral de la habitación. —¿Y tus padres?— consultó, no habiéndose encontrado con ellos en su camino.
—Mi papá regresó al trabajo, pese a querer cuidarme todo el tiempo, y mi madre está ocupada con una videollamada de su trabajo— contestó Izumi de forma mecánica, repitiendo lo que ambos le habían dicho, —dijo que volvería durante la tarde, pero quien sabe— con su madre nunca se sabía nada.
—¿Puedo pasar?— preguntó el Uchiha, no deseando incomodarla en modo alguno.
—¿Necesitas mi permiso?— preguntó la Yamamoto cautelosa, no pudiendo dar nada por sentado con él ahora, no lo conocía después de todo.
—No, pero preferiría tenerlo— aclaró el pelinegro, recordando su último encuentro.
—Pasa— susurró la pelicastaña con un ligero asentimiento, irguiéndose lo mejor posible.
Si hubiera conocido a Izumi en el siglo XX, al poco tiempo de haber sido convertido en vampiro, se habría sentido más digno ante ella; si, se habría sentido igualmente maldito, peor entonces no había privado la sangre humana, se sentiría más parecido a su padre Fugaku, había respetado cada margen que ella hubiera impuesto entre ambos, pero ahora estos márgenes eran más flexibles, ingresando en la habitación y acercándose a la cama con andar cauteloso, dejando la puerta abierta tras de sí en caso de que alguna enfermera necesitará ingresar para monitorearla, observando en todo momento el semblante de la Yamamoto antes de sentarse lentamente sobre el sillón junto a la cama. A diferencia de una semana atrás, Izumi no se dejó llevar por temores tontos, ni siquiera le interesó no haberse dado cuenta antes de la presencia de Itachi, solo sabía que se sentía segura con él ahí e interiormente dependió de ese sentir. Después de todo lo que había investigado durante esa semana, no habiendo conseguido conciliar el sueño más que por efímeros minutos si es que acaso, habiéndose vuelto dependiente de los calmantes para poder obtener algo se sosiego y cerrar los ojos, Izumi seguía teniendo problemas para diferenciar la realidad de la ficción, y tener como referente las películas de vampiros tampoco ayudaba, no sabía si algo de todos los mitos que había investigado tenía un asidero o no, no tenía idea alguna de cómo relacionarse con Itachi, sintiendo que no lo conocía, porque había creído que era humano y en realidad no lo era.
—Dijiste que me explicarías todo, cuando quisiera hablar contigo, por eso te pedí venir— inició Izumi, rompiendo con el silencio. —Si buscas "vampiro" en Google, te muestra ficción; quiero la realidad— exigió claramente, con un tinte de irritación.
—Te diré lo que quieras saber, lo prometo— afirmó Itachi, debiéndole eso al menos.
—Te gusta el ajo, te vi comer cuando cenamos en Kokopelli Grill— rememoró la pelicastaña, habiendo resuelto esa duda de inmediato.
—Sí, puedo comer ajo, y cualquier cosa, la diferencia es que no me es necesario en absoluto, es como si un humano comiera dulces— explicó el pelinegro, siendo casi una broma particular para él su gusto por el ajo. —Es apetecible, pero no nutritivo— comparar los dulces con comida era una analogía de Sakura, no suya.
—¿Crucifijos e imágenes religiosas?— interrogó la Yamamoto, observándolo seriamente.
—Son agradables, de hecho, hay un par en mi casa— contestó el Uchiha con la aparente inocencia de un niño mientras la observaba.
—¿Agua bendita?— sonaba tonto, pero la pelicastaña necesitaba resolver sus dudas.
—Refrescante— sonrió el pelinegro, siendo solo agua al margen de los credos religiosos.
—Te reflejas en los espejos— obvió Izumi, lo había visto en los espejos de su camioneta.
—Sí, y aparezco en las fotografías— especificó Itachi, aun manteniéndose relajado. —Te sorprendería lo descabellados que son los mitos sobre vampiros— esbozó una seca carcajada al decirlo. —Ninguno se aplica a la realidad, la única forma de exterminar a un vampiro es descuartizándolo y quemando los pedazos, que es lo que hicimos con Fudo— Sasuke lo había hecho, pero Sai y Sakura lo habían ayudado a descuartizar el cadáver.
