¡TRADUCCIÓN!

NOTAS DE LA AUTORA —

*Advertencias*

Ligera Violencia Psicológica Infantil, sexo & breve mención de drogas.

*Derechos de autor*

La historia pertenece a: PimpedOutGreenEars.

Phineas and Ferb pertenece a: Dan Povenmire y Jeff Swampy Marsh.


¡Apartamento Vacío!

Capítulo 16. Evita que Rompa las Cosas que Toco

Esa misma noche Phineas yacía en la cama, pensativo. Tocando el pequeño objeto que le había entregado Ferb. Era fácil de entender y, sin embargo, no pudo probarlo.

Después de la cena, se había ido directo a su habitación. Dibujo algunas cosas nuevas. Había pasado un tiempo en el que se sintió cómodo dibujando.

La gente solía pensar que era un hobbit raro; más lo pensaban al entrar a la habitación y ver los planos esparcidos por las paredes. Solía guardar todos sus inventos en un libro, pero al final terminó sin espacio. Había cientos de ellos , quizá incluso miles. Phineas había perdido la cuenta hace mucho tiempo.

Nadie lo entendió. Algunos —como su madre—, pensaron que era una fase, pero él estaba por completo seguro de que ella se había dado cuenta de que no era así. Se sintió culpable de que no lo fuera.

No era una vista favorable para las demás personas. Si hacemos una comparación, era una habitación donde podría residir un asesino de una película de terror, con recortes de periódicos de todos sus crímenes, planes sobre que hacer a continuación y los horarios de las víctimas. Un desorden total. Así de loco se veía.

Sus amigos ya casi nunca entraban a la habitación. No estaba seguro si había dejado de invitarlos por la forma en que lo miraban o solo ellos dejaron de entrar al alcoba.

Isabella estaba asustada por todo el asunto. Trato de actuar como si no fuera así, pero era tan transparente para él. Ella pensó que tenía una obsesión. Las obsesiones nunca fueron buenas. Eran como las drogas.

Cuando Ferb entró a la habitación, espero una respuesta similar. Espero que el más alto hiciera un comentario sarcástico y lo mirara como si fuera un loco, pero en cambio, en el momento en el que Ferb lo felicito…

Deseo fundirse entre sus brazos.

Era la única forma de describir el sentimiento. Quería aferrarse al británico y jamás soltarlo. Nadie había dicho nada positivo sobre sus inventos. Su madre dejó de elogiarlos cuando comenzó la escuela preparatoria.

Pero Ferb estaba impresionado. Él se dio cuenta que no eran simples dibujos. Que eran invenciones que en teoría funcionarán una vez construidas.

Lo comprendió, y Phineas había querido decir tanto, pero la mudez pudo mejor con él. Ferb no era el tipo que acepta abrazos. Ni siquiera quería al pelirrojo cerca. Pero tal vez eso había cambiado. Se quedó y toco la guitarra con él, además, arreglo el fregadero. Le había mostrado a Phineas como funcionaba un soplete.

Quería que el otro lo quisiera cerca. ¿Como no anhelarlo después de hoy?

Por supuesto, sabía que no debería tener a Ferb en su vida en absoluto. Se asustó cuando su madre miró a Ferb como si lo conociera. Por un momento pensó que ella había descubierto que el peliverde pasaba sus horas libres en Turnpike. Linda no querría que se relacione con alguien asi.

Jamás debía descubrir que Phineas se había entregado a alguien así. Alguien que era un completo extraño. Alguien que no era su hermosa novia de tres años.

Se rascó el hombro.

Estaba tan cerca de arruinar las cosas, o al menos, empeorarlas. Ya había devastado lo suficiente a su madre y hermana. Arruinar la vida de Isabella solo sería la guinda del pastel que lo envenenó.

Phineas no quería lastimar a nadie, pero de alguna manera siempre se las había arreglado, incluso a la temprana edad de tres años.

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«Phineas estaba parado en lo alto de las escaleras mientras su madre y padre discutían de nuevo.

