Acostumbró a visitar el auditorio siempre que podía, pero esa no era la típica noche en la que una obra u ópera llenarían sus oídos. No, para desgracia de nuestro joven protagonista, esa visita no era por placer o por cortesía. Nadie lo había invitado, nadie se lo había sugerido. Esta vez, no era más que una súplica.

Las melodías habían desaparecido, ni siquiera era una comedia lo que resonaba en el lugar. Era, pues, lo que rellenaba el lugar, el más puro silencio.

«¿Cómo llegó ahí? ¿Por qué?» se preguntó varias veces, intentando calmar su respiración. No, no hablábamos de él. Nuestro joven sabía perfectamente por qué estaba en ese lugar. Hablamos del mayor, de ese azabache de ojos carmesíes que se encontraba en medio del escenario, en el más puro silencio.

El lugar era precioso, finamente decorado con motivos elegantes y los mejores materiales. Era un sitio caro... aunque a penas usado. En el centro, captando la atención de todos, se alzaba el escenario, lugar... en el que nuestros nos enemigos se habían anclado.

El joven decidió terminar de acercarse, mirando al contrario con cautela. No sabía qué le ocurría y prefería ser preventivo.

—Shadow... ya he llegado.

—Sí... te he oído— la voz grave del mayor sonó débil, casi como un susurro.

El silencio volvió a reinar en el auditorio.

En menor decidió sentarse a su lado, al comprobar que no estaba en peligro. Revisó todo fugazmente, sin querer adelantar nada. El sitio era hermoso, pero se notaba con extrema facilidad en medio de la noche.

Jugó con sus manos, algo nervioso. Era inquieto de nacimiento, sobre todo cuando a otras personas se refería.

—...— tras pensárselo un poco, el menor decidió hablar de nuevo —. Rouge me dijo que hoy tenías misión.

—Así es.

—¿No fuiste?

—Acabo de volver. Una vez la completé, me volví por mis propios medios— aseguró el mayor, aún echado hacia adelante, con la mirada un tanto seria. Sonic pensó que hablar con él era como hablar con una pared —. Sonic...— el susodicho lo miró directamente al ser llamado —. ¿Tu vida es exactamente como te hubiese gustado que fuera?

—¿Eh?— preguntó extrañado —. ¿A qué viene eso?

El silencio entre ambos se hizo presente. La mirada del mayor buscó la contraria, como anhelando una respuesta. Tras lo que podría haber sido un minuto, este negó.

—Nada... No te preocupes.

—...— Sonic miró el lugar nuevamente, pensando en la respuesta a esa pregunta, rompiendo el silencio al poco —. No es perfecta, pero me hace feliz. Intento hacer cosas que me llenen, y si algo no me gusta, lo cambio. Intento esforzarme todo lo posible.

Shadow agradeció que el menor le respondiera, incluso en esa extraña situación. Él lo miró de vuelta, por unos segundos.

—Eres la persona más libre que conozco. ¿Cómo haces para cambiar lo que no te gusta? ¿Y si eres tú lo que genera ese problema?— preguntó nuevamente, sin desviar la mirada.

—Shadow, si algo impide que seas feliz, tienes que ponerle una solución. Si tú eres el que evita esa satisfacción, lo único que tienes que hacer es forzarte a cambiar, aunque sea un poco. Seguro que con hábitos diferente, notarías una mejoría. No todo se obtiene con facilidad, y si yo quiero tener amigos, tengo que forzarme a rebajar mi velocidad. Sé que soy muy inquieto, y trato de ser paciente con todos.

El mayor enmudeció de nuevo, no por inconformidad, si no por satisfacción. Esa respuesta le había dado calma y paz.

—Sé que no somos cercanos, y aún así, siempre que estoy mal, acudo a ti— comentó, formando una suave sonrisa en sus labios mientras que bajaba su cabeza. Shadow se sentía cansado.

—Y siempre que estoy mal, acabas apareciendo y dándome fuerzas. De eso va la amistad.

—¿Me consideras un amigo?

—¡Claro...! Por muy solitario que seas... Tienes muchos amigos, ¿sabes?

El mayor sintió una profunda calma en su pecho, aunque nunca admitiría tal cosa. Prefirió seguir en silencio, cerrando los ojos.

Sabía que tenía que decirle por qué lo había llamado a esas horas, pero necesitaba seguir así, aunque sea por unos minutos, antes de que se tuvieran que ir. Le parecía gracioso que, incluso tras años de rivalidad, el menor siguiera ahí, pendiente de lo que le pudiera llegar a pasar. Negó con la cabeza, sin dejar esa sonrisa suave, pero sincera.

