Phineas y Ferb pertenecen a: Dan Povenmire y Jeff Swampy Marsh.

Continuación del Día 15. Almas gemelas.

Advertencias: Crossover con Hazbin Hotel/Reencarnación/Vidas pasadas


FluffTober 2021 [Phinerb]

Día 17. Cuando nació el Sol

(Cumpleaños)

...

25 de julio de 2000; Chelsea, Inglaterra.

El ruido de los relámpagos resuenan con fuerza cerca de la residencia Fletcher. El espectáculo de luces iluminan por completo la casa de dos pisos, creando un ambiente como el de una película de terror. Sin embargo, no es el mismo dentro de la misma en la cual casi se podía respirar la lugubridad, tanto que parecía abandonada.

La realidad era otra.

En una de las habitaciones de arriba, un niño de un año de edad estaba recargando sus brazos en el alféizar de la ventana mostrando un semblante aburrido. No había emociones en sus ojos que miraban las gotas de la lluvia caer. Era un poco perturbador para un niño de su edad, pero él jamás fue un niño normal.

Aquella conciencia que la mayoría alcanzaba a los dos años, él lo había hecho al casi cumplir el mes de nacido. Fue impresionante como también empezó a caminar al poco rato y hablar de forma fluida a tan corta edad, pero lamentablemente ese despertar solo provocó que sus emociones se adaptaran con rapidez a su entorno y entendiera cosas que un niño tan pequeño no debería de saber en esos momentos de su tierna infancia.

Cosas como la muerte de su propia madre.

Pensó en los pocos momentos de alegría que compartieron en esos meses antes de que el cáncer se la llevara; cuando la mujer lo colmaba de amor a través de besos, abrazos o cuando le leía —y arrullaba— todas esas noches cuando los cólicos típicos que tenía un bebe no lo dejaban dormir. Pensó en su sonrisa, en sus ojos cálidos y azules que lo miraban con cariño, y pensó en su larga cabellera del tono de aquellos limones que caían en el árbol de la vecina hacia su patio. Fue una mujer hermosa que por la mala fortuna la enfermedad la terminó marchitando.

Un recuerdo doloroso que jamás Ferb se iba a permitir olvidar.

En la actualidad, le estaba costando más de lo que creía. No tenía ganas de moverse, gritar, comer, llorar... No tenía ganas de nada. Lo que es curioso, es que ese sentimiento no era algo nuevo tampoco. Lo había sentido en el momento que tomó conciencia de sí mismo. A pesar de estar rodeado de personas que lo amaban, ese sentimiento no se iba. Una soledad que apresaba su corazón de una forma desgarradora, como si le faltara algo o...

Alguien.

Ese sentimiento solo creció a raíz de la muerte de su madre; se sintió más solo que nunca. Ni la presencia de su padre ni de sus abuelos pudo pararlo y eso lo hizo sentir culpable, aún así no fue lo suficiente para salir de su depresión.

Con ese pensamiento, solo se dignó a seguir mirando la lluvia que a poco empezaba a cesar. Vio como una araña bajaba por un hilo hecho de su propia telaraña. Ferb estiró uno de sus dedos y dejó que el pequeño arácnido subiera por él sin causarle daño alguno, el animal solo quedó estático sobre la piel del niño. Eso hizo que el peliverde estirara una pequeña sonrisa.

Cuanto amaba las arañas. No sabía que tenían los arácnidos que le producían una sensación de paz. Había un motivo, pero lo había olvidado hace mucho tiempo.

Que tristeza.

Quiso perderse ante la criatura que tenía frente a él para poder aliviar un poco de su tristeza, pero no pudo hacerlo cuando volteo sus rostro hacia atrás debido a que una luz de afuera lo cegó por un instante; aún así siguieron ahí. Creyendo que habían sido las luces de algún auto que se estaciono enfrente de su casa y que habían olvidado apagarlas, decidió ser valiente y mirar si eso era correcto.

Por el rabillo del ojo pudo observar como un rayo de luz —por primera vez en meses desde que murió su madre— traspasaba la ventana e iluminaba toda la habitación que antes contenía una oscuridad abrumadora y sofocante. Fue en ese momento exacto en el que algo dentro del alma del pequeño Ferb hizo click y todo su existencia cobró sentido.