Se trataba de él. Siempre se trataba de él.

¡Te estoy diciendo que le pasa algo!

¡No, no tiene nada! ¡Tiene tres años! ¡Actúa igual que cualquier niño de esa edad!

¡Claro que no! Hace dibujos raros, no entiende nada de lo que decimos, ¡y prefiere sentarse en un rincón antes que jugar con los otros niños. ¡No es normal!

La ira era palpable en el aire, sin ninguna duda. Pero Linda no daba tregua alguna.

¡Eso no significa nada! —lo defendió.

¡Claro que sí! ¡Es un retrasado, Linda! ¡No es como los otros niños! ¡Es estúpido! —grita.

No llames así a nuestro hijo...

Pero antes de terminar la oración de reclamo, es interrumpida.

¡Ni siquiera lo quería! ¡Te dije que no quería otro bebe! ¡Ni siquiera debería de estar aquí!

Él es nuestro hijo…

¡No me importa que lo sea! ¡No quiero pasar el resto de mi vida tratando de fingir que es normal!

Estaba sin duda indignada por el comportamiento de su esposo.

¡No le pasa nada!

¡Si le pasa! ¡Hazle una prueba! ¡Hazle una jodida prueba! —grito levantando las manos al aire.

¡No debería tener que pasar una prueba para ganarse tu amor! ¡Deberías amarlo porque es tuyo! —grito acercándose al hombre.

¡Pues yo no, Linda! ¡No puedo hacer esto! ¡Haz que lo examinen para que al menos podamos aprender a tratar con él! —vociferó.

¿Cómo… lidiar con él? —siseo.

Si. Eso es lo que haces con los niños como él, Linda. Lidias con ellos —dijo con voz exasperada.

Si quieres ponerlo a prueba, hazlo. Pero yo quiero el divorcio —dijo entre lágrimas.

Cuando descubras que tengo razón, cambiaras de opinión —sentenció el hombre antes de salir de la sala y la puerta principal.

Una vez que estuvo afuera de la casa, Linda rompió a llorar y se dejó caer al suelo.

Phineas era joven, pero sabía lo que significaban la mayoría de las palabras. No lo querían, era estúpido y no era normal. Al menos según su padre.

Detuvo las lágrimas que habían estado cayendo como surcos en el rostro y bajó las escaleras lentamente. Ya abajo, se acercó a donde su madre estaba llorando y la abrazó.

No llores mami —susurro.

Ella miró hacia arriba, vio al niño pequeño y comenzó a devolverle el abrazo.

Mamá está bien, Phineas. Papá fue a buscar a Candace a la escuela —lo sostiene tratando de ocultar las lágrimas.

Él sabe que no es verdad, pero aun así la abraza más fuerte.

Sabes que mami te ama, ¿Verdad Phineas? —lo aleja de ella para mirarle directo a los ojos.

Phineas asiente mientras limpia las lágrimas de su madre con sus pequeñas manos.

Yo también te amo.

Trato de encontrar las palabras correctas para la mente de un niño de tres años, pero no llegaron. Pronto Linda lo cargo y mencionó que tenía unos mandados que hacer. Es lo que siempre hacía después de pelear con su padre.

Así que lo llevo al auto, lo aseguro en el asiento elevado para poder ir de compras.

Sin embargo, la pelea no terminó ese día.

Poco tiempo después, Phineas fue con su madre y padre a hacerse una prueba —llamada por su madre— con la descripción: "aquella que todo niño debe hacerse".

Puras mentiras.

Cuando llegaron a la institución donde tenía que realizarse dicha prueba, una bella mujer morena se presentó a la familia como la Sra. Janet. Candace se había quedado con sus abuelos ese día. Cuanto deseo haberla podido acompañar.

La Sra. Janet le dijo a Phineas que no se preocupara ya que solo estaban ahí para jugar y hablar un rato. Antes eso; intento fingir tranquilidad, pero por dentro estaba aterrorizado. Sabía que la prueba era de gran importancia, y con justa razón no sabía si fallaría. Ni siquiera sabía que es lo que se supone que tendría que demostrar.