Sonic se giró hacia él, mirándolo a los ojos mientras que intentaba descifrar en qué pensaba. El mayor era como una pared de ladrillos, firme y estable... aunque eso era solo la fachada. Estaba seguro de ello. Esa mirada fría y afilada solía despertar en él un profundo sentimiento de terror... pero, no sabía bien por qué, esa vez sólo logró despertar algún tipo de cariño, comprensión. Tragó saliva apartando los ojos, sintiendo como algo iba mal. El mayor estaba pálido, ¿se encontraba mal? Shadow simplemente bajó la mirada.

—¿No diste parte de tu llegada en el trabajo?

—No aún.

—¿Por qué?— preguntó el menor curioso, dándose cuenta de que el mayor cubría una zona de su cuerpo, localizada en el abdomen.

—No pensaba en llegar hasta la base.

—Sigue siendo tu trabajo. ¿Por qué no ir? así no cobrarás.

—Estaba cansado, y la misión era por aquí cerca. Decidí entrar a descansar.

—¿Cansado?— su voz se tornó preocupada —. ¿Cómo entraste? La puerta principal estaba cerrada.

—La trasera... La trasera no lo estaba bien... y no podía caminar mucho.

El menor se giró por completo hacia a él, algo angustiado. Estaba cansado de medias respuestas y necesitaba que le hablara directamente. Suspiró cansado.

—Shadow... Necesito que me seas sincero— le suplicó, tratando de sonsacarle algo de información.

—Sonic, ¿consideras que toda vida es valiosa?

—...— le extrañó esa pregunta. ¿Estaba evitando decirle la verdad? —. Claro que sí, la tuya, la mía, la de todos.

—...— El mayor de ambos suspiró, ya derrotado. Tampoco le quedaban demasiadas fuerzas como para mentir —. Me han herido en la misión. Era una operación de riesgo y como he resultado herido, he intentado volver al terminar... pero... no me quedan fuerzas.

—¿De qué tipo de herida estamos hablando?

Shadow mostró su abdomen, el cual tenía un agujero de bala. Estaba amoratado y aún sangrante. Durante toda esa conversación, el mayor la estuvo apretando para evitar perder demasiada sangre. Sonic frunció el ceño, preocupado.

—¿¡Por qué no me habías dicho antes!? ¡Podía haberte llevado al hospital!— su voz se quebró levemente, bastante aterrado. Lo miró a los ojos y se acercó a él.

—Sonic...— se vio interrumpido, al notar como el susodicho lo tomaba en brazos.

Salieron del auditorio por la puerta trasera, y el joven se apresuró para llegar al hospital pronto. Hacía mucho que no corría con tanta urgencia. Por el camino, Shadow empezó a sentirse tranquilo, como reconfortado. Fue cerrando los ojos, mientras dejaba que el viento acariciara su rostro. Hacía mucho que, simplemente, se dejaba llevar. Poco a poco, se sentía más inmerso en un oscuro y frío lugar, faltándole el aire y apresando su cuerpo. Sentía escalofríos recorrerle y lograba escuchar suaves voces en la lejanía.

¿Por qué? ¿Por qué si, simplemente, quería dejar de luchar, lo había llamado para verse? ¿Por qué a él? ¿Por qué se sentía tan acogido cerca suya? ¿Por qué de esa manera?

El silencio iba y venía al son de aquellas voces que, pese al eco y la distancia, parecía reconocer. El frío se iba y volvía, rítmicamente gracias a estímulos de calor en diversas zonas de su cuerpo: mejillas, manos, brazos, hombros... Sus oídos se taponaban y un constante zumbido resonaba en ellos.

A menudo, se encontraba a sí mismo logrando escuchar voces más claras, a veces eran simples recuerdos entrecortados. Temblaba pensando en lo que le podría estar pasando. No era consciente de mucho más, salvo de la soledad.

Recordaba como recibió el tiro, a la perfección. Recordaba como un mercenario se le lanzó encima y usó su propia arma para dispararlo, esa pistola de encargo que tanto le gustaba. Recordaba haber llamado a Sonic, en medio de la noche, y alegrarse de que este estuviera despierto y dispuesto a ir en su encuentro. Recordaba entrar en el auditorio, casi a ciegas por los mareos y, temblorosamente, sentarse en el escenario. Recordaba el ruido del disparo, recordaba la amarga sensación de que algo lo atravesara, recordaba el sabor a hierro en la boca, recordaba oír como el enemigo se desplomaba.

