"Ahora o nunca"

Lady Supernova


Capítulo 1


Broadway, 27 de enero de 1921.

Feliz cumpleaños a ti... Feliz cumpleaños a ti... Feliz cumpleaños Querido Terrence... Feliz cumpleaños a ti..

Un estruendo ocasionado por: efusivos aplausos, escandalosos gritos y ensordecedores silbidos, opacó hasta el más intenso de los pensamientos de Terry, él inevitablemente, se obligó a sonreír y a tratar de disfrutar del momento.

—No debiste Robert... —mencionó, mirando a su director y amigo.

—Yo sé que mañana desaparecerás, así que, decidí adelantarme —respondió el maduro hombre, mientras se encogía de hombros—. Eres mi gran estrella, Terrence, ¿cómo no voy a celebrarte? Mereces esto y más...

Terry le sonrió con calidez, luego lo estrechó en un abrazo. Después de eso recibió las felicitaciones de sus compañeros más cercarnos y al final, se dirigió hacia el otro extremo del salón para dar paso a las efusivas muestras de afecto, de dos chicas que se encontraban a su disposición... ¿Quiénes eran ellas? ¡Ni él mismo lo sabía! Sin embargo, en aquellos momentos, poco le importaban sus identidades, podrían ser quienes quisieran, lo único que le importaba, era disfrutar de ellas y de sus cuerpos... saber sus nombres, no era algo trascendente.

El sabor del whisky había inundado sus sentidos desde el preciso momento, en el que bebió su primer vaso. Realmente lo único que él deseaba, era poder perderse en la bebida y no ser consciente de nada. Se había propuesto esa idea desde que salió de la Catedral de San Patricio, y no tenía duda de que iba a cumplirla.

«Terry... yo... yo me voy a casar...»

Aquella dolorosa frase apareció en sus pensamientos y se repitió como una cruel letanía. A esas horas, Candy ya era una mujer cien por ciento prohibida, oficialmente, había dejado de tener una oportunidad con ella... y eso... ¡Eso no lo podía soportar! «Buen Dios» ¡No podía tolerarlo! No importaba cuántas veces su interior, le recriminara su tonto comportamiento de adolescente enamorado, él, simplemente no podía concebir la idea de haberla perdido.

Una de las chicas deslizó las manos por su cabeza y con avaricia, le acarició el cabello, era un contacto tan íntimo, que a Terry casi le molestó sentir que aquella extraña se atreviese a tocarlo, con todo y su desconcierto no demostró su enojo, en vez de detener a la atrevida joven, le sonrió coquetamente y le permitió continuar jugueteando. La otra muchacha, sin pena y viéndose mucho más rápida, se colocó de frente para posar sus labios sobre los de él... Terry no tuvo ningún problema para corresponder al temerario beso, ¿qué mas daba? ¿Acaso él no tenía derecho a pertenecer alguien más? Se cuestionaba al tiempo que sus labios se deslizaban sobre los de la desconocida. No era un beso que le estuviera gustando, pero aún así, no quiso detenerla.

Un silencio sepulcral se manifestó de pronto, y aquello hizo que su confundida cabeza volviera a reaccionar. Se suponía que ya tendría que estar medio ebrio, pues ya había ingerido bastante alcohol, pero, para su desgracia, aún se encontraba muy consciente. Descuidado, culminó con el beso y a continuación apartó de su lado a la inconforme chica, cuyos labios no estaban satisfechos... ella deseaba mucho más de él, sin embargo, tuvo que controlarse porque Terry no estaba dispuesto a dejarla continuar.

—Esto apenas empieza... ¿Qué demonios les sucede? —cuestionó el joven actor con energía, notando que todos los invitados volteaban hacía un mismo punto.

Al no encontrar respuesta Terry decidió abrirse paso entre la multitud:

«¿Qué rayos está pasando?», pensó enojado, sin entender por qué todos se comportaban de esa manera.

—¡Terrence! ¿A dónde vas? —interrogó, confundida, la chica a la que segundos antes estuvo besando, Terry ni siquiera sabía su nombre, así que no supo cómo dirigirse a ella—. ¿Te vas a ir y dejarme así? —preguntó la joven acercándose nuevamente, frotando su escultural cuerpo contra el de él, haciendo así, que sintiera sus voluptuosos senos sobre el pecho. Ella jadeó descaradamente mientras él la sostenía por la cintura y la apartaba de su cuerpo...

—Después... —respondió el actor con una falsa sonrisa, al tiempo que la chica hacía un puchero.