—¿Qué hay de la luz del sol? No te he visto en clases cuando hay buen clima— increpó la Yamamoto, no sabiendo porqué y queriendo una explicación.
—Es más fácil mostrártelo que decírtelo— respondió el Uchiha, recibiendo el asentimiento de la pelicastaña, por lo que se levantó del sillón. —Es por esto que mis hermanos y yo nos ausentamos de clases cuando hay buen clima, no es que la luz nos queme como cuentan los mitos, pero si nos expusiéramos a la luz, los humanos sabríamos que somos diferentes— justificó, desabrochándose el cuello de la camiseta ligeramente para exponer parte de su cuello y torso mientras se acercaba a las ventanas, cuyas cortinas corrió.
Itachi estaba de espaldas a ella, solo podía ver la forma de su abrigo, sus hombros anchos y la curvatura de su espalda, así como la extensión de su cuello apenas y desde un ángulo apenas visible...pero, a medida que el Uchiha comenzó a volverse en su dirección, Izumi sintió que se le congelaba la respiración en la garganta ante lo que vieron sus ojos. Su piel era extremadamente pálida, Izumi nunca había sido fan del terror ni de los casos paranormales, pero estaba segura de que la piel del Uchiha podía compararse con la de un cadáver, mortalmente pálida, carente de color, vitalidad o señal de humanidad, casi parecía piedra caliza—aunque ella solo podía ver su rostro, cuello y parte de sus brazos—y la Yamamoto tuvo deseos de tocarla para asegurarse de si era una estatua o un ser "viviente", pero no pudo desde su lugar; además, sus ojos negros como la tinta tenían un reluciente carmesí, como rubíes, rojos como la sangre. Las palabras eran una cosa, pero en ese momento Izumi realmente entendió porque Itachi y sus hermanos no habían asistido a clases bajo la luz del sol; con nubes, oscuridad, lluvia y demás, parecían perfectamente humanos, pero como él decía, a la luz del sol todos podrían darse cuenta de que no eran humanos, no lo parecían en absoluto, lo que la sorprendió, fascinó y desconcertó enormemente, pues el Uchiha le pareció la estatua más perfecta que hubiera contemplado, como si su atractivo depredador se hubiera masificado y ella, como presa, se viera atraída magnéticamente con solo verlo, no pudiendo despreciarlo.
—Te ves…— susurró Izumi, entre maravillada y anonadada a partes iguales.
—Como un maldito cadáver andante, lo sé— completó Itachi, retrocediendo para alejarse de la luz, volviendo a cerrarse la camiseta. —¿Tienes más preguntas?— inquirió, regresando sobre sus pasos hacia el sillón, respetando su espacio en todo momento.
—Solo una, ¿De dónde vienen exactamente?— inquirió la Yamamoto, tomando por sorpresa a Itachi, que arqueó una ceja mientras volvió a sentarse frente a ella. —Se supone que la mayoría de las especies provienen de los primeros seres que poblaron la tierra hace millones de años— explicó, haciendo que el azabache esbozara una sonrisa ladina, —¿Cómo se originaron los vampiros?— reformuló más claramente.
—Desde el punto de vista evolutivo, es difícil saberlo, incluso para los vampiros de mayor edad— inició el Uchiha, plasmando lo más claramente el asunto. —Todo lo que se sabe proviene de un individuo de nombre desconocido, en los primeros albores de la humanidad, en lo que hoy en el extremo norte; es de suponer que este mordió a alguien, luego a otro, y la sepa comenzó a expandirse por el mundo, pero no demasiado— eso es lo que los Volturi habían difundido, y la mayoría creían que era la realidad. —Los vampiros son muy territoriales, por lo que siempre mantenían la guardia alta entre ellos y eso sigue siendo así, además, convertir a demasiados humanos sería perjudicial para quienes se alimentan de sangre; dejaría de haber alimento— resultó gracioso decir eso último.
—Cierto, dijiste que te alimentas de sangre de animal— rememoró ella en voz alta.
