4.1 ¿Estás seguro…?
*Advertencia: Este capítulo contiene infidelidades, si no te sientes cómodo con este tema no sigas leyendo.*
- ¿Cómo pretendes colocar eso ahí?
- Este libro dice que es la única forma de colocarlo.
- Por Merlín, Malfoy, piensa un poco.
Harry se inclinó sobre el libro en cuestión y le dio la vuelta. Encontró que la orientación del colgante estaba invertida respecto al hueco.
- ¿Es simétrico?
- Eso parece. Aunque veo que hay una nota junto a la posición inversa. ¿Quizá cambia el uso en función de la posición? - preguntó Harry cogiendo el libro y dándole vueltas.
- Potter, ¿puedes soltar el libro? me estás mareando.
- Bueno, pues lo suelto y te buscas la vida - dijo Harry.
- No, a ver, ponlo aquí y déjame pensar.
Draco se sentó en el sofá de terciopelo raído y apoyó la cabeza en el puño, pensativo. Harry se apoyó en la mesa y le observó mirar el libro y agitar la varita distraído.
¿En qué momento se habían vuelto compañeros de trabajo?
Ah si, hacía dos días, cuando Harry le había levantado del suelo tras hacer explotar el saco que trataba de maldecir con un hechizo de origen dudoso. Aún no confiaba mucho en Draco pero cada vez sentía que le entendía mejor.
De improviso se levantó del sofá y fue hacia la mesa y el colgante. Harry se apartó. El Slytherin apuntó al colgante y lo colocó en posición inversa en su caja, inmediatamente la caja saltó por los aires emanando una luz brillante como la de una estrella.
- Ahí lo tienes, "El lucero del alba" - dijo Draco orgulloso. - Indestructible e inalcanzable. Todo aquel que se encuentre bajo su luz no será afectado por ningún hechizo de oscuridad.
Harry lo observó y con su varita trató de pincharlo pero el artilugio soltó una chispa al contacto. Emanaba una cálida luz tenue pero incesante y le daba a su rostro un aspecto dulce que no había visto nunca antes. Draco le devolvió la mirada y se acercó a él.
- Gracias por la ayuda, Potter.
- No las des pero no lo uses contra mi - bromeó.
Se sentaron en el suelo, dejando el lucero brillando sobre ellos.
- ¿Cómo están tus heridas?
Draco se observó la mano.
- Mejor, el ungüento que trajiste parece funcionar.
Sin saber porqué Harry sujetó su mano y observó las heridas. Draco le miraba de reojo acariciar sus dedos pero no dijo nada.
- Qué locura, eh, Potter…
- Absolutamente. Ni siquiera sé cuánto tiempo podré permanecer aquí escondido.
- ¿No tienes miedo?
Harry miró a Draco a los ojos, buscando alguna muestra de burla o broma pero no vio nada de eso. En su lugar encontró una sinceridad que nunca esperó encontrar precisamente ahí.
- No importa lo que sienta. Solo hago lo que tengo que hacer - dijo trazando las líneas de su mano con el dedo.
- ¿Alguna vez has decidido lo que querías hacer? - preguntó Draco.
- Si, siempre tomé las decisiones que consideré correctas - respondió concentrado en la palma de la mano.
- Y si pudiera concederte un deseo ahora mismo, ¿cuál sería? - la mano del rubio se cerró en torno a la suya.
Harry no pudo más que mirarle.
"¿Un deseo?"
¿Era una locura pensar que su mayor deseo en ese instante era estar más cerca de él?
Conocer el sabor de sus labios, acariciar los mechones rubios que caían sobre su frente desordenados…
No, la verdadera locura era desear que le correspondiese.
Quizá mañana o pasado estaría muerto y no quería llevarse esa duda a la tumba así que por primera vez en su vida Harry se dejó llevar, sujetó el cuello de su enemigo, le atrajo hacia él y le besó.
