¡Actualización de la semana! Admito que este es uno de los capítulos que más me ha divertido escribir. Tome como inspiración la fiesta de tercera clase de la película de Titanic.

Dormir en un barco es peor de lo que Jill hubiera esperado, si a eso sumaba el reducido espacio, y que tenía que compartir su camarote con Ronald.

Además, el rubio shinigami seguía insistiendo en que llevara a Sebastian al bar de segunda clase, por un momento pensó que sería importante, pero todo termina en una ridícula competencia entre el demonio y el shinigami, teniendo como consecuencia algo que Jill jamás había esperado ver en su inmortal existencia… un demonio ebrio.


Capítulo 33 - Ese mayordomo… ¿Ebrio?

Despertó mareada, jamás había dormido antes en un barco, y estar en las cubiertas inferiores no ayudaba nada, le desagradaba esa sensación, además estaba el leve murmullo de los motores dos cubiertas más abajo, que llegaba hasta sus oídos. Observo el camarote, Ronald no estaba ahí, pero su cama estaba toda revuelta, señal de que al menos había ido a dormir en la madrugada, además había una nota en ella.

— "Te espero en el bar después de la cena, no olvides traer al mayordomo contigo" — leyó en voz baja — ¿Pero que pretende este idiota? — suspiro vistiéndose

Observo los vestidos sobre la litera desocupada, tenía que llevarlos de regreso con Madame Frances, pero sabía que, si subía, no la dejarían escapar de ahí en todo el día. Se resignó, no es que tuviera algo mejor que hacer, tomo las prendas y salió del camarote para dirigirse a la cubierta de primera clase.

No le fue difícil encontrar el camarote de la marquesa, había pasado tanto tiempo en primera clase, que lograba recordar el camino, además pudo engañar fácilmente a los oficiales para que la dejaran entrar a la cubierta de primera clase, ya que la confundieron con una sirvienta.

Llamo un par de veces a la puerta del camarote, el ama de llaves de Lizzy atendió de inmediato, invitándola a pasar, tomo las prendas ella misma, y la llevo ante la presencia de los marqueses, Ciel estaba con ellos también.

— Buenos días, Lady Sutcliff — la saludo el marqués animadamente

— Buenos días, marqués Midford — le respondió Jill — Buenos días, marquesa — la saludo, Jill pudo notar la mirada de la mujer sobre ella, era obvio que no le agradaba que vistiera sus ropas habituales, aunque llevara la falda, y menos que estuviera vestida así en la cubierta de primera clase.

— ¿Nos acompaña a desayunar, Lady Sutcliff? — le pregunto el marqués — llega justo a tiempo

— ¡¿Eh?! — exclamo confundida, estaba tan concentrada en las expresiones de la marquesa que no había puesto atención del todo

— Nos acompañarás ¿Verdad? — le pregunto Edward, observándola con amabilidad

Jill no respondió de inmediato, quedarse a desayunar con ellos significaría someterse a la tortura de otro vestido, de igual manera, tenía que bajar al comedor comunitario de segunda clase a desayunar algo, que diferencia hacia si se quedaba de una vez ahí.

— Dejare pasar tus indecentes y desaliñadas prendas por ahora — le dijo Madame Frances bebiendo una taza de té — el desayuno nos será servido en nuestra cubierta privada, así que nadie nos molestará ahí, ya después me ocupare de tu terrible apariencia de recién levantada para antes del almuerzo

— "Dijo cubierta privada" — murmuro Jill para sus adentros — Esta bien, supongo que puedo acompañarlos un rato, si no es molestia.

— Para nada es una molestia, adelante Lady Sutcliff — le indico el marques

Jill los siguió hasta una habitación contigua, muy similar a la zona de paseo techada de la cubierta A de primera clase, solo que esta estaba completamente aislada de los demás pasajeros, las ventanas permitían el paso de luz natural y una agradable brisa y el aroma del agua salada.

Sebastian y las sirvientas les llevaron el desayuno a los pocos momentos, tostadas, frutas, yogurt, jugo de naranja y té, fueron desfilando frente a la shinigami que no dejaba de admirar el espacio en el que se encontraba en esos momentos.

— Pareces impresionada de que mi tía tenga una cubierta privada en su camarote — se burló Ciel

— No esperaba que los camarotes de primera clase fueran así — respondió apenada

— No todos lo son — le dijo Ciel comiendo algo de fruta — si bien, los camarotes de primera clase son amplios, pocos tienen secciones y cubierta privada, como el mío y el de mi tía — agrego — esta clase de distribución nos permite tener a nuestros sirvientes con nosotros cerca todo el tiempo, de lo contrario ellos tendrían que hospedarse en segunda o tercera clase.