Fue con ella, hablaron, jugaron e hicieron algunas otras cosas. Todo eso durante casi una hora antes de que regresara junto a su familia con una sonrisa en el rostro.

Vamos a sentarnos todos —señaló a los padres.

Se habían puesto de pie a su llegada, pero se sentaron nuevamente. Phineas y la doctora se sentaron enfrente de ellos en una mesa redonda.

Entiendo porque lo trajeron, pero no es lo que piensan —dice con una gran sonrisa—. Es extraordinariamente inteligente para su edad. No presta mucha atención porque se aburre con facilidad. Por eso también no interactúa de la manera que se espera que actuaría un niño de su edad. Está en un nivel mental completamente diferente. Tal vez ese sea el problema principal por el cual le es difícil conectar.

¿No le pasa nada? —el padre preguntó, queriendo aclarar.

Nada en absoluto. Es más, podrían inscribirlo en el jardín de niños el año que viene. Normalmente no lo recomiendo, pero si quisieran, podríamos hablar de ello.

¿Qué pasa con lo que dibuja? —pregunta nuevamente.

Es una salida creativa. Está aburrido, dibujar le permite hacer algo que considera más complejo —explicó.

Gracias Sra. Janet —hablo Linda antes de que su esposo lo hiciera.

De nada. ¿Tienen alguna pregunta antes de irse?

No. Lo ha cubierto todo —dice poniéndose de pie y dándole una sonrisa forzada a la mujer.

En respuesta, le sonríe para después voltearse a ver a Phineas.

Fue un placer conocerte Phineas. Eres muy brillante, espero que lo sepas.

Era la primera vez que alguien le decía algo así. La primera vez que alguien lo hacía sentir inteligente, o incluso normal. El la abrazo, ella solo rió y le dio unas palmaditas en la espalda antes de enviarlo con sus padres...»

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Phineas no recordaba mucho más allá de eso. Lo único que puede decir es que su madre cumplió su palabra y había solicitado el divorcio. Su padre dejó de amarlo después de la prueba, si es que alguna vez lo había amado. Fue echado de casa por su madre, pero estaba seguro que eso solo lo dijo para aminorar el golpe.

Eventualmente su padre se habría ido de todos modos. No habría podido tratar con Phineas durante dieciocho años. Ni siquiera protestó cuando Linda lo corrió. Parecía casi aliviado cuando vino a buscar sus cosas.

Era su culpa de que su padre se fuera. Era culpa suya que su madre no tuviera marido y era culpa suya que su hermana no tuviera padre. Su padre dejó de contactar a Candace un año después del divorcio, a pesar de que siempre demostró amarla más que a nada y nadie. Su niña. Si, era culpa de Phineas de que ya no estará.

Phineas siempre miraba hacia el pasado, pensando en que manera pudo haber impedido que su padre se fuera. Se preguntó si hubiera sido como los demás niños, tal vez su padre no se habría ido. Algo dentro de él quería creerlo.

Que ingenuo.

No importa si hubiera sido normal o no, aun así, su padre no lo habría querido. Aun si su madre no hubiera echado a patadas a su padre, las cosas nunca hubieran funcionado.

La única forma en que las cosas hubieran resultado diferentes era si su madre lo hubiera abortado como su padre tanto quería, y esa no era una decisión que Phineas pudiera haber tomado.

El no nacer, sería más beneficioso para su madre y hermana.

Es por eso que se esforzó tanto en hacerlas felices. Nunca les dijo lo mal que se sentía por la partida de su padre, pero hizo todo lo posible para intentar llenar el vacío.

Fue de compras de antigüedades con su madre, limpió la casa o cualquier cosa que se le ocurriera para facilitarle el día. Rara vez —si es que alguna vez— le pedía algo, la mayoría de sus pertenencias las había obtenido sin decir ni una palabra. A menudo se sentía culpable por lo mucho que recibía.