—Está bien, te esperaré —señaló la susodicha con renovada emoción.

—Si eso es lo que quieres... —agregó Terry con simpleza, alejándose de ella y abriéndose paso para llegar hasta su objetivo. Cuando por fin llegó al final de aquel río de gente, la respuesta a su pregunta, se mostró cual luz al final de un túnel.

Lo que veía no parecía real. Frente a sus ojos estaba la mujer que, todavía, era su vida entera. Sí... ahí estaba ella, vestida de blanco, luciendo como un hermoso y tierno ángel, mostrando un sonrojo en sus blancas mejillas y mirándolo sólo a él, fijamente y con ojos muy abiertos.

—¿Podemos hablar? —cuestionó Candy, al tiempo que Terry la veía de arriba abajo, llenándose los ojos con la preciosa visión que ofrecía... «Vaya que creciste...» se dijo, traviesamente, al notar que el vestido blanco se adhería sensualmente al cuerpo la bien formada chica—. Terry... por favor —suplicó al borde del llanto.

El actor miró a su alrededor, todo mundo los observaba y al igual que Candy, todos esperaban una respuesta de su parte.

Después de algunos segundos de reflexión, asintió en dirección a la chica y sin decir nada, salió del salón para llevarla hacia donde pudieran hablar a solas. No quiso voltear para ver si ella iba detrás suyo, solo caminó con pasos presurosos hasta detenerse en la puerta de su camerino, lugar que consideraba como un sitio sagrado.

—Señora... —dijo Terry haciendo una venia, invitándola a que ingresara en aquel íntimo espacio.

Candy entró en el camerino y ligeramente sorprendida, dejó que una sonrisa iluminara su rostro. El camerino del actor era exactamente como ella lo imaginaba: limpio, ordenado y tremendamente acogedor. Terry la observó esbozando aquella dulce sonrisa y sin poder contener su furia arremetió contra ella.

—¿Te perdiste camino a la recepción? —cuestionó mordazmente, conforme ella negaba—. ¿Qué haces aquí, Candice? —volvió a cuestionar, dirigiendo su mirada azulada a los ojos verdes de la muchacha.

Candy se encogió de hombros y armándose de valor respondió.

—Tú lo sabes Terry... tú ya sabes por qué vine... —Un ligero sollozo se escapó de su boca—. Vine porque te amo. No pude casarme con ese hombre...

«Te amo», aquellas dos palabras se impactaron con fuerza en el corazón del enojado actor, todo ante él se iluminó con aquella simple, pero sustanciosa frase. A pesar de la buena voluntad de Candy, la oscuridad aún rondaba en el alma del herido muchacho y algo que, estaba muy claro para él, era que no le pondría el camino fácil a esa rubia pecosa... No, ¡no la dejaría volver tan rápido! Primero deseaba verla sufrir, así como ella lo hizo sufrir a él.

—¿Quién te crees que eres? —preguntó, observándola con la mirada llena de furia—. Llegas aquí, sin avisar... y dices todas estas estupideces, esperando a que yo suspire y caiga rendido ante ti... ¿Qué clase de persona eres Candice?

—No es así, por favor Terry... —rogó ella—. Cálmate y escúchame...

—No tengo nada que escuchar. Sal de aquí, por favor... ¡Y déjame seguir disfrutando de mi fiesta! —exclamó al tiempo que hacia una seña para que ella se fuera—. Una hermosa mujer me espera allá afuera —mencionó, dejando ver un brillo perverso iluminando sus ojos, deleitándose con las lágrimas que Candy no pudo evitar derramar—. Pienso regresar por ella, llevarla a mi casa y hacerle el amor toda la noche... así que deja de hacerme perder el tiempo.

Los labios de Terry dibujaron una sonrisa burlona en su rostro, pues la cara de Candy lucía pálida. El sonrojo que, minutos antes, había estado cubriendo sus mejillas, desapareció, así como también, se esfumó la luz en sus verdes ojos...

«Demasiada información señorita Andrew?», se mofó Terry con crueldad, mientras sus curiosos ojos estudiaban el semblante de la muchacha.

Quiso decir algo más, su interior le exigía continuar hiriendo a esa frágil criatura que permanecía parada frente a él, su oscuro corazón le obligaba a lastimarla hasta el punto en el que por fin la sed de venganza saciara... pero todos sus planes se vinieron abajo, porque, al ver que la chica se desvanecía, lo único que pensó en hacer fue correr hacia su lado, para sostenerla entre sus brazos e intentar por todos los medios, que ella reaccionara.