¿Se estaba muriendo? Era ajeno a ello.

A veces oía pitidos muy rápidos y muy fuertes, acompañados de voces exaltadas. Sólo entonces la estancia en la que estaba se iluminaba... aunque no duraba mucho antes de entrar de nuevo a la oscuridad.

Sus brazos dolían. Sus manos, sus muñecas, sus hombros... Incluso su cuello ardía. La herida seguía presente en cada momento, como un perro fiel que no pretende abandonarte. Su cuerpo se notaba pesado y a veces inamovible.

De vez en cuando, lograba pensar en María, incluso lograba verla. No hablaron nunca. Simplemente se miraban. En su abdomen, una herida semejante a la suya propia se podía ver bien, aún roja, aún sangrante. ¿Iba a morir como su mejor amiga lo hizo? Shadow no lo sabía con certitud. Con el mensaje claro de su cuerpo casi inerte, al mayor sólo le quedaba esperar...

El frío era cada vez más presente, agradeciendo cada vez que esas efímeras fuentes de calor adornaban su piel. Ya, por último, estos agentes térmicos solían reposar en su pecho. El de ojos carmesíes se sentía aliviado cuando esto pasaba... pero no duraba mucho. Luego, la soledad volvía. Estaba cansado de sentirse tan apagado, tan frío, tan marchitado... Cada vez era peor. No le quedaría mucho.

Una luz llenó el lugar. Ahí estaba ella, María, mirándolo con una suave y comprensible sonrisa. Le ofrecía la mano y lo llamaba a su encuentro. Shadow pudo volver a moverse. El azabache se puso en pie y caminó hasta ella, aún extrañado, aún dolido. ¿Era hora? ¿Ya se acabaría todo? Cerró los ojos, meditando bien si darle la mano. ¿A cuántas personas diría adiós? ¿A cuántos amigos no vería de nuevo?

«—Sonic, ¿consideras que toda vida es valiosa?

—Claro que sí, la tuya, la mía, la de todos.»

Abrió los ojos nuevamente, y observó a María, quien le seguía mirando con cariño. Shadow sólo entristeció. No sabía exactamente por qué, recordar al azulado en ese momento le partía el alma. ¿Qué debía hacer? Quedarse ahí, en la oscuridad, no solucionaría nada, de eso estaba seguro.

Derrotado, tomó la mano de la chica, quien se arrodilló para abrazarlo. Ese calor... ese cuidado... ¿Hacía cuánto que no lo sentía? Realmente, no mucho, pues, esa noche, mientras Sonic lo llevaba en brazos, pudo sentirse igual de aliviado. Varias lagrimas cayeron de sus ojos, significando que su guerra personal por fin había acabado.

—Espero poder verte en muchos años, Shadow...

—María...

La luz se volvió más intensa, haciendo que el azabache tuviera que cerrar los ojos, algo cegado. Ese abrazo se disipó y un profundo dolor se hizo presente. Ese calor había desaparecido y lo había dejado sólo, de nuevo. Pero, esta vez, al abrir los ojos, no estaba en un espacio oscuro y vacío. No. Al abrir sus pesados párpados, se encontró una intensa luz proveniente del aplique.

Ladeó la cabeza, cansado y dolido, divisando un gotero y una máquina que controlaba sus latidos. Estaba en un hospital. Aún se lograba oír algo de alboroto fuera de su cuarto.

Intentó reacomodarse en su cama, soltando un grave pero suave quejido. Su cuerpo se sentía apalizado. ¿Estaba vivo? ¿Cuál era su estado? ¿Por cuánto tiempo estuvo inconsciente? Sólo sabía que tenía varias vías intravenosas en las manos y que tenía otra en el estómago. Tampoco podía sentarse, la herida lo mataba del dolor si flexionaba el músculo abdominal. Suspiró cansado, echando la cabeza hacia atrás, debatiéndose entre si debía o no llamar a un doctor.

Débilmente, alzó su mano, intentando llegar al botón de aviso, acabando por pulsarlo, por suerte. En menos de un minuto, una enfermera entró y, bastante emocionada, fue a llamar a un doctor.

