Hashirama estaba tras su escritorio, tan ocupado como siempre con esas labores extra que ser Hokage le trajo, ojalá se hubiese tratado solo de atrapar bijus y hablar animadamente con otros Kages, y no tuviera que ver nada con esa pila de documentos que tenía enfrente. Suspiró, como por vez mil durante lo que apenas llevaba del día; su hermano había estado demasiado ocupado encargándose de ese grupo nuevo de ninjas llamado ANBU, por lo que no podía siquiera hacerle un poco de compañía, y desde que Madara se había autonombrado "comandante de las fuerzas militares de Konoha", tampoco tenía mucho tiempo para compartir con él, de hecho, ahora mismo estaba en una misión. Se resignó, de nada valía quejarse tanto, además, si Tobirama iba, y siempre se aparecía caída la noche, cuando podía finalmente descansar de ANBU, y el no hubiera acabado su trabajo, se lo iba a tener que aguantar con un sermón larguísimo y su tono de "señor perfecto"; aunque claro que Hashirama sabía que si la aldea iba por un buen camino, mucho tenía que ver con el trabajo que Tobirama realizaba, incluído obligarle a él a hacerse cargo de toda la papelería y mantener corta la soga de libertades que le permitían a Madara.
Hace unos días que Madara había tomado a cinco de los mejores ANBU y se los había llevado a una misión de alto rango. Todo el problema que Madara debía enfrentar se resumía a "bestias con cola", y es que a las aldeas parecía molestarles que Konoha se hubiera hecho con ocho de las nueve bestias, antes que agradecieran que Tobirama y Hashirama le habían impedido a Madara tomar su susanoo e ir a Sunagakure a arrebatarles el biju que les hacía falta; todo se había convertido en un gran problema cuando esos tres no se habían puesto de acuerdo, Hashirama quería regalar los bijus como símbolo de paz y buena colaboración entre aldeas, Tobirama quería venderlos, y Madara quería tomar al ichibi de Suna. Al final, Kirigakure había enviado una amenaza de declaración de guerra que Uchiha Madara no quiso ignorar, y que los Senju le animaron a no hacerlo.
Y la misión había sido casi un éxito, Madara y los ANBU habían dejado bastante claro que sería una estupidez atacar Konoha, pero no salieron tan bien librados como esperaron.
Hashirama estaba bien concentrado en su trabajo cuando cinco hombres enmascarados ingresaron en su oficina sin tocar siquiera, traían un saco y dentro una cosa que se movía como un animal salvaje, ellos eran los ninjas que habían acompañado a Madara, Hashirama los contó antes de decir cualquier cosa.
—¿En dónde está Madara? —el estómago le dolió, la cabeza quiso explotarle, la garganta la sintió seca, y los ojos quisieron humedecerse, ¿qué había pasado con su amigo?, ¿había dado su vida por esos cinco ninjas ahí presentes?, ¿estaría herido en el hospital?
—Hokage sama —habló uno de ellos, se notaba nervioso —no sabemos cómo pasó esto.
—Habla ya —Hashirama ordenó, cuando se trataba de su amigo o de su hermano, dejaba de ser ese encantador Senju que todos conocían; luego, miró a los dos ninjas que parecían estar perdiendo la batalla contra la cosa del saco. —¿Qué traen ahí dentro?
—Hashirama sama —dijo uno de ellos, acercándose a él con el saco. —Usted tiene que ver esto.
Hashirama abrió el saco con cuidado, dentro había un niño pequeño que detuvo sus salvajes movimientos apenas sentir la luz que se colaba desde afuera, Hashirama sonrió, ¡qué chiquillo tan salvaje, pero curioso!
—¿Es Madara? —preguntó cuando el niño había volteado en busca de dónde provenía la claridad, ¿cómo era posible tal cosa?
—No sabemos bien cómo sucedió, Hokage sama, veníamos de regreso cuando él quedó inconsciente y luego se convirtió en esto —explicó —los ninjas de Kirigakure lo hicieron, pero no pudimos darnos cuenta.
