Ranma ½ y sus personajes son propiedad de Rumiko Takahashi.
El corazón de Nabiki
Por
Dr Facer
Capítulo 16
~ Mes de Agosto, parte 4 ~
=0=
—...Lo último que escuché es que el paseo en yate duraría dos horas —dijo Akane, sentada en el muelle junto a Ranma y aún exprimiendo el agua de mar de su falda. La muchacha acababa de terminar de contarle a Manabu todo lo que había sucedido durante el duelo de citas de Nabiki y Kinnosuke, y el joven maestro escuchó todo en silencio mientras mantenía la mirada fija en el ya mencionado yate que se alejaba cada vez más hasta desaparecer en la lejanía—. Hasta donde pude escuchar, Kinnosuke no planeaba volver a este puerto.
—Tenemos una lista de lugares a los que piensan ir —indicó Ranma que seguía en su forma de chica mientras buscaba en los bolsillos del pantalón hasta encontrar la hoja de papel con el itinerario del duelo de citas. El agua había arruinado un poco la tinta, pero aún se podía leer el nombre del siguiente lugar.
—No hace falta, sé que irán a La Table de Chardin —dijo Manabu luego de colocarse sus lentes y volver su atención a los dos muchachos que estaban detrás de él—. No conozco el lugar pero creo poder encontrarlo.
—¿No quiere que le demos la dirección? —preguntó Ranma, que al mirar a Akane se dio cuenta de que ella probablemente estaba pensando lo mismo: ir a La table de Chardin significaba volver a ver Picolet.
—Nosotros podemos llevarte al restaurante, Manabu —dijo Akane levantándose y sintiendo un poco de pena por hablarle al maestro de una manera informal, pero luego de que la había rescatado de ahogarse pensaba que quizás ya podía dirigirse a él con un poco más de confianza, y a fin de cuentas Manabu sería su cuñado, si es que Nabiki no perdía el duelo de citas, claro—. Ese negocio le pertenece a alguien que conocemos bien.
—¿Ustedes conocen al dueño de La Table de Chardin? —preguntó Manabu, extrañado de que la familia Tendo tuviera relación con el dueño de un lugar que posiblemente sería muy caro y exclusivo—. ¿Cómo es que lo conocen?
—Ah… bueno, sucedió que… —comenzó la menor de las hermanas, recordando todo el lío causado por Soun y Genma más de veinte años atrás.
Mientras eso sucedía, Ranma se concentró en exprimir su camisa, escuchando con atención la manera en que Akane relataba el encuentro que habían tenido con Picolet y se sintió bastante agradecido cuando su prometida omitió mencionar que aún tenían una deuda pendiente de cien mil yenes con él, pues no le parecía que fuera necesario que el maestro Sakura se enterara de eso. Aunque por otro lado, si Nabiki estaría en ese lugar lo más seguro es que ellos tendrían que ir también, y eso significaba que Picolet le cobraría el dinero o trataría de convencerlo de dar la mano de su futura hija en matrimonio a la familia Chardin como compensación, y las dos opciones hacían que Ranma tuviera muy pocos deseos de seguir vigilando el duelo de citas de Nabiki.
—Muy bien, con esos datos no será difícil encontrar el lugar —dijo Manabu luego de escuchar la historia de Akane y las indicaciones para encontrar la mansión de la familia Chardin y su dojo-restaurante. El lugar estaba en Kawagoe, por lo que tardaría alrededor de dos horas en llegar hasta allí si iba en motocicleta desde donde estaban.
—Lo mejor será tomar el tren —comentó Akane—. Así le podremos contar con más calma lo que sabemos de la familia Chardin.
—No es necesario, Akane —respondió el maestro, su expresión seria y decidida—. Será mejor que yo me haga cargo de todo.
—Pero…
—Deja que el maestro vaya solo —interrumpió Ranma, poniendo su mano sobre el hombro de Akane. La pelirroja, a pesar de saber que le convenía mucho evitar visitar a Picolet, no había detenido a Akane por esa razón, sino porque la mirada del profesor le hizo entender que deseaba arreglar este asunto él mismo, y eso era algo que Ranma podía comprender bastante bien.
—Llevaré a Nabiki al dojo más tarde —declaró Manabu mientras buscaba las llaves de la motocicleta de Spark—. Vayan al dojo, y díganle al señor Tendo que todo estará bien.
—Espera un momento, Manabu —llamó Akane cuando el joven maestro comenzó a alejarse—. ¿Cómo supiste que estaríamos aquí?
—Kasumi fue a verme y me dijo que irían al Nippon Budokan —respondió Manabu mientras se detenía, girándose para mirar a Ranma y a Akane—. Y allí conseguí averiguar que Kinnosuke traería a Nabiki aquí.
—¿Y en realidad quieres hacer esto solo? —insistió la menor de las Tendo—. Ranma y yo…
—Akane, sé que te preocupa tu hermana y quieres ayudarla —respondió Manabu—. Pero puedes confíar en mí. No permitiré que Kinnosuke se case con ella.
Akane estuvo por contestar pero no lo hizo, la determinación en la voz del profesor la convenció de no interferir, justo igual que a Ranma unos momentos antes. Limitándose a asentir, la muchacha no pudo sino desear que las cosas salieran bien mientras observaba cómo Manabu salía del puerto y montaba en una motocicleta.
—Akane… creo que tenías razón —dijo Ranma una vez que el maestro se había ido—. El maestro Sakura y Nabiki… tal vez sí están comprometidos de verdad.
-0-
Mientras, en el yate…
Nabiki sostenía el cóctel de mariscos en sus manos y mantenía la mirada fija en el líquido carmesí y en las ramitas de apio que adornaban el vaso. El hielo mantenía frescos los camarones, los trozos de pulpo y mejillones y en verdad se veía bastante sabroso, pero la muchacha no sentía apetito y ni siquiera había intentado probarlo. Kinnosuke, por otro lado, estaba ocupado devorando ya su quinto cóctel seguido, acompañándolo con champagne de la marca más cara disponible en el lujoso yate. El muchacho comía en silencio, pero era claro que estaba esperando a que Nabiki le revelara cuál era su condición para ganar o perder el duelo de citas y le intrigaba que estuviera tan callada.
Sin prestar atención al rey de la estafa y la manera en que podía comer sin parar, Nabiki desvió la mirada al mar para concentrarse en el sonido de las olas mientras recordaba el momento en que Manabu había llegado al puerto. El breve instante en que sus miradas se cruzaron se repitió en su mente y al hacerlo sintió de nuevo esa extraña sensación de calidez en el pecho, justo como en el momento en que él llegó a los muelles y ella se dio cuenta de que a pesar de la discusión que tuvieron el día anterior Manabu estaba dispuesto a intentar ayudarla.
"¿Cómo me encontró?" Se preguntó sin poder dar con una respuesta pero al final decidiendo que eso no era importante. Lo que importaba era que Manabu había ido a buscarla, y si él hubiera llegado un par de minutos antes… ¿Qué habría pasado?
"Honestamente no lo sé," meditó Nabiki, pensando en lo incómodo que habría sido que Kinnosuke intentara engañar o manipular a Manabu de alguna manera.
—Sigo esperando —dijo Kinnosuke entonces, sacando a Nabiki de sus pensamientos—. No me has dicho todavía cuál es la condición que quieres poner para ganar el duelo de citas.