—Sí, mi familia y yo nos consideramos "vegetarianos" a modo de broma, ya que solo nos alimentamos de animales en contraste con el resto de los vampiros, que si se alimentan de sangre humana— explicó él, siendo un estilo de vida muy particular entre los vampiros. —Es como un humano comiendo solo tofu; te mantiene fuerte, pero nunca estás completamente satisfecho— su sangre lo había tentado enormemente con solo probarla.
—Y ustedes no están detrás de todas estas muertes— afirmó la pelicastaña, repitiendo sus palabras una semana atrás.
—No, solo regresamos a Forks porque vivimos aquí en los años 30, y siempre ha sido como nuestro verdadero hogar— profundizó el pelinegro, retomando su pasada mención. —Los responsables de los ataques que han ocurrido son vampiros nómadas, mas lo que sucedió se salió de control, ellos no deberían haber atacado a tantos humanos, ni tan abiertamente en tu caso. Exponer lo que somos a los humanos es un crimen, algo que se castiga con la muerte— era una suerte que los Volturi no hubieran intervenido.
—Me alegra que hayas intervenido en ese caso— comentó Izumi, no habiendo comentado nada respecto a lo ocurrido hasta entonces. —Gracias— apreció por fin, con voz suave.
—De nada— contestó Itachi, sorprendido por recibir agradecimiento de su parte.
De forma distraída y sin que Itachi la viera—o eso espero ella, ligeramente recostada sobre la cama, pero tratando de permanecer erguida, además de su pierna enyesada—, Izumi apretó sus manos, porque se sentía nerviosa ante la sola idea de que él se levantara del sillón, le dijera adiós y verdaderamente se fuera, ¿Hacía mal por sentirse así?, ¿Cómo se suponía que controlara su propio subconsciente? Las pesadillas habían sucedido ininterrumpidamente desde que ella había descubierto que existía el mundo de los vampiros, y aunque no pudiera confiar en el Uchiha, creía lo suficiente en este y valoraba la forma en que la había protegido para pedirle que extendiera esa protección a su padre, su madre y a todos en Forks, y a ella que sentía demasiado miedo. Un agradecimiento era lo último que Itachi hubiera esperado, de hecho, ni siquiera lo había considerado ni se había atrevido a desearlo; lo único que se había atrevido a aspirar secretamente—siendo bueno que nadie en su familia pudiera leer mentes, mas si pensando que Sasuke había advertido sus sentimientos—era que Izumi no lo odiara, que pudiera perdonarlo, que al menos creyera que él podía estar ahí de ser preciso, porque sentía que la amabilidad y comprensión que ella le había mostrado desde que se habían conocido era invaluable, y lo mínimo que él podía hacer era retribuirle lo que ella deseara, pero ¿Era eso lo que ella quería? No, Itachi mentalmente se dijo que lo mejor para ella y para todos era que él desapareciera y le permitiera volver a su vida de antes, a la paz y normalidad.
—A la luz de todo lo que ha pasado, entiendo si quieres que me vaya, y creo que es lo más sensato— consideró Itachi en voz alta, sabiendo que su familia ya pensaba en ello. —Mi familia y yo nos iremos al finalizar la semana y podrás volver a tu vida de antes, como si nada hubiera pasado, tienes mi palabra— le debía su normalidad cuando menos.
—No, no, no, no, no quiero que te vayas, no quiero que se vayan tus hermanos, tus padres…no quiero que se vayan— protestó Izumi con vehemencia, aterrada sólo de pensarlo. —Este mundo ha dejado de ser seguro para mí, para mi padre y para todos quienes conozco. Y no me importa lo que tenga que hacer, voy a mantener su secreto, pero a cambio de protección— planteó, víctima de una oleada de pánico irracional.
—¿Protección?— repitió el Uchiha con sorpresa, leyendo el terror en sus ojos en un instante. —Está en definitiva no es la respuesta que esperaba— admitió con una ligera sonrisa ladina, pues ella siempre conseguía sorprenderlo con su mente impredecible.
—Pues no sé lo que esperabas, pero no quiero seguir teniendo estás pesadillas todas las noches— contesto la Yamamoto, admitiendo el precio que estaba pagando por lo ocurrido. —Estoy aterrada, es un mundo que no conozco y…— intentó implorar con la voz quebrada, pero no sabiendo bien que decir. —No confió en ti, no te lo negare, pero no voy a arriesgar a mi familia, ni a mi madre, ni a mi padre ni a nadie, y si para hacerlo debo callarme, lo haré, pero a cambio de protección— estaba dispuesta a vender su alma al diablo de ser preciso para proteger a quienes amaba y le importaban. —Creo que es lo mínimo que puedes garantizar— obvió con tono severo y exigente.
