Prologo

—No…no me mires así, por favor —suplicó segundos antes de que un nuevo gemido se escapase de su garganta e hiciera sonreír a Quinn.

—¿Cómo te miro? —susurró la rubia a escasos centímetros de sus labios, tensando la mandíbula por el esfuerzo que sus brazos tenían que ejercer en aquella postura.

—Haz lo que quieras, Quinn…tócame cómo te dé la gana, rápido o lento, dentro o fuera, puedes hacer lo que quieras conmigo, pero no me mires así, —volvió a sugerir—,haces que me desconcentre.

—¿Quieres que baje?

—¿Y el agua?

—Soy buena buceadora —susurró provocando que su compañera se mordiese de nuevo el labio e imaginase lo que se le venía encima, —además…así no podré mirarte —bromeó.

Y no era poco.

El erotismo en aquella habitación superaba cualquier resquicio de imaginación que pudiese volar hasta una situación como aquella. El olor de las sales de baño, el burbujeo del jacuzzi y una botella de Champagne que a punto estaba de agotarse, creaban el ambiente perfecto para que desinhibirse por completo no fuese complicado, y las obligaba a emprender una nueva locura en el que los jadeos, las risas y los mordiscos, los besos y una lengua ávida que se alimentaba solo de piel, desactivaba por completo la cordura y conseguía hacerles olvidar la realidad que vivían.

—No… no, vamos…ven aquí —tiró del pelo de Quinn con suavidad tras ser consciente de la dificultad que suponía encontrar un placer prolongado si permanecía bajo el agua. La continua interrupción por la necesidad de tener que respirar, estaba haciéndole perder la paciencia.

—¿No querías que bajara? —murmuró recuperando el aire.

—Fóllame Quinn…Olvida los experimentos bajo el agua y fo… ¡mierda!

—¿Qué es eso? —cuestionó eliminando el agua que goteaba por sus cejas y apenas le permitía abrir los ojos.

—Mi teléfono —se quejó.

—No me jodas, y… ¿Qué haces? —cuestionó al ver cómo se disponía a dejarla a un lado y salir del jacuzzi— No pretenderás dejarme así. ¿No?

—¿Tú que crees? Tengo que aceptar la llamada —se excusó saliendo desnuda y completamente mojada de la habitación, ante la perpleja mirada de Quinn, que no tuvo más remedio que darse por vencida, y dejar que sus ganas se esfumaran durante aquellos minutos en los que Spencer ya atendía la llamada.

Concretamente fueron 5 los minutos que tardó en regresar y por entonces, Quinn ya se había tomado el resto de Champagne que quedaba en su copa, y se mostraba pensativa.

—Lo siento, Quinn. Tenía que atenderlo sí o sí.

—¿Quién te llama a esta hora?

—Rick —respondió introduciéndose de nuevo en el jacuzzi.

—¿Y qué quiere Rick ahora?

—Avisarme de que mañana voy a tener una pequeña reunión con él —explicó—. Al parecer vamos a tener una de esas estrellitas de Hollywood en el hotel, y ha enviado un email con todas las cosas que exige. Acaba de hacer la reserva.

—Pues que oportuno, espero que sea alguien importante y merezca la pena, porque no me gusta que me interrumpan cuando estoy en este estado.

—Lo es…

—Ya… ¿Y quién es?

—Ni idea, no ha querido darme el nombre —volvió a acomodarse—. Al parecer llegará en julio, así que supongo que querrá mantener la privacidad para evitar a los paparazis. Ya sabes.

—Pues que oportuna u oportuno…Ya podría haber hecho la reserva de día, como el resto de los mortales, no en una noche como ésta —musitó sin perder de vista el cuerpo desnudo de su acompañante.

—¿Por qué estás tan…asqueada? Te recuerdo que vives aquí gracias a los turistas. Si ellos no vienen, tú no tienes trabajo.

—Quizás por eso estoy así —murmuró—. Estoy algo…cansada, creo que necesito unas vacaciones.

—Vives en el paraíso, Quinn. ¿De verdad necesitas vacaciones?

—Echo de menos el ajetreo de la ciudad. No mucho, pero quizás si empiezo a necesitarlo. Creo que mis próximas vacaciones serán en París…O puede que vuelva a Nueva York. Echo de menos mi café favorito

—Pues no cuentes conmigo —sonrió traviesa —, yo me quedo en la isla y a ser posible para siempre. No necesito nada más de lo que tengo aquí.

—Ya veo —la miró sonriente—. Champagne, jacuzzi y una mujer como yo. ¿Para qué más? —bromeó

—¿Sabes qué? —susurró recuperando su postura y jugueteando con la espuma que flotaba sobre el agua—, empiezo a tenerle cierto apego a esta estúpida fiesta de San Valentín.

—Mmm…No te precipites —respondió Quinn deslizando su dedo índice por el tobillo de la chica—. San Valentín es para los enamorados, y tú y yo no estamos enamoradas.

—Pero lo celebramos igual —musitó alzando la fina copa de cristal— ¿Champagne?