—Oh… tienes razón —respondió ella mientras colocaba el cóctel en la mesita frente a ella y se levantaba de su asiento. La muchacha se acercó a Kinnosuke y se inclinó para murmurarle al oído su condición para ganar el duelo de una manera que si alguien lo hubiera visto le habría parecido incluso como un momento de inocente coqueteo, pero tanto como Nabiki como Kinnosuke sabían que el objetivo del gesto era muy distinto. Nabiki lo había hecho para intentar romper la concentración de su rival, y esperaba que él pudiera entender eso, pues le permitiría demostrarle lo mucho que él le desagradaba de una manera que parecía indicar completamente lo contrario—. ¿Y bien, Kinnosuke, aceptas?
Por un momento el joven Kashao no pudo responder ante lo que acababa de escuchar. Le parecía la condición más estúpida que Nabiki pudiera haber elegido, pero ¿quién era él para negarse a una ventaja tan clara? Esta condición prácticamente le daba el duelo en bandeja de plata y… el muchacho frunció el ceño al pensar que quizás ese era el truco. Era muy posible que Nabiki estuviera intentando distraerlo actuando coqueta con él para hacer que se confiara y de esa manera intentar convencerlo de cambiar sus términos del duelo más tarde y así evitar casarse con él.
"Felicidades, Nabiki Tendo; no es mala estrategia," pensó él mientras comenzaba a comerse el cóctel de mariscos que Nabiki había dejado en la mesa. "Pero no te servirá de nada."
—Aceptaré tu condición, aunque me parece bastante rara —dijo él finalmente. Antes de continuar, Kinnosuke movió su mano derecha, manipulando a su mayordomo marioneta como si hubiera recordado algo de repente—. ¿Sucede algo, señor Abril?
—Sólo que casi olvida los regalos de esta tanda, señor —dijo la marioneta, dramáticamente llevando sus pequeñas manitas de madera hasta sus mejillas pintadas con un colorido y brillante tono rosado—. ¿No piensa ofrecerlos a la señorita Tendo?
—Tiene razón, señor Abril, es hora de los regalos —respondió Kinnosuke, manipulando a su marioneta para llamar a los dos meseros que había en la tripulación y hacerles la señal de que trajeran los regalos—. Y te aseguro que estos no podrás rechazarlos, Nabiki, de eso estoy muy seguro.
—Pues no deberías —respondió ella sentándose de nuevo, un poco cansada de la idiota rutina de ventríloco de Kinnosuke. Nabiki sabía bien que era parte de la estrategia de su rival, pues la marioneta servía para distraer a sus blancos, facilitando así completar la estafa. Le había parecido divertida las primeras veces que enfrentó a Kinnosuke, pero en esta ocasión cada vez le resultaba más y más pesada—. Pero en fin, veamos los regalos.
—Creo que esta vez sí te gustarán —dijo él con una sonrisa confiada—. Y no olvides que en cuanto aceptes uno el duelo habrá terminado a mi favor, y podremos volver al dojo para anunciar nuestro compromiso formal a tu padre.
—Hablando de eso… —dijo ella, cruzándose de brazos—. Yo sé bien que no te gusto y tú sabes que a mi me das asco. ¿Por qué estás tan interesado en casarte conmigo?
—Porque si no consigo una prometida antes de que termine el mes, mis padres me quitarán el título de heredero de la Escuela Kashao y ya nunca podré practicar nuestro estilo de combate —explicó él inclinándose un poco hacia ella—. ¿Sabes lo horrible que sería eso?
—¿Que ya no puedas vivir de estafar gente? —observó Nabiki con cierto interés pues el cuento le parecía divertido y pensaba que Kinnosuke sólo mentía para tratar de hacerla sentir lástima por él—. ¿Qué tiene de terrible dejar de hacer eso?
—¡Que tendría que conseguir un trabajo de verdad y volver a la escuela! —Respondió él con una mueca de desprecio—. Y conseguir un trabajo común y corriente es la peor humillación que podría sufrir un miembro de la familia Kashao.
—Te felicito por esa historia, es muy creativa —sonrió Nabiki con una expresión de sarcasmo. Y si bien podía admitir que Kinnosuke era lindo cuando fingía preocupación, sólo logró recordarle cómo usó ese truco para engañar a una vendedora y así conseguir un abrigo nuevo gratis durante uno de sus anteriores duelos de citas—. Pero no te servirá de nada, no podrás engañarme.
"Manabu nunca me mentiría." Pensó Nabiki de repente, recordando que su maestro siempre había sido honesto con ella. La idea le pareció un poco extraña al principio, pero saber que Manabu jamás había intentado engañarla y que además se preocupaba por ella le ayudó a sentir una mayor determinación para vencer a Kinnosuke en este duelo de citas.
—En este caso no estoy mintiendo —contestó Kinnosuke. Estaba por decir algo más, pero los meseros llegaron a colocar las tres cajas de regalos en la mesa para luego retirarse sin decir palabra, interrumpiendo lo que iba a decir—. En fin, no me importa si me crees o no, es hora de los regalos, y creo que sí aceptarás uno de esta tanda.
—Ya te dije que pierdes tu tiempo, no aceptaré ninguno.
—¿Qué tal si miras los regalos primero? —sonrió Kinnosuke abriendo la primera caja, que sólo contenía un papel doblado en dos que le ofreció a Nabiki.
—¿Qué es esto? —preguntó la muchacha, tomando el papel para descubrir que era el título de propiedad del yate en el que estaban, y que revelaba un valor de varios millones de yenes.
—Si aceptas, podrías vender este yate en cuanto lleguemos a puerto —le dijo él.
—O usarlo para la fiesta de bodas —sugirió el señor Abril moviendo una de sus manitas para señalar lo amplia que era la cubierta.
—Vaya… pues sí es un lindo detalle, pero no me interesa —contestó Nabiki con firmeza al devolver el título de propiedad. El recuerdo de Manabu en el puerto y el hecho de que había ido a buscarla seguían presentes en su mente y gracias a ello pudo rechazar la tentadora posibilidad de poseer su propio yate.
—¿No lo quieres? Bien, bien, no importa —dijo Kinnosuke, que abrió la siguiente caja, mostrando a Nabiki un exquisito collar de perlas rosas con un dije de oro en forma de ancla, muy a tono con el lugar en el que estaban—. ¿Qué tal este collar de 30 millones de yenes?
—Está muy bien hecho —admitió ella luego de tomar el collar y observarlo de cerca sin poder evitar imaginar cómo se le vería puesto y haciendo a un lado la idea—, pero tampoco lo quiero.
—Muy bien, lo entiendo, pero creo que este regalo sí te gustará —comentó Kinnosuke, abriendo la última caja y revelando un juego de té hecho de oro y plata con pequeños diamantes y detalles en porcelana que incluía los típicos utensilios como el chawan, el chasen, un chashaku, un kama y un futa-oki que eran todos exquisitas piezas de artesanía dignas de una emperatriz. Al centro de la caja estaba una caja de ébano y al abrirla Nabiki descubrió que contenía té verde de Uji, pero el aroma le indicaba que no era la típica mezcla que ella conocía, ¿era shincha? No, a Nabiki le parecía que era algo aún más caro. (1)
—Es Gyokuro de grado premium —indicó el señor Abril con un tono de orgullo al comenzar a señalar todo lo que había en la caja—. Y ese té junto a los utensilios tiene un valor en conjunto de setenta millones de yenes. Incluso podría preparar un poco de té para el señor Kashao en este momento si lo acepta, ¿qué dice, señorita Tendo?