De la misma forma haría cualquier cosa por su hermana. Organizó sus fiestas de cumpleaños, se ofrecía como chivo expiatorio cuando ella hacía algo mal y, en una ocasión, hizo su tarea de matemáticas.

Quería desesperadamente compensar las cosas que habían perdido por su culpa.

Estarían tan avergonzadas si supieran lo que había hecho con Ferb. Nunca volverían a mirarlo de la misma manera. Su madre incluso podría pensar que fue algo que había hecho mal en la crianza, y no, eso no era así. Realmente creía que tenía la madre más cariñosa del mundo.

Por eso nunca debían saber nada sobre el chico británico.

Mientras miraba el soplete que aún tenía en las manos, quería sostener ese pensamiento, pero estaba empezando a quebrarse.

El estrés y la ansiedad de tratar de mantener el acto de ser perfecto, era agotador. Cuando estaba con Ferb todos esos pensamientos, se desvanecen. No hubo presión alguna. A Ferb no le importaba.

El sexo había sido increíble, lo había calmado. Todavía recordaba la sensación de las manos del peliverde acariciándole. La forma en la que se dejaba llevar y dejarse fluir en lo que quería con alguien que no lo juzgaría por desearlo.

Ferb tenía un aire a su alrededor en el que Phineas quería ahogarse. Ferb no tenía emociones, era estoico y su alrededor, no le importaba. Phineas deseaba poder sentirse así.

Se sentía asi cuando estaba con Ferb, cuando lo penetraba y le clavaba las uñas en la espalda al contrario en lugar de su propia piel. Estaba nervioso la primera vez, pero lo anhelo tanto.

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«Phineas había tomado un autobús hasta la taberna de Turnpike. Le había dicho a su madre que se iba a quedar con Django Brown, un amigo al que no veía lo suficiente como para cuestionar como le fue en la velada, a diferencia de Baljeet o Buford, con quienes hablaba con frecuencia.

Mentir no fue nada agradable, pero no se arrepentía. Necesitaba esto. No sabía el porque, pero de que lo necesitaba, lo necesitaba.

Ya había dado el primer paso al tomar pastillas del frasco de relajantes musculares que estaba en el gabinete. Habían pertenecido a su hermana hace algunos años cuando ella se lastimó al caer de un caballo. Los uso porque su espalda seguía tensándose justo después del accidente, aunque la molestia no duró demasiado para acabarse la botella. Esperaba que hicieran que su cuerpo estuviera más relajado para lo que sucedería más tarde.

Entró en la taberna y apareció dentro de una cortina de humo. Casi se atragantó, pero se mantuvo firme. Tenía la certeza de que estaba buscando a un británico de cabello verde, lo que parecía bastante fácil, pero necesitaba asegurarse de que el hombre lo deseara.

Miró a su alrededor por un rato, pero no vio a alguien parecido. Estaba frustrado y quería encontrarlo antes de que desaparecieran los efectos de las drogas.

¿Estás perdido? —preguntó una voz detrás de él con un marcado acento británico. La voz era áspera y tenía un poco de diversión.

Cuando Phineas se dio la vuelta, encontró exactamente a quien estaba buscando. El hombre era tan hermoso como la mujer rubia le había dicho que era. La cabellera espesa era de un color verde oscuro, la cual se detenía justo por encima de las cejas, una de las cuales estaba levantada en cuestión. Las iris eran de un color azul sorprendentemente opaco, y las perforaciones en la oreja eran todas plateadas. La nariz tenía forma de gancho y parecía que se había roto antes. Phineas supuso que el tipo medía al menos seis pies de altura, tal vez un poco más. Parecía de compresión fuerte.

Phineas leyó su rostro y lenguaje corporal en segundos.

Si —los nervios casi le ganaron al hablar, pero con rapidez cambió su voz a una más baja y ronca—. Estoy buscando a alguien que me lleve a casa.

Sonrió—. Me encontraste.