La expresión de Draco fue un poema pero no se resistió.
No fue un beso apasionado, ambos estaban demasiado sorprendidos y nerviosos, demasiado cerca, demasiado aliviados.
Solo pasaron unos segundos pero sus corazones latían como si llevasen diez minutos corriendo desbocados cuando se separaron.
Ninguno dijo nada.
Sus manos seguían agarradas.
Draco fue quien reanudó el asalto sujetándole esta vez con firmeza y devorando su boca. Harry se dejó llevar por la espiral de locura que era aquella situación. Agarró a Malfoy por el cuello de la camisa y le atrajo aún más cerca.
Bruscamente la imagen desapareció.
Harry despertó con un sobresalto.
Maldita sea, ¿otra vez con eso?
Definitivamente había borrado los recuerdos de manera muy ajustada.
Suspiró y bajó a la cocina, necesitaba alejarse de las cálidas sábanas de su cama antes de cometer un error.
Frente a una taza de té se tranquilizó y recordó que al final el verano después del viaje había sido muy tranquilo.
James se había ido unos días a la casa de verano de Stan. Sus padres eran de Alemania y pasaban allí los veranos, por lo que habían venido a buscar a James hasta su casa, se habían presentado y se le habían llevado allí casi una semana.
Albus había estado estudiando prácticamente cada día hasta el punto de tener que recordarle que bajara a comer. Recordó las palabras de Draco sobre los descubrimientos de sus hijos pero le costaba creer que algo así mantuviese entretenido tanto tiempo a Albus. Por si acaso fue a preguntarle uno de los días y la única respuesta que recibió fue que estaba ocupado con las asignaturas del nuevo curso. Le gustaba ver el interés que le ponía a los estudios. Ojalá decidiese pronto a qué se dedicaría en el futuro.
Lily había pasado más tiempo del habitual en la piscina. Tomando el sol y nadando. Había recibido muchas cartas de su nueva amiga.
Él por su parte había empezado a pasar más tiempo en el trabajo, no conseguía quitarse de la cabeza lo que había ocurrido en aquel viaje y buscaba resquicios de información en los archivos pero parecía que nadie se había molestado en documentarlo o lo habían ocultado demasiado bien. Quizá estaba en el departamento de misterios pero claro, ¿con qué excusa iba a poder solicitar ese tipo de información?
¿Malfoy había querido llevarle allí por algo?
¿Sabía algo que no le había contado?
¡Por Merlín, ni siquiera sabía a qué se dedicaba el rubio!
Si la información estaba en ese departamento lo mejor sería olvidar el tema. Ni siquiera conocía a algún inefable con el que tuviera confianza para poder consultarle.
El aumento de la carga de trabajo tampoco había contribuido a aligerar su agenda como para poder dedicarse a investigaciones personales.
A pesar de todo había conseguido sacar tiempo para ir a King Cross aquel uno de septiembre. Terminó su taza de té y se metió en la ducha.
Unas horas más tarde allí estaban los cinco de nuevo. Lily vino con su amiga Ava de la mano para presentársela.
- Esta es Ava, papá. ¿Has visto? Tiene los ojos del mismo color que tú.
Harry miró a Ava detenidamente.
¿Había tenido otra hija y no se acordaba? Porque aquella niña parecía más hija suya que la propia Lily. La mirada triste de la niña le dejó una sensación de inquietud. Tuvo una idea repentina.
- Ava, ¿te gustaría venir a casa esta Navidad?
Lily la miró ilusionada y feliz. Ava asintió también con una leve chispa de ilusión.
- ¡Vamos a coger sitio! Adiós papá. ¡Adiós señor Malfoy!
"¿Malfoy?"
Harry se giró de golpe y le encontró llegando por detrás. Tan elegante como era de esperar. Le dio un pequeño salto el corazón. Ginny despidió a James y a Lily junto al tren. Al primer aviso del silbato Albus y Scorpius subieron de un salto.