—Digo que no me gusta, y que jamás prepararía té para su imbécil patrón, señor Abril —dijo Nabiki volviendo a cerrar la caja. No podía negar que el juego de té era espléndido, y que si lo quisiera incluso podría preparar té de una manera aceptable; a fin de cuentas su madre sí alcanzó a enseñarle a ella y a Kasumi cómo realizar la ceremonia del té.
"Pero sólo pensar en pepararle té a este idiota me provoca nauseas," se dijo Nabiki al tiempo que se recargaba en su asiento y esperaba a que se llevaran los regalos.
La idea de prepararle té a Manabu le cruzó en ese momento por la cabeza, y Nabiki respiró profundamente para hacer a un lado la distracción. No podía pensar en esas cosas a mitad de un duelo de citas.
—Me sorprende que no quisieras nada —dijo Kinnosuke, intentando lo mejor posible ocultar su frustración—. Pero no importa. Aún falta ir a comer a La Table de Chardin. Allí está la última tanda de regalos que tengo preparada, y estoy seguro de que aceptarás alguno.
—Pierdes el tiempo, no aceptaré ningún regalo tuyo —le contestó la mediana, que después de eso simplemente se levantó de su asiento y fue a recargarse en la barandilla del yate, para poder admirar sin interrupciones la bahía de Tokio a lo lejos.
"Así que iremos a Saitama y de allí hasta Kawagoe para poder llegar al restaurante de Picolet," pensó Nabiki, que no pudo evitar preguntarse si Manabu podría dar con ese lugar, aunque se tranquilizó al recordar que Akane y Ranma estaban con Manabu, y ellos sabían en dónde estaba la mansión y el dojo-restaurante de la familia Chardin.
La mediana de las Tendo sonrió. Estaba bastante segura de que Manabu podría dar con la Table de Chardin sin problemas.
"Y cuando llegue Manabu podré terminar este inútil duelo de citas…" Pensó ella sin dejar de sonreír.
-0-
Mientras, en otro lugar…
El dojo Tendo ya estaba a sólo unos cuantos metros y Ranma había comenzado a pensar que quizás habría sido mejor ir hasta Saitama y a la mansión de los Chardin, porque estaba muy seguro de que en cuanto Soun viera que no habían traído a Nabiki de regreso se pondría bastante molesto.
—No te preocupes —comentó Akane, notando la expresión en la cara de Ranma—. Sé que papá entenderá cuando le digamos que regresamos porque Manabu fue por Nabiki.
—Espero que tengas razón —contestó el muchacho—. No quisiera tener algún problema por haber dejado sólo al maestro.
—No pasará nada, Manabu cumplirá lo que prometió —le aseguró Akane mientras abría la puerta exterior del dojo, pues ya habían llegado a la casa—. Incluso creo que traerá a mi hermana al dojo antes de cenar.
—Tal vez sí —aceptó Ranma, recordando que el maestro parecía bastante decidido—. La verdad es que aún me sorprende que alguien quiera ayudar a Nabiki, ¿sabes?
Akane levantó una ceja al escuchar eso, pues aunque conocía bien a su hermana y el tipo de cosas que era capaz de hacer, no le agradaba mucho que Ranma dijera esas cosas. Podía entender que Ranma no confiara completamente en su hermana, pero él no había notado los cambios en Nabiki desde que había conocido al maestro Sakura, y tampoco los había visto interactuar antes y después de la pelea de box. Respirando profundamente para calmarse mientras recorrían el camino de ladrillo que cruzaba el jardín, se disponía a contarle a Ranma todo lo que había pasado en el salón Korakuen cuando Manabu tuvo su pelea contra Gouto Kagero, pero Kasumi salió a recibirlos y ya no pudo hacerlo.
—Veo que regresaron sin Nabiki —comentó Kasumi al ver que sólo su hermana menor y Ranma habían llegado a la casa, y comenzó a temer que las cosas tomaron un rumbo poco favorable—. ¿Acaso…?
—Ranma… ¿en dónde está Nabiki? —preguntó de repente Soun, que había estado poniendo atención por si Nabiki regresaba, y al escuchar que Kasumi recibía a alguien salió para ver qué sucedía. El ver que Akane y Ranma estaban de regreso sin su segunda hija no le pareció para nada aceptable—. ¿La dejaste en manos del estafador?
—Ah… señor Tendo, claro que no, es que nosotros… —comenzó Ranma presa de un fuerte nerviosismo, el cuál sólo aumentó cuando notó que sus palabras no estaban logrando tranquilizar al dueño del dojo—. Lo que pasa es que el profe nos dijo que…
—Lo que Ranma quiere decir es que Kasumi le avisó al maestro Sakura lo que estaba sucediendo con Kinnosuke —intervino Akane para ayudar a Ranma, y sus palabras lograron calmar bastante a Soun—. Manabu nos prometió que se haría cargo de todo, papá.
—¿Es verdad eso? —preguntó el afligido padre, girándose para ver a Kasumi.
—Sí, papá, perdón por no decirte, se me olvidó —se disculpó Kasumi, pero su amable tono de voz logró al fin que Soun se tranquilizara por completo—. Simplemente me pareció que era necesario que el profesor Sakura lo supiera, él es el prometido de Nabiki y por lo tanto es responsable de cuidarla, ¿no te parece?
—Sí, tienes razón —asintió Soun, confiando en que el maestro podría interrumpir el duelo de citas y, completamente convencido de que todo estaría bien, decidió regresar a la casa para terminar de leer el periódico—. Kasumi, prepara algo especial para la cena, quisiera invitar al maestro a cenar el día de hoy con nosotros.
—Sí, por supuesto —aceptó Kasumi regresando a la cocina mientras se preguntaba si algún día Soun diría lo mismo sobre Yasukichi. La mayor de las hermanas esperaba que sí.
–0-
Un poco más tarde…
El yate llegó al puerto Takeshiba y la tripulación no tardó en tener todo listo para que Nabiki y Kinnosuke pudieran bajar a tierra. Mirando al muelle, la mediana de las Tendo no se sorprendió al ver que una limusina roja con un chofer distinto ya los estaba esperando para llevarlos a Kawagoe.(2)
Algo que sí la sorprendió, y aparentemente también a Kinnosuke a juzgar por la expresión de incertidumbre que se reflejó sólo por un par de segundos en su rostro fue la presencia de un muchacho rubio que estaba de pie cerca de los bolardos en el muelle y que los observaba con atención. Era obvio que el rey de la estafa no esperaba verlo allí, y eso le llamó mucho la atención a Nabiki.
—Dame un momento a solas, esto podría ser importante —pidió Kinnosuke una vez que él y Nabiki habían desembarcado.
—¿Algún problema con tu crédito, Kinnosuke? —Sonrió Nabiki sin ocultar el claro tono de burla en su voz—. ¿Ese rubio es un cobrador que te está buscando?
—No, para nada, pero apreciaría si me das un poco de privacidad —insistió él, gentilmente empujando a Nabiki por el hombro en dirección a la limusina, esperando que ella le hiciera caso.
—Muy bien, como quieras —dijo ella, que sólo avanzó un par de pasos en dirección al vehículo antes de detenerse y fingir que estaba admirando el yate, cuando en realidad Nabiki se había alejado sólo lo suficiente como para no despertar sospechas mientras escuchaba discretamente la conversación de Kinnosuke con el chico rubio.