—Sabes que deberé discutir esto con mi familia, no es fácil de decidir— previno el pelinegro únicamente, soltando un suspiro.
—Tengo tiempo, y creo que tú también lo tienes— comparó la pelicastaña a modo de broma, mas ahora que sabía que era él con exactitud.
Quizás no fuera su decisión más inteligente, y quizás de cara al futuro tuviera un gran precio que pagar por ello, como si ofreciera su alma al diablo...pensó en Fausto, que insatisfecho con su vida había hecho un trato demoniaco a cambio de conocimiento y placeres; pero ella quería lo opuesto, quería vivir y proteger a quienes amaba y para ello estaba dispuesta a pagar el precio que fuera preciso, ¿Qué otro propósito había para vivir que proteger a quienes le importaban? Su vida no le importaba tanto, al final era humana y se esperaba que madurara, envejeciera y muriera, el curso de la vida y seguirlo la llenaba de ilusión, ¿Peor las vidas de los demás? Era infinitamente valiosas en su subconsciente y necesitaba protegerlos. Extender su poder, sus "dones" por así decirlo y todo lo que era al servicio de alguien...era impensable en la mente de Itachi, no había oído nunca de que se hiciera algo parecido y convivía con Fugaku, el vampiro que había originado el mito del stregoni benefici, ¿Era posible? Itachi deseó persuadir a Izumi y tratar de hacerle ver que era mejor que intentara volver a su vida anterior antes que aferrarse a él, pero él también deseaba aferrarse a ella, sonaba tonto, pero no podía imaginarse el pasado antes de conocerla, ella le daba ganas de vivir y no tenía fuerza para alejarse. Itachi tuvo el impulso de acercarse a ella, inclinarse para besarle la frente y decirle; no pienso ir a ningún sitio, estaré aquí tanto como me necesites, pero no era el mejor momento para decir algo así, por lo que en su lugar unió su mano contra la suya para cerrar el acuerdo.
Su trato dudaría tanto como durasen sus vidas.
Residencia de la familia Uchiha, Forks
Decisiones, elecciones, reglas…¿Cómo saber que era correcto y que era incorrecto? Eso era lo que estaba en tela de juicio ahora para la familia Uchiha, con todos sus integrantes reunidos en la sala de su hogar y debatiendo el tema; sentada sobre el sofá frente a la chimenea estaban sentados Fugaku, siempre tan formal, vistiendo una camisa blanca, chaqueta gris oscuro, pantalones de igual color y zapatos negros, teniendo una expresión pensativa tras que Itachi expusiera la decisión de Izumi con respecto a mantener su secreto; y Mikoto con las manos inocentemente cruzadas sobre su regazo, vistiendo una falda blanca plisada por encima de los tobillos, zapatillas blancas y una corta blusa azul brillante de mangas hasta los codos, con su largo cabello azabache azulado cayendo sobre su hombro derecho y tras su espalda, luciendo una pulsera con el emblema Uchiha en su muñeca derecha. De pie y de brazos cruzados, con una expresión seria, meditabunda y al mismo tiempo permanente angustiada, Itachi vestía una chaqueta de cuero gris oscuro con tintes azulados, debajo una camiseta azul claro de cuello redondo apenas visible, jeans negros y zapatos de igual color, exponiendo su pulsera con el emblema Uchiha al tener la mano derecha a la altura del mentón; lo que verdaderamente preocupaba a Itachi era que su familia decidiera algo con lo que él no estuviera de acuerdo, porque él en silencio ya había hecho promesa de protección incondicional a Izumi si era lo que ella deseaba de él, e iría contra su familia de ser preciso, aunque no fuera lo ideal.
—Me parece un acuerdo justo— concluyó Fugaku por fin, rompiendo con el silencio.