Shadow había pasado inconsciente cerca de seis meses, en los cuales, estuvo a punto de morir unas tres veces, ese día inclusive. Había sido puesto en coma de manera médica, para evitar que sintiera demasiado dolor durante la recuperación. Durante ese tiempo, varios conocidos fueron a verlo, algunos de manera regular, incluido ese nervioso erizo que, durante meses, esperó a que el mayor despertara. Shadow sintió un profundo dolor en el pecho cuando las enfermeras le contaron eso.

Negó informar de su despertar a sus conocidos, para así estar más tranquilo, y terminar de recuperarse, en calma. Simplemente espero a que alguien lo visitara de nuevo para dar la noticia.

A la mañana siguiente, la primera en aparecer en el turno de visitas fue Rouge. La mujer entró a la sala, aún bostezando pero con un aspecto impecable. Al abrir los ojos tras badallar, la fémina se quedó pálida, asombrada por verlo despierto. Acto seguido, corrió a abrazarlo, aún teniendo cuidado de no herirlo. Shadow correspondió aliviado.

—Shadow... estás bien... dios... han sido casi seis meses... ¿estás bien?— aprovechó para mirarlo a los ojos, aún sonriente, pero preocupada.

—Desperté anoche, aún estoy algo dolido... pero estoy bien... gracias por haber venido— sonrió de vuelta, sintiendo como un peso caía desde sus hombros hasta el suelo.

—No solo vengo yo, lo hacemos todos...

—Me lo dijeron las enfermeras, les agradeceré a su debido tiempo, cuando los vea.

La mujer, aliviada, decidió pasar el día hablando con el mayor, acompañándolo hasta que el siguiente visitante llegara. Avisó a todos de la recuperación de Shadow, y lentamente, uno por uno, todos fueron a verlo... todos, menos Sonic, quien, palabras de su pequeño hermanito, había decidido irse unos días de viaje, ante la posibilidad de que el mayor falleciera.

Un día, en el horario de visitas, Rouge le propuso algo. Querían celebrar que el de ojos carmesíes se había recuperado, y ya habían logrado contactar con Sonic. Era mejor reunir a todos y así disfrutar una velada, nunca se sabe quién podría o no fallecer en el trabajo. A sabiendas de que Sonic estaba volviendo a toda velocidad para verlo, no pudo negarse al plan. El día del alta irían a casa del azulado para verse todos.

Pasado el tiempo, falta de unas horas para la celebración, Shadow miró el techo por horas en la noche, aún preguntándose si fue María quién evito que falleciera. Suspiró cansado, cerrando los ojos por tales ideas. En caso de que esto fuera cierto, ¿por qué lo dejó vivir? ¿Cómo hizo para mantenerlo con vida?

Por la ventana de la habitación, una bocanada de aire fresco pudo llegar a entrar. El azabache abrió los ojos y observó la luna, en silencio. Esa magullada luna, tan igual a él en esos momentos. Esa brillante "esfera", esa intensa luz. Volvió a pensar en la colonia espacial ARK, volvió a pensar en la muerte de María, volvió a pensar en el calor de sus abrazos... Cerró los ojos lentamente, sintiendo como el sueño se iba apoderando de él.

Volvió a recordar el auditorio, lugar en el que se dio cuenta que la vida podía volver a tener un sentido. Volvió a recordar el disparo y como sentía que su cuerpo se destrozaba por dentro. Volvió a recordar el calor del cuerpo de Sonic, mientras que lo cargaba camino al hospital.

Su respiración se fue volviendo más lenta, hasta que acabó siendo un suave vaivén de su pectoral. Ya sin pensamientos, y en la más profunda calma, el mayor pudo conciliar el sueño de manera exitosa, y temprano, por primera vez en años.

La mañana llegó pronto, quizás demasiado para alguien que había dormido como un bebé. Firmó el alta y volvió a su casa, acompañado de su amiga y agradable compañera, Rouge. Decidió bañarse antes de ir a la celebración, no quería seguir oliendo a hospital, y mucho menos si planeaba intentar pasárselo bien.

—Sonic ya ha llegado a la casa, según Tails.

—Ajá— comentó el mayor, desde dentro del baño, aún secándose.

—Dice que está muy emocionado por verte.

—¿Ah, sí?— terminó con la toalla y comenzó a hacerse las curas en la herida.

—Sí, señor monosílabo.

—¿Qué más quieres que te diga? Sabes que soy de pocas palabras.

—Ha ido a verte día tras día mientras estabas en coma, Shadow. Donó sangre para hacerte transfusiones porque sois compatibles.