Phineas se dio cuenta de que el británico había quedado impresionado con la frase, o al menos divertido.

¿Condujiste? —pregunto.

No —respondió con honestidad.

Asintió antes de indicarle que lo siguiera. El pelirrojo salió de la autopista de peaje detrás de Ferb y lo siguió hasta su coche, donde espero a que le abrieran la puerta. Ya abierta, entró y se sentó.

El lugar está a cinco minutos —dice mientras arranca el auto.

Para Phineas cinco minutos nunca habían sido tan largos. Mientras iba en el auto, se miró la mano donde todavía tenía el anillo de plata en el dedo.

Estaba a punto de tirar una promesa por la ventana.

Ella se merecía algo mejor, él no debería estar haciendo esto. No debería querer estar haciendo esto.

¿Qué rayos estaba haciendo?

Se rascó el hombro mientras lo pensaba. Necesitaba hacer esto. Había llegado tan lejos. Lo necesitaba. Comenzaba a desmoronarse. Solo necesitaba sacar esto de su sistema y para eso solo tenía que recurrir a una cosa.

El hombre estacionó el auto mientras el aun intentaba convencerse de la situación.

¿Estás seguro? —el peliverde le preguntó una vez que el auto estaba estacionado frente a un complejo de apartamentos.

Si —respondió como si hubiera sido la decisión más fácil que había tomado.

Ferb se encogió de hombros y salió del coche con el pelirrojo haciendo lo mismo. Mientras entraban al edificio, Phineas comenzó a preocuparse más. Aun así, de todos modos, siguió al contrario por las escaleras hasta el apartamento. Abrió la puerta y Phineas entró detrás de él.

El peliverde se quitó los zapatos y el otro hizo lo mismo antes de mirar al más alto. Parecía estar esperando a que Phineas cambiara de opinión.

Pero él ya estaba ahí. Iba a hacerlo.

El chico británico abrió la boca para hablar, pero Phineas lo interrumpió uniendo sus labios a los suyos. El inglés soltó un ligero grito de sorpresa, pero con rapidez comenzó a devolver el beso.

Phineas beso a Isabella muchas veces en el pasado, pero no era nada comparado a besar a Ferb. Sus labios no eran tan gruesos y no era tan lento en las cosas. A los pocos segundos, el peliverde tenía su lengua deslizando contra la del pelirrojo.

Phineas presionó sus labios con más fuerza contra el peliverde, obteniendo como respuesta unos brazos alrededor de él y acercándolo hacia el cuerpo del otro. Envolvió una mano en la cabellera verde y la otra la colocó alrededor de su cuello.

Apretaban los cuerpos con brusquedad y Phineas soltaba pequeños gemidos al frotar su ingle contra la pierna de Ferb.

Cuarto —dijo el británico alejándose del pelirrojo para poder llevarlo al dormitorio.

Phineas volvió a conectar ambas bocas y caminaron hacia la habitación. Tropezó un poco mientras empujaba a Ferb, pero a los pocos segundos el peliverde estaba abriendo la puerta del dormitorio. Estando ya adentro, el más alto cerró la puerta con el pie.

Mantuvieron los labios unidos mientras llegaban a la cama. Phineas empujo a Ferb hasta que el cayó en la superficie esponjosa. Los dos se besaron con ansias, y el pelirrojo se sentía más cómodo a medida que avanzaban.

Durante el beso, Phineas se pudo dar cuenta de que nunca se había sentido tan desesperado. Nunca le gustó tanto como cuando estaba con Isabella. Le encantaba la sensación de las grandes manos de Ferb cuando estas se metieron debajo de la camisa y comenzaron a quitarla. Phineas se sentó y se quitó la prenda mientras aún seguía a horcajadas sobre el chico británico.

Quería esto, pero no sabía cuanto.

Sus manos fueron a la camisa del más alto y la subieron solo para que Ferb terminara que quitarla en segundos.