—¿Qué haces aquí, Spark? —preguntó el rey de la estafa bajando la voz para evitar que Nabiki pudiera escuchar la conversación.
—¡No me dijiste ayer que el tipo que iría al Salón Budokan era un jodido boxeador profesional! —se quejó el muchacho rubio sin molestarse en bajar la voz y señalando el moretón en su cara—. ¡Manabu Sakura nos venció cuando tratamos de detenerlo, tendrás que pagarnos extra por la humillación que ha sufrido la Furyo Seinendan!
—¿Yo tengo la culpa de que les patearan el trasero? —preguntó Kinnosuke, nada feliz de tener que darle más dinero del acordado a Spark Enjou—. Me parece que es culpa suya por no ser más fuertes.
—No te burles de nosotros, idiota, esto fue tu culpa por no habernos dado la información completa sobre ese hombre —respondió el rubio mientras presionaba su índice derecho en el pecho del rey de la estafa—. ¿Por qué no me avisaste que es el boxeador número once de Japón?
—Bueno… es que… no lo sabía —dijo el estafador, parpadeando confundido al escuchar esta nueva información y considerar por primera vez que quizás debió haber pasado un día o dos más investigando al misterioso maestro de Nabiki Tendo.
—Exacto, y es por eso que nos pagarás una compensación de cincuenta mil yenes a más tardar en una semana o tendremos que hacerte una visita —dijo Spark, que apoyó su puño derecho en la barbilla de Kinnosuke mientras hacía su amenaza—, y me imagino que te puedes imaginar lo que haremos contigo si no nos pagas, ¿no es cierto?
—Lo puedo imaginar bien —asintió con un poco de nervios el joven Kashao, usando las manitas del señor Abril para limpiarse el sudor de la frente con un pañuelo que había atorado en los dedos de la marioneta—. No te preocupes, Spark, les darán su dinero antes de tres días, te lo aseguro y… ¿podrías irte ya? Estoy algo ocupado en este momento.
—Muy bien, te dejaré seguir con tu duelo de citas —sentenció el rubio, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón mientras comenzaba a alejarse—. Pero no lo olvides, tienes sólo tres días para pagarnos.
"¿Ese era el líder de la temible Furyo Seinendan? No se ve tan impresionante como me lo imaginaba," se dijo Nabiki mientras observaba cómo el rubio dejaba el muelle. La muchacha había escuchado acerca de esa pandilla de supuestos chicos rudos varias veces, aunque como no solían operar en las escuelas en las que ella antes vendía fotografías nunca los había visto. "Pero aún así…Manabu los venció cuando intentaron evitar que entrara al Nippon Budokan."
Nabiki no pudo evitar sentirse extrañamente halagada al darse cuenta de que Manabu había vencido a un grupo de pandilleros sólo para poder verla.
"Porque si los derrotaste fue para intentar alcanzarnos en el Salón Budokan, ¿no es así, Manabu?" Se preguntó Nabiki, recordando de repente los aparentes celos del maestro y llegando a la conclusión de que Manabu estaba intentando interrumpir el duelo de citas para salvarla de casarse con Kinnosuke.
"Y lo estás haciendo sin tener una razón, esta vez no es como cuando peleaste con Gouto para ayudarme. Entonces eso significa que… ¿en verdad te importo? Ay, Manabu…" Pensó Nabiki, sintiéndose extrañamente conmovida en ese momento al entender que las veces en que Manabu le confesó que ella le importaba le había dicho la verdad. Aunque la muchacha no tardó en darse cuenta de algo más, algo que ya había considerado tan sólo unos días antes. "¿Y qué hay de mí? Acepté a tener este estúpido duelo de citas sólo para evitar que Kinnosuke te colgara una deuda de más de cien millones de yenes, así que tal vez… tal vez eso que pensé cuando Happosai te atacó con una bomba era la verdad, tú… me importas, Manabu."
Nabiki suspiró al darse cuenta de que esto era algo que no necesitaba descubrir a la mitad de su enfrentamiento con Kinnosuke Kashao pues podría distraerla y hacerla cometer algún error. Aunque… si lo que pensaba era verdad entonces la condición que puso para ganar el duelo de citas tendría más posibilidades de funcionar, ¿no era cierto?
La muchacha sonrió con discreción; sí, esto aumentaba mucho las posibilidades de que pudiera ganar, aunque por otro lado también hacía que el éxito de su plan dependiera más en Manabu que antes…
—Vámonos ya —dijo Kinnosuke con un tono de voz ligeramente apurado mientras usaba al señor Abril para señalar a la limusina—. No quiero perder la reservación en La Table de Chardin y ya estamos algo retrasados.
—Está bien, vayamos —aceptó Nabiki mientras esperaba a que le abrieran la puerta para subir al elegante automóvil. La urgencia en la voz de Kinnosuke había logrado hacer que Nabiki volviera a concentrarse en el duelo, aunque Manabu Sakura se mantuvo neciamente en sus pensamientos y la muchacha se preguntó si no habría sido más conveniente fijar la condición de su victoria en la intervención de Akane y Ranma.
"Muy tarde para cambiar eso," pensó ella subiendo a la limusina. "Bien… supongo que todo dependerá de mí si tú no llegas, Manabu."
El rey de la estafa, que decidió sentarse frente a Nabiki, no estaba nada contento. A juzgar por la nueva información que tenía luego de hablar con Spark Enjou, había leído completamente mal la relación entre Nabiki y ese maestro de Furinkan. ¿Acaso estaba de novia con él? No, de eso estaba seguro, o al menos casi seguro a juzgar por la condición que puso Nabiki para ganar el duelo. Pero entonces, ¿quizás era algún amigo del padre de Nabiki que trabajaba en la escuela? Sí, tal vez era eso, aunque definitivamente allí había algo más con lo que no había contado y Kinnosuke estaba empezando a pensar que la relación entre ese boxeador y la mediana de las Tendo era la razón por la que ella había podido rechazar todos sus regalos.
Y eso implicaba que Kinnosuke tendría que pensar en cómo evitar que ese maestro le arruinara los planes si decidía ir a La Table de Chardin. Cerrando los ojos para poder pensar, el muchacho comenzó a manipular al señor Abril para distraerse y recuperar la calma. Porque si perdía este duelo de citas o tendría que ir a la universidad y también buscar un trabajo, y sólo pensar en eso le causaba un terrible dolor de estómago.
No, Kinnosuke sabía bien que para mantener su estilo de vida la victoria era su única opción y por lo visto tendría que recurrir a alguna nueva trampa para conseguirla… quizás si buscaba una manera de hacer que ese maestro perdiera la calma para hacerlo apostar contra Picolet. Sí, eso podría funcionar, y si no, pues había otras cosas que podría hacer.
Algo más tarde…
La limusina escarlata se detuvo afuera de una elegante construcción de estilo europeo tras de la cual se podía apreciar una gran mansión con el mismo tipo de arquitectura. El letrero en la entrada del lugar lo identificaba como 'La Table de Chardin', el restaurante-dojo de la familia de Picolet.
El chofer bajó del auto y se apresuró a abrir la puerta, primero para que Nabiki pudiera bajar y después la otra para Kinnosuke. La muchacha avanzó unos pasos y admiró la elegante fachada del restaurante. Era la primera vez que lo visitaba y en realidad Akane no le había hecho justicia cuando se lo describió. Este era el lugar en el que Ranma había tenido parte de su entrenamiento para aprender el estilo de combate de La Belle France de artes culinarias, y por lo que Nabiki sabía, la comida aquí era exquisita, y también en extremo cara.