El tren partió un año más.
Ginny fue hacia él con el teléfono en la mano.
- Harry, tengo que irme rápido a la redacción. Ha habido un secuestro. Te veo a la noche - dijo apurada.
Después se fue casi sin despedirse. Malfoy le dijo adiós con la mano y se quedó junto a Harry.
- ¿Todo bien, Potter? - preguntó iniciando una conversación casual mientras salían del andén.
- Si. He tenido mucho trabajo últimamente y me queda poco tiempo para vivir.
- A mi me lo vas a decir…
Salieron de la estación rumbo al Ministerio. Esta era su oportunidad.
- Oye, Malfoy, una duda, ¿a qué te dedicas?
Su carcajada le dio esa chispa de vida que había extrañado tanto.
- ¿Para qué quieres saberlo?
- Bueno, me dio curiosidad y la vez anterior no quisiste responderme.
- Veo que no se te escapa una.
- Si, claro, responde, Malfoy - dijo Harry en tono de madre.
Mientras tanto llegaron a la entrada del Ministerio.
- Harry, ¿tienes algo de tiempo libre? - preguntó Draco distendido.
- ¿Para nuestro café del uno de septiembre?
- Me gustaría pero no tengo tiempo hoy para eso. ¿Podemos hablar en tu despacho? Es un asunto privado.
Harry le miró con cara de sospecha pero aceptó.
Juntos caminaron entre los funcionarios mágicos y la gente de la calle que estaba allí para solucionar asuntos triviales o gestiones rutinarias, protestando y hablando más alto de lo normal. Algunos le saludaban cuando le reconocían y otros torcían el gesto al reconocer a Draco pero Harry lejos de avergonzarse les saludaba a todos con una sonrisa confiada.
Atravesaron los pasillos del Ministerio hasta su despacho. Sus paredes de piedra oscura contrastaban con los emblemas dorados del Ministerio y sus propias titulaciones. Draco observaba todo con curiosidad mientras Harry dejaba su capa y sus cosas en la mesa de madera de roble rojiza.
- Bonito despacho señor jefe de aurores. ¿No habrán sospechado nada al verle entrar con un ex mortífago?
Harry le miró con un gesto divertido.
- No eres la persona más conflictiva que he traído aquí, te lo aseguro.
- ¿Y nadie te vigila? Imagina que en medio de la entrevista con el delincuente te atacan.
- Doy el aviso previamente cuando considero que se puede dar una situación peligrosa.
- ¿Y yo no soy peligroso?
- Si que lo eres, pero contigo puedo lidiar yo solo - respondió Harry con suficiencia y una sonrisa de medio lado. Draco solo pudo imitar el gesto.
Le invitó a tomar asiento. El rubio se colocó con elegancia en la butaca de visitas frente al escritorio y Harry se puso de pie apoyado en la mesa.
- ¿Me vas a decir ya en qué trabajas? Porque ya me intriga de verdad tanto secretismo.
- Me dedico a la investigación privada.
- Vaya, eso si que no se lo esperaba.
- ¿En el mundo mágico? - preguntó Harry.
Malfoy asintió.
- Trabajo para una agencia. Por eso no podía decírtelo a la ligera en medio de la calle.
- Vaya, vaya. El señor Malfoy un detective mágico. De pronto todo encajó en su cabeza acerca del viaje y sus procedimientos.
No se lo esperaba pero en realidad le sentaba de maravilla ese trabajo. Tan elegante y suspicaz. Sabiendo moverse siempre con esa expresión elegante y misteriosa.
Inconscientemente se mordió el labio. Ese hombre le encendía todos los motores.
- Harry, tengo que pedirte un favor - soltó Draco de repente.
"Yo te hago los favores que me pidas…" respondió la vocecilla.
"Harry, céntrate, por Merlín."
- ¿De qué se trata, Malfoy? Conozco ese tono y no me gusta.