Con eso dicho, los cinco ANBU decidieron que era una obligación disculparse con Hashirama por haber cometido un error tan desastroso como ese, pero Hashirama simplemente les había dicho que no debían preocuparse, ya encontrarían una solución, y luego, puso toda su atención al niño dentro del saco, que lo miraba muy curioso.
—Hola, Maddy —saludó, ganando más de la atención del niño, como si no la hubiera tenido toda ya —¿estos señores te metieron en ese saco? —preguntó y sonrió un poco cuando él puso una carilla triste —pobrecito, Maddy.
Hashirama no supo si podía reír o debía preocuparse en cuanto Madara comenzó a llorar, era como todo niño pequeño, soltando lágrimas a la primera muestra de que les darán mimos, lo tomó y lo cargó, tratando de tranquilizarle mientras le acariciaba el cabello, era bueno en eso, después de todo había sido el mayor de cuatro hermanos. Después, había despedido a los cinco ANBU asegurando que no debían preocuparse por nada, él se haría cargo de todo.
Una vez solos, Hashirama llamó la atención del niño picando su nariz con un dedo: —di Hashi, vamos, Maddy, di Hashi —pidió, pero el chiquillo no lo complació, sino que solo lo había mirado y luego reído un poco. Hashirama sonrió preguntándose si el pequeño niño en sus brazos podía hablar, no era muy bueno calculando edades, pero podía asegurar que tenía al menos tres años, los niños ya hablaban a esa edad.
Aún estaba ocupado, así que envió a uno de sus ayudantes a comprar helado, porque necesitaba tener a Madara quieto y feliz, mientras él continuaba trabajando. Y funcionó, porque Madara se dejó sentar sobre el escritorio y no molestó por todo el largo rato que le duró el helado de chocolate que le habían llevado, y así, Hashirama logró acabar, al menos, los documentos que Tobirama le había establecido como un mínimo.
Sin embargo, Hashirama no tomó en cuenta algo muy importante: azúcar; y es que apenas acabar el helado, Madara se volvió un niño inquieto que corría de un lado a otro, con la carilla y las manos sucias de helado, mientras amenazaba con ensuciar todo a su alcance. Hashirama no sabía cómo detenerlo.
—Maddy, no —pidió viendo al niño acercarse al sofá y casi tocarlo, Tobirama iba a estar muy enojado si por culpa de un niño tenían que pagar lavandería. —Maddy, vamos a lavarte —pero el niño no quiso, era más divertido correr de Hashirama que dejar que lo limpiaran.
Entonces, Hashirama lo persiguió un rato más, se culpó a sí mismo por ir tras el camino fácil con un niño y luego se preguntó cuánto le duraría el efecto del azúcar a ese pequeño cuerpecillo, si hubiese sido un poco más responsable y no hubiera querido mantener quieto a Madara con helado, no estaría lidiando con un animalillo salvaje.
—¿Qué sucede aquí? —ese era Tobirama, y provocó un suspiro derrotado por parte de Hashirama que pudo escuchar el regaño que le esperaba, incluso antes de que comenzara su sermón. —¿Qué hace un niño aquí, hermano mayor?
—Verás —comenzó Hashirama, pero un pequeño tratando de alcanzar documentos importantes lo desconcentró. —Maddy, no.
Tobirama que no tenía ni un poco de paciencia, sintió que el enojo se hacía parte en su cabeza en ese momento, no solo había un mocoso dándole batalla al inútil de su hermano, sino que ese niño, de alguna forma, era Madara, lo que probablemente significaba que la misión había fallado.
—Madara —Tobirama llamó, usando esa voz seria y áspera que era capaz de doblegar hasta al más fuerte de los hombres, el niño, por supuesto, detuvo lo que hacía y prestó atención. —Suficiente, vamos a lavarte.
El pequeño no protestó, no encontró valor para enfrentarse a un adulto con esa cara de enojado, tan solo obedeció, caminó hacia Tobirama y permitió que lo fueran a lavar un poco.
—¿Qué sucedió, hermano? —preguntó, ambos hermanos sentados sobre el sofá, y Madara sobre el suelo, rayando en unas hojas inservibles que Tobirama le había dado. Por el relato de Hashirama le parecía evidente que los ninjas en Kiri habían usado algún tipo de magia o maleficio. —¿Alguien más sabe de esto?