—¡Ah, Madame Nabiki! —llamó entonces una voz que a la mediana le pareció familiar y al mirar hacia su derecha se encontró con un muchacho rubio muy apuesto y vestido con un elegante traje blanco que se acercaba: Picolet Chardin II.
—Hola, Picolet —saludó ella, dudando qué hacer ya que en realidad le resultaba un poco difícil acercarse al joven francés, en especial cuando recordaba la capacidad que tenía para abrir su boca como si fuera la de un hipopótamo.
—Es un placer verla de nuevo, ¿a qué debemos el placer de su visita?
—A que viene conmigo. Tengo reservada una mesa en el salón príncipe y me gustaría entrar al restaurante, señor Chardin —dijo Kinnosuke, acercándose para poner su brazo alrededor de la cintura de Nabiki con un gesto bastante posesivo, aunque se separó de ella de inmediato al sentir cómo el tacón de Nabiki se presionaba sobre en su pie derecho con la bastante fuerza como para darle a entender que sería peor si no la soltaba.
—Kinnosuke me ha invitado a comer aquí —aclaró Nabiki, sonriendo para ocultar el discreto pisotón que le había dado al rey de la estafa—. Y esperamos pasar una tarde agradable.
Ocultando expertamente lo molesta que estaba con Kinnosuke por haberla tocado, la muchacha intentó pensar en alguna manera de desquitarse, y justo entonces recordó algo que podría servirle: Akane y Ranma aún le debían a Picolet cien mil yenes. ¿No sería divertido hacer que el insoportable rey de la estafa pagara esa deuda? La muchacha sonrió con malicia y pensó que sí, sería bastante divertido pasarle la deuda de su hermanita a él.
—Por cierto, Picolet —dijo Nabiki, su voz derramando miel mientras le ofrecía una sonrisa de negocios al joven Chardin—, mi amigo Kinnosuke me comentó que él se haría cargo de la deuda que tienen mi hermana y mi cuñado contigo.
—¿Este caballero acepta pagar los cien mil yenes que nos debe Ranma? —preguntó Kinnosuke con una amplia sonrisa al saber que esa deuda por fin quedaría cubierta—. ¡Trés bien! En ese caso le enviaremos el recibo una vez que terminen su comida junto con la cuenta. Bien, no esperemos más, los llevaré a su mesa de inmediato. ¡Ah! Eso me recuerda sobre el encargo de las tres cajas de regalo para ese salón, ya las tenemos listas, podremos llevárselas en cuanto nos lo soliciten.
—Perfecto —sonrió Kinnosuke mientras seguía a Picolet y escondía la molestia que sentía porque Nabiki le colgó una deuda de Ranma—. En verdad me parece perfecto.
No mucho después…
—Te ves de mal humor —dijo Nabiki una vez que se quedó a solas con Kinnosuke, y era muy claro que estaba disfrutando mucho haberlo molestado. La muchacha había ignorado el caro champán y aperitivos que había pedido su rival, y se contentaba con intentar frustrarlo cada vez más para hacerlo perder la concentración—. ¿Sucede algo?
—No me agrada que me hayas echado encima una deuda de tu cuñado —respondió él, que ocultaba su mal humor admirando los caros y hermosamente detallados cubiertos de plata que estaban sobre la mesa—. Ese no era el objetivo de este duelo de citas.
—¿Ya se te olvidó que tú me hiciste lo mismo la vez anterior? Mandaste millones en deudas a mi casa para obligarme a salir contigo en nuestro primer duelo de citas —le recordó Nabiki sin dejar de sonreír—. Pero si tanto te molesta, podemos dejar esto aquí, ¿qué te parece?
—Me parece que no, la única manera en la que saldremos de aquí es contigo como mi prometida, Nabiki —declaró el muchacho, dando un largo trago a su copa de champán y haciendo a un lado el enfado para dedicar toda su atención al duelo—. Así que pasemos directo a los regalos, y te garantizo que al menos uno sí te gustará.
—¿No comeremos antes? —preguntó ella, aún bastante complacida por haber logrado que Kinnosuke perdiera la calma—. Sólo has pedido aperitivos y este champán raro.
—No, en esta ocasión los regalos serán primero, señorita Tendo —intervino el señor Abril, que levantó su brazo izquierdo para dar una señal a los meseros.
—Parece que su patrón está enfadado, señor Abril. ¿Acaso sólo le gusta causar problemas y no recibirlos? —se mofó Nabiki, mirando de reojo la reacción de Kinnosuke y sintiéndose bastante complacida de ver que una vez más estaba perdiendo la paciencia. Eso era perfecto, si su rival seguía así no podría concentrarse y terminaría cometiendo algún error, y eso era algo que a ella le convenía.
—Le aseguro que el joven Kashao está muy tranquilo, y la estima tanto que ha decidido aceptar pagar la deuda del joven Saotome y de su hermana menor —contestó la marioneta, aunque el casi imperceptible temblor en la voz que Kinnosuke le daba al muñeco revelaba lo contrario—. Aunque sería muy amable de su parte ya no hacerle esa clase de bromas a mi señor, a fin de cuentas él será su marido.
Nabiki no pudo evitar reír un poco—. Eso es lo que piensa, pero jamás me casaré con él.
—Eso lo veremos —disputó Kinnosuke una vez que la primera caja de regalos fue colocada sobre la mesa—. Estoy muy seguro de que este regalo sí te gustará…
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No muy lejos de La Table de Chardin…
Manabu aceleró la motocicleta para pasar una luz amarilla y cruzar una avenida de una manera que normalmente no lo hubiera hecho, pero ya estaba en Saitama y no le tomaría mucho llegar a Kawagoe.
"Esa niña… las de cosas que tengo qué hacer por ella…" se dijo luego de girar a la derecha y volver a acelerar, aprovechando que la calle era recta y plana por un trecho bastante largo.
¿Pero en realidad tenía qué hacer estas cosas por Nabiki? La muchacha sólo le había traído dificultades a fin de cuentas. Por ella había tenido un encuentro nada agradable con los Yakuza y tuvo también un par de semanas algo tensas en la preparatoria a causa del falso compromiso entre los dos que ella había inventado. La verdad era que aún cuando era su alumna no tenía qué hacer nada por ella.
Pero por otro lado, debía admitir que la compañía de Nabiki no le molestaba, e incluso le gustaba tenerla cerca; la muchacha era lista, de mente ágil y ocultaba bastante bien una condición física algo notable. También era tenaz y, a diferencia de otras mujeres con las que había convivido desde la facultad, Nabiki era capaz de llevar una conversación con él sobre casi cualquier cosa, y Manabu no había encontrado una mujer con la pudiera llevarse tan bien como Nabiki desde hacía ya algunos años.
"Y cuando no se oculta detrás de alguna de sus máscaras es muy agradable," pensó al recordar la primera vez en la que ella le mostró su verdadero rostro, aquella noche en la que había cenado en el dojo y ella salió a despedirse de él. Manabu había podido ver a la verdadera Nabiki algunas veces más desde entonces, como cuando hablaron junto al río luego de que terminó de entrenar, o en varios momentos cuando caminaban de regreso al dojo Tendo por las tardes.
"También está lo que sucedió esa noche…" Recordó Manabu, el momento en que ella le había acariciado el rostro después de que venció a Gouto Kagero regresando a sus pensamientos.
