"Ahora o nunca"

Lady Supernova


Epílogo


Long Island, Nueva York, 28 de enero de 1921

El poder de convencimiento del joven Grandchester fue letal, y Candy, gustosa completó el regalo de cumpleaños que ofreció con anterioridad. Ese mismo día se casó con Terry y lo convirtió, así, en el hombre más dichoso sobre la faz de la tierra.

Nadie supo cómo fue que Eleanor Baker y Annie Cornwell lograron organizar una pequeña, pero ostentosa celebración, todo eso ¡en cuestión de horas! Solo Candy y Terry supieron la realidad de aquella maravilla, pues el tío abuelo William, había dejado todo preparado... incluso, también se había dado el lujo de engañarles a todos.

Él jamás se fue a Europa.

Después de la huida de Candy, Albert permaneció en el Hotel Plaza, descansando y esperando para la gran reconciliación, misma que su fiel asistente George, le confirmó a temprana hora del día siguiente, pues Terry se había puesto en contacto, diciéndole que tanto él como su prometida, deseaban casarse lo más rápido posible.

...

—La prensa se volverá loca. Apenas ayer, la señorita Candy dejó al joven McCaffrey... —mencionó George cautelosamente, mientras Albert lo miraba con ojos alegres—. ¿Serás capaz de soportarlo?

—Por supuesto, ya sabremos como aplacarlos...

—La tía abuela Elroy se ha marchado a Chicago, está escandalizada.

—Peor para ella... —declaró Albert sin pena, haciendo que George sonriera.

Albert se permitió reírse de su dramática tía ¡Debía estar furiosa! La unión con los McCaffrey le importaba tanto, como le interesaba el poder respirar... Para ella era imprescindible que Jacob y Candy se casaran, tanto así, que no le importaba la mala reputación del joven McCaffrey.

Peor partido para Candy, no pudo encontrar y aquello, Albert simplemente no lo iba a pasar por alto, su tía podía decir misa, pero, de ese momento en adelante, tendría que ser consciente de quién era el patriarca en ese clan.

...

Eleanor Baker, estuvo todo el tiempo al pendiente de su retoño ¡Más orgullosa de él no podía sentirse! A Dios, le dio gracias una y otra vez, por ser parte del momento más feliz en la vida de su hijo, y como buena madre, lo acompañó mientras él se preparaba para dar el paso que cambiaría sus vidas para siempre.

...

¡Ay Terry! Aún no puedo creerlo... —expresó pellizcando sus mejillas y haciéndolo sentir como si fuera un chiquillo—. Sencillamente, no puedo creerlo... ¡Es tan maravilloso! —exclamó con ojos soñadores—. ¡Y yo que creí que sólo querías festejar tu cumpleaños!

—Perdón por la premura del acontecimiento, pero es que ya no puedo esperar... —dijo Terry ajustando su corbata y mirando a su madre como el niño travieso de antaño.

—Te apellidas Grandchester... ¡Por supuesto que no puedes esperar! —recalcó con felicidad, haciendo reír a Terry.

—¿Y la novia? —cuestionó él con inexplicable nerviosismo.

—Arreglando los últimos detalles.

—Sólo espero que no salga corriendo a mitad de la ceremonia... —expresó en un tono divertido, pero a la vez de preocupación.

—No lo creo... p ero si te preocupa, mandaré a sellar la puerta apenas ella ingrese ... —respondió Eleanor con una sonrisa, luego besó ambas mejillas de su hijo y lo abrazó fuertemente para infundirle confianza y hacerlo sentirse apoyado.

...

Annie y Archie, desistieron de acompañar a la tía abuela, quien completamente furiosa, se marchó a su ciudad de origen, al lado de Elisa, Neil y Sarah Leagan, quienes no cabían de felicidad, por el inmenso odio que la vieja matriarca sentía por Candy.