—Tiene que ser una broma— suspiró Ino, no pudiendo disimular su disgusto. —¿Por qué dependemos de una humana? Deberíamos deshacernos de ella o simplemente largarnos, no ser sus marionetas— era impensable que tuvieran que considerar a la chica Yamamoto.
—Es posible que no estés de acuerdo, Ino, pero hay muchas razones para quedarnos. Por un lado, están las visiones de Sakura, que aseguran que Izumi será parte importante de esta familia— recordó Mikoto sosteniéndole la mirada con serenidad. —Y Sakura rara vez se equivoca— añadió volviendo la mirada hacia la pelirosa, que asintió agradecida.
—Además, Izumi ha sido muy amable con todos nosotros desde el principio, y si le sucedió esto, en cierto modo es culpa nuestra— respaldó el patriarca Uchiha, que desde lo ocurrido tenía un aire introspectivo, como si se tratara de un mártir.
—Fudo ya está muerto, Fugaku, no puedes responsabilizarte de sus actos para siempre— recordó Sasuke, sintiendo las emociones del líder del Aquelarre. —Francamente, preferiría que nos deshiciéramos de esa humana en lugar de discutir, pero confió en las visiones de Sakura, y esté lugar es el único en que parecemos humanos— admitió, habiendo estudiado la situación. —Si nos mudásemos otra vez, tendríamos que empezar desde cero y dejaríamos cabos sueltos— eso no era una opción en absoluto.
—Además, proteger a los humanos es una noble decisión, así quizás dejaríamos de tener problemas con los Jinchuriki, que nos consideran iguales a los demás vampiros— respaldó la Matriarca Uchiha, recorriendo con la mirada a sus hijos.
—Lo someteremos a votación— decidió Fugaku, como era costumbre en la familia.
La opositora más férrea que tuvieran que pedir la consideración de una humana y su existencia para continuar con su estilo de vida, sin duda alguna era Ino, quien se mantenía voluntariamente de pie junto a la chimenea, con un brazo apoyado sobre la elegante estructura de roca sólida, pasando su mirada por todos los presentes y de entre quienes solo Sasuke compartía su visión de las cosas, hasta ese momento. La Yamanaka vestía una corta blusa blanca de cuello redondo que dejaba expuesto su vientre, encima una chaqueta de aspecto elegante que formaba una cola hasta la altura de los muslos y que permanecía abierta, con ceñidas mangas hasta los codos, pantalones negros ceñidos a sus esbeltas piernas, con su largo cabello rubio cayendo tras su espalda, resaltando el collar con el emblema Uchiha alrededor de su cuello; sentado en el sofá contiguo al que se hallaban Mikoto y Fugaku, a su izquierda, se hallaba Sai quien se apretaba nerviosamente las manos de vez en vez, no queriendo irse de Forks al igual que el resto de sus hermanos, resaltando la pulsera de cuero con el emblema Uchiha en su muñeca derecha, por las mangas subidas de la sudadera gris claro con capucha que vestía, pantalones negros y botines militares de igual color. Desde su regreso a Forks y desde que Itachi conocía a la chica Yamamoto, estaba cada vez más claro que ellos ya no podían decidir sobre sus propias "vidas", siempre debían tomar el parecer a la chica humana, pero ahora estaban a punto de decidir si se sometían a las reglas humanas o seguían su propio camino:
—¿Itachi?— preguntó el patriarca Uchiha, volviendo la mirada hacia su hijo telépata.
—Estoy en deuda con Izumi y realmente quiero protegerla, así como lo que ella considere importante— justificó el pelinegro de inmediato. —Voto sí— haría o seguiría todo cuanto pudiera mantener a la Yamamoto a salvo.
—¿Mikoto?— Fugaku volvió la mirada hacia su esposa, sentada sobre el sofá a su lado.
—Lo que es importante para mis hijos, es importante para mí— obvió la azabache, casi encogiéndose de hombros. —Voto sí— añadió con una discreta sonrisa. —Además, Forks ha sido bueno con nosotros, no estaría mal devolverles la mano— era algo noble.
—¿Sakura?— inquirió el Uchiha, casi esbozando una sonrisa ladina ante su entusiasta hija.
—Siempre quise tener otra hermana, y sé que Izumi y yo seremos grandes amigas— contestó la pelirosa, resuelta y alegre como siempre. —Voto sí— obvió en caso de que no estuviera lo suficientemente claro, manteniendo su sonrisa.