—Ese fue el momento que cambió todo —murmuró el maestro, rebasando una camioneta de repartidor por el lado derecho para no tener que bajar la velocidad.
"Porque esa caricia de Nabiki me hizo sentir cosas que… cosas que ya había olvidado, aunque no hemos podido definir bien las cosas entre nosotros desde entonces, ¿no es verdad?" Se dijo al momento que se preguntaba si ella también había comenzado a sentir algo por él.
—Y es por esa razón que no puedo dejar que ese idiota se case con ella —murmuró, recordando la manera en que ver a Nabiki junto al muchacho que suponía era Kinnosuke lo había afectado. Manabu simplemente no podía permitir que alguien separara a Nabiki de él. Al menos no hasta que pudiera hablar con ella y dejar en claro qué era lo que estaba sucediendo entre los dos.
"Porque si ella siente lo mismo que yo…" comenzó a pensar el joven maestro pero tuvo que dejar la idea allí luego de cruzar la calle y entrar a un amplio estacionamiento en donde detuvo la motocicleta y levantaba la mirada.
Manabu había llegado a su destino, frente a él estaba La Table de Chardin.
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En el restaurante…
Kinnosuke observaba en silencio desde su asiento cómo su rival estudiaba con atención el chaleco de Marta Sibelina que había mandado traer de Rusia. Era el segundo de los tres regalos que dejó encargados en la Table de Chardin, y como ella ya había rechazado una diadema adornada con rubíes, esperaba que este sí lo aceptaría. Nabiki estaba pasando lentamente sus dedos sobre la suave piel, y por la expresión en su rostro parecía que le agradaba bastante, por lo que cuando ella dobló y colocó con mucho cuidado la costosa prenda de nuevo en su caja con una sonrisa complacida en el rostro, Kinnosuke sintió que la victoria al fin había caído en sus manos.
—Me supongo que le ha gustado, señorita Tendo —preguntó el señor Abril, ya que el joven Kashao prefería obtener una confirmación por medio de su marioneta—. ¿Ha decidido aceptar ese exquisito regalo?
—Claro que me ha gustado, es de una calidad excelente y muy bonito —respondió Nabiki con una sonrisa bastante amable—. Pero no lo quiero.
—¿No… no lo quieres? —preguntó incrédulo Kinnosuke—, ¡pero si ese chaleco de Marta es extremadamente caro, y de una calidad incomparable!
—Ya te lo dije, no lo quiero —le reafirmó Nabiki sin dejar de sonreír mientras se cruzaba de brazos y se recargaba en el respaldo de su silla, disfrutando mucho ver a Kinnosuke perder la paciencia, pues eso indicaba que estaba cada vez más cerca de cometer un error.
—Por favor, señor, no se moleste —dijo el mayordomo marioneta, apoyando uno de sus bracitos sobre el hombro del joven Kashao, que estaba manipulando al muñeco para darse a sí mismo ánimos y lograr conseguir algunos momentos para calmarse—. Además aún falta el último regalo, ¿recuerda?
—Tiene razón, señor Abril —le contestó Kinnosuke a su muñeco, recuperando un poco la determinación. Bien, la situación había llegado al punto que no deseaba. Tendría que recurrir a su último recurso. Afortunadamente tenía ya el discurso preparado así que respirando profundamente, Kinnosuke tomó la última caja de regalo que quedaba en la mesa. Era pequeña y de color negro, y se imaginaba que Nabiki ya había adivinado lo qué contenía.
Nabiki, con los brazos aún cruzados, miró con atención cómo Kinnosuke tomaba la última cajita de la mesa y se arrodillaba frente a ella. Era obvio que en esa cajita había un anillo de compromiso, y Nabiki estaba muy segura de que sería una de las cosas más caras que había traído Kinnosuke. Levantando una ceja, se preguntó qué tipo de anillo sería.
—Nabiki, sé que te obligué a tener este duelo de citas, y también que me he portado mal contigo… incluso puedo aceptar que no hay nada entre nosotros pero… —Kinnosuke hizo una pausa en su pequeña declaración, pues se imaginaba que le daría un efecto dramático, y luego continuó—. Pero en verdad pienso que juntos podríamos lograr más que cualquier otro miembro de la escuela Kashao. Contigo a mi lado estoy seguro de que podría conseguir propiedades, negocios y cualquier cosa que necesitemos, y así tendríamos el dinero suficiente para hacer lo que queramos.
—Kinnosuke… —empezó ella, pero no pudo continuar porque el muchacho usó al señor Abril para indicarle que esperara un poco.
—Si aceptas este último regalo, también te daré todos los que rechazaste durante nuestro duelo —dijo Kinnosuke. Si bien eso no era algo que hubiera planeado antes, le parecía que ni siquiera ella podría resistirse a recibir todos los regalos al mismo tiempo—. Cásate conmigo, Nabiki Tendo, y juntos podremos conseguir cualquier cosa que queramos.
Nabiki estaba por responder, pero Kinnosuke eligió ese momento para abrir la cajita, revelando un anillo de oro decorado por un diamante rosa que reflejaba las luces del restaurante con destellos que parecían tener un efecto hipnótico. La muchacha parpadeó al ver la joya, pues a simple vista le parecía que ese diamante rosado debería por lo menos valer más de cien millones de yenes.
—Es… vaya… admito que ese anillo es hermoso —murmuró Nabiki sin dejar de admirar el diamante con cierta codicia en la mirada.
—¿Entonces te casarás conmigo? —Preguntó Kinnosuke, saboreando al fin la victoria.
—...No, Kinnosuke —dijo Nabiki en voz baja, lamentándose no poder quedarse con ese anillo de compromiso tan caro, pero ya había tomado su decisión: no aceptaría ningún regalo del joven Kashao y ciertamente no le interesaba casarse con él.
—Pero… ¿estás segura? —insistió él sin guardar el anillo, su rostro tomando una expresión de sorpresa y quizás incluso un poco de temor. ¿Acaso su destino sería dejar de ser el heredero de la escuela Kashao? Eso era impensable—. Nabiki, piénsalo bien.
—No insistas, ella dijo que no —interrumpió entonces una voz muy seria al tiempo que una mano tomaba la caja con el anillo de compromiso, la cerraba y la colocaba sobre la mesa.
Nabiki sonrió al reconocer la voz de su maestro, y levantando la mirada pudo confirmar que Manabu había llegado a la Table de Chardin.
—Hola, Manabu —dijo Nabiki, que se sentía extrañamente feliz no sólo porque con esto había ganado el duelo de citas, sino porque ahora tenía confirmación de que Manabu estaba dispuesto a ayudarla aún cuando no estuviera obligado a hacerlo, y porque eso significaba que en verdad le importaba tanto como siempre le decía—. Me da gusto verte aquí.
—Y a mi me da gusto haber llegado a tiempo para evitar que aceptaras casarte con este tipo tan desagradable —contestó él, su mirada fija en el joven Kashao.
—Me parece que no nos conocemos —dijo Kunnosuke al levantarse, ignorando las palabras del recién llegado y cortando lo que Nabiki estaba por decir. Se sentía molesto con la interrupción, en especial porque sabía bien lo que significaba y necesitaba encontrar una manera de poner las cosas a su favor lo más rápido posible—. Soy Kinnosuke Kashao… ¿Me imagino que usted es Manabu Sakura? Si gusta puede sentarse a comer con nosotros.