Unas imágenes de sueños anteriores cruzaron por su mente, imágenes que creyó haber olvidado, pero regresaron con fuerza al ver como aquella bola gigante de fuego se asomaba gloriosa entre las nubes.

Una sonrisa se extendió por su rostro, rápidamente se paró del suelo, salió del cuarto y bajó las escaleras para darle la buena noticia a su padre. No podía esperar.

Ya no más.


En la planta baja de la casa se encuentra un hombre de cabello castaño paseando de un lado a otro, lo hacía de tal forma que cualquiera que lo viera creería que cavará un hoyo en aquel piso de madera pulida. La angustia se presentaba en cada uno de sus pasos, y eso se hizo más claro cuando la misma sobresalía en su voz al hablar por teléfono con su madre.

—Estoy preocupado, mamá —Lawrence sostuvo el teléfono con fuerza contra su oído— Han pasado tres meses desde que murió Regan, come poco. Se encierra en su habitación después de la guardería y no pronuncia ni una palabra. Y la terapia... no ayuda —deja salir en un tono angustiado como si estuviera a punto de llorar.

—Tienes que darle tiempo, hijo. Estas cosas no se superan de la noche a la mañana. No es fácil sobrellevar la pérdida de una madre, y menos a tan corta como la edad de Ferb.

—¿Pero cuanto tiempo será eso? ¿Cómo se supone que haga esto sin Regan? Ella sabría que hacer, ella... Lo entendía mejor que yo —dice, al fin dejando escapar un pequeño sollozo—. Soy un inútil.

—Oh cariño... No eres un inútil. Estás haciendo lo mejor que puedes. Lo único que vas hacer es lo que vienes haciendo desde hace mucho.

Lawrence se toma un momento para respirar con profundidad y secar un poco de las lágrimas que acaban de fugarse —aunque aún siguen cayendo de forma traicionera—, se arma de valor y decide preguntar con voz entrecortada.

—¿Eso que sería, mamá?

La mujer mayor del otro lado de la llamada, sonríe a pesar de que su hijo no puede verla.

—Hazle saber que estás ahí, que jamás te iras de su lado a pesar de todo, dile "Aquí está papá, papá jamás te dejará solo". Si no puedes expresarlo con palabras, llénalo de abrazos y besos. Puede que no sea mucho, pero incluso los pequeños detalles hacen grandes cosas.

El hombre baja la cabeza, un poco decepcionado. Esperaba algo más. Lo que le decía su madre era algo que él ya sabía. Abandonar a Ferb es algo que jamás se le pasaría por la cabeza. Amaba tanto a su hijo que el solo pensarlo, se le revolvía el estómago del horror.

Sacudió la cabeza, aquello jamás sería una opción por más que estuviera desesperado. Pero en algo su madre tenía razón, no importa cuanto tiempo pasara, seguiría luchando para volver a ver sonreír a su hijo. Aunque pasaran más meses, años... Incluso un siglo.

Ya exagerando.

—¡Papá! ¡Papá!

El grito de su hijo lo hizo saltar de su lugar y cortó cualquier oración que le fuera a decir a su madre.

—Mamá, tengo que colgar, te llamo después. Te amo —cuelga después de pronunciar aquellas palabras.

Limpia con rapidez las lágrimas de su rostro para girar con rapidez hacia donde está su hijo, lo que ve lo deja pasmado y hace latir a su corazón con una velocidad que casi pensó que le daría un ataque.

Tantos meses, tantos meses con la incertidumbre si alguna vez vería de nuevo la felicidad en el rostro de Ferb, creyó que jamás llegaría de nuevo ese día, pero aquí estaba él, presenciando la sonrisa más grande que alguna vez pudo ver en él.

Nadie podía culparlo por quedarse como una estatua por eso. Lo hizo preguntarse, ¿Qué pasó? ¿Qué cambió en lo que estuvo en la llamada con su madre.

Sin embargo, no pudo seguir reflexionando cuando nuevamente la voz de su hijo se hace escuchar.