—...— el mayor se detuvo, apoyándose en el lavamanos. Con la cabeza baja, cerró los ojos, sintiendo como algo le oprimía la garganta y apalizaba su estómago. Suspiró por algunos segundos y continuó con la tarea, terminando de vendarse —. Se lo agradeceré apropiadamente cuando lo vea, tranquila.

—Eso está mejor.

El de ojos carmesíes salió del baño, ya listo para la fiesta. Se puso una chaqueta de aviador y miró a Rouge. Bromista, comentó:

—¿Sabes qué es curioso? Que esta chaqueta no esté en la puerta, como siempre, si no con el resto de mis chaquetas.

—Pff...— Rouge rio, soltando una carcajada —. No podía quedarme de brazo cruzados sabiendo que esa chaqueta se quedaba sin usar.

El mayor se había acostumbrado a ver como la fémina le quitaba prendas de ropa, con la escusa de "a mí me quedan mejor". Shadow la despeinó y abrió la puerta, dejándola pasar. Era hora de ir a la celebración.

El paseo de camino a la casa del azulado y el zorro fue tranquilo. La gente aún jugaba en los parques y los niños corrían de un lado a otro. El mayor los miraba con ternura, de manera casi paternal. Un secreto suyo, que no le gustaba comentar, era su amor por los niños, al igual que su amiga. Por ello, solían quedar en parques o en cafeterías familiares. A ambos les hubiera gustado encontrar a alguien con quien crear una familia, aunque por la naturaleza de su trabajo, era un objetivo difícil.

Tras varios minutos, llegaron al taller de Tails, su casa. Desde la distancia, Shadow pudo ver al azulado, el cual, estaba asomado al balcón. Este, al verlos, se metió corriendo a la casa. El mayor no pudo evitar sonreír. Rouge tocó a la puerta y el dueño del taller les abrió. Todos estaban ya ahí.

Ven a tantas personas felices por su recuperación, hizo que el pecho de Shadow se calentara, feliz por ver que no estaba solo. Tantas caras felices, tantos abrazos, tantos suspiros de alivio... y aún así, lo que más llamó su atención, fue una mirada. Una mirada suave, llena de comprensión y cariño. Una mirada tan familiar y a la vez extraña. Una mirada que llenaba de luz el momento. Sonic lo miraba feliz, a lo largo de la sala.

Shadow caminó lentamente, rodeando la multitud compuesta de sus amigos, intentando acercarse a quien hacía los mismo desde el otro lado. Detuvieron sus pasos uno frente al otro. Sonic fue el primero en hablar, tras unos segundos de silencio.

—Me alegra tanto que estés bien... De verdad.

—Sonic...— lo llamó el mayor, suavemente —. Gracias... por todo.

—No he hecho nada, no más que lo obligatorio en aquella situación.

—Gracias por haberme ayudado. Gracias por haber aparecido esa noche y por hablar conmigo. Gracias por haberme ido a ver cada día.

El menor lo miró a los ojos, con la boca levemente abierta, casi como si le hubieran quitado las palabras de modestia de los labios. Tras unos segundos, sonrió alegre, mirándolo con amabilidad.

—No es nada... Es lo que cualquier amigo hubiese hecho.

—Siempre tan humilde. Déjame agradecerte lo que has hecho, no hace falta que le quites importancia.

El menor retiró su mirada, dirigiéndola a la bulliciosa multitud, la cual estaba ocupada hablando. Algunos jugaban con Cream, otros simplemente se divertían. Sonic volvió a observar a Shadow, con una larga sonrisa.

—¿Quieres subir a mi cuarto a tomar algo con tranquilidad? Sé que no te gustan las reuniones demasiado grandes.

—¿Me propones subir a tu cuarto? ¿A beber? Vaya, y yo que creía que tu dormitorio era un santuario, ni Knuckles entra ahí— bromeó mirando al menor, con una sonrisa lateral, casi burlona.

—¿Entonces no quieres ir?— bromeó de vuelta.

—No he dicho eso— dijo risueño, subiendo las escaleras, aún lento por la herida.

La habitación del menor estaba desordenada, con posters en las paredes y zapatos tirados por todos lados. Shadow rio internamente, mirando el lugar con curiosidad. Siguió con los ojos al menor, el cual abrió una mini nevera y sacó dos latas de refresco. El mayor sostuvo una carcajada al ver que eso era lo "más fuerte" que tenía el contrario en el frigorífico.