—No me interesa compartir la mesa con un estafador —replicó Manabu con un tono de voz frío y que dejaba en claro que el rey de la estafa no le agradaba para nada.
—Y además no hace falta que pidamos comida. Ahora que Manabu está aquí el duelo de citas se terminó —dijo Nabiki sin ocultar lo complacida que se sentía en ese momento de triunfo—. ¿Recuerdas cuál fue mi condición para ganar el duelo, Kinnosuke? Era que alguien que no fuera de mi familia vendría a buscarme antes de que terminara la cita y eso acaba de suceder. Yo gané, así que me dejarás en paz y no le mandarás ni una sola cuenta a Manabu o a mi padre.
—Eso es verdad —aceptó Kinnosuke, que estaba rápidamente intentando encontrar alguna excusa para poder extender el duelo de citas y evitar que Nabiki ganara—. Pero tú…
—Además, rechacé todos tus regalos —le recordó ella, que comenzó a contar, levantando los dedos mientras lo hacía para agregar énfasis a sus palabras—. No acepté tu basura en el hotel Hallmark, ni en el Nippon Budokan, tampoco en el yate y mucho menos aquí. Y tú apostaste que ganarías en el momento que aceptara algún regalo. Acéptalo, tú perdiste.
Manabu escuchó todo con atención y levantó una ceja, ligeramente sorprendido por lo que Nabiki acababa de explicar, pues le revelaba varias cosas que no había considerado; en primer lugar estaba el descubrir que Nabiki había aceptado el duelo de citas para evitar que Kinnosuke le enviara cuentas a él y al señor Tendo. La segunda era que Nabiki había puesto toda su confianza para ganar el duelo de citas en él, y la última era que había logrado rechazar lo que se imaginaba eran millones de yenes, y conociendo a la muchacha eso seguramente le habría costado un gran esfuerzo.
"Por lo visto manipuló las cosas para esperar hasta el final en caso de que yo no alcanzara a llegar," pensó el maestro mientras se cruzaba de brazos—. "Es más lista de lo que me imaginaba, no importa que sucediera, no había manera de que perdiera el duelo de citas."
—¿Aceptar la derrota cuando usted y ese boxeador planearon todo esto para humillar a mi patrón? —preguntó el señor Abril en ese momento, pues Kinnosuke había, como siempre, usado al muñeco para causar una distracción mientras pensaba en cómo cambiar las cosas a su favor—. Seguramente está bromeando, señorita Tendo.
—Kinnosuke siempre intenta usar a su marioneta para causar una distracción —explicó Nabiki al notar la expresión de duda en el rostro de Manabu—. Es una estrategia muy idiota pero que a veces le funciona, no le hagas caso.
—El señor Abril no es idiota —intervino Kinnosuke, manipulando al muñeco para que diera la apariencia de estar triste—. Y además, no me creo ni por un segundo que tú y ese maestro no planearon esto antes. Sería muy fácil que Akane y Ranma le dijeran a dónde iríamos, y no olvidemos que le sacó mucha información a Spark Enjou también. Por lo tanto, no creo que tu victoria tenga validez.
—Te aseguro que no planeamos esto antes —intervino Manabu, acercándose para estar prácticamente sobre Kinnosuke—. Y de cualquier modo, no pienso dejar que tú te cases con Nabiki. Jamás permitiré que un estafador asqueroso como tú se vuelva a acercar.
—No me parece que necesite permiso para acercarme a mi futura esposa… —dijo el rey de la estafa tomando una actitud desafiante, aunque si alguien lo observaba con atención, justo como Nabiki lo hacía, se habría dado cuenta de que Kinnosuke estaba un poco asustado.
—Tú jamás vas a casarte con ella —interrumpió Manabu—. Además, estoy seguro de que no la quieres, y es por eso que…
—¿Y usted sí la quiere? —atajó Kinnosuke, esperando que el boxeador reaccionara como Ranma, pues si se ponía nervioso y comenzaba a negarlo todo haciendo un escándalo, le daría una oportunidad que podría aprovechar muy bien.
Nabiki, que observaba el intercambio con cierto interés, levantó ambas cejas al escuchar las palabras de Kinnosuke, pues había colocado todo el peso del resultado del duelo de citas sobre Manabu con una sola pregunta. No podía negar que sentía mucha curiosidad de cómo respondería el maestro. ¿Acaso se convertiría en gelatina como Ranma?
"Y si hace eso… entonces es claro que no le importo tanto como siempre dice," pensó Nabiki, notando de inmediato que la idea le provocaba una mezcla de decepción y frustración que no le gustó para nada. Sin darse cuenta de que estaba conteniendo la respiración, la muchacha esperó a que Manabu respondiera.
—Yo quiero a Nabiki tanto como ella me quiere a mí —contestó Manabu, dejando sin palabras a Kinnosuke ya que de momento no encontró cómo voltear esa respuesta a su favor, lo cual era justo lo que el maestro deseaba, pues entonces continuó—. Y es por eso que ya no debes molestarnos.
Nabiki también parpadeó, sintiéndose confundida por esa respuesta. Técnicamente Manabu no había admitido que la quería, pero tampoco lo había negado y, por si fuera poco, construyó esa frase de una manera que si Kinnosuke volvía a preguntar algo, lo más seguro era que ella tendría qué responder.
"¿Qué carajos fue esa respuesta?" Se preguntó ella sin poder entender qué era lo que Manabu estaba pensando. "¿Es tan difícil decirle a Kinnosuke que sí me quieres y así terminar de una vez con todo este desastre?"
Nabiki se dio cuenta de que Kinnosuke estaba por decir algo y trató de interrumpirlo pero no logró hacerlo, pues la cálida y fuerte mano de Manabu se cerró gentilmente sobre la suya de manera que sus dedos se entrelazaron. El gesto silenció a Kinnosuke, en particular porque Nabiki aceptó el contacto sin discutir. En cuanto a ella, descubrió que muy para su sorpresa esto no le molestaba y que incluso le agradaba la sensación.
—Vámonos ya, te llevaré a tu casa —dijo Manabu, que comenzó a guiar a Nabiki hacia la salida del restaurante—. Ya no tenemos nada qué hacer aquí.
—...Sí, tienes razón, Manabu —contestó Nabiki, sin darse cuenta de que su voz había tomado un tono más tranquilo y amable al dirigirse al maestro—. Ya no hay nada qué hacer aquí, vámonos.
Y KInnosuke, mirando la manera en que Manabu y Nabiki intercambiaban una discreta sonrisa para después salir del restaurante sin siquiera girarse para mirarlo se quedó sin palabras. Había perdido en realidad. Nabiki Tendo había vuelto a ganarle, y esta vez lo había conseguido de una manera en la que no podía negarlo. ¿Era su destino entonces abandonar la escuela de combate de la familia Kashao?
"No… eso no lo puedo aceptar," se dijo, tomando la cajita en donde estaba el anillo que intentó usar para conquistar a Nabiki y apretándolo en su puño. "Pero si casarme con Nabiki ya no es posible, tendré que ir a buscarla a esa muchacha que mencionó mi primo."
Kinnosuke asintió y respiró profundo. Bien, sólo le quedaba una opción, iría a buscar a Negiri Shusendo a la preparatoria Komatane.
