Capítulo 9: El dilema del corazón

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Candy se encontraba sumida en un torbellino de emociones. La confusión y la incertidumbre la invadían, dividiendo su corazón entre Terry y Albert. Ambos hombres representaban partes cruciales de su vida y su ser. Terry, con su amor apasionado y su trágica historia, y Albert, con su constante apoyo y su generosidad incondicional.

Desde el baile en la mansión Ardlay, Candy no podía dejar de pensar en Terry y en lo que él había pasado tras la muerte de Susana. Sentía una necesidad apremiante de estar a su lado, de apoyarlo y ayudarlo a superar su dolor. Pero también estaba Albert, quien había estado siempre para ella y que ahora quería seguir su sueño juntos. La decisión que debía tomar la carcomía por dentro.

Una mañana, mientras estaba en el Hogar de Pony, Candy escuchó un alboroto en la entrada. Para su sorpresa, era Terry. Había venido a buscarla, con una expresión decidida pero también vulnerable.

—Candy, necesito hablar contigo —dijo Terry, su voz cargada de emoción.

Candy lo invitó a seguirla a la colina de Pony, un lugar que siempre había sido especial para ella. Mientras caminaban hacia la cima, el viento acariciaba sus rostros y el horizonte se desplegaba ante ellos, pintado con los colores del atardecer.

Sentados en la hierba, Terry comenzó a hablar, su voz temblando ligeramente al recordar los eventos del pasado.

—Después de nuestra despedida en Nueva York, seguí al lado de Susana como te lo prometí —comenzó Terry, mirando al horizonte—. Pero mi mente nunca estuvo con ella, Candy. Me sentía como un prisionero de las circunstancias, incapaz de ser feliz, incapaz de olvidar lo que realmente sentía por ti.

Candy lo miraba con atención, su corazón latiendo con fuerza por la intensidad de sus palabras.

—Cada día era una lucha, una tristeza constante por haber perdido la felicidad, por no haber tenido el valor de luchar por nosotros. Susana merecía mi apoyo, pero yo no podía dejar de amarte.

Terry hizo una pausa, su respiración agitada por la emoción. Candy sintió una punzada de dolor por él y por Susana, por lo que todos habían sufrido.

—El día del accidente, había decidido ser honesto con Susana. Le confesé que no te había olvidado y que quizás nunca lo haría. Ella se enloqueció, Candy. Aunque era inválida, de alguna manera encontró fuerzas para intentar salir del auto en movimiento, diciendo que me dejaría ser feliz, que se moriría para que yo pudiera estar contigo.

Los ojos de Terry se llenaron de lágrimas, y Candy sintió un nudo en la garganta.

—Intenté detenerla, pero en ese momento quité la vista del camino. Invadí el carril contrario y para evitar una colisión, volantié bruscamente. Caímos por un precipicio. Yo me salvé de milagro, pero Susana no llevaba el cinturón de seguridad. No pude salvarla.

Candy sentía el dolor de Terry como si fuera suyo. Se acercó a él, colocando una mano reconfortante sobre su brazo.

—Terry, lo siento tanto. No puedes culparte por lo que pasó —dijo con voz suave, intentando consolarlo.

Terry la miró, sus ojos llenos de dolor y amor.

—Candy, verte de nuevo en Chicago me hizo darme cuenta de que no puedo seguir viviendo con este peso. Te amo, y siempre te he amado. Encontrarte fue una señal para luchar por nuestro amor.

Las palabras de Terry resonaron en el corazón de Candy, intensificando su dilema. Antes de que pudiera responder, Terry la tomó de la mano y la atrajo hacia él, sus ojos buscando los de ella con una intensidad que la dejó sin aliento.

—Candy, te amo —susurró Terry, y antes de que ella pudiera reaccionar, sus labios se encontraron en un beso cargado de pasión y amor reprimido.

El atardecer en la colina de Pony pintaba el cielo de tonos dorados y rosados, creando un escenario perfecto para aquel momento. Candy se dejó llevar, sintiendo el amor de Terry y su propia confusión mezclarse en un torbellino de emociones.

