Mirándose frente al espejo, sentado en aquella pequeña silla y tratando de que aquella pieza de plástico tan pequeña fuera suficiente para cubrirlo y evitar que se manchara estaba Lincoln. En realidad no confiaba en ello, por lo que se había quitado la ropa del torso para evitar mancharla, pero aun así podía manchar su piel, lo cual no era nada bueno tampoco pues aquel químico podría generar alguna alergia o incluso roncha en pieles sensibles, como era su caso.
Detrás de él estaba Anna, que con cuidado se ponía aquellos guantes tranparentes que parecían estar hechos de papel y por ello aparentaban ser muy endebles e insuficientes para protegerla al momento de preparar aquel menjurge el cual terminaría por estar sobre la cabeza del castaño. Aquella rutina no era rara para él, debía realizarla cada quince días, muchas veces incluso en lapsos de tiempo más cortos pues su cabello crecía con velocidad y fuerza siendo él aun alguien joven, al menos dentro de lo que cabe.
Anna comenzó a usar aquel curioso peine pequeño para separar el cabello de Lincoln y sujetarlo con un clip, el cual por alguna razón tenía la forma de una gran cucaracha, dejando ver como las raíces de aquel cabello castaño estaban ya muy decoloradas, tan blancas como canas en una persona de muy avanzada edad. A diferencia de lo que debería ser, sus canas eran tan blancas que por su edad realmente no parecían ser canas.
—¿Por qué sigues haciendo esto?— preguntó Anna, sin dejar de retocar aquellas blancas raíces.
—¿Teñir mi cabello?— preguntó Lincoln, tratando de confirmar si entendió a lo que la mujer tras de él se había referido.
—Sí. Me parece un desperdicio. Tu cabello blanco es hermoso, deberías presumirlo, no esconderlo.
—Agradezco que pienses que mi extraño cabello sea hermoso, pero la verdad es otra.
—Estoy segura que a quien sea que le preguntemos dirá lo mismo. Es tan blanco y suave. Has teñido tantas veces tu cabello que ya perdió aquel bonito olor que tenía cuando eras más pequeño.
—Sabes, aunque recuerdo a algunas cuantas personas decirme que mi cabello era bonito cuando era un niño, la verdad puedo recordar a muchísimas más diciendo cosas bastante feas sobre eso, especialmente los niños de mi escuela.
—Los niños son todos unos idiotas, Lincoln. Están aprendiendo, así que para ellos aun es difícil medir sus palabras, son idiotas sin pudor, básicamente. Y sobre todo, seguro que lo decían por envidia. Puedo imaginarte siendo el niño que mas resaltaba en tu escuela por tu bonito cabello blanco. En verdad creo que deberías dejar de teñir tu cabello y volver a dejarlo natural.
—No lo sé, no me convence mucho esa idea.
—Te puedo asegurar que para la mayoría sería genial ver tu color de cabello natural. Blanco como la nieve. Además extraño verte así, te ves muy guapo con el cabello castaño y todo, pero creo que fue mala idea que comenzaras a teñirte el cabello.
—Podría dejar de teñir mi cabello, pero en su lugar tendría que volver a afeitarme la cabeza al ras.
—¿¡Que!? ¡No! De ninguna manera, te veías horrible con la cabeza afeitada, de solo recordarlo me revuelve el estómago.
—¡Oye! No exageres, no me veía tan mal.
—Claro que si, cualquier persona se ve horrible sin cabello sobre su cabeza, es desagradable. Agradezco que los genes de la familia de papá les permitan mantener sus melenas hasta la vejez, odiaría tener que verlo calvo. Es desagradable. Tampoco quiero verte así de nuevo, solo me darías asco de nuevo.
—¿De nuevo?— preguntó Lincoln, algo intrigado— Un momento, ¿es por eso que no me querías hablar cuando Henry me dio el trabajo o me invitaba a comer algo?
—Obviamente, me da asco la gente calva. Sin ofender, Lincoln, pero es algo que siempre me ha parecido desagradable. Y en aquella época debes admitir que no estabas muy presentable. No solo estabas afeitado de la cabeza, estabas también todo andrajoso y sucio. Y ni que decir de cuando dejaste de afeitarte la cabeza, era muy extraño verte con aquellos pequeños cabellos creciendo.
—¡No tenía otra opción, sabes! Era eso o arriesgarme a que me encontraran. ¿Cuántos niños de menos de quince años conoces con el cabello totalmente blanco? No importa cuánto me hubiera alejado, con ese rasgo tan distintivo me hubieran encontrado sin mucho esfuerzo.
—Eso fue hace años, podrías volver a usar tu cabello natural. Legalmente estas muerto para esa familia, ¿no? Ya pasaron más de diez años, fuiste tú el que dijo que eso era lo que debías esperar.
—Puede ser, pero aun así no me siento tranquilo volviendo a usar mi cabello blanco. ¿Qué pasara si por alguna razón me encuentro con alguno de ellos?
—¿Aquí? Estamos a unas 800 millas de Michigan, no hay forma de que el área de búsqueda fuese tan amplia. Y tampoco creo que ellos se esforzaran mucho en buscarte en primer lugar, eran todos unos idiotas.
—Puede ser, pero…
—¡Pero nada! Esas personas no se interesaron por ti cuando eras un niño, y a estas alturas seguro que piensan que ya estás muerto, da igual si están en alguna parte del país, es una tontería que pienses que te los vas a encontrar. Eso no ha pasado ni una sola vez en todo este tiempo ¿Por qué debería pasar justo cuando dejas tu cabello blanco otra vez?
