Capítulo 9: Un viaje a Nueva York

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La oportunidad de asistir a un congreso médico en Nueva York fue una bendición inesperada para Candy. No solo podría ampliar sus conocimientos médicos, sino también escapar momentáneamente de la encrucijada emocional que la mantenía dividida entre Terry y Albert. La vibrante vida cultural de la ciudad le ofrecía una distracción perfecta y un espacio para la reflexión.

Al llegar a Nueva York, Candy se sumergió en la atmósfera bulliciosa de la ciudad. Durante el día, asistía a conferencias y talleres, mientras que por las tardes se perdía en las calles, descubriendo museos, parques y teatros. Intentaba alejarse de los recuerdos de Terry y Albert, buscando una claridad que parecía eludirla.

Una tarde, mientras caminaba por Central Park, Candy cruzó miradas con alguien que no esperaba ver: Neal. Su corazón se aceleró, recordando todas las dificultades que él le había causado en el pasado. Estaba preparada para una confrontación, pero la expresión de Neal no era la de antaño.

—Candy, ¿eres tú? —preguntó Neal, acercándose con una sonrisa amable.

—Sí, Neal. No esperaba encontrarte aquí —respondió Candy, aún cautelosa.

Neal parecía diferente. Se notaba más maduro y sereno. Vestía un elegante traje, y su porte reflejaba una confianza tranquila.

—Trabajo en una firma de abogados aquí en Nueva York —explicó Neal—. ¿Te gustaría tomar un café y ponernos al día?

Candy aceptó la invitación, intrigada por el cambio en Neal. Se dirigieron a una pequeña cafetería cercana, donde tomaron asiento junto a una ventana que daba al parque.

—Candy, he estado pensando mucho en el pasado —comenzó Neal, su voz reflejando sinceridad—. Quiero disculparme por todas las cosas que te hice pasar. Fui un joven arrogante y egoísta, y lamento profundamente haberte causado tanto dolor.

Candy se sorprendió por sus palabras. Nunca había esperado escuchar una disculpa de Neal, y mucho menos una tan genuina.

—Neal, no sé qué decir… —respondió Candy, conmovida—. Aprecio tus palabras y acepto tus disculpas. Me alegra ver que has cambiado.

Neal sonrió, visiblemente aliviado.

—Gracias, Candy. He trabajado mucho para ser una mejor persona. Ahora estoy comprometido con una maravillosa mujer. Por fin logré olvidarte y estoy feliz de haber encontrado el amor verdadero.

Candy sintió una oleada de alegría por Neal. Verlo feliz y realizado le daba esperanza.

—Me alegro mucho por ti, Neal. Todos merecemos encontrar la felicidad.

La conversación continuó de manera amena, y cuando se despidieron, Candy se sintió extrañamente ligera. Neal realmente había cambiado, y su encuentro le había dado una nueva perspectiva sobre el perdón y el crecimiento personal.

Decidida a aprovechar al máximo su tiempo en Nueva York, Candy se quedó unos días más. Paseaba por las calles, visitaba museos y asistía a obras de teatro, todo mientras reflexionaba sobre su vida y sus amores. La ciudad, con su energía incesante y su belleza caótica, la ayudaba a ver las cosas desde una nueva perspectiva.

Una tarde, Candy se encontró en la estación de tren, observando el tren de las 5 marcharse. El sonido del tren y la imagen de los vagones alejándose la transportaron a otros tiempos, a recuerdos de Stear y la última vez que lo vio. La memoria de Stear, con su sonrisa brillante y su espíritu aventurero, la llenó de una mezcla de tristeza y gratitud.

—Stear, siempre serás una parte de mí —susurró Candy, sintiendo las lágrimas llenar sus ojos. Recordar a Stear le recordó la importancia de vivir plenamente y de seguir adelante, a pesar de las pérdidas y los desafíos.

Mientras el tren desaparecía en la distancia, Candy sintió una resolución creciéndose dentro de ella. No podía seguir huyendo de sus sentimientos ni de sus decisiones. Debía enfrentar su corazón, sin importar cuán difícil fuera.

El viaje a Nueva York le había dado el tiempo y el espacio que necesitaba. Ahora, estaba lista para regresar y tomar las decisiones que definirían su futuro. Con una última mirada al horizonte, Candy se giró y comenzó a caminar, sintiendo una nueva determinación en cada paso.