El matrimonio Cornwell, se reencontró con Candy tan pronto como les fue posible y su bendición le dieron, para que ella llevara a cabo su más grande sueño. Annie, gustosa se ofreció para ser quien arreglara todos los detalles sobre la apariencia de la novia, mientras que Archie, arregló todo para que ambos novios disfrutaran de su viaje de luna de miel.

...

—Pareces primeriza... —le dijo Annie con diversión—. No puedo creer que hayas pasado por esto mismo, el día de ayer.

—Ni que lo digas... —contestó Candy, dejándose maquillar—. Lo importante es que hoy, todo es diferente... —La rubia bostezó con pereza y Annie río sin poder evitarlo.

—Lo único malo que puede pasar, es que ¡Te quedes dormida frente al juez! —dijo dándole un pequeño pellizco en el brazo—. ¿Qué tal la luna de miel adelantada?

Candy sintió que un rubor la cubría de pies a cabeza ¿Se le notaba demasiado? Se preguntó al tiempo que Annie volvía a reír.

—Ya... ya... no diré nada más. Solo espero que todo haya sido tal y como tú deseabas, espero que tu Terry te haya dado lo que mereces —Annie acarició su sonrojada mejilla y luego exclamó—. ¡Te ves hermosa!

Candy se miró al espejo y sonrió ante el resultado. Las ligeras ojeras que se le habían formado, ya no se notaban, el vestido era mucho más hermoso de lo que imaginó y su cabello. Parecía tan sofisticado que no podía creerlo. Por primera vez en su vida se sintió bonita.

Nunca antes pensó en su belleza, sonrió con timidez al notar su vanidoso comportamiento, pero después de pasar la noche en brazos de Terry, se sentía una mujer nueva, en adelante, a sus atributos le sacaría provecho, su esposo no podría quejarse.

—Ya estoy lista... dijo la rubia con decisión.

—Pues andando, porque tanto Albert como Terry, van entrar por esa puerta si nos tardamos un segundo más...

...

El murmullo de los pocos invitados, estaba haciendo que Terry, perdiera la paciencia. Él no dejaba de sentirse preocupado e inseguro... no sabía por qué, obviamente Candy no iba dejarlo plantado, pero con toda honestidad, el hecho de no poder tenerla cerca, lo estaba matando. No paraba de preguntarse: ¿Por qué demonios estaba tardando tanto tiempo en llegar?

Desesperado, se acomodó por milésima vez la corbata y luego respiró profundamente...

—¿Nervioso? —cuestionó una burlona voz, mientras él, inútilmente negaba con un movimiento de cabeza—. No creo que te vaya a dejar plantado. Ni tampoco que vaya salir corriendo a mitad de la ceremonia —le dijo el joven.

—Yo tampoco lo creo, porque de hecho, ella me ama... —respondió con seguridad Terry.

—No cabe duda de que sigues siendo el mismo aristócrata engreído —comentó Archie con el afán de molestarlo.

—Tú tampoco has cambiado. Sigues siendo exactamente la misma persona que conocí.

—Sólo espero que no terminemos a golpes... —Cornwell sonrió y Terry también.

—Mejor será que no... porque podrías quedar en ridículo.

Archie se encogió de hombros y luego palmeó la espalda de Terry...

—Tampoco te arriesgues tú, porque recuerda que no siempre me ganabas... —Una sonrisa se dibujó en su rostro y luego, con sinceridad declaró—. Bienvenido a la familia, Terry...

—Gracias, Archie...

—No hay de que... —le dijo con sinceridad, antes de marcharse, pues la ceremonia estaba a punto de comenzar.

Los violines tocaban con tal pasión, que las lágrimas no pudieron ser contenidas. Estaba tan emocionada, que sentía que sus piernas, no la sostendrían por mucho tiempo.