—¿Monsieur Kashao? —Llamó Picolet, sacando a Kinnosuke de sus pensamientos al tiempo que le entregaba la cuenta y un recibo por cien mil yenes—. Aquí está lo que nos debe por el consumo, y también la deuda de Ranma Saotome que amablemente aceptó pagar. En total son trescientos cuarenta mil yenes.
Kinnosuke asintió, y ya estaba por pedir un momento para ir al baño y así escapar de La Table de Chardin sin pagar la cuenta cuando se dio cuenta de que estaba rodeado por diez meseros que sostenían discretamente cuchillos, tenedores y otros utensilios de cocina mientras lo miraban con una expresión amenazante. Era claro que Picolet no pensaba darle la oportunidad de escapar.
—Debo informarle que mi abuelo tuvo un encuentro con un miembro de la escuela Kashao hace muchos años —reveló Picolet entonces—. Lo lamento, Monsieur, pero mi familia conoce su estilo de combate y usted no saldrá del restaurante hasta que podamos asegurarnos que nos pagará la cuenta.
Sabiéndose atrapado por el momento, Kinnosuke suspiró y siguió a Picolet a las oficinas. Ya buscaría a Negiri una vez que saliera de allí.(3)
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Afuera del restaurante…
Nabiki, que no había podido pensar en cómo hablar con Manabu sobre lo que acababa de pasar, miró con curiosidad la motocicleta y se preguntó de dónde había salido, pues hasta donde sabía, Manabu sólo tenía un auto compacto de un modelo que tenía por lo menos cinco años y que nunca utilizaba.
—No sabía que tenías motocicleta —dijo justo en el momento en que él le soltó la mano para buscar las llaves del vehículo.
—No es mía, es de un muchacho que se llama Spark Enjou, se la devolveré el lunes— le respondió él sin mirarla, concentrándose en subir y encender la motocicleta. Manabu no podía negar que se sentía mucho más tranquilo ahora que Nabiki estaba con él, pero dudaba un poco en cómo dirigirse a ella después de lo que acababan de pasar, así que simplemente le alcanzó el casco—. Póntelo y sube, es mejor irnos antes de que ese ventrílocuo estafador salga del restaurante.
—Algo me dice que no saldrá por un largo rato —dijo Nabiki, que sin más obedeció y se puso el casco para después montar la motocicleta, sentándose detrás de Manabu. Dudó por un momento, pero finalmente pasó sus brazos alrededor de su torso y se abrazó de él. No le parecía algo malo. A fin de cuentas, si no lo hacía se arriesgaba a caerse de la motocicleta, ¿no era cierto?
—Estaba preocupado por ti, ¿sabes? —le dijo Manabu una vez que echó a andar la motocicleta y salió del restaurante—. No me habría gustado que te casaras con ese sujeto.
—No pensaba hacerlo —le respondió ella—. De eso puedes estar seguro.
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Un poco más tarde…
Nabiki notó que ya estaban cerca del dojo, y se sorprendió por lo rápido que habían llegado. O al menos le parecía que habían llegado rápido. Habían pasado casi todo el camino sin hablar, y durante todo el trayecto ella se la pasó repasando el duelo de citas, entendiendo que la razón principal por la que pudo resistirse a todos los regalos de Kinnosuke había sido su maestro, el hombre que había ido por ella justo en el momento indicado: Manabu Sakura.
—Manabu… —dijo ella una vez que él detuvo la motocicleta justo afuera del dojo. Se quitó el casco para poder hablar mejor, pues en realidad quería hacerle una pregunta sobre algo en lo que había estado pensando durante el camino.
—¿Qué sucede? —preguntó él mientras apagaba y bajaba de la motocicleta—, te escucho.
—Tú… ¿es cierto que me quieres? —preguntó ella en voz baja, no muy segura de que fuera la pregunta correcta en ese momento, pero necesitaba al menos confirmar si lo que había comenzado a pensar era verdad después de escuchar lo que él le dijo a Kinnosuke en el restaurante—. Porque… yo creo que sí me quieres.
—Nabiki… —Manabu levantó una ceja y se inclinó ligeramente para verla directamente a los ojos antes de contestar—. Te quiero tanto como tú me quieras a mi.
La muchacha frunció el ceño un momento y por un momento se preguntó si debía enfadarse con él por esa respuesta tan enigmática, pero al final le terminó haciendo gracia y no pudo evitar reír en voz baja.
—Ay, Manabu… —dijo al dejar de reír—. Veo que sigues tan idiota como siempre.
—Y tú sigues siendo tan niña como de costumbre —le contestó él, aunque era claro que no intentaba burlarse de ella ni hacerla enojar, lo cual Nabiki entendió y simplemente lo miró con una sonrisa discreta y sorprendentemente honesta.
Un silencio agradable y tranquilo cayó entre los dos, pero no duró mucho tiempo pues Soun Tendo abrió la puerta, ya que había decidido investigar por qué una motocicleta se había detenido fuera del dojo y se encontró con que Nabiki había regresado al fin, y venía junto a Manabu Sakura. El maestro de la escuela Tendo de lucha indiscriminada sonrió complacido al ver que el joven boxeador había cumplido su promesa de regresar a Nabiki al dojo.
Y Soun pensaba que eso era algo digno de celebrar.
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Varias horas después…
Nabiki, acostada en su cama, miraba la luz de la luna que se filtraba por las cortinas de la recámara mientras pensaba en su conversación con Manabu. Si bien no pudo obtener una respuesta directa debido a que su padre había invitado al maestro a cenar con ellos y ya no pudo hablar mucho con él. No podía evitar preguntarse qué le habría contestado él si su papá no hubiera salido en ese momento.
"¿Así que me quieres tanto como yo te quiero a ti?" Se preguntó Nabiki recordando una vez más las palabras de Manabu. Era una frase bastante más compleja de lo que parecía a simple vista, y la estaba obligando a pensar más de lo que esperaba. Porque esa frase la hizo preguntarse algo que había estado evitando siquiera considerar.
—Es decir que si yo… —la muchacha murmuró y tuvo que hacer una pausa para respirar profundamente—, que si yo… en algún momento… llegara a querer a Manabu, ¿él también me querría a mi?
Pensando al mismo tiempo que si eso sucediera su vida se complicaría mucho, pero a la vez sintiendo que quizás no sería el fin del mundo, Nabiki Tendo no tardó en quedarse dormida.
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Notas:
Primero que nada, me disculpo por haber tardado en actualizar, he tenido algunas cosas importantes qué hacer y me han evitado concentrarme en esta historia, aunque si todo resulta bien, podré volver a actualizarla con más regularidad.
Dicho lo anterior espero que les haya gustado el capítulo, que marca el fin del arco argumental de Kinnosuke Kashao y el duelo de citas. Aún faltan más cosas en el camino, pero las iremos mostrando en próximos capítulos. Muchas gracias por leer!
1. Los utensilios de la ceremonia de té mencionados entre los regalos de Kinnosuke son: el Chawan (tazón de té), el Chasen (pincel/cepillo), el Chashaku (la cuchara), el Kama (o la cazuela) y el Futa-oki (la tapa). Por otro lado, shincha y Gyokuro son dos variedades de té verde, y los producidos en Uji son de los más caros.
2. Una de las rutas para llegar a Saitama desde la bahía de Tokio es tomando el bus o tren desde el puerto Takeshiba.
3. Negiri Sushendo es, por decirlo así, el equivalente de Nabiki en el manga "Futaba Kun Change!", por lo que me pareció un detalle divertido incluir una mención al personaje.