—¡Ya nació! ¡Ya nació! —exclamó el peliverde alzando los brazos hacia arriba, emocionado.

Lawrence quedó momentáneamente en shock ante el arrebato de su hijo, pero luego sacudió su cabeza de un lado a otro para despejar su mente e intentar entender lo que estaba tratando de decir su pequeño.

Se acercó a él y se agacho para poder quedar a su altura, le sonrió.

—Oh, ¿Es así? ¿Quién ya nació, Ferb? —pregunto, curioso.

El castaño se tambaleó hacia atrás cuando salió un pequeño chillido de emocionado de su hijo que casi lo descoloco, pero su confusión fue en aumento cuando lo siguiente salió de los labios del peliverde:

—¡El Sol! ¿Quién más sería, papá? —cuestiona como si fuera lo más obvio del mundo.

Lawrence parpadeó con rapidez para ver si así podía volver hacer funcionar su cerebro. Lo que su hijo decía no tenía ningún sentido para él, además de que sonaba algo descabellado incluso para un niño tan inteligente como lo era Ferb.

Nacer... ¿El Sol?

Pensó, casi lleno de incredulidad mientras volteaba un poco su cabeza hacia atrás y dirigió su mirada hacia la ventana.

Al menos que...

Fue cuando al castaño se le prendió el foco y se empezó a reír debido a su idiotez.

—Oh, te refieres a que ya salió el Sol —termina por decir con una sonrisa en el rostro.

Ferb frunce el ceño y hace un pequeño puchero que al hombre le pareció el gesto más tierno que alguna vez pudo haber presenciado en su hijo.

—No, el Sol ya nació y tengo que ir a buscarlo. ¡Se lo prometí! —apretó los puños, alzándolos en una muestra de su indignación.

—¿Es así? ¿Cómo fue eso, hijo? —preguntó con verdadera curiosidad.

—En mis sueños, me dijo que la encontrara. Aunque, bueno, ahora no sé si tiene una apariencia diferente... —confesó mordiéndose el labio inferior mostrando algo de angustia mientras balanceaba de adelante hacia atrás uno de sus pies, pero otra vez mostró una mirada llena de convicción— ¡Pero aún así no me rendiré hasta encontrarla!

Lawrence hizo una nueva y ligera mueca de confusión, cada vez Ferb decía cosas con menos sentido, pero aún así no pudo evitar sentir felicidad que después de meses al fin su pequeño estaba volviendo a hablar. Así que decidió seguirle la corriente a su hijo para ver si así podrían llegar a algún lado con todo esto.

—Pues antes de que empieces con tu búsqueda, ¿te parece que vayamos a comer en ese restaurante que tanto te gusta? —preguntó con una sonrisa.

Ferb miro el suelo es un gesto contemplativo para después alzar su rostro y lanzar su pregunta de una forma que casi pareció tímida— ¿Y después iremos a buscar a Sol?

El hombre se acercó a él y lo alzó en sus brazos, sonriéndole— Por supuesto.

—Entonces, ¿Qué estamos esperando? ¡Andando! —alzó los brazos con entusiasmo.

El castaño empezó a reírse contagiándose del entusiasmo del más pequeño y comenzó a ir hacia la salida de la casa. Durante todo el camino no pudo parar de pensar sobre el significado de las palabras de Ferb que lo llenaban de pura intriga. Tal vez no sea nada o tal vez sí, pero sea lo que haya sido, no pudo evitar sentirse agradecido por el Sol desconocido que le devolvió la alegría al rostro de su amado hijo.


En la pequeña ciudad de Danville, dos ancianos se encuentran caminando junto a su nieta en los pasillos de un hospital en dirección a la habitación donde en este momento se encuentra su única hija.

La caminata es calmada y lenta ya que apenas está amaneciendo; el cansancio se nota en la cara de los tres —sobre todo en la pequeña—, pero aún así hay un aura que rodea a los dos adultos de lo que podría ser de pura felicidad.

Sin embargo, no se podría decir lo mismo de la niña que no para de quejarse.