Sonic se sentó en la barandilla del balcón, apoyando su espalda en la pared. Abrió la lata y miró como anochecía. El azabache lo acompañó y se apoyó en la barandilla.

—Oye, ¿cómo se siente estar en coma?— preguntó el joven, sin dejar de mirar el sol, el cual desaparecería en poco.

—Frío... oscuro...— respondió el otro, abriendo su bebida, luego lo miró. El sol se reflejaba en sus ojos, era casi hipnótico —. No es una experiencia agradable, si es lo que preguntas.

—¿Eras consciente de lo que pasaba en la habitación?

—¿En la del hospital? No realmente. Oía cosas, pero siempre de una manera muy superficial, con eco y en la lejanía.

—Pensábamos que... que fallecerías.

Recordaba la oscuridad, las voces ahogadas, el frío del lugar, el silencio casi absoluto... Recordaba como alguien lo tocaba... pero ese contacto no solía durar demasiado.

—El doctor dijo que desperté cuando estuve a punto de morir.

—Todos nos despedimos ese día.

Recordaba a alguien llorando... no... recordaba a varias personas llorando. Recordaba el calor de las lágrimas de alguien cayendo en sus mejillas...

—¿Tú también lo hiciste? ¿Tú también te despediste?

—Sí...

Recordaba ese calor que acostumbraba a adornar sus manos, acariciando su rostro, sus hombros, sus brazos... Recordaba ese calor abrazándolo. Ese calor tan parecido al que María le solía dar. Recordaba como ese calor intentaba pegarlo a él...

—Dije una tontería... me alegro de que no pudieras oírme.

—No sabía que podías ser tan sentimental.

Recordaba abrazar a su fallecida amiga, a punto de perecer. Recordaba cerrar los ojos para disfrutar de ese aroma a pasto bosque que traía... Recordaba que María nunca olió de esa manera. Recordaba llorar también en medio del abrazo...

—Soy sentimental.

—¿Entonces? ¿Pretendes no decirme?

—Me da vergüenza...

Recordaba esa voz... Esa suave voz... esa voz que cuánto más la pensaba, menos se parecía a la de María. Esa voz que pudo traerlo de vuelta a la vida con tan solo un abrazo y un par de lágrimas...

—Sonic...

—¿Umh?

El mayor observó nuevamente sus verdes ojos, iluminados por el anochecer. Recordaba tantas cosas... esas manos dándole calor, esa voz hablándole a diario, esas lágrimas acariciando sus mejillas, esas palabras trayéndolo de vuelta a la vida, ese cuerpo abrazándolo. Recordaba, ahora de manera más clara, que María si había cuidado de él. María había puesto a Sonic en su vida. Recordaba su ayuda, sus palabras, sus bromas, su compañerismo, su amistad. Recordaba que Sonic fue el que se despidió de él.

Ese oscuro y frío lugar volvió a tener luz gracias al menor, volvió a dar calor gracias al menor. Era él quien lo acariciaba, era él quien le hablaba por horas, era él quien cada día iba a verlo, era él quien lloro abrazándolo, era él quien se despidió el último.

Era Sonic quien lo devolvió a la vida. Era Sonic el que le dio razones para seguir vivo.

Por qué vio a su fallecida amiga, era algo que se escapaba a su comprensión, pero de algo estaba seguro: ese joven lo apreciaba más de lo que decía. No era lo mínimo, no era por amistad. No era que fuera "sentimental". No, esos actos iban más allá. Shadow era simple, y quizás algo seco, pero no era tonto. Nadie iría día tras día al hospital por un simple amigo o por mera bondad. No, nadie se pasaría horas y horas sentado, hablándole a alguien sobre como le ha ido el día o contándole qué ha cambiado en el tiempo en que esa persona no ha estado. Nadie como el menor se anclaría a pasar la mayor parte de su tiempo en una sala de hospital, esperando. Nadie se iría lejos si le dicen que un amigo a fallecido, dejando a todos atrás.

¿Era realmente solo un amigo para él? ¿Estaba mintiendo de una manera tan descarada?

—"Espero poder verte en muchos años, Shadow..."— susurró, haciendo que el menor le devolviera la mirada, boquiabierto —... Deseabas volver a verme tras la muerte.

—...— el menor no pudo articular palabra. Su mirada cristalizada simplemente admitía que esas eran sus palabras.

—Ya no tienes que esperar para volver a verme.

La noche se alzó, dejando que los ojos de ambos fueran lo único que brillara.