Jill permaneció pensativa unos momentos, tendría que tener eso en cuenta para su trabajo futuro.

— Luces más distraída que de costumbre — le señaló Ciel en voz baja, una vez terminado el almuerzo — sucedió algo con tu "trabajo"

— No en realidad — respondió en un susurro — tanto tu como yo no podremos hacer nada aun — le recordó — pero si sucede algo con mi compañero de "trabajo" y habitación — murmuro aún más bajo, no quería que los marqueses supieran que compartía habitación con un chico, aunque se tratara de Ronald.

— ¿Sucede algo con él, que tu no puedas controlar? — pregunto Ciel con curiosidad

— Ronald es impredecible a veces — suspiro — Me ha invitado al bar después de la cena, pero también ha sido muy específico en que quiere que lleve a Sebastian conmigo

— ¿A Sebastian? ¿Para que quiere que lleves a mi mayordomo?

— No lo sé, curiosidad tal vez — suspiro — la verdad, no estoy segura de que pretende en realidad ese idiota— respondió con fastidio — ¿crees que podrías…?

— Está bien, confiare a Sebastian a tu cuidado esta noche — respondió Ciel bebiendo lo que le restaba de jugo de naranja

— ¡¿De verdad?! — exclamo por lo bajo

— Solo no intentes propasarte con el — le dijo con burla — o hacerle algo extraño

— ¡Por supuesto que no haría algo así! ¡¿Por quién me tomas mocoso?! — gruño

Ciel se rio por lo bajo y llamo a Sebastian para darle sus nuevas órdenes.

Esa noche, después de la cena, Jill se despidió de la familia Midford, y de Ciel en la gran escalera de proa de primera clase.

— ¿De verdad tienes que irte? — le preguntó Edward con aflicción

— Soy como cenicienta, y mi hora de volver a ser una plebeya ha llegado — le respondió

— Esta bien — suspiro con resignación — descanse bien, Lady Sutcliff — agrego, depositando un beso en el dorso de su mano, la familia Midford se dirigió a sus camarotes

— Le daré alcance en la cubierta, Lady Sutcliff — le dijo Sebastian en voz baja — debo preparar el camarote del joven amo

Jill asintió y subió por las escaleras de roble para salir a la cubierta. El frio de la noche la hizo temblar un poco mientras atravesaba la cubierta de paseo de primera clase. Observo por unos instantes la inmensa obscuridad que los rodeaba, casi no había estrellas en el cielo, y las olas apenas y se escuchaban golpeando el casco del barco. El océano estaba demasiado tranquilo.

Sus pasos resonaron en la noche mientras atravesaba la cubierta hasta la escalera de segunda clase, Sebastian le dio alcance cuando iba bajando, tomándola por sorpresa.

— Disfrutas haciendo eso, ¿no es verdad? — gruño

— No es habitual verla tan distraída, mi Lady — le respondió amablemente mientras bajaban a la cubierta F — ¿por que deseaba que la acompañara esta noche?

— Ronald me pidió que te invitara, aunque no sé qué este tramando realmente — suspiro frustrada abriendo la puerta de su habitación — Pero quizá tiene algo que ver con el trabajo que vinimos a hacer

— Me tome la libertad de traerle sus prendas del camarote de Madame Midford — le dijo Sebastian pasándole sus prendas — ¿necesita ayuda con el vestido?

— Espera aquí afuera en lo que me cambio — le dijo tomando sus prendas y encerrándose en el camarote.

Logro desprenderse del vestido, pero intentando quitarse el corsé, hizo que las cintas se enredaran unas con otras, logrando un nudo que no podía deshacer sola.

— Esto solo me pasa a mí — suspiro dándose un tope con la litera, tomo la sabana y se cubrió con ella, entreabriendo la puerta — Oye, demonio — lo llamo apenada

— Parece que está teniendo problemas, Lady Sutcliff — le sonrió con burla, al tiempo que se cubría los ojos con una cinta negra.

— Solo deshazte del nudo y regresa al pasillo — le reclamo dándole la espalda

Sebastian entro al camarote y comenzó a deshacer el nudo, no demoro demasiado aun teniendo los ojos cubiertos, una vez hecha su labor, regreso al pasillo. Jill se terminó de vestir con sus prendas habituales, se puso nuevamente la falda para no atraer miradas indeseables, se ajustó su collar nuevamente y se reunió con Sebastian.