—¿Sasuke?— interrogó Fugaku, concentrándose en su reservado hijo mayor.
—Sigo creyendo que hay riesgos— suspiró el estoico azabache, —pero voto sí, es la mejor opción que tenemos— era su forma de decir que estaba de acuerdo con su esposa.
—Gracias, mi amor— apreció Sakura en voz baja, acercándose y besándolo en la mejilla.
De pie junto a su esposa del lado opuesto de la chimenea en que se hallaba Ino, Sasuke vestía una camisa azul oscuro con el cuello en V ligeramente desabrochado, mangas ceñidas, pantalones negros y botines de igual color, con las manos tras la espalda con aquella perfecta postura de caballero texano que tanto lo caracterizaba y su esposa adoraba de él, por lo que entrelazó una de sus manos con la suya y envolvió su brazo libre alrededor de su torso y hombros amorosamente. Sasuke era un hombre estoico, la mayor parte del tiempo demostraba tal capacidad de dominio sobre sí mismo, que fácilmente cualquiera lo comparaba a una estatua, absolutamente letal y estúpidamente atractivo, normalmente cualquier persona lo creía alguien demasiado cerrado, absolutamente callado…a menos que se tratara de Sakura, no había nada que no hiciera con tal de verla sonreír o saberla feliz, algo ineludible ante su don para percibir y manipular las emociones de otros, pero jamás manipulaba las de ella, no sin su consentimiento, lo que solo aumentaba la sonrisa de ella. La fascinación de Sasuke y su devoción por su esposa no hacía más que aumentar en momentos como ese, en que se veía tan hermosa; portaba un vestido blanco de escote alto en V, estampado en flores negras, carmesí y gris, de mangas ceñidas hasta los codos donde formaban ligeros holanes, corta falda por encima de las rodillas y largas botas negras, con el collar con el dije de la familia Uchiha abrazando su cuello y resaltado por su corto cabello rosado hasta los hombros.
—¿Sai?— preguntó Fugaku, centrándose en sus hijos cuya resolución sería la más difícil.
—Si eso nos quita de encima tener que mudarnos, me someto a lo que quiera la mayoría. Voto sí— contestó el pelinegro sin pensarlo demasiado. —Lo siento, hermosa— suspiró, desviando la mirada hacia su esposa, que apartó la mirada únicamente.
—¿Ino?— interrogó el patriarca Uchiha por fin, cuidando su tono para no irritarla.
—Como si mi opinión contase realmente…Ya todos lo han decidido— la Yamanaka desvió la mirada hacia Sasuke, quien le envió una oleada de calma. —Me reservo mi opinión— declaró por fin, apreciando enormemente la compresión y apoyo de su "hermano", el único de su lado últimamente con respecto a la humana Izumi Yamamoto.
—Bien— aceptó Fugaku, respetando su sentir. —Y yo voto sí— obvió, cerrando de esa forma la votación. —Itachi, puedes responder todas las dudas que tenga Izumi— consintió, volviendo la mirada hacia su hijo, —pero no olvides nunca, que todo debe ser absolutamente secreto, ella no puede divulgarlo con nadie o no solo nos veríamos forzados a irnos de inmediato y sino también a tomar medidas drásticas, aunque no nos agrade— era eso o permitir que los Volturi actuaran y ello no agradaría a nadie.
—Izumi no dirá nada, podemos confiar en ella— aseguró Sakura, tanto a modo de intervención como porque sus visiones así lo aseguraban.
—Gracias, Sakura— asintió Itachi, pues su hermana manifestaba aquello en lo que él ya creía. —Hablaré con ella, volveré más tarde— se excusó, debiendo ir junto a Izumi.