Hashirama negó: —Los ANBU lo metieron en un saco.
Tobirama rió demasiado por esa información, incluso Hashirama no recordaba haberlo visto reír así desde hacía mucho tiempo, era claro que la idea de alguien echando a Uchiha Madara dentro de un saco era lo más hilarante del mundo. No obstante, Madara, ajeno a la burla en su contra, miró a Tobirama contagiado por su risa, y también rió; Tobirama se detuvo de inmediato, podía ser Madara el que haya estado en esa situación, pero seguía siendo un niño, él no era un imbécil ni un insensible como para hacer que un pequeño se riera de sí mismo.
—¿Qué dibujaste, Madara? —preguntó, ganándose la risa de su hermano, a quien le pareció demasiado dulce la forma en que había detenido su risa, y el niño junto a ellos, le mostró una hoja con muchas rayas y formas irregulares. —Buen trabajo, Madara. —él dijo, Hashirama suspiró, esa no era forma de felicitar a un niño; sin embargo, Madara estuvo orgulloso.
—Hashi —lo llamó, mostrando en alto su trabajo.
—¡Wow!, ¡qué bonito, Maddy! —felicitó, y estuvieron seguros de que Madara no podía estar más feliz y orgulloso.
Así, el niño continuó dibujando en aquellas hojas, mientras el par de adultos conversaba respecto a la situación que tenían e intentaban dar con una solución, pero no era sencillo, ninguno había visto un caso como ese antes, así que no tenían una sola idea de cómo solucionar un problema de esas magnitudes. Miraron a Madara, tan pacífico y dócil dibujando y de vez en cuando mostrando sus avances, y estuvieron de acuerdo en que esa aldea había sido una de las mejores ideas que habían desarrollado, Madara había sido un niño antes, y lo habían obligado, como a muchos, a olvidarse de tener una infancia y convertirse en un guerrero, Tobirama podía recordar con detalle como el mango de su espada era incluso más grande que su propia mano, y pensó que tal vez Madara nunca había tenido quien le permitiera ser un niño y lo halagara por un dibujo sin forma.
—Concentraré todo mi tiempo en encontrar una solución, pero hasta el momento es mejor tener a Madara bajo nuestro cuidado —Tobirama habló —si los Uchiha llegan a enterarse de que Madara es un niño, querrán tomar su puesto como líder de clan.
—Madara los mataría en cuanto se recupere —Hashirama estuvo de acuerdo. —No necesitamos que se desate una guerra entre los Uchiha, conocemos lo peligroso que eso sería.
Entonces, sucede que Hashirama se lleva al niño a vivir con él, muy pocas personas saben lo que sucede, apenas los cinco ANBU y el chico que hace de su asistente, porque necesita llevar a Madara al trabajo y no ser un irresponsable que deja solo a un niño pequeño. A Madara le gusta estar con Hashirama, él es dulce y un alcahuete, y siempre sabe cómo hacer que se divierta; Tobirama no es malo, pero es la voz de la razón, él es quien lo envía a lavarse los dientes y lo hace dormir temprano; pero, eso al final no importa mucho, porque Madara parece quererlos mucho a ambos, o eso es lo que parece cuando corre a abrazar a Tobirama en cuanto llega a la oficina hokage, o cuando se sienta a colorear sobre las piernas de Hashirama, porque se siente seguro allí.
.
.
.
Tobirama ingresa a la oficina de su hermano y sonríe, mirar a Uchiha Madara sentado sobre el regazo de su hermano era la escena más dulce que, estaba seguro, podría contemplar, tal vez solo superada por la sonrisa grande del niño cuando él anunció su llegada, y luego corrió hasta él para abrazarlo, ojalá pudieran disfrutar un poco más del Uchiha en ese estado, se preguntaba si ahora que finalmente había encontrado una solución, Madara podría recordar todo lo que vivió durante ese tiempo, se preguntó si eso mejoraría la relación entre ellos o si haría sentir al Uchiha tan incómodo que nunca quisiera verles la cara de nuevo, se preguntó muchas cosas que dejó que el viento robara, no tenía caso preocuparse por eso, tan solo debía dar a Madara el antídoto y dejar que el tiempo hablase.