—¿Por que estamos aquí? No es día de escuela, es verano —dice con voz somnolienta mientras se le escapa un bostezo.

La mujer mayor que en ese momento sostenía una de las manos de la niña, se detiene para agacharse un poco y sonreírle a su nieta.

—Hoy es un día especial, cariño —menciona— ¿Recuerdas esa platica que tuvimos hace unos meses sobre tener un nuevo hermanito para ti?

La niña de nombre Candace parpadea con rapidez para poder quitarse el sueño y poder asimilar mejor la pregunta de su abuela. Cuando logra hacerlo, asiente.

—Lo recuerdo... —dice en un tono cauteloso. Luego su semblante se volvió triste— Fue cuando mamá me dijo que papá se había ido al cielo.

Ambos abuelos suspiran ante lo dicho por su nieta. Habían pasado solo algunos meses desde aquel fatídico accidente de auto que le arrebató la vida al patriarca de la familia Flynn. La pérdida aún se sentía fresca en los corazones de toda la familia, sobre todo de su hija Linda que había amado al hombre con tanto fervor, él cual había sido un afectuoso esposo y un gran padre. Esos meses se volvieron más duros cuando Francis Flynn no tuvo la oportunidad de enterarse de que un nuevo integrante se uniría a ellos.

Fue doloroso para la señora Flynn, pero también fue esperanzador. La llegada de su nuevo hijo fue un bálsamo para toda la familia y alivio el dolor de su corazón. La animó a ser más fuerte.

Fueron los meses más largos y duros por los que tuvo que pasar la familia, pero de cierta forma habían valido toda la pena a pesar de las circunstancias tristes. Ahora le darían la bienvenida a un nuevo nieto que le traería sin duda una alegría inmensa a los adultos mayores.

—Eso es correcto, querida —la mujer le sonríe con suavidad y ojos tristes— Ese día es hoy, hoy llega tu hermano, ¿Lista para ser hermana mayor?

La niña que en ese momento parecía aletargada, pestaño con rapidez ante lo dicho por su abuela y con lentitud su rostro de fue transformado hasta que una enorme sonrisa solo quedó en ella.

—¿En serio? ¿Eso es hoy? ¡Eso es fantástico! —alza sus brazos y comienza a correr por el pasillo, pero se toma un momento para detenerse y voltear hacia sus abuelos— ¿Qué están esperando? ¡Vamos! —exclama, redundando sus pasos.

—¡Espera cariño! ¡No corras!—exclama su abuelo y la empieza a seguir lo más rápido que puede.

La mujer solo atinó a negar con la cabeza, suelta un suspiro y sonríe para comenzar a seguirlos.

Hoy será un gran día sin duda alguna.


Estando enfrente de la habitación, con sumo cuidado la puerta del cuarto fue abierta; la habitación estaba iluminada por los rayos del amanecer dándole un toque más que cálido; las flores que reposaban en una de las mesas de noche solo asentaron el ambiente.

Pero lo que en verdad llamó la atención de los dos adultos y la niña fue que en el centro de la misma habitación estaba la matriarca de los Flynn acostada en su cama, y en sus brazos sostenía un pequeño bulto envuelto en unas sábanas blancas, impidiendo así ver lo que estaba oculto en el.

La mujer al escuchar el chirrido de la puerta, levanta la vista y les sonríe. Con un gesto silencioso les indica que se acerquen a ella, ellos hacen caso de inmediato. Cuando se acercaron, Linda pudo notar que su hija estaba dando pequeños brincos en su lugar en un intento para calmar la ansiedad de conocer a su hermano.

Hizo sonreír a la mujer, viendo a su hija con mucho amor.

—Papá, ¿puedes subir a Candace? Creo que está impaciente por conocer a su hermano —menciona meciendo un poco al bebe que hizo un ademán de querer despertarse.

—Si, por favor, abuelo —suplica la pequeña pelirroja juntando sus manos.

Aquella actitud solo logró enternecer a los adultos, soltando unas pequeñas risas en el proceso.

—Tu mandas, señorita Flynn —dice el abuelo, cargándola por la cintura.