Podía llamar negativa a Ino, pero ella solo estaba preocupada por su familia y quería mantener a salvo a sus padres y hermanos, viendo con justa razón a la humana conocida como Izumi Yamamoto como una amenaza, ¿No lo era? Hasta ese punto de sus vida, desde que ella había sido convertida en 1933, Ino había aprendió la importancia de seguir las reglas; no beber sangre humana y no exponer su secreto; lo primero había sido fácil, nunca había probado sangre humana, igual que Fugaku, y lo segundo desgarrador pues pese a que sus demás familiares—hermano, padre, madre y amigas—hubieran estado con vida, ella nunca había podido visitarlos, nunca había podido decirles que estaba "viva" y ella le desgarraba el corazón a día de hoy, junto con su humanidad perdida, ¿Por qué esta chica humana era tan especial para saltarse las reglas? Dirigiendo una ligera sonrisa ladina a Sakura, quien le guiño distraídamente un ojo, manteniéndose siempre optimista así como entusiasta ante la idea de volver a Izumi parte de su círculo personal, Itachi abandonó la sala de la casa hacia la escalera, de ahí a la planta alta y al garaje, para subir a su auto; Sakura era quien era más abiertamente optimista entre todos, pero Sasuke no podía controlar sus emociones junto a ella, siempre liberaba una poderosa sensación de felicidad que cubría toda la casa y él podía sentirlo. El mayor consejo de Sakura, pese a los peligros por parte de los Volturi, era ignorar los consejos de otros y hacer todo a su manera, y ella siempre obtenía los mejores resultados posibles, alentándolo a hacer igual. Ahora, Itachi se decidió a seguir sus consejos y hacer lo mismo…
PD: Saludos queridos y queridas, prometí que actualizaría esta semana y lo cumplo, esperando como siempre poder cumplir con lo que ustedes esperan de mi, agradeciendo su apoyo y deseando siempre que mi trabajo sea de su agrado :3 Las próximas actualizaciones serán "Más Que Nada En El Mundo", luego "El Rey de Konoha", y por último "El Sentir De Un Uchiha" :3 Esta historia esta dedicada a mi queridísima amiga Ali-chan 1966 (agradeciendo su asesoría y aprobación, así como todos los dolores de cabeza que seguramente le doy, habiendo actualizado en agradecimiento a su apoyo incondicional), a LizzyMichaellis25 y userZiha (agradeciendo contar con su apoyo y aprobación, y dedicándoles esta historia por lo mismo), y a todos quienes siguen, leen o comentan esta y todas mis historias :3 Como siempre, besitos, abrazos y hasta la próxima.
Mundo de los Vampiros & Mitos: El capitulo abre con el conflicto de Sakura con respecto a su pasado humano, que desconoce por completo, por lo que ahora prefiere sumergir el tema en la oscuridad antes de decidirse a indagar en ello, contando con el apoyo incondicional de Sasuke, así como el resto de su familia, y teniendo una actitud positiva durante gran parte del capitulo. Durante el resto de la trama se desarrolla el conflicto de Izumi conociendo el mundo de los vampiros, lo que le provoca agudos picos de terror nocturno, volviéndose dependiente de Itachi para sentirse segura y a salvo, así como para proteger a quienes la rodean, lo que da a la historia un tinte más serio, realista y menos romántico en contraste con la obra de Sthepenie Meyer. Como mención, adelantó gran parte de los acontecimientos que, en el primer libro de Sthephenie Meyer y en la película de Crepúsculo, tenían lugar durante la mitad y segunda mitad de la trama, pues exponer la realidad de esta forma tan brusca y salvaje le da un tinte más oscuro a la trama y deja de hacer ver a los vampiros como criaturas peligrosas en lugar de aquello que Meyer representó en sus obras. También aprovecho el capitulo para representar el mundo de los vampiros, sus leyes y lideres, todo de la mano de Fugaku, explorando su pasado como personaje.
También les recuerdo que además de los fics ya iniciados tengo otros más en mente para iniciar más adelante en el futuro: "Cuento de Hadas" en Julio, una historia inspirada en Diana Spencer & Carlos III, un fic inspirado en un What If de la Dinastía Romanov, que aún no tiene título, "La Bella & La Bestia: Indra & Sanavber" (precuela de "La Bella & La Bestia"), "Sasuke: El Indomable" (una adaptación de la película "Spirit" como había prometido hacer) :3 Para los fans del universo de "El Conjuro" ya tengo el reparto de personajes para iniciar la historia "Sasori: La Marioneta", por lo que solo es cuestión de tiempo antes de que publique el prologo de esta historia :3 cariños, besos, abrazos y hasta la próxima :3