—Sí, por favor —respondió sonriente, acercándole la copa para que pudiese verter en ella el resto que quedaba en la botella—. Pero debes tener en cuenta que esta celebración es solo diversión. Por muchas ganas que tenga de ti, no vayas a pensar que…

—Quinn —removió los ojos interrumpiéndola—, no me voy a enamorar de ti, puedes estar tranquila. Es cierto que hace apenas cinco minutos me tenías en tus manos, pero si no he caído rendida a tus encantos ya, después de todo lo que sabes hacer —bromeó—, dudo que pueda hacerlo porque decida pasar San Valentín aquí, metida en un jacuzzi contigo, bebiendo Champagne y aprovechándome de tu cuerpo y tus ganas de sexo toda la noche.

—Eso suena muy…mal —se excusó la rubia tras dar un pequeño sorbo a su copa—. Aunque a la vez es bastante suculento, y tentador.

—Es lo que hacemos. ¿No? —cuestionó al tiempo que comenzaba a dejar pequeños roces con su pie sobre el costado de Quinn— Aunque el estúpido de Rick interrumpa un momento interesante, somos amigas y nos divertimos cuando nos apetece, nada más. Tu inteligencia emocional no tiene nada que hacer contra mi inteligencia circunstancial. Eres una buena persona, inteligente y divertida, pero más allá de tus perfectos ojos y lo que me fascina tu trasero, poco más voy a encontrar que me pueda cautivar, y lograr que me enamore de ti.

—A veces me pregunto cómo he llegado hasta aquí. No entiendo como soy capaz de soportar tu arrogancia por un simple orgasmo. Esta isla me empieza a agobiar. ¿Lo sabes?

—Un momento…Un momento —dejó la copa sobre el borde del jacuzzi mientras cambiaba de posición y se acercaba a Quinn—. ¿Acabas de decir un simple orgasmo?

—Sí, eso he dicho —musitó con el fino cristal de la copa rozando sus labios.

—¿Simple orgasmo? —repetía al tiempo que le arrebataba la copa de entre las manos— ¿Quinn Fabray me está diciendo que mis perfectos e inolvidables orgasmos solo son simples?

—No he dicho eso —replicó.

—Has dicho que son simples.

—Error —se enfrentó a ella—, he dicho: un simple orgasmo, no que sean simples. No es lo mismo.

—Para mí si es lo mismo.

—Si piensas eso es porque tu inteligencia circunstancial es diferente a mi inteligencia descriptiva —sonrió satisfecha.

—¿Sabes qué? Haces mal en intentar convencerme de algo utilizando mis propias excusas, pero como veo que lo sabes hacer muy bien, te voy explicar cuál es la diferencia.

—¿Me lo vas a explicar? ¿Cómo?

—Pues como te lo debo de explicar para que comprendas en teoría, que no es lo mismo. Que un orgasmo simple es el que llega cuando lo físico se pone en marcha, y es nuestro cuerpo el que nos recuerda que estamos preparados para disfrutar, cuando nuestros músculos se tensan y nuestra percepción sensorial queda completamente anulada, por lo que nuestros nervios internos se encargan de transmitirnos. Sin embargo, un orgasmo Hasting, es cuando tu mente vuela al ver mi cuerpo sobre el tuyo, cuando mi lengua empieza a lamer desde aquí —rozó con delicadeza el cuello de la rubia y comenzó a descender hasta detenerse en el vientre —hasta llegar aquí, y tú te vuelves loca. Un orgasmo Hasting hace que pierdas la cabeza cuando sientes mi aliento y pides, suplicas, ordenas que te bese. Logra que cada uno de estos poros que tan bien saben —se acercó con firmeza al pecho ya jadeante de la rubia para dejar un leve roce con la lengua—, se exciten con mis manos, y tu cadera tiemble buscándome con la intención de tener a alguien como yo, dentro de ti —sonrió traviesa—. Y eso sin contar con lo que mi lengua es capaz de provocar justo aquí. Porque te aseguro que no encontrarás a nadie que haga lo mismo que yo cuando está dentro de tu...

—Spencer —susurró Quinn acomodándose en el respaldo del jacuzzi—. ¿Por qué no mejor dejas de describirlo y me lo demuestras in situ? Tus palabras son demasiado soberbias y haces que se me corte absolutamente todo. Prefiero que me lo demuestres y dejes de hablar.

—¿Eso quieres? —cuestionó con el deseo inundando su mirada mientras su cuerpo se acoplaba sobre el de Quinn.

—Sí…Para eso estamos aquí. ¿No es cierto? ¿Para qué hablar cuando podemos…?

—Cierto… —interrumpió— Aunque por lo que me has dicho esta mañana, quieres que sea la última vez. ¿Estás segura de ello?

—Creo que va llegando la hora de parar todo esto y comportarnos como lo que realmente somos…Como amigas.

—¿Estás segura? —volvió a insistir.

—Por el bien de mi salud mental, sí...Estoy segura.

—Ok…Después de esto, no habrá más —sonrió con sorna—. Ah…Y debes saber que, si tomas esa decisión, tendrás que llevarla a cabo pase lo que pase.

—Lo haré.

—No voy a ceder si vienes a suplicarme por sexo. ¿Entendido? No más después de esta noche —sentenció acariciando el pecho de la rubia.

—Pagaré la condena por mi decisión —susurró centrando la mirada en los labios de la chica y en el pequeño mordisco que llegó segundos después de que su lengua los humedeciera—. Solo amigas.

—Perfecto —murmuró al tiempo que se lanzaba sobre el lóbulo de la oreja de Quinn —, solo amigas.