Posiciona a la niña en la cama de modo de que queda a lado de su mamá sin aplastarla, la mujer acerca con cuidado el pequeño bulto a su hija para pudiera observar más de cerca y cuando descubre una pequeña parte de el.

Candace queda maravillada.

Ante ella está el bebe más bonito que había visto en toda su vida. Las estrellas adornaban el rostro del infante como la de la noche misma y las hebras de su cabello —que eran muchas para un recién nacido— que era de un color rojizo tan intenso como el fuego, hacían un contraste único. Y cuando creyó que ya no podía maravillarse, fue cuando el bebe decidió abrir sus párpados. El azul inunda las iris de esos enormes ojos que la miraban con curiosidad, y la risa que siguió después, fue como si un coro de ángeles hubieran decidido bajar para cantar en aquella habitación y llenarla de una calidez inexplicable.

Ese era su hermano, y ella no pudo evitar amarlo al instante.

Sonrió como nunca antes y besó la frente del pequeño que solo rió en respuesta— Hola, hermano. Aquí estoy, soy tu hermana Candace. Yo te voy a cuidar.

Fue suficiente para que los adultos que habían estado al margen, soltaran lágrimas de felicidad al ver como los dos hermanos lograron formar un vínculo de inmediato.

Candace levanta su rostro a su madre y pregunta— ¿Cómo se va a llamar mi hermanito?

Los tres adultos se voltean a ver unos a otros y comparten una sonrisa llena de complicidad. Linda respira con profundidad y exhala con toda la calma del mundo, dice el nombre que le quedaría perfecto y el cual ha decidido desde hace un tiempo.

—Phineas, su nombre será Phineas.

La risa del bebe decide hacerse presente como si de alguna forma dijera que ese nombre le encantaba. Todos sueltan suspiros llenos de puro cariño hacia el infante y comparten un mismo pensamiento.

Realmente es un Sol.


El tiempo pasó con bastante rapidez para ambas familias, cada una enfrentando su pérdida a su manera.

Los Flynn presenciaron como el más pequeño de la familia se convertía en un niño con destrezas que no habían presenciado en infantes de su edad que los dejaron asombrados. El pequeño había traído alegría a sus corazones, pero en el fondo, también preocupación. Durante todo su crecimiento nunca paró de hablar sobre que pronto su hermano vendría a buscarlo y algo mucho más extraño fue cuando pronunció sus primeras palabras u, ¿oración? Que fueron las siguientes:

Mamá, ¿Dónde está Allie?

Durante los años siguientes vinieron preguntas igual de extrañas que esa, pero un día todo eso se vino abajo cuando el pequeño de tres años, en uno de sus juegos con el balón se detuvo forma abrupta para empezar a llorar desesperado y cuando su madre se agacho a preguntarle que le pasaba, la respuesta de su hijo —aunque igual de confusa como siempre— le rompió el corazón por el tono desgarrador en que la dijo.

Ya no me acuerdo de su rostro, de su voz, de nada... ¿También olvidaré a mi hermano? ¿Él se olvidara también de mi, mamá?

Sin saber que hacer, solo lo abrazo con fuerza a su hijo para al menos intentar calmar su llanto, porque el dolor estaba seguro que no podría hacerlo.

Al menos eso fue lo que les dijo a sus padres cuando les platico sobre todo el asunto, porque después de ese evento, Phineas se había retraído de todos, como si hubiera perdido esa chispa de alegría que tanto lo caracterizaba. Los adultos mayores lo único que pudieron ofrecer fue que se diera un tiempo para pensar, dándole un pase para una de esas convenciones de antigüedades que a ella tanto le gustaban y que por los pequeños no se preocupara, que ellos los cuidarían en su ausencia. Teniendo sus dudas, ella aceptó.

Nunca se imaginó que en ese lugar conocería al amor de su vida y con él que pasaría el resto de sus días.

Fue así como conoció a Lawrence Fletcher.