Phineas quería gemir al ver debajo de la camisa de Ferb. Tenía unos perfectos abdominales y sus hombros eran tan anchos como había pensado que eran.

De inmediato comenzó a besar el pecho del peliverde, algo que jamás había hecho antes. Durante toda su relación con Isabella fueron tres veces en la que le quitó la blusa, pero siempre le decía que deberían dejarlo para después. La excusa para esos momento era porque le ponía nervioso, pero en realidad era porque no podía hacerlo.

Mientras lamía los pequeños surcos entre los abdominales de Ferb, podía sentir que los jeans se apretaban aún más de lo que ya estaban. Nunca se había sentido tan atraído por nadie.

Los ruidos de placer que salían de la boca de Ferb tampoco ayudaban. Esos gruñidos que soltaba cada vez que Phineas hacia algo bien, lo estaban volviendo loco.

El pelirrojo bajó las manos y comenzó a desabrochar los jeans del otro, sin apenas pensar en lo que estaba haciendo. Fácilmente desabotono la prenda y luego bajó la cremallera del hombre más alto.

En ese momento, Ferb lo apartó lejos de él para poder quitarse los pantalones y boxers. Luego se subió encima de Phineas y comenzó a besarle el cuello mientras sus ágiles dedos trabajaban rápidamente en sus pantalones.

Los pantalones y boxers se desprendían de un tiro, estremeciéndose por completo. Ambos estaban enteramente desnudos.

Ferb apretó su posición en cuclillas contra la de Phineas y el pelirrojo dejó escapar un fuerte gemido. Tiro del peliverde hacia abajo para volver a pegarse a él.

Las mordeduras en su cuello comenzaron a volverse más ásperas, por lo que Phineas volvió a levantar su rostro hacia él; no estaba tan ido como para dejar que Ferb le dejara alguna marca. A Ferb no pareció importarle mientras deslizaba su lengua de nuevo a la boca del más bajo.

Mientras continuaban chocando el uno contra el otro, Phineas pasó las uñas por la espalda del peliverde. Ya estaba cerca de correrse.

Ferb se apartó, lo que provocó que Phineas se quejara en señal de protesta.

Abrió el cajón de la mesita de noche junto a su cama, sacó un condón y una botella de lubricante. Phineas sabía para que servía el lubricante por la investigación que había hecho antes de tomar la decisión de venir a Turnpike.

Nunca has hecho esto —fue directo y sin tacto. Phineas no estaba seguro de si estaba contento de que el británico lo supiera, o avergonzado de que fuera tan fácil predecir.

Si —respondió.

Asintió—. ¿Cómo quieres hacerlo?

Phineas no tenía idea a que se refería.

¿De espaldas o hacia a mí? —volvió a preguntar.

Oh… uh… —ni siquiera lo había pensado para ser honesto, pero no creía que pudiera soportar mirar hacia a la pared durante el acto. Necesitaba distraerse—. De frente.

Ferb asintió de nuevo. No parecía importarle de ninguna manera. Estaba más preocupado en ponerse el condón.

Agarró la almohada de la parte superior de la cama y le indico a Phineas que levantara la cadera, colocando así la almohada debajo de ella.

Abre las piernas lo más que puedas. Te voy a estirar. Relájate —Phineas obedeció de inmediato.

Phineas investigó un poco y sabía un poco sobre lo que estaba haciendo. Respiro hondo y calmó los temblores de su cuerpo mientras que Ferb se ponía lubricante en los dedos. Esperaba que los relajantes musculares valieran la pena.

Cuando Ferb puso el dedo índice dentro de él, permaneció en completa tranquilidad. El dedo se deslizó con facilidad. Miro a Phineas para calibrar su dolor, pero el pelirrojo solo sonrió como si la intrusión no le molestara.

Comenzó a mover el dedo dentro de él, pero aun así el más bajo permanece relajado. No sabía como lo estaba logrando, incluso con la ayuda de las drogas. Una parte de él se sentía desconectada de lo que estaba sucediendo, pero la otra parte lo estaba disfrutando tanto que no quería detener los movimientos del británico.