Ambos se dirigieron al bar, había mucha gente disfrutando de una alegre música irlandesa, Ronald estaba en una mesa, rodeado de las mismas chicas del día anterior, mientras charlaba con ellas y bebía. Cuando se percató de su presencia, la saludo y le hizo señas de que se acercara.

— No deberíamos quedarnos aquí, Lady Sutcliff — le dijo Sebastian al oído

— ¿De verdad no desconfías de estar con dos shinigami? — le pregunto nerviosa

— Sé que puedo confiar plenamente en Lady Sutcliff y de que no me hará daño — le respondió sonriendo pícaramente — en cuanto a su compañero, mientras no estén en servicio, quiero pensar que no me atacara, llamaría demasiado la atención y hay demasiados humanos en este lugar para arriesgarse antes de tiempo.

Jill soltó un suspiro de resignación, y se aproximaron a la mesa con Ronald, esperaba que Sebastian no llamara tanto la atención, pero se percató de que algunos de los ahí reunidos también eran sirvientes de la primera clase, como le había dicho Ciel esa mañana.

Tomaron asiento en la misma mesa que Ronald, el cual los recibió con dos pintas de cerveza obscura.

— Creí que no vendrían — les sonrió entregándoles una a cada uno de ellos — ¡brindemos por esta reunión! — sonrió levantando su tarro

— ¡¿por qué mejor no me dices que pretendes?! — le reclamó Jill

— Deberías de relajarte un poco Jill — le sonrió el rubio — solo tenía curiosidad de conocer de cerca al mayordomo de que tanto me ha hablado Sutcliff Sempai y con el que estuviste conviviendo — respondió — aquel día, Will no me dejó verlo tan de cerca — agrego haciendo referencia a la recolección de los niños — relajémonos un poco antes del trabajo — dijo sonriendo — ¿no piensas lo mismo, mayordomo? ¿O prefieres que te llamé Sebas-chan?

— Las reuniones en este lugar son muy ruidosas, ¿no lo cree? — le pregunto sin inmutarse

— Un poco, pero son muy divertidas — se rio — vamos acompáñenme con un trago, por el trabajo — dijo antes de beberse todo lo que quedaba en el tarro de un solo trago

— Por el trabajo — respondió Sebastian tomando una de las pintas de cerveza, bebiéndosela de un solo trago, sin detenerse siquiera a tomar aire hasta que termino

Murmullos de exclamación los rodearon inmediatamente, beberse una pinta de cerveza de un trago de por si era complicado, y Sebastian lo había hecho como si nada, sin derramar una sola gota, y sin hacer espuma en absoluto. Inclusive Ronald estaba sorprendido

— Tienen una cerveza muy fina aquí — murmuro Sebastian dejando el vaso a un lado

— Los de primera clase solo beben vino, champagne y brandy — respondió — así que aquí disfrutamos mucho de eso que los ricos desprecian.

— No sabía que un mayordomo de una familia rica bebiera de esa forma — dijo una de las chicas ahí reunidas, en un tono claramente seductor, sentándose al lado de Sebastian

— ¡Oe Oe …! — le reclamo Ronald ocultando una sonrisilla traviesa — no deberías acercarte tanto a el — agrego, señalándole con la cabeza que Jill estaba presente ahí también

— ¡¿Que estas insinuando, tarado?! — le reclamo la shinigami

— Vamos Jill, ¿acaso quieres quedarte atrás? — la animo riendo por las reacciones de la shinigami — solo este trago Jilly — agrego, Sebastian se cubrió los labios para ocultar su risa al escuchar aquel amistoso sobrenombre.

Jill detestaba que la llamara así, y la risa de Sebastian era el colmo, resoplo molesta tomando la cerveza y bebiéndosela de un solo trago, igual que Sebastian.

— Vez que no fue tan malo — sonrió Ronald divertido

— No fue nada agradable — respondió Jill haciendo una mueca — no soy afín de los sabores amargos

— Parece que Lady Sutcliff no es tan intolerante al alcohol como pensé — se burló Sebastian colocando su mano en su mentón, imitando a Ciel.

— ¡Que tenga cierta predilección a los licores y sabores dulces, no quiere decir que no sepa tomar cerveza! — respondió apenada — ¡y deja de imitar al mocoso! — gruño — ¡no pienso beber más! ¡No a menos que tomes el doble de lo que Ronald tome!