Sonando tan cliché como todos los romances de aquellas novelas antiguas o juveniles, los dos se enamoraron a primera vista. Hablar entre ellos no era aburrido y eso demostró cuando empezaron a tener tantas citas después de ese encuentro. Fue en la primera donde ambos se enteraron que compartían demasiadas similitudes además de su pasión por los artilugios antiguos. Las muertes de sus respectivas parejas y el hecho de que ambos tenían hijos, esto último no les desanimó a ninguno de los dos en seguir frecuentándose en absoluto. Es más, llegó un momento que los dos decidieron que si querían llegar a algo más serio, los pequeños debían conocerse. Así que tomaron al toro por los cuernos y pusieron una fecha para poder presentar a los tres.

Llegando el día, Lawrence conducía hacia la residencia Flynn, casi muriendo de nervios. Por fin conocería a los que serían de hora en adelante sus hijos, si es que estos lo aceptaban a Ferb y a él. Y por supuesto que Ferb también los aceptara de vuelta, lo cual rogaba casi por dentro que así fuera, porque la actitud que estaba mostrando en la parte trasera del auto, no lo estaba alentando para ser sincero.

Durante los años posteriores a la muerte de su esposa la situación con su hijo solo mejoró de forma momentánea. El momento de iluminación que tuvo ese día ese día sobre aquel Sol, se opacó con rapidez cuando se dio cuenta que el castaño no tenía idea de como ayudar a Ferb a su supuesta búsqueda. Empezó a comer con más normalidad, pero no pronunció ninguna palabra al menos que fuera necesario y no lo hacía con el mismo entusiasmo que antes. Fueron tres años muy duros.

Hasta que conoció a Linda Flynn.

Se había mudado junto a su hijo a Estados Unidos desde hace un año y medio debido a que surgió un nuevo trabajo. Fue como un nuevo comienzo para los dos ingleses y sobre todo para el castaño que quedó cautivado de inmediato por la mujer pelirroja. La conexión fue instantánea; sabía que no sería un solo encuentro pasajero, esto iba para más.

Tuvo razón.

Ahora aquí estaba meses después de varias citas, tomando tal vez el paso más importante de sus vidas y hacer a su familia más grande.

Si tan solo Ferb...

—Hijo, sé que esto parece repentino, pero velo por el lado bueno. Ahora tendrás más compañía con tus posibles nuevos hermanos y...

—No quiero hermanos y no quiero compañía —lo interrumpe, con el ceño fruncido—. La compañía significa gente hablando, cuando hablan hacen ruido y a mi no me gusta el ruido.

Lawrence suspira, abatido.

Era una conversación que habían tenido más de una vez y siempre llegaban al mismo resultado.

Ferb no quería conocer a Linda y a su familia. Ni siquiera era sutil al respecto y eso lo mataba. Realmente quería que esto funcionara; mantuvo la esperanza que en cuanto Ferb conociera a la mujer y a sus hijos, se llevarían bien y podrían avanzar hacia un futuro más brillante. Aunque también sabía que existía la posibilidad de que ocurriera lo contrario y él estaba dispuesto también a aceptar eso por el bienestar de su hijo, aunque eso le partiera el corazón en el proceso.

Siguió el resto del camino en completo silencio mientras de vez en cuando observaba por el retrovisor a su hijo que solo mostraba un semblante molesto en tanto este agitaba con una de sus manos una pequeña bandera de Inglaterra y dirige su mirada hacia afuera.

Soltó un suspiro.

Espero que sea lo primero.


Linda estaba que se moría de nervios.

Por fin había llegado el día en el que sus hijos y el hijo de su actual pareja se conocerán cara a cara.

Cuando Lawrence y ella lo platicaron hace unas semanas, la idea sonaba tan descabellada que casi quiso descartarla. Pero a pesar de que los nervios la estaban carcomiendo, sabía que era lo mejor. Si ambos querían avanzar en su relación, esto era lo correcto. Ahora lo que faltaba es que los niños se llevaran bien, lo cual no sonaba imposible.

Tuvo primero una conversación con su hija de nueve años sobre el asunto, la cual se mostró incómoda a primeras instancias sobre la hija mayor había amado con el alma a su esposo fallecido Francis por lo que era obvio que renegara a la idea de tener un nuevo papá en su vida. A pesar de eso, logró aceptarlo y prometió esforzarse en aceptar a los nuevos integrantes de su familia. Fue un gran alivio.