Añadió otro dedo y aun así el pelirrojo se obligó a permanecer relajado. Ferb pareció perplejo por un momento, pero pronto comenzó a tijerear con los dedos dentro del cuerpo más pequeño.

Phineas estaba acostado, relajado y disfrutando como Ferb empezó a golpear su próstata, lo que causó que apretara y gimiera ante la sensación. Rápidamente relajo su cuerpo de nuevo, solo para que el peliverde tocara ese punto dulce un sin fin de veces.

¡Dio… s! ¡Otra vez! —gimió mientras arqueaba la espalda.

Sonrió antes de inclinarse y llevarse el lóbulo de la oreja del pelirrojo a la boca. La combinación del mordisco en la oreja y el aliento caliente que lo rodeaba lo hizo temblar. Incluso apenas noto el tercer dedo golpeándolo en ese mismo punto.

Hazlo… ¡Hazlo ahora! —grito, pareciendo más como una demanda que una petición.

Dispuesto a obedecer, quitó los dedos, provocando que Phineas gruñera de frustración. Se alineó con la entrada del más bajo antes de levantar la cabeza para mirarlo.

No hay vuelta atrás —advirtió.

Phineas deslizó sus manos hacia la parte baja de la espalda de Ferb y tiró de él bruscamente. El británico se sorprendió y el jadeo que soltó lo demostró. No es que a Phineas le importara; estaba demasiado ocupado tratando de meter a Ferb tan profundo dentro de él como fuera posible.

Estando por completo dentro de él, el pelirrojo dejó de empujar por un momento y sonrió. Estaba sintiendo puro éxtasis. La sensación de estar lleno se sintió mejor de lo que Phineas podría haber imaginado. Sintió que todos los planetas del universo se habían alineado solo para él en ese momento.

La ligera risa de Ferb lo sacó de su trance.

Joder, me encanta el entusiasmo —dice antes de comenzar a moverse en un ángulo que le permitía golpear la próstata de Phineas en cada embiste.

Phineas apenas podía pensar cuando el chico más alto empujó dentro de él, pero su cuerpo de alguna manera descubrió como ponerse en ritmo con el hombre. Sentía que iba a correrse, y apenas había comenzado. El falo de Ferb lo estaba estirando tanto como podía, pero todavía no se permitía sentir ningún dolor. Lo único que podía sentir como su centro del placer era tocado y la forma en la que la mano del peliverde se había levantado para acariciar su miembro.

Era como sentir un millón de emociones a la vez. Phineas miro hacia arriba para ver el semblante de Ferb.

El sudor estaba goteando de su frente mientras entraba y salía del pelirrojo. Parecía que estaba tratando de concentrarse con los párpados cerrados con fuerza, pero no estaba teniendo tanto éxito. Parecía sentirse tan bien como Phineas.

Al sentir la mirada del pelirrojo, Ferb abrió los párpados y lo miró. Phineas; sin poder contenerse, dispara su esperma por todo el estómago del peliverde. Antes de que terminara de correrse, comenzó a apretarse alrededor de Ferb, incapaz de mantener el control de su cuerpo a través de las oleadas de placer que estaba sintiendo.

Las paredes del pelirrojo apretando alrededor de Ferb, alteraron el organismo del peliverde de maneras imaginables. Phineas se preguntó vagamente como se sentiría la corrida contra sus paredes sin la barrera del condón. El pensamiento no duró mucho mientras supera su orgasmo con Ferb embistiendo superficialmente contra él.

Cuando ambos orgasmos terminaron, Ferb se apartó con suavidad del pelirrojo. Phineas casi le rogó que no se retirara todavía. En el segundo que el más alto salió, quería recuperar la sensación de plenitud.

Se apartó de él y se sentó para agarrar el paquete de cigarrillos del alféizar de la ventana. Phineas vio como Ferb encendía uno; tratando de recuperar el aliento, observó como el peliverde llenaba sus pulmones de humo.