Draco comenzó a relatar un caso en el que estaba trabajando últimamente acerca de un agresor que estaba usando magia negra para someter a su familia, la cual le impedía también acceder a ellos sin utilizar medios ilegales.
A Harry se le fueron abriendo los ojos poco a poco según escuchaba la petición del rubio.
- ¿Me estás tomando el pelo, Malfoy?
- En absoluto - respondió Draco negando con la cabeza.
- ¡Pero eso no es un favor, Draco! - dijo gesticulando con las manos.
- Bueno, ¿un gran favor entonces?
- ¡Estás pidiéndome que acceda a información personal clasificada y la modifique!
- Bueno, no es algo privado como tal, el primero que está cometiendo un delito es él, tarde o temprano la información se hará pública. Hay verdadero riesgo de que su familia muera.
- Draco, en primer lugar yo no tendría que conocer información clasificada de manera extra oficial y en segundo lugar no puedes pedirme estas cosas. Si quieres solicitar colaboración del Ministerio hazlo de manera formal, no así - dijo zanjando el tema y cruzándose de brazos.
- Nuestro cliente no quiere que esto llegue al Ministerio.
Harry hizo un aspaviento con las manos señalando el lugar en el que estaban.
- ¿Y como no quiere que llegue vienes a pedirle ayuda al jefe de aurores? ¿Te estás riendo de mi? ¡Propónselo al ministro ya puestos a ver qué te dice! ¡Y encima en mi propio despacho dentro del puto Ministerio!
¿Se podía tener la cara más dura?
Espera.
No, Draco no estaba ahí para hacer una petición que ni siquiera un niño le habría hecho.
Observó su lenguaje corporal, sentado tranquilamente, con cara de disgusto por la conversación y pensativo. Acababa de negarle algo y no parecía molesto en lo más mínimo. Acababa de poner en duda su profesionalidad y no estaba amenazándole a punta de varita.
Draco Malfoy estaba buscando otra cosa.
- Malfoy, sé que no estás aquí por eso, sé que nunca me pedirías algo así en serio. No me creo que seas tan poco profesional y te haya ido tan bien hasta ahora.
Él solo escuchaba con la mano apoyada en la barbilla y mirándole a los ojos desde su asiento. Una media sonrisa asomó entre sus dedos.
- El investigador soy yo pero me alegra ver que el jefe de aurores no es tan ingenuo como parece - admitió Draco levantándose de su asiento y acercándose a él.
No era lo que parecía.
No iba a ser lo que parecía.
¿Quería que fuese lo que parecía?
No lo quería…
Él se acercaba.
O si lo quería...
Sus pensamientos se atascaron y bloquearon el raciocinio.
Draco le estaba besando.
La corriente de pensamientos se perdió en esos labios.
Su pulso se aceleró. No podía detenerlo. No quería detenerlo.
A la mierda todo.
Le sujetó la cara con las manos y profundizó el beso. Draco intensificó sus movimientos al sentir la recepción del moreno.
Jadeaban contra los labios de su primer amor mientras las emociones se agolpaban y les ahogaban.
Draco le acercó más a él y comenzó a apartar la túnica del Ministerio, liberando el camino hasta la piel del auror.
Cuatro años de control.
Cuatro años de tratar de sujetar el maremoto de emociones, sensaciones y sentimientos.
Cuatro años demasiado duros.
Los recuerdos volvieron al subconsciente del auror por sí solos a través de las caricias exigentes, de la intensidad de sus besos, del olor de su piel. Iba a enloquecer.
Por Merlín, amaba a ese hombre más de lo que había amado nunca a su propia esposa.
¡Su esposa!
Separó bruscamente a Draco y tratando de recuperar la compostura se irguió de la posición que había cogido en aquella mesa donde estaba a punto de cometer una infidelidad terrible.
- ¡Draco, para! ¿Qué mosca te ha picado? - preguntó alterado colocando la camisa de nuevo en su lugar.