Sin embargo, lo que la sorprendió fue la reacción de su hijo más pequeño.

Cuando se sentó a hablar con él, en el momento en que dijo que tendría un nuevo hermano, Phineas saltó de inmediato de alegría, gritando algo que aún la desconcertaba:

¿Mi hermano? ¿Al fin vino por mí? ¡Ya se había tardado ese tonto!

Si lo veías desde cierto ángulo, fue una reacción graciosa. Confusa, pero graciosa.

Aunque sólo prestó más atención a la parte del hermano, no se sintió para nada infeliz al saber que también podría tener un papá, el primero que tendría en su vida.

Fue una preocupación menos, ¿verdad?

—Uh, ¿mamá?

La mujer da un brinco cuando oye la voz de su hija, mira hacia abajo y nota que la mira preocupada. Se mordió los labios con pena, no se había dado cuenta cuando llegó la niña a su lado o peor aún, ¿Cuánto tiempo llevaba parada a su lado?

Se sintió la peor madre del mundo.

—¿Qué sucede, cariño? —pregunto, tratando de darle una sonrisa tranquilizadora.

—Todo va a salir bien, lo sabes, ¿verdad?

Duda un segundo en responder y cuando lo hace, titubea un poco— Eso es lo que espero, amor.

—Candace tiene razón, mamá —Phineas decide hacer acto de presencia y agarra una de las manos de su madre en un gesto tranquilizador— Todo saldrá bien, verás que seremos una gran familia —le sonríe al terminar.

Candace asiente de forma efusiva dándole la razón a su hermano menor y le toma la otra mano.

—Además, ¡Mi hermano ya viene! —exclama casi con extrema alegría el más pequeño.

Linda ríe ante la actitud de su hijo y justo cuando le va a responder, es cuando suena el timbre de la entrada. Suelta un jadeo involuntario debido al susto que le provocó el ruido.

Ya estaban aquí.

—Quédense aquí, ¿ok? —soltándolos de poco en poco.

La niña asiente con firmeza; Phineas la imita, pero salta una y otra vez en su lugar, emocionado.

Con eso Linda sale de la sala para caminar hacia la entrada. Cuando está enfrente de la puerta, se toma un minuto para relajar su respiración y una última exhalación profunda, por fin abre la puerta.

Ante ella está Lawrence con una sonrisa nerviosa y en una de sus manos sostiene a un niño de un extraño color de cabello verde, el cual solo mantiene la cabeza baja en un gesto que se podría interpretar como timidez. Aunque su padre sabía que en realidad estaba molesto.

Bueno, eso no lo tenía que saber la mujer.

—Hola, Linda —saluda el castaño con la voz temblorosa—. Este es mi hijo Ferb —dice señalándolo con su otra mano.

Linda dirige su mirada al pequeño, se agacha un poco y le sonríe— Hola, Ferb. Es un gusto por fin conocerte.

Ferb levanta su mirada para observar con escrutinio a la mujer delante de él, pasan solo unos segundos, vuelve a desviar su mirada ahora hacia un lado y agita un poco su mano —que tiene aún la bandera— saludándola con un claro desinterés.

Linda traga saliva, absteniéndose de hacer una mueca de dolor ante el rechazo. Esperaba que eso no fuera una mala señal. Así que ignorando el gesto del niño, vuelve a hablar e intenta sonreírles.

—Si quieren pasar, Phineas y Candace están en la sala, por favor —dice haciéndose un poco a lado.

Lawrence asiente, suelta la mano de su hijo para mejor poner su mano en su hombro, pasa a lado de la mujer, le da un beso en la mejilla para saludarla y también en un intento de disculpa por la actitud de su hijo. Ella le agradeció con una mirada por el intento tierno de calmarla. Ojala hubiera tenido éxito porque la reacción del pequeño Ferb reavivaron ciertos temores de que sus hijos no se iban a llevar bien.

Si estás escuchando, Dios, haz que se lleven bien.