Phineas lo vio inhalar y exhalar, observando la forma en que su respiración parecía equilibrarse mientras la suya permanecía rígida. El pelirrojo trató de hacer que su cuerpo dejara de temblar, pero al parecer él mismo decidió que ya había escuchado lo suficiente por hoy.

Aun acostado en la cama, viendo fumar al hombre desnudo, la cabeza se le comenzó a aclarar.

Estaba en la cama de un extraño, viendo a dicho extraño fumar, después de haber tenido relaciones sexuales con dicho extraño. El pensamiento le hizo mirar abajo, solo para notar el anillo que estaba en su dedo. Ojalá se lo hubiera quitado, pero ¿algo habría cambiado? Un anillo solo era un anillo, independientemente de lo que representara. Y Phineas había roto la promesa que le había hecho a Isabella en el segundo en que puso una mano sobre Ferb.

Cuanto más tiempo permanecía en la cama, se sentía mucho peor. Comenzó a rascarse el hombro mientras se sentaba en la orilla de la superficie suave.

¿Necesitas que te lleven? —pregunto el británico. Cuando Phineas le devolvió la mirada, trató de aspirar el aire de calma que parecía invadir al hombre más alto.

No, estoy bien —dice mientras mira hacia el otro lado y comienza a ponerse la ropa.

Sintió los ojos de Ferb mirarlo mientras se vestía y caminaba hacia la puerta.

Gracias —dijo antes de abrir la puerta del dormitorio del peliverde.

Ferb solo asintió con la cabeza en respuesta.

Con prisas, Phineas agarró sus zapatos en la puerta principal y salió del apartamento. Había un millón de emociones corriendo dentro de su mente. Se sentía culpable, sucio, pero sobre todo avergonzado. Porque a pesar de sus sentimientos, había disfrutado de lo que acaba de suceder. No cambiaría nada si pudiera. Pero más que nada, se avergonzaba de que ya estaba tratando de pensar en una manera de hacer que sucediera de nuevo.

Mientras se dirigía a la parada de autobús al final de la calle, solo esperaba poder evitarlo de alguna manera...»

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Se había roto y regresó con Ferb una semana después.

No podía defraudar a su familia, amigos ni a su novia. Pero no podía soltar al británico, ya lo había demostrado. Estaba comenzando a perder el control, y Ferb podía salvarlo.

Tenía que mantenerlo cerca. Y de alguna manera tenía que hacer que el otro quisiera quedarse.

Ya no había marcha atrás, ya no quería volver atrás. Antes de lo de Ferb, había perdido la capacidad de mantener la calma. Casi estuvo al borde de una crisis nerviosa, hasta que conoció la paz con el peliverde.

Miro el soplete que tenía en la mano.

Ferb puede hacerte feliz.

Se estaba convirtiendo en algo más que mantenerlo con calma, en algo peligroso. Pero la atención de Ferb se sentía bien, al igual que su cuerpo y las palabras que fluían de su boca sonaban tan perfectas que cualquier otra palabra que hubiera escuchado antes.

No importaba el porque. Phineas sabía lo que quería —necesitaba— en ese momento, y ese era Ferb. Encontraría la forma de que el otro también lo deseara.

Mientras se sentaba con el soplete, pensó en el chico de acento británico. Ferb era mejor que cualquier sueño que pudiera tener esa noche.


NOTAS DE LA AUTORA —

Aquí estamos de nuevo, con un capítulo más candente que el otro y con un Phineas muy closetero. Y el Phinerb va a estar potente a partir de ahora 7u7r

Se que en el capítulo anterior dije que la relación entre Phineas & Ferb iba a evolucionar… ¡Pero la verdad no me canso de decirlo! ¡Aaaaaaahhhhhh!

Estos dos van estar tan uuuffff :3

En fin, espero leernos pronto. No les prometo nada ;)

Besos y abrazos, mis amores.

Historia Original:

En mi perfil :3

¡LolitaMick14 fuera, paz!