— Está bien, lo haré — respondió el mayordomo con tranquilidad

— ¿Estas de broma verdad? ¿Cómo podrías beber el doble de lo que Ronald beba? ¡No sabes cómo toma este sujeto! — señalo a su compañero de habitación — yo soy poco tolerante al alcohol ¡El no!

— Como mayordomo de la familia Phantomhive, que sería de mi si no pudiera hacer algo tan sencillo como eso — respondió con tranquilidad

— Deberías escuchar su advertencia, Sebas-chan — le dijo Ronald — Jilly tiene razón, yo no soy tan intolerante al alcohol como ella, y aun no hay nadie que pueda derrotarme — dijo tronando los dedos, un joven mozo llevo tres pintas más de cerveza de barril

— ¿No beberás en tu tarro, Ronny? — le pregunto una chica

— Quiero dejar calentar al novato — respondió confiado — uno de primera clase no tolera demasiado el alcohol de la cerveza irlandesa — dijo acercándole un vaso a Sebastian y otro a Jill — están a tiempo de retirarse — les advirtió

— "En que termine metida" — suspiro Jill con resignación, mientras miraba la cerveza que estaba frente a ella, sabía bien que no toleraba más que un par de vasos como aquel

— No tengo intención de escapar de un desafío tan sencillo como este — respondió Sebastian

Ronald y Sebastian estaban concentrados en su ridículo reto, ambos bebieron el contenido de sus vasos de un solo trago, Jill no pensaba seguirles la corriente, bebió lentamente su cerveza, hasta que el amargor le causo asco, terminó su cerveza como pudo, ignorando la competencia demonio - shinigami que se estaba llevando a cabo frente a ella, había perdido la cuenta de cuanto habían bebido ambos, los vasos iban y venían de aquella mesa, mientras la música no paraba de sonar al fondo del salón. Jill se preguntaba si la cerveza a bordo del barco sería suficiente para cubrir el ridículo jueguecito que se tenían esos dos.

— ¿Es normal que alguien beba tanto sin enfermarse? — murmuro una de las chicas

— Esto no es nada para mí — respondió Ronald con determinación

— ¿Pero, qué clase de persona es este hombre? — exclamo un sujeto que se había acercado a ver que sucedía y que causaba tanta expectación — ¿de verdad es un sujeto de primera clase?

— Yo solo soy un simple mayordomo — respondió Sebastian sin inmutarse

El tiempo paso, los vasos se acumulaban, la gente bailaba alegremente, y a veces paraban a ver cómo iban esos dos.

— ¿Es mi imaginación, o el barco se está bamboleando demasiado? — susurro Ronald cerrando los ojos

Había dicho aquello en una voz tan baja, que incluso a Jill le costó trabajo entenderle, pero sabía lo que significaba, el alcohol estaba haciendo efecto en Ronald. Jill volteo a ver a Sebastian, el mayordomo parecía estar relajado, pero con los ojos cerrados.

— ¿Que sucede? — le pregunto al mayordomo, estaba muy serio

— Definitivamente, el barco se está bamboleando un poco — respondió frunciendo ligeramente el ceño

— ¿¡Ehhh!? — exclamo la shinigami — ¿no será acaso que ustedes dos…? — agrego pasando saliva, ambos estaban ebrios, ¡Sebastian estaba ebrio!

— ¿Que nosotros que, mi Lady? — pregunto Sebastian mirándola con ojos de cachorro

Jill se quedó muda ante esta expresión, jamás lo había visto así, nunca hubiera esperado ver esa expresión en él, podía decir que incluso de veía… tierno.

Sus mejillas se ruborizaron ligeramente, sintió su corazón golpeteando su pecho con demasiada fuerza. Tenía que calmarse, el demonio podría escucharla aun con todo el ruido de la sala.

— ¿De verdad te sientes bien? — le pregunto con una sonrisa burlona, tratando de distraerse de sus propios pensamientos

— Claro que sí, mi Lady — respondió con una expresión seductora

— ¿Estás seguro? — insistió — ¿De verdad estas lo suficientemente bien como para mezclarte en el baile de los humanos? — bromeó

— Por supuesto mi Lady — respondió poniéndose de pie y tomando la mano de la shinigami, tomándola por sorpresa — como no podría hacer algo tan sencillo como eso — agrego llevándola hacia el centro del pequeño salón donde estaba un pequeño escenario elevado.