- Eres lento de reacción, Potter - dijo Draco soltándose de su agarre.
Harry se odió a sí mismo. Tenía al rubio con el pelo desordenado, los labios enrojecidos por los besos, los ojos entrecerrados por el placer… y él le estaba deteniendo.
¡Maldita conciencia!
Pero Draco no se iba a rendir tan fácilmente. Se quitó la elegante capa negra y quedándose solo con la elegante camisa a medida que llevaba debajo.
- Sabes que quieres esto tanto como yo, Harry - dijo volviendo a la carga. - Llevas cuatro años suplicándolo, no te hagas ahora el inocente - dijo con un tono áspero contra su cuello que le encendió del todo.
Su cuerpo actuó por si solo rodeando sus caderas cuando él le agarró por los glúteos para acomodarse entre ellas.
- Pero…Draco... - fue toda su réplica antes de que Draco le mordiese el labio para callarle.
Perdió la noción de sus manos y de su cuerpo antes de tirarse al precioso cuello del rubio y morderlo con ganas.
Aquí fue él quien le detuvo.
- Ssssh… sin marcas, león…
- Por esto preguntabas por la vigilancia de mi despacho, maldito embaucador… - soltó Harry de repente.
El embaucador aún estaba abrazado a él, llenando de besos cada centímetro de su cuerpo mientras le acariciaba distraído el pecho. Habían terminado utilizando su alfombra como lecho y ahora estaban apoyados contra su mesa.
Harry acariciaba distraído el pelo del rubio, tomando consciencia de lo que acaban de hacer.
- Esto está mal, Draco.
- Lo sé, pero ya no podía más - dijo hundiendo el rostro en su cuello como un gato.
Harry suspiró y le abrazó, hundiendo la nariz en su pelo. Deseaba prolongar aquel momento para siempre, proteger y cuidar aquel cuerpo suave y delicado que parecía hecho para amarle.
Sabía que el peso de la responsabilidad caería sobre él en cuanto le soltara, que el sueño terminaría y la realidad le golpearía con fuerza. Las preocupaciones se amontonaban tanto que dolían.
"Solo unos minutos más…" se dijo.
- ¿Qué vamos a hacer? - preguntó Harry besando su pelo.
Draco lo pensó.
- Deberíamos guardar el secreto, nadie lo va a entender en ninguno de los casos. Al fin y al cabo esto solo era el camino natural de lo que iba a pasar tarde o temprano. Lo mejor es que nadie se entere.
- ¿Propones seguir con esto engañando a nuestras mujeres?
- Podemos hacer simplemente como si no hubiera pasado nada y no volver a vernos… así… ya sabes.
Si, sonaba fácil y factible. Desde luego que hacerlo público no era una posibilidad en ningún caso. La idea de ocultarlo todo era tentadora pero también cobarde y seguir viéndose empeoraría aún más el asunto, aumentaría las posibilidades de ser descubiertos y terminaría destruyendo sus nervios. Definitivamente aquello había sido un error.
Draco invocó un tempus y vió la hora.
- Tengo que irme, Harry. Hazme un favor - dijo sujetando su rostro entre sus manos y mirándole a los ojos. - Deja que las cosas simplemente fluyan y no trates de hacerte el héroe por esta vez.
Harry le miró a los ojos, seguían siendo su debilidad. Asintió. Draco sonrió y le dio un último beso. Se levantó y con un tergeo se limpió, se perfumó y se vistió, para después salir del despacho del jefe de aurores del Ministerio de magia, dejando al mismo aún sentado en el suelo a medio vestir, feliz y con el monstruo del remordimiento devorando sus entrañas.
Ese día le costó demasiado tiempo volver a casa.
Buscó todo tipo de actividades en el Ministerio, pensó excusas para mantenerse levemente alejado de su mujer al menos al principio, lo que fuese con tal de no enfrentar ese momento, pero finalmente, bien entrada la noche llegó a casa.