El beso terminó, y ambos se quedaron mirándose, respirando con dificultad. Candy sabía que debía tomar una decisión, pero en ese instante, todo lo que podía hacer era sentir. Sentir el amor de Terry, la confusión en su corazón y la certeza de que estaba en una encrucijada crucial.

Claro, continuemos con la historia.

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Capítulo 9: El dilema del corazón (continuación)

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Candy se separó suavemente de Terry, sus ojos buscando respuestas en el horizonte dorado. El beso había sido electrizante, llenándola de una mezcla de viejos recuerdos y nuevas emociones. Sin embargo, su mente seguía dividida, atrapada entre el amor del pasado y la lealtad del presente.

—Terry, esto es mucho para asimilar —dijo Candy finalmente, con la voz temblorosa—. No sabes cuánto he pensado en ti, cuánto he deseado que las cosas fueran diferentes. Pero también está Albert. Él ha sido mi apoyo constante, mi roca en los momentos más difíciles.

Terry asintió, entendiendo la complejidad de los sentimientos de Candy.

—Candy, no pretendo que tomes una decisión ahora —dijo Terry con suavidad—. Solo quería que supieras la verdad, quería que entendieras por qué me mantuve alejado y cuánto te amo. No puedo cambiar el pasado, pero espero que podamos encontrar un camino juntos hacia el futuro.

La sinceridad de Terry tocó el corazón de Candy. Sabía que sus palabras venían de lo más profundo de su ser. Pero también sabía que necesitaba tiempo para aclarar sus propios sentimientos.

—Te agradezco que hayas venido a contarme todo esto, Terry —respondió Candy—. Necesito tiempo para pensar, para entender lo que realmente quiero y lo que es mejor para todos.

Terry la miró con ternura y asintió.

—Tómate el tiempo que necesites, Candy. Estaré esperando, sin importar cuánto tarde.

Con esas palabras, se levantaron y caminaron de regreso al Hogar de Pony en silencio, cada uno perdido en sus propios pensamientos. Al llegar, Terry se despidió con un abrazo y una promesa silenciosa de esperar.

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Los días siguientes fueron un torbellino de emociones para Candy. Pasaba horas en la colina de Pony, reflexionando sobre su vida, sus amores y sus decisiones. Albert, siempre atento, notaba su cambio de ánimo y le daba el espacio que necesitaba, aunque su preocupación crecía con cada día que pasaba.

Finalmente, una tarde, Albert decidió hablar con Candy. La encontró en el jardín, cuidando de las flores, una actividad que siempre le había traído paz.

—Candy, he notado que has estado muy pensativa últimamente —dijo Albert, sentándose a su lado—. Quiero que sepas que estoy aquí para ti, para lo que necesites.

Candy suspiró, sintiendo el peso de las palabras que estaba a punto de decir.

—Albert, hay algo que necesito contarte. Terry vino a verme al Hogar de Pony hace unos días. Me contó todo lo que pasó con Susana, su sufrimiento y lo mucho que aún me ama.

Albert escuchó atentamente, su rostro sereno pero sus ojos reflejando una mezcla de emociones.

—Entiendo que esto te haya afectado profundamente, Candy. Terry siempre ha sido una parte importante de tu vida. Quiero que sepas que, independientemente de lo que decidas, siempre estaré a tu lado.

Candy sintió una ola de gratitud por la comprensión y el apoyo incondicional de Albert. Sabía que debía ser honesta con él, no solo por respeto, sino porque él merecía conocer la verdad.

—Albert, me siento dividida. Terry representa una parte de mi pasado que nunca he olvidado, pero tú has sido mi apoyo, mi amigo leal y ahora… algo más. No quiero herirte, pero tampoco quiero tomar una decisión apresurada.

Albert asintió, su expresión suave y comprensiva.

—Candy, lo único que quiero es tu felicidad. Tómate el tiempo que necesites para aclarar tus sentimientos. Yo estaré aquí, esperando, sin importar cuál sea tu decisión.

Candy sintió una oleada de alivio y afecto hacia Albert. Su generosidad y paciencia le daban el espacio necesario para enfrentar su dilema.