— ¡Se…Sebastian…espera! — le reclamo, su cara estaba completamente roja, tanto que el cabello de su hermano se vería pálido en comparación. — ¿qué crees que estás haciendo? ¡condenado demonio! — tartamudeo nerviosa

— Solo hago lo que Lady Sutcliff me pidió — respondió con una sonrisita burlona

— ¿Acaso no sabes distinguir una broma? — gruño — Esto es una mentira ¿no es así? ¿estás jugando, verdad Sebastian?

— Mi Lady, yo no digo mentiras — respondió llevándose el dedo índice a los labios — el Joven amo me ordeno que le obedeciera a usted esta noche, Lady Sutcliff me pidió bailar, y yo estoy obedeciendo — agrego avanzando nuevamente

Jill siguió manoteando, el color rojo de su rostro no podía aumentar más en intensidad, le suplicaba al demonio que se detuviera, que solo había sido una broma.

— ¡OEE JILLY! — la llamo Ronald pasándole por un lado con una de las chicas — ¡Te apuesto a que no bailas mejor que yo! — la desafío guiñándole un ojo

Jill sintió como una vena le palpitaba en la frente del coraje, sus ojos se encendieron con determinación ante el desafío de su compañero.

— ¡No me hagas quedar en ridículo! ¿¡Me escuchaste demonio!? — gruñó apretando los puños sin perder de vista a Ronald.

— ¡Yes my Lady! — respondió Sebastian con una sonrisa burlona

Sebastian la llevo al centro del pequeño escenario elevado que compartía con Ronald, el shinigami rubio no lo estaba poniendo fácil, su manera de bailar no demostraba que estuviera ebrio, y tampoco parecía afectarle que su compañera fuera humana.

— ¿Esta lista, Lady Sutcliff? — le pregunto Sebastian

— La verdad es que no se hacer esto — confeso apenada — pero no quiero dejarme vencer por ese idiota — susurro mirando a Ronald con desprecio

— Entonces me encargaré de guiarla, le aseguro que no será superada por su compañero en este baile — respondió el mayordomo — solo déjese llevar por la música — le indico, tomándola de la cintura y acercándola a el — primero tendremos que acercarnos un poco, le pido que me disculpe

Todo se cerró en la mente de la shinigami, todo era una competencia entre ella y el torpe de Ronald, su pareja era un demonio y la de él, una humana, tenía que sacar ventaja de esa situación.

Aun así, no fue sencillo, no parecía que Ronald estuviera ebrio, Sebastian por su parte logro guiarla de manera excelente, ella simplemente se dejó llevar por Sebastian y la música. El tiempo pareció ir más lento, escuchaba las exclamaciones y ánimos de los asistentes como si se tratara de un lejano eco,

La madrugada llego rápidamente, las personas ahí reunidas comenzaron a marcharse, Ronald charlaba con un par de chicas, por su parte, ella se sentía demasiado agotada, si bien todos los shinigami necesitan de cierto periodo de sueño, ella era de las que más tiempo dormía en comparación a los que conocía.

— Lady Sutcliff parece agotada — le dijo el demonio al oído

— Es porque lo estoy — respondió la shinigami levantándose de la mesa — es hora de marcharnos de aquí — le dijo a Sebastian — me temo que esto haya sido una pérdida de tiempo con Ronald

— No completamente — respondió Sebastian — no suelo tener este tipo de … libertades muy a menudo

Jill sonrió de medio lado, estirándose un poco, Sebastian se levantó detrás de ella para acompañarla.

— Ahora sabes cómo es una fiesta en segunda clase — bromeo Jill tendiéndole la mano para salir del bar

— ¡Oee Jill! — la llamo Ronald

— ¿Ahora qué quieres? — le reclamo, no quería ser retenida más tiempo

— A tu salud, y la de tu novio — le respondió levantando su tarro en señal de brindis

La sangre subió rápidamente al rostro de Jill, su cara roja contrastaba con sus cabellos azules. Apretó los puños y los dientes dispuesta a golpear a Ronald, pero Sebastian se puso de pie detrás de ella, tomándola por los hombros.

— Debe descansar adecuadamente, Lady Sutcliff — le susurró al oído, seductoramente

Jill resoplo por la nariz con molestia, y dio la vuelta para salir de ahí. Sus rápidas pisadas hacían eco en los largos y estrechos corredores blancos del Campania. Suspiro, en los pasillos de primera clase no la habrían escuchado como ahí, ya que la mayoría de los corredores estaban alfombrados.

— Tengo que llevarte de nuevo con Ciel — le dijo la shinigami a Sebastian, tendría que ir a primera clase, antes de poder irse a dormir.