Con ese último pensamiento, comienza a guiar a los Fletcher hacia su sala. Da pasos lentos hacia ella como si eso fuera a retrasar lo inevitable, pero aún así llega el momento y casi a la mujer le parece torturador. Cuando cruza el umbral de la entrada hacia la sala junto a los otros dos donde están sus hijos, y antes de que pueda pronunciar alguna palabra, sucede algo asombroso.

Ferb que hace un momento se mostraba antipático ante toda la situación, levantó la vista y con un tono dubitativo, preguntó en un casi susurro.

—¿Sol?

Phineas sonríe a no más poder y se lanza hacia adelante con un grito eufórico— ¡Hermano! —exclamó, abrazando al peliverde.

Ferb se queda por unos momentos estático, pero cuando comienza a reaccionar, la bandera de su mano cae de forma estrepitosa y con lentitud rodea al otro con sus brazos mientras una sonrisa enorme se empieza a formar en su rostro.

Los dos niños empiezan a girar sobre su propio eje mientras ríen y siguen abrazados.

—¡Sol! ¡Te encontré, Sol! —exclama el peliverde, con alegría.

—¡Me encontraste! ¡Me encontraste! —repite con entusiasmo.

Mientras los niños se perdían entre los dos, los adultos de la habitación estaban en completo shock. Linda parpadea con rapidez para intentar entender lo que acaba de pasar; la forma en que los dos pequeños se abrazaron era como si ya se hubieran visto antes, como si se conocieran...

De otra vida.

La hizo pensar en todas esas veces en las que su hijo Phineas se la pasaba parloteando sobre un supuesto hermano que vendría por él. ¿Será posible que ese hermano sea el pequeño Ferb?

Linda sacudió la cabeza.

No, eso era imposible. Pero antes de que pueda sumergirse en esos pensamientos, dirige de nuevo su mirada hacia los dos niños que no pararon de abrazarse y de reír.

No pudo evitar sonreír.

Sea lo que sea que estaba pasando aquí, habría tiempo para averiguarlo más tarde. Lo único que importaba en ese momento es que, tal vez, su familia se había hecho más grande. Era bueno saber que Lawrence compartía ese mismo pensamiento. Eso lo supo en cuanto volteo su rostro hacia él y pudo notar que el hombre estaba conmovido hasta las lágrimas ante la cercanía de los dos pequeños.

Él sintiendo la mirada de la mujer, también la voltea a ver y le extiende una sonrisa mientras se encoge de hombros. Está igual de confundido que ella, pero eso no socava la emoción de su ser. En el interior del castaño está feliz de la propia felicidad de su hijo, más al saber que había encontrado por fin a su Sol.

Aún quedaban dudas sobre la situación, pero eso lo resolverían más tarde. Mientras disfrutaban de la vista que le estaban regalando sus dos hijos que era más que enternecedora.

Candace que en ese momento se había mantenido al margen, se acercó a su mamá, le agarra la mano y le susurra:

—Que par de raritos —casi ríe, pero logró contenerse. A ella también le fascinó la vista.

Linda y Lawrence —que estaba a lado de la mujer— no pueden evitar reír.

Con lo dicho por la pequeña pelirroja, están seguros que su familia será la más interesante del vecindario. Pueden dar por hecho que se vienen eventos únicos y extraordinarios.

Aguardan con emoción para que así sea.


—NOTAS DE LA AUTORA—

Hola mis amados lectores, como habrán notado en está nueva actualización está es una continuación del Día 15 "Almas gemelas". No es como tal un capítulo de cumpleaños, pero dado que los cumpleaños son para celebrar el día de nacimiento, me pareció adecuada la trama de este día.

Además no quería que los dos hermanos no se hayan podido reencontrar; no me resistí :')

Esto es para una historia más grande más adelante, al menos, una historia que ha rondado por mi cabeza desde hace tiempo. Tal vez lo saque como fic o como comic, aunque este ultimo lo dudo mucho. Es mucho trabajo xD

Pero mientras me seguiré esforzando para terminar este libro, si es posible este año, aunque no prometo nada.

Sin más que decir, besos y abrazos.

¡LolitaMick14 fuera, paz!