—¿Qué hay de Elisa y Alana?
—¿Qué hay con ellas? Ninguna de esas chicas era tu hermana, da igual si tenían los mismos nombres. Incluso esa chica, Lily, tiene el mismo nombre, ¿no?
—Si— respondió Lincoln, con un suspiro que denotaba su resignación—. Pero es tan… ya sabes. Lily es también rubia, y su edad…
—Bueno, no negare que lo de tu mala suerte a veces me da la impresión de que es mucho más que una anécdota desagradable, pero debes entender que es solo una coincidencia. Nunca la conocí, pero cuando hablabas de esa chica castaña, su edad no coincidía, ¿cierto?
—No, tampoco la edad de Alana o de Leonore. Pero sus apariencias, y su forma de ser.
—Deja pasar eso, Lincoln. Lily es una niña cualquiera, con un bonito cabello rubio y una encantadora forma de ser por lo que me dices. No es tu hermana, ni siquiera tiene el mismo apellido de tu familia— En el espejo, Anna pudo ver el rostro de Lincoln endurecerse bastante ante aquella última palabra, obligándola a corregirse para evitar empeorar el estado de ánimo del castaño—. Digo, de esas personas. Ella no es una de ellos, así como tampoco lo eres tú.
—Pero su apariencia me hace sentir a veces incómodo…
—¿Cómo por qué o qué? Hasta donde recuerdo tu dejaste a esas personas cuando tu hermana era una bebé, no hay forma de que sepas como se vería a esa edad.
—Tenía otras hermanas, ¿recuerdas? No es difícil imaginarme cómo es que se vería Lily teniendo esa edad si la comparo un poco con lo que recuerdo del resto.
—Lincoln, dime cuál es tu nombre.
—¿Qué? ¿Qué clase de pregunta es esa? Acabas de decir mi nombre.
—Tu nombre completo, idiota.
—Lincoln Koller.
—Exacto, de manera legal y con todo lo que eso implica eres parte de mi familia. Hijo de Henry Koller y de Esther Weber, hermano menor de Anna Koller. Nosotros somos tu familia, no esas personas estúpidas, supersticiosas y desobligadas. Déjalos ir, Lincoln.
El semblante de Lincoln pareció mejorar repentinamente, las palabras de Anna verdaderamente estaban surtiendo efecto en el castaño y aunque sabía que aquello no sería sencillo, pensó que dejar ir su pasado sería una buena idea. Ya no había nada que temer después de todo. Incluso podía estar seguro que aquello que dijo Anna era cierto, no podía creer tampoco que esas personas fueran muy comprometidas con el acto de buscarlo después de todo.
—¿Y cómo se llama esa chica?— continuó Anna, esta vez adelantándose a Lincoln al momento de detallar su pregunta, pues sabía que él seguramente le daría una respuesta escueta si no lo hacía— Dime su nombre completo.
—Lillian Johnson.
—Lo vez, ninguno de ustedes es un maldito Loud. ¿Qué es lo que tanto te preocupa entonces?
—Trata de entenderme un poco. Eso fue… lo peor que me ha pasado.
—¿Y qué más da? Ya paso, ya fue. Lo hecho, hecho esta. Deja de enfocarte en lo malo, te recuerdo que gracias a esos idiotas también pudiste conocer a lo mejor que te ha pasado en tu vida.
—¿En serio?— preguntó con cierto escepticismo el castaño, mirando intrigado a Anna a través del espejo— ¿Y qué seria eso?
—No es un "Eso", idiota— reclamó Anna, dando un pequeño pero notable golpe a Lincoln en su nuca—, hablo de un "Alguien". Y por supuesto me refiero a mí misma. En tu vida volverás a conocer alguien tan genial como yo.
—Estoy bastante seguro de que no es para tanto.
—Cállate, idiota. El día que consigas a alguien más genial que yo entonces me tragare mi propia lengua.
—Eso suena tan desagradable que en verdad me gustaría verlo.
—Te vas a quedar con las ganas, obviamente.
Lincoln rio, mientras Anna solamente sonrió. Ella continúo haciendo aquello que el castaño le pidió, pensando en que quizá debería insistir un poco más en decirle a él que su cabello al natural era mucho mejor que aquel castaño. No es que de castaño Lincoln se viese mal, es simplemente que su color natural de cabello era tan único y tan encantador que no había forma de mejorarlo.
La noche en que ella se aprovechó de la inocencia y la bonita actitud servicial que tenia Lincoln, para convencerlo de pasar la noche juntos, recordaba como esa experiencia fue para ella todo menos agradable, y por como vio a Lincoln tampoco debió ser el acto que él esperaba. Lincoln, quizá atormentado por lo que acababa de hacer, quizá culpándose por lo sucedido o quizá recordando algo desagradable, terminó por abrazar a Anna. Ella sintió algo de miedo y sin lugar a dudas también asco y remordimiento por lo que recién había pasado, pero fue incapaz de alejar al chico.
A pesar de que la diferencia de edades no era tan grande, Lincoln actuaba de una forma en que causaba que Anna sintiera debía protegerlo, pero también hacia crecer en ella esa mala conducta que terminó al final por mancillar al pobre chico. Tratando de hacerle sentir un poco más tranquilo esa noche, ella al final terminó por corresponder el abrazo, hundiendo el rostro del chico en su escote, dejándole llorar en silencio mientras ella peinaba suavemente su cabello con sus dedos, percibiendo el agradable aroma de aquella blanca u suave cabellera que pertenecía a aquel que se terminaría convirtiendo en el amor de su vida.
