Capítulo 8: Un baile en la mansión Ardlay

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La majestuosa mansión Ardlay brillaba bajo la luz de los candelabros y la música suave llenaba el aire, creando un ambiente elegante y festivo. La familia Ardlay había organizado un baile en su lujosa residencia de Chicago, un evento que reunía a viejos amigos y nuevos conocidos. Entre los invitados, destacaban figuras importantes de la sociedad, cada una con su propia historia y secretos.

Candy había aceptado la invitación de Albert para asistir juntos al baile. Mientras caminaban del brazo, Candy no podía evitar que su mente volviera al encuentro con Terry. Pensaba en la tristeza que había visto en sus ojos, en la culpa que cargaba por la muerte de Susana. Sentía una mezcla de compasión y confusión, preguntándose si Terry aún la amaba o si simplemente estaba herido y perdido.

Albert, por su parte, notaba la distracción de Candy. Durante el trayecto, había intentado mantener una conversación animada, pero Candy respondía con monosílabos, perdida en sus pensamientos. Conociéndola tan bien, Albert decidió preguntarle directamente.

—Candy, ¿te ocurre algo? Pareces preocupada.

Candy forzó una sonrisa y negó con la cabeza.

—No es nada, Albert. Solo estoy un poco cansada.

Albert no quedó del todo convencido, pero decidió no presionar más. Sin embargo, no podía dejar de preguntarse qué era lo que realmente le pasaba a Candy.

Llegaron a la mansión y fueron recibidos con calurosos saludos. Albert, siendo un millonario exitoso y conocido, captó la atención de muchos. Las mujeres presentes no podían evitar mirarlo con deseo y a Candy con cierto desdén. Candy reconocía en Albert todas las cualidades que cualquier mujer podría desear: era apuesto, caballeroso y carismático. Mientras lo observaba desenvolverse con gracia entre los invitados, algo dentro de ella comenzó a cambiar. Se sentía confundida, preguntándose si acaso sentía por Albert algo más que amistad.

La velada avanzaba y Candy trataba de disfrutar del evento. Bailó con Albert y con otros caballeros, pero siempre volvía a sus pensamientos sobre Terry. La música, el ambiente y las conversaciones parecían pasar desapercibidos mientras su mente luchaba por encontrar claridad.

Finalmente, Albert la llevó a una sala más privada, decorada con elegancia y con una atmósfera más íntima. Candy lo miró con curiosidad.

—Candy, hay algo que quiero mostrarte —dijo Albert, sonriendo con calidez.

Él la condujo hacia una gran ventana que daba a los jardines iluminados. Allí, le presentó un documento que había estado guardando con mucho cuidado.

—Este es mi donativo para el Hogar de Pony, Candy. Quiero que sepas cuánto admiro tu dedicación y tu pasión por ayudar a los niños. He decidido financiar una nueva sede del Hogar de Pony aquí en Chicago.

Candy no podía creer lo que escuchaba. Sus ojos se llenaron de lágrimas de gratitud mientras leía el documento. Albert había hecho una donación considerable para establecer una nueva sede que podría ayudar a muchos niños huérfanos en la ciudad y sus alrededores.

—Albert, no sé cómo agradecerte esto —dijo Candy, con la voz quebrada por la emoción—. Esto es más de lo que jamás podría haber soñado.

Albert tomó sus manos y la miró con ternura.

—Candy, compartir esta pasión contigo es un honor. Quiero que sepas que siempre estaré aquí para apoyarte en todo lo que necesites.

En ese momento, Candy se dio cuenta de la profundidad de los sentimientos de Albert hacia ella. Su corazón estaba en una encrucijada, dividido entre la confusión que sentía por Terry y la gratitud y el afecto crecientes hacia Albert.

La noche continuó, pero para Candy, el verdadero evento había sido esa revelación y el generoso gesto de Albert. Mientras observaba el brillo en los ojos de Albert, se preguntaba si podría abrir su corazón a la posibilidad de un futuro con él. Pero sabía que primero debía resolver sus propios sentimientos y encontrar paz con su pasado.

El baile en la mansión Ardlay había sido un escenario de emociones intensas y revelaciones inesperadas, y Candy sabía que su vida estaba a punto de cambiar de maneras que aún no podía comprender del todo. Con el apoyo de Albert y su propio coraje, estaba dispuesta a enfrentar lo que el futuro le deparara.