A pesar de ser bastante tarde no vio a Ginny por ningún lado, estaba todo a oscuras y en silencio. Una parte de él suspiró aliviado pero otra se preocupó.
¿Dónde estaría a esas horas?
Se había despedido esa mañana diciendo que tenía que cubrir un secuestro pero él no había oído nada al respecto.
¿No deberían haber llamado a los aurores? ¿Quizá era un secuestro muggle?
No, esas cosas no les importan a los periódicos mágicos como invocado por su mente, un patronus llegó en ese momento con un mensaje de Ginny.
"La cosa se ha alargado, seguimos en la redacción. No me esperes, ve a dormir."
El patronus desapareció y él se quedó como estaba, sin tener ni idea de lo que pasaba.
Perplejo buscó algo para cenar y se sentó en la mesa de la cocina. Rápidamente sacó a la pelirroja de sus pensamientos.
Llevaba todo el día agobiado pensando en Draco.
Aquella mañana había sido una mezcla de revelación y reencuentro, un bálsamo para su vocecilla. Debía admitir que le había extrañado muchísimo la actitud de Draco.
Todos esos años se había comportado como un caballero a pesar de las situaciones cargadas de tensión íntima que habían vivido.
¿Qué le había dado de repente para asaltarle así en su propio despacho?
Estaba claro que había sido premeditado.
¿Habría montado la escena del favor para generar tensión?
Lo dudaba pero siendo él ya no sabía qué pensar. Le había conducido a la locura con manos diestras y besos apasionados.
Se llevó las manos a la cabeza y el mundo se le vino encima.
Las cosas no se hacían así, no estaba bien, por Merlín. Era padre de tres niños, llevaba más de diez años casado y cuatro luchando contra aquellos deseos pero finalmente había perdido. Había dejado a sus impulsos tomar el control de sus actos y se arrepentía por completo.
¿Le habría controlado Draco como hizo con el granjero?
"Vamos, Potter, no le eches ahora la culpa de tu arrebato descontrolado."
Su conciencia tenía razón, había actuado plenamente consciente, no tenía maldita excusa.
Solo le quedaba confiar en que Draco guardara el secreto, así él podría hacer lo mismo y salvar sus familias. Sería una carga que llevaría con gusto como penitencia.
Lo importante era no repetirlo.
Se apoyó en la mesa y enterró la cara en sus brazos. Recordó los besos del chico, la sensación de alivio y la felicidad de tenerle piel con piel de nuevo entre sus brazos.
"Por Morgana, deja de deleitarte con eso, estúpido."
Cuatro años había dicho Draco, pero no habían sido cuatro, habían sido casi veinte años de frustración y recuerdos, sumados a esos cuatros años de tensión constante y de acercamientos arriesgados llenos de dudas.
Un par de años atrás se había extraído los recuerdos con él para poder vivir tranquilo pero al parecer no iba a ser tan fácil olvidar los sentimientos que aún despertaba en él.
Todos esos años de espera habían terminado en un revolcón increíble en el suelo de su propio despacho. Se excitó de nuevo solo con el recuerdo. Maldito Malfoy y su lengua de serpiente envenenada.
Suspiró agobiado.
Dio gracias de poder lidiar con aquello solo y no tener a su mujer preguntando si estaba bien.
Subió a darse una ducha. La necesitaba.
También la poción que le recomendó la doctora, que ya casi se le estaba terminando.
Iba a necesitar que se la recetase de manera crónica a este paso.
Hola!
Si, aquí comienza lo interesante, por fin.
¿Mejor?
Jajaja
Lamento el retraso, he tenido unas semanas terribles de exceso de trabajo pero parece que las cosas se han calmado ya un poco.
El siguiente capítulo está en proceso de pulido, así que si todo va bien espero poder publicar este domingo.
Espero que os haya gustado.
¡Gracias por seguir aquí!
Un abrazo.
Kanna