— El barco se está bamboleando demasiado — susurro el mayordomo, apoyándose en las paredes con una mano, mientras cubría su rostro con la otra.

— ¿Que estás diciendo? Ni siquiera se mueve — le pregunto — sé que el murmullo de las máquinas se escucha aquí, y alguna que otra vibración… pero no se mece en absoluto — agrego volteando a verlo, encontrándolo en ese estado — ¿Sebastian? — lo llamo al ver que se recargo completamente en la pared — Sebastian, ¿te sientes bien? — le pregunto aproximándose a él, pero él ni siquiera la miraba — ¡oye, demonio! — lo sacudió por los hombros — ¡Sebastian! ¡Oye, responde, Sebastian! — insistió, pero el demonio solo apoyo la cabeza en el hombro de la shinigami — ¡esto solo me pasa a mí! — gimoteo viendo a ambos lados del pasillo, pero no había nadie

Viendo la situación tenía pocas opciones, no podía llevar a Sebastian en ese estado a la cubierta de primera clase, tampoco podía volver al bar con Ronald y pedirle ayuda, suspiro, ayudo a Sebastian a levantarse apoyándolo en ella, se sorprendió de la facilidad con la que podía cargarlo, ¿es que acaso el demonio era tan ligero? ¿O es que jamás se había puesto a considerar su propia fuerza física?

Lo condujo a su camarote, y recostó a Sebastian en su cama con cuidado, se sentó en el borde de la cama, tratando de no golpearse con la litera.

— Deberías de descansar un poco — le dijo ayudándolo a quitarse el frac, el chaleco y la corbata — es extraño ver a un Demonio en este estado tan vulnerable — murmuro — y más extraño aun que un shinigami este en la misma habitación con un demonio vulnerable sin atacarle — bromeó

— Es por eso que confío en Lady Sutcliff — susurro con los ojos entre abiertos — no me atacaría por la espalda

— ¿Cómo puedes estar tan seguro de eso? — dijo sentándose en el piso al lado de Sebastian

— De lo contrario, ya lo hubiera hecho, ¿no lo cree? — le sonrió, sus rojizos ojos se clavaron en los de ella

— ¡Cállate y descansa! — respondió apenada poniéndose de pie, colocando las prendas de Sebastian en la litera de arriba de donde ella dormía

Soltó su cabello y se sentó sobre la cama de Ronald, esperaba que no volviera pronto, aunque quizá no le importaría dormir en la segunda litera. ¿Pero, como reaccionaria al ver a Sebastian en el camarote?

Afortunadamente para ella, aquel cubículo solo era ocupado por ella y Ronald, sabía que había camarotes hasta par personas. Y habían tenido aún más suerte de solo estar ellos dos en aquella habitación y no tener que compartirlo con algún humano curioso, aunque, al compartir la misma habitación, muchos creían que ambos eran pareja.

— Está demasiado seria, Lady Sutcliff — murmuro Sebastian recostándose de lado para verla

— No es nada, solo estoy agotada — bostezo cubriendo su boca con una mano — el mocoso me matara si te ve en ese estado — suspiro

— No se preocupe, debido a mi naturaleza se me pasara completamente en un par de horas cuando mucho — respondió con calma

— ¿Y qué hay de la resaca? — le pregunto

— No nos afecta a los demonios — respondió — no con la cantidad de alcohol que consumí esta noche

— Cualquier humano se hubiera intoxicado — bufo la shinigami recostándose en la cama de su compañero con cuidado de no golpearse en la litera

— Es complicado acomodarse en estas camas, ¿no lo cree? — se burló en demonio, la verdad es que ambos eran algo altos para esas camas tan pequeñas

— Lamento no tener boletos de primera clase — respondió mordaz — como shinigamis intentamos no llamar la atención … y es el pasaje que nos dieron los de la oficina de recursos — murmuro apenada

— Lady Sutcliff, créame que hoy han llamado mucho la atención — se burló el mayordomo sin apartar la vista de ella — Aunque permítame decirle, que es mejor bailarina de lo que usted misma cree — susurro cerrando los ojos

Jill lo observo por unos instantes, los demonios no necesitaban dormir, eso lo sabía, pero en el estado en el que Sebastian se encontraba, se preguntaba si el mayordomo lograría conciliar el sueño.

No le dio demasiadas vueltas al asunto, simplemente cerro los ojos, y se dejó llevar por su cansancio y lo ligeramente alcoholizada que se sentía, quedándose dormida en poco tiempo.