Candy miró su rosario y entonces evocó el recuerdo de sus madres. Ellas estaban enteradas de que no se casaría con Jacob, pero no esperaban que Terry se convirtiera en su esposo de manera tan rápida, aquella noticia las sorprendería por completo, sin embargo, algo le decía que serían muy dichosas a la hora recibirla.

—Cualquiera diría que es la primera vez que haces esto... —le dijo Albert con diversión, mientras le acomodaba sus rizos.

—Es la primera vez que lo hago... —respondió Candy convencida—. Nunca antes caminé hasta el altar para encontrarme con el amor de mi vida.

Albert rio y luego posó un tierno beso en la frente la muchacha.

—Tienes toda la razón, querida... y hablando de eso... me parece que ya es hora de tu entrada triunfal —indicó Albert, tomándola del brazo y acercándola a la puerta de acceso—. ¿Estás lista mi Pequeña Fugitiva?

Candy asintió una y luego otra vez, jamás en su vida había estado tan dispuesta. Contenta, apuró a Albert para que ambos se colocara en el lugar convenido y hacer así, el recorrido hacia el altar.

Pasó toda la noche a su lado, incluso, parte de la mañana. Había dejado de verla por escasas horas, pero aquél tiempo a Terry le había parecido eterno.

Al escuchar los violines, supo que la entrada de Candy se acercaba, su corazón se aceleró tan sólo de pensar en lo hermosa que luciría. Sin embargo, al verla caminando por el pasillo, supo que cualquiera de sus expectativas había sido superada.

Era la novia más hermosa que sus ojos hubieran visto, definitivamente, lucía más hermosa que el día anterior.

Candy le sonrió y lo miró tan profundamente que sintió que su corazón se detendría. A partir de que sus ojos se encontraron con los de ella, él no estuvo muy consciente de las palabras que les dirigía el juez, lo único que hacía era mirar a Candy una y otra vez... realmente prestó atención hasta que la hora de la verdad, llegó:

—Señor Terrence Graham Grandchester... ¿Acepta a la señorita Candice White Andrew como su esposa? —preguntó solemnemente, el hombre mayor.

—Sí, acepto...

Una sonrisa se mostró radiante, en el rostro de Candy y en el de los invitados al escuchar esa respuesta.

—Señorita Candice White Andrew... ¿Acepta al señor Terrence Graham Grandchester como su esposo?

Ella sonrió con suficiencia y mirando al guapo novio, respondió, fuerte y claro:

—Sí, acepto...

—Por el poder que me confiere la ley del estado de Nueva York, los declaró: marido y mujer... —expresó el juez con una gran sonrisa en sus labios—. Puede usted, besar a la novia —añadió haciendo una seña con su mano.

Terry, dirigió sus ojos a los de Candy y lentamente se acercó a su oído, susurrándole lo mucho que la amaba, ella sonrió y no dudó en devolver aquel dulce gesto. Después de aquellas declaraciones, permitió que su esposo se acercara a su boca y le diera un exquisito y memorable beso, mismo que arrancó los aplausos de los caballeros y las lágrimas y suspiros de las damas que ahí estaban presentes.

Los periódicos hablaron del tema por semanas: Jacob McCaffrey, un Casanova consumado, había sido plantado en el altar el día 27 de enero, ya que su prometida, la señorita Candice White Andrew, abandonó la Catedral de San Patricio a mitad de la ceremonia y luego corrió a los brazos de un reconocido actor de Broadway: Terrence Grandchester, con quién contrajo matrimonio el 28 de enero ¡Tan sólo un día después del penoso suceso!

Aquella escandalosa unión, fue por mucho el acontecimiento del año. Albert estaba seguro que los hijos y los hijos de los hijos de Candy y Terry, harían de aquella historia toda una leyenda.

Sinceramente no podía esperar menos de esa pareja... ¿Cómo hacerlo? Después de todo, ellos eran los dos rebeldes del Colegio San Pablo y solo ellos, podían ser capaces de escribir una historia de amor, tan bella como esa.

FIN


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